La entrevista de tu vida [Nethel] (22-03-2019)

Deber favores es una putada. Una putada bien gorda.

John Constantine mantenía sus ojos cerrados mientras se apretaba el puente de su nariz, sentado en aquella silla de bar mientras esperaba a que le trajeran su pedido. Y mientras pasaban los segundos y los minutos reflexionaba sobre los pros y los contras de seguir con aquel "favor" de mierda.
En primer lugar, los pros: podía pedirse lo que quisiera que le saldría gratis (hasta cierto punto). Para un hombre que vive literalmente el día a día era como un bálsamo para sus preocupaciones. Otra era la posibilidad de poder estar en aquel local, en aquella dimensión de bolsillo conocida como Bar Oblivion todos los días que quisiera. El lugar estaba lleno de gente y criaturas mágicas de las cuales podría sacar provecho ya fuera en un momento dado o un futuro próximo. Para John aquel bar era como una guardería llena de juguetes con los que experimentar. No veía el momento de meter mano.
Bien pues, pasemos a los contras.
Shadowpact. No es que estuviera en contra del grupo, pero tras la reunión del otro día no para de ver lagunas aquí y allá en aquel grupo improvisado. Lissa podía tener la mejor de las intenciones pero si la Liga de la Justicia Oscura ya funcionaba a duras penas, Shadowpact era un caldo de cultivo aun peor. Además, tenía una sensación pegada a la nuca que no podía quitarse de encima. Una especie de deja vu, como si aquello ya lo hubiera pasado o al menos unos de sus yoes de algún universo alternativo.
Pero el problema de su deuda la tenía delante con forma de hoja blanca impresa con varias preguntas mecanografiadas en una letra Times New Roman perfectamente esquematizada donde ponía "entrevista".

- Dios... Más me hubiera valido meterme LSD.

"N", el novio perfecto según lo había descrito Lyz le trajo una pinta de cerveza hasta arriba. Le había pedido algo especial, así que el mago supuso que aquella bebida tendría algún toque diferente de la cerveza normal. No le saludó, ni siquiera le miró. Estaba centrado en aquella tarea que le había pedido Lissa en pos de su deuda por salvarle la cordura. "Me va a salir más caro de lo que me esperaba".
De entre los candidatos que se apuntaron a Shadowpact hubo algunos que eran totalmente desconocidos, como el chaval de la chistera o la chica con tatuajes en la cara, y justamente le tocaba entrevistar con esa mujer en el bar Oblivion.
John había contactado con la joven mediante las artes mágicas, apareciendo ante ella a través de un reflejo cercano y que sólo ella pudiera verle. Habría sido más fácil tal vez echarle una ojeada a la ficha rellenada por Nethel y llamarla al móvil pero... bueno, no tendría el mismo efecto, ¿verdad? Si te apuntas a clases de cocina, esperas cuchillos y pasteles quemados.

Habían quedado por el mediodía, a eso de las doce en punto. Llegar hasta el bar Oblivion no tenía "perdida" para los que ya habían estado una vez y querían entrar en él. John probó su cerveza por primera vez, con los ojos puestos en la puerta a ver si llegaba la joven.

Tosió. Tosió bien fuerte. Entendió qué tenía de especial aquella cerveza.

La cerveza se hacía la dura. Por más que lo intentara John era incapaz de beberse un trago entero sin toser o sin apretar los ojos bien fuerte mientras apartaba la jarra para no tirarse el resto encima. Tenía algo que la bebiera como la bebiera, siempre le irritaba la garganta de una forma casi adictiva. ¿Qué demonios le habían puesto y de dónde había salido?

Llevaba al menos un cuarto de hora más batallando con su bebida cuando vio llegar al miembro de Shadowpact que iba a entrevistar: Nethel. O al menos ese era su seudónimo según la ficha que tenía entre las manos. En toda la reunión que tuvieron el día anterior, la susodicha Nethel no levantó cabeza excepto un par de veces. John no acababa de entender si era porque es una mujer tímida o porque había algo más. Fuera como fuese no le interesaba lo más mínimo: al igual que Nethel, John estaba aquel día en el bar Oblivion porque "le habían obligado".

- Llevo bastante rato esperando y tengo la garganta hecha mierda. Por cierto, acostúmbrate a éste tono porque hoy estoy bastante cabreado y estoy maldito. Sin filtros ni nada por el estilo. De mi cabeza a tus orejas.

Esa puñetera maldición... El día que se volviera a topar con aquella hada le iba a meter su cabeza cuadrada en su culo de escoba.

- La cosa es sencilla: me han pedido que te haga una entrevista, que te conozca mejor. Supongo que es como una especie de revisión y que pases mis escáneres. No serías el primer bicho raro que se mete en un grupo de místicos sólo para hacerlos volar desde dentro. Te aconsejo que no me mientas ni te guardes nada. Soy un mentiroso compulsivo desde los cinco años y te puedo captar a la legua. Es un aviso amistoso. No me lo tengas en cuenta. - "¿Dónde hay una grapadora cuando hace falta?" - Veamos...

John hizo sitio en la mesa para sacar la ficha que rellenó Nethel y ponerla entre los dos. Ya se la había leído así que sabía de memoria lo que ponía. Aquello solo era un movimiento que se suele utilizar para demostrar al "entrevistado" que tienes sus datos, o al menos los datos que ofreciste. Que sean verdad o mentira se descubriría durante la entrevista.

- Comencemos. Háblame de ti. Y por favor, nada de "es que no sé" o "no hay mucho que decir..." Entretenme.

Cinco, cuatro, tres, dos, uno... Calada. Es curioso lo mucho que decimos de nosotros mismos en poco más de dos o tres frases mediante nuestros gestos, lo que decimos, cómo lo decimos... Se puede saber mucho de una persona si uno se fija bien y en eso John era todo un experto. Los años pasados sobreviviendo a situaciones cada una más extraña y peligrosa y midiendo claramente las personas con las que se ha ido topando le han curtido para llegar a la edad que tiene. Que luego se meta en fregados peligrosísimos donde nadie le ha pedido que entre ya es cosa de su peculiar curiosidad autodestructiva.
Nethel, la chica que tenía delante, era como un libro abierto. John escribió en su palacio mental las características que formaban la personalidad de la muchacha con una facilidad que era casi insultante. Puede que fuera su curiosidad o el querer que hubiera algo más detrás de aquella manta de "normalidad" con que se cubría la muchacha, pero John empezó a pensar que tal vez había algo más escondido detrás de esos ojos. - "Y si, puede que me esté autoengañando, pero joder, es demasiado aburrido si no".

El mago volvió a echarle un ojo a la ficha que rellenó la morena, más como un acto reflejo que para revisar algún dato que se le hubiera pasado por encima.

- No hace falta que me cuentes lo difícil que fue tu infancia ni que tu adolescencia no es mucho mejor - comentó el inglés casi como un tanteo, observando la reacción de la morena por si sus conjeturas eran ciertas. De normal quien se mete en el ocultismo suele tener o una vida pasada manchada o un presente aburrido. Dos arquetipos que se repiten una y otra vez pese a ser unos clichés que tendrían que haber perdido fuelle con los años, pero no es así. Es como con las drogas: no llegas a probarlo hasta que has tocado fondo. Algunos se mienten creyendo que es por diversión. Una adicción nunca es "por diversión".

John echó un tercer vistazo a la ficha ahora si, buscando algo en concreto. El gusano de la curiosidad atacaba de nuevo, mordiendo levemente el lóbulo de su oreja y susurrándole preguntas que buscaban una respuesta.

- Aquí pone que tus tatuajes son la fuente de tu poder, y que te los concedió un ente. Háblame de esa entidad. ¿Qué clase de ser es? Y ya que estamos tengo que hacerte ésta pregunta: si eres tan novata como dices, ¿por qué has decidido unirte a Shadowpact?

Se aburría. John Constantine se estaba aburriendo con aquella entrevista. Había pasado de analizarla a adivinar cada una de sus reacciones. Era como ver un mal guión de una mala película juvenil donde cada uno de los protagonistas estaban cortados por el típico estereotipo de universitarios: el ligón, la animadora, el cerebrito, la zorra, el cachas, la buena amiga... la rarita...

El inglés levantó las piernas, las puso sobre la mesa y cuando se disponía a acomodarse para una charla que amenazaba con ser terriblemente corta, algo llamó su atención. En cualquier circunstancia la habría catalogado como una ilusión, un error visual o cualquier otro truco producto de la mente, el cansancio y una mala visión. Aún así, le dio la suficiente importancia como para quedarse quieto un segundo, entrecerrar los ojos y rebobinar dentro del palacio de su mente lo que acababa de ver, ponerlo a cámara lenta y fijarse bien.
La simple idea es absurda y a la práctica, simplemente difícil. Se necesitan años de práctica y una mente despejada para poder construirse un palacio de la memoria. John había vivido sus años, tenía la experiencia... Podía tener su pequeña sala de audiovisuales con un filtro granulado y algo borroso. Al fin y al cabo, ninguna persona normal es capaz de acceder a sus recuerdos de forma nítida. No del toda al menos. Y lo que vio fue una chispa de curiosidad. Un motivo. Una excusa.

Tal vez la rarita fuera interesante. Sólo faltaba seguir el rastro a ver hacia dónde le llevaba.

- Deja que te ilustre, cielo. Igual te sirve de ayuda - apuntó John, llevándose un cigarrillo a la boca. - Hay pocos seres que concedan pactos que se alarguen más allá de la generación pactada. La mayoría sólo lo hacen en forma de maldición por despecho, venganza y a saber. Los motivos son muchos. Tan solo escoge uno. - Acto seguido sacó sus cerillas y se encendió el pitillo, agitó la mano apagando la llama y le dio una calada desganada. - Lo presentas como "Él" por lo que no sabes su nombre, así que asumo que es listo y sabe lo que se hace. Las palabras contienen poder y los nombres control además. El nombre verdadero de alguien en las manos adecuadas puede obrar milagros, pero no para el dueño del nombre. Sumando dos y dos me vienen a la cabeza dos tipos de entidades que pueda ser "él": con el primer tipo he tratado casi poco. Sin embargo, el segundo tipo es mi especialidad.

John se quedó mirando a la muchacha, con las manos cruzada sobre el pecho, dejando un espacio de silencio. Y en silencio, echó la ceniza en el cenicero que tenía sobre la mesa.

- Querer ayudar está muy bien. Eh, pocos son los que ayudan por nada. ¿Pero sabes? Hará unos años, durante una de mis constantes borracheras hundido en la miseria decidí hacer cuentas: cogí un trozo de papel, un lápiz y escribí el nombre de todas las personas que conocía y que murieron por meterse donde nunca tendrían que haber metido las manos. Hice una bola de papel y la tiré contra la pared cuando me quedé sin sitio donde escribir. ¿Y qué te quiero decir con esto? Es putamente evidente, ¿no crees? - Ésta vez inspiró con fuerza, tomando simplemente aire para sus pulmones, sin apartar su azulada mirada de la chica. - Yo no soy quién para decirte lo que tienes que hacer, Nethel. Creo que eres mayorcita para saber que no tienes que aceptar los caramelos que te den los extraños. Si quieres formar parte de Shadowpact adelante, no te lo voy a impedir ni me inmiscuiré. Y si quieres saber algo más sobre "Él", joder, de locos el mundo está lleno: yo podría echarte una mano.

- Creo que ya sé lo suficiente. Podemos dejarlo aquí. - Más que suficiente a decir verdad. John había hecho llamar a Nethel por petición de Lissa para hacerle la entrevista, pero su intención final era convencerla para que abandonara la idea de unirse a Shadowpact. Podría ser un cabrón con ella. Podría abogar por esa indecisión y ese sometimiento que impregnaba cada poro de su cuerpo, doblegarla sin que se diera cuenta incluso usando la verdad e incluso que se fuera llorando de ahí. Una menos de la que preocuparse por si volvía en forma de recuerdo fantasmagórico que pintara con un nuevo color apagado sus noches en vela.
Esa era su intención inicial. ¿Qué cambió? Bueno, en primer lugar fue la curiosidad. ¿La segunda? Curiosidad también. Quien bien conoce a John Constantine sabrá que es un culo inquieto, y que cuando aparece un elemento sobrenatural interesante tiene que meter las narices, sea como sea. Y si por un casual puede conseguir dicho elemento a su favor o coleccionarlo, mejor que mejor.
Nethel llevaba sobre su cuerpo dicho elemento: los tatuajes que cubrían gran parte de su cuerpo visible parecían estar vivos. Las habilidades místicas que éstos le confieren parecen ser los primeros pasos de un recién nacido que no sabe hacia dónde va ni cómo hacerlo. Un pincel en manos de un novato. Un chicle y una goma de pelo que en manos de un McGyver sería una bomba de neutrones.

Sin embargo el mago tenía presente el truco: nada se gana de forma gratuita. Siempre hay un precio, una pega. Un gato encerrado capaz de sacarte la piel a tiras.
Nethel tenía pinta de ser una mujer fácil de manipular y, después de su pequeño discurso acerca de su vida no le quedaban dudas. Y después de presenciar el cambio de actitud y la posición de su cuerpo al decirle que podía ayudarla estaba más que claro: el segundo tipo, sin duda. Un sometimiento a la fuerza. Tal vez sanguino. Las teorías se amontonaban sobre su azotea pero sin la llave de Nethel no era capaz de abrir la ventana para echarles un vistazo una a una y probarlas. No iba a sacar nada más de insistir, y tal vez se ganara la ira de quien controlaba a la morena. Si al final "él" y John acababan teniendo algo más que palabras sería en otro momento y en otro lugar.

- La próxima vez que contacten contigo seguramente será una de las hermanas. Tal vez para una reunión, o tal vez por alguna emergencia. Hemos decidido ir variando el lugar de encuentro pero si quieres encontrarte con alguien de Shadowpact para conversar solo tienes que venir a éste bar, preguntar al Ken de la barra o a una de las hermanas si están y tomarte algo. Si tienes alguna pregunta ahora es un buen momento, cielo.

Bueno, eso era de esperar, ¿no? Si te unes a un grupo místico y has escuchado rumores sobre que ya se formó una o varias veces y que nunca terminaron bien, ¿no te gustaría saber si acabas de meterte en un matadero con temporizador? ¿No te gustaría saber si estás a tiempo de aceptar aquel curro de media jornada en la biblioteca que será menos estimulante, pero al menos conservarás la vida?
John miró de forma instintiva hacia la barra donde tenía a sus compañeros de grupo sirviendo copas, pasando la mopa o espantando moscardones. A ciencia cierta no sabía quién del grupo estaba mejor enterado sobre lo sucedido con Shadowpact (tal vez Lissa fuera dicha persona, o tal vez él. Todavía no habían tenido esa charla en profundidad). Se preguntó entonces el mago cuántos de aquel grupo huirían de saber la verdad.
El inglés se planteó no decirle ni mu, hacerse el loco y pedir otra birra para seguir bebiendo y mantener la boca ocupada, pero la maldición aún seguía vigente: quisiera o no quisiese tendría que decírselo, obligado a soltárselo. Podía notar los efectos de la misma subiendo por su garganta como un canal arrastrando toda la mierda acumulada en las cloacas para echarlas al río. Su último experimento tratando de mantener la mandíbula cerrada le costó un dolor de muelas terrible y una garganta cascada.

- Lo que le suele pasar a cualquier grupo de místicos que meten las narices en asuntos turbios: que al final la pierden. Sinceramente cielo, es un completo misterio. Unos apuntan a que todos murieron. Otros que se toparon con algo que no tenían que haber despertado o fueron a parar a una dimensión paralela. Los más idiotas creen que se fueron a sus casas apagando las luces al salir cuando vieron que tenían otras cosas de las que preocuparse. Le preguntes a quien le preguntes te dirán "se esfumaron" y a veces acompañada con una de esas respuestas.

Pese a estar maldito, John había encontrado algunos recovecos dentro de sus términos de uso que podía utilizar para obviar cierta información que no le apetecía comentar, como esa visión sobre si mismo con aquellos extraños símbolos en la cara como el resto de miembros. No conseguía recordarlo o tal vez, jamás lo había vivido. A veces daban ganas de rezar para que alguien le quitara esa puta bomba que tenía por cabeza, y luego se echaba atrás recordando lo mucho que la adora.

- Buena pregunta. Si, cierto. ¿Para qué formar un grupo nuevo si ya hay otros que pueden encargarse? Sabes, esa es la misma pregunta que alguien dijo en alguna parte cuando se formó la Liga de la Justicia Oscura. ¿Para qué otra liga si con la que tenemos ya nos basta? Es muy simple cielo: porque no basta. Superman puede ser todo lo fuerte que quieras y Batman puede sacarse todos los planes del mundo de su culo enfundado en keblar pero hay una verdad inamovible: nunca puedes con todo. La Liga de la Justicia Oscura se formó cuando los héroes de toda la vida vieron que pese a todo no podían con la magia. Así que un grupo de inadaptados sociales, entre los cuales me incluyo se juntó a regañadientes para sacar la basura. Y la cosa fue a más porque funcionábamos. A pesar de toda la mierda que creábamos y que a veces casi nos matamos, funcionábamos. Joder, si hasta podría decirse que fueron buenos tiempos. Y ahora, después de la colisión de universos y el mundo repartido como una pizza llevada por un inútil al volante preguntas por qué hace falta que se forme Shadowpact. Es putamente lo mismo. Éste grupo de místicos ya tenía la mala fama de meterse en causas imposibles y apañarlas lo justo para que la realidad no se fuera a la mierda. Estamos en las mismas y hace falta otro Shadowpact. ¿Que qué puede aportar éste grupo? Como le dijo Lincoln a JFK en el infierno americano, "no te preguntes qué puede hacer tu país por ti. Pregúntate qué puedes hacer tú por tu país. Es tu mejor eslogan."

Pausa, levantar el dedo para pedir otra cerveza y esperar a ver la reacción de la chica. La conversación era todo un arte. Si en lugar de ser un bar fuera el escenario de un teatro con los actores esperando tras las bambalinas la gente estaría aplaudiendo al final de cada escena.
Esperó tan sólo unos momentos antes de reemprender la conversación, porque con el tema del infierno le vino una idea a la cabeza y se la quiso exponer. O mejor dicho, recordó algo.

- Ya que he sacado el tema del infierno, voy a contarte una historia. Ya verás, te vas a reír. Pasó hace muchos años en Inglaterra. Un club privado que sólo aceptaba a los más poderosos de entre los poderosos se reunía para hacer realidad todas las mierdas infectas que tenían dentro de la cabeza entre los seguros muros de su club: asesinatos, violaciones, beber sangre de cálices, incesto... Te puedes imaginar el resto. Pues no se les ocurrió otra cosa que invocar un demonio para ponerlo en el trono de Inglaterra. Decían que para devolver la gloria al reino, quitando de en medio a los liberales, los negros y todo lo que no les gustaba para hacer un mundo de gobernantes y gobernados, y hacer lo que les plazca. Metieron al demonio dentro de un miembro de la familia real, y el mierdecilla se puso a destripar, devorar y matar cuando le entraba hambre al demonio. Incluso destrozó el propio cuerpo de su portador sólo para que le obedeciera. ¿Sabes dónde está el chiste? Que ese demonio fue el mismo que poseyó a Jack el Destripador, o mejor dicho, ERA Jack. Cien años atrás habían hecho lo mismo para acallar a unas putas y lo volvieron a hacer para acallar a las masas. ¿Sabes qué le pasó a su portador? El demonio lo destrozó de tal forma que quedó babeando en un rincón sin que nadie le viera la cara nunca más.

De nuevo, silencio, pausa, y observando su reacción. Esperaba que captara la directa.

John la taladró con la mirada. La muchacha tenía la cabeza cacha mirando la mesa. Un gesto muy común cuando alguien te está tocando la fibra sensible y no quieres reconocerlo, no quieres mirarle a los ojos, porque si lo haces pueden pasar varias cosas, y en la mayoría de ellas estallas, ya sea de una forma o de otra.
Nethel no parecía de las que se pusieran a gritar en mitad del bar diciéndole al mago que no era asunto suyo, que la dejara en paz... vamos, montando una escena. Tenía todas las papeletas de ser de las que asienten, tiemblan un poco, miran para todas partes y esperan a que todo pase.

Pero John no podía dejarlo escapar. No tal y como estaba la conversación.

- A donde terminan todas las historias relacionadas con demonios. Al infierno, ¿dónde si no, cielo? - John se terminó la cerveza de un trago que haría temblar hasta un irlandés, dejó la cerveza vacía sobre la mesa y se puso de pie, ajustándose la gabardina. - De todos modos, es sólo una historia. No le des muchas vueltas. Ahora estás en Shadowpact. Vas a aborrecer éste tipo de historias. Si tienes suerte terminarás como una vieja en el portal de su casa contando historias de miedo a los niños de los vecinos. - No era una mentira, era una posibilidad, pero ni John se la creía. Había visto demasiada mierda para creer que un miembro de Shadowpact terminara su vida de forma tranquila y "normal". Mucho menos ella, que ni siquiera se atrevía a decirle la verdad sobre el ente que le daba poder.

El camarero pasó de refilón, recogiendo la jarra vacía y dejando la cuenta. No había ni un sólo número en ella.

- Si algún día quieres contarme tu historia cielo, no te cortes. Sabes donde encontrarme.

Y con ese pequeño recordatorio, John dejó a la recién licenciada en su sitio, con la mala sangre de una mala historia para una mala situación. En general, los que se encontraban en su situación, si les dabas donde más dolía (que solía ser al final del camino) solían romper a llorar y decir todo lo que guardaban. El mago no estaba seguro si Nethel le seguiría, llevada por el pánico o si se quedaría allí sola con su propia ruta hacia el infierno.
El inglés seguiría su camino, decidiera lo que decidiera. No era su historia. No era su problema.