Bronca - Lobo Feroz (Post Invierno de Fuego)

- ¿Cómo te encuentras?
- Creo que resalta a la vista mi estad, Lobo Feroz: la magia tiene un precio y en mi caso ha sido alto.
- Hmmm... ¿Te serviría de algo decirte que hoy has salvado muchas vidas?
- Ja... Ja... jacoof... No me hagas reír porque me duele todo el cuerpo... Basta con que me digas que ahora van a confiar más en mí.
- No puedo asegurarte eso. Ya les conoces. Sabes cómo son. Puede que hayas firmado, y se te hayan perdonado todos tus pecados, pero no pueden olvidar que estuviste con el Adversario, y mucho menos lo que hizo tu otro yo. Dales tiempo...
- Tiempo... si... Creo que tiempo es lo que más poseo en éste momento...

Terminamos de hablar, y dejo que se la lleven al ático del alcalde, donde hemos puesto la sección de cuidados intensivos. La Reina de las Nieves ha sufrido mucho por culpa de su hechizo protector. Ha salvado a mucha gente ésta noche, como le he dicho, pero ambos sabemos que eso no hará que todos la miren con buenos ojos y sonrían al verla pasar... o vernos. No puedo evitar estar preocupado, a la vez que alterado cuando pienso que hemos detenido al Adversario para nada. Son muchos años conviviendo con los mundanos y si nosotros somos desconfiados, ellos son rencorosos. Tratarán de señalarnos como los causantes directos de ésta catástrofe, a pesar de que han salvado sus casas y sus vidas. Nos tacharán de asesinos al contar los soldados y los policías que han caído defendiendo la ciudad. Y yo estaré en primera fila para verlo.

El Bosque está lleno, tanto de fábulas como de mundanos. No podemos olvidar que han peleado en una guerra junto a nosotros, y no vamos a negarles los cuidados que se merecen, aunque sea solo para que se vayan tranquilos de ésta vida. Todos los pisos están llenos de heridos y todos los despachos necesarios se están usando para los tratamientos que sean necesarios. Incluso el despacho del alcalde, aunque en éste último se ha limitado la extensión de las camillas por propia seguridad de los heridos.
El único que se ha salvado ha sido mi despacho, pero por ser demasiado pequeño. No sé si reírme o llorar por ello, así que no hago nada y sigo mi camino, hacia la planta baja.

- Feroz. Tienes una llamada para ti.

Me choca que me llamen a la recepción del Bosque así que me paro un segundo delante del auricular mientras aparto el pitillo de mi boca: lo necesitaba con tanto olor a sangre y productos médicos en el ambiente.

- Lobo. Soy Henry. Ya hemos terminado por aquí.
- Henry. Me alegra oír tu voz.
- Y yo la tuya, viejo amigo.... Escucha, nos llevan al hospital más cercano y no sabemos cuándo-
- No te preocupes: soy yo el que os debe un favor a vosotros..... ¿Estáis todos?
- Bob, Frank y Spacey están algo magullados, pero bien. Yo tengo una pierna rota y Jeremy no deja de quejarse con que tiene un pitido en la oreja...... Lobo... Abe y Johnson han muerto, y creo que Will...
- ... Entiendo... Cuídate, Henry. Y cuida de los demás.
- Lo mismo le digo, jefe...

Cuelgo, y me llevo la mano a la cara, apretando el puente de la nariz. Maldición... Abe, Johnson, Will.... No se merecían ésto. Nadie se merecía ésto. Siento que la pena por las pérdidas y el miedo dejan paso a la ira. Gruño por lo bajo, conteniéndome. No es el momento de perder los estribos.

- ¡Capitán! - La voz de Blanca me llega desde la puerta del edificio. Levanto la mirada y la veo plantada en el umbral, con la figura del Capitán América frente a ella. Desde aquí noto su pulso, su rabia... No me gusta... - Por favor, antes que nada pase: le atenderemos las heridas.

El Capitán entra, empujando a Blanca. Ésta vez es mi propia rabia interna la que noto, pulsando mi cabeza como un martillo. ¿Qué demonios se cree que hace? Gruño y doy un paso, y noto una mano que me agarra del brazo para que me detenga. Me giro y veo que es Bestia, cubierto de rasguños y vendas. Me mira desde su altura sabiendo lo que estaba a punto de hacer.
Si, yo también lo sé. Sé mejor que nadie que iba a echar al capitán del edifico de un puñetazo. Sé que si no me controlo, podría ir a más... y no es el momento. Lo sé Bestia, lo sé. Inspiro con fuerza, gruño.

Expiro...

Blanca por su parte no se hace la ofendida. Ni siquiera le pone mala cara al Capitán. Simplemente le sigue hasta más o menos donde estamos nosotros, cerca de las escaleras... y le suelta eso. Éste tío es imbécil.

- Capitán - contesta Blanca con decisión, cambiando el tono de su voz a uno más duro, autoritario, pero a la vez comprensivo. - Déjeme decirle que está equivocado en dos cosas: la primera es que daba igual nuestra posición política. El Adversario iba a atacarnos sin importar los acontecimientos que libráramos, para después aplacar a toda la humanidad. Y en segundo lugar, éste no es el mejor momento para ésta petición suya. Así pues, si no desea que le atendamos las heridas por favor, considere volver con sus hombres y dejarnos seguir con nuestro cometido de cuidar a los heridos.

Dicho ésto, Blanca pasa por la derecha del Capitán y se dirige hacia donde estamos nosotros. Me mira con los mismos ojos con los que miraba al Capitán: duros y seguros.

- Necesitamos más vendas para los pisos 3 y cinco. Preguntad al piso 13 si han terminado de hacer las pociones.

¿Ordenes? Blanca le ha sugerido volver con los suyos. ¿Dónde están ahí las ordenes? Y, ¿separatistas? ¿De qué diablos va éste tío? Blanca se gira, junto a mi lado al escuchar las palabras del Capitán América. No puedo evitar fijarme en su muslo a la hora de andar. Me parece que huele a quemado, pero toda la maldita calle huele a lo mismo así que... no sé.

Las palabras me golpean como un yunque en toda la cara. Si hubiera tenido un cigarrillo en la boca, se habría partido en dos.

- Capitán, por favor, en ningún momento-
- Soberano gilipollas.
Las palabras me salen de la boca sin que yo pueda detenerlas. Noto como Blanca se pone tensa al escucharme hablar, y veo su mirada. Esa mirada que pone cuando está asustada pero lo oculta tras sus ojos de cristal. Lo siento Blanca, pero no puedo pararme. Ya no.
Doy dos pasos hasta acercarme al capitán, teniéndolo cara a cara. Tengo los músculos del cuerpo tensos por la rabia que siento. Esa ira se congela en un rictus en mis facciones. Puedo ver mi cara reflejada en los ojos del capitán. Estoy a haciendo mi mejor esfuerzo para retenerme.
- Acabamos de batirnos en una batalla campal contra un enemigo que nos superaba claramente. Hemos peleado con todo lo que teníamos para salvar las vidas de los nuestros. Hemos perdido un montón de vidas que no merecían morir de ésta forma... y tu vienes aquí, en medio de todo éste caos, a pedir una firma. Y no solo con eso, nos insultas, nos escupes a la cara y te meas en nuestra puerta. Puto hipócrita. Dime, Capitán: ¿ha ido bien la capa de hielo que ha cubierto la ciudad? ¿Cuántos de los que había dentro han muerto? ¿Cuántos edificios se han desplomado, aplastando millares de vidas y destrozando la de muchos otros? ¿De dónde crees que ha salido esa capa de hielo? ¿Del Parlamento? ¿De Pentágono? ¿De la Casa Blanca?... ¿Sabes? He cambiado de opinión. Ya no me siento tan insultado al llamarnos separatistas. He estado aquí desde que éste país era tierra robada, he visto cómo se fomentaban sus cimientos y peleado en sus putas guerras cuando tus padres ni habían nacido. Capitán América... si... representas perfectamente a tu país, chaval. Aprovecharse que el fuego aun no se ha apagado para sacar tajada y salirse con la suya, sin mirar a los caídos y los que se preocupan por los demás. Capitán América. El perfecto soldado. Un niño mimado por una bandera.
Doy un paso más hacia delante.
- ¿Antes de que las cosas se pongan peor dices? Tarde: acabas de meterte en la boca del lobo.

Estoy por contestarle... pero me callo. Éste tipo no tiene remedio, y lo compruebo con cada una de las replicas que me lanza. Como pensaba, es un niño mimado por una idea y una patria. Un idealista radical peor que esos tipos del gobierno. Cada palabra que suelta hace que quiera darle un puñetazo aquí y ahora, porque es la única forma de lidiar con ésta gente. Me repugna la forma que tiene de diferenciar a los caídos y a los afectados. Personalmente he perdido amigos ahí fuera. Mundanos que pelearon conmigo hace mucho tiempo... y como no, fábulas. Todos hemos perdido en ésta guerra y él sigue con esas... Me repugna...

Noto a mi espalda que varias fábulas y mundanos que vinieron a por refugio y que les atendieran se acercan al pie de las escaleras, con Blanca como barrera que no debían cruzar. Supongo que les ha llamado la atención los gritos o alguien habrá hecho correr la voz. Me da igual si hay público. Sólo quiero...

Y al fin, parece que he sido escuchado cuando el capitán me dice de salir fuera. Por mí, perfecto. Me estaba muriendo de ganas.

A fuera aun llueve. Es como si el mundo quisiera limpiarse los restos de la batalla contra el Adversario. El olor a humedad, lluvia y carbón mojado me empapan las fosas nasales. Una vez fuera me giro un momento para verla y allí está, mirándome. Intenta mantenerse serena pero sé que por dentro no es así.

Acabas de cometer un error viejo, y lo sabes.

El capitán no se espera a que estemos el uno frente al otro. Un soldado, que se deja llevar antes de hacer honor a su nombre. Menudo crío... pero un crío que me pilla desprevenido.

Me giro cuando veo venir su puño a mi mandíbula, y mi reacción sería la siguiente: intentar apartar mi cara de su trayectoria y a su vez, proyectar un derechazo hacia su garganta para desestabilizarlo.

El golpe en la mandíbula hace que mi puño se desvíe, y no llego a darle. Tengo que reconocer una cosa: pega fuerte. Noto como los nervios se me vuelven locos y disparan corrientes por todo mi cráneo. Me mareo un poco y pierdo el equilibrio, pero no soy un novato. He recibido golpes como éste y sé reponerme. Planto el pie para sostener mi cuerpo y vuelvo al ruedo.

El capitán también se prepara, levantando los puños en defensa. ¿Boxeo? Por mí bien. Levanto los puños, imitándole. No eres el único que sabe de boxeo, capitán. Me pregunto si también sabrá de pelea callejera. Supongo que pronto lo sabremos.

En las puertas del Bosque se amontonan los curiosos. Blanca está allí, plantada. No puedo darme el lujo de volver a girarme. Tengo que centrarme en lo que tengo delante, y lo que tengo delante son dos buenos puños americanos. Puedo escuchar por encima de la lluvia los pequeños murmullos de quienes se apegan a las ventanas para ver lo que está pasando.

Ataca. Puño izquierdo. Un gancho. Movería mi pierna derecha hacia delante con mi cuerpo para esquivar ese golpe, y utilizaría la inercia para girar mi cintura y darle con la derecha en la cara.

Consigo golpearle en la cara, pero él también consigue su objetivo. Me retumba el golpe en mi interior. Hace que medio me doble hacia la derecha pero de nuevo consigo mantenerme. Mi puñetazo también parece que lo ha dejado tocado. Estamos a la par. No, no lo estamos: él me lleva un golpe de ventaja. El primero que me dio en la mandíbula.

Nos hemos llevado ambos varios golpes y puedo decir con seguridad que ninguno de los dos va a pararse. Ambos sabemos cómo pelear. Mejor que eso: ambos sabemos cómo golpear, y no pararemos.

Su siguiente golpe viene directo a mi mandíbula. Quiere golpearme en un punto que me deje sin sentido, o eso espera. Será un puñetazo rápido. No me da tiempo a pararlo porque podría golpearme de nuevo, así que intentaré esquivarlo.
Mi izquierda irá en busca de su vientre, justo en el punto bajo el esternón. Si golpeo fuerte y golpeo bien puedo dejarle sin aire y eso me podría dar ventaja.

Lo siento Blanca. Ésto no debe ser bonito de ver.

Mi cabeza sale despedida hacia un costado y mi cuerpo la sigue, apoyando la pierna para evitar girar y mantenerme firme donde estoy. La boca me sabe a sangre y noto como el mundo se mueve a mi alrededor. Ha sido un buen golpe, y yo no he sido capaz de pararlo. Ojalá fuera tan bueno razonando como peleando.

- ¡Lobo!
- Blanca, déjanos terminar.

No sólo ella: el resto de los que están mirando... puedo escuchar sus corazones latiendo con mucha fuerza. Ansiedad. La mayoría quieren venir hacia donde estamos el capitán y yo, detenernos, defenderme... Me doy un momento y me permito sonreír, recordando los viejos tiempos. Es curioso ponerse a recordar el pasado, y ver cuánto hemos cambiado: antes la mayoría de los que nos miran hubieran querido que el capitán me quitara la piel a tiras. Ahora me toleran e incluso me tienen aprecio.
Las cosas cambian, ¿no?

Vuelvo a ponerme en guardia cuando veo que el capitán se me acerca, dispuesto a terminar con todo. Bien, porque ya va siendo hora. Si seguimos así, no sé si podré responder de mi mismo: a mí también me corroe el ansia, pero es un ansia más visceral más... más yo. Espero terminar antes de que no pueda controlarme.
El capitán salta y va a por mi, a por todas. Así pues intentaré cubrirme y esquivarle, para aprovechar su propia fuerza de embiste y darle otro golpe justo en medio de su tórax. Si consigo marearlo y dejarlo sin aliento, ésto terminará pronto.

Ninguno de los dos consigue golpear al otro, y en medio de la acción nos encontramos ambos dando vueltas por el suelo, intentando inmovilizar al otro para así asestarle unos cuantos golpes. Pero ambos conseguimos separarnos a tiempo y sin recibir más daño que una simple caída. Estamos a la par en cuanto a defensa y ataque, pero aun me resiento del golpe que me dio al principio.

Nos ponemos de pie y nos miramos mientras somos rodeados poco a poco por las fábulas y algunos soldados y policías mundanos que estaban siendo tratados en El Bosque. Algunos llevan vendajes por piernas, brazos, torsos o cabezas. Otros van con muletas o sostienen un gotero con una mano para poder nutrirse de nuevo.
Fábulas y mundanos observan cómo nos damos de golpes en total silencio. Esperan el desenlace de ésta historia de violencia el cual no debe faltar mucho para que llegue. Lo noto en la sangre. Tengo que pararle antes de que salgan mis más viejos instintos. Si, antes de que salgan.

- ¡Deje de llorar, soldado! - le increpo. Sí, lo reconozco como soldado, pero aun falta mucho para que pueda reconocerlo más allá de eso.

Viene hacia mí e intentará tumbarme con un golpe de hombro. Se ha convertido en un toro, y voy a responder con la misma moneda: me lanzo contra él para así poder pararlo y darle un rodillazo.

No salió como yo esperaba. Ni he podido derribar al capitán ni he podido conectar mi rodilla contra él. Simplemente, me ha arrollado como si fuera un camión de mercancías.

Caemos ambos al suelo, él por el impulso y yo por el impacto. Empieza a dolerme todo el cuerpo. Noto en mi boca el sabor metálico de la sangre, seguramente por alguna herida que me habré hecho con mis dientes contra la carne. Estoy cansado de ésta pelea, pero no puedo parar, al igual que el propio capitán.
En mi interior se revuelve mi instinto depredador. Es lo malo de ser lo que eres: al final, el instinto aflora y sacas el animal que llevas dentro. No, le animal que eres de verdad. No quiero que pase eso. Quiero seguir siendo el Lobo mundano. El de los puños en alto y el cuerpo marcado como un cromo. Quiero enseñarle a éste chaval lo que es pensar por uno mismo, y si con palabras no lo consigo...
Pero todo ésto lo puede hacer el Lobo mundano. No el Lobo Feroz.

- No te vengas tan arriba, chico... Sólo porque hayas podido darme un par de veces...

Aquí viene. El chico viene con todo preparado para terminar la pelea. Bien, porque me estoy cansando... pero no voy a dejar que él gane. Veo su puño acercarse y yo hago lo mismo: preparo un puñetazo que impactaría en la parte baja de su mentón.

- ¡LOBO!

Si, yo también lo he visto muy cerca. Demasiado cerca. Ese puño ha estado a punto de darme, y joder, yo también fallo el mío. Blanca está demasiado tensa, y no ha podido evitar estallar, gritando mi nombre. No pasa nada Blanca, no pasa nada: los golpes de éste crío no son comparables a otras heridas que ya he sufrido en mi cuerpo. Pero tranquila, porque sabes que no me va a pasar nada. Estate tranquila Blanca: tu marido no piensa abandonarte ni hoy ni nunca.

- ¡Eres un maldito cabezota! ¡¿Qué crees que conseguirás con ésto?!

Y me contesta. Vaya si me contesta. Pero no con palabras, sino con su puño. Lo veo directo hacia mí, de nuevo, intentando acabar con la pelea. Intentaría esquivarlo para responder con lo mismo: un derechazo en su mandíbula. Castigar su cabeza para ver si así se aclara las ideas.

El impacto hace que cierre los ojos y no vea nada más que luces y sombras. Ese puñetazo me dobla, pierdo el equilibrio y me veo, por decirlo de alguna forma, tumbado en el suelo. La humedad en mi espalda penetra en mi piel, me hace sentir incómodo y agradable a la vez. Todo mi cuerpo está resentido y el pulso constante en mi cabeza no me deja abrir los ojos.

- Lobo...

Blanca. Si, Blanca está allí, con todos los demás. Nos siguen rodeando mientras el capitán dice no sé qué sarta de tonterías. Tengo la cabeza en otro sitio como para prestarle atención pero lo suficientemente despierto para darme cuenta de dos cosas: la primera es que ha dejado de llover. Curiosa forma de terminar un clímax. La segunda, es que tengo su rodilla sobre mi pecho y acaba de ponerme unas esposas en las muñecas.

- ¿Qué está haciendo?

Noto la angustia de Blanca como si fuera la mía. No, tranquila. No pasa nada. Tranquilízate. Pero mi voz no le llega. Sólo un gruñido incomprensible. Aprieto los dientes e intento levantarme, pero no puedo porque lo tengo encima. Tengo encima al peso del gobierno, tan hipócrita que duele.

- ¡Suéltelo ahora mismo! ¡Lobo no es ningún criminal para que lo trate así! ¡Libérelo!

Quiero calmar a Blanca porque sus nervios me están matando, y es entonces cuando escucho al capitán llamar al SWAT. El SWAT, dentro de Villa Fábula. Si llegan a entrar, ésto se podría convertir en una carnicería: no sólo Blanca está alterada sino que el resto de las fábulas a nuestro alrededor. Los mundanos parece que aun no nos conocen lo suficiente o es que el Capitán América ha perdido completamente el juicio. Si invaden Villa Fábula, sus habitantes iniciarán una guerra campal y entonces si que estará todo jodido.

Y una mierda.

Gruño con fuerza para levantarme. Mi cuerpo empieza a cambiar. La piel se cubre de pelo, los dientes se vuelven colmillos y el dolor en mis muñecas es insoportable por culpa de aquellas esposas... pero al final ceden, o al menos una de ellas. Siento que mi cuerpo está perfectamente ahora, con las heridas sanadas y lleno de energía. La energía primal de un animal. Del lobo... Me levanto y si el capitán no quiere acabar en el suelo bien tendría que apartarse. Me pongo derecho sobre mis más de dos metros de altura y miro al soldado que tengo delante, enseñando mis fauces. Los pies apoyados en el suelo, las garras listas y la ropa hecha jirones.

- Diles ahora mismo a tus hombres que no entren en Villa Fábula... si no quieres empezar una guerra, soldado...

[FDI: La forma de Lobo es la que tengo en el Spoiler de mi firma]

El viaje de vuelta a Villa Fábula resultó sorprendentemente pacífico teniendo en cuenta todo lo que acabábamos de pasar. Un par de helicópteros de emergencias, otro par de prensa y televisión que como siempre, aprovecharon para tomar un par de planos de mi hermoso culo metálico... Lo normal después de estos días... Salvo porque el estómago me rugía a dolor y no podía parar a comprar un Shawarma... Hmn.. quizá una Pizza barbacoa estaría mejor...
Eso, sigue pensando en comida que el estómago no te ha rugido suficiente.

-Vas bien, ¿Preciosa?- Había visto combatir a esa mujer férrea, pero aguantar todo un viaje agarrada a mí era bastante duro... Ya sabes a lo que me refiero. - Si quieres te sujeto un rato - Pregunté mientras veía el humo y los edificios de la ciudad nueva a lo lejos. No dudaba de la fuerza y resistencia de Rosa, pero necesitaba manos y pies para poder mantener el vuelo estable después de todo y ella debía sostenerse.

Escuché a lo lejos mientras me acercaba al ayuntamiento rugidos y gritos. Pero qué cojones... ¿No había pasado todo? -Señor, el SWAT está en camino - ¿Qué? ¿Por qué? - El señor Rogers ha realizado una llamada de emergencia - Llama y que lo cancelen - ¿Señor? - Que cancelen el operativo, Jarvis, vamos a controlar la situación - Enseguida -

No entendía qué mierda pasaba... Ni por qué. Pero a medida que me acerqué, reduciendo la potencia de vuelo coloqué una mano en la cintura de Rosa para bajarla con cuidado viendo a Steve pelear con lo que parecía Balto sobrehormonado. - ¿Al SWAT en serio, Steve? Te has enfrentado con bichos más grandes y peores... He cancelado tu llamada - dije mirando al capitán - Y vamos a calmarnos todos un poco - dije mientras dejaba a la chica con los pies firmes en el suelo - ¿Qué os pasa? - Tenía la impresión de que era una de esas peleas en las que empiezas, la sigues y no la terminas. Y mientras te siguen reventando y sigues partiendo distintas partes del cuerpo de alguien, no recuerdas qué mierda te llevó a eso. Como el Gallo y Peter Griffin. - Después de una guerra en la que estáis en el mismo bando acabáis así, ¿Se puede saber por qué? - No me parecía propio de Steve entrar en una provocación, ni propio de Lobo alargar el riesgo de su ciudad por una pelea de instituto.

Tengo el puslo demasiado acelerado. En éste estado podría saltar sobre la yugular del capitán en cualquier momento y sin poder detenerme. Es ese momento, cuando un individuo se mete en tu territorio y no puedes tolerarlo más. Es ese momento cuando sales para enseñarle los dientes y a darle una última oportunidad antes de caerle encima con toda la manada. Es ese momento cuando traspasas toda deliberación posible y sabes que sólo hay una forma de echarlo de ahí. Y pese a que soy un lobo muy diferente a los mundanos, sigo manteniendo ese momento en mi sangre.

Me altero considerablemente cuando me dice que no debería haberme metido con él. ¿Qué se ha creído? ¿Es completamente idiota o qué le pasa? Blanca decide ponerse entre los dos, sujetándome por el pecho. Me detengo en ese instante pero lo señalo con una de mis garras, mostrando los dientes.

Estoy... muy... cabreado.

- No me vengas con gilipolleces, capitán. Tú eres quien ha venido a molestarnos y en un momento como este. Si hemos tenido ésta pelea ha sido por ti y por tu orgullo. Tú no eres América ni representas a su pueblo. Tan sólo eres un hombre con el orgullo herido.

Blanca seguía sujetándome, intentando calmarme porque estaba viendo como yo que íbamos a volver a pelearnos y ésta vez totalmente en serio. Fueron aquellos propulsores los que me hicieron mirar hacia arriba a la espera que se aproximara del todo para ver a Tony Stark llevando en brazos a Rosa Roja. Después el resto de fábulas también levantaron la vista cuando pudieron escuchar el traje de Iron Man acercarse y depositar a mi cuñada en el suelo.
Tony había detenido al grupo SWAT. Menos mal, y el alivio se pudo sentir en el resto de fábulas. Rosa se acerca a su hermana mirándonos a ambos sin entender qué estaba pasando. Blanca le dice algo. No recuerdo el qué porque estaba centrado en lo que dirían Tony y el capitán. En un momento dado Rosa Roja con su particular forma de hacer las cosas pide a todo el mundo que vuelva a El Bosque a seguir cuidando de los heridos, que era la prioridad máxima.

Nos quedamos Blanca, Tony, Steve y yo bajo la lluvia.

- Otra vez con esas gilipolleces.
- Lobo, no - Blanca me detiene, de nuevo, y se gira hacia Steve. - Ya le dije antes capitán que éste no era el mejor momento. Estamos atendiendo a los heridos, tanto fábulas como mundanos, y usted ha seguido insistiendo en que firmáramos una renuncia cabreando así a mi marido. ¿Es que no ve el mal que está haciendo?

Steve está por contestar a Blanca pero Tony se interpone y le pide que hablen un momento. Ambos se retiran y hablan en voz baja. Steve está que estalla, a punto de girarse y seguir con la pelea. Mal por él. Pero Tony es un buen negociador, un buen intermediario. Joder, tendrían que darle el Nobel de la paz si consigue detener al capitán.
Parece que alguien allá arriba me estaba escuchando porque ambos Vengadores deciden retirarse, no sin antes una despedida de Tony.

Una pausa en ésta guerra nos irá bien.

- Tony ha conseguido convencerle.
- Le ha dado buenos motivos.
- Pero ésto no termina aquí.
- No, ni de lejos. Por ahora, centrémonos en los heridos.

Si, ésto no se ha terminado aquí ni de lejos.