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 Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]

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Elektra Natchios
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Elektra Natchios


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Ficha de Personaje
Alias: Elektra
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MensajeTema: Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]    Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]  Icon_minitime11th Octubre 2017, 17:17

La habitación era relativamente espaciosa y confortable. Tenía todo cuanto un improvisado huésped podría llegar a necesitar: una cama relativamente amplia que sin duda era mejor que la de muchos hostales e incluso hoteles, una tele panorámica frente a un conjunto de sofá y sillón con una mesita baja en el centro, una mesita individual para el almuerzo y una silla. Elissa, Alice y Coulson observaban a través del cristal blindado de la ventana que cubría una de las paredes. El baño se encontraba en otro módulo más pequeño que se encontraba justo enfrente.  La influencia de Alice se había hecho notar; había hecho que retiraran la alfombra de color neutro que había antes por una de cálidos tonos naranja, y que recubrieran el sofá y los sillones con fundas color caldera para tratar de eliminar al menos en parte la impresión de habitación de hospital que transmitían los originales tonos blancos asépticos. También había hecho que colocaran diversos cojines de colores entre el suelo y los asientos con la esperanza de ofrecer una impresión más acogedora. Si no fuera por las paredes acolchadas del módulo, casi habría podido pasar por una vivienda normal.

Recostada sobre el sofá de la derecha se encontraba Elektra, con la mirada fija en una serie de diapositivas que se mostraban en la pantalla. Llevaba puesta una camisa de fuerza y los tobillos encadenados, pero paradójicamente parecía bien cuidada. Incluso el cabello estaba limpio y desenredado, y le caía suavemente sobre la espalda y los hombros. No obstante, Coulson pudo ver en el rostro de Elissa que la visión de las ataduras no había complacido a la griega.

- Me disculpo por lo precipitado de la llamada -comenzó-. Y también por... la camisa de fuerza y las cadenas. Mantener a una persona así es degradante, lo sé, pero hay una razón por la cual hemos tenido que recurrir a tales extremos. Como ya le explicamos cuando fuimos a buscarla a Arkham, miss Natchios sufrió hace un mes profundas torturas y mutilaciones que la dejaron al borde de la muerte. Recurrimos a los mejores especialistas que pudimos encontrar para trabajar en la recuperación de sus heridas físicas, obteniendo un resultado bastante más que satisfactorio. Sin embargo, su cuerpo no es lo único que resultó malherido. Algo en... su mente, o su psique, resultó afectado también. Al principio estaba fuera de sí, como poseída. Los comportamientos que mostraba eran tan violentos que estaban poniendo en peligro la recuperación de las falanges implantadas. No atendía a razones, así que no tuvimos más remedio que ponerle la camisa de fuerza por encima de las férulas para garantizar que dejara de moverlas o golpearlas. Las cadenas de los tobillos fueron... ehm -carraspeó, ligeramente incómodo-, una medida más de seguridad que nos obligaron a tomar después de que poseyera mentalmente a uno de nuestros médicos amenazando con matar a otra y que le rompiera el brazo por tres sitios diferentes a uno de nuestros agentes. No se deje engañar por su apariencia indefensa... se trata de una mujer muy peligrosa... y actualmente es totalmente irracional e impredecible. No hemos llegado a encontrar una explicación para su comportamiento. Inicialmente supusimos que se encontraba en shock después de las torturas recibidas, y de hecho al principio no parecía recordar nada de lo que le había ocurrido, pero después comenzó a mostrar una actitud cada vez más infantil y errática, con momentos en los que parecía estar totalmente en blanco alternando con breves períodos de reconocimiento, particularmente gracias a Alice. Sus continuas visitas le han hecho mucho bien. Pero aún así... hay algo... que está mal dentro de ella. Como una... necesidad continua de violencia. Alice sostiene la teoría de que se trata de una especie de... "adicción a la sangre" -el agente se metió las manos en los bolsillos del pantalón mientras observaba a la asesina con expresión indescifrable-. No lo sé, pero, sea por la razón que sea, no conseguimos llegar a ella. La única manera de tenerla calmada es tenerla ahí enseñándole antiguas diapositivas de su infancia. Tuvimos que ponernos en contacto con el viejo jardinero de su padre en Grecia para conseguirlas.

En ese aspecto al menos era una ventaja que Elektra nunca hubiera utilizado identidad secreta. La mansión del embajador Hugo Natchios aún seguía a su nombre aunque ella no viviera ya allí, y era un sitio bastante fácil de localizar.

- La razón por la que hemos contactado con usted es porque ya nos ha sido de ayuda en el pasado en lo referente al caso Project, y Alice dijo que usted conocía a miss Natchios. De ser así, quizá tenga más suerte a la hora de llegar a ella de la que hemos tenido nosotros -sacó de su bolsillo la tarjeta que le serviría para abrir la celda y miró a la psicóloga una vez más-. Es importante que entienda que no debe quitarle las ataduras bajo ningún concepto. Esa mujer es capaz de partirle el cuello a tal velocidad que ni siquiera lo vería venir. Alice entrará con usted. Elektra ya la conoce y se mantiene calmada a su lado. Quizás pueda evitar que se ponga nerviosa al verla a usted.

Una vez se hubo asegurado de que las instrucciones estaban claras, pasó la tarjeta por la ranura de la cerradura y la enorme puerta se desplazó, permitiéndoles la entrada. La diapositiva que se estaba proyectando en ese momento mostraba a una pequeña Elektra, de unos cinco o seis años de edad, agarrada al brazo de su padre con el entusiasmo reflejado en el rostro. Al escuchar el sonido de la puerta, Elektra se giró a mirarlas y una expresión de reconocimiento iluminó sus facciones al ver a Alice.

- Papá -dijo, señalando a la pantalla con el mentón-. Y yo -añadió con una radiante sonrisa.

- Elektra, ésta señorita se llama Elissa Stavridis. Ha venido a verte y a hablar contigo -dijo Coulson poniéndose ante ella-. Necesito que prestes atención a lo que ella tenga que decirte y te concentres, ¿vale? ¿Podrás hacerlo? Buena chica -añadió ante su asentimiento. Después se giró y le entregó a Elissa un pequeño mando-. Ésto controla las diapositivas. No sé si le servirá de algo, pero normalmente se tranquiliza al verlas. Quizá pueda darles algún uso -dijo antes de salir de la habitación, dejando a la incapacitada morena junto a las otras dos mujeres. Elektra las miró y sonrió.

- Alice -dijo en un tono de sencilla y transparente felicidad.

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Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]  Firma-elektra2
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MensajeTema: Re: Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]    Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]  Icon_minitime31st Octubre 2017, 09:09

Hay heridas que son invisibles al cuerpo humano. Son heridas que residen en el alma, cuya profundidad y recuperación escapan a todos los expertos e incluso al propio dueño que las alberga. Son heridas que no pueden ser tratadas, no puedes coserla ni aplicar presión para cortar la hemorragia. A veces se abren y sagnan, sin previo aviso, sin saber cuánto va a durar. Otras veces son silenciosas, quedan apartadas en algún lugar de nuestra memoria, se olvidan y vives con ellas. Pero siempre, siempre, nos cambian.

Por primera vez, Alice acumulaba unas pocas de esas heridas. Eran un fantasma, una sombra, a menudo tan discretos que su vida seguía adelante sin cambios notables. Otras veces, cambiaba el foco y la sombra se alzaba frente a ella. Esos instantes la bloqueaban, y parecían eternos. Pero tarde o temprano, se demostraba que hasta en los lugares más oscuros podía brillar la luz. Y aunque no sabría decir cual de todos sus recuerdos era el más tenebroso, había encontrado su particular luciérnaga. Elektra. Delaney estaba empezando a desarrollar una particular dependencia hacia la griega. La sensación de ser necesitada, de ser útil, era un pequeño bálsamo para todas aquellas heridas que nadie sabía que tenía, que todos intuían que sufría. Ayudar a Elektra le daba un propósito, un objetivo, y esa razón la forzaba a avanzar hacia adelante, su luz en el túnel. Eso, y el recuerdo de una voz, un susurro a penas, pronunciando su nombre.

La voz de Coulson mencionando el proyecto Project, hizo que los ojos bicolores de Alice se apartaran de Elektra y se posaran con calma sobre el agente. Alice había cambiado, desde la última vez que ella y Elissa se habían visto. Muchas experiencias, todas ellas comprimidas en un espacio de tiempo demasiado corto, no dejando tiempo para asimilarlas por separado, para madurar, Alice había dejado la retrospectiva de cada una de aquellas aventuras aparcadas durante la siguiente, de manera que pudiera seguir avanzando, sin pensar, sin sentir. Y cuando la calma había llamado a su puerta, se había encontrado demasiadas cosas con las que lidiar. Sin tiempo, sin ayuda. Todas y cada una de ellas la habían forzado a madurar, más todavía, y aunque Alice parecía más serena, más adulta, también se había vuelto más callada, más taciturna. Y para colmo, como guinda del pastel, estaba la visita a Arkham. Podía aceptar todo lo demás como una prueba, parte de su entrenamiento. Se había afrontado a distintas amenazas y había luchado por salvar a otras personas. Si algo lamentaba de aquellos viajes, era haber ido incapaz de hacer más. Pero no tenía esa sensación con Cédric. Una parte de ella se repetía que no había necesidad de ir a sufrir más, que no estaba ayudando a nadie, era una batalla en la que no había nada que ganar. Tan sólo había hecho daño a alguien, que se lo merecería más o menos, pero había actuado en contra de su propio carácter. El terrible temporal de pensamientos que asolaban su mente poco hacía por justificar aquel comportamiento, y se repetía constantemente lo que había sufrido Elektra para acallar el remordimiento. Pero no todo lo que había sacado de esa visita era malo.

Había constatado con sus propios ojos que Cédric era un monstruo. Había confirmado que aquello que le había hecho a Elektra había sido intencionado y no un comportamiento errático a causa de una enajenación.

Había descubierto, o al menos ella estaba convencida de que así era, de que había algo extraño en Elektra. Algo que la forzaba a matar, algo que podía justificar las huellas de sangre que perseguían a la griega, algo que pudiera paliar el daño que hubiera causado a lo largo del tiempo… Y por ende, redención.

Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]  New_al10Y finalmente… Gabriel. Alice se escudaba en la voz de su amigo, convencida de que no se lo había imaginado. Se aferraba desesperada a la idea de que, dentro de Cédric, en alguna parte, estaba encerrado Gabriel. Y si su voz había sido capaz de liberar su yugo, aunque fuera un instante efímero, tal vez significaba que Alice podía encontrar el modo de ayudarle. De salvarle de correr la misma suerte que Valjean merecía.

Por inercia, Alice se llevo una mano a la frente y apartó un mechón de cabello tras su oreja… que tan pronto como se posó en ella, se deslizó con la suavidad de una pluma y se balanceó de nuevo frente a sus ojos. La melena corta llegaba ahora por la nuca, dejando la mitad de su cuello al aire. Tal vez ese pequeño cambio había ayudado a Alice a perder parte del aire inocente e infantil que siempre la acompañaba. Ya no llevaba aquellos gorros de lana que hacían que sus orejas sobresalieran a ambos lados, aunque las puntas rosadas seguían presentes entre la marea oscura. Y al menos ese día, no llevaba aquellos largos jerseis que ocultaban su físico, y en su lugar llevaba, sobre los tejanos, una simple camiseta de algodón negro.

Coulson afirmó que Alice entraría con ella, para brindarle apoyo. Alice recordaba a Elissa, y era consciente de lo que era capaz de hacer. Había visto a la psicóloga entrar dentro de la psique de un monstruo de pesadillas, había protegido su cuerpo durante aquél tiempo y había conversado con ella, brevemente, antes de volver a separarse. De igual modo, Elissa sabía, al menos en parte, los poderes que tenía Alice, y le animaba pensar que, a diferencia de Shield, ella sí que confiaría en sus capacidades para mantener la situación bajo control. Así que le dedicó una breve sonrisa honesta, antes de acompañarla al interior de la celda de Elektra.

Su expresión se suavizó en cuanto las facciones de Elektra se tensaron en una inocente sonrisa. Mientras la asesina señalaba las pantallas, Alice caminó hasta su lado y le acarició el cabello con dulzura, antes de darle un beso en la frente y sentarse a su lado. Una vez ahí, se encaró a Elissa y aunque tomó un matiz totalmente distinto, también a ella le dedicó una sonrisa.


Si había alguien que pudiera ayudar a Elektra… Era ella.

_________________
Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]  Otp10
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MensajeTema: Re: Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]    Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]  Icon_minitime5th Abril 2020, 20:03

Coulson tenía razón. A Elissa le costaba soportar la imagen de aquella joven atada como si fuera un animal rabioso. Aunque el agente de S.H.I.E.L.D. acabara de darle motivos más que suficientes para que su paciente estuviera contenida en aquella celda; aunque Elissa hubiera trabajado el tiempo suficiente en Arkham como para entender que, a veces, era necesario… pese a todo ello, le costaba.

La aliviaba la presencia de Alice a su lado; y, al parecer, no era la única que lo sentía. La joven inglesa parecía tener un efecto similar sobre Elektra, algo que sin duda sería bueno para las tres. La paciente griega parecía encontrarse en un estado de regresión. Una luchadora experta, transformada por el trauma en una niña de seis años.

No la culpaba. Había visto las fotografías. Disociarse era lo mínimo que podía hacer para soportar aquello.

En curioso contraste, Alice parecía… mayor. Cambiada. Una sombra pesaba sobre ella. Lissa supuso que ver a su amiga en aquel estado era justificación suficiente; pero, de todos modos, deseó tener algo de tiempo para hablar con ella. Tal vez más tarde, cuando terminara la primera sesión, decidió.

En cuanto a los otros síntomas, los de la... sed de sangre. ¿A qué se referirían? ¿Sabría Alice algo al respecto? Que una persona sometida a un estrés así mostrara síntomas de agresividad no le parecía fuera de lugar a Elissa. Pero tanto Coulson como la misma Alice parecían pensar en una explicación distinta. ¿Qué era aquello? ¿Respuesta al trauma, o algo más? La psicóloga lo anotó en algún lugar de su mente. Parecía importante. Tendría que tenerlo en consideración.

Cuando Coulson terminó su explicación, Elissa tomó el mando que él le ofrecía y lo miró. Afortunadamente, no era una tecnología demasiado complicada. Tal vez lograra terminar la visita sin romperlo.

- Gracias - dijo, sencillamente. Poco después, la tarjeta les franqueó el paso a la habitación.

Elissa agradeció los puntos de calidez, distribuidos aquí y allá en la sala. Ya era bastante difícil lidiar con la camisa de fuerza, y no quería estar tensa por si aquello perturbaba a Elektra. Alice, por su parte, tomó asiento junto a la griega y, desde allí, le dedicó una sonrisa tenue. Elissa creyó saber qué significaba. Asintió imperceptiblemente y, durante unos segundos, se limitó a callar y observar la interacción entre las dos. También atrajo su atención la imagen que el proyector trazaba sobre la pared. “Papá y yo”.

Por lo que decían los informes, aquel hombre, Hugo Natchios, había muerto, y las circunstancias no habían sido amables. Sin duda, la tortura a manos de Cédric Valjean no era el primer trauma que Elektra experimentaba. Y, tal vez por eso, al verse abocada a aquel sufrimiento físico y psicológico, su mente había regresado a un lugar muy muy lejano, anterior incluso a la primera herida. Un lugar donde se sabía a salvo.

Elissa tendría que ir a aquel sitio si quería traerla de vuelta.

Dirigió una mirada de disculpa a Alice. No podía dirigirse a Elektra en inglés, no en aquella situación tan íntima, tan frágil. Cuando habló, lo hizo con un tono dulce y amable, como si la mujer que tenía delante fuera la niña que creía ser. La lengua materna tomó forma en sus labios, evocando en ella misma un paisaje lejano y unos padres ausentes.

- Γεια σας, Hλέκτρα. - dijo, con sencillez. “Hola, Elektra”. - Το όνομά μου είναι η Eλισσα. Είμαι φίλος της Αλίκης. - “Me llamo Elissa. Soy una amiga de Alice.” - Με χαρά σας συναντάμε - “Encantada de conocerte”.

No podía tenderle la mano en señal se saludo. Hubiera sido cruel, estando Elektra atada. De modo que sólo sonrió, mientras la compasión la traspasaba como un centenar de agujas.

- Είναι αυτός ο πατέρας σου; Ποιο είναι το όνομα του; - “¿Es tu padre? ¿Cómo se llama?” - continuó, con dulzura, señalando la diapositiva.

Tuvo mucho cuidado al utilizar el presente. Sintió otra punzada de dolor, esta vez más íntima, más personal. La que en Elissa se asociaba a la palabra “padre”.

No dejó que sus rasgos la reflejaran. Entrelazó los dedos sobre el regazo y sonrió, aguardando la respuesta de su paciente.

_________________
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MensajeTema: Re: Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]    Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]  Icon_minitime13th Abril 2020, 01:24

Para Elissa, la camisa de fuerza suponía un atentado contra la dignidad humana que le resultaba imposible de ignorar. Siendo el bienestar ajeno uno de los objetivos fundamentales de su profesión, no podía evitar mirar a Elektra y sentirse mal por su situación. La preocupación, sin embargo, parecía infundada, pues la morena se comportaba como si no la notara en absoluto, con el alegre abandono que caracteriza los estadíos más tempranos de la infancia. De hecho, su aparente felicidad resultaba incluso irreal, pues cualquier niña hubiera reaccionado muy mal ante aquella clara privación de libertad. Sin embargo, para ella era como si no existiera en absoluto. Era como si su mente estuviera reprimiendo y anulando de manera activa todos aquellos elementos de la vida real que resultaban desagradables o incómdos, dejándola flotando en una especie de limbo de despreocupación y felicidad donde lo único que existía era su padre y Alice. Y ahora, también, Elissa.

No dio muestras iniciales de reconocerla de la aventura que habían vivido juntas en Bagdad, pero no importaba.

La mujer bonita de los enormes ojos azules le había hablado en griego. Sólo podía ser buena.

- Eres muy guapa -le contestó, también en griego, con la candidez y el embeleso de una niña pequeña-. Mi mamá era muy guapa también, pero no tenía los ojos azules. Me gustan los ojos azules. Me hacen pensar en el mar, y el mar me recuerda a mi casa.

>>Sí, es mi papá -continuó, respondiendo a su pregunta, y entonces sus ojos se iluminaron llenos de amor y devoción-. Se llama Hugo.

Una sombra oscureció momentáneamente el brillo de su mirada, como una nube que oculta el resplandor del sol presagiando tormenta, y, de repente, estaba hablando en inglés otra vez.

- ¿Por qué no está aquí? -inquirió, y, al mirar de nuevo a Elissa, había una punzada de angustia en la expresión de su rostro-. Papá dijo que siempre me protegería. Mi papá es capaz de cualquier cosa, ¿sabes? Es como un gran árbol, uno viejo, de esos que son tan anchos, grandes y fuertes que pueden contener el viento y evitar que golpee en mi ventana para que no me asuste por las noches -la manera en la que lo describía denotaba una adoración absoluta, pero pronto su expresión se vio teñida por la tristeza más devastadora-. ¿He vuelto a portarme mal? ¿Por eso me ha traído aquí? Una vez hice algo... algo malo. Papá me llevó a un sitio como éste donde había unos señores amigos suyos que me cuidaban. Eran muy agradables y sonreían todo el rato, ¿sabes? Sonreían y sonreían, esperando que yo les sonriera de vuelta, y, cuando lo hice, me llevaron de vuelta con papá. ¿Es eso lo que tengo que hacer ahora? ¿Queréis que sonría? Quiero volver con papá...

Si al principio de la sesión había mostrado una felicidad incondicional, ahora parecía extremadamente perdida y triste, como un cachorrillo abandonado.

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MensajeTema: Re: Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]    Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]  Icon_minitime7th Abril 2021, 12:11


- Eres muy guapa -dijo Elektra, dulcemente-. Mi mamá era muy guapa también, pero no tenía los ojos azules. Me gustan los ojos azules. Me hacen pensar en el mar, y el mar me recuerda a mi casa.

- ¿De verdad? Yo siento lo mismo - dijo Elissa, en voz baja - El mar también me recuerda a casa.

- Sí, es mi papá -continuó Elektra, y sus ojos se iluminaron-. Se llama Hugo.

Y entonces, como si alguien hubiera recitado un conjuro, la cubierta de felicidad de la joven se resquebrajó.

- ¿Por qué no está aquí? - preguntó, angustiada, regresando al inglés. Elissa recogió la mirada atemorizada de la griega, su tono de inquietud -. Papá dijo que siempre me protegería. Mi papá es capaz de cualquier cosa, ¿sabes? Es como un gran árbol, uno viejo, de esos que son tan anchos, grandes y fuertes que pueden contener el viento y evitar que golpee en mi ventana para que no me asuste por las noches.

La metáfora era muy bella. El árbol se dibujó en la mente de Elissa como si fueran pinceladas de acuarela. Pero Elektra, lejos de calmarse con la mención de su padre, parecía aún más inquieta con cada palabra.

-. ¿He vuelto a portarme mal? ¿Por eso me ha traído aquí? Una vez hice algo... algo malo. Papá me llevó a un sitio como éste donde había unos señores amigos suyos que me cuidaban. Eran muy agradables y sonreían todo el rato, ¿sabes? Sonreían y sonreían, esperando que yo les sonriera de vuelta, y, cuando lo hice, me llevaron de vuelta con papá. ¿Es eso lo que tengo que hacer ahora? ¿Queréis que sonría? Quiero volver con papá...

Elissa sintió que se le erizaba el vello de los brazos. De nuevo, una tristeza insondable embargaba a su paciente. Supo que necesitaba traerla de vuelta.

- Hλέκτρα. - la psicóloga volvió a llamarla por su nombre, retornando al griego. Luchó por imprimir tranquilidad en cada sílaba, para que cada palabra recordara a la joven que estaba en un lugar seguro.- Nadie puede obligarte a sonreír si tú no quieres. Te contaré una cosa: no estás aquí porque hayas hecho algo malo. Estás aquí porque necesitabas un sitio donde estuvieras protegida... donde pudieras descansar. Sé que quieres ver a Hugo. - continuó - Ahora no está aquí. Pero te ha dejado el árbol, ¿recuerdas? Mientras esté el árbol, estás protegida.

Sin darse cuenta, Elissa empezó a usar el tono que su madre, Chloé, empleaba cuando le contaba historias.

- Cierra los ojos. Piensa en el árbol - dijo. Necesitaba darle a Elektra algo a lo que agarrarse. Algo que le diera la seguridad para volver. - Cuéntame cómo es.

Dejó que la joven respondiera. Le preguntó algunos detalles, aquí y allá. El color de las hojas. El olor de la tierra. Cómo eran las raíces, que se hundían en el suelo.

- Nosotras también vamos a enraizarnos, ¿de acuerdo? - propuso. Era una estrategia de conciencia plena. Una que conectaba la mente con el presente a través del cuerpo.

Coulson le había pedido que no le quitara la camisa de fuerza. Muy bien. Ahora mismo no necesitaban los brazos. Sólo hacía falta que se pusieran de pie, descalzas, sobre el suelo.

Elissa se desató los botines y los dejó junto a la puerta. Después se aproximó de nuevo a Elektra.

- Lo haremos las dos. - le dijo. Se puso frente a ella, erguida, con los brazos a un lado del cuerpo y expresión relajada - Cierra los ojos y siente los pies sobre el suelo. - le pidió - Siente la forma en que se apoyan, cómo te sostienen. ¿Puedes notarlo?

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MensajeTema: Re: Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]    Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]  Icon_minitime13th Abril 2021, 01:58

Elektra frunció el ceño, en una expresión de profunda concentración infantil, cerrando los ojos tal como le pedía la psicóloga.

- Sí... el ábol... Es un roble, el árbol consagrado a los dioses. Tiene el tronco grueso, firme y recto, pero corto, cubierto de grietas que lo recorren desde el suelo hasta la copa, bajo cuya extensa sombra puede el labrador descansar después de un duro día de trabajo -hablaba con lentitud, como si estuviera recreando en su mente cada cosa que decía-. Sus hojas... son grandes y simples, humildes... de un color verde intenso que se ve dorado al atardecer. Las raíces... las raíces son fuertes y profundas... A su alrededor sopla la brisa que trae el aroma salado del mar y que se mezcla con el olor del césped fresco y tierra húmeda. Lo plantamos Stavros y yo para reemplazar el plantón que asesiné sin querer jugando con la pala -su concentrada expresión dejó asomar un atisbo de dolor ante un recuerdo que, claramente, suscitaba emociones en ella-. Stavros... sólo es el jardinero, pero siempre me importó la opinión que tuviera de mí, porque... porque... -su pecho empezó a subir y bajar con mayor rapidez, inspirando de manera entrecortada y brusca, como si fuera a echarse a llorar en cualquier momento-...porque mi padre está siempre tan ocupado... que apenas puede prestarme atención... Pero Stavros... siempre está ahí para mí... Yo no entendí por qué parecía tan afectado, si sólo era una planta. Él me dijo... que no era "simplemente una planta", sino un ser vivo que había estado bajo nuestro cuidado. Yo le pregunté entonces por las malas hierbas que matábamos y él me miró como si le hubiera decepcionado. Siempre... siempre decepciono a todos... Cavamos el agujero para el nuevo plantón y me dijo... -tomó aire, visualizando en su mente las palabras antes de recitarlas, como si estuvieran grabadas a fuego en su memoria-: "Sí, matamos las malas hierbas y los escarabajos que se comen las hojas del olivo, pero no disfrutamos con ello. Enterramos un pez con el plantón para darle vida al árbol y para recordarnos a aquél que fue el Pescador de Hombres. No nos complacemos en matar las malas hierbas, pues... ¿cómo podríamos disfrutar del cordero de Pascua si hubiéramos visto al carnicero sonreír mientras lo degollaba?".

Abrió los ojos, y, por un instante, su mirada gris pareció más grave, menos... infantil. Pero, al instante, aquella sombra de lucidez se vio reemplazada por la confusión.

- Tenía... tenía 9 años... No ha ocurrido aún... ¿cómo puedo recordarlo? Y el árbol... -sus ojos se perdieron más allá de Elissa, como si pudiera ver el vetusto roble que se alzaba en la colina junto al mar en los terrenos de su antigua casa-. ¿Por qué está tan crecido si lo acabamos de plantar?

- Nosotras también vamos a enraizarnos, ¿de acuerdo?

Elektra desvió la mirada hacia la psicóloga como si la mirara por primera vez, y se quedó observándola mientras se preparaba y volvía a situarse frente a ella.

- Lo haremos las dos. Cierra los ojos y siente los pies sobre el suelo. Siente la forma en que se apoyan, cómo te sostienen. ¿Puedes notarlo?

Volvió a cerrar los ojos, concentrándose en la sensación de sus pies descalzos contra un suelo que, de repente, parecía tener el tacto de la tierra entre sus dedos. Tierra fría y césped húmedo... hasta que algo... o alguien... la levanta del suelo... y entonces, lo que siente, es el frío filo del cuchillo contra su garganta.

- Alguien... alguien me sujeta... -musita, con la voz temblorosa-. Son hombres malos... quieren hacerle daño a papá, pero no entiendo por qué... -dejó escapar un gemido ahogado-. El cuchillo... me corta... siento... la sangre caliente en la garganta y el escozor... Estoy... ¿estoy gritando? No... es otra persona... El hombre malo que me sujeta... Hay... hay sangre en mi ropa... -el ahora aparentemente frágil cuerpo de la asesina se estremece, presa de violentos temblores-. ¿Es mía? ¿Es mi sangre? ¿O es de alguien más? ¿El hombre malo? Stavros... Stavros... ¿Por qué está roja tu hoz? ¡Stavros... Stavros... no! -exclamó, cayendo al suelo de rodillas y agachando la cabeza hasta casi rozar el suelo-. Stavros... Él no es una mala semilla... Él no quería matarme... Te lo ruego... perdónale... La redención no es gratuita... Hay que devolverle al universo tantas buenas acciones como malas se le hicieron... -llegado éste punto, comenzó a mecerse a sí misma adelante y atrás en el suelo, repitiendo frases inconexas como si hubiera perdido cualquier vínculo con la realidad-. Redención... Tantas buenas acciones como malas... Sangre... sangre... ¡Stavros! ¿Papá? Papá, por favor... -sollozó-. Decepción... Matt... Stick... Por favor, Stick... Yo no quería... no quería matar el árbol... No quería matar al sensei...

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MensajeTema: Re: Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]    Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]  Icon_minitime27th Abril 2021, 20:56

-Stavros... Él no es una mala semilla... Él no quería matarme... Te lo ruego... perdónale... La redención no es gratuita... Hay que devolverle al universo tantas buenas acciones como malas se le hicieron...Redención... Tantas buenas acciones como malas... Sangre... sangre... ¡Stavros! ¿Papá? Papá, por favor… Decepción... Matt... Stick... Por favor, Stick... Yo no quería... no quería matar el árbol... No quería matar al sensei...

Elektra se abrazaba tanto como le permitían sus ataduras; se mecía en un baile angustiado consigo misma. No se trataba de lo que había ocurrido con Cédric. Algo más… Algo malo... algo malo acechaba bajo la superficie. El primer trauma; el más antiguo, aferrado a ella con unas raíces más profundas que las del roble. No, no eran raíces, eran tentáculos, zarcillos que se cerraban en torno a sus tobillos, a sus muñecas, a su garganta, y Elektra se ahogaba, se ahogaba, se ahogaba...

- Elektra... - la llamó Elissa. Pero, incluso mientras lo hacía, fue consciente de que no la oía. De que se le escurría de entre los dedos. De que se le iba de las manos.

Elektra se ahogaba, se ahogaba, se ahogaba...

- ¡Elektra!

Estaba muy hondo. Estaba muy lejos.

Elissa sintió elevarse su propia marea, un frío que empezaba a entumecerla; lamía sus tobillos, sus rodillas, y subía… subía... La inundaba con los ecos de sus otros fracasos. Lauren, que nunca había regresado a terapia. Karen, enloquecida por sus propios poderes. Hope, que se había suicidado. Cédric, que continuaría matando.

Y ahora perdería a Elektra. No sería capaz de ayudarla. S.H.I.E.L.D. había confiado en ella, Alice había confiado en ella, pero Elissa era… Elissa no era...

- Elektra, cálmate, por favor...

La psicóloga oyó la voz de Alice, pero no la reconoció. No al principio. No hasta que la vio de pie, cerca, con la preocupación pintada en el rostro, pero la firmeza escrita en los ojos. No había vacilación en el puño que tenía cerrado sobre el pecho.

La joven se había adelantado por primera vez durante la sesión, trayendo con sus palabras una calma inexplicable. Una petición de serenidad. Parecía convencida de ello, como si una simple petición formulada en voz alta pudiera bastar para…

Para…

- Necesito que estés tranquila. Mírame. - continuó Alice, dirigiéndose a Elektra.

Su voz era calmada, dulce; acariciaba a la griega que se debatía en el suelo, pidiendo amable pero firmemente su atención. Incluso Elissa sentía el roce de aquella petición. La angustia que abrumaba a la psicóloga cedió un ápice... como si la marea se retirara un poco para dejarla pensar.


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MensajeTema: Re: Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]    Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]  Icon_minitime18th Mayo 2021, 02:07

Se ahogaba. Se ahogaba en la sangre de todas las víctimas a las que había matado en el transcurso de los años. Podía sentir su sabor metálico mientras le bajaba por la garganta. Se ahogaba y caía cada vez más profundo. Quería bracear para salir a flote, pero no podía... tenía las manos inmovilizadas por la camisa de fuerza. Se ahogaba, los pulmones le ardían, no podía respirar...

- Elektra, cálmate, por favor...

La voz, imperativa, firme pero suave a la vez, fue como una mano que se hundía en el agua para alcanzarla.

- Necesito que estés tranquila. Mírame.

Los ojos verdes de la mutante la rescataron del fondo del mar y la transportaron hasta el pacífico claro de un bosque de serenidad, y, poco a poco, la mirada gris de la griega se serenó y se quedó inmóvil sobre el sofá, mirando hacia algún punto indeterminado en la pared. Alice no tardó en confirmarle lo que la psicóloga ya había deducido por sí misma: La sesión, por hoy, había concluido.

Los días que siguieron estuvieron repletos de pequeños esfuerzos que fueron seguidos por pequeños progresos. Sin embargo, justo cuando parecía que por fin podría llegar hasta ella, alcanzarla de alguna manera, fue como si la mente de la morena se blindara detrás de una cámara acorazada. Dejó de hablar, dejó de comer, de dormir y hasta de beber, limitándose a mirar hacia el infinito sin reconocer a nadie, ni tan siquiera a Alice. A todos los efectos era como si su mente se encontrara a muchos kilómetros de allí.

- Parece como si se encontrara en alguna especie de coma... -le informó Coulson cuando se presentó allí la tarde del uno de mayo-. Sólo que es más mental que físico. Escuche, señorita Stavridis... Estamos al tanto de sus capacidades, y sabemos que las usa en ocasiones para ayudar a sus pacientes. Sabemos también, porque fue bastante directa a la hora de especificarlo en el contrato de confidencialidad que le hicimos firmar, que jamás entra en la mente de un paciente sin su consentimiento. Ahora bien... quiero que mire a su paciente -le señaló a la griega, que permanecía sentada sin mirar a ningún punto en particular-. Elektra nunca va a poder darle su consentimiento, y el director Furia quiere que se haga lo que sea necesario para hacerla regresar. Está perdiendo peso, no come y apenas duerme, y está poniendo en riesgo todo el proceso de recuperación. Espero que entienda que ésta es una de esas ocasiones en las que el fin justifica los medios, doctora.

Elissa lo entendía. Prefería tener que afrontar las consecuencias posteriores de una intromisión no consentida a quedarse de brazos cruzados sin hacer nada dejándola morir, así que entró una vez más en la habitación reforzada y se situó en el sofá al lado de Elektra. Buscaba su mirada, pero la mujer estaba tan ausente que era como si mirara a través de ella sin verla.

- Elektra -la llamó Coulson con suavidad-. Elektra... Necesito que prestes atención -tomándola por la barbilla la guió hasta que sus ojos se encontraron con los de la doctora-. Para que ésto funcione tienes que concentrarte... Elektra... ¿Puedes hacerlo? ¿Puedes focalizarte un instante en la doctora Stavridis?

Un instante. Eso era todo cuando Elissa necesitaba. Un instante es lo que Coulson le proporcionó. Un brevísimo instante en que la luz del reconocimiento alumbró los ojos de la paciente. Un destello que se abrió como una puerta para Psique. Y su alma cruzó el umbral.

Elissa no se habría atrevido a aventurar qué se encontraría al penetrar en el interior de la mente de una asesina con el historial de Elektra. Quizá habría esperado encontrar oscuridad... las sombras de los muertos... Un cementerio... Un océano de sangre como aquél en el que había estado a punto de ahogarse en la primera sesión... Un paisaje deformado y retorcido como el que había encontrado en la mente de Drago cuando le había permitido desenterrar sus recuerdos más profundos... En lugar de todo eso, se encontró en una acogedora y lujosa estancia decorada elegantemente en tonos cálidos de madera, ladrillo y tierra, con amplios ventanales que daban al exterior. Había plantas por todas partes, confiriendo una particular sensación de luminosidad y vida a la habitación.

Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]  Sal-n-lujo-amplio

Si la hechicera se asomaba, podría ver que se encontraba en una gigantesca mansión situada sobre una colina entre las montañas y el mar. Un mar que le traía reminiscencias de su propio hogar... Al fondo, en los acantilados, pudo distinguir dos figuras abrazadas junto al océano; un hombre y una mujer. La mujer era difícil de reconocer por el sombrero que ocultaba sus facciones, pero Psique habría jurado que el sol del amanecer arrancaba reflejos rojizos al cabello del hombre que se encontraba junto a ella. Al cabo de un rato, los dos amantes se despidieron, y la mujer emprendió el camino que conducía hacia la mansión. Elissa no tardó en escuchar el sonido de la puerta al abrirse, y la voz de Elektra, que reconoció sin dificultad:

- ¡Papá, ya estoy de vuelta!
- ¡Estupendo, cariño! Tengo que salir a la embajada, luego te veo.


Luego del breve intercambio en griego, la puerta se cerró, y Psique escuchó el sonido de pasos dirigiéndose a la habitación en la que se encontraba. Los pasos de alguien que, por primera vez en muchos años, no sentía la necesidad de disimularlos. Los pasos de alguien que, por primera vez en su vida, era totalmente libre.

Elektra entró en el salón, quitándose el sombrero de paja para dejarlo caer en el sofá. Vestía un conjunto de top brasier de gasa blanca sin tirantes con un pareo largo a juego que dejaba al descubierto la piel morena de sus piernas. Estaba descalza, y parecía deslumbrante. Tan confiada y segura de sí misma como cuando la había conocido por vez primera en Babilonia, pero diferente a su vez. Despreocupada. Feliz.

- Ah, doctora -la saludó con naturalidad, hablándole en griego y reconociéndola sin problemas-. Justo estaba a punto de ir a la cocina para prepararme el desayuno. Imagino que le gusta el Ellinikós kafes, ¿no? ¿Con crema o sin crema? ¿O lo prefiere con leche?

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MensajeTema: Re: Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]    Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]  Icon_minitime7th Junio 2021, 08:19

FdI:

- Hola, Elektra -aunque Elissa vestía el aspecto de Psique, para la otra griega no había sido difícil reconocerla- . Gracias por la invitación... Con leche está bien -respondió- . Te ayudaré a prepararlo.

- Oh, no, no. Usted es mi invitada. Después de todo, ésta es mi casa, ¿no? –inquirió con una sonrisa guiándola hasta la cocina. Una vez allí la acomodó en la mesa central y empezó a sacar cacharros de los diversos armarios: un briki de cobre, dos tazas, azúcar, una jarra de agua agua y un platito azul con galletas caseras que puso ante su compatriota-. No sé muy bien cómo va esto... Nunca antes había ido a terapia. ¿Tengo que llamarla de usted? Me resulta raro después de haber luchado juntas en Babilona.

- No es necesario... –respondió Elissa, desde su asiento- . Puedes tutearme. Te agradezco lo de Babilonia –prosiguió- . Tal vez ésta sea mi forma de... devolverte lo que hiciste por mí en aquella ocasión.

Elektra hizo un gesto con la mano para restarle importancia mientras vertía en el briki una taza de agua y dos cucharadas de café griego.

- Ni lo menciones. Para mí no fue más que un día más de trabajo combatiendo contra una bestia gigante que trata de matarme. Nada que no haya hecho antes un montón de veces –dijo casual, como si fuese lo más normal del mundo-. ¿Cuántas cucharadas de azúcar quieres, Elissa?

Resultaba extraño verla hablar de una cosa así mientras preparaba tranquilamente café. Elissa se preguntó vagamente qué clase de vida habría tenido que llevar para que experiencias como la de Babilonia no supusieran nada significativo en su vida.

Elektra puso el briki en el fuego, manteniendo la llama baja. Aguardó hasta que el café rompió a hervir y la espuma a subir y retiró el cacillo del fuego justo antes de que la crema rebosara, repitiendo el proceso varias veces de manera experta para conseguir crear una espuma densa y sabrosa.

El aroma que inundó toda la cocina cuando distribuyó el contenido del briki entre las dos tazas, repartiendo la crema de la superficie, le trajo a Elissa recuerdos agridulces de su infancia. Era verdaderamente un olor inolvidable que permanecía grabado a fuego en el corazón de cualquier griego, para bien o para mal. Elektra parecía tener una sensación similar, a juzgar por su expresión melancólica.

- Lo único que me quedó de mis días con mi padre fue el café –musitó mientras colocaba ante la psicóloga la taza humeante junto con un vaso de agua bien fría.

Elissa sabía que, a diferencia del café americano, el Ellinikós no se tomaba enseguida. Había que dejar pasar tiempo para que el poso del café se depositara en el fondo, por lo que solía ser un proceso que se realizaba generalmente en compañía. Este café estaba diseñado para ser disfrutado y saboreado con tranquilidad a sorbos lentos, sentado en una mesa charlando con amigos, familiares o vecinos.

A Elissa no se le escapaba el significado de que hubiera querido prepararle un café griego. Significaba que estaba dispuesta a dedicarle tiempo. A hablar. Se preguntó si la griega habría repetido alguna vez aquél ritual con alguien más, además de su padre. Alguien con quien no le habría importado permanecer encerrada en una habitación sin contar las horas.

- Lo hubo –asintió Elektra en voz baja-. Y aún hoy desearía… No haber abandonado nunca aquella habitación.

¿Podía saber lo que estaba pensando? ¿Se había producido alguna especie de… conexión entre las dos por las propias capacidades psíquicas que tenía la ninja? ¿Por haberla permitido entrar en su mente… y conservar el control?

Transcurrido el tiempo requerido, se llevó el café a los labios. Tenía un sabor dulce, con un regusto oriental muy característico, y con la consistencia perfecta, densa pero no arenosa.

- ¿A qué debo el honor de la visita? –inquirió Elektra, sustituyendo la expresión melancólica que había tenido hacía unos instantes por una nueva sonrisa cálida y agradable.

- Creo que ya lo sabes –respondió la psicóloga con cautela.

Le gustaba aquella Elektra; llena de vida, llena de fuerza. Con una sonrisa que le iluminaba el rostro. Pero sabía que no era... del todo real. Y aún así, odiaba ser la que rompiera la perfecta armonía de la situación. Pero, si no lo hacía... Aquel fantasma sería todo lo que quedaría de la mujer a la que conoció en Babilonia, porque, al otro lado del espejo, Elektra Natchios se consumía por culpa de Cédric Valjean.

- No –dijo ella; firme, tajante, respondiendo de nuevo a sus pensamientos-. Cédric no tiene nada que ver con esto. Cédric no es nada. Sólo un hombre triste y patético que se alimenta del dolor ajeno. Sólo pudo atraparme porque me engañó y S.H.I.E.L.D. me ocultó información. De haber sabido quién era en realidad, no habría durado ni medio segundo contra mí. Bullseye... Bullseye al menos era un oponente digno. Cédric nunca merecerá ni medio minuto de mi pensamiento porque, con todo el dolor que me infringió, no pudo quebrarme. Porque el dolor que me acompaña en mi vida es mucho mayor que cualquier cosa que él pudiera hacerme. Te agradezco que quieras ayudarme… y te conozco lo suficiente para aventurar que estás aquí porque realmente quieres hacerlo, no porque S.H.I.E.L.D. te lo haya encargado. Pero no es necesario -dijo, mientras su expresión se tornaba más seria-. No me hace falta ayuda. Estoy muy bien aquí. Mejor de lo que lo he estado en años. Puedes marcharte.

La despedida fue una punzada en el pecho de la psicóloga; no era la novedad, porque había experimentado el rechazo en otras ocasiones. Pero nunca se acostumbraba a ello. Siempre dolía.

- Lo sé. Sé que estás bien... Aquí –suspiró Elissa. No quería usar expresiones manidas. Ni frases vacías. No quería que sonara a "comprendo tu dolor", aunque tal vez lo hiciera. Aquélla asunción siempre le había parecido presuntuosa. - . Pero esto... -continuó. Sus manos soltaron la taza de café- . Ésta… no es la realidad -miró a Elektra a los ojos, sabiendo que ella era lo bastante fuerte como para escuchar y comprender aquellas palabras.

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MensajeTema: Re: Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]    Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]  Icon_minitime8th Junio 2021, 01:35

Elektra sonrió con dulzura.

- Oh, Elissa… ¿no lo has deducido ya? Lo sé… yo soy la reina en mi mente. Éste es mi hogar, el único lugar donde puedo controlar todo lo que ocurre. No estoy prisionera de ningún delirio. Yo he creado esta existencia y todo cuanto ocurre en ella. Sé que no es real… Pero es la realidad que quiero vivir.

-  ¿Por qué? –inquirió la psicóloga, sin apartar la mirada. Era una pregunta suave. Sin juicios. Elektra se echó hacia atrás en su asiento, contemplándola con expresión pensativa.

-  ¿Me equivoco al presuponer que tuviste que leer mi informe cuando te dieron mi caso? Ergo… conoces mi vida. ¿Realmente necesitas preguntar por qué?

Era una especie de desafío. Relajado… pero un desafío. Elissa respondió.

- No te equivocas. Me dieron el informe. Pero... incluso con eso, necesito preguntar por qué. Necesito que me lo cuentes tú.

La mirada de Elektra se perdió en el humo que exhalaba su taza de café.

- Yo… debería estar muerta. Hace varios años, en una pelea contra un digno rival… Cogió mi propia hoja... y me atravesó con ella. Ahí está la raíz de todo el problema –suspiró-. ¿Conoces al sabio chino Ko-Hung? Escribió muchos textos sobre ciencia y anatomía, dedicando su vida a desarrollar obras científicas en una época donde primaban los mitos y las supersticiones. Según se dice, Ko-Hung pudo vivir cientos de años gracias a su capacidad de relajarse para alcanzar un estado de sublimación absoluta porque se había adiestrado para creer que nada de lo que hiciera en éste mundo tendría repercusiones reales en el gran esquema del universo. Yo no llegué ni a los treinta. ¿Te lo has planteado alguna vez, Elissa? ¿Cuán maravilloso sería... la capacidad de vivir la vida pensando que tus actos no tienen ninguna importancia? ¿Que no puedes afectar a nadie... hacer daño a nadie?

-  Sí, me lo he planteado –respondió, apenada- . Y me hubiera gustado que así fuera.

Elektra le dirigió una  mirada penetrante.

-¿Y a cuántos has matado tú, Elissa? ¿Cuántas vidas has destrozado?

- Yo no he matado... Directamente. A nadie. Pero matar a alguien y arruinar una vida son dos cosas muy distintas.

- Yo he hecho ambas cosas. He arruinado la vida de todos los que se han acercado a mí, empezando por la de mi madre… y la del único hombre al que he amado. Pero si algo bueno tuvo ese bastardo de Cédric… es que gracias a él, he encontrado la solución a mi problema... La manera perfecta de solucionar de una vez por todas lo que nunca debió haber sido alterado.

- Elektra... No voy a preguntarte por tu muerte. Voy a preguntarte por qué decidiste seguir viviendo... Cuando regresaste.

- No tuve elección -respondió, cabizbaja-. He cometido muchas equivocaciones en mi vida. La más grande todas fue abandonarle a él... Cuando mataron a mi padre estaba furiosa... Así que me marché... Quería encontrar un sentido a la vida. Una meta. Llegué a un castillo sobre una montaña blanca buscando guía y aprendizaje... Pero mi maestro... el hombre que me instruyó, decidió que había demasiada ira en mí, que no era digna... Así que me expulsó. Y cometí la segunda equivocación más grande de mi vida; En un arranque de presunción y arrogancia pensé que sería capaz de conseguir lo que ni los más grandes maestros habían logrado: Destruir La Mano desde dentro. Pero fueron ellos los que me destruyeron a mí... Me convirtieron... en algo espantoso. Así que un día decidí huir de nuevo. Pero lo único que sabía hacer... era matar... Así que me convertí en la puta del Kingpin. Una asesina de alquiler. Y ni siquiera el hecho de obtener al fin una muerte digna… una muerte de guerrera… me trajo paz... La Mano me devolvió a la vida como algo antinatural. Algo... que no debería existir.

"Para mí moriste hace mucho tiempo". Sus labios se tensaron una vez más al recordar las palabras que le había dicho Matt cuando se habían visto en el cementerio, ante su tumba. La tumba de la que jamás debería haber salido.

- ¿Qué me ha mantenido con vida todo éste tiempo? Francamente... No lo sé. He intentado acabar varias veces, pero siempre había algo… o alguien… que me impedía llegar hasta el final. ¿Cobardía? No lo sé. Pero cada vez... cada vez que he intentado rehacer mi vida... Todas y cada una de las veces los viejos fantasmas del pasado han regresado para atormentarme, aferrándome con sus dedos de muerte para arrastrarme de nuevo al infierno. ¿Quieres saber lo que es ser yo, Elissa? ¿De verdad quieres saber por qué no quiero regresar?

La luminosa cocina tenía amplios ventanales tanto en la parte frontal como en la trasera. Los de la parte frontal mostraban espectaculares vistas de la playa y los acantilados. Los de la parte posterior tenían las persianas bajadas sumiendo en una inquietante semipenumbra toda la zona. La puerta que daba a la parte posterior de la casa estaba cerrada con un candado.

- Si tanto deseas conocer la respuesta a esa pregunta... cruza el umbral. Yo no pienso acompañarte.

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MensajeTema: Re: Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]    Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]  Icon_minitime8th Junio 2021, 08:18

La psicóloga permaneció en silencio. ¿Quién era ella para interponerse en la decisión de Elektra? Podía manipularla, claro. Hacerle pensar exactamente lo contrario. Traer al hombre del acantilado para que la convenciera (el mismo hombre de la habitación, suponía). Convertir aquel remanso de paz en un reflejo de la realidad, para que dejara de ser un refugio.

Y el hecho de saber que podía hacer todo eso la aterrorizaba.

Y había algo más que la llenaba de miedo. Desde que había llegado a aquella casa, la imagen de la Elektra que aguardaba al otro lado no dejaba de superponerse, en su mente, a la de la mujer que tenía delante. Un rostro feliz contra un rostro consumido, con los labios secos y los ojos ausentes. Un cuerpo vibrante de vida contra un esqueleto que arañaba ya la piel, deseando abrirse camino hacia la superficie.

Y, aún así, Elissa sabía que la mujer que tenía delante era la que decidía.

Y, si ella quería morir...

... si ella quería morir, estaría en su derecho.

Psique se levantó y caminó hacia la puerta que ella le mostraba. La forma de la cerradura le resultó vagamente familiar. Llevándose la mano al hombro, se soltó el broche de la túnica, y tomó la llave rematada en una psi griega. Comprobó que encajaba perfectamente.

Se volvió en el umbral, contemplando a Elektra por última vez.

- ¿Estarás aquí cuando regrese? - le preguntó, volviendo a cubrirse el cabello castaño con la capucha.

Ella le devolvió una sonrisa triste, llevándose la taza de café humeante a los labios.

- Claro… Sería un pecado apresurar un Ellinikós.


* * * *

Cuando Psique traspasó el umbral, ya no estaba en las doradas costas de Grecia. En su lugar, sus sandalias crujieron sobre un páramo helado. Hasta allá donde abarcaba la vista no había nada… más que un frío atroz.

Una mota roja cayó sobre su piel, y luego otra, y otra… Psique alzó una mano para comprobar que la mancha oscura de sus dedos era sangre… Sangre fresca. Alzó la mirada para ver cómo lloraba el cielo. Nevaba sangre. Y, entre la nieve, asomaban los restos a medio descomponer de tantos cadáveres que se extendían por todo el páramo infinito, junto con tímidos brotes de flores blancas con motas rojizas: asfódelos, la comida favorita de los muertos.

El primer círculo del infierno personal de Elektra.

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MensajeTema: Re: Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]    Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]  Icon_minitime9th Junio 2021, 01:38


Al fondo, le pareció distinguir una figura vestida de blanco, casi indistinguible de la nieve. Psique caminó en su dirección. Al aproximarse pudo ver que se trataba de una mujer tumbada en el suelo. Tenía el vientre muy hinchado, como si se encontrara a punto de dar a luz, sólo que su rostro distorsionado en una mueca de dolor agónico no era el de una persona viva… sino una grotesca y retorcida calavera que aún conservaba su radiante melena negra como si se tratara de alguna clase de burla. Su vientre tumefacto se estremecía y agitaba, emergiendo protuberancias aquí y allá, representación del deseo del ser que habitaba en su interior por salir… Hasta que pudo ver, con horror, que las elevaciones adoptaban la forma de las características cuchillas que usaba Elektra… punzando, traspasando, desgarrando la carne hasta que estalló entre un surtidor de sangre que tiñó las blancas vestiduras con su depravación.

La carne quedó allí, destrozada y abierta, pero nada salió de su interior. Nada visible, al menos. Sólo huellas rojas que fueron dejando un rastro en la nieve para que Elissa las siguiera. El rastro la condujo hasta el siguiente cadáver. El de un hombre que pudo reconocer como el padre de Elektra, con dos pequeñas monedas de plata sobre los ojos. El soborno para el barquero. El cuerpo tenía un agujero inmenso en el pecho, del tamaño de una bala de cañón que se había llevado consigo la mayor parte del torso.

El reguero de sangre a partir de ahí se hacía más intenso, y los cadáveres empezaban a acumularse en tal cantidad que ya no los cubría la nieve, y permanecían desparramados a lo largo del páramo, la mayoría muertos por heridas de un arma punzante que Elissa podía imaginar muy bien, pero otros aún tenían clavados los shurikens que habían acabado con ellos, o tenían otras heridas aún más aberrantes.

Se acercaban al tártaro, una gran prisión fortificada rodeada por un río de fuego, el Flegetonte. La inmensa cabeza de un Titán gigantesco con una corona en la cabeza y facciones que recordaban vagamente a las del Kingpin, sobresalía por encima de las murallas, devorando con aire indolente los cuerpos aún vivos de los condenados que se arrojaba a la boca en grandes puñados, triturándolos con sus poderosos dientes mientras sus aullidos reverberaban en el páramo y su sangre se derramaba a raudales por las comisuras de sus labios. Condenados que Elektra había cazado para él.

Elissa cruzó el río de fuego, descubriendo que podía caminar sobre él sin quemarse, y llegó hasta la otra orilla, donde las pisadas de sangre se continuaban, conduciéndola hasta una gigantesca pila conformada por cadáveres de la propia Elektra, que aparecía muerta una infinidad de ocasiones. En lo alto de la pila, un hombre vestido de negro con círculos blanco concéntricos en el cuello, guantes y botas y una diana en la frente la atravesaba una y otra vez con su propio sai. Cada vez que lo hacía, el cuerpo bajaba rebotando por la montaña de cadáveres hasta caer en los brazos de una figura enmascarada ataviada de rojo con dos pequeños cuernos que recordaban a un demonio. No había rasgos en aquél rostro enmascarado. Ni boca, ni nariz. Sólo ojos de los que manaba un llanto que no parecía cesar nunca.

Tristeza infinita.  

Ésa misma sensación se apoderó de Psique como si se la hubieran dado a beber en una fuente.

Tristeza. Soledad. Culpa. Arrepentimiento.

Y tormento. Un tormento eterno.

En ningún momento a lo largo de aquél descenso a los infiernos había percibido el menor atisbo de alegría, disfrute o placer, a pesar de los informes que había leído y que afirmaban que Elektra parecía disfrutar con las muertes que brindaba. Pero, en su lugar, no había más que asco, disgusto y un profundo desprecio hacia sí misma.

El viaje no acababa allí. Las huellas de sangre continuaban, pero las pisadas eran cada vez más lentas, más cansadas. En un determinado punto en lugar de huellas reconocibles y claras el rastro pasaba a ser más una ensangrentada línea interrumpida con marcas en la nieve, como si, más que caminar, se estuviera arrastrando.

Encontró otras imágenes a lo largo del camino; Una joven rubia a la que le habían arrancado el corazón… Un hombre robusto de largos cabellos al que habían golpeado hasta la muerte… Un hombre tirado en el suelo con un agujero sangrante en el pecho junto a una camisa de fuerza rota y una silla de ruedas volcada…  Una mujer negra que rezumaba una especie de bilis ponzoñosa por la boca, los ojos y cada poro de su cuerpo… Llegados a ese punto, la sangre era ya tan intensa que calaba hasta la nieve, haciendo chapotear las sandalias de la hechicera en aquel repulsivo fango.

Al final del trayecto la encontró, por fin; medio desnuda, con las ropas destrozadas por haberse arrastrado la mayor parte del camino, cubierta de cortes, heridas, magulladuras. Le habían arrancado un ojo y le faltaban varios dedos. En el centro de su ser, cerca del corazón, había un agujero del que rezumaba una especie de sustancia etérea que parecía querer escapar de su cuerpo.

Aquella mujer destrozada y derrotada la miró con el único ojo que le quedaba y le ofreció un sai cubierto de sangre. Rogando. Suplicando. Que terminara de una vez con su sufrimiento.


Fin del acto 1. Tártaro.:

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MensajeTema: Re: Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]    Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]  Icon_minitime9th Junio 2021, 08:37


Psique tendió la mano, y sus dedos se quedaron inmóviles allí, a medio camino, entre ella y el arma. No llegó a tocar el sai. Los segundos transcurrieron, señalados por la respiración entrecortada de la joven herida.

Psique dejó caer el brazo, y el mismo movimiento descendente la puso de rodillas en el fango, justo delante de Elektra. Esta vez, Psique tendió las dos manos e, ignorando la sangre que cubría los rasgos de su compañera, las apoyó a ambos lados de su cabeza, acunando su rostro.

- Ξεκουράσου τώρα - pidió. “Ahora, descansa”.

El sai se desprendió de la mano mutilada de Elektra. El metal se zambulló en el fango con un chapoteo amortiguado. Las palabras de Psique, como una nana sin melodía, cerraron su único ojo, relajando su fatigado rostro y tendiendo su cuerpo herido sobre el fango. Y, allí donde su piel tocó el suelo, la nieve y el fango retrocedieron. El cuerpo de la griega se disolvió en una sábana de asfódelos, cuyos pétalos pálidos se abrieron al sol mortecino.

Psique se incorporó entonces, pero sus manos ya no estaban vacías. Sostenían una fíala de terracota, vacía. Tenía exactamente el mismo tamaño y forma que el agujero que se había abierto en el pecho de Elektra, y estaba decorado con el sai que la representaba.

La hechicera alzó el recipiente y murmuró una plegaria a los dioses antes de disponerse a regresar sobre sus pasos.

La misma escena dantesca se abría ante ella pero, esta vez, los elementos que la componían parecían menos brillantes, más apagados, como si se hubieran desgastado tras la partida de Elektra. Psique caminó de nuevo entre los muertos, y sus ojos azules vagaron sobre los colores amortiguados, buscando… algo. Algo que intuía que estaba allí, en medio de todos aquellos cadáveres.

Encontró la primera pieza del rompecabezas junto al cuerpo consumido de la mujer negra. El balón, de un color mucho más nítido que el entorno que la rodeaba, parecía haber rodado desde su mano hasta detenerse, unos pasos más allá. Dejando la fíala sobre la nieve, Psique recogió la pelota con cuidado. Fue entonces cuando las imágenes se dibujaron en su mente, como salidas de una de las acuarelas de Elysia.

* * *

Veía a Elektra, sentada en la pose de la flor de loto bajo la lluvia nocturna ante las puertas cerradas de un viejo dojo que había visto tiempos mejores. Las letras que conformaban el nombre del establecimiento estaban incompletas y la pintura de las paredes estaba desconchada y deslucida. En el recuerdo, la lluvia cesaba, y amanecía el nuevo día, y con él, el piar de los pájaros, el rugido de los coches y los gritos de la chiquillería del barrio que se reunía para jugar al fútbol. En un momento dado, el balón se les escapaba e iba directo a la cabeza de la asesina, que lo detenía con la mano en un gesto automático sin abrir siquiera los ojos. Los chiquillos se acercaban para disculparse y pedirle que les devolviera la pelota, pero ella, tras una mirada que rivalizaba con la frialdad de la lluvia que había calado sus ropas, arrojaba el balón hacia la carretera donde pasaban los coches.

Entonces se abría la puerta del dojo, y aparecía la misma mujer negra ante cuyo cadáver se encontraba la hechicera. “Drake”. Su nombre se dibujó en su mente con claridad. Dirigía a la asesina una mirada igualmente fría y se marchaba, ignorando sus súplicas y ruegos para que la enseñara. Al amanecer del día siguiente, Drake volvía a salir del dojo para encontrar a Elektra pintando las ajadas paredes con pintura fresca.

-Va a hacer falta algo más que pintura para llenar las manchas de tu alma -le decía, inclemente, la mujer antes de marcharse de nuevo-. No puedo llenar una taza que ya está llena.

De nuevo salían los mismos chiquillos a jugar, y, en nuevo descuido, enviaban el balón directo a la lata de pintura, haciendo que se vertiera encima de la penitente. Una vez más, los niños se acercaban a pedirle disculpas, y, la furiosa asesina les arrojaba violentamente el balón, exasperada y frustrada.

El siguiente amanecer encontraba a Elektra meditando cabeza abajo apoyada sobre sus palmas. Drake la miraba mientras se agachaba para recoger el periódico que habían arrojado ante su puerta.

-¿Por qué me rechazas? -preguntaba Elektra-. ¿Por qué no quieres enseñarme?

-No tengo nada que decirle a una mujer que ve el mundo del revés -replicaba la mayor.

De inmediato la más joven volvía a adoptar la posición de la flor de loto.

-Sólo deseo aprender de ti -enunciaba.

-Lo que yo puedo enseñar no es lo que tú quieres saber -respondía Drake-. La Mano. La Casta. Habría que cogerte con unas pinzas y sacarte de la sartén. Estás hecha. Estás llena de tu conocimiento. No tienes sitio para mí.

La mujer mayor volvía a entrar en el dojo, cerrando la puerta tras de sí. Elektra cogía entonces sus apreciados sais y los arrojaba en un contenedor de basura. Comprendiendo que jamás sería aceptada, daba la vuelta para marcharse, caminando cabizbaja justo en la dirección donde los niños estaban jugando a la pelota. En uno de los pases, el balón rebotaba e impactaba contra ella. Los niños la miraban, asustados, pero Elektra, simplemente, se acercaba a ellos para devolverles la pelota. Se disponía a continuar su camino cuando el chico al que se la había devuelto la llamaba:

- ¡Eh, tía! ¡Atenta!

Elektra se volvía, desconcertada, sólo para encontrar que le arrojaban la pelota en un intento de incluirla en su juego. Sorprendida, apenas podía reaccionar a tiempo para acertar al balón. Los chavales reían, entusiasmados.

- Eso no es nada, tienes que hacerlo mejor si quieres demostrarme algo -le decía el chico, volviendo a arrojar la pelota en su dirección.

Esta vez la griega la paraba con el pecho, y, simplemente, se dejaba llevar, uniéndose al juego con los demás chicos, a su diversión, olvidándose por un instante de todos sus problemas, todas sus preocupaciones… Sólo ella, la pelota y los niños…

Drake abría la puerta del dojo, observándola jugar con expresión indescifrable.

-Niña -la llamaba, pillándola por sorpresa. Estaba tan inmersa en el juego que no la había escuchado salir-. La taza está vacía -decía, entregándole un cinturón de tela-. Empezarás por el blanco porque admites que no sabes nada. Ahora, déjate de juegos y entra.


El Recuerdo de Drake:

* * *

Cuando las imágenes se hubieron desvanecido, Psique entregó el balón al cuenco, donde se disolvió, convertido en la misma sustancia etérea que había visto escapar del cuerpo de Elektra. Y, casi al instante, el cuerpo de Drake fue reclamado por la tierra, que cubrió de asfódelos blancos el lecho donde descansaba.

- Καληνυχτα - musitó Psique. “Buenas noches”.

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MensajeTema: Re: Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]    Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]  Icon_minitime9th Junio 2021, 10:02

La hechicera reanudó su viaje y alcanzó el cuerpo del hombre de la silla de ruedas. El color de la escena también se había atenuado y, contra toda lógica, en aquel escenario de tonos crudos y grises, el pañuelo blanco destacaba como una luz en medio de la oscuridad. A pesar de la sangre y el barro, el tejido no tenía ninguna mancha. Psique entornó los ojos para protegerlos del resplandor y extendió el brazo para recoger el recuerdo. Cuando sus dedos tocaron la seda, el zumbido de un sai surcando el aire la transportó al interior de otro recuerdo...

*     *     *     *

El sai, clavándose con un golpe seco en una pared. Lágrimas recorriendo las mejillas de una mujer rota, destrozada.

- ¿Qué es lo que quieres de mí? -la pregunta, una súplica; una demanda desgarrada.

- Ya te lo he dicho -responde el hombre de la silla de ruedas extendiendo hacia ella una mano que encierra mucho más significado de lo que el gesto representa-. Quiero que cambies.


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Sin mostrar miedo, hace girar los aros propulsores para acercarse más a la mujer desesperada, en un nuevo gesto de proximidad y cercanía.

- Dos vidas, Elektra. Y en las dos has sido una asesina. Es hora de que seas algo diferente.

Ella aparta la mirada, las lágrimas resbalando abiertamente por su rostro.

- Dos vidas -repite con amargura-. Quizá no hay nada más que pueda ser.

El hombre se acerca más.

- ¿De verdad te crees eso?

Ella le mira. Derrotada. Vencida.

- Algunas personas merecen morir.

- Eso no es una respuesta -replica él-. Y, aunque lo fuera, es espantosamente simplista. Mientras estés conmigo no va a volver a ser simple nunca más, Elektra. Hablaremos sobre ésto más tarde. No creo que estés en condiciones de hablar ahora. Necesitas ducharte, comer algo, y, sin duda, una buena noche de sueño. Buen lanzamiento, por cierto -comenta mientras desclava el sai de la pared antes de ofrecérselo de vuelta en una muestra abierta de confianza-. Toma. No va con mi decoración. Te veré por la mañana.


*     *     *     *

Los sonidos, los olores y las imágenes se desvanecieron poco a poco en la mente de la hechicera. El pañuelo blanco, como la pelota, se derramó en el cuenco, pasando a formar parte del icor que contenía. Los asfódelos treparon por el cuerpo inerte de Locke y por la silla de ruedas oxidada, abriendo sus flores. Concediéndole el descanso.

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MensajeTema: Re: Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]    Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]  Icon_minitime10th Junio 2021, 07:50

Elissa se volvió para retomar su camino. El cuerpo del hombre de pelo largo aguardaba un poco más allá.

Cuando se aproximaba a él, las sandalias de Psique toparon con un cartel de madera, casi enterrado en la nieve. La inscripción, interrumpida continuamente por las manchas de barro, rezaba “King Lau Dojo”. La griega hizo una pausa, absorbiendo el contraste entre la nitidez del cartel y el color desvaído del cadáver que yacía a su lado. Aquél era el recuerdo que Elektra conservaba de él.

Psique deslizó los dedos por la superficie de las letras. “Mac”, supo, al percibir el contorno de la memoria que aguardaba en aquel pedazo de madera. Aquel hombre se llamaba Mac.

Un nuevo recuerdo comenzó a cobrar forma ante Psique, dibujándose en el aire a su alrededor como si alguien estuviera frotando un lápiz de cera en un folio sobre un grabado.

*  *  *

Paredes de ladrillo se erigieron a su alrededor, el suelo tomó la consistencia acolchada de un tatami, y, ante sus ojos se desveló una imagen que jamás habría esperado ver:

Elektra… rodeada de un montón de adolescentes vestidos con kimonos blancos. Los muchachos parecían adorarla como si fuese alguna especie de ángel, y la expresión de ella… había tanta ternura en su mirada, en la manera en la que revolvía sus cabellos con los dedos… que parecía una persona completamente diferente. Más joven, incluso. Aquella imagen, tan distinta a lo que había presenciado hasta ahora… a lo que conocía de Elektra… se hacía tan difícil de entender como si fuese algo de otro planeta. En aquél recuerdo la asesina casi parecía… humana…


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Tras ella aguardaba un muchacho latinoamericano algo más mayor que aquellos chicos, pero no mucho más. Observaba la escena con una mezcla de anhelo y miedo, y, también, algo abatido, como si pensase que no merecía estar allí, o que la mujer se habría olvidado de él, pero no fue así… La griega se volvió en su dirección con una gran sonrisa.

- Escuchadme todos con atención-dijo, apoyando una mano en la espalda del chico más mayor para hacerle avanzar un par de pasos-. Éste de aquí se llama Rata. Es el nombre que le pusieron sus compañeros de pandilla, una banda que se dedicaba a asaltar y a robar pequeños locales y negocios. Esta noche, Rata ha hecho algo muy difícil y digno de elogio… Os ha escogido a vosotros por encima de sus antiguos compañeros… Por encima de su antiguo modo de vida.

Volviéndose hacia él, le apoyó las dos manos en los hombros y le miró a los ojos con una empatía que la hechicera jamás habría esperado ver en ella. Y, pese a todo, supo que aquella era la Elektra de verdad. Una Elektra que sólo aparecía cuando se retiraban los reproches, el miedo, la culpa. Una Elektra que se había perdonado a sí misma.

Los dioses tenían que ayudarla por fuerza. Tenían que ayudarla a salvar a aquella mujer.

- Estabas muerto, y yo te he traído de vuelta a la vida. Ahora tienes una segunda oportunidad. Lo que hagas con ella, es elección tuya. Si te quedas en el dojo, tendrás que fregar los suelos y hacer tareas menores, pero serás libre. Tendrás un hogar, un techo bajo el que dormir y un plato caliente aguardándote en la mesa. Ya no tendrás que robar nunca más -se volvió hacia el resto de chicos y chicas de la calle-. Ellos serán tus nuevos hermanos y hermanas.

El sonido de unas fuertes palmadas interrumpió la conexión que se había establecido entre la asesina y sus protegidos. El hombre musculoso del largo cabello oscuro al que Psique reconoció como Mac, llamó a los chicos desde la puerta.

- Ok, ok, todos vosotros, pasad a la sala de entrenamiento y preparáos para el zazen.

Los chicos se marcharon y, en cuanto estuvo a solas con Mac, Elektra agachó la cabeza, apesadumbrada.

- Sólo ha venido uno de los tres… He podido salvar sólo a uno de tres -musitó, cabizbaja-. No es una buena proporción.

- Eres demasiado dura contigo misma -respondió él, poniéndole una mano en el hombro en señal de apoyo-. Lo que cuenta es que puedes haber salvado la vida de un niño. Una vida enderezada puede transformar el mundo entero. Tú nos contaste eso.


*  *  *

Cuando la visión se desvaneció, Psique permaneció unos segundos inmóvil, con los ojos cerrados. Conmovida. Resuelta.

Retiró los dedos del cartel; pero los trazos no permanecieron grabados en la madera, sino que se enredaros en sus dedos y se desprendieron: palabras convertidas en una cinta oscura que arrastraba por su mano. La madera quedó vacía; su color tan apagado como el resto. Los asfódelos la reclamaron, hundiendo las raíces en su maltrecha superficie, mientras Psique arrojaba la cinta a la fíala. Igual que el pañuelo, igual que el balón; las letras del cartel del dojo se arremolinaron para convertirse en icor.  

- Αναπαύσου εν ειρήνη -dijo, en voz baja, mientras las flores se abrían sobre el cuerpo de Mac. “Descansa en paz”.

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MensajeTema: Re: Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]    Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]  Icon_minitime23rd Junio 2021, 07:54

Psique siguió el mismo rastro de sangre que la había llevado hasta Mac la primera vez; un surco rojo: el camino que la conduciría, finalmente, de vuelta a la mansión griega junto al acantilado. La casa donde Elektra aguardaba.

El sendero se detenía en el cuerpo de una mujer rubia. La joven tenía un profundo vacío en el pecho; un agujero que, a ojos de Psique, era de un paralelismo inquietante al que la propia Elektra había mostrado. Alguien había arrancado su corazón.

Los asfódelos habían crecido a su alrededor, pero no se atrevían a tocarla. Nada vivo parecía poder traspasar el cerco trazado por su sangre. Todo estaba pintado con una paleta desvaída. Ningún objeto brillante. Ninguna mancha nítida.

Nada, salvo...

Psique alzó la mirada, atraída por un aleteo sangre y azabache. Una mariposa roja flotaba varios pies por encima del cadáver, lejos de su alcance. Se mantuvo allí unos instantes, hasta que descendió en espiral, desapareciendo entre las flores.

Cuando el rojo se desvaneció, la hechicera pareció volver en sí, comprendiendo. A pesar del pulso que latía, rápido e irregular, en sus oídos; su rostro había palidecido. Sin decir palabra, Psique se aproximó al cuerpo de la muchacha y cerró sus ojos.

La dejó atrás, consciente de que la mariposa alzaba el vuelo de nuevo, como si el viento la arrastrara en su misma dirección.

Le resultaba difícil dar el siguiente paso. Enfrentarse a la pila de cadáveres coronada por la muerte de Elektra. Volver a contemplar la inquietante sonrisa de aquel desconocido que la destrozaba, una y otra vez, disfrutando con ello.

Pero tomó aire y avanzó. Y sus oídos se llenaron del sonido húmedo del sai al atravesar la carne.

La tristeza y el dolor estaban tan amplificados en aquella parte del subconsciente de Elektra que Psique se tambaleó, como si hubiera recibido un golpe físico. El quejido de la cerámica resquebrajándose alcanzó sus oídos y, por un momento, temió por el recipiente que sostenía entre sus manos.

Afortunadamente, la fíala estaba intacta. El icor se arremolinaba en su interior, neblinoso. Todo parecía correcto. Supuso que podía seguir avanzando.

Se detuvo junto al hombre sin rostro, vestido de un rojo que ahora se le antojaba pálido. Lo observó en su eterna penitencia: de rodillas en el suelo, sosteniendo el cuerpo inerte de la griega mientras las lágrimas surcaban su rostro.

Una sensación se retorcía por debajo de la tristeza. Afecto. Anhelo. Amor.

Psique tendió la mano libre. En ella, el mecanismo de ruedas dentadas de un reloj (tal vez el de Patroklos Sarantos, tal vez un Antikythera griego) hacía avanzar en círculos la aguja.

- Τελείωσε.- ordenó la hechicera, y el segundero se detuvo.

La escena se congeló.

Elissa retrocedió un paso, cerró los ojos, y los volvió a abrir.

El hombre de rojo; el hombre del acantilado; guardaba a la asesina entre sus brazos. Y, allí, floreciendo en el pecho de Elektra, una rosa cuyo color sangre hacía palidecer los trajes escarlata de ambos.

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MensajeTema: Re: Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]    Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]  Icon_minitime23rd Junio 2021, 09:39


Con una dulzura impropia de la estoica Psique, Elissa recogió la flor, y, al tocarla, los pétalos se desprendieron y la rodearon, como agitados por una suave brisa que los hacía danzar en el aire en torno a ella, vivas pinceladas de rojo contra un entorno congelado, muerto y gris. Y, en cada uno de los pétalos que pasaba ante sus ojos, Psique pudo ver un recuerdo distinto, cada uno vibrante de vida y color, tan brillantes que hacían palidecer todo cuanto había presenciado hasta ahora.

En uno de ellos, un muchacho pelirrojo aparentemente ciego le entregaba una rosa a una jovencísima Elektra, idéntica a la que acababa de recoger, y el rostro de ella se teñía con el cándido rubor del enamoramiento juvenil. En otra, paseaban cogidos de la mano por los terrenos del campus.

- ¿Puedo volver a verte? -preguntaba él, y una sombra de preocupación ensombrecía por un instante la mirada de ella.

- Eso… puede ser un poco difícil… Mi padre...

- Elektra, si de verdad lo deseas, estoy seguro de que podrías conseguir cualquier cosa -respondía él, arrancándole una sonrisa.

- Eres la clase de chico americano de la que me advertía papá.

- ¿Ah, sí? -con aire travieso la sostenía por la cintura y la atraía hacia sí para depositar suaves besos en su cuello-. ¿Te advirtió sobre estudiantes ciegos con sentidos aumentados? ¡Guau!

- Eres muy tonto -se reía ella, tratando de apartarle en vano.

- Y tú eres preciosa. ¿A la misma hora mañana?

Ella se mordía el labio, claramente debatiéndose entre lo que se suponía que tenía que hacer y lo que su corazón deseaba. Al final, el brillo alegre en una mirada llena de promesas de un futuro que no se sabía truncado dio la respuesta antes incluso de que las palabras salieran de entre sus labios:

- Sí. A la misma hora mañana.

Una ráfaga de viento invisible se llevó el pétalo, haciendo danzar las delicadas hojas en una bellísima sinfonía que dibujaba ante Psique memorias de recuerdos alegres, despreocupados y felices; citas de estudio que terminaban en sesiones de besos entre los libros abiertos y descuidados... atardeceres en el campo... entrenamientos conjuntos en el gimnasio, con el sudor de sus cuerpos entremezclado y dos corazones como uno solo..., manos entrelazadas... encuentros prohibidos sobre una manta de picnic mientras los últimos rayos del sol acariciaban la piel desnuda… Todos ellos compartían algo, un vínculo especial, un sentimiento que la hechicera no había percibido ni una sola vez desde que había entrado en la mente de Elektra: Deseo de vivir. Con aquél hombre. El hombre del cabello pelirrojo, de la rosa roja. Deseo de ser feliz. Con él. ¡Y era un deseo tan fuerte! Pocas veces había experimentado un deseo de vivir tan intenso, encapsulado allí, en aquellos pequeños pétalos, tan profundamente enterrados en la nieve que habían permanecido congelados hasta que Psique los había encontrado. La felicidad que se observaba en aquellos delicados recuerdos era tan intensa que emanaba hacia Psique, inundándola en un sentimiento profundo, precioso y dorado que casi resultaba doloroso.


La suave brisa pareció detenerse una vez más, y otro recuerdo se detuvo momentáneamente para ella. En él, Elektra estaba sentada, desnuda, en la cama de una habitación de hotel, acariciando el cabello del hombre que descansaba entre sus piernas en un gesto de completa conexión e intimidad.

- ¿En qué estás pensando, Matt? -le preguntaba, y él dejaba escapar un sonidito de burla, como si se hubiera metido en algún lío.

- Oh, oh...

- ¡Oh, cállate! -exclamaba ella, tratando de no reírse-. Estoy hablando en serio.

- ¿Sinceramente? Estaba pensando que me gustaría no salir nunca de ésta habitación. ¿Qué opinas, Elektra? Tenemos televisión, helado... una cama.

Quedémonos aquí.:

Ella le miraba, pensativa, quizás preocupada, por cosas que él no podría nunca llegar a imaginar… Fantasmas que ya por aquél entonces comenzaban a acecharla… Pero entonces se perdía en aquellos preciosos ojos ciegos y sonreía...

- Estaría bien… Sí… Creo que me gustaría...

Más de aquellos maravillosos recuerdos desfilaron ante la hechicera, eternos, incontables… Elektra y el chico pelirrojo, esquiando, riendo, bailando… haciendo el amor… Componiendo en su conjunto una de las historias más hermosas y apasionadas que había contemplado nunca… La conexión entre los dos es absoluta… completa… Pero, entonces… ¿qué es lo que fue mal? De nuevo la danza de los pétalos se detiene, mostrándole otra escena: Elektra y su amante, tumbados sobre una alfombra ante el cálido fuego de una chimenea. Ella, mirándole a él con una adoración absoluta. Él, sonriente… feliz.

- Nunca me haces preguntas, Matt. Realmente no me conoces -decía ella, extendiendo una mano para acariciarle la mejilla-. Yo... no te merezco. Lo que hay entre nosotros... sé que es algo que no puedo conservar. Si pudiera haberme detenido a mí misma, nunca habría aceptado aquella primera cita. Fue un error.

- Tú eres todo cuanto necesito, Elektra. Todo cuanto alguna vez he deseado -respondía él.

- Matt... maté a cinco hombres la semana pasada. En realidad, uno de ellos era una mujer.

- No digas locuras -se rió él.

- Ya... por supuesto que no me crees -se desperezó como un gato sobre la alfombra antes de cerrar los ojos-. Estoy cansada.

Y él, acercándose a aquella maravillosa mujer dormida, para susurrar junto a su oído:

Te quiero, Elektra:

"Te quiero, Elektra". Las palabras aún resonaban en sus oídos cuando los pétalos retomaron su danza, sólo que ahora el escenario había cambiado. Ya no eran dos jóvenes inocentes y enamorados... Ahora ella vestía su uniforme y él llevaba el traje de diablo que había visto vestir al hombre que sostenía su cuerpo sin vida. Estaban sobre una azotea, y los colores aparecían como si hubieran sido plasmados con acuarela. Intrigada, la hechicera extendió el dedo para tocar el recuerdo, y, de repente, se encontró junto a ellos en la azotea, observándolo todo.

- Elektra -decía él con seriedad-. Gracias por venir. No sé por dónde comenzar... Cómo decirte ésto... No puedo ejercer derecho en Nueva York por más tiempo. La firma ha colapsado.

- ¿Así que... te vas?

- Sí. Me mudo de vuelta a San Francisco. Necesito un lugar donde volver a empezar.

Una gigantesca pantalla de neón que cuelga sobre uno de los edificios a espaldas del hombre del uniforme rojo llama la atención de Psique. Debería ser un cartel publicitario, pero, en su lugar, aparece escrito en grandes letras rojas: NO TE VAYAS. NO ME DEJES DE NUEVO. Salvo que, en lugar de eso, Elektra se suelta de su agarre y le da la espalda con aparente indiferencia.

- Pues vete, Matthew. Huye.

Él se muestra desconcertado. Intenta leerla, pero no lo consigue. Porque es ciego, y no puede ver las gigantescas letras del cartel de neón que se encuentra tras él.

- Creí que tú, de todas las personas, entendería el por qué de un nuevo comienzo. Y esperaba que, tal vez, tú quisieras uno también. Ven conmigo. Dios sabe que necesitaré a alguien en quien confiar allá afuera.

Las palabras del cartel publicitario se borran para mostrar un nuevo mensaje: "Te seguiría a donde fuera, Matthew. Te seguiría a Genosha, o a la Tierra Salvaje, o al fin del mundo, si me lo pidieras. Me enfrentaría gustosa a la muerte contigo. Lo que fuera, a donde sea, siempre que estemos juntos". Pero, en lugar de eso, sólo dos simples palabras brotan de sus labios:

- ¿Me amas?

- Sí, por supuesto... Pero no del modo en que me amas tú.

El cartel de neón reflejó un corazón partiéndose por la mitad. Elektra se volvió hacia él y se alzó de puntillas para depositar un suave beso de despedida sobre su frente.

- Adiós, Matt...

Un golpe de viento más fuerte que los anteriores expulsó a Psique del recuerdo, y de nuevo se encontró en mitad del torbellino de pétalos danzantes, que dibujaban nuevas escenas para ella: El hombre del uniforme rojo rescatándola de unos mafiosos en un embarcadero, regalándole un beso bajo la lluvia; ella, asesinando a unos ninjas que aguardaban para matarlo en su casa, y a otros que le acechaban desde un callejón, protegiéndole de mil y una amenazas como un mortífero ángel de la guarda, siempre vigilante... siempre sin que él lo sepa... Siempre ahí... con él... Para él...

Una explosión que arroja al hombre de rojo por los aires, haciéndole caer desde lo alto de un edificio con sus sentidos anulados por el brutal estrépito... Aturdido, confuso, dolorido... Y Elektra, saltando al vacío tras él, sin pensar... sin cuestionar nada... Sin importarle ni por un segundo que ella pudiera llegar a morir también... Extendiendo su mano hacia él...

- No puedo oír nada, Elektra...

Su lamento... Su respuesta...

- Estoy aquí -mientras sujeta con fuerza su muñeca-. Siempre estaré para ti...

Siempre...:

El eco de la palabra aún resonaba en sus oídos cuando los dos cuerpos se precipitaron al vacío, provocando un estallido de pétalos que se elevó a las alturas hasta desaparecer por completo... Todos, excepto uno. Rojo, vivo, hermoso... con una pequeña gota resplandeciente que podría ser rocío... o quizás una lágrima... que se deslizó flotando grácilmente sobre el aire hasta posarse con suavidad sobre la nieve a los pies de Psique.

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MensajeTema: Re: Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]    Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]  Icon_minitime6th Julio 2021, 08:39

El pétalo rojo cayó en un silencio reverente.

Psique, de pie sobre la nieve, tendió la mano para cogerlo en el aire.

Lo hizo un instante demasiado tarde, y el pétalo tocó el suelo.

La griega encapuchada tardó un momento en reaccionar, como si aún vagara por los recuerdos de su paciente, y hubiera olvidado el camino de regreso.

Aquellas imágenes habían despertado muchas cosas dentro de ella; cosas a las que no podía poner nombre todavía. Cosas que pertenecían a Elektra, a Elissa, a ambas. Hilos que las unían, como el entramado de un tapiz de Aracne.

Había empezado al comprender que Matthew no podía ver a Elektra. Cuando él mismo había bromeado sobre su ceguera. Cuando lo había visto de pie en aquella azotea, ignorando los carteles de neón, sin saber que… Sí, había empezado cuando la joven del recuerdo besaba los ojos ausentes de su amante. Entrelazados en el suelo, justo como...

Allí, un recuerdo que no era de Elektra la había atravesado de súbito, haciendo que su figura se distorsionara, como arrastrada por olas invisibles. Y, entre onda y onda, parpadeaba la imagen de la psicóloga de la trenza y la camisa azul. La que se había quedado atrás, en el Helicarrier.

Una única lágrima resbaló por el rostro de Psique, dejando una grieta en el impecable mármol.

Otro crujido de cerámica fuera de lugar.

- E… lissa… ¿por qué?... ¿Por qué... lloras?

Lloraba porque había encontrado lo que venía a buscar… las ganas de vivir que Elektra había perdido. Porque eso, todo eso, dolía. Los recuerdos de cosas que nunca habían existido, no en aquella historia. La luz dorada que, en toda su calidez, no dejaba de herirle los ojos.

Psique recogió el pétalo y lo acunó en la palma de su mano. Necesitaba trenzar los hilos. ¿Qué había pasado con Matthew? ¿Por qué aquella complicidad, aquellos recuerdos compartidos, se habían truncado? ¿Estaba muerto? No… en ese caso, lo hubiera visto. Hubiera encontrado su cuerpo en aquel páramo desolado, o hubiera sido testigo de su pérdida en los fragmentos de la rosa.

Salvo que lo hubiera pasado por alto.

-Πίσω -pidió la griega al reloj, haciendo retroceder la corriente del tiempo para volver a observar cada pétalo, cada recuerdo.

No… no había nada allí. Él estaba vivo.

Eran las manos manchadas de sangre de Elektra las que los habían separado.

Y algo más. Las palabras que ella no se atrevía a decir. Las explicaciones que no sabía dar. Estaban escritas en las expresiones de un rostro que él no podía leer.

Psique alzó la mano para detener el recuerdo en la escena del tejado. Atravesó el umbral y caminó hasta Elektra, deteniéndose frente a ella. La contempló; erguida y orgullosa, ocultando sus sentimientos tras murallas impenetrables. Una defensa aprendida después de docenas de pérdidas.

Como todas las armaduras, la protegía... pero la alejaba.

-εμπρός

Los recuerdos se arremolinaron mientras el tiempo corría hacia delante, hacia un futuro que a la vez era pasado. Vio la despedida, vio el beso bajo la lluvia, vio la caída. Y, al final, el pétalo volvió a las manos de Psique.

La hechicera se arrodilló frente a los amantes silenciosos, como si se hallara frente a un altar de la Piedad cristiana. La fíala aguardaba una ofrenda.

El pétalo dibujó ondas al caer sobre el icor, tintándolo de sangre por un instante al fundirse con él. El tiempo transcurrió, sin marcas. Podía haber sido un segundo... o una eternidad.

Una eternidad era suficiente para que las rosas crecieran.

Cuando Psique se incorporó, las flores ya crecían sobre el montículo de cadáveres, envolviendo al doliente Matthew y a la vacía Elektra en un capullo de tallos y espinas. Las rosas, de un rojo intenso, eran un contrapunto para los pálidos asfódelos que habían seguido a la griega hasta allí.  

Psique tomó la fíala y reemprendió la marcha.

Y la mariposa roja, que había encontrado reposo momentáneo en una de las flores, alzó de nuevo el vuelo y la siguió.

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MensajeTema: Re: Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]    Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]  Icon_minitime20th Julio 2021, 16:39


La griega deshizo sus pasos, siguiendo el reguero de sangre que conducía hasta el último cadáver que quedaba, pues el de la madre se había desvanecido, deshecho en la nieve como si nunca hubiera existido. En aquella inmensa explanada blanca, sólo quedaba el cuerpo de un hombre, que, sin embargo, parecía llenarlo todo como si fuera mucho más grande de lo que era en realidad. El hombre que lo había iniciado todo. La espantosa reacción en cadena que había conducido a Elektra hasta aquél punto.

Psique se arrodilló junto al cadáver. Se trataba de un hombre mayor, de cuarenta y muchos o cincuenta y pocos, aunque era difícil de precisar con exactitud. La mayor parte de su cuerpo había desaparecido, y, en su lugar, sólo quedaba un agujero inmenso, del tamaño de una bala de cañón. Sobre sus ojos, alguien había depositado dos monedas de plata para asegurar su tránsito seguro por la laguna Estigia. En cierto sentido, y pese a la gravedad de las heridas, era el cadáver mejor tratado de todos los que la hechicera se había encontrado hasta el momento. Y allí, en la nieve, muy cerca de su mano derecha, semiocultos entre la sangre y la nieve, pudo encontrar algo que le había pasado inadvertido la primera vez, pero que ahora resplandecía con un brillo dorado que parecía atravesar la sangre: dos collares entrelazados; el primero era una fina cadena de mujer de oro puro con un colgante de ámbar de la mejor manufactura que contrastaba notoriamente con el segundo, un simple collar de cuero trenzado con una "E" tallada en madera que parecía claramente hecho a mano.

Tocar el primero de los collares la trasladó a un hermoso cementerio, a las afueras de Atenas, donde una pequeña Elektra, de no más de diez años, corría por entre las tumbas perseguida por un pletórico Hugo Natchios.

Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]  Cementerio

- ¡Espera, Elektra! -rogaba el hombre, agotado-. ¡Que tu padre ya no es tan joven! ¿Acaso quieres que me una a los que están aquí enterrados?

- ¡Qué tonto eres, papá! -respondía la niña, con una aparentemente inagotable alegría infantil-. ¡Vas a estar conmigo para siempre!

- ¡Ahá! ¡Te tengo! -exclamó el hombre, corriendo en la dirección donde había escuchado la voz- ¿Quién está cazando a quién hoy, pequeño ámbar? ¿Elektra? -detrás de la estatua de Artemisa no había nadie-. ¡Elektra!

Sintiendo una creciente sensación de miedo en el pecho, el embajador siguió adelante hasta que, tras una pequeña elevación del terreno, encontró a su hija, arrodillada frente a una hermosa tumba cubierta de rosas en cuya lápida aparecían perfectamente cinceladas las tres furias de la mitología griega: Magaera, la celosa, Alecto, la que no descansa, y Tisiphone, la vengadora.

- Elektra, ¿por qué no has respondido? -la regañó el progenitor-. Después de lo que ocurrió el año pasado con aquellos hombres... Me tenías preocupado...

- Ésta mujer... tiene el mismo nombre que mi madre... -musitó la pequeña, leyendo las palabras que reflejaba el sol del atardecer sobre la lápida. El hombre se detuvo a su lado.

- Una madre es más que un nombre, ámbar. La que está aquí... lo único que hizo fue traerte a éste mundo. Nada más.

- ¿Quieres decir que realmente es ella? -se sorprendió la pequeña-. ¿Aquí? ¿Cómo es que nunca la había visto?

- La tierra y las malas hierbas es más de lo que mereció durante años -dijo el hombre con un suspiro-. He tardado mucho en perdonarla. No ha sido hasta hace poco que la he hecho trasladar aquí.

- Todo cuanto me dijiste fue que murió cuando yo nací...

- Es todo cuanto hacía falta saber, Elektra -dijo, haciendo un gesto con la mano-. ¿Acaso la hemos echado de menos todos estos años? ¡Déjalo estar!

- No, padre... Necesito saberlo. Cuéntamelo -respondió ella, con una particular insistencia que dejaba claro que no pensaba dejar el tema hasta haber obtenido una respuesta.

- Quién está cazando a quién... -musitó el embajador, abatido, agachando la mirada.

Hugo Natchios fue siempre más que su padre para ella. También era su mejor amigo, su mundo entero. Nunca habían existido secretos entre los dos. Con voz suave y gentil, le habló sobre las indiscrecciones de su madre y la manera en la que le había humillado y avergonzado públicamente hasta conducirlo al alcoholismo, y de cómo su hermano Orestez había decidido tomarse la justicia por su mano contratando a unos sicarios para que la eliminaran cuando aún estaba embarazada de ella.

- Christina... no murió cuando naciste, Elektra... -dijo en voz baja, quitándose las gafas-. Ya estaba muerta antes.

- ¿Sabías... sabías lo que Orestez iba a hacer? -inquirió, afectada, la niña.

- ¿Echando la vista atrás? Supongo... que sí... Supongo... que esperaba... que fuera más fuerte de lo que yo era. ¿Cambia eso lo que sientes por mí?

- Papá... nada podría cambiar eso jamás. Nada. Pero... si la odiabas tanto... -continuó, desviando la mirada hacia el lecho cubierto de rosas-. ¿Por qué una tumba tan bonita?

Los labios del hombre depositaron un dulce beso sobre su sien.

- Por lo único bueno que hizo, Elektra. Darte la vida...

Los últimos rayos del sol parecieron incidir durante un instante en el ámbar que pendía del cuello de la niña... el mismo que ahora Psique sostenía entre sus manos, creando reflejos en la noche incipiente.

La hechicera extendió entonces la mano hacia el segundo collar, el que estaba hecho de cuero, y, cuando sus dedos rozaron la rugosa superficie tuvo retazos de visiones de una Elektra adolescente trabajando para crearlo con la ayuda de Stavros, el jardinero.

Y, una vez más, volvía a estar en Grecia, entregándole el collar a su padre mientras el sol se deslizaba lentamente por detrás del mundo... tornando el mar jónico de rojo, y una Elektra libre de angustias y preocupaciones se reía con la risa inocente característica de los niños diciendo...

- Feliz día del padre, papá...

Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]  Collar

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MensajeTema: Re: Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]    Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]  Icon_minitime1st Septiembre 2021, 10:31

Psique contempló los collares entrelazados mientras la visión se desvanecía. Ámbar; la piedra que daba su nombre griego a Elektra. Lágrimas derramadas por los árboles, que el paso del tiempo había cristalizado.

La vida de aquella Elektra reflejaba fielmente la de su predecesora, quien había dado origen al mito. Mientras Psique derramaba las últimas reliquias en la fíala y los asfódelos reclamaban el cuerpo de Hugo Natchios, las palabras de la tragedia de Eurípides danzaron en su mente.

Nací hija de Agamenón, mi madre fue Clitemnestra, esa infeliz hija de Tíndaro. Mi triste nombre es Elektra, así la ciudad me llama. Ah, ah, qué penas he pasado, ¡qué amarga ha sido mi vida! ¡Padre, yaces en el Hades, muerto por tu esposa y por Egisto... ¡oh, Agamenón, oh, Agamenón!

Allí, al final de su viaje, Psique comprendía un poco mejor a la mujer que yacía dormida en el Helicarrier. Entendía su pulso con la redención; una enemiga formidable, exigente, que jamás estaba satisfecha. En cierto modo, aquel descenso a su Tártaro personal no era sino otra forma de obtener el perdón a través del sufrimiento. Cuando los dioses no aceptan tus sacrificios... tienes que ofrecerles algo más valioso. Algo irreemplazable.

Tu vida.

Pero tal vez no hiciera falta morir para eso. Al fin y al cabo, los dioses eran inmortales. Podían aguardar.

La hechicera reanudó su marcha a través de la nieve, deteniéndose al llegar al lugar donde había yacido la madre de Elektra. Una mancha de sangre era el único recuerdo que quedaba ahora de la mujer, cuyo cuerpo había desaparecido por completo.


—βωμος —susurró Psique, y un altar de mármol surgió del suelo cubierto de nieve. Sus lados estaban decorados con fragmentos de la vida de Elektra, ahora cincelados en la piedra.

La hechicera se colocó frente al altar y se volvió primero hacia el Este, alzando la fíala para ofrecerla a los moradores del Olimpo. Su voz se elevó en una plegaria antigua.

—Oye mi voz, Hija de Zeus, quien empuña a Aegis, Protectora de Atenas. Acepta el sacrificio de tu guerrera, y acompáñala en la batalla que libra en su mente.

Entonces, rodeando lentamente el altar, se volvió hacia el Oeste y depositó la fíala en el suelo, ofreciéndola a los moradores del Inframundo.

—Oye mi voz, Hija de Deméter, Guardiana de los Secretos, quien mora en los Reinos sin Sol al llegar el invierno. Acepta las flores que el sufrimiento ha hecho crecer en esta tierra, y libera a Elektra del abrazo del Hades.

Finalmente, Psique depositó la fíala sobre el altar, y aguardó.

La mariposa roja y negra que la había acompañado aleteó un momento delante de su rostro antes de dirigirse al altar. Tras revolotear un instante sobre su superficie, el lepidóptero trazó una bella espiral descendente para sumergirse en el icor dorado y desaparecer.

La fíala se llenó de luz. Psique la tomó en sus manos y se alejó. Tras ella, las flores del Hades reclamaron también el altar.

* * *


Psique cruzó el umbral de la mansión de los Natchios. Se dirigió directamente al salón, donde la joven griega aún aguardaba, sus ojos prendidos en el movimiento del mar. La taza de la ninja estaba ya vacía. Y el café de Elissa ya se había enfriado.

—He vuelto, Elektra —murmuró.

No fueron necesarias más palabras. Sosteniendo la mirada de sus ojos oscuros, Psique le ofreció la fíala para que bebiera de ella.

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MensajeTema: Re: Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]    Recuperación parte 3: Mente (Alice Delaney, Elissa Stavridis) [15-04-2019]  Icon_minitime7th Septiembre 2021, 03:17

Elektra tenía la mirada perdida en el mar y en el viento que susurraba su nombre con una voz familiar...

- Él está aquí -musitó por toda respuesta-. Ha llegado el momento. Encierra una clase de ironía muy propia de Ananké, ¿no te parece? Que sea él precisamente quien lo termine... ¿Crees en la ineludibilidad del destino, Elissa? Durante mucho tiempo me engañé a mí misma, quise creer que no... Pero si algo he aprendido a lo largo de los años es que no se puede luchar contra las Moiras....-sólo entonces desvió la mirada hacia el cuenco que le ofrecía la otra mujer, como si lo estuviera viendo por primera vez-. No sé qué es lo que pretendes... Pero no va a funcionar.

Psique guardó silencio muentras ella hablaba. Esperaba que algún cambio se hubiera obrado en su interior durante el viaje; al fin y al cabo, la Elektra que había frente a ella estaba hecha de la misma esencia que el paisaje sobre el que había dejado sus huellas. Sin embargo... la joven seguía siendo la misma. Si algo había cambiado, debía de ser infinitamente sutil. Dejó la fíala sobre la mesa, entre ambas tazas de café. Su contenido aún resplandecía débilmente.

- Dijiste que fuera a verlo -afirmó-. Y eso he hecho. Y al hacerlo he comprendido muchas cosas; cosas que tal vez no sepas tú misma. Al fin y al cabo, sólo eres una parte de Elektra Natchios. Eres la parte consciente de su propio ser. La que se da a sí misma un nombre. Pero, igual que un árbol del que sólo ves el tronco y ramas... tú eres más. Eres las raíces que se extienden infinitas bajo tierra. Te he traído lo que he visto en lo más profundo de ti. Aquello que te niegas a ti misma. Cuando bebas de éste recipiente, tú también podrás verlo, y comprenderás que no hay pérdida sin ganancia. Lección sin aprendizaje. Hay cosas que llevas contigo de las que no eres consciente. Puertas que se abrieron cuando se cerraron otras. Quiero que vuelvas a ser tú... A estar completa. Antes de tomar la decisión de morir. Si después de beber... Sigues queriendo marcharte... No habrá nada ni nadie que te lo impida.

Un súbito temblor agitó el suelo de la casa, como un pequeño terremoto.

- ¿Qué está ocurriendo ahí fuera? No estamos solas -comprendió al ver el rostro de ella-. ¿Qué quieres hacer, Elektra? Se nos acaba el tiempo...

La aludida se quedó mirando la fíala, pensativa, mientras murmuraba para sí: "ni siquiera las estrellas están a salvo en el cielo". Suspiró.

- Éste helicarrier en el que estamos... Yo lo derribé una vez. Murieron muchos hombres buenos. Agentes de SHIELD.

La parte que no dijo fue que no lo había hecho sola, sino acompañada por una cantidad nada desdeñable de héroes como Lobezno y Estrella del Norte a los que la Mano había lavado el cerebro, y que lo había hecho para mantener su tapadera como agente infiltrada dentro de la organización para poder atacar en el momento más oportuno y destruir sus localizaciones secretas y sus súper armas, porque, aún así, habían muerto 200 agentes de SHIELD en el proceso, y aunque se dijera que había sido por un bien mayor, aquello no aligeraba el peso de su consciencia. Porque ella era la persona que siempre estaba dispuesta a hacer lo que había que hacer, costara lo que costase, allí donde otros héroes se echarían atrás horrorizados, como cuando le había cortado la cabeza a Nina para que encontrara la paz en lugar de vivir como una esclava de la Mano, obligada a hacer cosas que la habrían aberrado cuando estaba viva. Ella asumía esa carga como propia, y asumía también lo que eso significaba para su vida y su relación con los demás héroes. El rechazo. El desprecio.

¿Sabes la única diferencia entre Bullseye y tú? Él no se engaña sobre lo que es. Ni a él mismo ni a los demás. Stick tenía razón: eres veneno. Uno que no estoy dispuesto a seguir tragando.

- En la Mano me conocen como «Muerte Perfecta». Eso dice mucho de mí, ¿no crees? Debería estar muerta. Debería haber muerto hace años y supongo que sólo es justo que el mismo guerrero que acabó conmigo termine el trabajo. Hasta ahora he tratado con dos clases de personas.... Los realistas que eran capaces de ver lo que era yo y me despreciaban... y los ilusos ingenuos que me entregaban su cariño y su amistad. ¿Quieres saber cuántos de esos últimos están vivos ahora, Elissa? Ninguno. Y él.... él es un héroe, ¿sabes? Está en su naturaleza creer en las personas. Perdonarlas. Sé que le he decepcionado muchas veces pero siempre supe que, en el fondo, muy en el fondo, aún sentía algo por mí. Pero... incluso él... ha dejado de creer en mí -su mirada triste se desvió de nuevo hacia el paisaje que temblaba en el exterior con mayor virulencia cada vez-. Él también piensa que soy un monstruo. Si incluso él ha perdido la fe en mí... Si todo lo que toco muere... ¿Qué sentido tiene? Soy un cáncer, doctora... Expando la muerte y la corrupción.

- Así que sólo hay una verdad. Así que las personas son sólo una cosa u otra. O mujer, o monstruo. Hay que elegir una opción -Elissa sonrió con pesar y se inclinó hacia ella-. ¿Por qué no puedes ser ambas a la vez? -planteó, ofreciendo un resquicio a ese pensamiento dicotómico-. ¿Por qué los idealistas estaban equivocados? ¿Porque acabaron muriendo? -negó con la cabeza-. ¿Cuánta gente ha muerto teniendo la razón? ¿Crees que se equivocaron por creer que queda algo humano en ti? Cuando he caminado por tus raíces, he sentido... pena, arrepentimiento. No eran míos, sino tuyos. He visto también tu voluntad de enmendar el daño. De redimirte. Eso no lo hiciste únicamente por Matt. Lo hiciste por ti. Y creo que... todos hemos dicho cosas horribles a alguien a quien queremos alguna vez.
»Eres un monstruo extraño, Elektra Natchios. Un monstruo que llora a sus presas. ¿Recuerdas al Minotauro? Nació mitad hombre, mitad bestia. ¿Crees que su historia hubiera cambiado si su padre no lo hubiera encerrado en un laberinto desde su nacimiento? ¿Y qué hubiera pasado si Edipo no hubiera nacido marcado por la profecía? ¿Si su padre lo hubiera mantenido a su lado en lugar de desterrarlo? ¿Lo hubiera matado si fuera un rostro conocido, y no un desconocido en el camino?

¿Qué habría pasado si...? Ella también se lo había preguntado muchas veces. Si su madre no hubiera muerto al nacer ella... Si su padre no hubiera estado tan obsesionado por su seguridad a raíz de los numerosos atentados contra su vida... en lugar de invertir años en aprender cómo defenderse habría podido dedicarse a la gimnasia olímpica, acumulando trofeos y medallas doradas en vez de cadáveres. En lugar de ir a la facultad de derecho, como quería su padre, habría podido estudiar la carrera diplomática, o dar rienda suelta a su deseo frustrado de estudiar bellas artes. Ser  artista en lugar de asesina. Habría podido engendrar vidas en lugar de arrebatarlas, haciendo realidad aquél viejo sueño adolescente de convertirse en madre.

Incluso, sin ir tan lejos... Si no hubiera abandonado a Matt la noche del entierro de su padre... Si no hubiera sido tan arrogante de pretender que podría acabar con la Mano ella sola... Si no hubiera entrado a trabajar para Kingpin...

Toda su vida se reducía a un cúmulo de decisiones y eventos desafortunados. Era tal y como le había dicho su tía Alexia a su tío Demetrios cuando su padre la había dejado en el campo con ellos una vez, siendo ella muy pequeña.

- ¿Qué, un nombre cristiano no era suficientemente bueno para ella?
- Ya hemos hablado de ésto, mujer. Mi hermano Kostas es así.
- ¿Y elige un mito feliz? No. Lo he mirado. La historia de Elektra es una tragedia, y así será su historia. El nombre dicta el destino.
- ¡Calla! ¡Te oirá!
- No está escuchando. Y no lo entendería.

Pero sí estaba escuchando. Y sí lo entendió.

- Hasta ahora siempre he sido alguien marcada por el destino, perseguida y acosada por las Furias de la venganza y la culpa, como cuando Orestes mató a su madre -que era justo lo que había sucedido con su hermano, del mismo nombre-. ¿Crees que se puede escapar al destino, Elissa? He tenido dos vidas, y en ambas he sido una asesina... En ambas he repetido los mismos errores. ¿Por qué ahora iba a ser diferente?

Psique miró la fíala que descansaba entre ellas, el líquido dorado arremolinándose en su interior.

- ¿Por qué no...? La vida no se rige por las leyes matemáticas. ¿Crees que es únicamente una cuestión de errores?

Una nueva sacudida, ésta vez más violenta, agitó los cimientos mismos de la casa, provocando que el techo se resquebrajara y empezaran a caer algunos fragmentos de yeso y ladrillo.

- Elektra, tenemos poco tiempo -le recordó Psique con inquietud-. Dices que está fuera el hombre que te mató... que ha venido a terminar el trabajo... Pero si mueres mientras estoy en tu mente, moriremos las dos. Tienes que despertar.

La aludida se la quedó mirando mientras todo su mundo temblaba a su alrededor, cada vez con mayor violencia.

- Supongo que no podría convencerte para que salieras de mi mente, ¿verdad, doctora? -inquirió con suavidad.

- ¿Por qué? ¿Quieres protegerme? -replicó con una enigmática sonrisa.

Los labios de Elektra se tensaron inicialmente para después curvarse ligeramente.

- Oh... ya veo lo que estás haciendo... Un monstruo no se preocuparía por proteger a nadie. Eres buena en ésto.

- Yo también quiero protegerte, Elektra. Quiero protegerte de ese hombre, y también de ti misma. Tengo que...-hizo una breve pausa, tragando saliva con dificultad-. Tengo que protegerte. Por favor... Una última oportunidad.

Elektra apartó la mirada de la mujer y la Fíala. Incluso aunque no estuviera en su cabeza en el momento de su muerte, Lester la mataría igual, por simple diversión. No podía permitirlo. Elissa era una buena persona, dejarla morir significaría echar por tierra todo por lo que había tratado de luchar los últimos años. Quizá no habría luchado por sí misma... pero por ella... Por ella tenía que intentarlo.

Vacilante, tomó el recipiente que descansaba ante sí, y, tras una última mirada a Elissa, se lo llevó a los labios y bebió.

Y vio... Todos los rostros de su vida.

Primero, el de su padre. Su nariz romana y su asimétrico ceño fruncido. Sus ojos de párpados pesados, agotados por toda una vida de preocupación y recelo. Su frágil mentón. Recordó la manera en la que solía llamarla «pequeño ámbar», y, por encima de todo, el absoluto amor que destilaban sus ojos al mirarla. Siempre pensó que ella era especial.

Su muerte no había sido culpa suya.

Después vio a Locke. El hombre que le había dicho que era un monstruo. Que tenía que quitarse la vida. Le vio en su habitación, después de superar su prueba.

- Sólo quería que te vieras como eres... Tenía que obligarte a mirar. Pero nunca te quise muerta.
- ¿Qué otra cosa queda?
- Quiero... que cambies.

Su mano había empuñado la espada que le había atravesado, pero había tenido que hacerlo para poder matar al sacerdote de la Mano que le estaba utilizando de escudo. Si no lo hubiera hecho, si se hubiera entregado para salvarle como le exigían, habría sido peor. La habrían resucitado como un monstruo sin alma y habrían muerto no uno, sino cientos, miles de inocentes.

Su muerte no había sido culpa suya.

Se vio compartiendo el café del desayuno con Nina, la joven a la que había acogido en su casa cuando había quedado huérfana durante la pelea con Bullseye. Su padre había muerto empalado por el travesaño astillado que le había arrojado a su Némesis cuando él lo había esquivado.

Al igual que Locke, había muerto por su mano... pero no había sido culpa suya.

Y Nina... Kuroyama la había matado, no ella.

Se vio a sí misma ayudando a Drake, la sensei a la que había acudido para pedirle ayuda con su problema, a rehabilitar un antiguo parque infantil que había pasado a convertirse en el lugar de reunión de los yonkis del barrio.

- Así que buscas un sentido, ¿cierto? -le había preguntado mientras reparaba los columpios rotos-. Un modo de hacer el bien, y tienes talento, pero no un modo de usarlo. Pero oyes un susurro sobre un grupo con habilidades que hacen palidecer las tuyas, y con la intención correcta. Susurros, nada más. Hombres que se llaman la Casta. Escalas su montaña, y ellos llaman a eso ser digno. Te llenan de su conocimiento, y un día te echan, diciendo que tienes demasiada ira, o dolor, o algo así. No importa la razón que te den, te deja hecha polvo. Te quedas aturdida. Y te enfurece. Te hace querer probarte ante ellos. Demostrarles que se equivocan. Tienes un plan. Irás a sus enemigos jurados, la Mano. Vas a descender hacia la oscuridad, pero crees que no sucumbirás. Tú los iluminarás desde dentro. Un buen plan, pero no funciona. Ya estás perdida, y se aprovechan de ello. Te ofrecen un lugar y un sentido, y una cosa lleva a la otra... (Si has acabado, coge el rastrillo)... y, de repente, la Mano es tu dueña, en cuerpo y alma. Haces cosas malas para ellos, te conviertes en la mejor de ellos siendo la peor de todos. Intocable e intocada, eres la Muerte Perfecta. Y hablando de muertes, tú mueres poco a poco. El alma enferma, la depravación de la Mano amenaza con volverte loca, hasta... (ese rastrillo no es para posar, niña, trabaja)... hasta que esa chispa de autopreservación te grita que huyas, y lo haces, pero descubres que nadie te quiere. Te llaman sucia, o podrida, y te suena más a puta que a ninja. Te queda una cosa. Puedes dar palizas, desde luego. Sabes cómo. Tienes los trucos sucios de la Mano. El poder de la vieja escuela de la Casta. Así que, quizás vendas tus servicios como sicario a sueldo a algún pez gordo sin escrúpulos. ¿Qué podrías hacer más que aprovechar lo que tienes? Desde luego, le da un sentido a la vida. Ah... quizá también se te rompa el corazón, enamorada de alguien que nunca podrás tener, o algo así... ¿qué te parece?

- Te burlas de mí -había replicado ella, furiosa.

- No... Sólo te pido tu opinión.

- ¿Cómo sabes esas cosas? -había exclamado entonces, arrojando el rastrillo a un lado-. ¿Cómo sabes tanto sobre mí?

- No importa, niña.

- ¡Sí, sensei!

- ¿Te has dado cuenta de que no hay tías en la Mano? ¿Ni mujeres en la Casta? Coño, niña, si vas al museo Iga-Ryu en Japón, te dirán que las Kunoichi son un mito. Las mujeres ninja no han existido, te dirán. Yo no digo que Stick no tuviera motivos para echarte, niña. Pero siempre fue un cabrón sexista.

Elektra había abierto los ojos, sorprendida ante lo que aquello implicaba.

- ¿Eras de la Casta?

- ¿Aún no lo pillas, niña? Te estás mirando en un espejo. Lo que te ocurrió no fue culpa tuya. Responsabilidad, tal vez, pero no culpa. Si Stick hubiese reaccionado de otra manera, las cosas habrían sido muy diferentes. Se trata de conexión, niña. Cuando te pierdes, nada te ata, nada te importa. La vida no importa. La muerte es fácil. Pon a los niños del parque en tu cabeza, niña. Piensa en ellos, en quiénes pueden llegar a ser. Piensa en sus padres, en la gente que los quiere. Dale ese sencillo honor a todo el mundo. Y luego me cuentas cómo podrías matarlos sin vacilar.

La muerte de Drake no había sido culpa suya. Ella escogió luchar para defenderla cuando la Mano fue a buscarla. Dio su vida para proteger la suya, porque creía que era capaz de aportar algo bueno al mundo. Si ahora se dejase morir, su sensei habría muerto en vano.

"Piensa en los niños", le había dicho. Como todos los que ella había salvado al sacarlos de las calles y darles una nueva oportunidad. Rata había muerto a manos de la Mano, pero... ¿cuántos otros se habían salvado? ¿Cuántos llevarían ahora una vida de provecho gracias a ella? Había contribuido a hacer algo bueno. La Mano había matado también a Mac, pero si nunca le hubiera conocido, no habría podido presentarle a King Lau y no podría haber utilizado su dojo para acoger a los niños de la calle.

No había sido culpa suya.

Por último, vio a Matt. Y, por una vez, no vio únicamente el dolor y el sufrimiento que le había causado. Vio todos los incontables y maravillosos momentos que había vivido a su lado. Vio las innumerables veces en las que le había hecho feliz. Y vio también todas las veces en las que le había salvado. De no haber sido por ella, podría haber muerto más veces de las que podía contar, incluida la noche de su último encuentro.

No era un monstruo. No lo era.

Había tomado malas decisiones en su vida, se había equivocado mil veces. Pero podía hacerlo mejor. Podía enmendar todo lo malo que había hecho. Podía demostrarle al mundo que se equivocaba. Tenía que hacerlo; por su padre, por Locke, por Drake, por Mac, por Nina y por todas las personas que habían creído en ella.

Tenía que hacerlo por Elissa, y, por encima de todo, tenía que hacerlo por sí misma.

Porque durante toda su vida no había sido más que reflejos pertenecientes a alguien más. La hija de alguien. La novia de alguien. La estudiante de alguien. La esclava de alguien. La víctima de alguien... La angustia de alguien.

Ya era hora de dejar de ser reflejos en un cristal y empezar a ser ella misma.

Y tenía que empezar derrotando al auténtico monstruo. Superar sus propias pruebas de Hércules.

Tenía que vencer a Bullseye.

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