Blood and Steel decimocuarta edición (Priv Raven) [05-12-2018]

Trigón había sobrevivido a la Colisión de Universos.

Siempre lo había sabido; podía notarle dentro de ella, avivando e incitando a su mitad demoníaca, y podía sentir cómo su control sobre ésta cada vez se deterioraba más. Además, siempre había sido capaz de vaticinar cuando la llegada de su padre se aproximaba, y las pesadillas de las últimas noches apenas la dejaban descansar. Lo que no hubiera imaginado era que Trigón estuviera detrás de lo que había sucedido en Gotham el pasado Halloween. El hecho de que Trigón hubiera sido capaz de influir en el doctor Crane sólo podía significar que las barreras entre las diferentes dimensiones se habían debilitado tras la Colisión. De otro modo su padre jamás habría podido afectar a la Tierra sin la colaboración activa de la mitad de su alma que anidaba dentro de ella. No podía negar la angustia que ésto le provocaba; ¿es que ni siquiera en Omega iba a estar a salvo de él?

Omega le había arrebatado a casi todos sus amigos; Donna y Koriand'r no existían en éste universo, Joseph estaba muerto y ni Víctor, ni Wallace, ni Garfield, ni Roy eran los que ella había conocido. El que más se parecía era Richard... Richard Greyson siempre sería Richard Greyson, en todos los universos.

Y Trigón. Trigón siempre estaría ahí para atormentarla.

El peso de todas éstas revelaciones y de las implicaciones que traían consigo era lo que la había impulsado a abandonar la base del Monte Justicia aquella fría mañana de diciembre.

Inicialmente había vagado sin rumbo; tenía la intención de ir hacia la playa, o buscar un lugar tranquilo en donde pudiera meditar, pero la súbita intensidad de cientos de emociones aglomeradas terminaron por atraerla sin apenas darse cuenta hasta un edificio enorme en el centro del pueblo en el que una cantidad inimaginable de personas se agolpaba haciendo cola para entrar.

Por lo general, Raven evitaba las aglomeraciones, no sólo por su timidez exacerbada, sino porque cantidades demasiado grandes de emociones disruptivas tales como ira, miedo, ansiedad o estrés podían quebrar fácilmente su equilibrio interno y posibilitar el auge de su mitad demoníaca. Sin embargo, y a pesar de la gran cantidad de personas allí reunidas, Raven no notaba emociones negativas; más bien al contrario, toda aquella gente se lo estaba pasando en grande y lo que más predominaba era alegría, ilusión y excitación. Era... agradable, y se le ocurrió que, si alguna vez abandonaba la protección de los Titanes para conseguirse una vivienda propia buscaría un lugar que se encontrara cerca de algún punto focal de emociones positivas, como un teatro de comedias o musicales. Tenía que ser agradable vivir en un sitio así...

Al hilo de estos pensamientos se le ocurrió también que Richard y los demás siempre le estaban diciendo que tenía que salir más y relacionarse con otros chicos de su edad... y allí había muchos. ¿Qué podrían estar haciendo que les procuraba tanta felicidad? ¿Y por qué vestían de manera tan extraña? Movida por la curiosidad se acercó a la cola. Su aspecto no difería mucho del del resto de muchachos allí reunidos; con la larga capa con capucha y la túnica azul cualquiera hubiera podido pensar que llevaba un disfraz de hechicera.

Durante un breve instante fue como si el tiempo se detuviera. Raven experimentó la fuerza de la atracción mística que Andy estaba experimentando hacia ella y se volvió para mirarle. Por un momento, sus ojos grises se cruzaron con los azules del muchacho y pudo sentir el poder latente que emanaba de él. Entonces, se escuchó el súbito estruendo procedente del principio de la cola y el momento se rompió. Raven volvió de inmediato la cabeza en la dirección del sonido. El ruido había cesado pero el peligro persistía, podía notarlo. Se sucedieron más estrépitos, la gente comenzó a huir en desbandada y el esbelto cuerpo de la muchacha se desplomó, aparentemente inconsciente. Únicamente Andy, que había estado mirándola directamente cuando todo ocurrió, fue testigo del inmenso pájaro negro que había abandonado su ser justo antes de desvanecerse.

El ser-alma de Raven llegó en apenas un parpadeo hasta el principio de la cola, donde dos hombres encapuchados estaban disparando sobre las masas inocentes.

- ¿Por qué hacéis ésto? Nunca hay razón para la violencia -pronunció antes de abatirse sobre ellos, como un manto de fría y gélida noche.

- ¿Q... qué es eso? -exclamó uno de ellos, desviando el cañón de su subfusil hacia ella.

- ¡No lo sé! ¡Mátala! ¡Acaba con ella! -chilló el otro al tiempo que vaciaba el cargador sobre aquella forma insustancial.

- ¿Qué soy? -repitió la mujer al tiempo que envolvía al primero de los terroristas en un abrazo de ébano-. Soy la conciencia, soy la esperanza, soy una plegaria al entendimiento.

Al soltar al hombre, éste cayó completamente desmadejado, aunque no mostraba señales de heridas evidentes. El elegante espectro rápidamente se abatió sobre su compañero, envolviéndolo de la misma forma.

- Pero por lo que he podido descubrir durante mi estancia en vuestro mundo, tales plegarias no son universales. Debéis ser contenidos antes de más gente resulte herida.

La oscura silueta permaneció inmóvil como una lúgubre sombra mientras los gritos del segundo terrorista eran ahogados entre sus pliegues, mas, cuando lo soltó, pudo sentir que el peligro aún no había cesado. Aquellos dos hombres eran la retaguardia de un grupo más amplio que ya estaba en el interior del edificio, y habían bloqueado las salidas dejando encerradas dentro a cientos de personas. Pero eso no era lo que más le preocupaba, sino las armas de gran poder destructivo que era capaz de percibir. La primera bomba estaba justo en la entrada, y desapareció en la oscuridad que anidaba en el interior de la capa de Raven. Faltaban dos más. Tenía que encontrarlas y anularlas antes de que fuera demasiado tarde, ya que su ser-alma no podía estar separado de su cuerpo por más de cinco minutos. Si arriesgaba a exceder el tiempo del que le habían advertido en Azarath, se enfrentaría a horrores sin nombre. Sí, Raven temía lo que le ocurriría a todas aquellas personas inocentes si no conseguía inutilizar las bombas a tiempo, pero también temía los horrores indescriptibles a los que tendría que hacer frente si tardaba aunque fuera un segundo más de la cuenta en conseguirlo...

Apenas un par de minutos después, la segunda bomba desaparecía dentro de la gran capa de ébano y la tercera la encontró en una gran sala repleta de rehenes. Había varios hombres armados que le dispararon en cuanto la vieron, pero no perdió tiempo con ellos, no podía. No tenía más que un minuto escaso para absorber la bomba y deshacerse de ella junto con todas las demás. Sin pronunciar palabra salió volando del edificio y se desplazó a toda velocidad en dirección al mar, dejando caer las bombas todo lo lejos de la presencia humana que fue capaz. Una gran explosión hizo saltar las aguas entre una lluvia de espuma que fue visible desde el puerto, y su ser-alma regresó de vuelta hacia su cuerpo inconsciente... justo a tiempo.

La émpata abrió los ojos de golpe:

- ¡Gran Azar! ¡Hay rehenes dentro! -exclamó para quien pudiera oírla.

Las emociones la rodeaban, abrumadoras, asaltándola con la violencia de un río avasallador: dolor, temor, inquietud, preocupación... Sus ojos grises se centraron en el chico del que procedía ésta última emoción, intrigada por un detalle: la preocupación que percibía en él no procedía de un temor totalmente fundado hacia su propia integridad física, sino que se enfocaba por completo en ella y su bienestar.

Entonces cayó en la cuenta; era el mismo chico que se había detenido antes a mirarla, y en el cuál había podido detectar aquellas poderosas emociones de reconocimiento. ¿Se conocían? ¿De qué? ¿Quizá había conocido a alguna de las otras Raven que la habían precedido en otros universos? No lo sabía, pero sí que notó que su angustia disminuía considerablemente al ver que ella se levantaba y parecía encontrarse bien. Y también notó algo... una especie de poder latente dentro de él. Una vez se hubo asegurado de que estaría bien atendida en manos de Mark se fue corriendo a buscar a su amigo.

Habría querido seguirle, ayudar, pero no pudo hacerlo de inmediato. Nunca antes había estado tanto tiempo separada de su ser-alma y se encontraba mareada. Mark intentaba tirar de ella mientras le hablaba, pero ella no le escuchaba, pues se había vinculado empáticamente a Andrew para poder percibir lo que él viese y sintiese.

A través de sus ojos pudo ver el reguero de sangre y cadáveres que los terroristas habían dejado a su paso, y sintió como algo tiraba súbitamente de su interior, agitándose, retorciéndose y clamando ser liberado. Gran Azar... Tantas almas destrozadas... tantos futuros truncados... ¿Y por qué? ¿Por qué?

Un muchacho que no tendría más de quince años fue tiroteado a sangre fría por la espalda mientras trataba de huir del edificio de la convención. Sentía su dolor. Tenía los pulmones encharcados, no podía respirar... Que Azar le salvara, necesitaba su ayuda, y de un tirón brusco se deshizo del brazo de Mark. Una súbita explosión de humo negro y azufre la envolvió, y cuando el humo se disipó, ella ya no estaba, había desaparecido.

Reapareció con un efecto similar de humo negro y azufre a escasos metros del muchacho moribundo que se arrastraba agónicamente por el suelo, pero no llegó a tiempo para tratar de curarlo, porque, justo en ese instante, uno de los encapuchados le pegó un tiro en la cabeza.  

- Le habéis matado -musitó, en un tono tan bajo que prácticamente nadie pudo oírlo-. Le habéis matado, desgraciados...

La pistola detonó de nuevo y la bala salió disparada hacia Andrew. Y la bestia que clamaba y aullaba en su interior golpeó de nuevo. Pero el chico simplemente puso la mano ante sí y la bala se detuvo, demostrando que el poder que le había parecido percibir en su interior era real. Real... y poderoso. Moviéndose como un autómata se dirigió hacia el terrorista, que no podía hablar ni moverse. Pero Raven habló por él; Cuando se escucharon los chasquidos, exaló un grito agónico y cayó de rodillas al suelo. Como émpata, sentía y absorbía todo el dolor que la rodeaba, y la terrible muerte que el joven mago había procurado a aquél fanático le había causado un daño inimaginable, y fue el último acicate que necesitaba el monstruo para romper sus cadenas.

Andrew cayó al suelo, aparentemente inconsciente, y, durante un sorprendido instante, nadie se movió, hasta que, finalmente, los terroristas reaccionaron, saliendo de su estupor para apuntarle con sus metralletas.

- Muerte... -la voz temblorosa de Raven, distorsionada y fría como la misma muerte, rompió el silencio mientras la joven se incorporaba con lentitud-. Muerte... por todas partes. ¿Acaso no la sentís? -avanzó varios pasos, acercándose hasta el cuerpo yacente del mago y a los terroristas que le apuntaban con sus armas-. Apartaos de él... Apartáos... ¡ahora! -la mujer alzó la mirada y unos brillantes ojos rojos destellaron, destacando entre las tinieblas de la capucha-. ¿Es que no me habéis oído? -una mano esbelta se cernió sobre el rostro del terrorista más cercano, que gritó y dejó caer su arma al suelo al tiempo que una densa humareda negra con olor a azufre los envolvía a ambos y la silueta de un ave carmesí emergía del cuerpo de la mujer.

- Oh, Dios mío... ¿Qué le está haciendo? -tartamudeó uno de los hombres.

- ¡No os quedéis quietos como pasmarotes! -gritó otro apuntándola con su fusil-. ¡Detenedla!

La mujer se volvió hacia él y sus ojos, rojos como la sangre, se clavaron en su persona.

- Necios... Nadie puede detener a la hija de Trigón.

Extendió la mano hacia ellos y los terroristas cayeron al suelo, aullando y retorciéndose conforme cientos de terribles emociones les golpeaban y atravesaban sin piedad.

- Es hora de que probéis vuestra propia medicina -dijo la mujer con aquella voz tenebrosa-. Canalizo el dolor de los demás, absorbo sus emociones, y puedo liberar todos esos horrores sobre vosotros -afirmó, implacable, mientras los hombres gritaban clamando piedad-. ¡Sentidlos! ¡Aprended lo que es sufrir! ¡Aprended lo que es morir!

- ¡Atrás, atrás! ¡Monstruo! -uno de los terroristas, más aterrorizado de lo que había estado en toda su vida, fue capaz de reunir la suficiente presencia de ánimo como para ponerse de rodillas y tratar de disparar su subfusil, pero Raven llegó hasta él y, desde su posición superior, le puso la mano en la cara como había hecho con su compañero.

- ¿De verdad creíste que podrías amenazarme? -exclamó mientras el hombre se retorcía bajo su roce-. Estúpido mortal, soy la hija de Trigón, y si quiero puedo hacerte tragar el miedo de toda la humanidad. ¿Quieres dolor, mortal? ¡Busca en tu memoria y siente el dolor de tus víctimas! Siente su dolor, mortal, y súfrelo como nunca lo habías sufrido.

El hombre se llevó las manos a los laterales de la cabeza incapaz de soportar aquél dolor agónico y los látidos de su corazón se dispararon amenazando con reventar bajo tamaño nivel de estrés.

La mujer continuaba ajena a todo, como sumida en un terrible trance:

- He absorbido los males del mundo, he conocido el hambre y la enfermedad, he vivido con ese dolor, y ahora puedo librarme de él. Vosotros, seres despreciables, merecéis morir. Merecéis pudriros en las llamas del infierno, merecéis...

- Raven...

Aquella palabra, pronunciada con un hilo de voz entre los labios de un muchacho agonizante, logró de alguna manera atravesar la ira desatada de Trigón hasta llegar a la parte de su consciencia que aún le pertenecía. Porque era su nombre, el nombre que le había otorgado Azar, y pocas cosas hay con más poder que el propio nombre.

De nuevo dueña de sí, abrió mucho los ojos ante la visión del lamentable escenario que la rodeaba, aterrorizada ante lo que había estado a punto de ocurrir.

- Que Azar me proteja... -musitó con labios temblorosos-. ¿Qué he hecho?

No, no había sido ella, había sido Trigón, pero dicho conocimiento no le aportaba consuelo.

El ruido que hizo Andy al ponerse en pie le hizo desviar la atención hacia él, justo a tiempo para verle caer. Por puro instinto la azariana corrió en su dirección y le sostuvo antes de que llegara a golpear el suelo.

— Raven...sácame de aquí...por favor... -le rogó justo antes de perder el sentido.

Necesitaba su ayuda. Aquél muchacho desconocido que había sido capaz de llegar hasta ella a través de su nombre la necesitaba. Los terroristas estaban fuera de combate, encogidos sobre sí mismos y sollozando de terror en el suelo, las bombas ya no estaban, los rehenes habían dejado de correr peligro y las sirenas indicaban que muy pronto la situación estaría controlada. Tenía que salir de allí, retirarse a algún lugar en donde el hedor a muerte no amenazara con volver a hacerle perder el control. Un lugar en donde el dolor y el miedo no pudieran azuzar a la bestia que se escondía en su interior.

Rodeó a Andrew con su capa y la majestuosa sombra del cuervo se proyectó desde su cuerpo para envolverlos a los dos justo antes de desaparecer entre una explosión de humo y azufre.


Volvieron a aparecer instantes más tarde en una zona desierta de la playa de Happy Harbor. Raven depositó a Andrew con delicadeza sobre la arena cálida, situó sus manos esbeltas a ambos lados de su rostro, cerró los ojos y se concentró en absorber sus heridas.

Nota:

Cuando Andrew la llamó ángel, Raven experimentó un deja vu. Roy le había preguntado lo mismo cuando se había despertado a su lado en una playa muy parecida a aquella, en Newport. Sólo que la curación del arquero había sido considerablemente peor para ella, pues cuando lo encontró estaba prácticamente moribundo y había tenido que experimentar en su propio cuerpo cada hueso roto y cada órgano perforado durante los agónicos segundos que tardaba en disipar el dolor. Había estado a punto de perder la batalla contra Trigón, pero al final había conseguido expulsarle, a diferencia de lo ocurrido aquella mañana. Estaba muy asustada, aunque no permitió que ninguna emoción asomara a su rostro imperturbable. Asustada porque cada día que pasaba Trigón se hacía más fuerte en su interior, y ella más pequeña. Podía notarlo, cómo cada vez avanzaba más y más, acorralándola en su propio ser, y no sabía qué hacer ni a quién acudir, porque no creía que nadie pudiera ayudarla. Pero no debía exteriorizarlo, no podía, porque absorbía las emociones de los demás pero no le estaba permitido experimentarlas, y con una razón muy fundada, tal y como se había visto hoy.

No, definitivamente no era ningún ángel.

- Tranquilízate -dijo con suavidad, volviendo a ponerle las manos en las sienes para absorber su inquietud y su angustia, dejándole en un relajante estado de armonía y paz.  

Durante un instante temió haber tomado demasiado al ver cómo la mirada del muchacho se nublaba, tornándose ausente, pero justo en ese momento le pareció percibir algo... una presencia de gran poder, aunque no fue capaz de precisar más.

— Raven, creo que necesito tu ayuda...

La voz del joven la hizo regresar a la realidad y, al mirarle, se topó de lleno con dos orbes azules que la miraban con intensidad.

En silencio, asintió y se despojó de la capucha, echándola hacia atrás para dejar al descubierto su rostro. Tenía los rasgos afilados y angulosos, con los pómulos muy pronunciados remarcando su delgadez. El cabello era largo, negro y muy lacio, llegándole hasta más allá de la cintura, y le formaba un pico con forma de "m" en la frente, en cuyo centro resplandecía una pequeña gema roja. Tenía los ojos grises, del color del acero.

A pesar de su delgadez y su práctica ausencia de curvas, no era una chica fea, y había algo en su mirada, en la tranquilidad y la calma que irradiaba y en la suavidad de su voz, que hacía que resultara muy agradable estar en su compañía.

- Claro... Ésa es mi función en la vida, la labor para la que se me educó en Azarath: aliviar el peso de las almas. Soy una émpata; el dolor y la congoja me atraen hasta su origen y no puedo negarme a aliviarlos. Lo contrario significaría mi muerte. Pero antes, dime... -musitó, extendiendo una mano enguantada de azul para apoyarla sobre el brazo del muchacho en un gesto que buscaba ofrecerle confianza y seguridad-. Antes has pronunciado mi nombre... varias veces, pero yo no conozco el tuyo. ¿Cómo es que lo sabes? ¿Acaso nos conocemos o nos hemos visto antes?

- Bien... Andrew... Realmente es posible. Con todo lo del fenómeno Omega existe la posibilidad de que una versión tuya de otro universo hubiera conocido a otra versión mía. No sé si lo sabes, pero antes de Omega existían numerosos universos y tierras parecidas a la nuestra pero al mismo tiempo diferentes, y las versiones de nosotros mismos que habitaban en esas tierras podían haber pasado por experiencias similares o radicalmente distintas a las nuestras, y ser, por tanto, similares o muy diferentes en esencia. Al parecer dos versiones de la misma persona no pueden coexistir en el mismo universo, y es la razón por la cual, tras la Colisión, todas las versiones de nosotros mismos se fundieron en una. ¿Por qué en la tuya y no en la de otra? Ése es uno de los mayores enigmas de ésta nueva realidad que nos ha tocado vivir, uno del que, posiblemente, nunca encontremos respuesta...

Ella lo había vivido de primera mano, pues cuando se produjo la Colisión entró en coma y eso le permitió sobrevivir durante cinco días con una versión alterna de sí misma, una joven gótica a la que llamaban Rachel Roth. Durante esos días, su consciencia aletargada y la de la otra Raven estuvieron luchando para ver cuál de las dos se impondría, sin que ninguna fuera consciente de ello, y, finalmente, resultó ser la suya. En el momento en el que abrió los ojos, Rachel Roth desapareció y sólo quedó ella. Si hubiera sido al contrario, nunca habría despertado del coma.

Había tratado de mentalizarse de que no había sido culpa suya, que ella no la había matado, que se había tratado de un proceso natural del universo tratando de restablecer el equilibrio, pero seguía sin poder evitar plantearse cómo habría sido la vida de Rachel, si ella no la hubiese truncado sin pretenderlo. ¿Habría continuado su relación con Garfield? ¿Sería feliz? ¿O se sentiría igual de perdida y fuera de lugar que ella? ¿Había merecido la pena que hubiese sacrificado su vida para permitirle vivir a ella? Eran éstas por desgracia preguntas que tampoco obtendrían respuesta.

Lo importante era que, a causa del insólito hecho que permitió que, durante cinco breves días, coexistieran las dos versiones, había podido ver a través de sus ojos lo que ella veía, sentir lo que ella sentía, y por eso conservaba recuerdos de experiencias que ella jamás había vivido, como el amor que Rachel y Garfield compartían, y, según su teoría, eso era lo que podría haberle ocurrido a Andy. Sin embargo, las siguientes palabras del muchacho lo desmintieron, ya que, al parecer, el nombre se lo había dado un hombre en sus sueños, lo cual encajaba con la poderosa fuerza que le había parecido percibir justo antes de que el moreno despertara. Movió la cabeza, pensativa.

- No... Nunca he conocido a nadie que encajara con esa descripción, aunque sin contar con una imagen visual es difícil decirlo... Andrew, si me lo permitieras... Entre mis dones se encuentra la facultad para acceder a tu subconsciente. Puedo percibir imágenes, sensaciones y emociones que se encuentren en tu interior, y puedo centrarme únicamente en la información que nos interesa. Si pudiera tener una imagen de ese hombre, quizás sí podría reconocerle.

No bien hubo terminado de exponer su petición, el sonido estridente de una sirena quebró la quietud y el silencio que reinaban en la playa, y el joven mago se sobresaltó. Pudo notar la preocupación y la angustia que le invadían al pensar en sus amigos, así que hizo lo que le pedía sin pensar en las consecuencias que se podrían derivar para ella ante el hecho de regresar a aquél lugar de dolor y muerte.

Una vez allí, se dedicó a tratar de curar y sanar cuantas almas dolientes pudo encontrar, yendo de una a otra como un ángel de oscuros ropajes que se llevaba consigo el sufrimiento y el dolor de cuantos llegaban a experimentar la bendición de su cálido roce. Un súbito tornado de emociones negativas atrajo de inmediato su atención, haciéndola salir de su último trance curativo, y cuando se volvió en la dirección de aquella vorágine pudo ver que Andrew era el origen. Al parecer, había localizado a su amigo... o lo que quedaba de él.

- Andrew... lo siento -musitó apoyando una mano sobre su hombro a modo de consuelo-. No puedo hacer nada por él, pero podría, si quieres, aliviar tu dolor, llevármelo conmigo... ¿Es tu deseo?

Durante su tiempo de estancia en la Tierra había aprendido a preguntar en aquellos casos en lugar de hacerlo directamente, pues, al parecer, los seres humanos eran reacios a verse privados del dolor producido por la muerte de un ser querido, como si el hecho de olvidarlo les hiciera sentir que lamentaban menos su pérdida o necesitaran padecer ese dolor para recordarlo. Sus amigos le habían explicado que experimentar esa clase de dolor era lo que les hacía humanos, y por eso no deseaban librarse de él. Raven no estaba segura de entenderlo, pero lo respetaba, y por eso prefería preguntar.

Tal y como había supuesto, Andrew no quiso verse privado de su dolor. Raven ya había pasado por situaciones parecidas con anterioridad, y supo cómo reaccionar cuando el cuerpo del muchacho comenzó a estremecerse y a temblar. Raven era tímida, pero no podía negarse al dolor, así que se arrodilló frente al joven mago y le abrazó, ofreciéndole el consuelo que era capaz de proporcionar. No le quitó su pena, ésta era suya y le pertenecía, pero rozó levemente su frente para quitarle la angustia y el horror, reemplazándolos por una sensación de calidez y sedación para tranquilizarle y aliviar su ánimo. Aquello le ayudaría a serenarse, puesto que no había necesidad de pasar por aquél horror en toda su crudeza estando ella allí.

¿Por qué fue con él al piso de los tíos de Mark? ¿Con aquél joven extraño al que acababa de conocer? En parte era por la promesa de ayudarle que le había hecho en la playa, pero también porque no podía dejarle a su suerte en aquellas circunstancias; no cuando su alma y la de su amigo eran un foco de dolor sin atemperar, como una herida abierta que no deja de sangrar. Para Raven era como una obligación moral estar al lado de ambos hasta que su dolor remitiera. Además, su gran desconocimiento acerca del ser humano y sus mezquindades le hacían ser terriblemente confiada en ocasiones, y no había detectado maldad en ellos.

Por desgracia, su falta de habilidades junto con la tristeza y el terrible pesar que la abrumaba en su interior la hacían ser poco habladora, y como ninguno de los otros dos se encontraba con ánimo para hablar la tarde transcurrió prácticamente en silencio. Llegada la noche, Mark se acostó sin cenar y Raven se sentó a observar cómo Drake preparaba la tortilla. Desde su llegada a la tierra solía dedicar la mayor parte de su tiempo al estudio y la meditación, por lo que las tareas cotidianas del día a día, como la cocina, suponían un completo misterio para ella. Estaba acostumbrada a depender de los demás para aquellas cosas tan básicas, así que no pudo ofrecerse a ayudar.

Cuando Andrew acabó, dejó la tortilla en la mesa y se sentó en el sillón que estaba a su lado. Contemplaba la pared vacía que tenía delante, pero Raven sabía que lo que veía no era el blanco muro desnudo, sino algo infinitamente más horrible y desagradable. Raven no dijo nada, respetando su dolor. Simplemente tomó su mano entre las suyas y le acompañó en el silencio.

A medianoche, Andrew finalmente se levantó para coger la tortilla, ya fría, y guardarla en el frigorífico. A su vuelta, se sentó una vez más junto a ella, pero ésta vez en su mismo sillón.

—Raven, respecto a lo que hablamos en la playa...¿Como vamos a hacerlo? Quiero decir, ¿Como me puedes ayudar? Porque a mi no se me ocurre la forma, salvo que me enseñes a hacer magia y eso.

Era sorprendente la naturalidad con la que el muchacho aceptaba la existencia de la magia, sobretodo considerando que aquella misma mañana no era más que un chico normal y corriente que acudía con sus amigos a una convención sobre un juego de rol. Quizá precisamente que tuviera aquellas aficiones era lo que le había predispuesto a ser más abierto y tolerante ante la existencia de fenómenos que escapaban a la comprensión normal y racional de las cosas, aunque ya desde lo de Omega Raven no se sorprendía por nada, pues, ¿podía haber algo más difícil de entender y asimilar que la existencia de un sinfín de versiones alternativas de ti mismo en otros tantos universos, cada una diferente y similar a su manera, y sobretodo el hecho de saber que tras la Colisión todas y cada una de esas versiones habían terminado integrándose en tu propio ser? No, a Raven ya no le sorprendía nada, y entendía que a Andy tampoco.

- Lo que manejo es una forma de telepatía. Debes permitirme entrar en tu subconsciente; de ésta manera podré ver al hombre de tu visión y quizá averiguar quién es, por qué sabía mi nombre y por qué sueñas con él. Después, si es verdad que posees en ti la chispa de la magia podría ayudarte a desarrollarla, pero tendrías que hablarme de tu poder; qué es lo que sabes hacer y cómo funciona. Has de saber que yo misma soy una aprendiz en las artes del misticismo, pues me marché de Azarath antes de haber completado mi entrenamiento. La sacerdotisa que me formó puso siempre un énfasis mayor en el desarrollo de la empatía, así que mis demás habilidades están aún a medio formar, pese a lo cual, haré cuanto esté en mi mano por ayudarte. ¿Me permitirás, pues, entrar en tu subconsciente? Lo único que tendrías que hacer sería tumbarte en el sofá y relajarte.

Era curioso cómo habían llegado a ese nivel de confianza en tan poco tiempo, pero, por alguna razón, ella también empezaba a sentir esa extraña vinculación con él.

El muchacho apoyó la cabeza en su hombro, tal y como ella había hecho con Dick tantos meses atrás. Entonces era ella la que había estado asustada, y podía entenderle perfectamente, pues una parte de ella aún lo estaba.

- No debes temer nada... -musitó, acariciando su mejilla con suavidad y transmitiéndole calma y paz con su roce-. No corres ningún peligro conmigo. La influencia de Trigón, la parte de mí que viste en la convención, se ha mitigado. También tu intimidad se encuentra a salvo conmigo; sólo me centraré en los recuerdos que conserves del hombre que me has descrito en la playa, nada más. El subconsciente del ser humano está repleto de emociones e imágenes que vagan desaforadamente a su antojo, sin ninguna clase de control, sólo que no somos conscientes de ello, pero es durante el sueño cuando el inconsciente se libera y se llena de todos esos recuerdos y emociones que después no conservamos al despertar. Si no realizara alguna clase de criba para descartar lo que no nos interesa me perdería entre tanta información, así que pierde cuidado. Ten confianza. Ten fe.

El chico apoyó la cabeza sobre sus piernas al recostarse; por lo general, la azariana procuraba restringir el contacto físico al que que le era estrictamente necesario para poder llevar a cabo sus poderes, rehuyendo las aproximaciones más íntimas o cercanas, y se podría considerar que el gesto de Andy, al invadir su espacio personal, demostraba una confianza que no había llegado a darse entre los dos. ¿O sí? Hace apenas unas horas eran dos completos desconocidos, y sin embargo Raven no se sintió incómoda con su proximidad. Andy no la hacía sentirse azorada o violenta como le había ocurrido con Roy. Por alguna razón, se sentía cercana a él, como si le conociera desde hace tiempo, y le inspiraba una curiosa sensación de ternura que no sabía cómo explicar.

Suavemente, liberó su mano de la del chico y la apartó el cabello de la frente para poder colocar su palma en contacto con la piel de su rostro al tiempo que apoyaba levemente los dedos índice y corazón de la otra mano sobre su mejilla izquierda.

Un tenue resplandor emergió de su cuerpo, extendiéndose por el de Andy a través de sus manos hasta que ambos estuvieron recubiertos por la vibrante capa de energía mística.

Raven cerró los ojos, concentrándose en las fluctuaciones de su subconsciente. Su mente estaba repleta de autodesprecio, se regodeaba en la pena... Trató de pasar de largo todas éstas emociones negativas, pasando a través de un sinfín de imágenes borrosas hasta que, finalmente, encontró lo que buscaba: un hombre ataviado con una larga gabardina que no dejaba prácticamente nada al descubierto, de pie en un mar de bruma y niebla de color siena, como la arcilla, confiriendo una sensación opresiva y asfixiante al recuerdo. Estaba de perfil, y el cabello y las sombras impedían verle el rostro. Trató de leer sus emociones, pero no pudo.

- Azar... -musitó, para sí, haciendo un gesto de dolor, con los ojos aún cerrados-. Nunca me había pasado ésto...

Por lo general, cada recuerdo dejaba el remanente de una emoción. Incluso cuando las personas recordaban a otras personas solía estar presente la emoción que les acompañaba en aquél momento; si la persona estaba enfadada, o feliz... Pero en aquél recuerdo, Raven no era capaz de leer absolutamente nada. Nada en la actitud del hombre indicaba el menor rastro de alguna emoción, y el hecho de que su rostro permaneciera oculto impedía leer su expresión. La sensación que invadió a Raven fue similar a la que tendría un pintor famoso si de repente se encontrara ante un lienzo en blanco y no fuera capaz de encontrar la inspiración: la nada, el vacío más horroroso y absoluto...

Ya que no podía leerle, Raven trató de centrarse en los recuerdos que Andy tuviera con él. Quizá así podría obtener algo más de información.

¿Estaba dentro de un sueño? ¿Se había dormido? Lo parecía, ya que se encontraba de nuevo en la antigua base de los Titanes, esa que había desaparecido tras el Choque de Universos, aquella que tanto añoraba, pero, sin embargo, no tenía la sensación de estar dormida.

Y el Observador, aquél hombre pálido como la luz, se había desvanecido para ser sustituido por Wallace West, el único hombre que había conseguido despertar algo en su interior, algo que no había tenido más remedio que bloquear. Pero Wallace no debería estar allí...

Wallace West, el Wallace West de Omega, había regresado hacía poco de su prolongado cautiverio dentro de la Speed Force, pero el Wallace que tenía ante ella, más joven y muchísimo más serio que el muchacho afable y risueño que le había presentado Richard hacía unos días, no era aquél Wallace. Era su Wallace, y su Wallace habia dejado de existir en Omega.

Que no era real lo comprendió de inmediato, antes incluso de que el Observador hablara. Podría haberse resistido utilizando sus dotes místicas y su gran fortaleza mental, haber luchado contra aquél sueño impuesto, pero no lo hizo. En lugar de eso, simplemente se entregó y permitió que la condujeran hasta aquél lugar donde tan buenos momentos había pasado. Aquél lugar del que guardaba tan buenos recuerdos, junto al único hombre al que había llegado a amar.

Raven no era amiga del mal, pero no presentía absolutamente ninguna emoción en aquella figura, ni tampoco ninguna intencionalidad, ya fuese positiva o negativa, así que simplemente asintió y se sentó frente a él, dispuesta a escuchar lo que tuviera que decirle.

Observó que no sólo su aspecto había sido escogido para resultarle más familiar; también el lenguaje adoptado era coloquial, como si aquél ser hubiese estudiado las costumbres o hábitos humanos y tratase de imitarlos para conseguir un efecto de cercanía. Aunque Raven no entendiese del todo su jerga (en su vida había escuchado la palabra "chunga", debía ser algo que el Observador había extraído del vocabulario de Andy), las líneas generales de su discurso quedaban bastante claras.

- Te buscaba porque, al parecer, has invadido la mente de Andrew sin su consentimiento -respondió con sencillez, manteniendo su habitual gesto tranquilo e inalterado-. Quiero saber quién eres, por qué sabes mi nombre, cómo es que conoces tantas cosas sobre mí y cuáles son tus intenciones para con Andrew, ya que no puedo leerte y por tanto no soy capaz de sentir si vives para el bien o para el mal.

>>Respecto a la promesa que me pides, son altas tus exigencias considerando tu intrusión en la mente de Andrew y en mis recuerdos, y lo único que me lleva a aceptarla es la segunda premisa de tu requerimiento, pues de existir cualquier amenaza grave hacia la integridad del muchacho que pudiera derivarse de mantener el secreto no podría cumplirla. Acepta, pues, mi palabra y dime, Observador, ¿cómo debo llamarte?

No rebatió sus palabras. En su experiencia, toda clase de cosas eran posibles cuando se trataba del mundo del misticismo y lo sobrenatural. Al fin y al cabo, ella misma poseía en su interior un alma demoníaca que podría destruir el planeta si llegara a desatarse, y estaba totalmente desvinculada de su alma humana, así que lo que planteaba el Observador era totalmente factible. Además, no detectó asomo alguno de engaño en sus palabras; fue lo único que fue capaz de percibir antes de que el autodenominado "mago" le bloqueara el acceso a su mente.

- Te equivocas... Los nombres sí son importantes. Son un punto de conexión importante con el alma... Saber el nombre de alguien te da poder sobre él, y es que cada palabra tiene una vibración distinta si sabes escuchar... Pero precisamente por eso entiendo que prefieras no revelarlo -asintió, comprensiva.

A ella le pusieron Raven al nacer porque el cuervo es un ave que desde siempre ha estado vinculado con el mal, el demonio y la oscuridad. Según le había contado su madre, el día en que ella nació, los cielos color esmeralda de Azarath se volvieron negros como la muerte, el dulce olor del jazmín se transformó en el acre olor del azufre y la tierra se vio sacudida por terribles terremotos. La mayoría de los monjes se asustaron, y le pusieron ese nombre como un recordatorio constante de la amenaza que ella suponía para el mundo por el hecho de ser la hija del diablo. Uno de los azarianos, un magistrado llamado Juris, incluso intentó matarla arrojándola al vacío del espacio, pero su padre, Trigón, acabó con él en cuanto hizo el amago de abrir la Gran Puerta.

Se preguntó a qué se refería cuando afirmó haberla conocido. La manera en la que lo dijo ("pasamos muy buenos momentos"), implicaba que habían tenido una relación estrecha en el pasado, y no había duda de que el hombre la conocía, pues estaba al tanto de la maldición que la impelía a contener sus emociones, pero sin embargo a ella no le sonaba de nada, y tenía claro que no habría podido olvidar a un ser tan peculiar. ¿Acaso había conocido a la otra Raven, la del universo de aquél Richard, o a cualquiera de las infinitas dimensiones que habían existido antes de Omega? Ya no podría saberlo, pues, antes de que acertara a hacerle pregunta alguna, la devolvió a la mente de Andrew y desapareció.

Pese a sus advertencias, la azariana no hubo de afrontar ninguna consecuencia particularmente dañina, más allá de las habituales molestias del viaje interdimensional. En Azarath la habían enseñado a fluir entre dimensiones, y era algo que hacía con bastante frecuencia, por lo que estaba más que acostumbrada.

Una vez de regreso en su propio cuerpo, se quedó acariciando levemente el flequillo de la frente de Andy hasta que éste abrió los ojos y se incorporó por su propia iniciativa, mirándola expectante. Ella le habló directa y sin rodeos, como era su normal proceder:

- He conocido al ser que habita en tu mente -le explicó-. Se hace llamar "El Mago", aunque no quiso revelarme ni su nombre verdadero ni su auténtica naturaleza, mas no guardes temor, pues no percibí maldad alguna en él y de verdad creo que está interesado en tu bienestar. Me dijo que tienes un gran poder místico, algo que yo misma he llegado a intuir, y me encargó la labor de instruirte y guiarte, como en su día Azar hizo conmigo -le miró directamente con sus tranquilos y calmados ojos grises-. Soy una hechicera, Andrew, y tú también lo eres. ¿Estás dispuesto a confiar en mí y a permitir que te enseñe a controlar tus poderes?

Raven había estado prácticamente sola toda su vida. Se había criado sin padre, y a su madre no le habían permitido visitarla apenas por temor a que pudiera desequilibrar su control emocional. Además, Raven había tenido que cargar con la abismal responsabilidad de tener un demonio dentro desde muy joven, por no hablar del hecho de saber que el mismísimo Trigón era su padre. El demonio la visitaba en sus pesadillas desde los 13 años.

Por todo ésto, Raven había tenido que madurar mucho más deprisa. Mientras los demás niños jugaban en las calles ella se veía obligada a meditar para mantener su mitad demoníaca bajo control. Nunca había jugado. Nunca había tenido una infancia normal. Nunca había tenido una madre amorosa esperándola en casa. Por eso no cayó en que Andy no era libre para hacer lo que quisiera hasta que él lo mencionó. ¿Qué edad tenía? No podía saberlo con seguridad. En Azarath sería ya todo un hombre, con deberes y obligaciones, pero se obligó a recordar que en la Tierra las cosas funcionaban de manera diferente. En la Tierra, los padres cuidaban de su progenie hasta muy avanzado su ciclo vital. Los jóvenes humanos dependían por completo de su familia, pues no poseían propiedades ni ingresos propios.

En realidad, ella también dependía de los Titanes, pues tampoco llevaba nada encima más allá de su ropa cuando había abandonado Azarath, y, obligada como estaba a pasar la mayor parte de su tiempo en meditación y recogimiento tampoco había podido buscar un trabajo o aprender algo tan básico como cocinar. Así pues, la pregunta del chico cobraba total relevancia, pues ninguno de los dos podría mantener al otro por su cuenta.

Llevarlo a la base de la Young Justice le pareció precipitado. Sólo conocía a Andrew desde hacía un día, y le constaba que no todos en la base eran igual de confiados que ella. No permitirían la entrada a su escondite secreto (con sus contraseñas y claves de acceso) a un perfecto desconocido que podría traicionarles en cualquier momento, no después de lo que había ocurrido con Terra.

¿Trasladarse ella a Gotham? Podría ser. No tenía verdaderas ataduras en ningún sitio, y si los Titanes la necesitaban podría teletransportarse prácticamente en el acto a través de las dimensiones. Sí... sin duda parecía la mejor opción.

- Está bien, Andrew... Si a tus padres no les molesta, iré contigo, pero no podré ayudar en la casa... No sé limpiar ni cocinar. Y no consumo productos de origen animal. ¿Crees que será un problema?¿ ¿Qué excusa les darás?