Llamadas eróticas a media noche (Loki y Cloe)

- ¡Estoy harto, estoy harto, estoy harto!

El dios de las mentiras se inclinó hacia su ordenado tablero de ajedrez y tiró todas las fichas negras y blancas al suelo. Varias de ellas se rompieron, y el tétrico sonido causó un profundo eco en el reino de los muertos, Niflheim.

- Tengo todas las piezas metidas en el juego… mi ejército está casi listo… y  la espada de la verdad es mía otra vez… - el embaucador desenvainó la hermosa espada dorada que iluminó la oscura estancia como si acabara de salir el sol en el reino de la eterna penumbra.

- Pero aún así… no logro encontrar la pieza final… el elemento que me falta para completar esta guerra… - El muñeco de Odín estaba sentado en un trono dorado en medio del tablero de ajedrez. Las delgadas y frías manos de Loki acariciaron el mármol blanco de la figura y la estrujaron hasta convertirla en polvo nevado.

- Maldita la hora en la que caí por el puente del arcoíris y perdí mi más preciado tesoro… y mis valiosos poderes con él… - dijo Loki casi escupiendo de la rabia que sentía - Es todo culpa de Thor. Sí. Es su culpa… por su culpa me caí… - susurró con voz viperina, sin poder acordarse con claridad de lo que pasó aquella noche en el reino de Asgard.

- El cubo esta perdido por alguna parte de Midgard… pero nadie ha despertado lo que lleva en su interior. Podría estar en cualquier parte… y la vara no me ayudará a encontrarlo hasta que alguien lo active… - dijo mirando a al bastón dorado que descansaba cerca del trono oscuro de Niflheim. – Qué perdida de tiempo… es una pérdida de tiempo…

Loki caminó impaciente por el suelo en ruinas del castillo de Hela, y se dirigió al estanque de aguas cristalinas que había creado para liberar sus poderes de la adivinación y la clarividencia. Miró por un instante las aguas turbias con sus ojos llenos de rabia y preguntó:

- ¿Dónde está MI cubo? – pero las aguas no reaccionaron con el hechizo y Loki pateó el estanque  por enésima vez mientras dejaba escapar un grito de desesperación. Era la novena o la décima vez que trataba de encontrar el cubo por sus medios adivinatorios, pero la magia de éste era más fuerte que la del hechicero Asgardiano. El cubo no se dejaría ver así como así.

Entonces se le ocurrió una brillante idea. El problema era que siempre hacía la pregunta en relación al cubo… y si trataba de mirarlo desde otra perspectiva…

- ¿Quién podría ayudarme a encontrar mi cubo? – preguntó esta vez, con un susurro suave y delicado, como si el estanque fuera a reaccionar mejor ante la pregunta. Las aguas empezaron a mostrar una imagen, y varios números desordenados se alinearon, formando nueve cifras sin sentido.

- ¡¿Pero qué…?! – exclamó de sorpresa tras analizar la nueva pista hacia su conquista de Asgard. – Es un número de teléfono…

El dios no tardó en llevarse la mano a la chaqueta de su gabardina y sacar el Starkphone que conservaba de cuando era adolescente. Marcó el número de teléfono y espero a que los timbres dejaran paso a una seductora voz femenina al otro lado…

El dios embaucador escuchó con impaciencia dos timbres y cuando sonó el tercero, alguien al otro lado de la línea descolgó el teléfono. Una suave y seductora voz de mujer le respondió.

- Amor amor... Que gusto que me hayas llamado. Estaba sola y desventurada, sin saber qué hacer. El aburrimiento mata la pasión, ¿lo sabías? Así que dime... corazón... ¿en qué puedo servirte?

La provocativa frase dejó al dios de las mentiras sin palabras durante milésimas de segundo. Frunció levemente el ceño y pensó que el estanque de adivinación le había gastado una broma de mal gusto. El dios había llamado a una línea erótica, y no sentía la necesidad de requerir esa clase de servicios. Lo pensó dos veces antes de responder, sus poderes no podían haberle fallado.

- Buenas noches, señorita… -respondió de forma educada y con una voz suave y caballerosa. – Le llamaba porqué estoy buscando algo que me pertenece– recalcó la palabra con voz enigmática- y pensé que usted podría ayudarme…

Esperaba que la mujer reaccionara ante su pedido y terminar así con su erótica conversación.

La mujer se quedó unos segundos en silenció y la insinuante música se detuvo de golpe. ¿Habría colgado? No.

- Pensaste bien, amor – Loki se percató del ligero cambio en su tono de voz y la llamada se puso seria de repente. Respiró tranquilo, el estanque adivinatorio no le había tomado el pelo - Entonces, supondré que si me llamas a mí justamente por algo que has perdido, es que no es competencia de objetos perdidos ni de la policía.

- Así es… - susurró con voz viperina.

- Entonces, cariño, abre bien tus orejitas porque te diré cómo lo vamos a hacer y cuáles son las normas en ésta casa: no puedo darte nada que pertenezca a otra persona, y la vida de uno cuenta como "pertenencias". No puedo hacer que alguien se enamore de ti ni resucitar a los muertos. – ante su última frase, Loki tuvo una especie de dejavú, como si ya hubiera escuchado esas palabras antes, cuando era el niño Loki. Hasta ahora, el embaucador estaba de acuerdo con “sus” normas. Él era el dueño del cubo, y como nadie lo había encontrado hasta ahora seguía siendo así.

- Soy un medio para tus fines, amor, y si tu fin es encontrar aquello que has perdido, has llamado al número adecuado. El pago será equivalente a tu pedido. Según lo interesante que sea, te pediré algo equitativo. El dinero es lo más vulgar así que, ya puedes hacerte una idea.

Aquello ya no le hizo tanta gracia, aunque era lógico tener que pagar un precio por usar la magia. De todas formas, él hacía lo mismo cuando le pedían un favor, y nunca ayudaba de forma altruista. Lo que le preocupaba más bien era el precio a pagar. ¿Qué le pediría a cambio de encontrarle el cubo?

- Y para terminar, nos tenemos que ver cara a cara mon amour, para que firmes el contrato. Si te preocupa tu identidad tengo que decirte que me importa 54.384 mierdas tu identidad. ¿Estás conforme? Di las palabras mágicas.

- Sí, quiero. – respondió a la mujer como si ella  le acabara de proponer matrimonio. Lo más importante ahora era conocer a quién había detrás de esa misteriosa voz femenina y escuchar su propuesta. Si firmaba o no ya era otro tema.

No, claro que no conocía Gotham, Loki no estaba muy puesto en cuestión de ciudades modernas y menos cuando acababan de surgir de otro universo. Pero eso no le impediría encontrar su objetivo.
 
Acarició el estanque adivinatorio y las aguas le mostraron las calles del barrio de Narrows, en la ciudad de Gotham. Loki cerró los ojos y visualizó en su mente lo que le había mostrado el estanque sin soltar el teléfono. Cuando el príncipe abrió los ojos, sintió el frío de las calles de la ciudad.
 
- Dame una dirección. Nos vemos ahora mismo… - sonrió Loki al otro lado del teléfono.
 

Cuando la mujer colgó, el embaucador miró con desaprobación sus ropajes asgardianos y con un suave giro de muñeca se los cambió por un traje elegante de chaqueta negro, y una corbata verde a juego con sus ojos. Miró de nuevo su Starkphone y recordó como se utilizaba el GPS. Le puso la dirección en el teléfono y se adentró en las callejuelas de Gotham.

El Starkphone hizo su trabajo, y guió a Loki mediante el GPS a la dirección que la misteriosa mujer le había enviado. No confiaba en aquella seductora voz, ni en lo que la señorita pudiera pedirle a cambio del favor. Pero confiaba en sus propios poderes, y si el estanque adivinatorio le había mostrado aquel número de móvil en concreto, sería por una buena razón…

El lugar era bastante horripilante. Oscuro, frío y húmedo como el Niflheim, pero además de eso las calles estaban sucias y mal cuidadas. El olor de las cloacas llegaba hasta el asfalto y se mezclaba con la brisa salada del mar y el pescado del puerto. Loki decidió dar un par de vueltas por el barrio antes de llegar a tiempo para su cita. Era todavía muy pronto, y tenía que darle tiempo a la mujer para que llegara. Así que decidió estudiar un poco el lugar y la ciudad donde se encontraba, por si había algo interesante que llamara su atención.

La ciudad de Gotham era totalmente desconocida para él, y lo único interesante era la calidad de su arquitectura gótica. Edificios altos donde gárgolas de piedra descansaban en los tejados, la vieja catedral, y un enorme y largo puente que conectaba la ciudad norte con la ciudad sur. De alguna manera la distribución de Gotham le recordaba a Nueva York.

Cuando llegó la hora, Loki se encaminó al punto de encuentro sin más dilación. También le sorprendió el índice de crimen de la ciudad. Durante su caminata nocturna fue asaltado varias veces por diferentes matones que, a muy a su pesar, terminaron colgados de las farolas por sus calzoncillos.

Llegó al almacén, y antes de entrar invocó mágicamente un ramo de rosas rojas. No en vano le llamaban embaucador. Entró al edificio y se encontró con la mujer sentada en una de dos sillas, iluminada únicamente por una bombilla incandescente.

-Buenas noches… - susurró Loki con voz calmada, percatándose del delicioso aroma de la sala. Analizó entonces a la mujer sentada; era joven y esbelta, de cabellos negros y recogidos en un moño. Una señorita aparentemente humana… ¿Qué hacía jugando a hacer tratos con dioses?

Loki levantó ambas cejas al ver la exagerada actuación de la dama frente a las flores. Quizás había sido demasiado educado y caballeroso con ella, así que decidió dejar las formalidades por esta vez. Sin decir una palabra, hizo arder el ramo de flores hasta convertirlo en cenizas.

- Siento si no ha sido de su agrado, señorita… Creo que no me ha dicho su nombre. – susurró con voz viperina y se sentó entonces en la silla que quedaba vacía.

La morena cogió una maleta y de ella sacó un pergamino. Un contrato hecho con papel y tinta de máquina de escribir. Automáticamente el dios pensó en la mala presentación de los documentos e inevitablemente la comparó con su manera de hacer las cosas. Más elegante, más misteriosa, más mágica.

- Se cómo va esto de los contratos, querida… fui yo quien los inventó. – dijo esbozando una maléfica sonrisa mientras leía el contrato de arriba a bajo sin dejarse ningún rincón. Comparó lo escrito con la explicación y rápidamente firmó el documento al ver que estaba todo correcto. Dudó un instante en si poner alguno de los apellidos de sus padres, y ante la duda decidió omitirlo y simplemente escribió “Loki” con letras claras y elegantes.

- Yo siempre juego con las blancas en el ajedrez, señorita. Van siempre con un paso por delante… - correspondió a su sonrisa con una mirada verde enigmática y prosiguió.- Lo que busco es algo que perdí durante la colisión de los mundos. Se trata de un cubo mágico, y lo he bautizado como El Teseracto. Lo que necesito es saber dónde puedo encontrarlo. A cambio de la ubicación del cubo puedo ofrecerle algo similar. No se que objetivos tiene en su vida, señorita, pero seguro que necesita algo que yo pueda ofrecerle… - dijo con voz calmada y seductora.- soy un hombre de muchos recursos…

Para variar, el dios de las mentiras omitió la información más interesante acerca del Teseracto. A Loki no le interesaba que la dama morena le pediera un pago alto a cambio del cubo cósmico, pero si le pedía simplemente información de su ubicación o cómo encontrarlo, el pago le sería mucho más asequible. Al fin al cabo, era tan sólo un intercambio de información valiosa.

- Si, eres bastante maleducada para ser una mujer que sabe vestir bien…- indicó el joven dios por el simple hecho de no presentarse y hablar de su miembro masculino tan a la ligera.
 
Los ojos resplandecientes de Loki observaron a la dama inclinarse sobre el documento y leer atentamente el nombre escrito en la hoja. La mujer no tardaría en firmar el contrato una vez se hubieran asentado todas las partes, así que iba a esperar pacientemente. Conocería su nombre tarde o temprano aunque tuviera que averiguarlo después de esa noche.
 
Loki se llevó la mano al mentón mientras la mujer le explicaba con devoción lo que más ansiaba, el objetivo de su miserable existencia. El embaucador observó con una sonrisa ladina mientras la morena se excitaba con la sola idea de hacer realidad sus deseos. 

- Así que… ¿eres una amante del caos? Qué coincidencia… no en vano me llaman el príncipe del caos. – la postura del dios se tornó relajada, y subió su pierna izquierda hasta dejarla descansar a medias en la pierna derecha. Su codo izquierdo se apoyó en el mango de la silla y no dejó de acariciarse el mentón con la mano mientras sonreía.- ¿Te gustan las guerras? Porqué estoy planeando llevar a cabo una que abarcará los nueve reinos. Caos por todas partes, muerte, destrucción… y puedo reservarte un asiento en primera fila. ¿Qué me dices?

El príncipe se percató del ligero cambio de humor de la mujer. Sus ojos ya no denotaban deseo y ansiedad, y su postura indicaba dudas. La sonrisa de sus rojos labios también había desaparecido. ¿Cuál era el problema? ¿No decía que era una amante del caos? Quizás se había hecho una idea equivocada de la morena. Había considerado la posibilidad de que fuera una mujer parecida a él, que supiera jugar en tableros más grandes, no una humana inepta que desconocía lo que era el verdadero caos.

- Hmmm... Verás... no me tienta.

Loki frunció el ceño, decepcionado por su actitud de repentino gusto exquisito cuando antes había demostrado tener pocos modales.

- Una guerra no está mal pero... hay algo que no... ¿Sabes? Como cuando te pones unos pantalones que te gustan y cuando te los ves puestos no te ves bien y no sabes por qué. Tiéntame más. Háblame sobre esos nueve reinos, sobre ésta guerra que tienes en marcha.

Su peculiar comparación con los pantalones fue un buen ejemplo que despejó las dudas del joven dios. Loki entendió entonces el problema. La mujer ignoraba la existencia de los nueve reinos y por lo tanto no era capaz de entender la magnitud de lo que acontecía.

El embaucador la escudriñó con la mirada y dejó escapar un largo suspiro. Ya no se sentía igual de emocionado que al principio, y le aburría tener que explicar los detalles. No se fiaba de ella, así que se tomó unos instantes para trazar la historia en su cabeza.

- Soy Loki, hijo de Laufey, señor del caos y la oscuridad, y uno de los dioses del panteón nórdico. – Se presentó con su altivez de siempre y miró por encima del hombro a la morena.- Si conoces un poco de cultura popular, sabrás que soy el príncipe de las travesuras. Un dios que no es bueno ni malo, que sólo trata de poner un poco de diversión a este aburrido mundo. – Prosiguió.- Los de mi especie proceden de un planeta llamado Asgard, uno de los nueve reinos que habitan en la copa del árbol del mundo; Yggdrasil. El resto de reinos son: Helheim, Niflheim, Muspelheim, Svartalfheim, Alfheim, Vanaheim, Jöthunheim y Midgard. Este último reino es al que vosotros hacéis llamar La Tierra. Los Midgardianos desconocen la existencia del resto de reinos que poblan el resto del universo. ¿Qué crees que pasaría si los habitantes de los nueve reinos se llegan a conocer?

El embaucador puso a prueba a la morena con aquella pregunta. Esperaba que la lección de mitología hubiera sido suficiente para atraer su interés, y si no era así, podría darle clases a un módico precio.

Un pequeño resplandor apareció en los ojos del villano cuando Cloe firmó el contrato. ¡Al fin! Después de la larga explicación de Asgard y los nueve reinos, había conseguido retomar la atención de la morena a pesar de las muecas y las burlas que le había dedicado durante la conversación. En otras circunstancias, es decir, si Loki no hubiera necesitado nada de la mujer; el dios Asgardiano ya habría perdido la paciencia y la habría estrangulado con sus propias manos. Por suerte para ella, al mentiroso le interesaba más mantenerla con vida.

- Felicidades: has conseguido lo que ningún hombre había conseguido en mucho tiempo. – dijo guardando el contrato en su maleta. Loki no sabía si sentirse halagado con aquel comentario, así que prefirió no darle mucha importancia. Lo que más le urgía ahora era la ubicación del cubo cósmico y no la vida de Cloe.

-¿Esto que significa?- preguntó el embaucador cuando vio los seis dados de color verde y lila. La mujer alargó la mano y Loki se inclinó hacia su puño con una afilada sonrisa y después sopló con una elegancia innata, sin apartar la vista de la morena.

La suerte siempre estaba de parte del mentiroso, pero eso no significaba que siempre ganara el juego.

- Dime, mujer…- comentó con aire pensativo mientras observaba a la humana hacer sus cosas de adivina.- ¿Conoces a alguien que pueda interesarle luchar en mi bando?

Loki alzó su fina ceja para observar con extrañeza los curiosos métodos de adivinación que usaba Cloe para dar con la ubicación de su valioso Teseracto. Si había hecho un trato para obtener una información a medias o errónea, la mujer ya podría salir corriendo por su vida.

El hechicero no perdió de vista los seis dados que lanzó la mujer a la mesa, y que se detuvieron marcando una secuencia de números que él no sabía interpretar, pero al parecer, a su interlocutora le arrancaban una sonrisa. ¿Eso era buena señal?

- Los dados han hablado.

- Y… ¿qué te han dicho exactamente? – dijo llevándose la mano al mentón y después cogiendo el sobre marcado con una silueta similar a la suya propia. Dentro de él se encontraba la información que tanto ansiaba, pero no tenía intención de abrirlo delante de la desconocida. Por mucho que le costara ser paciente, prefería estar en Niflheim para estudiar con detenimiento su siguiente paso.

- Un dios exterior… suena interesante.- aunque puso los ojos en blanco en cuanto la morena empezó a alagar su físico. Poco le serviría un hombre atractivo para librar una guerra entre los dioses Asgardianos.- Sería interesante que me lo presentaras. ¿Cómo piensas convencerlo para que se una a mi ejército? ¿Qué motivaciones tendría?

Loki sabía mejor que nadie que la información era la que movía el mundo, y que si conocías los deseos y motivaciones de los demás, les tendrías comiendo de la palma de tu mano.

- Excelente. Cuando tu “amigo” esté preparado dile que debe decir “Loki” tres veces si quiere conocerme. Así sabré dónde buscarle…

El dios Asgardiano quedó bastante satisfecho con la reunión, y en cuanto Cloe se levantó de su asiento, el también lo hizo. Se llevó las manos a su traje de chaqueta negro y lo alisó tres veces, como si estuviera tratando de quitarse el polvo o alisando las posibles arrugas por estar sentado.

Puso los ojos en blanco cuando la morena le propuso llamarse cervatillo, y aunque no rió el chiste, quedó complacido de que la mujer estuviera satisfecha con el trato y por haberle conocido. Dicen que se necesitan amigos incluso en el infierno, y Loki tenía demasiados enemigos por todo el mundo. No estaba de más conocer a alguien tan particular como Cloe.

- Las tendrás… -dijo guardándose el importante sobre debajo de la chaqueta.- Nos volveremos a ver…

Y como una despedida, chasqueó los dedos y rápidamente se teletransportó a Niflheim, a tiempo para ver el amanecer en el tétrico reino de los muertos. Sin más dilación, abrió el sobre con la imagen del hombre con casco y cuernos, y leyó con avidez lo que le ponía en la carta. Era una especie de adivinanza, no muy complicada, pero él era el príncipe de las mentiras, así que no le costó encontrar la respuesta.


- La libertad… eso representa Nueva York. Está en la ciudad… ¿Pero dónde?- los ávidos ojos de Loki repasaron el texto varias veces hasta encontrar dos palabras en el poema que le dieron la pista.- Historia, aquí está fuera de contexto… y Naturaleza. – El dios se llevó las manos al mentón, acariciándoselo pensativo.- El museo Americano de Historia Natural…

Al tener ya una pista de dónde encontrar su preciada gema, Loki se retiró con una sonrisa de satisfacción a los aposentos de su reino, y se preparó para camuflarse entre los mortales. Adoptó el aspecto de un hombre de cincuenta años, con el que siempre se identificaba como Lygiherr, y cambió la imagen de su dorada vara por un bastón de madera normal y corriente. Una vez listo, se teletransportó a un callejón de Nueva York no muy lejos del museo.

Paseó silbando tranquilamente por la calle, con un humor envidiable, y llegó a tiempo de ver a los autobuses escolares abandonar el museo con rapidez.  Los guardias de seguridad entraban y salían del edificio, y el personal del museo hablaba sobre un apagón que había sucedido no hacía más de cinco minutos.  Loki arrugó la frente al ver semejante alboroto y se adentró en el edificio sin ser visto. Cuando llegó a la sala de los minerales la encontró hecha un desastre. Su vara detectaba un poder demoníaco y un leve rastro mágico que producía la gema y que la situaba dentro de una de las vitrinas, ahora hecha mil pedazos. Loki apretó con tanta fuerza su vara que los nudillos se le pusieron blancos como el papel.

-¡Señor! ¡Aquí no puede estar! – dijo un guardia de seguridad detrás del hechicero. La estancia se ilumino durante un instante como un relámpago, y una magia destructiva atravesó el pecho del civil. El hombre se desplomó sin vida en el suelo.

- Alguien… ha robado… MI GEMA – gritó el dios enfurecido, sin saber que una niña de melena dorada le había robado lo más preciado.- No tardará en hacerle uso… y entonces averiguaré quién es… ¡Y LO APLASTARÉ!

Con paso firme, Loki abandonó el museo Americano de Historia Natural, e inconscientemente culpó a Cloe de su desgracia. Esa bruja le había tomado el pelo.