Patria e Industria - Solaris - Alemania

Era un día despejado y fresco, muy propio del verano germánico. La mayoría de chicos estaban acabando sus exámenes de recuperación, y otros muchos estaban deseando marcharse ya a sus respectivos hogares para las vacaciones. Otros, los más atrasados, o los que no tenían familia con la que volver, estaban allí todo el año, pero eso no impedía que disfrutaran de algunas actividades de ocio propias del verano. Julio y agosto tenían sus propios modelos basados en campamentos juveniles, y de hecho, en todo ese tiempo muchos de los nuevos alumnos iniciaban tomas de contacto que les hiciera la experiencia mas llevadera. Era una oportunidad para ver a viejos alumnos, que hacían las veces de monitores, y de darles a esos chicos un descanso de las clases.

Por eso no era raro ver un gran nivel de actividad durante todo el año. La mujer se adentró en el interior de los terrenos, pasando por la puerta principal que se abría a un enorme patio de jardines cuidados, donde correteaban algunos niños, había coches aparcados, y los adolescentes conversaban animados. La edad era de lo más variopinta.

Por la puerta de entrada, se podía ver un enorme vestíbulo de piedra. De cara a la entrada, había una mesa semicircular en la que había un joven moreno que no paraba de teclear y una mujer de expresión dulce y pacífica. Si alguien se hubiera atrevido a echarle edad, no habría bajado de los ochenta años. La anciana se levantó del asiento para contemplar mejor a Diana, retirándose las gafas de culo de vaso. A través de los cristales sus ojos parecían pozos abisales, pero en cuanto se quitó los cristales, dejó ver la realidad de dos pequeñas ranuras que poseían un brillo muy inteligente encerrado en ellos.

- Desde luego, Señorita. ¿Le han dado la extensión con la que pretende contactar? - preguntó en un tono educado, propio de una abuela. - Oh, tesoro. Vamos a tener que hacerlo a la antigua. ¿Tienes cita, o quieres que te haga contactar con el miembro que esté disponible en este momento? - le preguntó la mujer mientras descolgaba el teléfono, esperando su respuesta. - ¿Puedo saber el motivo de tu visita, cariño?- preguntó la mujer, para atar ya todos los cabos.

Un hombre enorme de casi dos metros diez apareció acompañado por un grupo de adolescentes que parloteaban sin parar, riéndose en voz alta. El hombre les mandó callar con un siseo, y el grupo bajó la voz. La mujer salió de detrás de la mesa.

- ¡Enzo! ¡Enzo, querido! - llamó, haciendo que el gigantón de detuviera, dándose la vuelta.

Tenía una contextura enorme, propia de los chicos de gimnasio. Su espalda era ancha, y su cuerpo muy masculino. Su tono de piel era muy bronceado, su melena negra al igual que su barba de pocos días y los ojos eran de un profundo verde oliva. Por su apariencia, debía ser latino o español. Vestía con un traje blanco y una camisa de estampados hawaianos. La abertura de la camisa dejaba ver el pelo del pecho.

- Dime, Nanny. - respondió con un vozarrón grave acorde a lo que se habría esperado de alguien de ese porte. - Pero dulzura, ¿qué ha pasado? - se acercó a ella, y le cogió una mano, dejándole un suave beso. - ¿Otra vez la ciatica?- le dijo con una sonrisa seductora.

- Si. Me tiene frita. - dijo la anciana antes de volver a sentarse. -Cariño, Esta señorita busca a alguien de la dirección. ¿Sabes quien puede estar libre ahora?- pregunto la ancianita.

El hombre observó a Diana de arriba a abajo, y a pesar de que fue respetuoso, dibujó una sonrisa encantada entre los labios. Sus dientes blancos destacaban aun más a causa de su moreno.

- Bueno, ojalá yo lo estuviera. - comentó, para luego apoyarse en la mesa. - Mándala con Omar. Seguro que puede apañárselas. - dijo despidiéndose después lanzándole un beso a la anciana, y guiñándole un ojo a Diana, antes de volver con su grupo de adolescentes y desaparecer camino al patio, poniéndose unas gafas de sol.

La recepcionista realizó una llamada, y después miró a Diana.

- Espera un momento, querida. Omar vendrá a buscarte y te recibirá enseguida. - le dijo, señalando a uno de los sillones libres que había, para que tomara asiento. - ¿Quieres tomar alguna cosa mientras esperas? ¿Agua, té, café, un refresco? - le ofreció, siguiendo el protocolo que le habían enseñado.

Spoiler:

- Claro. ¿Te gusta solo, con leche, con hielo?- le preguntó la mujer, volviendo un momento después con la bebida que Diana le había pedido. Se la tendió en una taza de color blanco sobre un plato cuadrado, en el que había una pasta de mantequilla casera y una pequeña chocolatina de chocolate con leche, así como el sobre de azúcar y una pequeña cucharilla plateada. - Si puedo hacer alguna otra cosa por ti, dímelo. - añadió con una suave sonrisa llena de dientes blanquísimos.

Cualquiera diría que con su edad cabía esperar una sonrisa desdentada. El verdadero problema de Nanny era que se trataba de una hechicera poderosa, pero cuyo estado de ánimo influía de forma muy directa en su modo de canalizar la magia, y en ese momento, estaba influyendo en su apariencia, de manera que la joven de 35 años que era estaba a causa del dolor de espalda atrapada tras una facha de anciana. Con un poco de tratamiento se le pasaría, pero era curioso reconocerlo. Quizá por eso era aún mas chocante contemplar a Omar ligar con ella, aunque no dejaba de ser divertido para los ojos que lo miraran.

Omar apareció por allí, tomando el control de la situación. Se deslizó sobre sus patines y acogió a la mujer con una cálida bienvenida. Nanny aprovechó ese tiempo para coger el teléfono y tratar de contactar con la directora, sin embargo, el teléfono del despacho no paraba de dar comunicando. no era raro, ya que a menudo Sieglinde se pasaba el rato o bien en las clases, tutorizando alumnos o bien resolviendo problemas diversos que podían presentarse en el día a día. Nada que la Dama de Hierro II no pudiera manejar, pero eso la mantenía ocupada y casi siempre fuera del despacho. Después de comprobarlo por tercera vez decidió acercarse de nuevo a la pareja.

- Omar, Sieglinde no está en el despacho. Creo que lo mejor que podéis hacer para encontrarla es hablar con Woodrow, para que la localice. Tenéis un terminal al fondo del pasillo. Mejor que uses ese, es mas tranquilo que el que tengo aquí. - señaló la mujer, antes de dejarles de nuevo a solas.

Woodrow AH (Asistente Holográfico) era una de las creaciones más pioneras que habían realizado en combinación Decibelio y Cassanova, bajo la tutela de Björn. Se trataba de un asistente capaz de proyectarse en diferentes puntos del castillo, de manera simultánea y coordinada con la base de datos de información que cualquier invitado o estudiante pudiera necesitar. Tanto los mas veteranos como los recién llegados. Lo mismo daba si querías saber el horario de la biblioteca, que la localización de un profesor, siempre y cuando fuese en horario lectivo o se tratara de una emergencia. Resultaba útil, y estaba integrado en el sistema operativo y de seguridad, y había sido configurado con un tono de voz que invitaba al bienestar. Cuando decibelio presionó el botón, y tras un suave pitido, el terminal hizo un suave crujido y el espacio se ensombreció, dando lugar a la cascada de luces que conformaba la silueta del tamaño de un hombre medio.

- Hola, buenas tardes, y bienvenidos a la Metahuman Kraft Ligue. Mi nombre es Woodrow,  estoy aquí para guiarles, ayudarles y servirles en cuanto sea necesario para hacer que su estancia sea mas sencilla y confortable. Antes de empezar, ¿Son tan amables de de decirme sus nombres?- aguardó durante unos segundos, registrando en su memoria las respuestas. Muchos sabían que usando el reconocimiento por voz se saltaba los preámbulos. - Gracias. A continuación, expongan el motivo de su duda, petición o queja. - volvió a decir la voz, mientras las luces centelleaban, cayendo hacia abajo, dibujando como una lluvia de estrellas continua su silueta.

El anfiteatro estaba inundado en una penumbra que aun así, dejaba ver ciertas curiosidades. No sólo mutaciones o criaturas, si no también las muestras que de día no se verían. Al fondo, un chico parecía tener el cuerpo salpicado de unas pequeñas luminiscencias que sólo se habían visto en peces abisales. Una joven que tenía una cola rojiza, en cuya punta había una llamarada constante echando un hilo de humo gris retiró la cola sobre su regazo para que no se la pisaran después de sentarse de nuevo en su lugar en el pasillo. Como ellos, bastaba con observarla sala para darse cuenta de la variedad de individuos que había en ella. Sobre el escenario, una voz que ya habían conocido pronunciaba la estudiada bienvenida. No era otro que Woodrow. A medida que pasaban las imágenes de las instalaciones, explicaba de manera breve pero concisa todo lo que un novato necesitaría saber.

- ...Y recordad. Siempre que tengáis una duda, podréis encontrar un terminal en el que ejecutar el comando de llamada, y acudiré para resolver todas vuestras preguntas. Disfrutad del verano que os espera. Bienvenidos a la Metahuman Kraft Ligue. - dijo con voz cálida, antes de que la pantalla se elevara, las imágenes desaparecieran, y el escenario volviera a iluminarse con una voz ambiental. Al fondo del escenario se encontraban cinco hombres y mujeres de edad avanzada, y otros cinco jóvenes, alternados. - Ahora, saludad con un fuerte aplauso a la Directora de nuestra institución: Sieglinde Vorgrimler Müller. - animó la voz, al tiempo que por un lado del escenario aparecía una mujer obesa que se dirigió hacia el centro. Llevaba un atuendo de máxima sencillez y elegancia. A pesar de su aspecto tan contrario al canon de belleza, se notaba que para ella el aseo, la pulcritud y la imagen eran importantes. Al llegar al centro de la sala se cuadró sobre sus pies, y contempló a los jóvenes sentados en las sillas frente a ella.

Las luces me cegaron por un momento. Sólo escuchaba el sonido de mis tacones sobre el entarimado. Me coloqué en el centro y giré sobre mis pies, delatando el deje militar que había adquirido durante mis años en la escuela. Contemplé los asientos, a medida que mis ojos se acostumbraron a la luz. Las manos enguantadas una sobre otra, entrelazadas en una postura correcta por delante de mi cuerpo. Me tomé mi tiempo en observar en silencio, hasta que el más mínimo sonido se atenuó en la sala, y había contemplado al menos uno por uno los rostros de nuestros futuros alumnos.

- Bienvenidos a la Metahuman Kraft Ligue. - dije, proyectando la voz sin ayuda de micrófono, haciendo que se me escuchara con claridad. Mantuve mi expresión seria, y sentí ese montón de miradas fijarse en mí. Luché contra la nota de inseguridad que me producía siempre sentirme el centro de atención. - Todos vosotros estáis aquí con un propósito. Ya sea aprender a controlar mejor vuestros poderes, indagar más sobre ellos, o entender la naturaleza de lo que sois. - señalé al fondo del escenario, donde estaban esperando los profesores, y tutores. - Ellos serán vuestros profesores y tutores. Hombres y mujeres competentes que hace no mucho, compartían las mismas dudas y temores que los que ahora ocupáis esos asientos frente a mi. - volví a mirar al frente con férrea seguridad. - Este es un lugar de tolerancia. Un templo del aprendizaje. Aprenderéis a respetaros a vosotros mismos y a vuestros compañeros en un clima de comprensión, protección y fraternidad, demostrando siempre hacia los demás respeto mutuo. Todo aquel que guarde temores o desprecios por sus semejantes en su interior, deberá librarse de ellos si quiere prosperar en esta escuela. No hay excusa para el odio, ni motivo para el miedo. Mirad a vuestra izquierda. Ahora, a vuestra derecha. Esas caras desconocidas pronto serán miembros valiosos de vuestro día a día. Así que no temáis preguntarles, para resolver todas vuestras preguntas. - continué con mi discurso, adoptando un tono firme, pero conciliador, que poco a poco calaba en los alumnos que me miraban con los ojos encendidos de una ilusión que iba en aumento. - Aquí tendréis un sin número de posibilidades. Nuestra intención es guiaros hacia el máximo de vuestras capacidades. Hasta lo que sabemos que podéis llegar a ser. - aseveré, volviendo a mirarlos uno por uno. - Vuestro futuro sólo depende de vosotros, pero permitidnos formar parte de él. - añadí como broche final.

Luego hice un sutil saludo con la cabeza, y me marché hacia el lateral, mientras se escuchaba una tímida palmada, a la que le seguían otras que convertían el sonido en un estruendo. Al salir por el lateral del escenario, hice una respiración profunda, tratando de acallar los nervios. Mi expresión se mantuvo impasible, mientras abandonaba el escenario hacia la salida. Algunas miradas de los alumnos me siguieron, pero volvieron al escenario, mientras Woodrow presentaba a los miembros del profesorado, uno por uno, con una breve introducción de sus carreras, y sus capacidades.

Con paso decidido puse rumbo hacia la saluda, encontrándome de cara con Omar, que iba acompañado de una mujer. Era su turno de guardia, lo que justificaba que estuviera allí en compañía de una desconocida.

- Aquí no. - dije, cortante, mientras señalaba hacia la puerta de entrada, abriéndola y cediéndoles el paso después, para no perturbar el ritmo de la charla de bienvenida. Después de escuchar el crujido de la puerta, observé a la mujer que Omar había traído. Había algo en ella que me resultaba familiar, pero no sabía qué. Al haber tenido tantos alumnos, profesores de paso, y contactos, era una sensación que para mi era bastante recurrente. Dirigí una mirada severa a Omar. - ¿Su visita está programada?- pregunté, aunque sabía que no. Si lo hubiera estado, yo lo sabría, a menos que otro tuviera que encargarse de dicha visita. Pero como habían ido a buscarme, estaba convencida de que era otra de esas visitas sorpresa de algún delegado de educación, o algún inspector de un ministerio que sin duda venía a hacer el reconocimiento de rigor, y de paso, a indagar todo lo que pudiera. Todo cambió cuando Omar le puso en antecedentes, explicando que la mujer era miembro de la Onu. - No me lo han comunicado. No me malinterprete, Señorita Prince. En el futuro, procure asegurarse de que concerta una cita previa. No todos los días mi agenda está tan liberada como hoy.  - planteé. Estaba un poco harta de que los burócratas me tomaran por el pito del sereno, pero no iba a permitir que eso afectara en nada a mi profesionalidad. - Dígame, ¿qué labor la trae aquí, y qué necesita de la MKL?- pregunté con un tono educado. La verdad es que sentía cierta curiosidad...

Un par de horas después, despedí a la mujer y me senté en mi despacho, dispuesta a plantear cual era la siguiente tarea primordial en mi lista de cosas que arreglar antes de los preparativos del verano, y el viaje que iba a hacer tras la inauguración del nuevo curso en la MKL. Cogí el pequeño aparato, y pulsé el botón, haciendo que el holograma se dibujara frente el gran escritorio de caoba antigua.

- Woodrow. Localiza a Omar y Lorenzo, y diles que acudan a mi despacho a la mayor brevedad, por favor. - le pedí amablemente, a lo que él respondió con una suave reverencia de cabeza, volatilizándose frente a mi. Centrate, Sieglinde. Hay mucho que hacer.

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Los preparativos iban a ser muchos, y para un momento de tanta actividad como lo estaban siendo los meses posteriores a la colisión, debía encargarme de dejar todo encarrilado para que el trabajo del resto fuese lo más sencillo posible. Me aseguraría de mantener el contacto con ellos y con las otras dos filiales de la MKL por líneas seguras, pero también ellos tendrían que hacer un esfuerzo extra, para comportarse y continuar trabajando duro durante mi ausencia. La expectativa del viaje empezaba a hacerse notar, no solo en las horas que dedicaba a organizar la escuela, si no también en mis ciclos de sueño, que habían disminuido bastante. Era inevitable, supongo. Por mucho que entrenara, o tratara de cansarme, a la hora de dormir siempre había algo que se me escapaba, y me mantenía desvelada hasta que lo solucionaba. Por eso quería empezar a trabajar con tiempo suficiente, sobre las decisiones a tomar, de cara al nuevo curso. No iba a dejarles con el trabajo monumental del inicio, pero había programado mi marcha para noviembre, y con sólo un mes de curso iniciado, lo más habitual es que hubiera muchas preguntas, objeciones, cambios, y líos con la matriculación. De eso tendría que hacerse cargo el equipo que se quedara. Era por eso que tenía que hablar con Enzo y Omar a la mayor brevedad.

Mientras preparaba un modelo con los puntos a tratar, y lo mandaba imprimir, revisó las fechas de los vuelos programados. Estaba pensando en llevar el avión privado, de manera que acceder a USA sería mucho mas fácil, y con menos condiciones que en un vuelo comercial, pero tampoco quería bloquear su uso, por si había una emergencia. También estaba el matiz de que alguien considerara sospechoso el uso del avión privado, y pudiera iniciar alguna investigación. Pocos minutos después, llamaron a la puerta, así que tuve que dejar la decisión para después.

- ¿Puedo pasar?- preguntó la voz de acento castellano al otro lado de la puerta, después de hacer su toque característico.

- Lorenzo. Pasa. - le dije, mientras me levantaba, me dirigía al minibar escondido en uno de los cajones de madera. en él había una pequeña nevera en la que solía mantener el agua fría, algunas bebidas, y comestibles para las visitas. - Agua, como siempre. Toma asiento.- dijo alcanzando una botella y cediéndosela. El enorme hombre moreno la cogió y se sentó en uno de los sillones, mientras la abría con un giro de muñeca.

- Woodrow me ha llamado. Ha dicho que era una urgencia. ¿Va todo bien? - preguntó con su natural buen humor. Era un hombre difícil de exaltar, salvo cuando se trataba de bromas, y Omar estaba de por medio.

- Os lo explicaré, en cuanto llegue Omar. - sentencié, mientras cogía una botella para mi y tomaba asiento.

Al oírme mentar al francés, el español comenzó a toser, con cierto nerviosismo. Eso implicaba que habían hecho de las suyas, y que sin lugar a dudas, creían que eso se debía a otro de los rapapolvos que ya había tenido que echarles en mas de una ocasión. Sus bromas eran algo inocente hasta que, sin poder evitarlo, se salían de madre. Las agravaban a un ritmo tan exponencial, que no se daban cuenta de cuando sobrepasaban el límite, aunque era cierto que hacía mucho que no me veía en la obligación de imponerles ningún correctivo por ese carácter absurdo que los dos tenían. La puerta sonó en ese momento, y le indiqué que pasara con un asentimiento.

- Pasa, Omar. - le indiqué. - ¿qué vas a querer esta vez? - preguntó, dirigiéndose a la nevera. Lorenzo era sencillo. Solo agua. Omar, dependía de la ocasión. A veces era agua, a veces zumo, a veces refresco. - ¿Tenéis idea de porqué os he llamado? - pregunté mientras volvía a sentarme en mi sillón con cierto aplomo, haciendo que el cuero se quejara bajo mi aparente peso. Aguardé sus posibles explicaciones durante un momento, pero tampoco quería mantenerles en tensión mas de lo necesario. - Como sabéis, en noviembre Björn y yo llevaremos a cabo un viaje en calidad de embajadores a américa. Nuestra intención es contactar con la mansión X, y también, si nos es posible, con el B.P.R.D, aunque eso segundo debe mantenerse en la mas estricta confidencialidad. Durante ese periodo, me aseguraré de dejar todos los temas burocráticos encarrilados, y que nuestra marcha resulte lo menos problemática posible. Sin embargo, necesito que alguien se quede en calidad de responsable de las instalaciones y el progreso del curso durante ese tiempo. Vosotros funcionáis bien en equipo, por lo que he decidido delegar en vosotros esa tarea. - expuse, con severidad, las manos entrecruzadas sobre la superficie del escritorio, en actitud severa y solemne. Estaba ofreciéndoles un puesto de gran responsabilidad, que sabía que podían ocupar si se lo tomaban en serio. El problema sería que no lo hicieran, porque eso significaría que su confianza en ellos iba a mermar en gran medida. - A menos que alguno de los dos tenga algún motivo por el que denegar mi oferta, o crea que no es el indicado para dicha labor. - cogí mi botella de agua y la abrí, dándole un pequeño trago, aclarando así con el agua la boca, que de tanto hablar con la otra mujer había acabado bastante seca. - Si vais a hacer esto, quiero que entendáis que implica una gran responsabilidad. Os he dejado un plan estructurado sobre lo que debéis tratar, y deberéis entregarme un informe conjunto, junto con la propuesta de temario para el curso que viene, basado en las reuniones de los diferentes departamentos. Como jefes de estudios, entiendo que eso lo tendréis controlado. - aseveré, al tiempo que les alcanzaba las impresiones, que mostraban un esquema impecable y ordenado de todo lo que debían preparar, para que lo supervisara y diera mi visto bueno. - ¿Tenéis alguna duda? - inquirí. Mas valía plantearlas ahora, que no cuando me fuera. Sabían lo nerviosa que me ponía que tuvieran que andar preguntando todo por teléfono cada diez minutos, cada vez que salía del castillo.