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Omega Universe - Foro de Rol de Marvel y DC
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[WWD] Las puertas del infierno. (Autoconclusivo). 4 de abril de 2019. Roma, Italia.
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Omega
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Mensajes : 349 Fecha de inscripción : 10/03/2014 Localización : En el último Universo Empleo /Ocio : Cronista Humor : Y, al final, todas las realidades son una...
Ficha de Personaje Alias: Nombre real: Universo:
Tema: [WWD] Las puertas del infierno. (Autoconclusivo). 4 de abril de 2019. Roma, Italia. 27th Diciembre 2016, 22:59
4 de abril del año 2019 d.C. 12:30 de la mañana, hora local. Piazza San Pietro, Città del Vaticano. Roma, Italia.
- Mi scusi, sai a che ora aprono la basilica?- El hombre se giró y vio a quien le había hecho la pregunta. Era alto y de constitución fuerte, y llevaba una capucha que le cubría hasta las cejas, dejando su rostro oculto. Su piel era de un blanco que parecía enfermo, lo que produjo un fruncimiento en el ceño de la persona a la que se había dirigido.
- Eh ... E 'aperto fino a 6:00...- El hombre pudo ver una sonrisa en el rostro del que le había preguntado.
- Grazie mille...- La figura se alejó del hombre quien sintió una especie de escalofrío recorriéndole el cuerpo y se alejó del lugar. De algún modo aquella persona le había dejado mal cuerpo. El susodicho se dirigió hacia un pequeño grupo de unas diez personas que conversaban entre ellas. Alzaron la vista al ver que este se acercaba, asintiendo con la cabeza. Cruzaron la distancia que les separaba de las enormes puertas de la basílica de San Pedro y comenzaron a subir las enormes escaleras de piedra. Aquel era un hermoso día, soleado, con pocas nubes en el cielo. Hacía el suficiente calor como para vestir con una chaqueta fina o un jersey, incluso con una camisa los más atrevidos. Los miles de turistas que se congregaban cada día en aquella plaza hacían fotos a todo, sonrientes de poder estar en uno de los lugares más emblemáticos del mundo. Venían de todos los rincones del planeta. Para algunos era un lugar de peregrinación, un templo donde de algún modo esperaban encontrar un acercamiento mayor a Dios, o simplemente cumplían un deseo o propósito que se habían puesto como meta. Muchos eran embaucados por el misticismo que vivía entre aquellas paredes o en la propia ciudad, y pocas eran las personas que se iban descontentas tras visitarla. Fuera como fuese, aquella plaza siempre estaba a rebosar, y más aún poco después de la bendición diaria que su Santidad el Papa llevaba a cabo desde la famosa ventana de sus aposentos. A las doce del medio día se asomaba y bendecía a todas las personas que se habían reunido, una tradición harto conocida por la gente, quienes buscaban recibirla y de paso ver a la persona viva más importante entre los católicos, la máxima autoridad de la Iglesia.
El pequeño grupo pasó desapercibido entre tanta multitud, demasiado ocupados en sus cosas como para darse cuenta de que alguien parecía querer entrar saltándose la cola. Un par de guardias se dieron cuenta sin embargo, y se acercaron a ellos. Se colocó entre la entrada y ellos, sonriendo y alzando una ceja.
- Buon pomeriggio! Ti posso aiutare?- Una de las personas alzó el brazo y disparó contra el guardia, matándolo en el acto. Fue un disparo limpio en la frente. El otro policía intentó desenfundar su arma en cuanto vio la escena, pero también fue abatido con un par de tiros. En cuanto los sonidos de disparos cruzaron el cielo, todo el mundo comenzó a correr y gritar en todas direcciones. Nuevos agentes corrieron en todas direcciones hasta rodear al pequeño grupo que se había congregado frente a la entrada principal a la enorme iglesia. Ocho pistolas les apuntaban en ese momento.
- Fermo! Non spostare o ti spariamo!- En ese momento, cinco de las figuras del grupo se quitaron de un tirón las ropas y quedaron al descubierto. Eran enormes simios, semejantes a gorilas, con varias piezas de metal asomando por su cuerpo. Algunos tenían armas en vez de un brazo. Con un bramido atroz se lanzaron a por los agentes del orden, y el tiroteo comenzó. Las otras cinco figuras no se detuvieron a ver el espectáculo, pues sabían de sobra cuál era el resultado. Aquellos seres habían sido modificados genéticamente para ser más resistentes, violentos y fuertes. Los policías no tenían ninguna oportunidad contra ellos. La figura que los dirigía, el tipo que había preguntado al hombre por los horarios, sacó la mano del interior de su túnica y lanzó unos polvos rojos al suelo, estallando en una densa y enorme nube carmesí. Se oyó un nuevo rugido, más fuerte que los de los gorilas, y otro de ellos se arrancó también las ropas mientras atravesaban la entrada. Era un ser nauseabundo, proveniente del rincón más oscuro del infierno, con varios ojos y tentáculos que emergían de la parte posterior de una larga cabeza acabada en unas terribles y amenazantes mandíbulas. Tenía muchos nombres, pero el más famoso era Sammael, el Desolado. Las cuatro figuras cruzaron el umbral de aquel santo lugar y Sammael se quedó fuera, cual sanguinario perro guardián, asegurándose de que nadie entrase. La nube roja comenzó a ascender y se dirigió hacia las estatuas de ángeles que descansaban en lo alto del edificio. Se introdujeron en ellas y comenzaron a moverse. Los ojos brillaron como luceros amarillos y cuatro estatuas saltaron y cayeron al suelo. Pero al hacerlo su aspecto angelical había cambiado. Ya no eran esos bellos seres con alas de pájaro, sino criaturas deformadas con las alas medio rotas. Miraron a la gente que corría y se dirigieron hacia ellas con las armas que portaban.
En el interior del enorme edificio la gente corría atropelladamente, gritando y buscando la salida más próxima a ellos. Algunos sacerdotes se asomaron en busca del origen de todo aquel caos, y tras ver a los que cruzaban el ala principal se quedaron consternados. Dos nuevos tiros y dos nuevos muertos. La figura que portaba el alma se quitó la capucha, y el rostro de Ilsa Haupstein emergió de él. Sonreía con malicia mientras veía el miedo que sembraban.
- Demasiado fácil...- Tenía un fuerte acento alemán del norte. Caminaron hasta casi el final de la basílica y entonces giraron a la derecha, en dirección al palacio apostólico. Sobre ellos la Capilla Sixtina observaba todo aquel horror. Un escuadrón de la guardia suiza hizo su entrada desde los aposentos episcopales y bloquearon su paso con las largas y amenazantes alabardas. La segunda figura se desencapuchó, y pudieron ver aquella máscara negra y brillante que cubría el rostro de ese brillante y brutal estratega conocido como Karl Ruprecht Kroenen. Dos largas y afiladas cuchillas salieron de sus brazos y de un salto cayó sobre los guardias. El espectáculo fue dantesco, sangriento y terrible. A pesar de que el ser recibió heridas no salió sangre de estas. Los guardias fueron mutilados, cercenados algunos de sus miembros. Uno de ellos intentó arrastrarse lejos de allí en busca de ayuda. No podía andar debido a que tenía los tendones de Aquiles cortados, pero no había avanzado ni cinco metros cuando una bala le atravesó el cráneo. Karl miró a Ilsa quien se encogió de hombros.- Yo también quiero pasármelo bien.-
Salieron del templo y cruzaron los verdes jardines en dirección al palacio. Un sacerdote se interpuso en su camino con los brazos abiertos en cruz.
- Esta es la casa de Dios. Váyanse, vuelvan por donde han venido y no causen más daño aquí...- La figura que lideraba a las otras tres, la que había preguntado por los horarios sonrió y, tras acercarse hasta él le apartó con un violento empujón. Su fuerza era tal que el pobre hombre no pudo evitar salir volando y caer al césped. Ilsa le disparó y no volvió a moverse más. Atravesaron una puerta de madera alta y entraron al edificio colindante. Los pasillos eran largos, con una alfombra roja que los recorría por completo. Cuadros de santos y antiguos papas decoraban las paredes, y muchas eran las puertas que lo comunicaban con las salas que había a ambos lados. Los recorrieron a buen ritmo mientras se oía por todos ellos el movimiento rápido y acelerado de gente. Cualquier miembro de seguridad que salía a su encuentro era ejecutado sin piedad. Si les disparaban Karl se encargaba de bloquear las balas para luego asesinar a quien lo había hecho. Subieron varios pisos a través de anchas escaleras elegantemente decoradas con acabados dorados. Finalmente alcanzaron una puerta al final de un pasillo con un símbolo tallado en ella. El símbolo papal. Siete guardias apuntaban directamente a la puerta. Había también un enorme escritorio de madera oscura tras el que el papa estaba sentado, con la mirada baja, murmurando algo. Sostenía un rosario con las manos. Las cuatro figuras se detuvieron. Ilsa tiraba de la última a la que sostenía por el brazo. La figura que encabezaba el grupo sonrió.
- Hola, su santidad. Es todo un honor conocerle en persona... No ha sido fácil llegar hasta aquí. Una lástima que todas esas personas hayan tenido que morir. Habría sido mucho más sencillo que se hubiese entregado en el primer momento...- Uno de los guardias hizo de portavoz del resto.
- ¡No se muevan! ¡Si dan un solo paso más les mataremos!- Pero el papa se levantó, negando con la cabeza y apoyando su mano en el hombre que tenía más cerca.
- No se derramará más sangre entre estas cuatro paredes... Me entregaré con la condición de que dejen marchar a estas personas sin dañarlas.-
- ¡Pero señor...!- El papa se acercó hasta el agente y con una sonrisa negó con la cabeza.
- Tranquilo hijo... No debes preocuparte por mí. Dios es mi aliado, él me protege.- Miró entonces a la figura que sonreía bajo la gruesa capucha y se adelantó hasta ellos. Los guardias levantaron las armas poco a poco y fueron saliendo del despacho. Pero tan pronto como hubieron abandonado aquella sala el sonido de las cuchillas de Karl resonó por el pasillo y se lanzó a por los hombres, matando a todos en una nueva horrible carnicería. El papa cerró los ojos y una lágrima resbaló por su mejilla. Se santiguó y recitó una breve oración por aquellos hombres. Entonces se volvió a la figura con el rostro serio.- La violencia sólo trae más violencia, hijo mío... Este no es el camino...-
La sonrisa desapareció del rostro de aquel hombre y sus manos descubrieron la cara. Tenía la cabeza completamente rapada y una gruesa barba negra que le cubría las mejillas y el mentón. Llevaba unos ropajes oscuros con un dragón y un pentagrama dibujado en ellos. Alargó la mano hasta dejarla a escasos centímetros del rostro del santo padre.
- Su dios le ha abandonado, santidad... No hay nadie que pueda protegerle del infierno ya... Ahora, acompáñenos...- Hablaba con remarcado acento ruso que le hacía arrastrar las palabras. La cuarta figura fue empujada junto al papa y también su rostro fue revelado. Su aspecto sin embargo distaba mucho de las personas que le acompañaban, y bajó la mirada.
- Lo siento padre... Siento que tenga que sufrir esto...- Llevado contra su voluntad, el profesor Broom había sido mantenido con vida y cuidado con un propósito. El santo padre pudo ver en sus ojos que no había maldad en ese hombre y le sonrió, apoyando su mano en el rostro del aciano.
- El señor está con nosotros... Él nos cuidará...- El pequeño grupo se puso en camino hacia el balcón por el que se asomaba siempre el papa para las bendiciones, y cuando llegaron Rasputín fue el primero en asomarse. Allí abajo pudo ver como dos de los cinco gorilas yacían muertos en el suelo en las escaleras. Otro todavía luchaba contra algunos guardias. Sammael caminaba en círculos alrededor de la puerta. Ya se había comido a un par de guardias y se preparaba para el tercero. Varios helicópteros cruzaban el cielo y en todos los medios del mundo, ya fuese la radio, internet, la televisión la noticia era retransmitida. El ataque había conmocionado al mundo y el ministerio de defensa y el ejército preparaba un escuadrón para entrar y rescatar al las personas que aún seguían allí dentro encerradas. Ilsa conectó los micrófonos y dio un paso atrás.
- Buenas tardes querido mundo... Seguramente os estéis preguntando qué ha sucedido y dónde está vuestro papa...- Con un rápido movimiento Karl se lanzó hacia delante, con la cuchilla extendida. Un fuerte chasquido metálico sonó cuando la bala de un francotirador impactó contra ella, partiéndose y evitando que alcanzase al ruso. Este asintió y se giró, indicando a Ilsa que acercase al santo padre. Rasputín le cogió por el brazo y lo mostró al mundo.- Aquí lo tenéis... Ahora está con nosotros, y estas son nuestras condiciones... Si intentan entrar le mataremos; si de algún modo encontramos que alguien pretende sorprendernos de algún modo, ya sea por aire o bajo tierra... Mataremos al santo padre... Y ahora, mi quierido hijo Hellboy... Este es un mensaje para ti. Tenemos al papa y a tu padre... Vamos señor Broom, salude a su hijo... Si quieres rescatarlos ya sabes dónde estamos. Te estaremos esperando...-
Rasputín sonrió con malicia una última vez antes de desaparecer. Volvieron a entrar y los gritos y sonidos de disparos volvieron a llenar el ambiente. El profesor tenía el rostro serio y miró fijamente al brujo a los ojos.
- Él nunca abrirá el infierno para ti, Rasputín. Le he enseñado bien. No caerá en tu trampa.-
- Pronto veremos a quién sirve su querido hijo... Muy pronto profesor...-
OCC:
Autor Hellboy.
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[WWD] Las puertas del infierno. (Autoconclusivo). 4 de abril de 2019. Roma, Italia.