A base de prueba y error - 26 de Agosto 2018 - (Johnny Storm e invitados)

Quien me viera por la calle, pensaría que no estoy muy bien de la cabeza. Y no les culparía.

Por cada paso tres pasos que avanzaba, daba media vuelta y daba otro hacia atrás. Sólo para detenerme en seco e iniciar una nueva marcha en mi dirección inicial, mis pasos seguros y decididos… Durante diez metros, para detenerme de nuevo, dar media vuelta y retroceder.
Y repetía el proceso una y otra, y otra vez.

¿La razón? Johnny Storm.

Desde que le conocía, este chico me había traído más incertidumbre y dolores de cabeza de los que jamás había tolerado hasta el momento, y había llegado a la conclusión de que podía ser porque… Porque me gustaba. No en el sentimiento profundo de la palabra, ni siquiera en referéncia a la atracción física, que también, si no como candidato a ser mi amigo. Una palabra tan sencilla, tan utilizada y mil veces repetida en los días que vivíamos y que para mí eran como una pequeña espina clavada en la planta del pie que a menudo podías evitar cambiando levemente el punto de apoyo mientras andabas, pero que siempre, siempre, terminabas olvidando y pisando sobre ella de nuevo, sintiendo, a parte de dolor, el odio hacia uno mismo y la estupidez de haber olvidado que ahí había una puñetera espina y que dolia.

Pero le había dado muchas vueltas y había decidido que de todas las personas que se habían cruzado en mi camino a lo largo de mi vida, Johnny era el que más genuinamente se había interesado en mí. No únicamente en lo que aparentaba, si no en entender los giros de mi alma, mi manera de pensar y de sentir, y que parecía (al menos, parecía) decidido a ignorar las barreras morales con tal de conocerme.

Así que guiada en gran medida por la emoción del momento y la esperanza de poder retomar nuestros encuentros (aunque, pese a que Johnny no lo sabía, de algún modo nunca se habían detenido) y de poder encontrar en Johnny alguien en quien confiar y poder, más o menos, hablar de mis problemas, me encontraba temblando a los pies de la torre Baxter.
En una de nuestras charlas insulsas, Johnny había mencionado vivir en uno de los apartamentos de la torre, y ahí estaba yo, reuniendo el valor de subir a su apartamento y llamar a la puerta, aun a riesgo de que la cerrara en mis narices y se negara a verme… Y no le hubiera culpado. Habían pasado tres meses desde aquella noche en la terraza… Insegura de cuál podía ser el piso de Johnny, esperé a que alguien entrara o saliera del edificio y me colé en la recepción, buscando en los buzones.

No, no sabía leer, pero saqué la tarjeta que todavía conservaba del día en que le conocí y jugué a buscar las parejas buscando el nombre de Johnny intentando encontrar los “símbolos” que coincidieran con los del buzón, hasta que di con el número de su piso y la puerta y me dirigí al ascensor. Miré mi propia imagen en el reflejo. Era pleno agosto y hacía calor, de modo que había dejado la chaqueta en casa y ni corta ni perezosa había salido a la calle en una camiseta de tirantes blanca. Me gustaba ese color, o más bien me gustaba el contraste que hacía sobre mi piel bronceada. Con un dedo, repasé una cicatriz que nacía en mi hombro e iba a morir en mi clavícula. ¿Cuándo me había hecho esa? No la recordaba, pero no parecía demasiado reciente tampoco. Llevaba un pañuelo negro envuelto en el cuello, que hacía juego con las pulseras de cuero que rodeaban mis muñecas y unos tejanos algo anchos, pero el punto más llamativo eran las zapatillas. Las veces que me había visto con Johnny siempre había salido previamente e iba más o menos arreglada, o incluso iba vestida para el trabajo y él no me había reconocido. Era la primera vez que iba informal.

Las puertas del ascensor se abrieron con el dulce sonido de un timbre indicando que ya había llegado a la planta en cuestión y salí buscando la puerta al apartamento de Johnny, sólo para quedarme quieta, de pie ante la puerta, mirándola.
Y curiosamente sentí que estaba mucho más tranquila de lo que había estado en la calle. Ahí, sóla, lejos de las miradas indiscretas y a punto de enfrentarme a uno de los mayores pánicos de mi vida, respiré y me sentí totalmente tranquila. Mi mano se movió al marco de la pared e hice sonar varias veces el timbre.

Respiré profundamente y esperé a que Johnny viniera a abrirme la puerta, esgrimiendo mi mejor sonrisa de disculpa.

- ¡Wow! ¡Esa si ha sido buena! - Exclamé al ver el touchdown que acababa de marcar los Giants. Unos granos de arroz saltaron de los palillos que tenía en las manos al levantar los brazos por la emoción del fútbol americano.

- ¡Johnny, ten cuidado! - Si, me encontraba al lado de mi hermana. A primera hora del día me había propuesto llamar al restaurante chino para la hora de comer, que nos trajeran algo al medio día mientras veíamos el partido y pasar un rato en amor fraternal. Si, no era una gran aficionada pero a veces ella también seguía algún partido aunque tenía que explicarle yo la mayoría de normas o movimientos que hacían los jugadores.

- ¡Ups! Perdón hermanita. - Le respondí llevándome esta vez un trozo de ternera a la boca. El partido no tardó en acabar, igual que nuestros platos y, mientras los periodistas entrevistaban a la estrella del partido, llevamos las sobras a la cocina para dejar el comedor recogido. Miré el reloj para calcular cuanto faltaba para que llegasen, estarían al caer, y mientras que preparaba los cafés el timbre sonó repetidamente.

- ¡PARA DE LLAMAR GORDO, VAS A FUNDIR EL TIMBRE! - Grité al tiempo que lanzaba una miradita a Susan con carita de cordero degollado esperando su represalía, pero se limitó a negarme con la cabeza mientras soltaba un largo suspiro. Acto seguido con un simple gesto de cabeza y gracias a la conexión fraternal entendió que le tocaba abrir la puerta mientras yo preparaba los cafés y, efectivamente, se acercó hacia la entrada para recibir a quién yo pensaba que sería la otra pareja de los cuatro fantásticos que faltaba en mi apartamento.

- ¡Johnny! Acabas de llamar gordo a una chica muy mona. - Levanté la cabeza prestando total atención a lo que Susan me decía desde el otro lado de la pared. - Creo que te busca a ti. - Pues estaba equivocado, no eran ellos, me encogí de hombros por indiferencia, ya llegarían... Dejé la máquina de café calentando y me dirigí hacia la puerta para recibir a mi inesperada visita, curioso por ver quién sería.

Y de piedra me quedé, mirando aquellos ojos verdes una vez más. Los ojos de la rubia se alternaron entre mí y Brooks hasta que vió que sería mejor apartarse.

- Voy a acabar de preparar el café, sirvo una taza para ella. - Ignoré completamente a mi hermana.

- Vaya, hola. - Fue lo único que salió de mi boca, a parte de la sonrisa de tonto que ella ya había visto varias veces. Acabé por llegar hasta su altura, esperando saber qué quería para invitarla a pasar o no.

Escuché una voz gritando al otro lado de la puerta, y fruncí el ceño, sonriendo. ¿Era él? Pues vaya una manera de responder. Puse una mano plana en mi vientre, pensando que cuando abriera la puerta me vería contrariada al haberme llamado gorda.

Pero no fue Johnny quien abrió la puerta. Y me quedé boquiabierta, contemplando el rostro pálido y rubio de Susan Storm. Me quedé inmóvil, la mano quieta en mi vientre mientras ladeaba levemente la cabeza, dudando sobre si me había equivocado de piso. Pero era su hermana, no era tan raro ni un error tan garrafal, así que tendí la otra mano, intentando poner mi sonrisa más encantadora.

— Debes de ser Susan, ¿Verdad? — encogí un hombro, con una leve mueca de disculpa. — Espero no molestar, igual me he equivocado de piso, pero buscaba a tu hermano Johnny.

- Sí, soy Susan. - dijo ella aunque su rostro era un tanto inexpresivo y no supe si molestaba o no.

— Tu hermano me ha hablado mucho de tí — insistí, arqueando una ceja, y el comentario pareció calmarla un poco, sus labios al fin mostrando una sonrisa. — Siento la visita imprevista, de verdad. Soy una vieja amiga, simplemente quería… Ver cómo esta.

Si Johnny le había hablado de mí, era probable que estuviera metiendo la pata, pero la mirada de Susan se suavizó y se inclinó levemente hacia el interior de la casa, ladeando la cabeza.

- ¡Johnny! Acabas de llamar gordo a una chica muy mona. - Susan se giró a sonreírme. - Ahora viene.

Le devolví la sonrisa sin dudarlo.

— Gracias.

Casi al momento vi la figura rubia de Johnny asomarse y no pude evitar reír al ver su reacción. Parecía no poder creer que estuviera ahí y en el fondo me alegraba de verle perplejo, puesto que esto, tal y como yo quería, había sido una sorpresa. Faltaba ver ahora si era una buena o mala. Nos quedamos mirandonos, sin saber muy bien que decir, y Susan decidió irse a preparar café y no me pareció adecuado decirle que no lo hiciera y puesto que tras un “Vaya, hola”, no dijo nada más, nos quedamos ambos en silencio, esperando. Aunque tampoco esperé mucho.

— ¿Tienes un minuto, Storm? — le devolví la sonrisa, contenta de ver que su reacción había sido buena. — Creo… Creo que he pensado largo y tendido en lo que hablamos. Creo que no me haría ningun mal tener a alguien con quien poder hablar, de vez en cuando. Así que he venido a pedirte, que me des otra oportunidad para ganarme tu amistad. — Coloqué mis manos sobre mis caderas, con toda la calma del mundo. — No me vendría mal un amigo. Así que si aun te interesa, tengo una vacante libre. — Arqueé una ceja, intentando imprimir el tono de broma a mi voz.

Esperé a que hablase. Que me contara porqué había venido, aunque solo ver su sonrisa sabía que sus palabras me gustarían. Me acerqué a la puerta donde se encontraba antes Susan, cogí el pomo y acabé de abrirla del todo, acto seguido me apoyé en ésta cruzando los brazos y prestando total atención a la pelirroja.

Esperé unos segundos antes de responder. Mi amistad ya la tenía ganada desde hacía días aunque ella no lo creyese, así que darle una segunda oportunidad no sería para nada difícil. Me aparté hacia un lado mientras que, con una mano, la invitaba a entrar.

- ¿Entonces he pasado el primer exámen? - Seguí con su broma sobre la vacante libre en su amistad. No necesitaba palabras para que supiese que mi respuesta era afirmativa. - Pasa, pasa. - Insistí. - Mi hermana ya habrá preparado una taza para ti, supongo que podrás quedarte un rato con nosotros. - La tarde podía ser muuuy divertido, sobre todo cuando apareciesen los otros dos.

Posé mi mano sobre su espalda con suavidad para acompañarla, cuando la chica entró en el apartamento, dirigiéndola hasta la cocina donde la rubia ya había acabado de preparar la sobremesa.

- Susan, ella es Brooks, Ruby Brooks. - La presenté recordando el primer día que la conocí cuando ella me dijo su nombre. - Y supongo que a Susan ya la conoces. - Mi mirada se desvió hacia el reloj de pared que tenía en la cocina. - Bueno... No creo que los otros dos tarden en llegar, así que podemos ir acomodándonos. - Me dirigí hacia la sala donde aún se encontraba la televisión encendida, alcancé el mando y la apagué. Aparté una de las sillas que se encontraban junto a la mesa para invitar a Brooks a sentarse con la intención de sentarme, luego, yo a su lado.

Por un momento no supe que decir, bueno, muchas cosas me vinieron a la cabeza pero ninguna con la que empezar, hasta que me decidí.

- Si en algún momento estás incómoda puedes decírmelo, ya veríamos como huír de aquí. - No sabía si la compañía de los demás le molestaría, si quería estar conmigo a solas para hablar de lo que fuese y yo, ahora, la estaba metiendo en una situación muy comprometedora.

No había malas caras, ni reproche, ni un ápice de duda en su voz o en su mirada. Sentí la sonrisa aflorar a mi rostro y me deje llevar, sonriendole con calma. Me acompañó al interior de su piso y sonreí de nuevo al sentir su mano en mi espalda, casi tentada a girarme a contemplar su reacción... Y entonces recordé cuando me vio como Shade. Dudaba que fuera a percatarse de que eramos la misma persona si no lo había descubierto ya, pero de todos modos descarté el provocarle, prefiriendo no arriesgarme a hacerle recordar nada.

— Gracias, Johnny... Y si, has pasado el primer exámen.

Me acompañó a la cocina y ojeé el apartamento de Johnny con curiosidad, fijandome en los pequeños detalles. La televisión seguía encendida, y se veía un partido de Rugby, y aunque yo no entendía ni papa de deportes, me quedé en silencio un par de minutos, contemplando las imagenes que se sucedían en la pantalla. Una vez frente a Susan, llegó el momento de presentarnos y di gracias a que Johnny hubiera tomado la iniciativa. Ni me acordaba haber usado el nombre de Ruby, y si me hubiera presentado yo misma, era probable que hubiera metido la pata.
Susan se mostró más amable y deduje que el hecho de decir que la conocía por Johnny, más que por los programas de tertulias y las revistas, parecía haber calmado en totalidad su ligera hostilidad hacia mí. Así que estreché su mano y sonreí y a su vez ella me dedicó una sonrisa tan brillante y sincera que me quedé ligeramente perdida durante un momento. Y más perdida todavía cuando Johnny mencionó al resto.

— ¿Los otros dos? — susurré, en parte intentando negarme a lo que se me venía encima. — ¡Oh, no fastidies! No quería interrumpir nada, si hoy tenías planes podemos vernos otro día o...

Pero Johnny no me escuchaba. Miré a Susan, no sé muy bien porqué, tal vez intentando buscar algo en su mirada que me dijera que sí, que era mejor que me fuera... Pero la rubia se limitó a negar con la cabeza, sonriendo y siguió atendiendo los cafés. Seguí a Johnny al salón, a tiempo de ver cómo apartaba una silla para que yo me sentara. Y aun sin tenerlas todas, me senté, mirandole fijamente a los ojos. Entonces me ofreció intentar escaparnos.

— ... Esto... No estoy muy segura. — me mordí el labio inferior, planteándome los riesgos de pasar una tarde con los cuatro fantásticos... Para qué negarlo, era tentador. Podía ser divertido. Y si iba con cuidado, nadie tenía porque darse cuenta de nada. — Vale, nada. Tu ya tenías planes, no quiero que se fastidien por mí. Así que... ¿cuál es el plan para esta tarde, Johnny?

Sin darme cuenta, me había ido acercando para susurrarle, y mi mirada se escapó a sus labios un instante, para alejarme de él... No, ahora no necesitaba más problemas, suficiente tenía con lo que se me venía encima. Tras enderezarme en la silla, le miré sonriendo, esperando su respuesta.

Y en mi fuero interno me moría de nervios y miedo, a la espera de conocer a Reed Richards y la Cosa.

Zarandeé ambas manos ante la reacción de la pelirroja, era cierto que tenía planes, pero nada importante, además, como ya había dicho antes, estaba totalmente invitada y dudaba que a los demás les molestase.

- Tranquila, ya verás como será divertido... - Intenté presionar un poco más ante su iinseguridad, sabía que si insistía un poco más se quedaría y, efectivamente, no costó demasiado. - En nada tiene que llegar Rick y Ben, tomarán el café aquí y después... - Hice una pequeña pausa para darle emoción a mis últimas palabras, piqué con los dedos en la mesa imitando una batería y respondí. - ¡Tarde de juegos! - Alcé de inmediato las manos en modo sorpresa cual niño pequeño y mantuve mi sonrisa de idiota esperando su reacción, pero los otros dos se adelantaron tocando el timbre y llamando mi atención.

Escuché como Susan caminaba hasta la puerta para abrir la puerta y la ronca voz de Ben saludaba.

- Ya están aquí. - Giré sobre mi mismo sin levantarme de la silla para mirar hacia el pasillo por donde no tardarían en pasar. - ¡Ei, chicos! - Saludé al ver como Ben llegaba a la sala dónde Brooks y yo nos encontrabamos. Sonreí cual bellaco pensando en la cantidad de insultos que tenía en mente para lanzar y Ben lo sabía, con su mirada amenazante que tanto me conocía lo decía todo.

- Tengamos la tarde en paz, Johnny. - Me señaló con la roca que tenía por dedo a lo que yo simplement agaché la mirada y levanté las manos aceptando la rendición. La mirada de la cosa se dirigió esta vez hacia la pelirroja.

- ¿No me presentas a tu amiga?

- Si, claro... Ella es Brooks. - Él mismo se acercó hasta mi compañero para ofrecerle una mano con total amabilidad. - Y... Esta cosa es Ben. - Acabé picando.

- Encantado señorita. - Ben podía ser todo lo feo que quisieras pero había que reconocer que era todo un caballero, educado y formal. - Vaya, que chica tan guapa. - Siguió hablando Ben. - ¿Quieres un consejo? No te acerques demasiado a Johnny, te llevará por mal camino... - Acabó por susurrarle a Brooks.

- ¡EH! - Me levanté de golpe de la silla por la sorpresa, eso había sido un golpe bajo. - Tengamos la fiesta en paz, como dijiste, ¿si? - Su respuesta fue una simple risa ronca.

Los otros dos no tardaron en entrar, Susan con la bandeja de café y algunas galletas mientras hacía ver que escuchaba a Reed el cual no paraba de hablar de alguno de sus temas, algo que no nos interesaba a nadie, la verdad.

- Reed, ella es Brooks. - Interrumpí, provocando que Richards se percatara de la preséncia de mi nueva invitada.

Johnny se portó como un idiota. Como un niño bobo emocionado ante un nuevo regalo, y alzando los brazos de manera infantil y sonriendo como un tonto. Y me reí. Me reí de buena gana porque en el fondo me gustaba la actitud del rubio y estaba contenta de que pudiéramos intentar ser amigos. Intenté tender mi mano, esperando que él pudiera tomarla por encima de la mesa, pero sonó el timbre y tardé medio segundo en volver a esconderla. Una cosa era tener el gesto con Johnny. Otra muy distinta tener el gesto con él delante de los otros tres fantásticos.

Antes de que los dos nuevos invitados se unieran a nosotros en el comedor ya me encontraba de pie y con las manos nerviosamente en la cintura, frotando las palmas contra la tela, no porque me sudaran, si no porque no tenía la menor idea de qué hacer con ellas. Mi actitud coqueta y provocativa no era adecuada para aquellas situaciones. De hecho en mi vida me había encontrado en una situación parecida, tan familiar y me sentía como un pez fuera del agua. Así que, perdida y sin tener mucha idea de qué hacer, decidí intentar ser educada.

La cosa era más impresionante en persona de lo que era por televisión o en las fotos. Pero por si su aspecto no era suficiente, tocarlo ya… Con cuidado tomó mi mano en un apretón y sentí la dura y lisa superficie de sus rocas acariciando mi piel, como si me tomara la mano una estatua toscamente esculpida. Era francamente impresionante, y tuve que forzarme en no quedarme boquiabierta. Al fin y al cabo… Ben había sido muy educado y no quería corresponderle quedando boquiabierta como una boba.

— Es un placer Ben. — Bajé la mirada con delicadeza, intentando dar una buena imagen y mostrandome educadamente halagada cuando Ben comentó que me consideraba guapa, y reí con calma cuando intentó picar a Johnny. Al fin y al cabo, me he ganado la vida mintiendo y sabía actuar cuando lo necesitaba. — Lo tendré en cuenta, Ben, muchas gracias. Confío al menos en que Johnny se comportará mientras estemos aquí.

Vi a Johnny cayendo en la provocación, haciendo que Ben riera roncamente, y reí con él disfrutando del ambiente. Me di cuenta entonces… de que Storm me parecía adorable. Pero no tuve mucho rato para distraerme con tonterías porque Reed y Susan entraron de nuevo a la sala, y me encaré a saludarles.

Ya no había vuelta atrás, una de las grandes ladronas de Nueva York con un currículo impresionante de nunca jamás haber sido atrapada, encerrada en la Torre Baxter con los cuatro fantásticos. Y Reed y Ben no parecían tan indulgentes como Johnny, así que tenía que andarme con cuidado con todo lo que hacía. Mientras Susan dejaba los cafés en la mesa bien colocados, Richards se acercó a mí, extendiéndome una mano. Se la encajé y casi me sorprendí de encontrar una mano perfectamente humana bajo su piel, como si esperara ver sus huesos deformándose bajo la presión de mis dedos. Deduje que su poder debía ser como el de Johnny o el mío, pudiendo activarlo y desactivarlo a voluntad.

— Es un placer, Reed. — Me adelante, antes de que él pudiera saludarme, y entonces me dirigí al resto, incluyendo a Susan, — Lamento la intrusión. Me he presentado sin ser invitada y ahora tan solo espero no meteros en ningún apuro, así que... — señalé la puerta con ambas manos. — Sois libres de echarme en cualquier momento con plena confianza.

Por el rabillo del ojo vi a Susan mirar a Johnny, alzando las cejas divertida, como si se preguntara de dónde me había sacado su hermano, pero también vi cómo había logrado arrancarle otra sonrisa a Ben y Reed me miraba como si no supiera muy bien qué hacer conmigo, pero no parecía una posición desagradable. Más bien era como si intentara entender porqué me ofrecía a ser despachada antes de haber dejado que se presentara, a lo cual le dediqué mi más inocente sonrisa.