Esto no es necesario. (Lilith Belmont, Noah Hayden) (15-2-2019)

Había acabado hasta las mismísimas narices de su familia, los quería mucho, pero podían llegar a ponerse todos muy pesados cuando querían. Sus abuelos, los cuatro, la habían frito a llamadas, la habían visitado, sus padres habían estado encima de ella y hasta su hermano le había insistido con aquella mierda de la terapia, cuando se quiso dar cuenta ya le habían pedido la cita y todo, para un doctor que ni siquiera conocía, desde luego, no era ninguno de los que atiborraban de xanax a sus amigas durante los divorcios, una pena, ya que tenía que ir a terapia, al menos que la drogaran para que se le hiciera menos pesado, aunque no perdía la esperanza de que fuera un psiquiatra de recetario fácil. Quizás una divertida mezcla de ansiolíticos y whisky consiguiera calmar las pesadillas que en los últimos días la asaltaban. Era como si no pudiera sacarse de la cabeza sus caras.

Tocó al timbre y esperó a que la abrieran, acababa de llegar desde Washington, así que iba vestida con un atuendo formal y elegante, Un traje de chaqueta ajustada y corta, una estrecha falda tubo por debajo de las rodillas que marcaba todas y cada una de sus curvas y una blusa en color azul grisáceo que le daba un toque de color al conjunto con un par de botones desabrochados, sobre su pecho refulgía un fino colgante de zafiros y diamantes en forma de lágrima, llevaba el pelo sujeto en un recogido informal, y complementaba el conjunto con un maxibolso en azul marino y unos louboutin de vertiginoso tacón en negro. Al menos el bloque donde se encontraba la consulta parecía elegante, situado en una buena zona y con un buen parking al lado, donde había dejado su coche. Esperaba que terminaran pronto y le dijeran que no era necesario que volviera, esperaba que así su familia se quedara tranquila y la dejaran trabajar en paz y sin interrupciones, tenía demasiado trabajo como para poder permitirse unos familiares innecesariamente preocupados.

La vida de socia no estaba nada mal. Hacía ya casi un mes que empecé a trabajar junto con Hayden y fue la mejor decisión que pude haber tomado en el ámbito laboral: estaba cerca de casa, no tenía jefe, atendía a quien quería cuando quería, me tomaba mis días libres, Sloan podía visitarme sin problemas porque allí no le buscaban como en Arkham... Todo ventajas. Todo ventajas. Normalmente me pasaba el día en mi oficina, rodeada de luz por todas partes, leyendo papeles con conclusiones y recetas, con la puerta abierta por si Hayden o su hija necesitaban algo. O, como en este caso, un cliente. Fui hasta la puerta dejando los papeles allí, gritando que ya iba yo a la pequeña familia que había en la oficina del rubio.

-Buenas, adelante- abrí la puerta y me hice a un lado para recibir a una joven morena, de rasgos marcados y bien vestida. Parecía política. "Estirada" pensé. Planté, sin embargo, una afable sonrisa en mi rostro y continué. -¿Tenía cita?- le pregunté mientras cogía la libreta donde la hija de Hayden anotaba quién venía o qué venía. Era muy organizada y no me costó encontrar un nombre a la hora a la que había llegado la mujer. -¿Van der Woodsen?- la miré, esperando su asentimiento para poder avisar a Hayden.

Cuando abrieron la puerta, Blair se encontró de frente al tipo de persona que uno no esperaría encontrarse en una consulta de aquel tipo, salvo que fuera una paciente, tenía un aspecto mitad miembro de una banda, mitad perroflauta bastante extraño, y aun así por cómo la trató, parecía que trabajaba allí. El obvio hilo de pensamientos la llevó a preguntarse que si la secretaria era así, a saber como sería el doctor que la atendería, la verdad es que no le daba muy buena espina todo aquello y tenía las mismas ganas de quedarse allí como de que le pegaran una patada en la boca, sin embargo le había prometido a sus padres que asistiría a aquella tortura, pero asistir no era lo mismo que colaborar, no pensaba dejar que alguien hurgara en su cabeza así como así y tampoco pensaba hablar de nada de lo que le había sucedido últimamente. Eso sería descubrir a Tony y revelar asuntos que eran demasiado peligrosos como para que alguien como aquel terapeuta los conociera. Si el asunto del extremis se había mantenido en secreto, era por un buen motivo, no por capricho, que hubieran robado a Tony Stark era un asunto suyo y de seguridad nacional, que lo que le habían robado hubiera acabado dentro de su cuerpo era algo aún más delicado.

- Si, Blair Van der Woodsen, tenía cita con el doctor Hayden ahora.

Esperó a que la hicieran pasar a la consulta del doctor, la próxima sería la hora más desperdiciada de su vida, iba a pagar a un tipo para no decirle nada. Pero en fin, al menos su familia se quedaría contenta, así que tampoco sería un gran desperdicio, y si conseguía sacarle un par de recetas que aliviaran sus pesadillas, mejor que mejor; algo que la dejara KO toda la noche para dormir del tirón, eso sería lo ideal.

La miré de nuevo de arriba a abajo y alcé una ceja. Ya sé que tenías cita con él, Eileen no me notificó nada y en la agenda está apuntado NH, las iniciales de Hayden. Duh.

-Un momento, puedes esperar aquí mientras le aviso. Está reunido con la secretaria- le dediqué una sonrisa mientras le indicaba que se sentara en uno de los sofás y me giré en dirección al despacho de Hayden, haciendo una mueca. Di un par de toques en la puerta antes de entrar para que repararan en mi presencia y me disculpé.

-Perdonad, chicos. Ya está aquí tu paciente, Hayden: Blair Van der Woodsen- miré a Eileen con una sonrisa y le tendí mi mano para que viniera conmigo, y después miré a Hayden y le puse los ojos en blanco. -No quiere estar aquí, suerte con ella- le guiñé un ojo y salí de allí en busca de Blair.

Eileen se dirigió a su mesa y avisamos a la mujer que ya podía pasar.

-Ya puedes pasar, Blair. Al final del pasillo, por aquí- acompañé a la morena hasta la puerta de Hayden y me fui a mi despacho, que me invadió de luz. Me senté en mi sofá y respiré. No me gustaba el trabajo de Eileen, no era lo mío. A ella se le daba de miedo, pero a mí... mejor no.

Eileen había abandonado la sala en cuanto la pelirosa había asomado la melena por la puerta.

Acostumbrado a los constantes aromas que desprendía la consulta fisioterapeuta, Hayden no había podido evitar esconder un pequeño ambientador entre las estanterías de la sala, que llenaba la estancia de un suave aroma a flores blancas, melón y vainilla. Era una aroma fresco y muy ligero, puesto que no quería cargar el ambiente. Así que cuando Lilith le informó que Woodsen podía ser un paciente obligado y poco participativo, respiró profundamente, sintiendo el dulce y suave aroma y envolviéndose en su familiaridad.

— Gracias, Lilith, lo tendré en cuenta.

El doctor Hayden dejó caer la americana sobre el reposabrazos de su sillón, contemplando en una mirada rápida la disposición de la consulta, el gran armario que a mano derecha mostraba una extensa librería tanto en novelas como en libros de medicina y psicología, incluida una foto de su mujer y su hija, y alguna que otra maceta.

Escuchó los tacones procedentes del pasillo e instintivamente se alisó la camisa a la altura del pecho, su melena rubia y lisa rodeando las facciones de su rostro. Finalmente vio a Van der Woodsen entrar a su oficina y le dedicó una sonrisa formal, acercándose a estrechar su mano.

— Señorita Woodsen. Soy el doctor Noah Hayden, es un placer.

Estrechó la mano de aquel hombre que sería su terapeuta con una sonrisa educada, que no quisiera estar allí no era motivo suficiente para ser grosera, se sentó en la silla frente al escritorio del doctor Hayden y tamborileó sobre el escritorio con sus dedos de uñas bien cuidadas, cruzó las piernas y dejó que sus ojos divagaran por la habitación, ejerciendo un juicio de valor sobre la decoración. No estaba mal, era de su gusto, aunque el ambientador era mejorable.

- Encantada doctor Hayden. Espero que recibiera correctamente el contrato de confidencialidad que mi oficina le envió, se empeñan en asegurarse de que este tipo de cosas se mantengan en el más estricto secreto.

No añadió nada más, tampoco tenía nada que decir, no entendía muy bien porque todos se empeñaban que visitara a un terapeuta, cuando claramente no era necesario, dejó su bolso sobre la silla contigua esperando que él, que era el profesional de aquello empezara a hablar o a hacer preguntas sobre sus traumas infantiles y sobre si tuvo una infancia feliz o triste, o si tenía alguna obsesión freudiana detrás de ese vicio que tenía con el helado de plátano y el sorbete de manzana. No despreciaba la profesión, respetaba mucho a todos los terapeutas que hacían que toda esa gente que estaba pirada pareciera un poco menos pirada, pero ella no estaba pirada, no era como esas cuarentonas estresadas y amargadas que se atiborraban a pastillas de todo. Era una persona sana y equilibrada tanto física como psicológicamente.

Casi sin proponérselo, los ojos azules del doctor se posaron sobre los suyos, curioseando el patrón de aquél iris del color del caramelo. Eran muchas las personas que pasaban por su consulta, y se encontraba gente de todo tipo. Personas rotas con el corazón desmadejado, gente nerviosa con tics y manías, personas delicadas que parecían buscar un refugio en donde no lo había. ¿En qué grupo se encontraba esa mujer? Miró sus manos, las uñas que tamborileaba su escritorio de caoba como si no pudiera esperar a ver la terapia finalizada. El porte orgulloso que mantenía firme su elegante mandíbula. Su ropa, el recogido de su pelo... Una perfeccionista. Alguien acostumbrada a llevar las riendas de su vida, a ser la que toma las decisiones, alguien que no se conforma con hacer algo porque se lo piden.

Hayden llevaba el cabello suelto y se pasó una mano por el cuello, retirando unos mechones del mismo que se habían quedado prendados bajo la camisa. Sí, Lilith le había informado de que Woodsen podía ser un paciente difícil de tratar y Blair por su parte había demostrado que no estaba ahí para pasar el rato, cortando directa al grano, hablando de trabajo, asegurándose de que todo quedaba en perfecta confidencialidad.

— Al fin y al cabo, soy un médico, Woodsen. Estoy bajo juramento hipocrático. "Y si en mi práctica médica, o aún fuera de ella, viviese u oyere, con respeto a la vida de otros hombres o mujeres, algo que jamás deba ser revelado al exterior, me callaré considerando como secreto todo lo de este tipo". Y le diré que incluso si se diera por caso la defunción, seguimos atados al secreto profesional. Sé que hay personas más celosas de su intimidad que otras, y si ese es su caso, le doy mi palabra de que nada de lo que hablemos saldrá de esta consulta.

El hombre esbozó una sonrisa mucho más confiada, rayando el terreno poco profesional. Si Blair no quería participar en la terapia, lo mejor que podía hacer era intentar relajar el ambiente. Y aunque ella hubiera intentado ir directa al grano... Él no tenía porqué hacerlo. Y algo de charla insulsa e inocente para conocerla un poco no iba a hacer daño a ninguno de los dos. Así que se ajustó de nuevo los guantes y se sentó en su escritorio, dejando que la conversación fluyera en esa parte de la consulta en lugar de guiarla al chaise longue donde se tumbaba la mayoría cuando llegaba el momento de confesarse.

— Disculpa la indiscreción, Woodsen. ¿Es usted de por aquí? No quiero meterme donde no me llaman, pero no he podido evitar percatarme de que sus facciones son demasiado delicadas para ser alemana.