La mensajera de los locos (Alatariel). 9 de Enero de 2019

9 de Enero de 2019
19:45 de la tarde.
Base del B.P.R.D
Cuarto de Hellboy.

- ... 450. 451. 452...- Hellboy levantaba la enorme mancuerna ante la atenta mirada de los gatos, quienes se paseaban entre sus piernas, frotándose con él o maullando tímidamente. Los dientes del demonio estaban apretados ligeramente por el esfuerzo. Y no era para menos. Sus repeticiones eran de quinientos levantamientos cada una, con cada mano, casi cuatro toneladas de peso. Era una mancuerna especial, extremadamente densa, para ocupar menos espacio pero pesar mucho más que una normal. Cuando por fin alcanzó el medio millar la dejó en el suelo con cuidado. Dejarla caer habría hecho retumbar hasta los cimientos de la base. Se estiró y movió su brazo izquierdo en círculos para evitar tener agujetas. La puerta sonó y se acercó a una mesa que tenía cerca. Agarró un enorme puro habano y se lo encendió, dejando una densa nube gris oscuro ante él.- No se puede.-

La puerta se abrió a pesar de ello y entró un joven becario. Se llamaba John Harper, un chaval recién salido de Oxford que buscaba hacerse un hueco en la organización. Era el mejor de su promoción, y cantaba a la legua. Un auténtico ratón de biblioteca que se colocó las gafas timidamente ante la presencia del demonio. Llevaba una carpeta de color gris bajo el brazo con el símbolo del B.P.R.D junto a las letras rojas "Top Secret". Hellboy resopló, llenando su cara de humo.

- Creí haber dicho que no se podía. Además, odio que me traigan cosas antes de cenar.- El tipo babluceó, colocándose las gafas de nuevo. Llevaba un traje azul marino de Armani y una corbata de rayas blancas y azules claro. Se aclaró la garganta y, tras intentarlo un par de veces, el demonio negó con la cabeza y se volvió.- Chaval, si te vas a hacer pis encima ve al baño.-

- P... Perdone que le... Moleste... Señor Hellboy. El d-d-d-director Manning me ha dicho que... Tenía que entregarle esto.- Le tendió la pequeña carpeta, bajando un poco la cara, pero mirando menos discretamente de lo que le habría gustado los cuernos del demonio. Eran casi todos iguales. Miles había sido el único que se había salvado de ser un completo imbécil. Los otros eran chavales de apenas veinti tantos años que no habían visto un demonio ni una criatura mágica en su vida más allá de las de los cuentos de hadas. Hellboy resopló de nuevo. Se acercó al joven y cogió la carpeta con un rápido movimiento.

- Ya está, ¿contento? A ver qué cojones quiere ahora el jefe...- El demonio lo abrió con cuidado y sacó una hoja con un par de fotografías. En ellas se veía una figura muy borrosa sobre el asilo de Arkham.- ¿Qué coño es esta mierda?-

Cuando empezó a leer no pudo dar crédito a lo que sus ojos veían. Al parecer, una extraña criatura, de aparente origen celestial, había entrado en una de las cárceles mejor vigiladas de todo el país, había cogido a la famosa alcaldesa de Blüdhaven y se la había llevado volando delante de todo el mundo. Joder, y luego le decían a él que era poco discreto. Hasta un niño jugando en un parque podría haber visto lo que ese ser había hecho. El director le decía que la última vez que habían visto a aquella criatura fue en Nueva York, en la zona centro. Debía ir a buscar a lo que fuese eso y descubrir para quién trabajaba y qué era. Otra de esas misiones de búsqueda y captura de vete tú a saber qué bicho o mierda era. Justo lo que más le apetecía. Una misión con el estómago vacío. Dejó el informe encima de la cama y se acercó al perchero. Se colocó la enorme gabardina y luego metió los papeles en uno de los bolsillos. Abrió su armario y se ajustó el cinturón lleno de bolsillos. Una visita a la armería para coger su pistola, algunos relicarios y pa la calle. Abe no se encontraba en la base así que le tocaría trabajar a solas. Bueno, tal y como estaban últimamente las cosas casi lo prefería. Abe había sufrido mucho en las últimas escaramuzas que habían tenido, y no quería que le volviese a pasar nada malo. Al fin y al cabo, era su mejor amigo, casi un hermano. Salió de su cuarto dejando al joven becario con cara de no saber qué demonios estaba pasando, y se planteó cómo encontrar un ser que ni sabes lo que és ni sabes cuál es su aspecto. Qué gran ayuda.


2 horas después.
Zona centro de Nueva York.

- Hay que joderse... Otra vez a hacer el primo. ¡Aupf! Y todo por encontrar a un bicho que ni sabemos lo que es. Perfecto...- El demonio cogió carrerilla de nuevo para pegar un largo salto y alcanzar la azotea del edificio colindante al que se encontraba. Cayó pesadamente, levantando un poco el suelo de losas de cerámica. Maldijo por lo bajo y siguió su marcha. El pequeño dispositivo que tenía le indicaba que había algún tipo de criatura sobrenatural cerca. Pero claro, podía ser perfectamente uno de esos súper héroes que salían día tras día en las noticias con sus brillantes trajes y sus sonrisas profident. Los registros del cuepro de inteligencia de la organización situaban a la criatura en un radio de unas dos manzanas con respecto a donde se encontraba él. Pero claro, teniendo en cuenta que los edificios que había por ahí alcanzaban treinta plantas las posibilidades aumentaban exponencialmente con cada paso que daba. La única manera de atraer a una criatura así a un sitio era con algún conjuro mágico, un pequeño cebo que le hiciese salir (siempre y cuando no supiese que ya estaba allí. Al fin y al cabo, había un montón de criaturas qeu eran capaces de sentir a un demonio cerca). Colocó unos polvos en mitad de la azotea y se alejó un poco para dibujar con una tiza blanca unos símbolos en el suelo. Una especie de ritual de invocación. Para una persona normal sería el humo de otra chimenea. Pero para cualquier criatura mágica era una llamada. ¿Qué decía? A saber, sólo le habían dicho que eso en teoría funcionaría, y como le importaba bien poco qué llevase lo cogió sin dudarlo. Una llama sobre los polvos con el mechero y a esconderse tras un conducto de refrigeración. En cuanto se encendió, unas llamas verdes bailaron en mitad de los dibujos rúnicos. El demonio pudo ver entonces qué era. Las llamas eran una señal de que había una presencia sobrenatural cerca y que deseaba entrar en contacto con otras criaturas del mismo tipo. No iba a colar ni de coña. Cualquier ser habría sido lo suficientemente listo como para saber que era una trampa. Se olía a leguas. Vaya tíos más inútiles contrabana Manning.

Se encontraba haciendo la cena cuando sintió una presencia extraña sobre su tejado, pero tampoco le dio mucha importancia, con todo el asunto de la colisión, parecía que el mundo entero se había vuelto extraño. Había demasiada gente con poderes que no conocía, no todos precisamente buenos, y vigilar que su hermano no estuviera intentando escaparse era algo más complicado de lo que había creído en un principio. No es que lo hubiera intentado, era más bien que las fronteras se habían debilitado demasiado, y la tierra entera era demasiado espacio para cubrir ella sola. Llevaba apenas un par de días de vuelta y la verdad es que el regreso se le estaba haciendo cuesta arriba, era casi la misma sensación que había tenido los primeros años de su destierro, aunque ligeramente diferente, al menos esta vez tenía la seguridad de que podía volver, de que había vuelto a casa, de que volvía a sentirse bien con su familia. En el fondo, la familia era quien de verdad te apoyaba en los momentos difíciles, quizás era la única verdad a la que había llegado el ser humano.

Pronto a la presencia le acompañó una llamada, una señal, algo que sonaba demasiado a trampa como para no sospechar, así que invocó su armadura y su espada, y con cuidado salió por el balcón de su ático, en un vuelo tranquilo y silencioso, observando desde abajo antes de ponerse a la altura de quien fuera, pronto descubrió una gran figura demoníaca, con gabardina... Era raro, pero no lo más raro con lo que se había cruzado, y con cuidado y el mayo sigilo del que era capaz, acercó el filo de su espada al cuello del demonio.

- La próxima vez que te envíe mi hermano a mi azotea, le dices que respete el horario de la cena. Dejar las cosas a medias de hacer, estropea los platos. Camina hacia el centro... despacito...

Suponía que aquel demonio era un esbirro que su hermano había enviado, si no, no se explicaba el motivo de aquel enorme cartel que había chamuscado en el tejado de su edificio, su labor allí era vigilar a su hermano, así que escucharía lo que aquel demonio tenía que decirle, luego mataría al mensajero.

- ¿Que mensaje tienes para mí de tu amo?

El pequeño hilo de humo blanco iba subiendo lentamente hasta perderse en la noche. Aquello no iba a funcionar ni de coña. Menuda chapuza. Sin embargo, repentinamente sintió una presencia a su espalda y algo pareció quedarse a escasos centímetros de su cuello. Giró ligeramente la cabeza y vio lo que parecía el extremo de una espada. Unas palabras femeninas sonaron a su espalda y lentamente fue girándose, con cuidado de no hacer ningún movimiento brusco. Allí, a un par de pasos de él, un ángel con una brillante armadura y una larga espada le miraba con ojos imperturbables. Hellboy frunció el ceño pues no se esperaba ni de lejos un ser así, pero no cabía ni la menor duda de que ella había sido la causante del alboroto del asilo.

- Al final funciona y todo esa porquería. ¿Tu hermano? ¿De qué coño hablas? Yo vengo por mi propia cuenta y riesgo buscando a quien ha sacado de Arkham a la alcaldesa Joanna, y a juzgar por tu aspecto estoy seguro de que tú has tenido algo que ver...- Le indicó que lentamente se dirigiese al centro de la azotea y para evitar cabrearla lo hizo, negando ligeramente con la cabeza. Un ángel, lo que le faltaba. No es que el demonio odiase a los ángeles, pero la mayoría de ellos le miraban con desprecio y odio, como la mayoría de la gente solo por su naturaleza. Parecía que les diese igual que luchase por las mismas causas que ellos, enfrentándose a las criaturas sobrenaturales y mágicas que tenían ganas de esclavizar a los humanos y acabar con ellos. Una vez en el centro el demonio puso ligeramente los ojos en amarillo y se volvió al ángel.- No sé cómo te llamas, aunque a decir verdad me importa bien poco. Como te iba diciendo, la razón por la que estoy aquí es por lo que hiciste en aquella prisión. Lo de entrar y sacar a la mujer volando. Una actuación de lo más discreta, si se me permite, y estoy acostumbrado a que me tachen de poco cuidadoso solo por mi apariencia. La cosa es... ¿En qué demonios estabas pensando? ¿Acaso no sabes que los humanos no deben vernos así como así? No están preparados para ver ángeles volar ni demonios salir de la tierra.-

No sabía muy bien como se lo tomaría, pero le traía sin cuidado. Él iba a darle la advertencia y a saber más de esa criatura. Sus orígenes, su misión en el mundo y esas cosas. Si intentaba matarle, bueno, esperaba que no lo hiciese porque tendría que pelear, y en esos momentos no le apetecía nada. Si podían hacerlo todo de una forma civilizada y tranquila casi mejor para todos.