Gatillos. Gatillos everywhere [Noah Hayden] (20-09-2018)

El estómago le rugía como una bestia hambrienta, y a pesar de pasar la mano por encima de la tripa, ésta no dejaba de agitarse y hacerle daño. Tenía tanta hambre que estaba mareándose, así que tuvo que apoyarse en una de las vigas de al obra en la que se había metido.

Era mediodía y llevaba varios sin poder llevarse nada a la boca. Y no era porque no lo había intentado pero, con el tiempo que llevaba en aquella ciudad había agotado todas sus artimañas y engañifas con los vendedores y las pequeñas tiendas. Los primeros días entraba, mangaba algo y salía sin que la vieran. Otros días hacía como si comprara algo pero realmente se estaba escondiendo otra comida bajo la ropa. Incluso llegó a montar algún follón por un producto caducado cuando la fecha era la correcta. Problemas de no saber leer y de no haber pillado el tema de los productos caducados.
Por si no fuera poco la voz corrió por toda Nueva York sobre una joven de piel aceitunada y cabellos grises que mangaba como una profesional. Ya no podía entrar en ningún comercio pequeño y en los grandes había demasiada vigilancia.
Los grupos de mendigos con los que se había topado intentaron ayudarla, enseñándole a mendigar, pero aquello no era lo suyo: Zoey era de las que tenía la cabeza bien dura, y cuando algo se le metía no salía, como su pequeño orgullo y las enseñanzas de Hueco. "Si quieres algo debes conseguirlo por ti mismo". Así es como la habían educado y así terminó, tendida en una obra mirando las nubes pasar e imaginándose que podía estirar la mano y comérselas. Su boca se hizo agua pensando en los sabores que podría esconder el cielo y sonrió como una tonta, dejando que una gota le surcara por la barbilla y la oreja.

- Zoey tene que comé ago o Zoey terminará ziendo un iugú del suelo...

Se obligó a ponerse de pie, apoyada en su bastón y haciendo la fuerza suficiente para no partirse en dos. El estómago le volvió a rugir y apretó los dientes del hambre que tenía. Las cosas estaban claras: si quería sobrevivir era momento de marcharse de Nueva York y buscar otro lugar donde poder conseguir comida.

Con ese pensamiento en la cabeza se quedó parada al escuchar unos característicos pasos no muy lejos de donde estaba ella. Por instinto se agachó, poniéndose de cuatro patas y con el pecho rozando el suelo. Se escondió tras unos tubos y esperó. Seguía escuchando esos pasos y asomó la cabeza.
Era un animal pequeño, peludo y de tres colores distintos. Los había visto alguna vez por Nueva York pero nunca ha intentado cazar uno porque no le hizo falta. Pero ahora le hacía falta.

La necesidad le pudo, y cuando el bicho estuvo cerca, Zoey le saltó encima.

- ¡GAAAAAAAAAAAAAAH!

El animal se erizó, le saltó a la cara y le dejó unos zarpazos en la frente y la nariz. Zoey empezó a gritar del dolor y se frotó con fuerza para que desapareciese. Se centró de nuevo en el hambre y abrió los ojos justo para ver el animal salir por patas.

- ¡NO! ¡TU ZER DE ZOEY! - y así fue que la mutante salió corriendo tras el gato para granjearse una buena cena.

No hacía demasiado tiempo desde que su hija Eileen hubiera desaparecido sin dejar rastro alguno, cosa que no era especialmente preocupante cuando sabías que la joven adolescente tenía el poder de abrir portales a otros mundos. Pero Eileen tenía una conexión especial con unos curiosos felinos… Y cuando los Belerithes se preocupaban por el paradero de Eileen, entonces, y sólo entonces, el doctor Hayden sabía que algo iba mal. No era propio de su hija, desaparecer sin la compañía de sus inseparables amigos.

Así que habían decidido intentar, por poco que pudieran, buscarla. Por lo pronto, los Belerithes se habían despojado de sus ropas y caminaban por las calles de Nueva York intentando pasar desapercibidos.

Parados en un callejón, se encontraban el doctor Hayden y Black, el gato Russian Blue que normalmente actuaba como guardaespaldas de Eileen. Cualquier persona que pudiera verlos, vería a un hombre de cuclillas contra la pared, mirando fijamente a un gato, casi como intentara desafiarlo. Si alguien hubiera conocido previamente al curioso felino, sabría que anda a dos patas y tiene una mirada inteligente, impropia de un animal de su especie. Y Black, que era el más tranquilo y distante de todos los Belerithes, estaba ahora nervioso. Y en realidad, Hayden, no estaba desafiando, si no intentando calmarlo.

- Puede hacerse daño, - respondió el gato, en un extraño idioma que no era de este mundo.
- Oh… Te preocupas demasiado, Black. - Respondió Hayden, su grave voz mostrando su usual calma. Estaba acostumbrado a mostrarse siempre en control, su trabajo así se lo exigía. - Estamos hablando de Eileen, si se mete en problemas, puede ir a la otra punta del mundo o incluso a otro universo con dar solamente un paso.

La mirada de Black, sin embargo, sí se mostraba ligeramente agresiva. Había vivido con Eileen ya suficientes años como para entender la manera de pensar y actuar del Doctor. Podría mostrarse tranquilo y engañaría a cualquiera que no le conociera. Pero era el primero en estar terriblemente preocupado por su hija. ¿Porqué si no iba a permitir que todos los Belerithes salieran en partida de búsqueda para localizarla? ¿Porqué había insistido en ir con ellos? Sí, a Noah no le gustaba mostrarse intranquilo, pero era bien sabido por sus compañeros felinos que estaba alterado.

Los ojos de Black se perdieron de repente al final del callejón, y Noah lentamente siguió su mirada. Su poder le permitía escuchar los pensamientos del curioso felino, y es que todos los Belerithes se comunican mediante una especie de mente de colmena. Tal vez ese fuera el motivo por el cual Noah, cuando viajó accidentalmente a su mundo, adquiriera la capacidad de escuchar telepáticamente a la gente de su alrededor, felinos incluidos. Así le había llegado a Black el pequeño aviso de socorro, y ambos miraban al final del callejón, esperando ver aparecer a Cheza. La gata Calicó de pelo largo apareció corriendo como alma que lleva el diablo utilizando sus cuatro patas, y no aminoró la marcha hasta que puedo colocarse entre las piernas del profesor. Hayden se alzó de nuevo, y Black permaneció inmóvil en su lugar, su cola moviéndose estresada, arriba y abajo, como si fuera el tic en un pie nervioso.

- Está loca, te lo digo Black, ¡está loca!
- ¡Sh! - Black la acalló, en cuanto la gata empezó a quejarse en voz alta, de nuevo usando ese idioma extranjero.
- Chicos, por favor. - El profesor miró a sus pies, y Cheza alzó sus enormes ojos amarillos, dilatados por el pánico. Su ya peluda cola estaba hinchada a causa del estrés. - Yo me encargo.

Y así, sin quitarse las manos del bolsillo, Noah esperó a que la extraña…

No, Noah no se quedó con las manos en el bolsillo. En cuanto la extraña muchacha estuvo suficientemente cerca para ver las facciones de su rostro, frunció el ceño y bajó ligeramente la montura de sus gafas, para verla directamente y no a través de los oscuros lentes. El tono de su piel era extraño, sus ojos eran extraños, sus orejas… Miró de soslayo a Black, pero el gato tenía su mirada fija en la muchacha. Y Noah, pensó en su hija, Eileen. Y que si esta chica no era humana, o venía de otro mundo, tal vez había encontrado la pista que necesitaba para rastrearla.

- ¿Estás bien? ¿Puedo ayudarte en algo? - Comentó con su voz grave en cuanto la muchacha estaba suficientemente cerca como para escucharle. Cheza, a sus pies, bufó, y Black, tensaba el lomo preparado para defenderse si resultaba necesario.

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- Comíacomíacomíacomíacomía... - La boca de la chica dejaba un reguero de saliva, de babas al imaginarse aquel suculento bocado en su boca y más importante aun, en su estómago. Los ojos se le iban, fijos en aquel animal que no dejaba de correr. Pero pobre animal porque su depredadora era Zoey, y a Zoey no había bicho que se le escapara cuando tenía TANTA hambre.

Salieron ambos de aquel solar en construcción, y corrieron calle abajo por la acera, esquivando a los transeuntes que se cruzaban con ellos. El animal lo tenía más sencillo debido a su tamaño, pero Zoey no se quedaba atrás, saltando sobre las paredes y haciendo uso de su "particularidad", dejando algunas ventanas rotas y escaparates con los cristales con grietas o ya directamente, con el vidrio en el suelo.
Por cierto, ¿hemos mencionado que Zoey corría a cuatro patas? Pues si, corría a cuatro patas, tal cual lo hacía el felino. La muchacha había aprendido en base a sus cazadores mayores, y siempre le habían dicho que todo cazador debía adaptarse a su presa si quería obtener la pieza. En aquel caso, Zoey estaba usando su agilidad y sus habilidades para parecer un gato y así poder cazarle.

El felino se metió en un callejón y la chica lo siguió, pero se detuvo cuando una figura cubrió al felino. Era un hombre de cabello claro y bastante robusto. Al verlo, Zoey frenó de golpe y se puso casi en pie, con las piernas estiradas, la espalda curvada hacia delante, una mano en el suelo y la otra sujetando el bastón que se lo había colgado en la espalda. Tenía la mirada fija en el hombre y luego se fijó en que tenía otro animal de esos con él. ¿Eran suyos? Eso no le importó cuando el rugido de su vientre hizo que le temblaran hasta los dientes. Fijó la vista en el hombre con ferocidad y poco a poco se fue levantando, doblando ambas, en una posición que recordaba a una rana, pero con los brazos elevados, el del bastón hacia atrás y el otro hacia delante en posición defensiva.

- Zoey tié ambre... - contestó la chica. Miró de nuevo al gato y luego al rubio. En cualquier otra situación habría intentado hacer algún trueque por el animal pero... no tenía nada de valor con ella, y no iba a ofrecer su cuerpo como tantos otros habían hecho: aquellos trueques siempre acababan mal. - Zoey si lleva el bixo. Apártate o Zoey tendrá que piyarlo a la fuerza.

No iba de broma: Zoey emitió un gruñido parecido a un animal de caza y flexionó un poco más las rodillas, preparándose para saltar.

El pelo de Cheza se erizó y se alzó sobre los cuartos traseros, y Black caminó lentamente hasta colocarse delante de ella, en actitud protectora. En ningún momento se le había pasado por la cabeza permitir que esa muchacha, que se refería a sí misma como Zoey, pudiera intentar merendarse a cualquiera de sus compañeros. Porque eso era lo que creía que quería la mujer, pues tuvo que, mentalmente, repasar dos veces la conversación para asegurarse.

Con el inglés tan pijo y refinado propio del Reino Unido, Noah intentó sonreírle a la muchacha, alzando ambas manos en gesto de indefensión y calma. El pequeño gato negro, mientras tanto, mantenía el vínculo telepático apremiando al resto de sus compañeros a reunirse en aquél lugar.

- Vale, Zoey tiene hambre… Pero Zoey no puede comer a los gatos. No son gatos comunes y no tengo muy claro que sean comestibles.

Casi como si comprendiera el idioma inglés, Black también se alzó sobre dos patas, adoptando una posición impropia de los pequeños mamíferos y mirando a Zoey en alerta sin apartar la mirada de ella y Cheza se quedó con la vista fija en Noah.

- ¿Qué? ¿Quéquéqué? ¿Qué deciis, que pasa? Que no me toque, que le arranco un párpado. Dile que no me coma. Díselo, que si me come le araño el estómago desde dentro, y le muerdo las entrañas.
- Pero… Si me ayudas, Zoey, - siguió el profesor, intentando no distraerse aunque Cheza siguiera hablando de las cosas que haría si era devorada por Zoey - tal vez pueda ayudarte. Puedo darte de comer. ¿Suena bien eso? ¿Me respondes a un par de preguntas y a cambio te ofrezco comida?

Cheza a su lado también estaba de pie, contemplando a sus compañeros, tanto animal como humano, con los enormes amarillos dilatados de terror. Los gatos seguían parloteando en su curioso idioma y finalmente Hayden también hizo uso del mismo para poder comunicarse con ellos.

- Desaconsejo tratar con ella, Noah… No parece muy avezada a mantener en vereda sus instintos y no la quiero cerca de los nuestros. Es un peligro innecesario.
- Pero puede saber algo de Eileen, y puede ayudarnos. - respondió siempre tranquilo el doctor. Black frunció el hocico. - Además nos veo perfectamente capaces de defendernos contra ella… No sabe que está en tanta desventaja numérica.

Poco a poco y a medida que avanzaran las agujas del reloj, seis gatos más irían acercandose al callejón, aparentemente a husmear. Pero todos observarían a Zoey, alerta y preparados para vigilar qué sucedía y actuar en consecuencia... Si fuera necesario.

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La forma de hablar que tenía aquel hombre era rara, muy rara para el oído de Zoey. ¿Por qué acentuaba tanto las vocales? ¿Y ese deje al final de cada frase? ¿Le pasaba algo raro a la boca o lo tenía en la cabeza? Le recordaba un poco a Troy el Zamcuerdas, que murió a manos de unos saqueadores cuando éstos pensaron que el tipo se estaba burlando de ellos tratándolos de idiotas. Nunca supieron que Troy tenía un problema en la garganta que le obligaba a hacer vibrar sus cuerdas bocales de forma intensa para calmar el dolor. Pobre Troy...

Zoey se puso tensa cuando el hombre le dijo que no podía comerse los gatos. Se quedó mirando a los animales, frunciendo el ceño. ¡Eso no era un gato! Los gatos eran más grandes, más peludos y con unos dientes que sobresalían de su boca al punto de rasgar su propia carne. Pero... quizás esos eran otro tipo de gatos que pululaban en aquel universo. Desde que llegó no paraba de ver cosas raras y criaturas extrañas, por no hablar de los humanos que poblaban la ciudad.
De todas formas, a Zoey no le gustó el tono de aquel hombre.

- ¡Tú no le dise a Zoey lo que pue y no pue hacé! Si Zoey tiene ambe, Zoey caza y come. Es ley de vida. Es ley de ma fuerte.

Estaba preparada para saltar y atacar al hombre para poder llevarse la comida. El hambre no le dejaba razonar con suficiente claridad. Sin embargo el hombre con la lengua rara siguió hablando y Zoey se destensó levemente cuando le escuchó decir que le daría comida. ¡Comida! ¿Iba en serio? ¿Le iba a dar de comer? ¿No sería un farol para poder atraparla y hacer a saber qué con ella? Parecía ser el dueño de aquellos animales. Tal vez estuviera airado porque la mutante había intentado cazar a una de sus reses.
El hombre sólo quería hacerle unas cuantas preguntas y luego le daría de comer. Bueno, no sonaba como una mala idea. Sin embargo su instinto le decía que no se fiara de él.

-Hmmm..... Ta bien. - Con un ágil movimiento, Zoey se puso a dos patas, recta. Hizo girar su bastón y sosteniéndolo con una mano, lo clavó en el suelo (no literalmente). - Tu pregunta a Zoey, peorubio, y lué le da de comer. Enga, suelta lo que quiera preguntar. - La mano bien aferrada al bastón y la otra preparada por si tenía que reaccionar a un posible ataque, o a una emboscada: aquel sitio era perfecto para atacar por la espalda y por arriba. Tendría que estar atenta al movimiento de la materia a su alrededor, por si había algún cambio.

A pesar de la hambruna que claramente estaba guiando los pasos de la joven, Hayden había logrado retener su atención lo suficiente para poder proponerle un trato, algo de su tiempo e información a cambio de sustento.

La realidad es que probablemente, incluso sin darle la información a cambio, Noah hubiera intentado ayudarla de todos modos. Parecía joven — pese a todas las rarezas físicas — y una chica de su edad, en las calles y pasando hambre, reblandecen levemente su corazón inglés. Miró a Cheza y Black con una mirada tranquila y la gata se paseó junto a su compañero, tensa, con el rabo alzado y completamente bufado como si se tratara de una escobilla y bufando ocasionalmente a la joven mutante. Por su parte, el gato negro, seguía con aquellos grandes ojos amarillos atentos a cualquier gesto brusco que pudiera percibirse como una agresión, con las patas traseras en tensión, preparado para saltar en cualquier momento.

Retirando una foto de su chaqueta, Noah se acercó lentamente a Zoey, mostrándole la imagen de una muchacha rubia y de cabellos azules, tan azules como los que se encontraban tras el cristal tintado de las gafas del profesor. En la foto, Eileen estaba sentada en el sofá, sonriendo, con un gato sentado en su regazo. Parecía una foto la mar de normal...

- Estoy buscando a la chica de la foto. Se llama Eileen… Y lleva tres semanas desaparecida. ¿La has visto o has visto alguien parecido a ella? Cualquier información que puedas darme será de agradecer…

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Con la promesa de tener comida al fin, Zoey miró a los gatos una última vez y su punto de vista cambió por un momento. La gata con el rabo erizado no dejaba de bujarla, pero el otro... el negro con los ojos amarillos... Zoey sintió un irrefrenable impulso con el cual, de no haberse aguantado las ganas habría saltado sobre el gato y lo habría puesto boca arriba, rascándole la panza y tocándole las patitas mientras le diría cosas como por ejemplo "cuchicuchicuchi" y esas cosas tan cursis que te salen de la boca cuando la monura te invade el cerebro.

El gesto del rubio inglés hizo que Zoey volviera a la realidad, dando un paso hacia atrás, levantando el palo a su espalda dispuesta a defenderse y centrando sus ojos en las manos del hombre. Un gesto repentino siempre pone en tensión a cualquier cazador o superviviente que haya tenido la mala suerte de ser sorprendido por alguien a quien creía de fiar.
Pero el hombre no quería hacerle daño. Tan sólo quería hacerle unas preguntas sobre una chica que salía en una foto de nombre Eileen. ¿Cuánto hacía que no veía una foto? ¿Y alguna vez había visto una foto de tan buena calidad y en tan buenas condiciones? La mutante se quedó mirando la foto con los ojos abiertos y la boca en forma de O. Bajó el palo y junto a éste sus defensas, y se acercó lentamente hacia la foto. Ensimismada, levantó una mano para sentir el tacto del papel de fotografía y los innumerables recuerdos que éste despertaba en su memoria. Recuerdos de una familia, de un grupo de personas que se consideraban familia y la cantidad de historias que se contaban alrededor de unas imágenes impresas cubiertas de polvo y casi rasgadas de tanto que se habían doblado.

Un recuerdo en particular despertó a la buscadora que llevaba dentro, y pegó un bote ahí mismo como de sorpresa. La recordaba.

- Zoey recuerda a pelipollo. ¡Tú seguir a Zoey!

De un brinco y haciendo girar el bastón con soltura, Zoey se giró, quedando de espaldas al hombre y empezó a correr por donde había venido, saliendo del callejón. Si, recordó haber visto aquella niña, pero hacía tiempo de eso y un recuerdo lejano es una pista que se enfría. Por tanto, había que correr.

Aunque se sobresaltó con el gesto defensivo de la muchacha, Hayden intentó mantenerse inmóvil, y dejó que Zoey tomara la foto entre sus manos, contemplando en silencio la delicadeza y el asombro con el que la joven trataba el pequeño papel glosy, casi como si aquél tacto pudiera despertar recuerdos tras sus cristalinos ojos.

Pero fueron las palabras de Zoey lo que finalmente robaron el aliento del británico. La había visto. Cheeza tensó la cola, cuyo pelaje empezó a deshincharse como un globo sin aire, y los ojos de Black buscaron los de la mutante, brillando expectantes, ansiosos de una respuesta. En cuanto Zoey dió media vuelta y salió corriendo, Black bajó a sus cuatro patas, impulsandose con fuerza y colocándose junto a ella, decidido a no perderla de vista y llegar cuanto antes a donde fuera que había ido Eileen.

Noah tardó un poco más. En cuanto Zoey emprendió la carrera, primero miró a su alrededor y recordó dónde tenía aparcado el coche. Pero no tenía tiempo, no si no quería perder de vista a la mutante. Tampoco quería dejarla a solas con los gatos, no fuera a ser que cambiara de idea y decidiera darse un festín gatuno. Mediante el vínculo telepático que mantenía con Black, percibió cómo este daba indicaciones al resto de la camada, y decidió que no tenía tiempo para pensar en el coche, y como buenamente pudo, les siguió, con Cheza a su lado intentando acompañarle.

El Doctor Hayden no era un gran deportista. Tampoco hacía un extremo ejercicio físico más allá de su trabajo y largas caminatas por los parques. Así que no sorprendería a nadie que llegara tarde, faltandole levemente el aliento y jadeando.

Blacky se encontraba ya olfateando la zona y se habían unido a la caza un gato pardo jaspeado y otro visiblemente más joven que pese a intentar seguir los rastros como hacían los otros dos, no paraba de distraerse con cualquier cosa que se movía. Y es que en un parque, había mil cosas con las que un gato podía distraerse. Una bola de papel de aluminio de algún bocadillo, bolsas de plástico que volaban mecidas por el viento, e incluso alguna hoja que se había descolgado de los árboles…

El parque no era especialmente grande, no era Central Park ni Brooklyn Bridge. Por suerte era uno de estos pequeños parques de arena con columpios para niños. Hayden se apoyó en uno de los balancines, intentando recuperar el aliento.

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Si alguien alguna vez ponía en duda que un cuerpo tan menudo como el de Zoey no era capaz de aguantar una simple carrera de una esquina a otra sin echar la pota, en éstos momentos debería comerse sus propias palabras.
La mutante se movía con total gracia entre los edificios de la ciudad de Nueva York, usando tres de sus cuatro extremidades para impulsarse sobre la calzada mientras sujetaba su bastón con el brazo libre. A la hora de girar en una esquina se agarraba de una farola y dejaba que el impulso de su cuerpo hiciera el resto. Sólo le faltaba la cola para parecerse a un mono.

A su izquierda y derecha estaban los gatos de aquel hombre de pelo rubio. Corrían no más lejos de sus pasos, pues la estaban siguiendo a ella.

Al cabo de un buen rato corriendo llegaron hasta un parque. El sitio donde había visto a la muchacha que estaban buscando. Cuando llegó, Zoey se giró para ver al hombre que le había prometido comida a cambio de encontrar a la chica de ojos azules. Pero no estaba a su espalda, ni mucho más lejos. Zoey se extrañó de no verlo, quedando con la cabeza ligeramente inclinada hacia un lado. Desmontó el bastón en tres piezas y se las colocó por la cintura, se acercó al primer árbol que encontró y empezó a subir, agarrándose a la corteza y las ramas hasta sentarse en la copa del mismo.
Al cabo de un rato de espera, el hombre llegó, claramente cansado. Le extrañó que un hombre con una complexión como la que gastaba el rubio se cansara con tan poco. Le observó mientras se acercaba a uno de los balancines, apoyándose en él para poder respirar con normalidad. Por lo que pudo deducir Zoey, los humanos en éste universo no duran nada. Que una chica como ella aguantara más que un hombre con semejante cuerpo... No le encontraba la lógica por ningún lado.

Zoey se dejó caer, balanceándose por las ramas hasta que aterrizó en medio del balancín, justo frente al inglés rubio. Se lo quedó mirando, aun extrañada.

- Zoey vió a chica pelopollo aquí, peo ya no tá. ¿Los animales encontaán a la ninia? ¿Y por qué eres tan poca cosa? No aguantas ná. Raro. Mu raro ere...

No le faltaba razón. El estado físico del señor Hayden había logrado que llegara junto a Zoey resollando, mientras sus pulmones pugnaban por conseguir algo de oxígeno con el que bombear el acelerado corazón. Pero a su entender, lo raro era la constitución y curiosa forma de correr de la muchacha, más que el hecho de que un sedentario cercano a su cuarta decena de edad, pudiera expulsar el corazón por la boca tras una pequeña maratón sin calentamiento previo.

A sus pies, Cheza todavía se sentía reacia a acercarse a aquella mujer. Black, por su parte, caminaba de una parte a otra, olisqueando y a veces alzándose sobre las patas traseras y usando las delanteras como si fueran dos pequeñas manos, alzando objetos, rebuscando basuras, intentando encontrar cualquier cosa que les acercara un paso más al paradero de Eileen.

Tal vez rebuscar el parque hubiera sido una tarea algo árdua para un humano, pero los cuatro gatos se pusieron manos a la obra, valiéndose de sus olfatos y sus pequeños y ágiles cuerpos para buscar por todas partes. Al final, el gato joven volvió correteando sobre sus patas traseras, sosteniendo entre sus manos un pedazo de tela, Noah la reconoció al instante y la tomó entre sus manos con semblante serio.

- ¿Cuánto hace que la viste? - preguntó, alzando la mirada hacia el árbol, sin quitarse las gafas tintadas.

Rebuscó entre sus bolsillos, hasta localizar un colgante en él. Era una sola pieza, metálica, que reflejaba una especie de libro con una esfera en su centro. El cristal mostraba unas vetas blancas que cruzaban su interior formando líneas y círculos, entremezclándose, y separándose nuevamente. A veces, muy de vez en cuando, estas líneas se movían y se cambiaban en un patrón que nunca se repetía.

Si la pista era fresca… tal vez todavía estaba a tiempo. El engarce de su colgante era fácil de abrir si sabías dónde colocar los dedos, y con un suave “click”, el colmillo de su cadena se desprendió, y Noah la intercambio por el pequeño libro. Una vez unida al engarce, cerró la mano entorno a la pieza gris y cerró un instante los ojos. Cuando al fin la retiró… La piedra del colgante parecía apagada, desprovista de los dibujos blancos que segundos antes la decoraban.

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- Si pota, pota leho - le inquirió Zoey al rubio al ver como intentaba respirar.

Zoey se quedó hipnotizada con el quehacer de aquel gato negro, yendo para aquí y para allá del pequeño trozo de parque donde estaban la mutante y el rubio. Nunca antes había visto un animal comportarse de aquella manera casi humana, caminando sobre sus dos patas traseras y usando las delanteras para mover piedras, ramas, rocas... Era graciosísima aquella criatura, la forma de moverse... Zoey pasó del hipnotismo al asombro y después a la maravilla. La cara se le iluminó en una tierna sonrisa infantil que se reflejaba en sus ojos por una tontería tan grande como era un gato andando a dos patas.

¡PERO ERA UN GATO ANDANDO A DOS PATAS! Zoey rezó para que el gatito hiciera algún gesto aun más mono como lamerse una pata y frotársela por la cara estando de pie o o... o mejor aun, agarrarse la gola y lamerse la punta tras lo cual se la quedaría mirando y diría "meeeeeu". ¡PERO QUÉ RICURA DE CRIATURA! ¡NO PODÍA COMERSE ALGO ASÍ!

Sin embargo el gato no hizo nada de lo que se imaginó Zoey. Volvió con un trozo de tela y se la dio al rubio.

- Zoey la vio una luna atrá. Taba rondandol boque y planta y árbole. Zoey se fihó pol color di su peopollo y ojos marinu.

Ésta vez le tocaba al rubio impresionar a la mutante. Se sacó aquel colgante tan extraño con el dibujo de un libro y varias vetas blancas entrelazadas entre ellas. No sabía qué iba a hacer con eso pero algo no le gustaba a Zoey. El camino que estaban tomando los gestos del rubio hizo que su piel se erizara al recordar otros sucesos en su mundo que empezaban casi de la misma forma: un objeto y desconocimiento del uso de éste. Al retirar la mano, los dibujos ya no estaban. Zoey no se esperó a que pasara otra cosa rara: dio un salto hacia atrás y apuntó con su bastón a Noah.

- ¿Qui ere tu? ¿Ere un éroe? ¿Un viyano? ¡Dile a Zoey!

Su acción había terminado por alertar a la joven Zoey. El doctor Hayden la contempló por encima de las gafas tintadas sin poder evitar que su parte profesional intentara adivinar la naturaleza de su desconfianza. ¿Traumas? ¿Simple desconocimiento? ¿Tal vez instinto? Esbozó una leve sonrisa y señaló a los gatos que correteaban por la extensión del parque, como si eso tuviera que explicarlo todo.

- Mis amigos son mágicos. Ellos me otorgan poder, y me permiten hacer cosas maravillosas. Pero creo que no soy ni héroe ni villano. Simplemente soy un hombre intentando encontrar a su hija.

Supuso que las palabras de Zoey, una luna atrás, hacían referencia a un día... Esperaba. Un mes, sería un ciclo. Y si no había pasado una semana, tal vez todavía estaba a tiempo de leer la vida de ese pañuelo. Cerró los ojos y dejó que la magia de los Belerithes surgiera efecto, y tras sus pupilas contempló la vida desde el cuello de su hija. Y aunque en ocasiones viajaba en el interior de su mochila, escuchando las voces veladas del exterior, en su mayor parte logró ver qué sucedía.

Alguien había intentado robarle, y en un momento de pánico, su hija se había transportado a otro lugar, junto a su agresor, abriendo un portal a sus espaldas y lanzándose a por él, para inmediatamente después, abrir un segundo portal y huir, dejando al ladrón en... dios sabía dónde. Algo asustada por lo que había hecho, Eileen no se había concentrado en divisar el lugar y había terminado perdida en la Gran ciudad. Al salir de detrás de los arbustos donde el portal la había dejado caer, el pañuelo se había enzarzado en las ramas, y así había terminado en sus manos.

- Al menos ahora tengo el porqué... Me falta saber dónde fue después de estar aquí. - comentó en voz baja. Una simple mirada a Black bastó para que todos los gatos reanudaran la búsqueda. - Al menos ahora sé que vamos por buen camino.

Miró a Zoey, quien le había traído hasta ahí. Siendo sinceros, no esperaba que realmente aquella estrafalaria muchacha pudiera hacer tanto por él, pero había cumplido sobradamente con su parte del trato. Faltaría, entonces, que él cumpliera la suya.

- Bien... Mientras estos muchachos buscan, creo que te debo algo. ¿Quieres comida casera o precocinada?

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No supo si fueron las palabras del rubio, el tono que usó o la seguridad que desprendía su cuerpo, pero Zoey bajó la guardia... un poquito.

Héroes y villanos. En su universo de origen daban igual los motivos por los que se pelease, ya que todos eran lo mismo: los destructores del mundo. Su lucha encarnizada, sin cuartel y sin límites acabaron con la Tierra una vez, obligando a humanas como Zoey a vivir en un mundo desmembrado, mutando su cuerpo ya dentro de las barrigas de sus madres y sobrevivir hasta que algo inesperado se cruzara en sus vidas y las terminara de golpe. Y mientras tanto seguían sus batallas, destrozando el cielo y quemando mares. Eran la escoria del mundo. La peste. Un virus que había que erradicar si querían seguir viviendo. Pero nadie a excepción de un héroe o un villano podía enfrentarse a ellos, y si lo hacías te convertías en uno de ellos. Era un ciclo eterno de destrucción.

Pero aquel no era su universo. Allí aun no habían pasado aquellas atrocidades, aquel punto y final para la historia de la Tierra. Los héroes y villanos no habían llegado a tanto y los hombres como el Noah eran meros espectadores con poderes y habilidades curiosas.
Como Zoey.

La chica mutante bajó el bastón, más sosegada pero sin perder de vista al hombre. Éste pareció sumirse en una especie de trance. Estaba allí de pie pero a la vez, era como si no estuviera. ¿Qué serían esos poderes que dijo le habían concedido sus amigos peludos? Y dijo que eran mágicos. Eso despuntó por completo la curiosidad de Zoey por aquellas bolas peludas con cola y patas.

Noah terminó lo que fuera que estuviera haciendo y... ¿era esperanza eso que salió de su boca junto a sus palabras? ¿Qué había hecho? Zoey se acercó el bastón a su cuerpo, sujetándolo con las dos manos y en vertical como si fuera una especie de escudo personal ante algo que no entendía del todo. Los gatos volvieron al tajo en un instante. ¿La habían encontrado? Eso pensó la mutante cuando Noah le preguntó por.......

- ¿Qué es... precoinada?.................. Zoey quere comía. Comía buena. Comía sana. Comía que pueda zampar y esté uena.

Se rió de buena gana, desprevenido por la genuina reacción de la joven.

- Precocinada, significa... comida que se hizo otro día pero todavía se puede comer. Eso se compra en la tienda. Pero si quieres buena... Creo que tengo una idea mejor.

Le hizo un gesto a Zoey para que le siguiera, mientras todos los gatos se desperdigaban por el parque, otros salían por callejones y se adentraban en las mareas de asfalto. Guió a Zoey hasta un supermercado, y le indicó que entrara con él. Sus intenciones eran claras y se las dejó caer a la muchacha mientras serpenteaban por pasillos de víveres y golosinas. Iba a comprar comida y la iba a cocinar él mismo. No se fiaba de Zoey como para llevársela a su casa, pero no era difícil encontrar una pequeña barbacoa portátil y desechable para asar en cualquier parque, así que iba a preparar algo de carne a la brasa de manera improvisada. Algunas verduras y setas para acompañar, salsa de pimienta casera y refrescos. Mientras compraban, cogió también varias piezas de fruta. Zoey podría comer al menos una por el camino, para evitar así la ansiedad por la comida y de paso que no desfalleciera por el camino. Y como si se tratara de mimar a su propia hija, si Zoey encontraba alguna cosa en la tienda que pareciera hacerle especial ilusión, iba a ir al carrito también.

Noah aprovechó el viaje para mostrarle a Zoey lo que era la comida precocinada. Le enseñó los sandwiches, las ensaladas, las latas de pasta y judías, y dejó que escogiera tres objetos para llevarse con ella. Era comida que no se estropearía pronto, le enseñó en cuantas lunas tenía que comerse cada cosa, y rezó para que la muchacha no se intoxicara con ello. Al fin y al cabo, podía darle un par de días de margen. Lo cual dio pie a nuevas preguntas. ¿Dónde vivía? ¿Dónde dormía?

Intentó ser rápido y no entretenerse más de la cuenta, consciente de que la muchacha estaba hambrienta a juzgar por el trato que había tenido con los gatos al verlos. Así que tras la compra volvieron al parque y Noah empezó a preparar la pequeña barbacoa deshechable para preprarle un pequeño banquete improvisado. La carne parecía jugosa y el líquido y la grasa caía en la pequeña bandeja de plata. Las verduras se encogían y perdían el agua, alimentando el aroma que levantaba el plato en sí. Era un momento tan bueno como cualquier otro.

- Dime, Zoey... ¿Qué haces al caer la noche? ¿Tienes algún lugar al que ir?

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- Ah.... Aaaaaaah... - respondió Zoey al comprender cómo funcionaba lo de la comida precocinada. Era como dejar secar un trozo de carne al sol para luego poder morderla durante varios días sin que ésta se pudriera hasta al cabo de varios días. Aquella forma de preparar las comidas era más útil que sabrosa. La mutante aun recordaba esos largos viajes a base de carne seca y agua estancada.

Viendo como los gatos se dispersaban por todas partes y desaparecían por callejones, árboles y calles, Zoey dio por sentado que el rubio tenía una gran fe hacia sus amigos felinos para encontrar a su hija, aunque lo desaprobaba. Zoey tenía bien marcados los síntomas de la soledad, de perder a su familia y quedarse sin nadie. Desde pequeña le habían inculcado que la familia era lo primero, y que la única forma de sobrevivir era cuidar de unos y otros. Si la niña hubiera sido su hija, Zoey no dejaría a sus compañeros ir solos a buscarla. Iría ella misma y no pararía hasta encontrarla.
Tal vez en aquel universo el amor que unía las familias era distinto, o tal vez solo era aquel hombre. Fuera como fuere la ubicación de la niña extraviada no era su problema. Cuidar de unos y otros para sobrevivir, pero desconfiar siempre de aquellos que no conozcas. Demasiados habían muerto en su universo por querer ayudar a unos desconocidos.

El rubio la llevó hasta un gran edificio y en cuyo interior había depositada una cantidad surrealista de comida. En su vida Zoey había visto algo así. ¿Cómo podían tener tanta comida junta? ¿De dónde la sacaban? ¿Era esa la época maravillosa que sus viejos siempre les contaban? Sin duda tenía que serlo.
De mala gana la mutante aprendió que la comida, pese a estar expuesta y sin vigilancia no podía cogerse sin más: había que pagar por ella. Las manos en sus bolsillos eran un amasijo de nervios mientras Noah le enseñaba pasillo por pasillo comida tras comida. Le gruñía el estómago y se le hacía la boca agua. ¿Cómo podían aguantar los demás el impulso de llevarse algo a la boca? ¿Es que nadie aquí había experimentado lo que era el hambre?
Zoey escogió tres comidas precocinadas como le había pedido Noah, entre ellas una pasta a la que llamaban humus. No la había escogido precisamente por tener buen aspecto, sino más bien por cariño: le recordaba demasiado a las comidas que le preparaban en su universo, de las cuales era mejor no preguntar qué llevaban.

Una vez se dispusieron a abandonar el supermercado se generó una cola tremenda en la salida. Zoey se quedó parada a varios metros del gentío, clavada como un palo en al suelo. Dio varios pasos hacia atrás, parapetándose tras una estantería y mirando de reojo a la multitud, nerviosa. Le pidió a Noah que esperara con ella hasta que la gente se hubiera ido, y entonces pudieron marcharse. Nunca se había sentido tan vulnerable como en aquel nuevo universo.

Con una manzana entera en su vientre, Zoey se quedó observando, casi horrorizada como Noah ponía aquellas piezas de verdura de aspecto tan sabroso al fuego y las dejaba secarse, y a su vez no encontraba el momento en pillar aquellos trozos de carne y llevárselos a la boca.
En medio de aquel pequeño trance estaba cuando Noah le preguntó.

- Pueees... Zoey tiene puesto pa dormir en un lugar yeno de ierros y pilares. Setá bien... aunque po las noxes ase algo de frío. No es muxo, peo ase frío, aunque sistá mejó que en lus desietos de Ueco. Ahí Zoey tenía que metese entre familia y familia pa no pasá frío. - Observando estaba la carne cuando no pudo callarse la pregunta. - Has perdío a tu ija. ¿Po qué noas seguío buscandola? ¿No la quieres? ¿No sos familia?

En la cabeza del doctor, los lugares que describía la joven se antojaban como los paisajes de películas como Mad Max. Desiertos, hierros y pilares. Aunque era obvio que el primer lugar descrito podía indicar una construcción o un edificio a medio derruir. y en el caso de la construcción, significaba que era un lugar temporal y que tarde o temprano lo perdería.

Les dio la vuelta a las verduras y sazonó la carne. Olía divinamente. Luego una pregunta, tal vez incluso una inquisición. Noah respondió primero con una sonrisa bondadosa y finalmente arqueó levemente el rostro para mirar a Zoey por encima del marco de sus gafas de sol.

- Claro que la quiero. Con locura. Pero ahora mismo están ellos buscándola. - Se llevó una mano a la sien, palpándosela con un dedo. - Estoy hablando con ellos mientras hago esto. Los Beles tienen mejor olfato, mejor reflejos y como has podido comprobar, son rápidos. En cambio yo, soy un gran y patoso humano. No podría seguir el ritmo, y si hiciera algo, probablemente sería entorpecerles. Eileen... Es una muchacha increíble. Cuando perdió a su madre lo asimiló todo de una manera muy adulta y siempre ha sido muy tolerante conmigo y mis defectos. Confío en ella, sé que estará bien... Pero me preocupa que haya perdido la noción del tiempo, o que haya vuelto a hacer uso de su poder... - miró a Zoey de soslayo. El doctor tenía un carácter permanentemente distendido, y no le parecía que hubiera riesgo alguno hablando con la muchacha. - Sabe abrir portales. A otros... mundos. Es algo excepcional. También complica el hecho de que se pierda. Y si yo pierdo los estribos y la busco como loco, puedo perder pistas esenciales para descubrir a donde sea que haya ido. Además... Creo que si supiera que te he conocido y no me he parado a intentar ayudarte, no me lo perdonaría.

Preparó los platos de plástico, y para impedir que el calor llegara a las manos de Zoey, dejó tres platos juntos antes de posar sobre ella el jugoso filete y el acompañamiento de verduras a la brasa. Buscó entonces los cubiertos y se lo entregó todo junto a la mutante, de nuevo con aquella expresión de calma y despreocupación en los labios.ç

Por supuesto que estaba preocupado por Eileen. En su fuero interno, no dejaba de pensar en ella y en qué podría hacer si la chica realmente había terminado en otro mundo por su culpa. Pero también era consciente, de que sus recursos eran limitados. De que, si su hija se encontraba en otra... dimensión o como quisiera llamarlo, él no podría hacer nada al respecto. Tan solo esperar, y cruzar los dedos para que ella volviera a casa. Y si se repetía el mismo incidente y tardaba años... Bueno, ya pensaría en eso a su debido tiempo.

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Aunque la mutante tuviera semejante manjar justo bajo sus narices, y el aroma hacía que se le despertaran todas sus papilas gustativas, su boca se convirtiese en un estanque de babas y sus ojos lloraban porque había encontrado a dios en la Tierra, Zoey le dirigió una mirada de profunda decepción y desacuerdo al rubio que tenía delante. A punto estuvo de cruzarse de brazos pero la lógica y el dolor en su estómago hablaron por ella, cogiendo así los cubiertos y ponerse a cortar un pedazo de carne... como bien pudo, ya que en su vida nadie le había enseñado a usar esos cubiertos. Una daga afilada para cortar carne y otra comida si pero... ¿y eso con tres pinchos?

- Da iguá si eres un estorbo o si eres dayuda: un padre sempre tié que cuidar de su familia. ¡Sempre! Unque sea grande y torpe, unque sea peresoso y nu sepa corré. Un padre sempre tié que buscar a su ija sesta se pierde o desaparece. A Zoey no le vale.............. grmf grmf grmf......... Orffff... ¡OOOOORFFF!.... ¿Cómo puéstar tan rico tal peazo carne? Ufff..... Como Zoey disía... pue ser que eya se enfade de que tengas una invitá y no latiendas. Pue que sea una ninia páctica, que sea mu intiligente tal y como lastás discribiendo. Peo no deja diser una ninia. TU ninia. Y po muy madua que sea sempre se necesita un padre que sepa que la quiere, que labrase y esté aí cuando sincuentre.

Zoey paró unos segundos de hablar, llevándose el filete a la boca, hastiada de tanto pinchar y cortar para morder y tirar. Tenía unos dientes fuertes, modificados por culpa de la mutación y preparados para comer incluso carne cruda o dura si se diera la ocasión.
Sin embargo, un filete bien hecho es un filete bien hecho, por lo que aquello se convirtió en un combate de "a ver quién puede más". ¿La ganadora? Zoey.

- Si Zoey tuvera perdia con esus poderes, y vaya si tié esus poderes, y suvera perdío, Zoey querría que sus padres tuvieran aí cuando la encontraran. Y unque Zoey si repita, la fimilia es la fimilia. Lo que si ase es lo qui cuenta. L'intención es personá, peo lo que habla es lo qui sace.

Cuando hubo acabado de hablar, también había terminado de comer: el plato estaba completamente vacío, con los cubiertos desperdigados y con Zoey esgrimiendo una agradable sonrisa, como si acabara de bajar un harén personal y le hubieran hecho pasar las mil y una noches.

Como evidencia, eructó, y no de forma muy educada que se diga.

Disfrutó en silencio de la compañía de la extraña joven, aunque tal vez disfrutar no fuera el término correcto para definir esa extraña sensación, divertida a la par que ligeramente vergonzosa. La joven muchacha parecía mirar la comida como un niño contemplaría los estantes repletos de juguetes de unos grandes almacenes, con esa mezcla de sorpresa e incertidumbre. ¿Cómo podía haber tantos y por qué no se los podía llevar? Y por si eso fuera poco, superado el impacto inicial, todavía quedaba pasar por la comida, donde Zoey pudo hacer alarde de sus habilidades, peleándose internamente por utilizar los cubiertos y con un evidente deseo de usar sólo manos y dientes, pero pese a todo, proseguía la conversación. La joven resolvió las dudas del doctor, y planteó las suyas propias. Dudas que, pese a provocar un sordo dolor al rubio, no le hacían perder la sonrisa.

- Volveré a buscarla en cuanto termine de encargarme de ti. Te prometí darte de comer a cambio de tu ayuda, y también considero importante mantener mi palabra. Pero también necesito comer, si quiero tener energías para ello. Y desde luego, tú también lo necesitabas. Además, ya te he dicho que los Belerithes también la están buscando. Esos pequeños felinos son… nuestra familia. Tienen un vínculo especial con la niña, no van a darse por vencidos hasta estar seguros de que está bien, y en cuanto tengan otra pista, me avisarán de inmediato.

Siguió comiendo pero poco a poco las palabras de Zoey hacían mella en él. La sonrisa se torció levemente, el dolor de su pecho haciéndose palpable hasta al punto de que seguir ignorándolo no era una opción. Finalmente, con un gruñido apretó los dedos contra sus párpados, exhalando un profundo suspiro.

- Tienes razón… Tendría que dejar de buscar excusas, y volver a ponerme manos a la obra. Si la encontramos, me gustaría ser el primero en darle un abrazo. - Le dedicó una mirada llena de agradecimiento a la joven. - Gracias por devolverle la razón a este viejo idiota, pequeña. Debería intentar ser un mejor padre.

Hayden se levantó y en un abrir y cerrar de ojos, abrió una gran bolsa de plástico de las que habían utilizado para las compras y empezó a rellenarla de todo aquello que pudiera ser tirado a la basura. Por culpa de Zoey — o mejor dicho, gracias a ella — volvía a sentir ese cosquilleo en el estómago, la sensación de que tenía que darse prisa porque llegaba tarde a algún lado, el nerviosismo de volver a verla a ella. Ahora sólo quedaba una duda. ¿Qué pasaría con Zoey?

El doctor inglés abrió la cartera y contempló el dinero en efectivo que llevaba. Tenía dos billetes de veinte dólares. ¿Serían 20 suficientes? ¿No eran 40 demasiados? Finalmente tomó los dos papeles verdes a Zoey.

- ¿Sabes cómo funcionan los dólares? En las tiendas, verás que cada objeto u alimento tienen un valor numérico, generalmente separado por una especie de punto llamado coma. - Una parte de él se sentía tonto por una explicación tan básica, pero llegados a ese punto, parecía hasta lógico. - Los números delante de ese punto se llaman dólares. Aquí hay cuarenta… Te dará para comprar un montón de comida, pero tendrías que intentar racionarlo, y no gastarlo todo de golpe. - se guardó de nuevo la cartera, y miró a la extraña joven sin saber muy bien qué hacer a continuación. Tenía que volver a por su hija… pero, ¿qué haría ella? - Supongo… que ahora vendrá cuando nos despedimos, ¿no?

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Mientras la mutante se terminaba aquel trozo de cielo traído a la Tierra mediante las herramientas traídas por los ángeles y los conocimientos implantados en aquel hombre - lo que se conoce de toda la vida como cocinar - pudo ver al rubio desmoronarse, o mejor dicho, la montaña de granito racional que cubría toda su estructura cerebral.
En momentos de tensión, en momentos donde no hay que perder la calma es bienvenida la racionalización. Mantener la cabeza fría y pensar en lo mejor y en el siguiente paso. Muchos habían muerto en el camino por no saber pensar con claridad y Zoey siempre los veía caer según giraba la cabeza hacia atrás. Pero la situación era bien distinta.
Le molestaba. Vaya si le molestaba aquella actitud tan fría cuando se trataba de un miembro de la familia tan importante como era su propia hija. Se había perdido y tenía a sus animalitos buscando por ahí, y estaba claro que sabía lo que se hacía... pero era su hija, por el amor de dios. Sólo cuando se frotó los ojos y todo en él cambió por fin pudo ver al hombre que había tras la montaña.

Eso era otra cosa, maldita sea.

Una parte de ella se sintió mal por hacer que aquel buen hombre se sintiera así, pero eso era bueno: significaba que le importaba, que sentía empatía por Noah. Significaba que seguía siendo ella misma, que era humana, una persona y no un ser irracional consumido por la desdicha.

- Un pae nunca seá mejó ni peó. Un pae sempre será un pae aojos di su ija. Tu eres un pae, está mu claro.

Zoey le sonrió, contenta porque hubiera recobrado la sensatez y por la generosa comida que le había ofrecido. Sin embargo cambió completamente su cara cuando le ofreció dinero. Ésta levantó una mano en un idioma que todo el mundo conocía fuera de donde fuera: palma levantada y brazo recto significa "no, para" o también "quieto parao".

- No nisisitas darle iso a Zoey. Zoey a comío bien y ya las pagao por liyuda, como promitiste. Zoey no nisisita na más pa cobrarse su ayuda, asín que no, Zoey agradese, peo no. - Y con eso además se ahorró tratar de comprender eso de los números que dijo Noah. Puede que no se hubiera dado cuenta aún, pero la mutante carecía de conocimientos gramaticales y los números entraban dentro de ese concepto.

Las cosas parecían llegar a su fin, y Zoey se levantó, colgándose el bastón a su espalda como hacía siempre que se preparaba para salir de viaje.

- Iso paese. Zoey ya no pué faser más po ayudarte, y tus amijos paesen más capases dincontrar a tu ija qui Zoey. Zoey tan solo taía dando la nota y fasiendo na más questorbar. Asín que si, aquí si separan lus caminos. - Zoey se acercó y le agarró el brazo derecho a Noah, en un gesto que significaba más de lo que parecía, más por el acercamiento que por el apretón afectuoso. - Incontarás a tu ija. Zoey ta segua deso. Pue que ésta y pae si vuelvan a ver algún día, y quisás con ija.

Zoey se despidió de Noah con una sonrisa afectuosa, sabiendo de buena tienta que encontraría a su hija. Estaba segura de ello.

Un padre siempre es un padre.

Aquella extraña tarde estaba llegando a su fin, y como todo alrededor de aquella joven mutante, la despedida también fue poco ortodoxo. El modo en que declinó amablemente la oferta de Noah, agradeciendo el dinero pero considerándolo una medida desmesurada para el favor que se habían intercambiado. Al parecer la alegría que sentía la muchacha con la piel de oliva se desvaneció al contemplar el pequeño pedazo de papel que el doctor sostenía entre los dedos. Fue más la ausencia de esa sonrisa, que las palabras de Zoey, las que llevaron a Noah a guardarse el dinero de nuevo en el bolsillo.

Percatandose de lo que iba a suceder a continuación, uno de los Belerithes, el gato negro que siempre acompañaba a Noah volvió a aparecer en un rincón del patio, como si buscara guiar e indicar el camino al Doctor.

- Bueno... han venido a recogerme, así que, esto es todo. - Zoey se levantó, recogió su bastón y colocó una mano sobre el brazo de Hayden, quien contempló el gesto con la sensación de que no terminaba de comprender la profundidad de su significado. - Ha sido un placer conocerte, Zoey. Ten cuidado, y cuídate.

Zoey le dedicó unas últimas palabras, que Noah escuchó en silencio y con aire solemnte. El tono de la mutante dejaba claro que estaba intentando transmitirle palabras de ánimo, tal vez intentando conferir un cauce optimista a esa extraña despedida, que marcaba el fin de un extraño día. Pero si al doctor ya le había costado venir entendiendo todo lo que había dicho la mutante al largo de ese día, esa despedida había sido, si eso era posible, todavía más complicada. Era bien probable que esa razón le diera más peso a la sensación de Noah, de que no había entendido realmente la profundidad de su mensaje. Pero si bien no lo había entendido todo, sí estaba seguro de haber entendido el mensaje principal.

Bueno, casi seguro.

- Gracias... Espero que si. Que si volvemos a encontrarnos, pueda presentarte a mi chica. Hasta que volvamos a cruzarnos, Zoey.

El doctor Hayden alzó la mano mientras se alejaba del patio, dispuesto a seguir a Black. El gato, por su parte, miraba entornando los ojos a la mutante. Para él, que no entendía el lenguaje humano, las palabras de Zoey no tenían ningún sentido. Pero si lo había tenido que rechazara el dinero. Y Noah, no era el único en quien Zoey había dejado una fuerte impresión aquella tarde.

Pero eso, sería una historia para otro día. Ese veinte de Agosto, todavía tenía que llegar a su final.

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Tema: Re: Gatillos. Gatillos everywhere [Noah Hayden] (20-09-2018)

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