Status: Perdido en accion (Libre)

(Madrugada del 18 de Abril de 2018, Coney Island)


Despertó al sentir el agua golpeando contra su cara junto con el sabor salado en la boca, abrió lentamente los ojos mientras trataba de incorporarse. Sintió el suelo aflojarse por su peso y un tacto suave y granular bajo las palmas al empujarse con ellas para ponerse de pie mientras su vista se acostumbraba a la escasa luz que había en el lugar. Estaba en una playa pero no reconocía el paisaje, el cuerpo le dolía como si hubiera chocado de frente contra un muro de ladrillos y el peso de los protectores junto con su ropa mojada no hacía más que empeorarlo así que se quitó el chaleco y la chaqueta. De su boina y los auriculares no había ningún rastro aunque estos últimos no le servirían porque al comprobar su radio vio que había quedado inservible por el agua, hizo un inventario de las cosas que llevaba encima pero aparte de su pistola y los dos cargadores que tenía en su estuche no le quedaba mucho más.  Se quedó un rato sentado en la arena mirando hacia el mar de color negro, como si en lugar de agua fuera pintura azabache lo que avanzaba en pequeñas olas hacia él.

Cuando el sol empezaba a despuntar en el horizonte, empezo a caminar por la arena buscando como orientarse hasta que encontro unas duchas al aire libre. La playa estaba desierta por ser tan temprano y por el frío de esta epoca del año, asi que despues de tomar una generosa cantidad de agua para quitarse el sabor a sal que tenia en la boca por estar tirado en el mar inconsciente, se dio una ducha y labo el agua salada de sus prendas. Luego se dirigió hacia la ciudad en busca de información acerca de donde se encontraba. Después de recorrer varias horas las calles llego a concluir 3 cosas: que esta cuidad era Nueva York; sus compañeros estaban perdidos, en el peor de los casos muertos, y que tal vez estuviera en otra dimensión puesto que el portal lo hubiera absorbido y esta no fuera la ciudad que el conocía. Su primer objetivo era tratar de contactar con Venecia o con su contacto de misión para asegurarse que estuviera en su mundo y de ser así organizaría una búsqueda para sus compañeros perdidos usando la ayuda del Consejo.

Después hablar con un par de personas en la calle y buscar bastante llego a una casa de empeño, donde tras regatear un rato con el sujeto detrás del mostrador logro sacarle unos cuantos dólares por su equipo de protección (La pechera de kevlar junto con las protecciones de las rodillas y codos), aunque estaba seguro que el sujeto lo había timado no importaba siempre y cuando ese dinero le permitiera al menos hacer una llamada telefónica al Consejo. Encontró un bar a un par de calles donde después de pedirle cambio al tipo de la barra busco el teléfono público. El lugar entero olía a alcohol, y en el aire había una nube de cigarrillo como si de una niebla artificial se tratara que solo pareciera ventilarse un poco cuando alguien abría la puerta para entrar o salir del lugar.

Después de probar con todos los números que conocía y que estos no existieran o fueran de civiles que nada tenían que ver con el Consejo, apoyo con frustración  el auricular en el aparato y se sentó en la barra a descansar un rato. Miro hacia el televisor que había sobre el estante de las bebidas apuntando al medio de la barra mientras el tipo que atendía cambiaba de canal, dejo de hacer zapping en el noticiero un momento donde una reportera comentaba un hecho mientras el camarógrafo filmaba lo que parecía un muelle.

-…… Esta mañana un pescador local que venía a disfrutar de la refrescante brisa matinal hizo un terrible descubrimiento.  Dos hombres fueron encontrados ahogados flotando entre las vigas del muelle, según el testimonio del hombre que ahora fue llevado por la policía para hacer su declaración, trato de socorrer a estas personas pero al sacarlos del agua ambos estaban muertos. Los sujetos, que aún no han sido identificados, vestían uniforme blanco y estaban armados…..-

Dejo el lugar sin decir una palabra corrio por las calles hasta que el cansancio de su cuerpo le obligo a aminorar la marcha. Bago sin rumbo fijo, prestando poca atencion de hacia donde se dirigía y cuando volvío en si estaba en un puente de piedra mientras el sol comenzaba a caer en el horizonte. Se recosto en uno de los extremos mirando las hojas de los arboles siendo arrastradas por el viento otoñal, bastante aturdido aún para pensar que hacer a continuacion. La situacion estaba mal y no sabía como solucionarlo.

-Vaya... Parece que esta vez si estoy con el agua hasta el cuello-. Solto con un suspiro.

Aún con la emoción de haberse mudado a una nueva ciudad, Alice se sentía incapaz de permanecer mucho rato quieta en un mismo lugar. Tenía tanto por ver y conocer que no podía evitar alguna que otra escapada al corazón urbano de Nueva York.

Había pasado la tarde entera paseando por sus calles con la única compañía de su móvil por GPS y su mochila, como siempre, cargada a su espalda con un estuche y una libreta, siempre preparada por si llegaba el momento de encontrar a alguien con quien mantener una charla… Y consciente que de plantearse dicha oportunidad, para variar, sería incapaz de comunicarse verbalmente. Al fin y al cabo, por eso había viajado a América. Sin embargo, en mitad del paseo vio las taquillas de una sala de cine y no pudo resistir la tentación. Compró un pequeño cartón de palomitas de colores y una bolsita de golosinas que asomaba tímidamente en un bolsillo de su mochila, y se sentó a disfrutar de una película. Que la gente la observaba con curiosidad, al ver a una chica tan joven entrando al cine sóla no minó en absoluto el gozo que sentía. Pero no había calculado bien el tiempo y cuando salió del local, a duras penas vio el ocaso.

No tenía miedo de caminar sola de noche, lo había hecho mil veces por Londres, pero consciente de que no conocía la ciudad, pensó que lo mejor era dirigirse ya hacia la mansión, tal vez tomando algo por el camino.
Así que cuando encontró un restaurante chino que todavía estaba abierto y encargó su cena para llevar con toda la intención de caminar hasta las afueras de Nueva York antes de llamar un taxi que la dejara cerca de la mansión.
Por el camino, cruzó un parque tenuemente iluminado por las farolas de la calle. Ese mismo parque lo había contemplado al adentrarse en la ciudad, puesto que para ella, que le encantaban las plantas, se veía precioso y se planteó sentarse a comer con calma cuando vio a un joven que se adentraba en la zona con aire abatido. Parecía extenuado y tras murmurar algo en voz baja, suspiró. El primer instinto de la joven fue descartar la idea de cenar allí y seguir caminando con la intención de salir por el otro lado del parque y proseguir en dirección a la mansión. Pero a medida que se acercaba al joven y apreciaba sus facciones, dejaba de pensar que eso pudiera ser una mala idea.

Era un chico algo más mayor que ella, de ojos verdes y mirada cansada. Se había detenido en la parte más alta del puente de piedra que cruzaba el pequeño arrollo del parque. Apreció el subir y bajar de su pecho, percatandose de que el chico estaba agitado y pensó que tal vez había estado corriendo. ¿Habría salido a hacer ejercicio? Sin embargo las ropas del muchacho no parecían las de alguien que hubiera salido a practicar jogging. Algo se le escapaba de todo aquello y no pudo evitar que sus pasos se detuvieran a pocos metros del chico, sus grandes ojos del color de la miel escrutando su expresión como si intentara entender qué le pasaba por la cabeza. ¿Qué podía hacer un chico como aquél a aquellas horas, en aquél lugar? Tal vez nada bueno, en cuyo caso cometía un error al detenerse. Tal vez era alguien que se había metido en problemas y que necesitaba ayuda.

Y Alice no podía evitar meter las narices si alguien podía necesitar ayuda. Buscó dentro de su bolsa hasta sacar la botellita de agua fresca que había comprado y dando un par de pasos seguros se acercó al joven, ofreciéndosela, mientras sus labios se curvaban en una tímida media sonrisa. Confiaba en que su aspecto se veía lo suficientemente inocente como para que el chico no sospechara nada raro de ella, pues no quería que el joven se pensara que se acercaba a robarle o algo similar… Descartó la desconfianza repitiendose a sí misma que esa persona podría necesitar ayuda, y ella estaba más que dispuesta a ayudarle.

Tanto si el joven aceptaba la botella como si no, Alice procedería a retirar la libreta de su mochila y escribir en ella una simple frase antes de mostrarla al joven, sin dejar de dedicarle esa pequeña sonrisa de ánimo.

-... Esta mañana ...Dos hombres fueron encontrados ...pero al sacarlos del agua ambos estaban muertos. Los sujetos, que aún no han sido identificados, vestían uniforme blanco y estaban armados...- dirigí mi atención al pequeño televisor que había en una esquina de la salita de espera de la lavandería, sobre una mesa que antaño fue blanca y que estaba algo destartalada. ¿Muertos en un muelle? Sonaba a fantasmas con sed de venganza. "A lo que suena es a que es trabajo de Melinda Gordon...", y yo no era ella. Pero, sí era curiosa, y podría ser interesante lograr hablar con ellos y saber quiénes eran y por qué estaban muertos.

Dos horas después, mi abrigo, mi bufanda y mi sombrero estaban limpios y secos, ideal para la noche de octubre que tenía ya encima. Pagué y asentí hacia la responsable del local, que ya me conocía y me dedicó una despedida cariñosa acompañada de un abrazo que para mi gusto fue algo innecesario, pero así era ella, no iba a ponerme borde por eso.

Así pues, con todo en orden, comencé a caminar hacia el muelle a un paso tranquilo, como quien pasea un soleado domingo por la mañana con un helado en una mano y un globo de helio en la otra, observando los qué haceres de la gente que le rodeaba. Solo que yo estaba sola, la calle a oscuras y me acercaba a un parque que no tenía demasiada buena pinta. ¿Un parque? ¿Estaba yendo en la dirección correcta? Por suerte, parecía que había una pareja en un banco en el perfecto momento en el que yo llegaba. Quizás ellos supieran guiarme.

-Buenas noches, disculpad. No quisiera molestaros, pero... Por casualidad, no sabréis si por aquí se llega al muelle, ¿verdad? Tengo unas cosas que hacer allí pero no he ido nunca, y no estoy segura de estar yendo en la dirección correcta...- fingí ingenuidad y me rasqué la parte de detrás del cuello, para hacerlo todo "más adorable".

Acababa de salir de trabajar, había sido un día francamente agotador en la oficina, y había decidido tomar un pequeño paseo hasta coger un taxi que la llevara a la mansión, no era profesora y por lo tanto no tenía que cumplir ningún, horario, pero Scott, Xavier y Drago le habían recomendado que se empapara del ambiente de la mansión para que se habituara cuanto antes. La verdad es que cuando llegaba, ya casi todos los alumnos se habían recogido en sus habitaciones, estaba claro que compaginar un trabajo con los x-men era complicado; empezaba a entender porque casi todos se hacían profesores, sin embargo, había rechazado el puesto, por mucho que valorara sus esfuerzos por defender a los mutantes y garantizarles una vida segura con los mismos derechos y obligaciones que cualquier otro ciudadano, había cosas de ellos que no les convencían del todo y prefería mantener unas ciertas distancias.

Desde Wall Street el paseo era algo largo, pero conveniente para sus piernas, no quería llegar a los 30 y pocos con las piernas llenas de varices, aunque aquellos taconazos no eran lo más apropiado para caminar mucho rato, pero aguantaba bien. Lo mejor sería si cogiera un taxi dos calles más allá del parque, así evitaría el atasco que siempre se formaba a esas horas en el cruce de la 42, los altísimos tacones de sus Jimmy Choo se clavaban en la grava de los caminos del parque, retrasando su paso, mientras pasaba cerca del puente de piedra, vio a una de las alumnas de la mansión cerca de un chico y decidió acercarse, si iba de camino a la mansión, podían ir juntas en el taxi. Su primera misión, llevar sana y salva a una alumna a casa. Perfecto. Se rió suavemente para sus adentros de lo estúpido que era.

- ¡Hola! Tu eres Alice, verdad? Te he visto por la escuela, soy la amiga del profesor Logan.

Se fijó en las palabras escritas en el cuaderno de Alice, parecía que aquel chico se encontraba en apuros y Alice trataba de echarle una mano. Para que luego dijeran que los mutantes eran malvados y peligrosos... Seguramente era más probable que aquel tipo acabara intentando violarla a que ella quisiera atacarle, en fin, así eran las cosas...

- ¿Necesitas ayuda? ¿Podemos echarte una mano en algo?

Justo cuando se estaba acercando, otra chica llegó a su altura, pelirroja, una chica bonita, que preguntaba cómo se llegaba a los muelles, no estaba muy cerca, pero desde luego, tenía un paseo hasta llegar allí, y tampoco entendía porque una chica quería ir hasta una zona tan peligrosa por las noches.

- ¿A los muelles? No es una zona muy transitable a estas horas... Hay un buen paseo desde aquí, lo mejor es que cojas el metro en la línea roja dos calles más allá en dirección sur y te bajes pasadas dos estaciones, allí puedes volver a preguntar, no quedará muy lejos.

Miro hacia la chica que se le había acercado y le tendía con amabilidad una botellita de agua con una sonrisa tímida en su rostro. Tendría entre 17 y 20 años junto con la misma apariencia inocente que esa edad conlleva. Le devolvió la sonrisa y le agradeció por la botella, a la que le dio un pequeño trago  después de destaparla. Mientras estaba bebiendo la chica saco una libreta en la que escribió algo y luego se lo enseño. Era una solo una frase compuesta por dos preguntas sencillas:


Se quedó mirando a la muchacha un momento luego de bajar la botella, supuso que sería muda o tendría alguna deficiencia en el habla si usaba el anotador para comunicarse.

-Estoy bien, gracias de nuevo por el agua, me salvaste.- Tapa la botella y extiende el brazo para acercársela.- No es nada de lo que no pueda encargarme. –Se queda callado un momento.-Disculpa mis modales. Soy Alex, te acompañare a tu casa en agradecimiento por el agua. Las calles de las ciudades grandes son peligrosas de noche y no puedo dejar que te pase algo después de ayudarme-.


Mintió sobre que podría encargarse de la situación, era una buena chica y no quería preocuparla con algo que seguramente no entendería. ¿Qué le diría? Que era un agente de campo de una sociedad secreta de Europa y que había venido de otra dimensión a través de un portal dimensional, aunque se lo contara no se lo creería así que lo mejor sería inventar una historia más convincente o directamente mantener la boca cerrada. Se apartó del borde dejando caer todo el peso de su cuerpo de nuevo en sus adoloridas piernas para luego dar un paso, las cuales le empezaron a pasar factura por la alocada carrera de hace un rato más los golpes y moretones con los que había despertado esta mañana (quizás producto de la caída desde el portal o que chocara con algo cuando flotaba hasta la orilla), haciendo que sus botas sonaran sobre las piedras que componían el puente.  Ya no tenía su equipo de protección pero igual era evidente que un civil normal no se vestiría así, con botas y ropa militar. Había visto el tipo de vestimenta que la gente de la ciudad usaba y era más que obvio que debería conseguir vestimenta parecida para no llamar la atención, al menos había tenido la brillante idea de colocar el arma y el estuche en su espalda por debajo de la chaqueta, que llevaba para ese fin fuera del pantalón desde que salió de la playa,  para que nadie se alarmara y llamara a las fuerzas de la ley locales.

Entonces como salidas de ninguna parte por obra y gracia de Gaia, otras dos chicas se acercaron a donde estaba. Una mujer de cabello oscuro y aspecto elegante que forcejeaba un poco con sus zapatos de tacón por el camino empedrado y que parecía conocer a la chica que le había compartido la botella de alguna clase de escuela, aunque no parecía tener el tipo de maestra. Luego una muchacha no mucho mayor que la chica de la libreta, de cabello rojizo llevando un abrigo y un sombrero parecido a una boina preguntando donde estaban los muelles.

Mientras La mujer de traje le explicaba cómo llegar al puerto a la pelirroja, el recuerdo de sus compañeros regreso como un puñetazo en el estómago, haciendo que se diera cuenta de algo. Una última cosa que podía hacer por sus camaradas caídos y que no podía hasta mañana.

Mientras le daba los detalles de cómo llegar a la recién llegada, se acercó a Alice.

-Tengo que irme, así que no podre acompañarte. Tengo que despedirme de unos amigos y es algo que no puedo dejar para mañana, lo siento-.

Cuando la Mujer termina de explicar la dirección, se acerca a ella.

-Disculpa que te moleste sin conocerte pero… podrías acompañarla hasta su casa? No quiero que ande sola por ahí-. Dijo haciendo un gesto hacia Alice.- Parece una chica buena y no quiero que le pase nada-.

Estaba por alejarse pero al dar el paso en dirección al sendero su pierna cedió debido al dolor y al cansancio cayó de bruces para luego comenzar a levantarse usando los brazos tratando de no quejarse.

Alice estuvo siguiendo al muchacho con la mirada preocupada por si estaba bien. Aceptó el agua y le miró con curiosidad, sonriendo levemente cuando el chico dirigía sus ojos hacia ella. La muchacha rasgueó la libreta para anotar dos nuevas palabras bajo las dos preguntas ya formuladas.

Soy Alice

Entonces llegó una muchacha peliroja pidiendo indicaciones y Alice volvió a recurrir a su libreta, acompañándose del movil para buscar un mapa en internet y anotar todas las indicaciones para mostrarle cómo llegar al muelle. Aunque eso no hizo falta, puesto que apareció otra mujer, con aires de empresaria que logró responder a la joven más rápido de lo que ella podía escribir.
Sin embargo y sólo por si acaso, Alice siguió anotando todo lo que habia logrado encontrar sobre la dirección y arrancó la página de la libreta, ofreciéndosela a la peliroja, con una sonrisa tímida.

Alex cambió repentinamente de idea, y Alice se giró a observarle, ladeando levemente la cabeza, sorprendida y asintió lentamente. La mujer del traje afirmaba conocer al profesor Logan... Aunque Alice era incapaz de situar el rostro y nombre de dicho profesor dio por hecho de que debía ser verdad. Al fin y al cabo, llevaba no veinte días viviendo en Nueva York...

Para cuando llegó el momento de las despedidas, Alex intentó darse la vuelta e irse, cuando algo le forzó a postrarse... O más bien, pareciera que hubiera perido las fuerzas y se desplomara. Alice corrió a su lado, tomándole de un brazo y ayudándole a ponerse de pie, sus ojos de miel teñidos de preocupación. Uno de sus brazos pasó por la cintura de Alex mientras que pasaba el brazo del chico por encima de sus hombros para ayudarle a tenerse en pie, tras lo cual le dió espacio, apartandose un paso pero quedándose cerca por si el chico volvía a perder el equilibrio.

Alice miró al resto de gente que se encontraba en el parque, la preocupación todavía latente en su rostro y finalmente volvió a escribir en su libreta.

"¿Te acompaño? No parece que estés muy fino y si te encuentras mal..."

La joven morena parecía estar apuntando las indicaciones para que pudiera llegar al muelle, así que la sonreí educadamente. Sin embargo, otra morena apareció en escena, y tres son multitud, cuatro ya no os quiero contar. Suspiré y esperé a que la primera me diera la dirección, pero la que tenía pintas de empresaria se le adelantó y me dijo cómo llegar. Sonreí a ambas y me dispuse a irme, sin hablar, viendo cómo el otro chico también se iba.

Entonces, a mi espalda escuché un pequeño revuelo y fue porque el chico se había caído y la joven le estaba ayudando a ponerse en pie.

-Oye, ¿estás bien?- me acerqué por educación y me quedé mirando a la pareja. La chica parecía buena gente y fue a ayudar al chico a levantarse del suelo. -¿Necesitáis ayuda? Y... Gracias. A las dos. Por las indicaciones...- finalmente me lancé y les di las gracias, retrasando mi visita a esos cuerpos que yacían en el muelle.

-¿Hacia dónde vas? Quizás pueda acompañarte un rato si no estás muy bien...- me ofrecí para acompañar al chico, con suerte quizás no se daría cuenta cuando le quitara la cartera para pagarme el viaje en tren.

Blair vio como Alice apuntaba las indicaciones en papel antes de entregárselas a la chica pelirroja; seguro que así no se olvidaba de ellas, la verdad es que era extraño que alguien así quisiera ir hasta los muelles, pero es cierto que por esa zona también había bastantes negocios y quizás tuviera algún tipo de entrevista allí, sólo esperaba que no fuera algo que le causara problemas. No tuvo tiempo de pensar mucho más en los posibles problemas de la muchacha pelirroja en una zona tan peligrosa como la de los muelles, escuchó un ruido sordo que fue rápidamente atendido por las dos chicas, el chico con el que Alice estaba hablando, se había caído de bruces contra el suelo, la verdad es que no tenía muy buen aspecto, parecía cansado y exhausto, así que miró el reloj de su teléfono antes de tomar una decisión.

- Bueno, parece que es un poco tarde, y claramente no podemos dejarle ir así, así que propongo que vayamos a cenar a algún sitio, cerca hay buenos sitios para comer, yo invito. Si quieres también puedes venir, y luego te acercamos.

No podía dejar a aquel chico morir de hambre en el parque, y tampoco a aquella muchacha que la violaran en los callejones de los muelles, se sintió como mamá oca guiando a sus polluelos, intentando evitar que se perdieran todos, supuso que lo más fácil era ir a cenar, que ya se estaba haciendo tarde, y acompañar hasta la pelirroja hasta su destino y a Alice hasta la mansión, aunque fuera mutante, era una alumna y entre otras cosas, su labor estaba cuidar de que no le pasara nada, más o menos, tampoco tenía muy clara cual era su labor allí, pero cuidar de una adolescente parecía fácil y propio de un adulto.

Estaba comenzando a levantarse, había calculado pésimamente las condiciones en las que se encontraba solo porque el dolor había  remitido durante la mayor parte del día, y ahora estaba sufriendo punzadas provenientes de distintas partes de su cuerpo que no le facilitaban las cosas, pero aun así trataba de mostrar un gesto sereno en parte para no generar preguntas innecesarias y el resto por su propio orgullo tanto de agente como de hombre, se sentía distinto desde que despertó esta mañana pero las preocupaciones del día no le habían dado tiempo de detenerse a pensar de que se trataba y creía que sería alguna clase de efecto secundario producido por el portal lo cual le causaba malestar.

La jovencita, Alice, se acercó de inmediato y lo ayudo a pararse mientras la pelirroja se acercaba para ofrecerse a acompañarlo y la mujer de traje los invitaba a todos a  que cenaran con ella. Estaba por negarse diciendo que ya había comido cuando sintió el estómago vacío y una especie de mareo. No era posible que estuviera tan mal después de unas horas de andar sin haber comido nada, ¿Cuántos tiempo había estado en el mar antes de llegar a la costa? ¿Un día? ¿Dos? No importaba mucho eso pero lo que si sabía era que no llegaría muy lejos en su estado actual, lo mejor sería aceptar la invitación y probar bocado antes de continuar su camino.

-No te preocupes, voy a estar bien-. Respondí a la pelirroja.

-Gracias Alice, estoy mejor… solo fue cansancio. Fue un día muy largo-. Mira a la mujer de traje.- Aprecio su generosidad señorita…-.

Por más palabras de calma que intentara delicarles el joven, Alice no podía evitar observarle con la preocupación en la mirada. El chico verdaderamente parecía exhausto, como bien había apreciado en su primer observación. Se planteó usar su poder para disuadir al joven de aventurarse a salir estando cuando obviamente no se encontraba en condiciones de hacerlo. Sin embargo, a duras penas había separado los labios entre sí, que tanto la mujer peliroja como la que afirmaba ser amiga de su profesor se habían ofrecido tanto a acompañarle como a cenar.

Y aunque normalmente desconfiaría de terminar pasando la noche con cuatro desconocidos, estaba preocupada por el joven moreno, la peliroja no parecía mala persona y finalmente la amiga de Logan... ¿Qué motivo tendría para mentir? Así que se limito a asentir y sonreír con calma y timidez, con Alex todavía apoyado en sus hombros. El joven no había rechazado su ayuda para tenerse en pie ni había hecho moción alguna a rechazar el soporte de la mutante. Así que, con las mejillas levemente coloradas sujetaba a Alex a su lado para ayudarle mientras miraba nerviosamente a las dos mujeres.
Con las manos ocupadas no podía escribir y se sentía algo incapaz de comunicarse, así que con el brazo que tenía libre alcanzó la mochila y dejandola colgada de un sólo tirante buscó su móvil en su interior. Una vez lo tuvo en su mano, buscó en el menú hasta dar con el bloc de notas y tecleó un par de frases con dedos ágiles, para luego mostrar la pantalla iluminada a las dos mujeres.

"¿Vamos a cenar todos juntos? ¿Los cuatro?
Entonces podríamos acompañarles a donde tengan que ir tras la cena."

De acueeeerdo, vaaale... Que se fuera solo, no me importaba. Es más, prefería estar sola que con desconocidos que no se sabía si¿CENA GRATIS? Alcé una ceja en dirección a la morena que parecía la más mayor de nosotras y la que mejor vivía de todos. ¿Había oído bien? ¿Cena gratis? Di un paso en dirección a la morena que nos invitaba a cenar, con cautela y sin llama demasiado la atención y sonreí.

Esto tenía que usarlo en mi beneficio, podía ir con cuidado y si algo no me olía muy bien de todo aquel grupillo podría largarme sin problemas.

-Me parece bien, no creo que te venga mal comer algo- le dije al chico, que estaba pegado a la chica de los ojos de color bonito. -Y si después queréis acompañar a alguien por mí bien, aunque no hace falta que me acompañéis a mí. No quisiera entreteneros- ni quería aguantarles.

Suficiente que había aceptado esa cena, como para encima tener que aguantar sus dramas o vete tú a saber. Además, no quería que supieran por qué iba hacia el muelle.

OOC:

La cena había proseguido sin incidentes. Blair los había guiado hasta su apartamento, y habían pedido la cena en un local cercano, para luego llevarse toda la comida a casa. La ironía quiso que fuera comida china, tal y como Alice ya había escogido previamente para esa noche, pero Blair había insistido en comprar de nuevo en lugar de dejar que la británica fuera la única en comer en frío.

Durante la cena, nadie había sido especialmente hablador, probablemente por la extraña situación a la que se habían visto arrastrados. Sobretodo Alice, no pronunció palabra alguna en toda la noche. Sin embargo la señorita Van der Woodsen se encargó de llenar todos los silencios y al terminar de comer, se despidió alegando que esa noche tenía que dormir pronto para atender al día siguiente a un compromiso.

De nuevo en la calle, Alice se mecía levemente, cambiando el peso de un pie a otro. Por un lado, era tarde, y lo más sensato para ella sería volver a la mansión. Pero eso implicaba dejar a Alex, quien parecía estar algo débil de salud, y a Anastasia, quien a juzgar por su ropa, debía llevar un par de días en la calle. Y ambos tenían claro que querían dirigirse al puerto. ¿Qué podía haber ahí que llamara la atención de dos personas totalmente distintas y que parecían haberse conocido ese mismo día de pura casualidad?

Sin importar cual fuera la respuesta, su propia moral no le impedía irse, no ahora, no así. Cuando había encontrado a Alex, parecía enfermo y exhausto… No iba a dejar que alguien así en la calle, sin asegurarse primero de que se encontraba en mejor estado físico. Así que tomó el teléfono móvil y escribió una simple línea antes de mostrarlo a sus dos nuevos y temporales compañeros.

Entonces… ¿Vamos al puerto?

Después de caminar un poco con la muchacha ayudándolo, Alex ya se sentía un poco mejor y después de la comida se sintió con energías renovadas, aprovecho un momento para entrar en el sanitario y allí revisó las condiciones en las que estaba. Varios de los golpes que a primera hora estaban bien se habían hinchado un poco y el dolor de los músculos era principalmente por sobreesfuerzo, aplicarse hielo era inútil en su condición pero lo que sí hizo fue ponerse algunas fajas heladas alrededor de los golpes para que no le molestaran al caminar o moverse, dándole un paso más normal por lo menos durante un tiempo y pudiera terminar esta última tarea que tenía para con sus compañeros.

Después de despedirse de la anfitriona, que tenía que marcharse a descansar para recuperarse de su agotadora jornada, bajo a la calle pensando cómo encontrar la manera más cordial para  agradecer por la compañía fue sorprendido cuando la muchacha escribió un mensaje en su móvil para preguntar si ya irían hacia el muelle. No supo que decirle, ella había decidido ayudarlo sin ninguna razón aparente lo cual no sabía si era ingenuidad o solamente solidaridad hacia el estado en que estaba.

-Supongo que no podre convencerte de que es peligroso para ti de que ir al muelle ¿no?-. Dije mirándola a los ojos después de leer la frase de la pantalla. Era obvio por su expresión que no pensaba hacerlo así que eché a andar ahora con paso firme, me encontraba mejor después de una comida y remendarme un poco, mientras dejaba caer los hombros, resignado.- Vamos, pero si sucede algo quédate detrás de mí. No quiero que te pase nada-.

Y dicho esto comenzó la caminata hacia los muelles, la última parada para terminar de despedirme de lo que quedaba de vida en Gaia.

Tras la cena y un pequeño rato de descanso en el que se despidieron de la señorita Van der Woodsen y de la pelirroja llamada Anastasia, Alice estaba ya convencida de que iba a acompañar a aquel chico malherido al puerto. No tenía muy claro el porqué, así que simplemente pensó que tal vez este era uno de esos curiosos casos de alguien que vivía en un bote. Se imaginó una pequeña embarcación, cuya parte superior estaba contrachapada en una madera oscura y rojiza, y en el que podías adentrarte para descubrir una cocina, una habitación, un cuarto de baño... Una pequeña casa flotante que te permitía encararte al puerto o dar largos viajes de uno a otro continente anclando cuando se pusiera el sol y alzando el ancla al amanecer... Una idea casi romántica.

Y sin embargo, algo que dijo el muchacho, le hizo frenar en seco sus pasos. Alexander la miró a los ojos y Alice desvió la mirada, cohibida, sin saber muy bien por qué. ¿Por qué iba a ser peligroso para ella ir al muelle? La idea principal había sido de aquella muchacha pelirroja, y ella no estaba en la situación de Alexander. ¿Cómo podía, de repente, interesarle a él también y además decidir que era peligroso? Tal vez, el moreno había oído anteriormente algo sobre aquél lugar y la intromisión de la rusa había llevado al joven a querer verlo él también. Pero, ¿qué podía ser? Alexander retomó el rumbo, avanzando a paso firme y sin esperarla, y Alice se afanó en llegar a su altura y seguir su ritmo. Al fin y al cabo, se suponía que era ella quien iba a llevarle, puesto que Alexander parecía nuevo en la ciudad... ¿no? ¿Cómo pensaba llegar sin su ayuda si ella se iba?

Y luego afirmó que si pasaba algo, se quedara tras de él. Por protegerla. La noción de tener a alguien que se preocupaba de ella, cuando se trataba de una persona a quien había conocido a penas horas antes, se le antojaba cuanto menos inquietante. Pero no por ello menos cálida. Y a la vez... Alice se miró la punta de las botas mientras caminaba, sintiéndo un leve pinchazo de desilusión en el pecho. No quería causar problemas, no quería ser una carga. Y alguien a quien acababa de conocer, ya había decidido que debía ser protegida y parecía dar a entender que se usaría a sí mismo como escudo si se daba el caso.

De nuevo tomó su teléfono móvil, escribiendo sus dudas y inquietudes para entregárselas al joven.

Las palabras de Alice le hicieron gracia, haciendo que sonriera. Seguramente pensaba que lo estaba diciendo por su edad pero la realidad era otra ya que en la mente de Alex, acostumbrada al accionar casi militar con que se desenvolvía, la muchacha era una civil y por eso esa razón era una prioridad para él cuidarla, sin importar la edad, género o color de piel que pudiera tener. Redujo la velocidad de sus pasos para no que caminaran a la par antes de responderle.

-Cualquier ciudad del mundo es más peligrosa por las noches o  ¿acaso nunca viste una película de terror? Además no importa la edad que tengas, es el trabajo de un caballero cuidar de que no le pase nada a una señorita-. Dije sin intención de parecer un Don juan o un conquistador, sino porque eso es lo que consideraba realmente como mi tarea: proteger a la gente común.

Ella me guió a través de las calles de la jungla de cemento hasta que comencé a ver como los altos edificios mermaban mientras la oscuridad de un cielo sin estrellas empezaba a extenderse sobre nosotros a medida que nos acercábamos al lugar de destino. La expectativa invadía mi cuerpo mientras pensaba que hacer realmente una vez que llegara allí, obviamente los cuerpos de mis compañeros habían sido llevados a la morgue para una autopsia como lo demandaría la ley al menos en mi lugar de origen y luego terminarían en una tumba sin nombre o con un nombre genérico que jamás podría encontrar, de modo que lo único que me restaba por hacer era despedirme de ellos en aquel lugar.

-Al parecer hemos llegado, gracias por ayudarme a venir hasta aquí-.Dijo mientras entraban al muelle hasta que divisó el vallado policial.  Busco alrededor un lugar donde dejar a Alice, porque no quería irrumpir en una zona del crimen con ella para no meterla en problemas,  hasta que divisó una especie de cafetería  donde ella podría esperarlo hasta que terminara.- Mira, hay una un lugar allá donde puedes esperarme hasta que termine lo que vine a hacer. Luego te acompañare a tu casa ¿Esta bien?-.

Alexander había pronunciado la palabra mágica. De algún modo, hacer mención a un caballero y una señorita, había dotado a Alice de una nueva perspectiva sobre lo que estaba sucediendo. Aunque la intención y el motivo fueran totalmente diferentes, no dejaba de ser que estaba pasando la noche con un hombre al que acababa de conocer, y que eran dos jóvenes de sexos opuestos. La morena bajó la mirada, intentando ocultar su rubor y el breve cambio de color de sus pupilas, esperando que la oscuridad la protegiera y el joven pasara por alto ambos.

Le siguió en silencio, como siempre, sin intentar avivar la conversación. Alice era una persona que claramente podía disfrutar del silencio, y carecía de la necesidad de mantener una conversación para evitar la incomodidad. Así que cuando finalmente llegaron al muelle, no había escrito nada nuevo en su teléfono, ni había separado los labios una sola vez, por supuesto.

Fue entonces cuando se percató del vallado policial. ¿Qué había sucedido ahí que suscitara la atención del joven? Por un momento sintió un escalofrío recorriendo su espalda, y pensó que tal vez acababa de acompañar a un asesino de vuelta a la escena del crimen. Negó con la cabeza, librándose rápidamente de esa idea, pero efectivamente Alex quería dejarla fuera, pues había buscado un lugar donde dejarla para adentrarse sola más allá del cordel policial.

Una de dos, o Alexander estaba implicado de algún modo con lo que allí había sucedido, o conocía a alguien que sí lo estaba. Recordó cuando le encontró, el estado en el que estaba. ¿Habría huído de ahí? ¿Era el testigo de un crimen? ¿Una víctima? ¿Tal vez, simplemente, un morboso? Había algo que no terminaba de encajar... Pero decidió asentir, y dejó que Alexander se alejara...

Para luego seguirle, en silencio. Y de ser necesario, tendría el móvil preparado para llamar a la policía.

Avance en silencio, caminando de forma rápida por el muelle, apenas levantando las cintas amarillas de la policía cuando crucé sin siquiera mirar hacia atrás. Fui hasta el borde y usé la barandilla para bajar a la estructura inferior donde me moví por las sombras, siendo iluminado ocasionalmente por la luz que se filtraba entre los tablones mientras me acercaba cada vez más a las marcas donde los oficiales habían delimitado los cadáveres de mis compañeros. Una vez allí me quede observando como atontado mirando la misma marea azabache que hace unas cuantas horas atrás había acompañado mi llegada a la vez que me agachaba, intenté tocar las piedras pero me detuve con la mano a centímetros del suelo, cuando mi mente reaccionó diciéndome que eso era aún una escena del crimen y que si dejaba mis huellas en el lugar sería peor para mí. Dudé durante unos instantes mientras me debatía sobre si debía usar mis poderes hasta que me caí en la cuenta de que ya nadie podía controlarme, nadie podía decirme si usar o no mis poderes o como usarlos,  en pocas palabras estaba atado a mi libre albedrío.

Una capa de hielo creció alrededor de mi mano mientras la apoyaba sobre las piedras para no dejar ninguna huella, me mantuve un tiempo así con los ojos cerrados mientras me despedía de esos valientes hombres que arriesgaron sus vidas para preservar el balance del mundo secreto y que ahora yacían muertos en una tierra extraña donde no serían recordados por sus hazañas sino que sus restos pasarían la eternidad siendo un número más en una tabla de muertos no identificados. Ese pensamiento hizo que me levantara de repente y comenzara a caminar siguiendo las sombras hasta el final del muelle donde me paré delante de una de las vigas de soporte, levante el dedo índice de mi mano derecha  durante un instante antes de apoyarlo sobre la viga que comenzó a largar humo a medida que este cruzaba mientas dibujaba el símbolo del Consejo de Venecia y luego escribía los nombres de Malin Hatch y Enzo San Miguel. Terminada la tarea retrocedí un poco para ver lo que había hecho, baje la cabeza y comencé a rezar para que sus almas por fin llegaran a Gaia.

-Buon viaggio miei amici-.Dije cuando levanté la cabeza.

No parecía que aquél joven, tuviera nada que ver con el incidente que había sucedido en el puerto horas antes. Se paseaba por dentro de la cinta amarilla, contemplando lo que a todas luces era la escena del crimen. Se agachó y paseó los dedos, para sorpresa de Alice, por el suelo, quien por un momento creyó que aquél muchacho debía ser el culpable borrando sus propias huellas. O bien un inocente, que por alguna razón, estaba dejando las suyas propias en el lugar menos indicado. La británica inició un debate interno consigo misma mientras intentaba decidir si debía aguardar en silencio o interrumpir al muchacho para que dejara de ponerse en peligro. O tal vez, finalmente, llamar a la policía y alertar de un sospechoso que había irrumpido en el lugar...

Su teléfono móvil. Decidió usarlo y grabar todo cuanto viera y si se daba el caso de que Alexander realmente fuera alguien malo, podría aportar pruebas a la policía.

Sin embargo lo que capturó la cámara del teléfono, fue como el muchacho se levantó y se acercó a una viga cercana, fundiéndola con sus dedos. Alice parpadeó, sin terminar de creer lo que estaba viendo y amplió la imagen de la pantalla, haciendo zoom en aquello que estaba escribiendo Alex. Efectivamente, eran sus dedos los que emanaban vapor al contacto con el acero, como si estuviera grabando a fuego, su mano derritiendo el acero como si fuera mantequilla caliente.

Era como él, pensó, la idea de que el muchacho también tuviera poderes por fin abriéndose camino en la marea de pensamientos. Era alguien poderoso, y de repente Alice había pasado de ser alguien ayudando a quien lo necesitaba, a darse cuenta de que probablemente, el chico hubiera estado perfectamente con o sin su asistencia. Se veía al fin con los ojos de él, una muchacha frágil y adolescente caminando sola por la noche e insistiendo una y otra vez en ayudarle y acompañarle, cuando para él, probablemente era ella la que más ayuda necesitaba.

Recordó la noche y nada de lo que había hecho Alexander le hacía pensar que realmente fuera un peligro, mucho menos alguien malo. Y como la propia ley dicta que cualquier persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario, Alice guardó el teléfono de nuevo en su bolsillo y se encaminó a las afueras del puerto, allí donde Alex le había dicho que esperase. Por el camino pensó en lo que había visto, y en qué motivos podría haber llevado al joven a volver a aquél lugar...

Pero como tampoco tenía pruebas de nada, todos sus pensamientos no fueron si no un entretenimiento, a la espera de que Alex volviera.

Una vez terminado este improvisado servicio fúnebre para mis compatriotas caídos, me quedé un momento más contemplando el mar antes de subir para encontrarme con Alice, mientras me acercaba a la cafetería pensaba que quizás lo mejor sería seguir buscando alguna pista o indicio que me llevara de vuelta a Gaia, si había podido llegar a esta versión de Nueva York entonces solo bastaba con encontrar una ruta que me llevara de regreso o al menos intentarlo.

Lo primero sería encontrar un portal que uniera las líneas ley para volver a Venecia o al menos tratar de llegar Agartha, sería interesante averiguar qué cambios habría en este mundo, el maquinista estaría aquí, sería el mismo u otra versión de sí mismo, tal vez sería mujer, rubio, asiático, afroamericano. La lista de posibilidades era infinita, la situación entera tenía demasiadas variables para pensar una forma de resolverla de forma simple.

“Vayamos por partes, la mejor forma de resolver un problema es separarlo en problemas más chicos” me dije a mi mismo mientras avanzaba y el primero era tener información para ver el cómo proseguir. Me detuve frente al local donde le pedí que esperara, se encontraba allí, me daba la impresión de estar incomoda, como si lo lugares donde hay mucha gente la pusiera nerviosa. Sería muy fácil para mí dejarla aquí, ella luego de un rato seguramente se cansaría de esperar y buscaría a algún policía que la llevaría a su casa en una patrulla, volvería a su vida y poco a poco la imagen de aquel muchacho extraño y lastimado se iría desvaneciendo de su mente hasta que ya no fuera más que un recuerdo nebuloso sin rostro ni nombre.

Cuando estaba por dar el primer paso para alejarme, me gire para mirarla por última vez. En ese momento me di cuenta de que no podría dejarla ahí, ella se había arriesgado ayudando a un desconocido y había confiado en que no la lastimaría, no podía defraudar esa confianza dejándola aquí. Le había dicho que la llevaría a su casa y pensaba cumplir con eso, ya tendría tiempo de sobra para buscar lo que necesitaba una vez que amaneciera. Me giré y me dirigí al interior del café, sentándome en la misma mesa donde ella me esperaba.

-Gracias por esperarme, ya he terminado por aquí así que es hora de llevarte a tu casa. Es tarde y alguien debe estar preocupado por ti-.

Cuando al fin volvieron a reunirse, Alice evitaba tanto como podía la mirada de Alex. En cierto modo, se sentía culpable por haber metido las narices en asuntos que no le concernían, pero además, porque había descubierto que Alexander también tenía un poder… ¿Qué clase de persona debía ser en realidad? ¿Qué motivos le habían llevado a explorar la zona acordonada? Tenía un sinfín de incógnitas y preguntas que se apilaban en su mente, cada una exigiendo un grado distinto de atención. Desde un primer momento, había visto a Alex como alguien que necesitaba ayuda, cuando le había encontrado fatigado en el parque. Pero ahora que no lo tenía tan claro, empezaba a cuestionarse si realmente debería estar ahí. Al conocerle, había pensado que de ir mal las cosas podría hacer uso de su poder, como último recurso, para liberarse y ser capaz de volver sana y salva. Pero ahora, consciente de que Alex tenía un poder propio, no lo veía tan claro. Tal vez, hubiera sido mejor irse antes de que él volviera. Pero en cuanto Alice pensó en esa opción, el moreno había vuelto a su encuentro, y ahora, estaba entre la espada y la pared.

Siendo sinceros, la británica no quería que Alexander la llevara hasta su casa. El motivo principal, era que las personas normales no debían acercarse a la Escuela Xavier para Jóvenes Superdotados o Instituto Xavier para Jóvenes Talentos. La simple mención a este lugar, podría hacer a Alex suspicaz de la naturaleza de la joven. Sumando a la ecuación que él también tenía poderes, la duda de sus intenciones. Alex tenía poderes, pero, ¿era un mutante? No podía arriesgarse a hacer una pregunta tan directa. Pero tampoco podía acercarse a la mansión sin tener claro quién era verdaderamente y si podía resultar un peligro para ella y para los suyos.

Así que sin responder realmente a lo que había dicho Alex, Alice se alzó de la silla y emprendió la marcha hacia la parada de bus más cercana. Con un poco de suerte, habría gente por las calles, o al menos gente en el autobus y esperaba que el público disuadiera a Alex de hacer nada raro con ella.

Pero a medida que caminaban, la duda dejó sitio a la incertidumbre, y finalmente, al remordimiento. ¿De dónde salía tanta desconfianza? Alex no había hecho absolutamente nada para que Alice le tratara como algún tipo de criminal. De hecho, si hubiera querido herirla o aprovecharse de ella, había contado ya con sobradas ocasiones. Y sin embargo, seguía queriendo acompañarla a casa. La idea de que fuera un joven genuinamente bondadoso y que sólo quisiera asegurarse de que volvía a casa sin un rasguño, hizo que esos remordimientos fueran más profundos. Y así se convenció a sí misma, de que debía darle otro voto de confianza, y sacó de nuevo el teléfono móvil.


Alice le mostró la pantalla del teléfono a Alex, sosteniendo el aparato con una mano mientras la otra acudía a su rostro, para apartar un mechón de cabello de su frente y colocarlo tras la oreja. Se sentía nerviosa, como mil veces se había sentido inquieta en presencia de personas que desconocía o muchedumbres. Pero era una persona confiada por naturaleza, con tendencia a pensar en lo mejor de todo el mundo, y dar multitud de segundas oportunidades. Sí, Alex había traspasado a la escena de un crimen, pero no le había visto alterar pruebas ni actuar de modo que pudiera dificultar la investigación policial… Así que ya no tenía porqué tener miedo de él. Volvió a escribir en su teléfono, esta vez mostrando en la pantalla una dirección cercana, desde donde ella pudiera volver a la mansión, sin dejar que Alexander se acercara a ella lo suficiente para descubrirla.

Sí, había decidido confiar en él. Pero Alice era alguien muy metódica y cuidadosa. Era precavida. Y aun si ella decidía confiar en él, no juzgaba que fuera el momento de llevarle a la mansión, ni de dejarle saber que ella también tenía poderes. Sobretodo, era una joven que nunca daba más información de la necesaria.

La chica estaba perdida en sus pensamientos cuando me senté frente a ella y mientras le hablaba podía sentir que algo había cambiado en ella comparado a su comportamiento cuando entramos al muelle. Evitaba mirarme a los ojos como si sintiera culpa por algo o si desconfiara todavía de mí y sin darme una respuesta en concreto se levantó de su asiento y salió del local. Estaba desconcertado y alarmado por su actitud, si ella me había seguido traspasando el cordón policial  y me había visto podría ser una de las causas, por lo cual tendría que buscar una manera de explicarle la situación antes de que se le ocurriera detener una patrulla para que me arrestaran o bien podría ser que aún no se sintiera lo suficientemente en confianza para que la acompañara hasta su hogar. Me encontraba tratando de evaluar el camino a tomar cuando se giró hacia mí mostrándome su teléfono en él lo que quería decirme. Me alivió bastante saber que en realidad solo se tratara de que mi intento por protegerla chocara con su espíritu independiente y que la acompañara solo la hacía sentir como si fuera una niña pequeña.

Aunque no me agradaba del todo la idea tendría que respetar su decisión, o por lo menos hacerle creer que lo estaba haciendo. Me sentía en deuda con ella por ayudarme siendo un completo desconocido que encontró medio muerto en el medio de un parque así que lo mínimo que podía hacer era asegurarme de que llegara a destino de forma segura.

-Está bien, te acompañaré un poco más y luego te dejare por tu cuenta a pesar de que no me agrada. Puede que seas mayor pero igual la calle es peligrosa, sin importar la edad que tengas-.Sonríe.-Me siento como un hermano mayor dando recomendaciones-.

De esa forma comenzamos a meternos de nuevo en la ciudad que no duerme mientras los grafitis tapizaban paredes con mensajes, a veces claros sobre amor, odio o a veces simples diseños de los cuales solo su autor podría encontrar significado, y que miran inmutables a los transeúntes que sumidos en su rutina mientras estos se desplazaban a cualquiera que fuera el rumbo que tomaran dentro de esta metropolis que no dormía pero que si bajaba lentamente su actividad a medida que el reloj marchaba.

A medida que avanzábamos al lugar donde deberían separarse nuestros caminos observaba el panorama tratando de acostumbrarme a la idea de que esta ciudad sería mi nuevo hogar por ahora, de esa forma me encontraba escudriñando todo cuando mi vista pasó por un anuncio que hablaba sobre un recital. No reconocí a los músicos que tocarían en el función pero algo en la impresión me parecía fuera de lugar, me detuve a leerlo buscando el porqué de esa sensación hasta que me fijé atentamente en la fecha en la que evento se realizaría.

-No puede ser-. Fue lo único que pudo escapar de mis labios mientras observaba atónito la publicidad.- Alice, ¿Q-q-qué año es este?-. Pregunte tratando de recomponerme de la sorpresa para no alarmarla.

Había llegado el momento de volver a casa. Lo cual para Alice, ahora mismo suponía un problema. No tenía la más mínima idea de si era sensato o no llevarse a Alex cerca de la mansión. Era una de esas cosas que tendría que preguntar a los profesores, pero por un motivo u otro siempre se le olvidaba… Hasta que la situación la llevaba al momento en que necesitaba saberlo, se recordaba a sí misma que debía preguntarlo, y se encerraba en un círculo vicioso de aquello que tenía que hacer y siempre olvidaba.

Y ante la duda, era mejor prevenir que curar. Así que necesitaría encontrar un modo de mentir a Alex e irse sola, o encontrar el momento oportuno y darle esquinazo, tal vez fingiendo entrar en alguna residencia… El solo pensarlo le daba escalofríos. Alice no era alguien que acostumbrara a mentir, y la idea de que tenía que fingir, o llevar a alguien por el lugar equivocado, se hacían de lo más descorazonador. Pero no podía hacer otra cosa, ¿no? Por lo que tenía entendido, la mansión X siempre había permanecido como un lugar al que era difícil de acceder, para proteger a sus alumnos… y a veces, para proteger a la gente de ellos.

Estaba planteándose de que manera podía arreglárselas, buscando alternativas honestas… cuando la pregunta de Alex la detuvo en seco. Alice le miró frunciendo el ceño. ¿Qué año? Eso era extraño. Demasiado extraño. Una cosa era que no supiera llegar a una zona u otra en mitad de Nueva York, o que le preguntara la hora. ¿El año? ¿Quién perdía la nación del año en Abril? Había gente que en Enero todavía enumeraba el año anterior, por costumbre… Pero eso era raro. Demasiado raro. Y el ceño fruncido de Alice delataba que así lo consideraba.

Alzó el puño derecho, con el índice y el corazón alzados, para acto seguido cerrarlo en un puño, alzar de nuevo el índice y finalmente, con ayuda de la otra mano, mostrar un ocho. Estaba perpleja. ¿Qué podía traerse Alex entre manos? Desde luego, cada vez consideraba menos sensato llevar a Alexander a la mansión… Al menos, hasta entender qué estaba pasando.

En el instante en que Alice con expresión extrañada me dijo mediante gestos  que estaba en 2018 fue cuando la situación se aclaró frente a mis ojos. En ese momento la idea de que estuviera en otro universo fue reemplazada por otra más esperanzadora, que tal si el portal solamente me había arrojado a un espacio muerto en el tiempo donde había estado hibernando hasta que otra fuerza me devolvió de nuevo a la línea temporal solo que mucho después. Mi cabeza se convenció de esta teoría aunque salvo por el hecho de que habían pasado tres años tampoco podía probarla pero explicaba porque mis números de contacto no servían ya que después de tanto tiempo seguramente todo nuestro equipo había sido declarado desaparecido en acción. Era una posibilidad remota pero valía la pena investigarla.

Me quedé un momento pensando cómo podría tratar de contactar con mi gente cuando recordé que la sede de los Illuminatti estaba en Nueva York, solo tenía que acercarme a hasta allí y ver si se les ocurría al menos por cortesía profesional facilitarme algún medio para hablar a Venecia.

Ahora lo único que me restaba era completar mi deuda hacía esta chica que ya se había desviado de su camino para ayudarme. Obviamente que mi momento de incertidumbre le había llamado la atención sin mencionar que no podía salir corriendo así sin decir nada. A pesar hacerlo podría llegar a meterme en problemas le contaría un poco de la historia. Al menos para que entendiera por qué el día no había hecho más que pasar de un evento extraño al otro.

-Llevo un buen rato durmiendo Alice-. Dije mirándola.- Me escape esta mañana del hospital después de un accidente bastante serio que tuve, por eso me encontraste en ese pobre estado  en la plaza y ahora pregunto por la fecha. Recuerdas que te dije que quería despedirme de unos amigos, pues ellos murieron en el muelle hoy y por esa razón era que quería ir hasta allí. Gracias por ayudarme a decirles adiós. Una vez que te deje en tu escuela volveré al hospital para poder terminar recuperación-.

Obviando las cosas increíbles era bastante parecido a la verdad lo que acababa de contarle además de que me daría una coartada para poder irme, mi cuerpo todavía pedía a gritos un descanso  y  ya no conseguiría nada en este estado vagando sin rumbo en plena noche.

Delaney escuchó con atención todo lo que Alexander tenía que contarle. A decir verdad, no hizo falta mucho para que Alice le creyera. Cuanto contaba tenía sentido, y aunque Alice prácticamente acababa de salir del cascarón, encerrada como había estado hasta entonces en la burbuja que había sido su hogar. Sí había escuchado hablar del fenómeno de la Colisión. Y si su teoría era cierta, Alex podia ser de esos que habían llegado ahora, pertenecientes de otro mundo...

Además, tenía poderes. Le había visto, pero tampoco le parecía adecuado decirle que le estaba espiando. No era correcto y llevaba ya un buen rato recriminándoselo a sí misma. Pero ahora había algo que podía hacer por él. Algo que no hubiera podido hacer de no haber descubierto aquél pequeño secreto. Podía llevarle a la mansión, podía explicarle quién había allí, y seguro que alguien podría ayudarlo. No ella, desde luego, pero alguno de los profesores, tal vez algún miembro de la patrulla. Alguien podría atenderle como era debido y recuperarse en un entorno amigable para él, donde la gente supiera de sus poderes y le respetara... Para ella, era una idea genial.

Así que aceptó, sonrió y asinitó cuando Alex insistió en acompañarla. Aunque ella tenía un plan ligeramente distinto al de él.

Así que de camino se dedicó a escribir un largo mensaje en su teléfono móvil. Necesitaba contarle al menos de qué iba la situación, si quería que llegados a la mansión Alexander también entrara con ella. ¿Pero cómo? ¿Era tan sencillo como explicarle que ahí residían niños con poderes? Tal vez... Alice se paró de repente, y buscó en internet información sobre la colisión y entonces... No. Demasiado directo. Una de sus manos se cerró entorno a su cuello. Tal vez... Pero hablar tampoco le parecía una opción correcta. De nuevo volvió al telefono móvil, y escribió durante un rato en un bloc de notas, antes de mostrarselo a Alex. Eran sus propias palabras, si bien escritas, las que debían darle a Alex una idea de qué pasaba.

Se mordió el labio inferior, insegura de si había dicho demasiado. Si lo era... Tendría que afrontar las consecuencias.

Mientras caminaban juntos planeaba en su mente donde podría pasar la noche antes de encaminarse hasta la sede de los agentes del piramidón y en cómo explicar tan insólita situación para que no creyeran que era un espía de otra facción o alguna clase de truco o broma. Estaba perdido en sus pensamientos así que no se dio cuenta de que Alice se había detenido hasta que le había dejado un par de metros atrás, regreso hasta donde ella se encontraba usando su teléfono celular de modo que espero a que terminara para que luego ambos reanudaran la marcha. No esperaba que lo que estuviera escribiendo fuera para él hasta que ella apunto el aparato a su cara y comenzó a leer las palabras que brillaban en la pantalla.

No había terminado de leer el mensaje cuando sintió como sus esperanzas se hacían pedazos a medida que sus ojos interpretaban palabra tras palabra, mientras sus miedos se volvían certezas y todas sus preocupaciones y planes se le escurrían entre los dedos como un puñado de arena. Volvió a sentir la misma pesadez que horas antes lo había obligado a detenerse y mirar sin ver las hojas de los arboles ser arrastradas por el tiempo otoñal, solo que esta vez no estaba solo y debía otorgarle una respuesta a la jovencita que lo miraba desde detrás de ese móvil, una chica que seguramente le había seguido al muelle para descubrir que era realmente y sin embargo aún estaba allí sin correr ni espantarse, tal vez por una vez era mejor dejar las mentiras de lado.

-Me seguiste hasta la playa ¿no es así?-. Dijo mientras levantaba el dedo índice y dibujaba en el aire como lo había hecho en la viga, para luego sonreír y palmearle la cabeza despacio.-Pues descubriste algo que la mayoría de la gente que me conoce no sabe, que soy un mutante como le dicen ustedes-.

No podía culparla por ser curiosa ni tampoco reprocharle nada cuando tal vez sus intenciones eran buenas, que lo descubrieran era solo culpa de su propio descuido quizas por el cansancio y el desgaste mental de tantas emociones que le habían sucedido a lo largo de este día. Acompañarla no parecía tan malo despues de todo, al menos sería mejor que dormir en la calle.

-Te acompañare a esa escuela que me has contado, tal vez allí encuentre algunas de las respuestas que estoy buscando-.

Ya no había nada que perder, si esta colisión de mundos estaba en conocimiento de la población en general era porque fue un evento demasiado grande para poder encubrirlo,  modo que esta academia especial resultaba una de las mejores opciones que tenía para buscar información sobre el evento y si había alguna posibilidad de volver de nuevo a mi hogar. Si no resultaba posible al menos tendría un lugar en donde quedarme un tiempo al menos.

Suspiró aliviada cuando la reacción de Alexander fue tan pausada y calmada como lo había sido el propio muchacho a lo largo de toda la noche. Tal y como ella lo era. Alice reanudó la marcha, pensando en cuánto debería decir de si misma. Si no lo había descubierto todavía, lo sabría pronto, en cuanto pisaran La Escuela Xavier para jóvenes dotados.

A lo largo del camino, varias veces suspiró, tomó aire preparándose para hablar y volvía a expulsarlo todo al sentirse demasiado cobarde para hablar. La escuela del profesor X estaba alejada de la ciudad, de manera que ningún transporte público podía llegar hasta ahí realmente, y parte del camino era obligatorio llevarla a cabo a pie.

No era extraño en ella, el caminar en silencio, y esperaba que Alexander no se sintiera incómodo. Pero aun así, cada vez que intentaba reunir el valor para hablar, culminaba en un discreto y tímido suspiro. Una vez en la mansión, Alice esperaba encontrar a alguien que pudiera hablar con Alex y resolver todas las dudas que de bien seguro ahora pesaban en su corazón. Ella no podía imaginarse lo que sería perderlo todo, de repente. Despertar y darte cuenta de que no queda nadie de cuanto conociste. Perderlos... posiblemente para siempre. Dolía demasiado. Hubiera querido darle a Alexander la oportunidad de sentir algo de esperanza y podría hacerlo con tan solo hablar...

"Sólo". Para Alice era un muro demasiado difícil de saltar, y se veía verdaderamente incapaz de hacerlo, no todavía.

Así que siguió caminando, sumida en sus pensamientos, dedicando miradas de apuro y preocupación a su nuevo acompañante, mientras la guiaba hacia la mansión con la esperanza de poder darle al menos, por boca de terceros, algunas respuestas.

Fuera de rol;: