Las sirenas de la policía y los bomberos sonaban por toda la calle. Los edificios medio derrumbados bloqueaban el paso y las autoridades eran incapaces de llegar hasta la zona de conflicto. Los médicos no daban abasto con tantos heridos y los gritos de desesperación resonaban a lo largo y ancho del barrio. Nueva York había sufrido ya muchos debacles y muchas desgracias relacionadas con atentados, tiroteos en las calles y amenazas sobrenaturales. Pero ninguna comparada con aquella. La bestia que estaba arrasando con la ciudad era imparable, desmoronando los edificios a su paso y aplastando los efectivos del ejército que quedaban en las calles.
La ciudad de Nueva York estaba condenada.
- ¿Frank? La comida está lista. Baja antes de que se enfríe.
- ¡Jo!... Ya voy mamá. El pequeño Frank odiaba que su madre le interrumpiese mientras jugaba. Se vio obligado a dejar el muñeco de T-Rex a un lado y se levantó, observando el escenario que había construido para su disfrute. Después le tocaría recoger todo, lo sabía, como en otras ocasiones. Por suerte era domingo, y no le tocaría ir al colegio. Si había algo que odiara más que verse obligado a parar sus juegos era tener que irse al colegio.
Frank bajó a grandes saltos las escaleras que daban a la planta baja de su casa, y corrió hasta donde su madre estaba parando la mesa. Su padre era el cocinillas los domingos, y a Frank le hacía gracia que llevara puesto siempre ese ridículo delantal, con su sonrisa y sus gafas torcidas que se las ponía así a propósito tras un chiste que hizo su hijo hace ya mucho.
Viendo que aun faltaba un poco para empezar a comer, Frank cogió el mando de la televisión y la encendió, buscando un canal donde pusieran dibujos. Sin embargo la mayoría de canales públicos y privados habían cancelado sus emisiones por una rueda de prensa: en las marquesinas se podía leer "Comunicado de Blancanieves para Nueva York".
- Hmmm... ¿Otra vez esa mujer? ¿Y qué nos va a decir ahora? ¿Que Nueva York les pertenece?
- Al menos deja que hable cariño. Frank, sube el volumen.
- No me la trago, eso es todo. Como si no tuviéramos suficiente con lo que tenemos, ahora llegan esos-
- ¡Sssshhhhh! Que empieza - advirtió el pequeño Frank.
En las pantallas de los televisores de miles de ciudadanos vieron como Blancanieves se acercaba al atril, encaraba los micrófonos hacia sus labios y se preparaba para hablar. Los flashes de las cámaras despertaron en los ojos de Blanca una mirada fría y penetrante. Frank, por alguna razón, sintió miedo de aquella mirada.
-
Ésto es un comunicado de extrema urgencia para los habitantes de Nueva York y el pueblo americano, así que no me andaré con rodeos: hoy a la media noche, Nueva York será atacada por una fuerza invasora. -
Oh dios mío... - Fue lo único que pudo decir el padre de Frank.
-
Ya, claro. Seguro es una maniobra de esa mujer, te lo digo yo. -
Hace mucho tiempo, las fábulas nos vimos obligadas a exiliarnos de nuestras propias tierras y vinimos aquí, al mundo mundano, escapando de un conquistador sin piedad al que llamamos el Adversario. Del universo del cual procedemos hará escasos años conseguimos derrotar al Adversario y reclamar las Tierras Natales como nuestras de nuevo. Sin embargo, y debido al choque de mundos ha surgido un Adversario de otro universo que consiguió acabar con nosotros, y no contento con ello, se prepara para hacerlo de nuevo, teniendo como inicio la caída de Villa Fábula y después, el mundo entero. -
Es una estratagema. No puede ser que un-
-
Shhhhhh... -
El ministro de defensa de los Estados Unidos tiene un informe detallado de la amenaza. Pido al pueblo neoyorquino que ésta noche, antes de que den las doce, se refugien en sus casas y por lo que más quieran, no salgan a las calles. Villa Fábula se encargará de la protección del pueblo de Nueva York. Repito: estén en sus casas antes de la media noche. Buenos días, y buena suerte. Blancanieves se retiró, dejando el coro de periodistas empujándose unos a otros con tantas preguntas en el tintel que serían imposible de responderse todas.
Frank miró a sus padres y pudo ver que ellos también habían sentido aquel miedo que irradiaba la mirada de la morena, o tal vez habían sido sus palabras y no sus ojos lo que les hacía temblar, olvidándose de que la comida se estaba enfriando en las expertas manos de su padre.
...
23:55 pm-
Otra vez tenemos que vernos en una batalla como la última vez. -
No Blanca, ésta no es como la última vez. Ésta vez no vamos a pelear solos. -
Lo sé Lobo, lo sé pero... no puedo obviar que tal vez mañana por la mañana camine por Villa Fábula y eche de menos algunas caras. Saqué el tabaco que tenía en la gabardina y me puse un cigarrillo en la boca, encendiéndolo. Hacía mucho tiempo que no me encendía uno para calmar la tensión en lugar del sentido del olfato.
-
¿Tony recibió una copia de la carta? -
Si... Lobo, ésto no me cuadra. No tiene sentido que el propio Adversario nos mande un mensaje proclamando que nos atacaría ésta noche después de la media noche. -
"Cuando la luna esté alta" fueron sus palabras. Pero si, tienes razón, no me cuadra: si tienes el personal dispuesto y la ventaja de la sorpresa, es de idiotas anunciar que atacarás a una hora en concreto. -
Con eso sólo hace que cunda el caos mientras nos preparemos. No tiene sentido. -
Por ahora da igual. Centrémonos en permanecer vivos. Suenan las campanas. Las doce de la noche. Es la hora.
Aún puedo oler y escuchar desde el ático de El Bosque los ronroneos de los coches y el farfullar de la gente. Como suponía, hay quien no ha hecho caso del mensaje de Blanca. Pobres infelices, no saben la que les viene encima.
Siento el frío bajo mis pies. Inclino la cabeza y miro hacia la entrada del Bosque, justo tras sus vallas: La Reina de las Nieves está terminando de preparar su hechizo. Sostengo a Blanca con un brazo y la cubro, por si acaso.
En un destello excepcional de una luz blanca, pálida, la Reina suelta su hechizo sobre Nueva York: una capa de frío hielo empieza a cubrir todo edificio, tanto de Villa Fábula como de Nueva York, creando un escudo impenetrable que duraría hasta el amanecer. El frío es palpable, más aun que de costumbre en un mes de marzo. Veo la escarcha acumularse bajo mis pies pero no me convierto en un cubito gigante. Eso significa que tenía razón cuando dijo que no afectaría a las personas.
En poco más de un minuto, lo que antes era Nueva York ahora es un paisaje ártico esculpido en hielo. Por hacer una prueba, cojo el cigarrillo e intento derretir un poco de ese hielo: el cigarrillo se apaga antes de tocar la capa protectora y se me congela en los dedos.
-
Joder... ésto no es hielo normal. -
No: está vivo - apunta Blanca y señala abajo, donde estaba la Reina: se ha convertido en un capullo de hielo a través del cual la podemos ver, quieta, inerte, durmiendo. Ya nos advirtió que cuando todo acabara, se despertaría de muy mala luna. -
Lobo. - Blanca me coge del brazo y me mira, seria. No hace falta que me diga nada más.
-
A todas las unidades - retransmito por el comunicador de mi cabardina -
poneos en vuestros puestos. El invitado de honor está a punto de llegar.