Cásting para Lobo Feroz

La música de los hermanos del blues resuena en mi pequeño despacho. El humo lo abraza. La puerta con mi nombre cerrada y el escritorio limpio, sin papeleo. Todo tal y como a mí me gusta. Cojo el pitillo y exhalo el humo, saboreando el momento. En días como hoy da gusto ser el sheriff: sin ajetreos, sin capullos que decidan tocarme las narices. Sin nada que hacer. Aburrido, si, pero reconfortante. Estirar las piernas sobre el escritorio mientras observo el ventilador dando vueltas es como quedarse dormido, pero sin el como. Lo único que echo de menos es ver revolotear por aquí a-

- ¡Feroz!
- Hola Blanca. - Pensando en el diablo. Al parecer a alguien de allá arriba le parece gracioso meter a Blanca en mi despacho con un cabreo de diez pares de narices y haciendo resonar sus tacones. Unos pies preciosos, sin duda.
- Baja la música. Tenemos que hablar.
- No me lo digas. ¿Rosa? ¿Jack? - apago el tocadiscos y me enciendo otro pitillo. Del anterior quedaba tan solo la colilla.
- Ninguno de los dos. ¿Es que vives en un mundo aparte?
- Todos vivimos en un mundo aparte, Blanca.
- No te hagas el gracioso conmigo, Feroz.
- Sabes que carezco de sentido del humor.

Blanca estampa contra el escritorio donde antes tenía los pies el periódico de Nueva York. En primera plana, a lo grande, aparece lo que ya suponía que me diría: el mundo entra en caos y lo primero que se les ocurre es hacer fotos. Leo por encima lo que dice el artículo; "nuevas ciudades", "muertes inexplicables", "terrenos salidos como setas". Dejo el cigarrillo en la boca y recojo el periódico. Lo abro por varias páginas y en todas sale lo mismo. Lo vuelvo a dejar donde estaba y me preparo para la bronca del siglo.

- No veo qué tiene que ver eso con nosotros.
- Todo, Feroz. Piensa en ello: han salido ciudades donde antes solo había terreno árido. Gente nueva por todas partes. E incluso hablan sobre monstruos y criaturas jamás vistas. ¿Es que no lo ves? Nuestras tierras podrían estar por ahí, de nuevo-
- Con el Adversario pululando y su ejército.

Blanca calla y me mira. No está enfadada conmigo. Lo está por lo que hicimos. Los historiadores dirán que fue una guerra, pero en realidad fue un linchamiento. Nos quedamos todos en nuestras casas cuando llegaron las primeras noticias de los primeros reinos, cayendo a merced del Adversario. No le dimos importancia hasta que nos tocó a nosotros. Pero en cuanto a mí... eso es otra historia.

Me levanto y cojo la gabardina. Mientras me la pongo me aseguro de tener todas las cosas en orden. ¿Papeleo? Cero. ¿Gente a la que darles un escarmiento? Cero. ¿Damisela preocupada? Una.

- Voy a salir y echar un vistazo, a ver qué averiguo. Si encuentro algo, te lo haré saber. ¿Te parece bien?
- Está bien. Pero Feroz, mantén el móvil encendido esta vez.
- Sabes que no se me dan bien estos chismes.
- Bueno, pues al menos no desaparezcas durante varios días.
- No sabía que me necesitaras tanto.
- Por favor, no eres tan importante. - Una sonrisa ladina es todo cuanto necesito. Ya vuelve a ser la Blanca de siempre. Incluso se permite apartarme el cigarrillo y darme un beso antes de marchar. Ésta es la Blanca que conozco: no se le puede negar nada.
- Te mantendré al corriente.

Nueva York. Al salir me parece todo igual. La misma mierda de siempre. Nuestra mierda. Pero sé que no es así. Las cosas han cambiado, para bien o para mal. Ahora es mi turno de hacer las cosas bien, y que no se vaya todo al garete de nuevo. Si es verdad que el universo ha decidido ponerse boca abajo, tal vez no sea ninguna tontería que el Adversario esté por aquí. Y si es así... espero que no se les ocurra volver a salir corriendo, porque ya no tenemos ningún lugar al que volver.