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Omega Universe - Foro de Rol de Marvel y DC
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[Mini-Evento] La muerte no es el final. (Epílogo) El último adiós. (Autoconclusivo). 30 de marzo de 2019. Cementerio nacional de Arlington. Washington DC.
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Hellboy Dark Horse Universe
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Mensajes : 1081 Fecha de inscripción : 26/04/2014 Localización : Donde haya algún cabronazo Empleo /Ocio : Pateador de culos sobrenaturales a jornada completa Humor : ¡No juegues conmigo, mujer! ¡He estado bebiendo con esqueletos!
Ficha de Personaje Alias: Hellboy. Nombre real: Anung-Un-Rama. Universo: Marvel
Tema: [Mini-Evento] La muerte no es el final. (Epílogo) El último adiós. (Autoconclusivo). 30 de marzo de 2019. Cementerio nacional de Arlington. Washington DC. 27th Diciembre 2016, 21:52
OCC:
Post hecho en conjunto entre el usuario de Hellboy y el de Solaris y Rebecca Logan.
30 de marzo del año 2019. 16:30 hora local. Cementerio Nacional de Arlington. Agentes caídos en servicio. Afueras de Washington DC.
- ... Misericordioso. Dios, quien en su infinita sabiduría escribe en renglones torcidos nos recuerda la brevedad de la vida, y que debemos estar agradecidos por ella. Hoy nos hemos reunido para despedirnos, para dar el último adiós a los agentes que demostraron su valentía el día 28 de marzo defendiendo con sus vidas la organización para la que trabajaban. Una terrible tragedia que nos hace recordar el por qué luchamos cada día por un mundo mejor. Padre, en tus manos encomendamos sus espíritus para que gocen de la vida eterna a tu lado en el reino de los cielos. Rogamos por sus familias, para que en estos momentos de duelo encuentren en tus palabras o a través de amigos la fuerza y esperanza que necesitan. Padre misericordioso, cuida de todos aquellos que sufrimos la pérdida de estos, nuestros hermanos, y líbranos de los dolores que la acompañan. Amén...- El sacerdote que había recitado aquellas palabras se santiguó y ese gesto fue acompañado por todas personas que allí se habían reunido frente a todos los ataúdes cubiertos con las banderas de los Estados Unidos.
Aquel día, el cielo estaba de luto. Cubierto por unas densas y oscuras nubes, lloraba la tragedia que había acontecido en las pasadas 48 horas. La base de la Asociación de Investigación y Defensa de lo Paranormal, conocida como el B.P.R.D, fue atacada. Rasputín, un antiguo enemigo de la organización había planeado durante un año ese ataque con el fin de conseguir lo que había logrado: la destrucción de las únicas personas que habían sido capaces de pararle en el pasado. Fue durante el famoso choque de universos conocido como "efecto Omega" cuando el brujo escapó del infierno con el propósito de abrirlo de nuevo como lo había intentado hacer tantos años atrás. En un terrible pacto con el mismísimo rey de los demonios liberó a cuatro entes lo suficientemente poderosos como para ser confundidos con los jinetes del Apocalipsis. Los agentes del B.P.R.D mordieron el anzuelo y se lo tragaron. Durante todo ese tiempo centraron su atención y esfuerzos en la detención de esas viles criaturas, mientras Rasputín iba lentamente reuniendo un ejército lo suficientemente poderoso como para atacar la base y salir victorioso. Trajo de vuelta a Karl Ruppert Kroegen, un psicópata nazi casi imposible de frenar y a su amada Isla Haupstein, los principales miembros del proyecto Ragnarök. A pesar de que se trajo de vuelta a la vida al profesor Trevor Bruttenholm para avisar a los miembros de la agencia del mal que se avecinaba sobre ellos la avanzada edad del anciano le hizo caer en un coma que duraría meses. Las pocas veces que despertaba no recordaba qué había sucedido o decía palabras sueltas. Captaron un mensaje: "Muerte, Himalaya". Fue todo lo que pudieron sacar en claro de los constantes balbuceos del hombre, y viajaron al otro extremo del mundo en busca del cuarto de los jinetes. Cuando encontraron a la auténtica muerte con el ser que se había hecho pasar por ella a sus pies llegaron las explicaciones. Usaron un portal para llegar lo antes posible a la base, pero fue demasiado tarde. Esta ya había sido atacada, y todos los que estaban en ella fueron asesinados excepto el profesor, a quien raptaron para provocar al agente más importante del B.P.R.D, Hellboy, a ir tras ellos y quizá, con un poco de suerte, obligarle a abrir el infierno.
Esas fueron las últimas palabras de Manning, el antiguo director de la organización, cuyo cuerpo permanecía ahora en el interior del ataúd. Sobre la tapa estaba grabado en plateado el símbolo del puño sujetando la espada con el triángulo en la muñeca. Un hombre con muchas medallas subió al atril donde unos instantes antes había estado el sacerdote y se aclaró la garganta. Era el director del FBI llevando su traje de gala. Suspiró y asintió.
- Thomas Manning fue algo más que un compañero. Fue algo más que un director. Fue un amigo. Un hombre capaz de dar la cara por todos sus agentes a diario, protegiéndolos en cada momento que estos aparecían en la televisión o en el periódico. Fue un hombre valiente que no dudó en defender lo que creía que era justo y lo que creía que debía defender. Es cierto que en ocasiones sus decisiones podían no ser las más agradables o que muchos no las entendiésemos, pero ahora, tras todos estos años y echando la vista atrás me doy cuenta de que la razón por la que lo hacía era siempre para continuar la labor que en su momento el profesor Trevor Bruttenholm inició en un proyecto conocido como B.P.R.D. Su muerte siempre fue especialmente dolorosa para el director, quien veía en el profesor un amigo, un aliado y un guía que le enseñaba a ver más allá de las apariencias físicas de sus agentes o las personas que les rodeaban...
>> Muchos pensaréis que en la muerte todos parecemos ser maravillosos. Nuestras virtudes se ensalzan hasta la saciedad y parecemos santos a ojos de todos... Pero la verdad es que lo somos. La muerte es el siguiente paso, un peldaño por encima de este mundo, pues la muerte a pesar del dolor que deja y ese sabor amargo, es la ascensión que todos deseamos y soñamos. Nunca sabemos cuándo llegará este momento, y muchas veces por desgracia nos pilla por sorpresa, dejándonos con la sensación de no haber podido aprovechar ni enseñar o aprender todo lo que nos habría gustado. Recordemos las cosas buenas que todos estos valerosos agentes nos dieron, las risas, los buenos recuerdos, el bien que hicieron en nosotros, y no deshonremos su memoria. Ellos no lo habrían querido. Aprovechemos lo que aprendimos de cada uno de ellos en nuestra vida. Yo pienso hacerlo. Fue mucho lo que aprendí de Thomas, y aunque me habría encantado aprender más, siempre me quedará el recuerdo de todo lo que aprendí. Gracias Tom, y gracias a todos los agentes que defendieron el honor y la libertad con sus vidas. Nunca os olvidaremos.- El director del FBI se giró hacia los ataúdes y estos comenzaron lentamente a bajar. Un equipo de fusileros cargaron sus armas y dispararon al cielo mientras el "Amazing Grace" era tocado por un coro de gaitas. La solemnidad invadió a todos los presentes. Muchas lágrimas se derramaron y muchos sollozos fueron escuchados. Los únicos miembros de la organización que quedaban con vida estaban en la primera fila. Liz no intentó esconder las lágrimas que resbalaban por sus mejillas. Abe suspiró largamente, y también se pudo ver una lágrima resbalar por su azulada piel mientras los ataúdes se ocultaban lentamente. Kate lloraba amargamente, limpiándose como podía con un pañuelo tan mojado que apenas tenía efecto. Krauss no podía llorar por su naturaleza, pero sí tenía lo que podía clasificarse como un nudo en el estómago. May Sheen Woo, la agente más reciente de la organización permanecía en silencio, contagiada por la tristeza del momento. Por último, Hellboy, el agente más destacado de la organización, miraba con los puños apretados a todos aquellos a los que había considerado sus amigos. Las lágrimas también decoraron su rostro carmesí, cayendo hasta perderse en los pelos de sus largas patillas. La mano que estaba posada en su hombro se deslizó entonces al otro lado de su cuello, con firmeza conciliadora. La figura de la vaquera recortada contra el cielo gris miraba al frente, hacia donde los ataúdes descendían hasta su descanso de tierra. Había permanecido de pie, a su lado, desde que se iniciara la ceremonia. Sin moverse ni lo más mínimo, sin buscar asiento, como si esperara un duelo con un contrincante que no llegaba. No había pronunciado palabra, pero en sus ojos acuosos se veía el profundo desafío que estaba pasando para no verter ni una sola lágrima. Quizá esa fuese la manera de honrar a los caídos de la Sheriff, sin dejarse llevar por las emociones, cumpliendo con el deber, como habían hecho todos aquellos agentes de cuerpo presente.
Tres rondas de disparos. Los soldados recogieron entonces sus fusiles y se quedaron tan estáticos que parecían maniquíes. El director del FBI seguido por el subdirector y demás miembros de la organización federal se acercaron a los agentes, dándoles la mano con un saludo militar y ofreciéndoles un sincero pésame a ellos y las familias de los difuntos. Poco a poco, los familiares y amigos fueron abandonando aquel lugar, volviendo a sus casas donde aún llorarían durante días o semanas la pérdida de aquellos que habían demostrado su valor. A todos se les entregó la medalla al valor por haber dado su vida por su país contra un enemigo de la nación. Algunas familias la guardaron, otras la enterraron junto a sus hijos o hermanos. Entregaron a Abe la medalla de Manning y luego se despidieron. Poco a poco, el cementerio fue vaciándose, hasta que una hora después no quedaban más que ellos.
Todos se levantaron de las sillas, y en ese momento, la vaquera se giró hacia ellos. En silencio, se dirigió a Kate y la estrechó entre sus brazos, mientras la agente seguía sollozando. Dió la mano a Krauss, mientras la otra se apoyaba con firmeza en su hombro, y luego se giró hacia Liz. Su relación podía parecer espinosa, pero nada las detuvo de abrazarse mientras las últimas lágrimas salían de sus ojos, al llegar la hora de despedirse. Azul posó una mano sobre el hombro de la sheriff, y esta le correspondió sujetándole de la nuca. Lo acercó y susurró algo a su oído, a lo que el hombre pez asintió, apesadumbrado pero con esperanza. Luego, se dirigió hacia Hellboy. Sus ojos se encontraron. Los de la Sheriff volvían a tener ese tono del acero templado. Alzó ambos brazos, para coger su rostro anguloso y lo trajo hacia sí. Sus frentes hicieron contacto. Ella no había olvidado aquel gesto. Quizá él tampoco.
-Mi casa es vuestra casa. - fué lo único que dijo, antes de separarse de todos, echando una última mirada a los únicos supervivientes de una masacre que no quedaría impune. Lo juraba por su estrella. Se caló el sombrero sobre los ojos, y comenzó a andar hacia la salida. Necesitaban pasar ese duelo a solas, como la familia que eran.
Hellboy se acercó a la tumba del director. Los montones de tierra rodeaban los huecos y un par de trabajadores esperaban con las palas a una distancia prudencial, permitiendo unos últimos momentos de intimidad. Liz se acercó a su enorme compañero y, tras sorber con la nariz y secarse una nueva lágrima cogió un puñado de tierra y lo arrojó sobre el ataúd. Kate hizo lo mismo y se quedaron mirando aquel panorama tan desolador. Nadie dijo nada. No hacía falta que nadie dijese nada. Y entonces, como si el mismo pensamiento hubiese recorrido la mente de todos los agentes, se dieron la vuelta y se dirigieron a la salida. Los enterradores les dieron el pésame y ellos lo aceptaron con una sonrisa forzada y un asentimiento de cabeza. Cuando salieron de aquel enorme recinto Abe se acarició la nuca.
- Bueno... ¿Y ahora, qué?- Todos miraron al suelo, frotándose las manos o secándose los ojos. Menos Hellboy. Él tenía la vista fija en el horizonte.
- Ahora se acabó Abe. Ya no hay nada más. El B.P.R.D ya es historia. Somos los únicos que quedamos con vida y no tenemos nada...- Liz negó y alargó la mano hasta tocar la mejilla de su compañero, obligándole a mirarle a los ojos. Se mordió el labio inferior y sus ojos se humedecieron de nuevo.
- Eso no es verdad... Nos tenemos los unos a los otros... Y mientras nos tengamos...- Hellboy negó con la cabeza, con el puño apretado.
- Tienen a mi padre... Y no pienso descansar hasta recuperarlo... No le dejaré en manos de esos hijos de puta... No me lo arrebatarán de nuevo...- Kate tragó saliva como buenamente pudo debido al nudo que tenía en la garganta. Estaba seca, y a pesar de ello las lágrimas seguían abandonando sus ojos. Abe suspiró con tristeza y se encogió de hombros. Krauss se aclaró la garganta y todos se volvieron hacia él. Tamborileó los dedos sobre su traje metálico y un siseo provino de este.
- Aún no está todo perrdido... Por suerrte para nosotrros, hice copias de los prrincipales datos de la orrganización. Siemprre los llevo encima por si pasase algo como esto, o porr si en algún momento se borrrasen los discos durros... No tengo todo, perro si lo más imporrtante... Y hay algo más... Cuando hace unos meses la señorrita Vorrgrimler y su herrmano aparrecieron en la antigua base de Nuevo México decidí acerrcarrme a verr qué había allí... Está todo bastante destrrozado y viejo, perro los orrdenadorres todavía funcionan... Y los viejos barrracones se pueden usarr... Puede que no sea un hotel de cinco estrrellas, perro podemos empezarr a buscarr al prrofesorr desde allí...- Un pequeño brillo de esperanza brilló en los ojos de los agentes. Por fin una buena noticia. Acababan de pasar los peores días de sus vidas, o por lo menos unos realmente malos. Que Krauss les sorprendiese con aquella revelación hizo que las mujeres sonriesen un poco a pesar del dolor. Aún podían hacerlo. Aún podían salir adelante. Estaban a tiempo.- Debe rrecorrdarr, agente Hellboy, que el B.P.RR.D no está solo... Crreo que es el momento de rrecurrrirr a nuestrros aliados... Son muchos y segurramente con ganas de ayudarr...-
El demonio liberó parte de la presión que hacía con los puños tras escuchar estas palabras. Aunque seguía con la vista perdida en el horizonte, sabía que Krauss tenía razón. Una guerra se ceñía sobre el mundo y debían avisar a todos los que pudiesen. Había muchas cosas que hacer, muchos preparativos antes de que sonase el pistoletazo de salida. Aquello sólo era un contratiempo. Un realmente malo, pero no era el fin. No abandonarían al profesor a una muerte horrible ni al mundo a pesar de que este les había dado la espalda en su hora más crítica. Tardarían un par de días en recuperarse de aquello, y puede que de algún modo nunca lo terminasen de hacer, pero no era momento de rendirse ni de echarse atrás. El demonio comenzó a caminar en dirección a una enorme furgoneta que habían alquilado para viajar todos. Esperaba tener dinero suficiente en sus tarjetas como para comprar unos billetes de avión. Les tocaría limpiar la antigua base militar, ahora abandonada como un apestado o un enfermo de la lepra. Pero disponer de ese lugar era una pequeña victoria, un punto a su favor con el que seguramente no contasen sus enemigos. Cuando llegó a la furgoneta se volvió al grupo y miró a la escafandra del alemán.
- Sois conscientes de que vamos a la guerra, ¿verdad? ¿Estáis seguros de que queréis seguir adelante con esto?- Todos chistaron con la boca sonoramente, dejando bien claro que iban a llegar hasta el final de aquello, incluso si eso significaba la muerte. Subieron al vehículo y Hellboy miró una última vez en dirección al cementerio. Una lágrima solitaria abandonó su ojo y resbaló por su rostro.- Hasta siempre, queridos amigos...-
Finalmente, con todas las despedidas ya resuletas, se dirigieron al aeropuerto de la capital del país.
Horas después, un par de jeeps llevaban a los agentes de camino a la antigua base de Nuevo México. El panorama por toda esa zona era más bien desolador. Seco, árido, y el paisaje no acompañaba para buscar distracción. Los jeeps se detuvieron frente a la base militar, en cuya puerta había un grupo de gente de al menos una docena de personas. Los agentes, sorprendidos, se acercaron a ellos. De entre el grupo, una persona salió a su encuentro. Su gruesa figura alta les era familiar, acompañada de la espigada de su hermano. Recordaba a la perfección cómo había sucedido. Woodrow había pasado la llamada a su despacho. Ella respondió con corrección, colgó el teléfono… y rompió a llorar. Por suerte, nadie había estado presente para verla. Tras invertir un esfuerzo de años en su busca, y haberlos encontrado por fin, el B.P.R.D había sufrido un atentado contra la organización. Ahora no era más que cenizas. Cientos de agentes, entre ellos Tom Manning, habían perdido la vida. Pensamientos de lo más dispares le surcaron la mente entonces, empezando por buscar un protocolo adecuado de actuación, mientras el terror de poder sufrir la misma suerte le punzaba el estómago de vez en cuando. Pero no podía pensar en eso. No cuando había tanto por hacer. Todos los miembros del equipo habían sido notificados de ello, y en la MKL se declaró el luto oficial durante una semana. Esos dos días había sido incapaz de dormir nada. Pero habían tenido que tomar una determinación. No se habían manifestado como aliados en balde. Su presencia pasó desapercibida en el funeral. Quedándose detrás, esto les permitió desaparecer cuando la gente desalojaba el lugar.
- Es la opción lógica. - había dicho Björn ante las reticencias de su hermana.
Y ahora, allí estaban. Sieglinde se aproximó a los agentes, acompañada de su hermano. Uno a uno, dió el pésame, y en su expresión se leyó una profunda compunción que parecía imposible en una mujer de carácter tan comedido y reservado.
- ¿Sieglinde? ¿Pero qué hacen aquí? ¿Quién es toda esa gente?- preguntó Sapiens.
- Son los voluntarios, Agente. Miembros y estudiantes de la MKL que han venido a ofrecerles su apoyo. - el grupo les miró, cargado de respeto y tristeza compartida. La mujer, parca en palabras, procuró expresarse de manera lógica y directa. - Nuestra puerta siempre estará abierta para ustedes. Pero en estos momentos, entiendo que toda ayuda será poca. Por eso estamos aquí.-
- Perro como…- el alemán no llegó a finalizar la frase.
- Era la opción lógica. Lo habríamos hecho con o sin ustedes presentes. - el hombre se manifestó con esa brusquedad que le era típica, dejando entender a los agentes que su pretensión ya estaba decidida.
Con un golpe de aire salido de la nada, dos figuras cayeron en el suelo. Una de ellas jadeante a causa del esfuerzo. Era un joven en cuyo cuerpo brillaban unas letras que poco a poco fueron desapareciendo, hasta que su piel se tornó normal.
- Por fin estamos todos. - los ojos de la mujer surcaron el rostro de los agentes. - Tienen una decisión que tomar, agentes. Hagan lo que hagan, no están solos. - marchar lejos del hogar hacia un futuro incierto, o como el ave fénix, renacer de sus cenizas. Tenían mucho que hacer, y no sería fácil, pero ninguna buena historia ni gran viaje ha empezado siéndolo.
Al fin y al cabo, la muerte no es el final... Es sólo el principio.
[Mini-Evento] La muerte no es el final. (Epílogo) El último adiós. (Autoconclusivo). 30 de marzo de 2019. Cementerio nacional de Arlington. Washington DC.