Confluencia conflictiva [Dolphin] 20/03/2018

|descripción gráfica del sitio|:

La despejada noche revelaba movimiento entre los contenedores del muelle, pasos sobre la renovada madera que alejaba las caminatas dos metros por sobre el agua. El doctor Kyle Black tenía asuntos ilegales que atender ahí, pero los intercambios con mafiosos podían ser peligrosos si no era prudente, por eso como guardaespaldas estaba Shoggurth, más de una vez su ayudante, el mutante de otro universo que nunca dijo que no a sus encargos subversivos. Kyle le recordaba mucho a su ex-amigo Jarek Sabek, la criatura tenía aprecio por los trabajos del esquizoanalista, ¿cómo fallarle en una situación así? No se lo permitiría.

El intercambio se realizaba a un horario que tornaba prudente el bloque-89 de los muelles, hasta las tres de la mañana un lugar prácticamente abandonado entre los contenedores que posaban sobre los suelos de concreto. Y arribaron los seis individuos, entre ellos dos trasladaban la caja con los suplementos informáticos que necesitaría Alice para sus labores como hacker; ella estaba indispuesta esa noche así que su esposo decidió aceptar la tarea.

—Un gusto volverte a ver Kyle— saludó el mafioso encargado y responsable por el intercambio —Mis chicos nos esperan en la camioneta, hagamos los negocios rápido ¿sí?
—Me parece bien, Ron, yo tengo el dinero en esta bolsa— respondió el doctor.
—Espera, no juguemos así Kyle, nos conocemos hombre, ¿crees que no sé que has venido acompañado? Dudo mucho que hayas venido tú solo a todo ésto, mira, hasta la caja es pesada— sonrió Ron con cierta soberbia, le encantaba predecir a sus negociantes.

Shoggurth salió por detrás de uno de los contenedores, se dejó ver. Los seis pudieron ver al individuo encapuchado, con larga túnica negra. Sabían que no era humano, o lo presentían, la hipótesis se quebró cuando los fulminantes ojos rojos reflejaron algo de luz del parpadeante faro sobre ellos.
—Waw, ¡Kyle! Me sorprendes hombre, ¿cómo das con esta gente?— comentó Ron haciendo reír a sus camaradas, pero no todos, uno quedó mirando muy serio al mutante.
—Bueno, ¿no era que teníamos prisa?— contestó Kyle.
—Claro, claro pues...

El matón que acompañaba a Ron, de tatuaje en la nuca, fue transformando su gesto de una mirada de duda a una de desconfianza, no tardó más que un par de segundos en notar algo que cambiaría todo allí:
—Espere, espere, no— dijo Tom rascando el tatuaje en su nuca.
—¿Qué te pasa Tom?— preguntó Ron deteniendo la transacción a mano.

Shoggurth bajó la cabeza levemente, se dio cuenta tarde de lo que estaba sucediendo ahí, ¿ese sujeto, Tom, podía ser quien...? Sentía que algo estaba por salir muy mal, el tono del cabeza rapada era muy molesto.
—Ese sujeto, mira Ron, ese sujeto, ¿recuerdas cuando te conté de la muerte de Jaden?— murmuró Tom al oído de su superior.
—¿Qué pasa ahí Ron?— se molestó Kyle viendo que la cosa se ponía muy rara frente a sus ojos.

—Tenemos una duda sobre tu acompañante, Doc, nos gustaría que se quite la capucha— aclaró Ron.
—Eso no es necesario, Shaggy es un mutante que conocí ayer— mintió él por completo, hasta el nombre mintió el esquizoanalista —tiene problemas con su aspecto y son serios problemas psicológicos, Ron, estoy ayudándolo con su inseguridad a cambio de que hoy me acompañara, aceptarte tales demandas sería contraproducente, además no estaban pactadas en el trato de hoy.

—Mira, Kyle, uno de mis chicos fue asesinado por una criatura con tentáculos, si Shaggy es esa criatura nos estás poniendo en tu contra por hacernos difícil el asunto; no tenemos nada contra ti, ¿si tu acompañante no es tu amigo por qué lo incubrirías?
Ron fue muy preciso en sus palabras, Kyle no conocía tal situación y se puso muy nervioso de tal posibilidad. Entre tanto Shoggurth sí recordaba el suceso, no podía hacer nada más que seguirle el juego a su aliado ¿Pero hasta dónde antes de que su vida corriese peligro?

—¿Es verdad eso, Shaggy? ¿Hay algo que no me has contado en nuestra primer charla?— dijo Kyle fingiendo.
—¡Por Dios, Doc! No juegue conmigo que estoy apurado, ¡que ese bicho se saque la capucha y nos muestre quien es o se complicará la noche para todos!— profirió el mafioso con tono impaciente.

Tarde. Había llegado demasiado tarde. Había recorrido un mar y todo un océano para volver a casa, nadando hasta caer rendida un día tras otro. Furiosa y aterrada a partes iguales, deseando regresar a Atlantis para protegerla de lo que quiera que fuera esa luz morada. ¿Y qué había encontrado al llegar? Dos ciudades, dos reyes, y una guerra sin cuartel entre ellos. Y una nueva Corona de Espinas, idéntica a la que los rebeldes habían derribado apenas un mes antes. Idéntica, salvo un pequeño e insignificante detalle: Ella estaba fuera, y no había manera humana o atlante de que pudiera destruirla como habían hecho antes. No había nada que pudiera hacer... Aunque eso no le había impedido exteriorizar su frustración de la mejor manera posible. Ninguno de sus puñetazos abrió la más mínima grieta, pero al menos sirvieron para relajarse un poco antes de sentarse para ordenar sus pensamientos.

Desde que la luz morada había puesto su mundo del revés, una serie de nombres y rostros flotaban en su cabeza. Respiradores de aire enmascarados, mujeres de más allá de las estrellas... Y un hombre de pelo negro, atlante como ella. Su recuerdo era tan claro, que casi podía recordar su voz... A pesar de que juraría no haberlo visto jamás. No era nada, en realidad. Pero tampoco tenía otro lugar al que ir, otras personas a las que acudir en busca de ayuda y respuestas. Así que retomó su viaje, esta vez dirigiéndose hacia la costa.

No tardó mucho en llegar a  la ciudad que los terrestres conocían como Nueva York. No sabía dónde estaban esas personas, desde luego... Pero tenía que empezar a buscar por algún sitio, y aquella ciudad era tan buena como cualquier otra. El agua de su puerto era turbia, repulsiva en comparación con la que llenaba los alrededores de su ciudad natal. Dolphin arrugó la nariz, y comenzó a ascender. Desde abajo, podía ver con claridad los cascos de los incontables barcos que allí esperaban a ser cargados, reparados y enviados a un nuevo viaje a través del océano. Dolphin nunca había visto tantos juntos, y menos aún estando a flote todavía. Se alejó un poco de ellos, por pura precaución, y sacó la cabeza del agua. Era una noche tranquila y sin nubes, y aunque el hedor de la superficie no era mucho mejor que el que inundaba esa porción de mar, la atlante sabía que tendría que aguantarlo quisiera o no. El lugar parecía desierto, salvo por un grupo de personas que conversaba en un rincón. Dolphin no debería acercarse a escuchar. No, tenía que buscar un lugar seguro para dormir, y esperar a mañana para proseguir con sus pesquisas acerca del paradero de esas personas que habían aparecido en su cabeza.

-Waw, ¡Kyle! Me sorprendes hombre, ¿cómo das con esta gente?-De acuerdo, quizás había nadado un poco en su dirección, y había empezado a captar algo que no le concernía. Quizás. Al fin y al cabo, no estaba tan cansada... Y la aparición del encapuchado llamó inmediatamente su atención. Shaggy, se llamaba. Un mutante, como ella. Uno que, por si fuera poco, estaba a punto de meterse en un lío por serlo. Es posible que, si Dolphin hubiera escuchado la parte de que Shoggurth se había comido a alguien, hubiera actuado de otro modo. Pero Tom había insistido en ocultar ese pequeño retazo de información, y ya no había nada que pudiera hacerse. Para Dolphin, la situación estaba muy clara: En tierra firme había mutantes también, y tenía uno ahí mismo, asustado de su propia mutación y a punto de ser atacado. Como en Atlantis, también había quienes los perseguían... Y el único no-mutante que estaba a su favor no estaba haciendo bien su trabajo protegiéndolo.

Con un movimiento brusco de piernas, saltó, y aterrizó sobre la plataforma de cemento. El ruido hizo que los seis mafiosos se giraran de golpe, para encontrarse con una figura ciertamente... Peculiar. De hecho, lo que tenían delante sería, con toda seguridad, lo más parecido a una sirena que verían jamás. Dolphin no se había molestado en ocultar ni una sola de sus escamas, por lo que estas cubrían por completo sus brazos y piernas. Su largo cabello blanco, empapado y con algún que otro alga enredada en él, reforzaba aún más la sensación de estar ante una criatura sacada de un mito. Sin embargo, ahí se acababa la parte bonita. Su ropa rasgada, junto con su expresión de "hace un minuto que os conozco y ya habéis acabado con mi paciencia" eran indicadores seguros de que no iba a limitarse a sentarse en una roca y cantar.

De hecho... Dolphin les dio el tiempo justo para que se dieran cuenta de hasta qué punto la habían cagado antes de atacar. Las pistolas salieron de sus escondites tarde, incapaces de evitar un puñetazo mucho más fuerte de lo esperado en la cara de Ron. El susodicho cayó a plomo al suelo, provocando un momento de perplejidad en sus compañeros, que se vieron de pronto compuestos y sin líder.

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