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Omega Universe - Foro de Rol de Marvel y DC
Los Universos de DC y Marvel se han unido en uno solo. ¿Qué ha sucedido? ¿Quién está detrás de todo? Y, lo que es más importante, ¿cómo reaccionarán héroes y villanos de los distintos mundos al encontrarse cara a cara...?
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- Y así es como he terminado aquí -dijo la mujer de rojo colocando el vaso vacío sobre la barra del bar-. Ponme otra, Larry, por favor.
El camarero, que estaba de espaldas secando un vaso de tubo con un paño, se dio la vuelta, revelando el mango de una navaja sobresaliendo de la sien. Tenía el rostro cubierto por la sangre, ya reseca, que formaba un reguero oscuro y parduzco desde la frente hasta la barbilla, y los ojos vidriosos y sin vida de un cadáver.
- Explícamelo otra vez, Elektra... -pidió mientras ponía el vaso ante la asesina y comenzaba a verter en su interior el contenido de una botella de whiskey-. La cabeza me duele tanto que me cuesta pensar.
- Sigh -la griega cogió el vaso y se lo llevó a los labios mientras se daba la vuelta en el taburete para contemplar el desolado panorama que se extendía ante sí. El bar entero estaba repleto de cadáveres ensangrentados, todos ellos asesinados de las maneras más cruentas y salvajes: había uno con un tenedor clavado en el ojo, otro tirado sobre una mesa con un hacha de cocina profundamente incrustada en el pecho, otro empalado con la pata de una silla, otro con la cabeza aplastada por un microondas...-. Espabila, Larry, no tenemos mucho tiempo antes de que esos se vuelvan a levantar.
Volvió a dejar el vaso sobre la mesa y se limpió las comisuras de los labios con una mano empapada de sangre fresca, lo cual no hizo sino extender un manchurrón rojizo por su rostro. Tampoco es como si importara mucho, estaba tan cubierta de sangre que era un milagro que aún quedara alguna zona por manchar.
>>Hace más o menos un mes recibí un encargo del gremio de asesinos: un político de renombre quería que elimináramos a un tipo que le estaba haciendo chantaje por el asesinato de una conocida dominatrix. La historia que vendía era que había mantenido relaciones con ésta señora y otra persona la había asesinado y quería colgarle a él el muerto (nunca mejor dicho) para arruinar su carrera y su reputación a menos que le hiciese llegar una sustanciosa suma de dinero. El político habría podido limitarse a pagar el dinero, seguro que tenía dinero para eso y más, pero claro, éste tipo de situaciones nunca terminan, ¿verdad? Al parecer el chantajista tenía un cordón rojo (utilizado para fantasías sexuales que no quiero saber) con su ADN, y era el mismo con el que habían estrangulado a la mujer, y a buen seguro lo seguiría conservando mientras pudiera continuar chantajeándole. En esas circunstancias, el cliente deseaba darle punto y final al problema. Pues bien, acepté el encargo y me colé en el apartamento del tipo para interrogarle. Siempre me gusta estar bien segura de a quien mato y eso, ¿sabes? Entonces averigüé que el cliente realmente había matado a la prostituta al descubrir que había estado grabando los encuentros sexuales todo el tiempo con el objetivo de hacerle chantaje. Lo que no podía saber era que la mujer tenía un compinche que estaba observando todo en directo a través de una cámara, y que ese tipo después entró en la habitación para robar el cordón y mantener el plan de chantaje, aún con su compañera muerta. Por supuesto maté al tipo (después de todo era un criminal y una comadreja despreciable), pero sólo era el primero de mi lista. El verdadero responsable de la muerte de la prostituta aún andaba por ahí, libre y regodeándose en la seguridad que le brindaba su asqueroso dinero y su poder, y yo no pensaba dejarlo impune. Pero claro, el contrato se hizo a través del gremio, con muchos intermediarios por en medio para asegurar el secreto de su identidad, así que me ha costado más de un mes (y un montón de asesinatos) poder llegar hasta él. Descubrí que vivía aquí mismo, en Gotham, en el Distrito de los Diamantes, y que le gustaba darse un paseo de vez en cuando por los Narrows para satisfacer sus más bajos instintos. Es curioso, ¿verdad? Que un barrio como el de los Diamantes pueda estar justo al lado de los Narrows, ¡es de locos! Supongo que dice mucho acerca de cómo funciona ésta ciudad de mierda. Así que le maté, y justo cuando intentaba regresar a mi casa, el mundo entero se volvió loco.
La televisión del bar aún emitía interferencias desde que había finalizado la transmisión del Espantapájaros. Había pasado apenas una hora desde que aquella espesa niebla amarilla había inundado los Narrows y la gente había empezado a experimentar brotes psicóticos, atacándose los unos a los otros con lo primero que encontraban a mano. En cuestión de segundos las calles se habían convertido en el escenario de una batalla campal, y ella, aturdida y desconcertada, se había refugiado en el primer lugar que encontró, organizando una barricada con los muebles y mesas frente a la puerta para mantener a la horda fuera. Pero ella también había inhalado la niebla amarilla, y una de sus pesadillas más recurrentes la situaban tratando de escapar de los cadáveres resucitados de sus víctimas. De repente, miraba a su alrededor y lo que deberían haber sido rostros anónimos de los parroquianos que se habían matado los unos a los otros en aquél bar adquirían nombres y apellidos: Jean-Marc Gillon, Lucius Gant, Gloria Fenton, Otto Eisenbluth, y hasta la esposa de Locke, que había muerto por accidente como víctima colateral de uno de sus asesinatos. Todos ellos y muchos más, tantos que parecía imposible que pudieran caber en aquél mugriento local. Y no importaba cuántas veces los matara, siempre se volvían a levantar, y, ya fuese por el efecto del gas o por el peso de su propia sensación de culpabilidad, se encontraba allí, atrapada en aquél bucle demencial, incapaz de ir hasta la barricada y apartar los muebles para poder escapar de aquél infierno en la tierra en el que se había convertido lo que en principio tendría que haber sido un trabajo fácil.
A su derecha, las oraciones del Arzobispo Fresina pidiéndole a Dios perdón por el alma de Elektra por haberle roto el cuello hacía tres años, se elevaron otra vez.
- Y así comienza... -murmuró volviendo a agarrar con fuerza el sai.
DOLPHIN
Hacía una hora que el Espantapájaros había liberado su gas del miedo por toda Gotham sumiendo a la ciudad en una histeria colectiva. Oráculo había mandado aviso a todos los héroes conocidos para que acudieran a ayudar, tomando las precauciones necesarias para no caer presa del gas. Dolphin se sentía relativamente segura, pues una hora era tiempo suficiente como para dispersar el gas, y el camino que estaba utilizando, a través del Finder River que cruzaba por los Narrows debería mantenerla a salvo. Lo que nunca habría podido anticipar era que, justo cuando pasaba por la zona del Depósito de Agua, una explosión en las alcantarillas propiciada por los seguidores de Crane liberaba el contenido de cinco enormes tanques repletos de gas del miedo en los conductos que iban a dar en el depósito de agua y el río, contaminándolo.
Al igual que había ocurrido con Elektra, la sustancia ponzoñosa pasó a formar parte de su sistema sin que la atlante fuera consciente de ello, hasta que, de repente, una zarpa palmeada la apresó por el pie, frenándola en seco. Sorprendida por el inesperado contacto, la peliblanca se giró ¡sólo para encontrarse de frente con una criatura de la fosa!
Y tras ella había muchas más, el río entero estaba infestada con decenas, cientos de los peligrosos y letales monstruos. ¿Qué estaban haciendo en Gotham? ¿Cómo habían llegado hasta allí? No tenía tiempo para planteárselo si quería salir viva.
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147 Dolphin DC Universe
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La atlante no había dudado en presentarse voluntaria, tan pronto como las noticias habían llegado a oídos de los Titanes. Scarecrow había decidido celebrar Halloween inundando Gotham con gas del miedo, provocando que todos los ciudadanos entraran en pánico y empezaran a atacarse entre sí. No era la primera vez que había oído de una situación así en Gotham desde que había llegado a esa dimensión, e incluso había tenido que lidiar con una en Monstertown meses atrás. Pero eso era diferente. Normalmente, Gotham era territorio vetado para todos los héroes que no tuvieran el permiso expreso de Batman, pero en ese momento toda ayuda era bienvenida. Alguien tendría que controlar los daños, o al menos intentarlo, mientras un equipo se enfrentaba con Crane en Arkham para intentar atajar el problema de raíz.
Era así cómo Dolphin había acabado ahí. Vestida con el uniforme azul que le habían proporcionado los Titanes al unirse, con el comunicador a un lado de la cintura y una pequeña máscara en el otro, estaba nadando a través del Finder River para llegar al punto que Oracle le había indicado: Un barrio atrapado entre el South City Park y el distrito más rico de la ciudad, pero aún así conocido por su pobreza y violencia. Había visto algunas imágenes del lugar en la base, y si hubiera estado en un valle, Dolphin habría confundido los Narrows con el Noveno Tride. La familiaridad no la hacía sentirse más tranquila, precisamente… Pero sabía que, si fuera fácil, no habrían pedido ayuda a todos los héroes posibles.
No había contado en un primer momento con la contaminación del río, eso sí. El agua infestada de químicos y basura estaba haciendo que se arrepintiera de tener un olfato tan fino, y ni siquiera sus ojos podían ver con la claridad de siempre entre la mugre. Se empezaba a sentir tentada de ponerse la máscara, para así al menos ahorrarse el olor… Pero no sabía si la necesitaría luego para protegerse del gas, y no quería arriesgarse. Pero no podía evitar pensar en Tula, en cómo la Aquagirl de otra dimensión había acabado muriendo envenenada al respirar agua contaminada por un villano.
No sería consciente de la ironía hasta el día siguiente, por lo menos. ”-Ya casi está… Menos mal.”-Pensó, fijando la vista en la orilla y cambiando ligeramente el rumbo para alcanzarla. No podía esperar a salir de ese agua fangosa… Pero eso pasó a ser la última de sus preocupaciones cuando notó cómo una garra se cerraba en torno a su tobillo y tiraba con fuerza, arrastrándola hacia el fondo. Su reacción fue automática: Una patada para deshacerse de quién fuera que la hubiera agarrado, y girarse para ver quién era antes de dar una segunda.
Eso es lo que hubiera hecho Dolphin, si no se hubiera quedado paralizada durante un segundo al ver a su atacante. Su corazón se aceleró al ver las familiares fauces de un monstruo de la fosa… Aunque estas no tardaron en desaparecer, bañadas al igual que el resto de la criatura en el haz de luz blanca que acababa de surgir de sus manos. El cuerpo inconsciente del ser se alejó flotando, pero Dolphin empezó a nadar rápidamente hacia la superficie. Como cualquier atlante, sabía que el agua era el lugar en el que tenía más ventaja, pero lo mismo se podía de los moradores de la grieta. Pero, a diferencia de ella, los monstruos tenían serias dificultades para moverse en tierra. Era lo mejor que podía hacer, porque no era cuestión de si volvía a encontrar otro, sino de cuándo. Porque Dolphin sabía que esos seres abisales siempre cazaban en manada, como pirañas, y si había encontrado uno lo más probable era que el resto no nadaran lejos. Y, aún así, no pudo hacer menos que sorprenderse y asustarse cuando se dio cuenta de que no es que estuvieran cerca… Sino que ya estaban allí. Miró rápidamente a su alrededor, perdiendo la cuenta de cuántos había en apenas unos segundos. Casi podía notar cómo su alma se hundía en el río y tocaba el fondo: Nunca había visto tantos juntos… Tenía que salir de ahí, y rápido.
Los monstruos no estaban dispuestos a permitírselo, sin embargo. Después de un segundo de quietud, durante el que Dolphin pudo sentir cómo esos centenares de ojos vacíos se fijaban en ella… Las criaturas de la fosa atacaron.
La titán se preguntaría durante buena parte de la noche cómo demonios se las había arreglado para salir de allí de una pieza. Pero en ese momento, sólo podía pensar en una cosa: Sobrevivir. Con las venas llenas de contaminación, adrenalina y toxina del miedo, Dolphin usó su poder para crear un estallido de luz que iluminó el río desde dentro. Aprovechando la sensibilidad a la luz de los abisales, la mutante se abrió paso a la fuerza entre ellos. Podía notar sus garras chirriando sobre sus escamas, tratando de agarrarla de nuevo para arrastrarla al fondo de esas aguas grises. Golpeó a aquellos que consiguieron captar su olor y empezaron a seguirla, por miedo a que pudieran localizarla después. Se había encontrado con esas cosas en el pasado, una vez tras otra, y si algo sabía era lo persistentes que podían llegar a ser. Sólo les importaba una cosa, procurarse alimento, y no había nada que no pudieran hacer con tal de conseguirlo.
Tras unos momentos que se le hicieron infinitos, Dolphin consiguió llegar a la superficie, pero ni siquiera tomó una bocanada de aire hasta que todo su cuerpo estuvo fuera del agua y escondido tras un coche negruzco. Fue entonces, y sólo entonces, cuando las preguntas empezaron a agolparse en su cabeza, mientras miraba de reojo por encima del coche para asegurarse de que ninguno salía del agua. ¿¡Cómo demonios habían llegado esos monstruos de la fosa allí!? El río que atravesaba Gotham comunicaba con el océano Atlántico, desde luego, y era posible adentrarse en la ciudad así… Es decir, era lo que acababa de hacer ella. ¿Pero esas cosas? Los abisales no eran ni de lejos lo suficientemente inteligentes o determinados como para pasar desapercibidos, y no empezar su caza nada más ver a un terrestre en la playa. Si eso hubiera ocurrido, lo sabrían… ¿No? Aunque con el caos que reinaba en la ciudad, era perfectamente posible que un incidente así pasara desapercibido. Aún así, le resultaba raro, aunque no tanto como el hecho de no haber sido consciente de su presencia hasta tenerlos literalmente encima.
Sin dejar de mirar en dirección al Finder, Dolphin echó una mano a su cintura, buscando el comunicador que hacía unos minutos pendía de ahí. No tenía ni idea de qué estaba pasando, pero sí que sabía dos cosas: No iba a poder resolver el problema ella sola, pero tampoco podía dejar eso así para que los abisales devoraran a los gothamitas.
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Elektra Natchios Marvel Universe
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Ficha de Personaje Alias: Elektra Nombre real: Elektra Natchios Universo: Marvel
- ¡Bebidas gratis para todo el mundo! -gritó Elektra-. Yo invito.
El aspecto del bar era dantesco. Los cadáveres, destrozados de mil formas diferentes, cubrían el suelo a todo su alrededor, y la sangre llenaba hasta los taburetes de la barra. El propio aspecto de la griega no era mucho mejor; sus ya de por sí exiguas ropas estaban desgarradas y rotas por tantos sitios que parecía increíble que aún pudieran cubrirle algo. Las elegantes y exquisitas sedas que siempre usaba ahora no eran más que harapos sucios y ensangrentados, y las vendas que normalmente le envolvían las piernas y los brazos y que usaba para sujetar las armas le colgaban zarrapatrosamente de cualquier manera. Tampoco es que a ella le importara demasiado; en La Mano le habían enseñado a utilizar su cuerpo como arma, y era muy escaso el pudor que le quedaba, si es que aún quedaba algo. Elektra era perfectamente capaz de pelear completamente desnuda sin que ello le supusiera el más mínimo problema, aunque, por fortuna, aún no habían llegado a esa situación.
- Fue difícil, ¿sabes? -le dijo al camarero tendiéndole unos billetes arrugados-. Ser la única mujer en una organización como La Mano -llevaba unas cuantas copas encima y se le habían acabado todos los temas posibles de conversación, así que ya divagaba-. Sí, jodidamente difícil. Por eso me marché. Lo que pasó con Tekagi... -una mirada triste surcó su rostro lleno de suciedad-. Quiero decir, por una parte era algo natural... Una cuestión de jerarquía. Y poder. Creí que me amaba...
Las plegarias del Arzobispo Fresina volvieron a comenzar a su espalda, seguidas por algo más, una frase burlona y llena de lujuria:
- Nadie te amará nunca como yo podría haberte amado, "guapita".
Era Ibrim, el gordo baboso hijo de Bridget Hapanmyas, la dictadora de Djanda a la que había tenido que matar para liberar a los ciudadanos que tenía esclavizados y aterrorizados. Se dio la vuelta para encararle; Una sonrisa lasciva cruzaba la cabeza decapitada que sostenía en la mano izquierda (había tenido que cortársela para superar el escáner retinal que franqueaba el acceso a las habitaciones de su madre). En la diestra llevaba un cuchillo, y una tralla colgaba de su cinturón. Lo único que llevaba encima eran unos calzoncillos de cuero de aspecto fetichista.
- Eras la mujer de mis sueños; Podrías haber escogido casarte conmigo, llevar mis hijos y gobernar un país algún día, pero no, escogiste cortarme la cabeza y matar a mi mamá. Ella tenía razón: las mujeres europeas sois unas golfas.
Elektra suspiró, viendo como los demás muertos se volvían a levantar.
- ¿Larry?
- ¿Sí, Elektra?
- Estoy en problemas, ¿verdad? -preguntó con gesto cansado.
- Así parece, Elektra.
- Aún estás a tiempo, "guapita", estoy dispuesto a perdonarte si me dejas...
Un sai certeramente lanzado se clavó en la frente de la cabeza parlante, y otro en el corazón del rechoncho cuerpo, silenciándolo.
- Ibrim, eres de los pocos aquí a los que no me importaría continuar matando eternamente.
La asesina se bajó del taburete y desenvainó la katana que llevaba a la espalda.
- Supongo que tendré que mataros otra vez...
* * * *
Las criaturas de la fosa no tardaron en llegar hasta la superficie siguiendo su rastro, y de inmediato comenzaron a dispersarse para atacar a los ciudadanos que aún no habían encontrado refugio, inmersos en sus propias pesadillas. Unos pocos se dirigieron hacia donde Dolphin se había escondido detrás del coche, avanzando con cautela mientras observaban todo con sus ojos adaptados a la oscuridad.
La peliblanca echó mano al comunicador y presionó el botón de encendido, pero, al hacerlo, se produjo un cortocircuito y, de pronto, el aparato estaba envuelto en llamas. Una chispa saltó hacia su camisa, que en cuestión de segundos estaba ardiendo. La mutante experimentó el calor tan próximo a su rostro y notó cómo el aguijón del pánico hacía mella en ella, impidiéndole pensar en lo inverosímil de lo que acababa de ocurrir. Después de todo, ¿qué puede haber más aterrador que el fuego para una atlante?
La única fuente de agua próxima era el río, que aún era un hervidero de criaturas de la fosa, pero antes de que pudiera iniciar cualquier movimiento, una espesa y refrescante espuma la empapó por completo, apagando tanto las llamas que amenazaban con extenderse por su cuerpo como las del aparato, que quedó reducido a un amasijo de plástico ennegrecido y cables inutilizables.
Frente a ella, una mujer vestida con lo que parecía ser un bañador rojo en lamentable estado, se erguía sosteniendo un extintor. Tenía una melena azabache larga y suelta, que mantenía fuera de la frente y los ojos mediante una cinta también roja, y tenía tanta sangre seca y suciedad encima que parecía que acabara de salir de alguna tumba. El hedor a muerte que la acompañaba no ayudaba a mejorar la impresión, pero su gesto no era amenazador, más bien... neutro.
- Ha llegado la caballería... Supongo... O algo así -dijo arrojando a un lado el extintor-. Tengo que darte las gracias, chica. De no haber sido porque te vi salir del río a través de la luna de ese bar junto con todos tus amiguitos quizá no habría podido salir del bucle en el que había acabado envuelta. Has sido una excelente motivación. Hablando de lo cual... -señaló hacia la parte superior del vehículo, por donde acababa de asomarse una de las criaturas de la fosa-. Creo que nos han descubierto.