Siguiendo la estela de las estrellas — Scottish Highlands [07 - Junio - 2018] Cullen Rutherford

En la mayoría de los casos, la decepción es provocada por la propia persona que la siente. Sin confianza, no hay desengaño, sin expectativas, no hay riesgo al desencanto. Nuestros ojos despiertan el deseo del resto de nuestros sentidos. Una tarta con buen aspecto, debe tener un sabor exquisito. Un coche con un gran diseño, debe ser rápido y silencioso. El ser humano se engaña a sí mismo constantemente, se hace promesa sobre aquello que percibe, y luego busca culpables sin ser capaz de mirarse a sí mismo…

Podía ser una de esas ocasiones. Caitlin había visto cientos de imagenes publicitarias sobre escocia, pero no recordaba haber estado allí. Tal vez, en otro mundo, con sus amigos… Pero aun así, había encontrado un trabajo que le pareció interesante. Necesitaban un programador con conocimientos de informática para un módulo de una agencia de contratación. Era un trabajo sencillo, de un par de meses, y tenía el primer mes de alquiler gratuito. El resto tenías que pagarlo tu con el salario que ganaras allí, con la posibilidad de alargar el tiempo de estancia. Si de por sí un trabajo con sueldo, de un campo que dominaba, y que le permitía moverse y cambiar de país “Para qué mentirnos, moverme constantemente, hacer más difícil que Tabula Rasa pueda encontrarme.”.

Pero a medida que se informaba sobre Escocia y veía imágenes de la hermosa región gaélica, la emoción y la expectativa crecía y bullía dentro de su pecho. Edimburgo ya parecía en sí misma una ciudad de ensueño, pero ver las verdes colinas, aquellos paisajes tan… No podía dejar de suspirar. No había podido dejar de hacerlo desde que había aceptado aquel trabajo.


Eso es lo único que pudo pensar Caitlin, cuando pisó Escocia por primera vez. El lugar era tanto como había podido fantasear, aquellos paisajes de ensueño, las ciudades salidas de cuentos de hadas… Escocia era preciosa. Y el tiempo en ella, fue increíble. El trabajo era sencillo y se le daba bien, aunque a veces se había dado alguna que otra situación embarazosa con los compañeros. Al fin y al cabo, la mayoría de las personas atribuyen un aspecto descuidado y antisocial a aquellos que trabajan en programación, y no una mujer alta, pelirroja y con aspecto de culturista. No era que estuviera acostumbrada a llamar la atención, es que, simplemente, le disgustaba. Tantos años siendo juzgada por su aspecto en una connotación negativa, que había llegado a imaginarse que el aspecto inverso llegaría a ser agradable… Pero no lo era. Se sentía juzgada y de nuevo con la constante sensación de que aquello que parecía era más importante que cómo era ella realmente.

Pero allí, se sentía en paz. Cada fin de semana, se alejaba de la urbe y exploraba las colinas, dejando que el paisaje la sorprendiera y la enamorara. Cargaba una mochila y empezaba a caminar, sin rumbo alguno, explorando los recónditos lugares que escondía el país. Pronto descubrió que el predominante verde de las Highlands le resultaba la zona más atractiva del país, y no tardó en marcar Wester Ross como su lugar favorito. Los lagos entre acantilados, surcados por colinas y arboledas, eran de aquellos lugares que podías mirar a todas partes y no ver la huella del ser humano hasta donde la vista alcanza.


Así que en cuanto pudo escapar un fin de semana, se cargó de víveres y se perdió en el horizonte. Había oído hablar de que cerca del castillo de Kyle of Lochalsh se iba a celebrar una especie de feria medieval, y la curiosidad la había llevado a intentar acercarse. Hacía tiempo que no se sentía despreocupada de la vida que en su dia a dia la llevaba a actuar con suspicacia y constante cautela. Por una vez, aquellos lugares inhóspitos le transmitían paz y se sentía libre.

Sin embargo su suerte no podía durar eternamente. Y cuando por fin llegó a su destino, descubrió que el mercado era más grande y más extendido de lo que hubiera imaginado. Por ende, los hostales y hoteles de la zona habían cumplido su cupo de hospedados y ella no tenía donde dejarse caer muerta. Se estaba planteando confiar en su endurecido cuerpo para soportar una noche a la intemperie, cuando alguien le propuso una nueva idea. Un nombre, Cullen. Era un hombre que vivía solo, tan caballeroso y galante que parecía venir de otra época. Alguien que de bien seguro podía proporcionarle un techo.

Si era un hombre que vivía por si sólo, en una masía, Caitlin supuso que sería ya un anciano. El típico hombre que tiene su própia cosecha y vive de aquello que recoge de sus propias vacas, alguien cuyos hijos han decidido mudarse a las urbes y dejarle el trabajo a él… Y sintió lástima. Se mantuvo entretenida por el viaje, imaginando las diferentes situaciones que podían llevarse a cabo. ”Que aquél hombre también hubiera hospedado otros viajeros y me tuviera que buscar la vida. Que sólo hubiera una habitación y me dijera que tenían que compartirla. Que la casa no existiera y me hubieran gastado una broma de mal gusto…

…que me hiciera dormir en el establo con las cabras. Que a cambio me tenga que vestir con un kilt. Qué… ¿Eh?” Tras mucho caminar, Caitlin miró a su alrededor. ¿No debería haber encontrado la masía a estas alturas? La imaginación había tomado las riendas durante largo rato, pero no hasta el punto de desorientar y hacerla perderse… ¿verdad?

Pero a todas luces, no había nada a su alrededor, más que el basto campo. No había indicio alguno de que hubiera una casa en los alrededores, puesto que no veía ninguna humareda. Empezaba a oscurecer y tampoco parecía que hubiera luces. Se mantuvo junto al camino, dejó el macuto en el suelo — no sin antes sacar de dentro una manzana — y se sentó sobre él, sacando el teléfono móvil para intentar usar el GPS para orientarse. Sin embargo, tampoco ahí parecía indicar si había un edificio en las inmediaciones, así que frunció el ceño, sopesando las opciones.

Si aparecía alguien por el camino, podía intentar pedir indicaciones. El pueblo estaba ahora demasiado lejos como para plantearse volver atrás. Dió un sonoro mordisco a la fruta, pensando que tal vez debería haber optado por la cena, y que tendría que acampar allí mismo. No tenía una manta, pero su chaqueta abrigaba y tal vez su propio cuerpo fuera capaz de resistir aquellas temperaturas, aunque por supuesto, no era lo más cómodo. Pero tampoco tenía muchas más opciones… Al fin y al cabo ¿Cuántas probabilidades había de que alguien fuera a pasar por allí a esas horas?

Hoy habia sido un gran día. El herrero llevaba una semana de muy buen humor y no era para menos, la feria medieval era como estar en casa. A su mente le vienen los recuerdos de las primeras semanas que estuvo trabajando para forjar la daga mágica y como los habitantes le ayudaron a integrarse con las nuevas tecnologías, aunque aun no se llevaba muy bien con ellas. Suspiro, suspiro en silencio por el oscuro camino de vuelta a su masía iluminado por una antorcha. Sabia que existía algo llamado linterna que iluminaba mas pero su caballo no se acababa de acostumbrar y ni el tampoco.

Su fiel corcel tiraba de un carro prácticamente vacío a excepción de unos sacos de patata que había comprado con las ganancias de hoy. Esta mañana su carro estaba lleno de productos artesanales que había hecho el con sus manos semanas antes, que fue cuando le comunicaron de la gran celebración que se celebraba delante del castillo que protegía el pueblo. Pero su sorpresa fue darse cuenta que en solo una mañana ya había vendido todos sus productos, mayoritariamente chicas sonrojadas ¿Estarían enfermas? Pensó el inocente caballero.  Pero su sorpresa fue mayor al encontrarse a una joven muchacha en medio del camino comiéndose una manzana y que miraba un aparato que le iluminaba la cara, seria esas cosas para comunicarse llamado teléfonos moviles.

Disculpe my lady ¿le puedo ayudar en algo? mi nombre es CULLEN STANTON RUTHERFORD, para servirla.

Le acerco la entorcha para iluminarla mejor, sonriéndole. Cullen llevaba su amada armadura junto a sus fieles escudo y espada. El joven hombre fue a la feria directamente con la armadura puesta, pero como se quedo sin nada que vender, los del pueblo le aconsejaron que se apuntara a los concursos de caballería. El de la tarde era de justas de caballeros, Cullen gano con una gran diferencia, aunque llevara tiempo sin practicarlas tenia mas experiencias que todos ellos. Cuando la muchacha se acerco a el pudo ver con claridad la dureza de su cuerpo, juraría que ni los mejores de sus hombres estaban tan fibrados como ella y eso que no llevaba armadura. ¿Qué le darían de comer a esa muchacha?

¿Hospedarte en mi morada? Por su puesto que si, no hay ningún problema, pero tengo que advertirte que desde que llegue a esa masía, ara unos cinco meses. No he tocado habitación alguna, aparte de la mía propia y el estudio. Súbete en el carro, puedes acomodarte entre los sacos de patatas.

Recordar el tiempo que llevaba ya en esta época le entristeció el corazón. Cinco meses sin saber nada de su dulce familia, cinco meses sin poderles enviarles una carta para advertirles que estaba bien y pronto volvería a reunirse con ellos. A la media hora de trote llegaron a la gran masía, perfectamente podría ser una casa de colonias. Pero antes pasaron por el establo que estaba prácticamente vacío ya que solo estaba su caballo durmiendo ahí. Bajo el primero para indicarle a la joven que ya habían llegado a su destino, apagando la antorcha en un cubo de agua de la entrada para evitar incendios.

Una voz profunda y masculina la saca de su ensimismamiento y cada ápice de cautela y preocupación se pierde ante las palabras "My lady". Caitlin alzó el rostro, su ceño fruncido por el desconcierto muy ténuemente iluminada por el brillo de su própio teléfono móvil. "¿Quién usa My lady hoy en día?". Pero no era únicamente su habla lo que parecía ser sacado del siglo pasado. Sus ropajes y armadura bien podrían haber salido de un lienzo del siglo X. "Ah, ya lo entiendo. Este tío viene de la feria. ¡Está haciendo roleplay!". Desde luego ella no llevaba las ropas más adecuadas para seguir la interpretación de aquél hombre. Y sin embargo... ¿Había dicho Cullen? ¿No era ese el nombre del hombre al que buscaba?
Pensó entonces en cual era la mejor manera de proceder. Si el hombre no había roto la interpretación al verla a ella, tal vez intentar sacarle a la fuerza podía tornarse violento, y no era que tuviera muchas ganas de ofender a quien podía darle cobijo. Así que decidió seguirle el rollo, al menos por el momento. Y si la cosa se complicaba... Como siempre lo hacía, ya lo afrontaría a su debido momento.

Así que Caitlin se alzó, guardando el teléfono en su móvil y clavó su mirada en la de aquél hombre, sonriendo de forma amistosa.

- Debe ser el destino que me cruce con vos, entonces, pues sois el caballero al que andaba buscando. Caitlin es mi nombre, mi gentil caballero, pero podéis llamarme Cat. Vengo de tierras lejanas en busca de paz, y tal era mi deseo que terminé dejando que me guiaron los pasos. Heme aquí, en mitad de la nada, sin manta ni refugio. ¿Seríais vos tan amable de acogerme en su hogar? Tan solo por esta noche, su merced, y partiré al alba. - una de sus comisuras se alzó divertida, preguntándose si su diatriba sería suficiente para que el 'buen' hombre accediera a acogerla.

Y así fue. El hombre rubio accedió a llevarla consigo a su caserón, pero para sorpresa de Caitlin le ofreció un lugar entre las patatas. El rostro de la pelirroja se debatía entre la risa y la estupefacción. ¿Qué clase de caballero te trataba de My lady y a continuación te ofrecía llevarte, cual vegetal, entre patatas? Finalmente optó por la risa, y relajó por fin los hombros.

- No se preocupe, puedo seguir andando. Estoy acostumbrada y me gusta. - No era del todo verdad, pero tampoco se lo iba a comentar a él, que probablemente tampoco le importaba. - ¿Y sólo lleva patatas? - Caitlin alzó la cabeza para mirar por encima del hombro. Un carro lleno de patatas. Digno de un buen MacDonalds. - ¿No son muchas patatas para un solo hombre? En el pueblo me dijeron que vive usted sólo y según me cuenta, parece ser cierto.

Se veía comiendo patatas para cenar y para desayunar al día siguiente. Esperaba que por lo menos Cullen tuviera espécias en su hogar, o alguna otra hortaliza o tubérculo para acompañar. "¿Me hará comer también al estilo medieval? Me veo comiendo con las manos... O con un poco de suerte, habrán superado el siglo XVII y tendremos un cubierto de madera, ni que sea.". Volvió la mirada hacia su nuevo y temporal compañero y le sonrió un instante. Tal vez habío ido a vender las patatas al mercado y no había tenido éxito. Pero eso no tenía sentido. Si fuera a vender patatas, no iría ataviado en una armadura. Había algo que aun se le escapaba.

- Dígame, Lord Cullen. ¿Qué le trae por aquí? Parece que no es usted alguien que haya vivido en estas colinas durante toda su vida. ¿Vino a prepararse para la feria medieval?

Su rostro mostro un gran asombro, hasta parpadeo un par de veces, al escuchar el habla de la joven. Era la primera vez des que llego del pasado que escuchaba a un pueblerino hablar con los mismos versos que el ¿Cómo podía negarse a cogerle refugio? Encantado le ofreció que subiera al carro y se pusiera lo mas cómoda posible, pero la oferta fue rechazada y eso que Cullen pensó que con su fuerte constitución no le importaba. La Divina estaba contenta de verlo tan eufórico, donde que había llegado solo había tenia su compañía.

Así es joven. Fui a la feria a vender todos mis artículos de artesanía pero en solo esta mañana lo he vendido todo, por eso luce tan vacio,  cambie mis hortalizas por las patatas…pero me han dado de mas… seguramente prepare puré de patatas a la vieja usanza ¿o acaso quiere deleitarme con la nueva gastronomía?

La última pregunta de la joven le entristeció, haciéndole recordar que no estaba en su época. A las primeras personas que vio les confeso su procedencia, pero como le miraban a cual loco dejo de hacerlo, inventándose una escusa mucho mas creíble que la verdad. Soltó un largo suspiro. No sabia si confiar en esa joven dama que tan amable había sido de corresponderle con los mismos versos y correr el riesgo de tomarlo como un loco.

¿Crees que se puede viajar en el tiempo?

Le pregunto después de dejar su fiel corcel en el pequeño establo y entrando en la masía. Dejo su característico abrigo rojo de piel en la entrada en una de las perchas, para luego encender la luz. Dio un pequeño salto cuando se hizo la luz en la entrada, aun no se acostumbraba a tener el sol en casa en plena noche, siempre iba con una antorcha iluminando su morada como siempre había hecho.

La pregunta inesperada la pilló por sorpresa, y el silencio se posó entre ambos. Cat no contestó al instante, pensativa, dándole vueltas a su pregunta. Parecía ser mucho más profunda que un simple comentario. Pensó que tal vez ese hombre hubiera preferido vivir en la era medieval... Pero parecía algo más. Por como entró en la casa, sin esperar respuesta, di por hecho que era una pregunta al aire, que no buscaba una respuesta, pero luego vi como prendía la luz y se sobresaltaba.

Cat había visto muchas cosas. Muchas. ¿Pero gente que se asuste al dar la luz en su propio hogar? ...¿Cuantas posibilidades podía haber de que realmente fuera alguien salido de la época medieval? Ese pensamiento siguió en la mente de Caitlin, molestando como un discreto ruido de fondo, ignorable al principio, pero molesto a medida que pasaba el tiempo. Cat no dejó la mochila en el suelo, manteniéndola firme sobre un hombro, a la espera de que Cullen le indicara el lugar que sería su habitación durante una noche.

Pasar la noche a solas, con un hombre totalmente desconocido, le hubiera parecido algo horrible en otro tiempo. Pero considerando quien era, y la confianza en si misma que le daba su poder, podía pasar por alto ese pequeño detalle. Eso no quería decir, sin embargo, que estuviera preparada en todo momento para defenderse, pues su cuerpo se mantenía instintivamente en alerta. No podía confiarse, pues todavía quedaba por demostrar que Cullen no fuera en realidad otra persona esperando el momento en que bajara la guarda para atacarla.

Y esa extraña pregunta, volvía a su mente… La cautela pugnaba en cada una de sus palabras, como si fuera un intento de recordarse a sí misma la situación en la que estaba.

- Creo… Que es posible. La teoría dicta desde hace años que es una de las barreras que estamos a punto de romper, y hay ensayos y estudios que lo sustentan, aunque no se haya llevado ninguno a cabo… que nosotros sepamos. - Añadió esta última, a la espera de ver su reacción. Al fin y al cabo, Cat había viajado en el tiempo más de una vez (Aunque ninguna de ellas voluntariamente) y una de esas veces había lanzado al mar el programa que lo hacía possible. - Creo que hay gente especialmente capacitada en este mundo. Más desde que la llamada Colisión trajera a este mundo gente de otras partes…

“Ahora, es cuando te hecha de casa. Y te escondes a dormir entre las patatas”. Pensó la pelirroja, estudiando el rostro del rubio. A malas, podía pasar la noche al raso. Si una mina Claymore no podía contra su cuerpo, se sentía capaz de soportar el frío de escocia. “Sería irónico, ¿no? Caitlin Fairchild, mujer invulnerable, muere de hipotermia por no encontrar nadie que la acogiera una noche.”

Arriban se encuentran las habitaciones.

Subió las hermosas escaleras de madera que conducían la parte de arriba, donde se encontraban los dormitorios. El hombre se paro en medio trayecto escuchando a la chica hablar esperando que la siguiera para reanudar la marcha. Una vez encontrado en el pasillo volvió a dar a la luz un poco más calmado. El pasillo era largo y ancho, para que dos personas pudieran pasar sin ningún problema, con un par de cajoneras. Las paredes (al igual que en toda la casa) eran de piedra sin pulir y el suelo de piedra caliza. Las puertas y las ventanas que dejaban entrar la tenue luz de la luna eran de robusta madera al igual que las vigas, que aparte de su función de aguantar el techo eran agradables a la vista.

Espero la muchacha y le miró fijamente pensando en todo aquello. Con ella no se sentía un hombre estúpido ni loco, es como si le creyera lo que le había dicho. La sabia voz de la Divina le dijo que podía confiar en esa muchacha ya que no desprendía ninguna aura maligna. Al llegar a su conclusión le sonrió.

¿Y tú eres una de esas personas? Yo conozco a un pero al parecer tendré que irlo a buscar yo personalmente.

Eso le hizo recordar que aquel misterioso hombre no había cumplido su parte del trato y tenía ganas de saldarlo ¿pero cómo podía hacer aquel pobre diablo? Apenas se había adaptado a la tecnología de esta época. Se acercó a una puerta y la abrió, mostrando una bonita habitación casi al final del pasillo.
Habitación
Espero que te guste, la arregle hace unos días cuando el mal tiempo me impidió seguir con mis otras labores. Por si tienes frio en los armarios hay mantas y creo que un par de mudas limpias por si os interesa.

Cuando el tiempo no le acompañaba se dedicaba a mantener la masía limpia tal como le había enseñado su esposa aunque fuera una mujer poderosa le gustaba hacerlo ella misma, pero solo el ala donde vivían ya que ni loca iban a limpiar todo el feudo. Esos recuerdos le hicieron dibujarle en su apenado rostro una sonrisa de esperanza, convenciéndose a si mismo que volvería estar junto a su familia bien pronto. Dejo pasar a Caitlin para que se acomodara y viera la habitación. Cuando estuvo lista paso un par de puertas y abrió una, mostrando un baño.

Solo dispongo de este baño, espero que sea de su agrado, cualquier cosa mi alcoba es esa de allá.

Señalo una habitación que se encontraba a la otra punta del pasillo, por lo cual indicaba que sus habitaciones estaban bien separadas dando intimidad, pensando el caballero que la dama estaría mas cómoda.

De momento esto es todo joven Caitlin, cualquier duda estaré en la cocina colocando la compra. Están bajada la escalera a mano derecha.

Agacho levemente la cabeza en modo de reverencia y bajo las escaleras para salir fuera y traerse a la cocina lo que traía en el carro para luego alimentar a su fiel caballo. Cuando acabo entro en la cocina pensando que podía cocinarle a su invitada mientras colocaba todos los tipos de cubiertos que había en los cajones. Las cucharas y los cuchillos los conocía muy bien, sin embargo eso que parecía un tridente le parecía de lo más extraño y no sabía para que servía pero lo puso igual pensando que la muchacha sabría para que servía.

"No hay patatas para tí esta noche." Se dijo a sí misma cuando el hombre pareció aceptar sus palabras con naturalidad y sin darle más vueltas al asunto. Y por no dar más vueltas al asunto, se refería literalmente a que dejó aparcado el tema para no mencionarlo más. Sin embargo había algo en él que sí había cambiado. Aquella cautela que había mostrado al sacar el tema por primera vez había desaparecido por completo, substituido por un extraño sosiego, como si hubiera decidido que podía hablar libremente. Se tomó la libertad de bromear, comentando a Caitlin si era ella una de esas personas... Pero Cat no estaba preparada para responder tan abiertamente, y se limitó a devolver una sonrisa, sin afirmar ni negar que así fuera.

Cullen terminó de mostrarle la habitación y el cuarto de baño de los que ella haría uso, y los ojos de Caitlin devoraban el lugar con avidez. Probablemente, de haber encontrado un hotel, no sería ni la mitad de maravilloso de lo que aquella masía se le antojaba, con la habitación tan acogedora y aquel hermoso cuarto de baño. Y la pelirroja tampoco se esforzó en ocultar su asombro, sonriendo constantemente y abrazando cada vez más la idea de pasar ahí la noche. ¿Y la guinda del pastel? La distancia entre sus habitaciones. Cat no salía de su asombro de que alguien que acababa de ofrecerle asilo estuviera siendo tan sumamente considerado. Su vida había sido una constante de favores y gente aprovechándose los unos de los otros, y tanto altruismo era como la ilusión de algo demasiado bueno para ser real, y una parte de ella seguía convencida de que si se confiaba, sería traicionada nuevamente.

Pero del mismo modo que más de una vez, su instinto la había alarmado de que había algo sospechoso a punto de suceder a su alrededor, esta vez, no percibía nada. La idea de que Cullen pudiera ser verdaderamente altruista y caballeroso, alguien digno que verdaderamente la ayudara porque se sintiera bien al hacerlo, era maravillosa y la asustaba a partes iguales. Antes de que pudiera añadir mucho más, Cullen la dejó sola para que pudiera ponerse cómoda y le dijo que estaría en la cocina, recolocando las compras. Así que se tomó la libertad de tomarle la palabra, abriendo la mochila y colocando la ropa que iba a utilizar esa noche y los utensilios de higiene personal sobre la mesilla, dispuestos para después de cenar. ¿Las mantas del armario? No iba a necesitarlas. Una vez todo estuvo de la manera en que le resultaba cómodo, se preparó para bajar a la cocina, dispuesta a ayudarle. No tenía muy claro cómo ni con qué, pero pese a la desconfianza, Caitlin no era el tipo de persona que se quedaba mirando mientras alguien le hacía un favor. Cullen había sido muy correcto con ella, y pensaba comportarse de la misma manera, y ser una inquilina ejemplar.

- Hey, ya me he "acomodado" - sonrió al entrar en la cocina. Había intentado no cotillear por la casa más de lo necesario, aunque todo lo que había visto hasta ahora se le hacía precioso. - Me he olvidado de mencionarlo antes... No es necesario que me llame Joven Caitlin. Con Cat es suficiente. Es como me llama todo el mundo. ¿Hay algo en lo que pueda ayudarle? Me sentiría muy incómoda si sólo miro.

"Sutil Cat. Muy sutil." se dijo a si misma, colocando ambas manos dentro de una de las bolsas. No podía intentar colocarlas en su lugar, puesto que no conocía el orden de los armarios y cada persona guarda las cosas como mejor le conviene. Eso si, hay una regla universal no escrita, el primer cajón para los cubiertos y el armario bajo el fregadero para los productos de limpieza. "Pero no he venido aquí a fregar, ni voy a comer ahora así que, aunque cierta, es información innecesaria." Cat dedicó una nueva sonrisa a Cullen, esperando no ver en sus ojos rechazo para ayudarle.

- Antes mencionó que se le habían agotado las existencias de sus artículos artesanales... Si tiene intención de preparar más, tampoco quiero robarle su tiempo, pues de bien seguro ya estará usted más que ocupado. Así que le pido humildemente que me permite ayudarle con las labores de la casa y si necesita cualquier tipo de ayuda con su artesanía, estaré encantada de poder asistirle.

Una vez lo tenía todo colocado se acordó de que tenia gazpacho en el armario de hielo; conocido normalmente como nevera. Cullen le preocupo que no hubiera suficiente para dos personas ya que no esperaba visitas, así que decidió acompañarlo con un poco de fruta troceada. De entre las frutas seleccionadas estaba la manzana y el melón. El rubio empezó con el melón, cortando dos hermosos trozos los cuales le quitaría la corteza y lo colocaría en un plato, mientras que la corteza lo echo en un saco. Cuando iba a trocear el melón en tacos la chica llego ya acomodada y dispuesta ayudar. Tardo un poco en contestarle ya que estaba pensando en que le podría ayudar. Se aparto tranquilamente del mármol donde estaba enseñándole los dos trozos de melón y dos pares de manzana, pensó que con estas piezas ya tendrían suficiente, y si no, ya cortaran más. Cullen era de los hombres que no le gustaba tirar nada de comida.

Agradezco mucho tu ayuda, si quieres puedes pelar esas manzanas y trocearlas al igual que el melón, el corazón y la piel de la manzana la puedes tirar en este saco. Yo de mientras serviré el Gazpacho ¿lo has probado alguna vez? Lo he hecho esta mañana antes de irme a la feria.

Dicho eso saco dos platos hondos de los armarios de arriba y los coloco en la mesa. A continuación saco la pequeña olla de barro que contenía la peculiar sopa fría, cogió un cucharon y comenzó a repartir en partes iguales. Como pensó no había mucho para dos personas, menos mal que fue previsor con lo de la fruta.

También se puede mojar pan en el gazpacho, eso le dará más cuerpo a la cena. Si llego a saber que venias hubiera hecho para dos.

Mientras hablaba fue a coger medio trozo de pan que había hecho la noche pasada para que por la mañana estuviera listo para el desayuno, por eso faltaba un trozo. Era el típico pan de pueblo: redondito y con una cruz en el medio para que fuera fácil partirlo con las manos. Cuando acabo de hablar le correspondió la sonrisa con otra, que menos que ser amable con alguien que ofrece tu ayuda. Para finalizar la mesa puso para ambos un vaso y una copa, junto a los cantaros que contenían agua y vino. Se sentó en la mesa esperando a su invitada para empezar a comer.

Como no sé qué te gusta beber he puesto de ambos. Sabes bien que no me quedan objetos de artesanía Cat, pero tampoco me corre prisa… ya que mañana participare en el torneo de caballeros y no tendría tiempo a vender lo poco que me daría hacer en una noche. Prefiero descansar y estar preparado para la batalla, más si has venido a vivir una aventura medieval podría ayudarla. Si le es de buen grato después de cenar podríamos elaborar pan para mañana a la vieja usanza, o si le parece galletas. Antes de irnos a dormir podríamos tallar figuritas de madera, pero no es tan fácil como parece…y sobre el cuero… no creo que le apetezca ver como mato a un cerco.

Le costó un poco explicarse con fluidez ya que estaba intentando utilizar las expresiones de esta época porque intuía que tardaría bastante en volver a casa. Cullen al acabar la explicación se preocupó de ofrecerle demasiadas cosas y atosigar a la muchacha, aunque lo del pan lo tendría que hacer con su ayuda o sin ella ¿Por qué sino que iban a desayunar? Una vez estaban los dos en la mesa comenzaron a cenar. El herrero empezó a desmigar una parte del pan en el gazpacho dejando el otro trozo para la pelirroja, removiéndolo para que el pan se empapara y comérselo. De vez en cuando picaba de las frutas con el cuchillo en vez del tenedor porque era un cubierto que desconocía.

Caitlin no tardó en ponerse manos a la obra, cortando todo aquello que Cullen le pedía. No le apasionaba la cocina, pero era una chica activa y no iba a quedarse de brazos cruzados mientras el extraño caballero lo hacía todo. Le dejó hablar, escuchando en silencio, dedicándole una sonrisa cortés cuando sus miradas se cruzaban… Pero, ¿por qué?

Había esperado que a estas alturas, Cullen hubiera intentado saciar ya su curiosidad para con los viajes temporales. Había hablado casi con miedo a ser tildado de lunático, y al encontrar alguien que no sólo le decía que era posible, si no que insinuaba que podía ser también una de esas personas, estaba manteniendo la distancia. Tal vez su propia moralidad era más fuerte que la curiosidad, queriendo preservar la privacidad de Cat antes que indagar para saciar sus intereses. O tal vez, había pasado tanto tiempo ocultando lo que quería saber, que ahora no se sentía con fuerzas de investigar.

Fuera la razón que fuera, Cullen parecía decidido a mostrar esa faceta de ser amable y caballeroso. No quería darle trabajo y consideraba que no era adecuado matar un cerdo en su presencia. ¿De dónde había salido ese tío? ¿Es que de verdad procedía de otra época?

- Yo… No le tengo pavor a la sangre, así que si hay que sacrificar un cerdo, no me preocupa que se haga en mi presencia. Me gusta el ejercicio físico, así que no tendría problema alguno en ayudarle en cualquier actividad que necesite, sea cortar leña, recoger carbón o tallar figuritas de madera. Aunque no creo que sea capaz de hacer más que un hueso para perros. - Le sonrió una vez más. Caitlin alzó un brazo junto a ella, y lo flexionó, haciendo fuerza para marcar tanto como le era posible, sus músculos. - Puede contar con que soy más de lo que aparento. Así que insisto, si necesita ayuda, puede pedirmela… O si quiere preguntarme algo más. ¿De dónde es usted, Cullen? No tiene usted acento escocés...

Colocó la fruta pelada y troceada en un plato y se dispuso a limpiar la encimera y tirar la piel, para después llevar los cubiertos que había utilizado al lavadero y proceder a seguir limpiando, incluso aquello que no había utilizado ella. Ahora, era su curiosidad la que mandaba, y quería averiguar un poco más de Cullen si iba a pasar ahí la noche. Así, si tenía que correr al establo o dormir entre patatas, podría decidirlo antes de coger demasiado apego a la idea de la mullida cama que la estaba esperando arriba.

El ex templario escuchaba atentamente a la enérgica muchacha que tenía delante de ella, preguntándose si su hija habría crecido como ella. Su dulce hija ¿habría algún momento del día en que no pensara en su pequeño ángel? La respuesta siempre seria negativa. Cuando hizo gala de su musculatura no pudo evitar sonreir, dejando de comer para contestarle sin la boca llena.

Ya veo que eres una chica con mucha energía Caitiln pero no creo que haga falta sacrificar ningún cerdo ya que embutidos estoy bien equipado. Si lo que desea es un contacto con los animales podrías ayudarme a darles de comer o ir a ver si las gallinas ya han puesto huevos.

Durante la cena Cullen llego a entender que la chica era bastante curiosa, consiguiendo trasmitirle ese sentimiento de curiosidad que había escondido para no levantar sospechas. Una vez acabo de comer recogió los platos vacíos y se puso a limpiar algo torpe mostrando que no tenia practica en el arte de limpiar.

¿Le ha gustado la cena? y vos… tú tienes razón. Mis padres eran ingleses y creo que tenía algún que otro familiar escoces, pero yo nací en España en una región que no se si aún existe…

Lo último casi lo susurro. Desde que llego no tuvo tiempo de mirar mapas, se había centrado en solo crear la daga, adaptarse a estos tiempos y encontrar pistas de cómo volver. De golpe, como un rayo de sol entre las densas nubes, le llego un fragmento de su memoria que creía casi olvidado dándole alas a su esperanza de poder volver. Paro lo que estaba haciendo para medio voltearse a mirar a la chica.

¿Conoces la palabra Shadowpact? Algún grupo, ciudad, ect, lo que sea me será de gran ayuda.

Una vez más tranquilo se volteo a terminar lo que había acabado, secándose las manos para salir de la cocina hacia el comedor entarse en uno de los cómodos sofás que reinaba la estancia. La chimenea estaba apagada ya que en la época del año que estaban no hacia falta calentar la estancia más de lo que estaba. Le sonrió un poco nervioso por la espera de la respuesta.

Aquí estaremos mas cómodos, si quieres puedo encender la chimenea, también podría traer trozos de madera para ir tallando mientras hablando.

- Dar de comer a los animales y ver si las gallinas han puesto huevos. Creo que podré con ello.

Caitlin sonrió a Cullen, alegre de que la conversación empezara a fluir con naturalidad. Desde la Colisión que había vivido en constante tensión y tener esos pequeños momentos para relajarse y tomarse las cosas con calma era una verdadera bendición. El hecho de que Cullen no pareciera incómodo ni especialmente interesado en su físico, también era una añadido a que la joven pelirroja se sintiera al fin tranquila y en calma.

Contempló con cierta ternura la torpeza del pobre hombre con las tareas del hogar. Se acercó a él, principalmente para ayudarle y hacerle la tarea más sencilla, pero poco a poco intentando quitarle el lugar.

- Permítame que le ayude yo con los platos. Es lo mínimo a cambio de estar aquí, ya que al parecer no tendré muchas más tareas con las que asistirle.

Entonces Cullen no tardó en realizar su pregunta. Irónico, que cuando Caitlin sentía que no podía ayudarle en nada pareciera que el rubio poco a poco le diera pequeñas pistas sobre cómo lograrlo.

- Lo siento, pero no reconozco el nombre. ¿Es algún tipo de organización? De ser así… No lo conozco, pero tal vez sea capaz de cambiar eso. No me es ajena la investigación y tengo fuentes y acceso a archivos policiales… Tal vez, sea capaz de averiguar un poco sobre ese grupo, si bien no datos concretos, algo que le pueda ayudar a encontrarlos. Aunque eso debería esperar a mi vuelta a Nueva York. Si tiene algún modo de permanecer en contacto conmigo las cosas serían más sencillas. De lo contrario me apuntaré la dirección de su hogar y utilizaré el correo por carta.

Eso sí lo podía hacer, esperaba. Shadowpact… Intentaría recordar el nombre e indagar un poco más a mi vuelta a América.


Cuando llegaron al comedor, Caitlin de nuevo se planteó la suerte que había tenido al no encontrar un hotel, pues aquél lugar era mejor que cualquier alojamiento que hubiera podido pagar. Aquella masia era increíble y la pelirroja se preguntaba cómo había acabado alguien como Cullen en un lugar como aquél. Claro que, tampoco era tan indiscreta como para preguntarle algo tan descarado y directo.

- Claro, puede tomar madera. Me parece bien, pero no hace falta que se moleste con el fuego. Aunque no lo parezca, resisto bastante bien las temperaturas, así que no se preocupe. ¿Va a enseñarme a tallar la madera para que pueda ayudarle? No me importaría.

Entonces por la mañana iremos a darles de comer a las gallinas.

Le sonríe y poco a poco se dio cuenta que estaba fuera de la pica secándose las manos y que la pelirroja limpiaba por ella, sorprendiéndose de su sutileza.  Cuando la muchacha le informo de su poco conocimiento sobre la organización no supo si alegrarse o entristecerse. Por una parte estaba igual que el pero por otra parecía que tenía más medios que el de encontrar dicha información. Nueva York… ¿sería la capital del nuevo mundo o con el paso de los años alguna vieja capital había tomado ese nombre. Se levantó y rebusco en uno de los cajones de la casa, sacando uno de los tantos sobres vacíos pero con la dirección de la masía apuntado. Una vez en sus manos se lo entrego.

Esta es la dirección. Pásame todo lo que encuentres por favor… y si algún día quieres volver ya sabes donde es.

Al principio sonó entre ansioso y apenado, tenia muchas ganas de encontrarse con aquel grupo y que le pudiera ayudar a volver a su tiempo con su amada familia. Luego sonó más tranquilo, no quería preocupar a la muchacha. Cuando le cogió el sobre informo que iba a por las maderas y al cabo de unos minutos trajo un cesto lleno de maderas y herramientas para el modelaje de la madera. Primero coloco un mantel para no ensuciar la bonita mesa de te que estaba delante de los sofás.

Para empezar te recomiendo que dibujes en la madera lo que quieres crear, eso te ayudara a visualizar la profundidad. ¿Recuerdas los mapas de las montañas, que están dibujadas con muchas líneas siguiendo su forma para saber cuánta altura tienen? Eso va muy bien para guiarte.

El cogió un lápiz y dibujo varios corazones uno dentro del otro, para luego girar la pieza y hacerlo por el otro lado. Cogió un diseño fácil para que Caitlin se sintiera cómoda y no se comparara su experta figura con una simple que cogería ella, normal en alguien que quiere aprender siempre cogerá una de menos dificultad.

Un corazón. La elección de la figura que Cullen le ofrecía a Caitlin era ni más ni menos un corazón.

La pelirroja contempló al rubio un largo rato, intentando decidir el significado tras la figura. Pero tras unos segundos pensando, la respuesta se hizo obvia. La actitud de Cullen para con ella había sido de lo más correcta en todo momento y suponiendo que fuera cierto que aquél hombre procediera del pasado, y fuera la mitad de caballeroso de lo que aparentaba, eso no podía ser una forma de cortejo. Más bien... Lo veía como un gesto inocente. Y si no lo era, Cullen se iba a encontrar con la mujer más complicada de cortejar de toda escocia. De todos modos, decidió darle un voto de confianza y creer en su historia, por ahora.

Se sentó a su lado y tomó el pequeño trozo de madera con los circulos de relieve a lápiz y los contempló con cautela. Estudió la distancia entre los circulos y... Bueno, tampoco hacía falta estudiarlo, ya que iba a hacer algo sencillito y tampoco le iba la vida en ello. Dejó el pedazo de madera de Cullen delante de él y tomó otro para ella. En lugar de escoger un diseño demasiado sencillo, imitó los corazones que había trazado Cullen y uno tras otro los marcó, dejando una distancia parecida aunque no exacta a los que él había hecho.

- Y, ¿perdone que le pregunte pero dónde aprendió todo esto? Quiero decir, no quisiera ofenderle. - Caitlin dejó la madera frente a ella, sus ojos buscando los de él para mantener la conversación, pero si perder de vista sus manos para poder seguir las indicaciones al cortar las figuras. - Tenía entendido que en ese entonces la gente se especializaba en una cosa en concreto y yo ya había asumido que usted era herrero. Pero también sabe de carpintería y de tratar a los animales y por su carácter y trato le hubiera juzgado un caballero. Francamente estoy sorprendida. - Le sonrió, con amabilidad.

En el bolsillo trasero de sus tejanos descansaba el sobre con la dirección que le había facilitado. Para ese entonces, Caitlin ya tenía prácticamente decidido que iba a ayudarle. Pero cuanto más conocía a Cullen... Bueno. Podríamos decir que más predispuesta se sentía a hacer el favor. Al fin y al cabo no era lo mismo socorrer a un desconocido, que a un amigo.

Espero que te agrade la figura del corazón, como todas las chicas del pueblo me pedían esta figura y es fácil de hacer pensé que te sentirías cómoda en trabajar en ella, si quieres podemos cambiar por una estrella de mar.

Cullen en ningún momento pensó que aquel inofensivo corazón pudiera significar algún sentimiento y mucho menos el romántico, por no mencionar que el cortejo estaba completamente descartado. Pero preferido explicarse para eliminar cualquier duda y proponer otra figura para que la dama escogiera. Ante aquella pregunta sonrió con dulzura sin dejar de trabajar la madera con suma lentitud para que su invitada aprendiera.

La vida te hace espabilarte y saber tocar un poco de todo. Fui templario a temprana edad, entre batallas y desplazamientos nos tocaba cuidar nuestro corcel ya que no nos iban a donar otro y hacer largas travesías a pie puede llegar a ser mortal. Cuando nos instalábamos en poblados me gustaba ayudar un poco con el ganado, era mi forma de dar las gracias por la hospitalidad que me brindaba esa noble gente.

Dijo eso ultimo un poco avergonzado al recordar la inocencia de esos tiempos.

Cuando en nuestra ardura travesía no habían poblados para resguárdanos lo hacíamos a la intemperie buscando refugio en los fúndanos bosques, donde como supondrás no habían muchas distracciones, por lo consiguiente pasábamos las horas talando figuritas de madera. Iba muy bien para mantenerte despierto si te tocaba el turno de noche. Yo no sé qué hacían mis compañeros con las figuras pero yo las regalaba a los niños del poblado que visitábamos. La herrería sabía lo básico para mantener bien afilada tu espada pero ara unos cinco años que me puso en serio en el tema de la forja.

No le iba a decir que se dedicaba a la herrería por que dios le había entregado un don, no quería que le tomara por loco por creer en semejantes milagros. La Divina se rió con dulzura ante tal ocurrencia.

Cuando supe que mi mujer esperaba un hijo mío, que resultó ser la hija más hermosa del mundo, me puso manos a la obra para tallar preciosas figuras de madera para que pudiera jugar con ellas. Les pedí a los artesanos que me enseñaran a crear sin esquinas y utilizar los mejores barnices para que no se hiciera daño. De todas las figuras que le cree la que más le gustó fue la de un caballero; decía que le recordaba a mí. Menudo trasto es.

Explico con suma dulzura y su rostro era el de un padre orgulloso de su hija, que daría lo que fuera para poder verla otra vez. El hermoso relato acabo con un sabor amargo, el de echar de menos a su familia ¿Cuántas lunas tendría que esperar para volver a estar con ellas? El ex templario quería conocer un poco más de su huésped pero no encontraba las palabras exactas. Entre ellos había una gran diferencia de siglos y aun no conocía muy bien las costumbres de esta época. Un vago recuerdo de uno de los muchachos del pueblo le vino a la mente, a lo mejor con ello podía conseguir que la muchacha hablara un poco ya que no le gustaba ser el centro de atención.

Si me permite preguntarle ¿está de vacaciones o en uno de esos largos viajes de estudios?

- Puedo sobrevivir a un corazón.

Comentó la pelirroja, con la risa endulzando su tono de voz. Al fin y al cabo, era tan sólo una figura y se veía perfectamente capaz de tallar una sin darle más significado del que verdaderamente tenía. Poco a poco sus manos se acostumbraron a los movimientos que el caballero le indicaba, y aunque su tallo no era tan delicado y perfeccionado como el de él, la fuerza inherente se lo hacía ligeramente más fácil. De hecho, le resultaba incluso más complicado controlarse para no romper el pequeño tronco entre sus dedos.

La voz del rubio acompañó el leve sonido de los cuchillos cortando la madera, ayudándoles a distraerse más de lo que la propia actividad ya lo hacía. Y Caitlin escuchó en silencio. Había sido capaz de creer su relato de que venía del pasado... Y al tener ahora todos los detalles, era capaz de imaginarse un grupo de soldados ataviados en armaduras, guiando los corceles por angostos parajes y preparándose para guerras... Una época en la que las batallas eran algo mucho más tangible y real de lo que era en esta supuesta época de paz. Aunque las batallas, las guerras civiles y entre países demostraban ser mucho más cruentas hoy en día, desde luego entonces les superaban en asiduidad. "Pero al menos entonces no tenían bombas... No me quiero imaginar una bomba atómica explotando en pleno siglo XV".

Finalmente llegó el momento de empezar con las historias personales. Cat no se atrevió a preguntar por la mujer y la hija de Cullen... Algo en la mirada del hombre y el tono de sus palabras le hacían pensar de que no había terminado bien la historia. Tal vez les hubiera sucedido algo en su época. O tal vez... Tal vez no había sucedido nada. Simple y llanamente, les había dejado atrás, gracias al efecto Omega. Tal y como ella había dejado atrás a los Gen... Caitlin bajó el corazón de madera, ya casi terminado, hasta su falda. Ese pequeño detalle en sus historias, le hacía sentir en cierto modo cercana al templario. Podía entender perfectamente su dolor. Aunque sus compañeros no fueran esposos, mujeres e hijos, eran su família.

- Yo... Comprendo lo que és. - Se aventuró a decir en voz baja. - También mi família ha quedado en otro lugar, en el que no les puedo alcanzar. No vine aquí por estudios, vine a intentar olvidar, por que no importa a qué país viaje o cuanto busque... No están. Yo fui arrastrada a este mundo en contra de mi voluntad, y todos los míos... Quedaron atrás. No tengo modo alguno de alcanzarles. Así que te entiendo, Cullen. Y creo que por eso... Haré cuanto pueda por encontrar a ShadowPact. Te doy mi palabra.

Caitlin sonrió una vez más. Desconocía si sería capaz, pero la promesa era sincera. Poco más quedaría por decir, antes de cerrar la noche y que cada uno se fuera a su propio dormitorio. Pero una cosa estaba segura. Caitlin dormiría sin el temor de estar en la casa de un desconocido. Cullen había logrado ganarse su confianza, con aquella actitud sencilla y humilde. Y Cat estaba dispuesta a recompensar aquél favor, con creces.