Last Chance (Nethel) [31-03-2019]

Aquella era la última. Su última oportunidad. No había reunido a los Titanes para despedirse de ellos y decirles que todo estaba perdido de manera gratuita, no. Se había pasado casi dos meses (desde que empezó a notar que cada vez perdía más el control, coincidiendo con su más que evidente deterioro físico) tratando de investigar una manera de encontrar una solución a su problema. Una salida. La reunión la había convocado cuando ya había constatado que no la había.

Conocía a pocos magos; Zatanna la odiaba a causa de su herencia demoníaca, así que no podía esperar recibir ayuda de ella, Arión llevaba desaparecido algún tiempo, Andy no era más que un aprendiz aún, a Enzo la magia le había abandonado y en Azarath le habían denegado la ayuda. Raven no sabía a quién más podía acudir, y ninguno de sus compañeros de la Young Justice podría hacer nada por ayudarla; aquello les quedaba demasiado grande a todos, incluida ella.

Su deterioro físico, fiel reflejo del espiritual, era cada vez más marcado: había adelgazado muchísimo, hasta el punto de quedarse prácticamente en los huesos; tenía las mejillas hundidas, los pómulos muy marcados y el nacimiento del pelo cada vez retrocedía más. Raven estaba aterrorizada; se miraba en el espejo y no era capaz de reconocerse. Por eso había huído de aquella manera de la base, porque no quería que sus amigos, su familia en la Tierra, la vieran así de desmejorada. Era demasiado horrible, no podría soportar sus miradas de sorpresa, estupor y, tal vez, rechazo. Prefería que la siguieran recordando tal y como era hacía unos meses, con la cara redondeada de facciones agradables y expresión dulce, antes que al monstruo en el que se estaba convirtiendo. El monstruo en el que se convertiría si nada podía remediarlo.

Las pesadillas se habían vuelto cada vez más intensas. Pesadillas de muerte y destrucción con su padre como protagonista. Sabía que algo iba a suceder, algo terrible, pero no sabía a quién podía acudir. Tenía el presentimiento de que se trataba de algo que excedía las capacidades de sus compañeros de la Young Justice, pero la Liga de la Justicia no confiaba en ella. ¿A quién podía acudir?

Aquella era su última oportunidad, la última de un buen número de librerías especializadas en libros antiguos que había estado revisando durante los pasados dos meses. Después de tantos intentos fallidos le costaba tener esperanzas, pero recordó las palabras que le había dedicado Bart antes de irse de la montaña. La posibilidad era remota, pero quizás... quizás podría encontrar en aquella antigua librería de Dublín algún libro sobre ocultismo que encerrara la clave para deshacerse de la mitad demoníaca de su alma que la atormentaba. Algún libro sobre exorcismos, tal vez...

Era domingo y la tienda estaba cerrada, así que se materializó directamente en su interior en mitad de una explosión de azufre y humo negro y miró a su alrededor para ubicarse y localizar la sección de ocultismo, si es que la había.

Supo que no estaba sola desde antes de que a Nethel se le cayera la caja al suelo. Podía sentir claramente la presencia de la muchacha tras la tercera estantería. Hedía a esencia demoníaca, y, sin embargo, no percibía maldad en ella. Por el contrario, sentía culpa, remordimientos, tristeza... Aquella muchacha no era libre. Algo la retenía en contra de su voluntad, y Raven sintió un escalofrío al pensar en las similitudes con su propia situación.

- No tengas miedo -le dijo cuando la vio asomarse desde detrás de la estantería.

Tuvo mucho cuidado en cubrirse el rostro con la capucha, pues era dolorosamente consciente de lo mucho que se había deteriorado su aspecto físico y no deseaba asustarla, sin embargo cabía la posibilidad de que hubiera llegado a vislumbrar su rostro antes de que lo ocultara.

- Soy Raven, pertenezco... -las palabras murieron en sus labios antes de nacer. Ya no pertenecía a la Young Justice... ¿verdad? Acababa de renunciar-. Soy de Azarath. He venido a ayudar... Déjame ayudarte -pidió avanzando hacia ella.

Incluso ahora, con lo desesperada que era su situación, Raven no podía evitar el impulso de ayudar a los que sufrían, pues eso es lo que era. Debía ignorar su propio tormento, su propio sufrimiento, para ayudar a aquella desconocida, pues era lo único que la separaba del monstruo que podía llegar a ser.

Lo único que la mantenía siendo humana.

Raven asintió con gesto cansado al imperativo de la dependienta de la librería.

- Lo sé, estoy al tanto de las costumbres terráqueas básicas, he tenido tiempo para estudiarlas. Hoy es domingo, ¿no? Fue Constantino I el Grande el que decretó que el 'día del sol' (sunday) sería designado como el día de reposo civil obligatorio, con la prohibición de realizar trabajos manuales o comercio. Es curioso como la mayoría de culturas lo achacan como una muestra del cristianismo del emperador cuando el "día del sol" se refería realmente al Sol Invictus, una divinidad pagana. Me gustaría poder complacerte, mas no me es posible... No me queda mucho tiempo, "otro día" podría ser demasiado tarde para el mundo...

Empezó a divagar mientras se alejaba buscando las estanterías que contenían los libros de ocultismo, sin importarle dejar a Nethel a su espalda. No había captado intenciones agresivas o violentas en ella y no creía que quisiera atacarla.

- No, no creo que me haya equivocado de sitio... Éste es el lugar que estaba buscando, uno de los pocos que me quedan por registrar...

Cuando Nethel planteó su pregunta se volvió hacia ella, mirándola con sus profundos ojos grises que, incluso ahora, transmitían calma y serenidad.

- Estoy buscando todo lo que tengas acerca de almas demoníacas y exorcismos -dijo con sencillez.

Raven continuó andando, sin prestar atención a las palabras de la chica que le hablaba de allanamiento y otras intrascendentes cuestiones legales hasta llegar al rincón que ella le señalaba.

- Se vuelve más poderosa día tras día, y temo en lo que me pueda llegar a convertir -susurró, casi para sí misma-. Mi madre... mi madre le contiene en esa oscura dimensión más allá del tiempo y el espacio, pero puedo sentir que está perdiendo su batalla, ella... sufre. Siento... muerte, y decadencia. Algo... terrible se aproxima y no puedo abandonar a la humanidad, no puedo continuar escondiéndome... La humanidad me necesita, y lo único que puedo hacer es rezar... por ser aún más humana que demonio.

Y, diciendo ésto, se despojó de la capucha y le mostró a Nethel su rostro tal y como ahora era, con las mejillas hundidas, el tono de piel de un tono ligeramente rojizo y las entradas en el cabello. Su apariencia no era exactamente demoníaca, pero desde luego era inquietante.

- No debes tenerme miedo. Percibo en ti una naturaleza similar a la mía. Sé que también te debates entre ceder a los designios del destino o resistirte con el valor de tu conciencia. Por favor... de igual a igual... ayúdame. Dime si existe algo... o alguien... que pueda ayudarme a limpiar mi alma antes de lo que está por venir.

- Tienes razón... -dijo volviendo a cubrirse el rostro con la capucha-. Percibo en ti confusión y temor... y aún no te he dado razón alguna para confiar en mí. Lo primero que debes saber es que en Azarath me entrenaron en las artes místicas: soy hechicera, pero también soy la hija de un demonio llamado Trigón, que se ha ganado con creces el sobrenombre de "el terrible" con la destrucción de todo un universo.

>>El pasado Halloween, una nube de oscuridad y terror asoló América, y recientemente pude averiguar que fue Trigón quien se encontraba detrás de todo. A causa de los lazos de sangre que compartimos y de mi naturaleza mística soy capaz de notar cuándo su presencia está cerca, y ahora hace ya dos meses que tuve una visión mientras me encontraba inmersa en uno de mis trances: primero vi su rostro, el rostro de Trigón, pero no era más que el primero de ellos. Había otros más, el Primer Caído, Belzebú y algunos de los demonios más poderosos que han existido... y todos caminaban libremente por el mundo. Vi a grandes héroes de la Tierra muertos en un campo de batalla devastado, y las visiones se sucedían, cada vez más lúgubres y terribles, porque vi a nuestra madre Tierra herida de muerte, calcinada y moribunda, controlada y gobernada por fuerzas oscuras que escapan a la comprensión humana. Fue a partir de ese momento que... empecé a cambiar.

Su mirada se abatió, pesarosa, antes de continuar.

- Cada día que pasa noto que mi herencia demoníaca se hace más fuerte, seguramente a causa de la mayor proximidad de mi padre. Siento que estoy... perdiendo -los ojos grises de la joven se centraron en Nethel, como pidiendo ayuda-. Cada vez soy más demonio y menos humana. Necesito impedirlo, impedir lo que está a punto de ocurrir, pero no puedo encontrar a nadie que me ayude. La Liga de la Justicia no confía en mí a causa de lo que soy, el poder de la Young Justice palidece ante lo que está por venir, Arión, el gran hechicero Atlante, está desaparecido desde hace varias semanas y no consigo localizar a los únicos que podrían, quizás, hacer algo. Estoy desesperada... No sé a quién acudir y, sobretodo, se me acaba el tiempo... Si pudiera, al menos, frenar lo que me está ocurriendo... ¿Sabes de alguien... que pudiera ayudarme?

- ¿Shadowpact? No... nunca he oído hablar de ese grupo. Servirá... gracias -agachó levemente la cabeza en señal de apreciación-. No me has dicho tu nombre... Imagino que me preguntarán quién me envió.

Una vez la muchacha le hubo respondido, asintió de nuevo.

- Gracias, Nethel. Recuerda mi propia oferta; cuando todo ésto termine y me haya encontrado a mí misma me ofrezco a ayudarte con tu problema.

Nethel sólo tenía un lugar para encontrarse con Shadowpact, y se trataba de un establecimiento que se encontraba en alguna especie de dimensión de bolsillo. Para alguien capaz de caminar entre dimensiones como quien pasea por el parque, no suponía el menor problema.

- Sólo una cosa más, Nethel... ¿por quién he de preguntar cuando llegue...?