sous le ciel de Paris s'envole une chanson (Arion:28 de febrero)

Tumbado en la cama de su habitación, Arión le daba vueltas al encuentro que había tenido la noche anterior con la joven Rydia, concretamente al momento en el que ella había admitido ser Alatariel, el arcángel que su otro yo había enviado desde el pasado para cuidar de él.

Le confundían y abrumaban los sentimientos que empezaba a desarrollar por ella, y se sentía frustrado y de alguna manera irritado por el hecho de no ser correspondido en sus sentimientos. No estaba acostumbrado a fracasar en ese área, lo cual, en su estado actual no hacía más que incrementar su confusión y su ira. Lo cierto era que nunca se le habían dado bien las mujeres, y tampoco las había buscado. Había sido Chian la que había acudido a él, y ahora que no era así, no tenía ni idea de cómo actuar o qué hacer.

En ésas estaba cuando llegó a sus oídos la hermosa tonada de una típica melodía francesa y se incorporó. Conocía aquella voz... Rip sólo había tardado una semana en aceptar su invitación. Bien... aquello mantendría su mente ocupada.

Cuando se asomó al balcón pudo oír que su sirviente le había abierto la puerta y le preguntaba acerca de su nombre y sus intenciones.

Está bien, Trykhun, le transmitió mentalmente: Es una aliada, déjala pasar.

Lo que Rip se encontró al entrar posiblemente supondría el paraíso para una arqueóloga como ella, y es que tras atravesar el vestíbulo, confeccionado totalmente en madera, alcanzó el gran hall de entrada en donde pudo encontrar una elaborada mezcla de estilos y épocas, desde las tallas, el candelabro y los bancos góticos hasta objetos y muebles de estilo renacentista. La profusa variedad oscilaba desde sillones españoles del S. XVII, sillas y sillones Luis XIII y Luis XIV, banquetas del S. XVI, escabeles del S. XVI y XVIII, mesas del S. XVI-XVII, braseros del S. XVIII, arcones españoles del S. XV y japoneses del S. XVI-XVII y un largo etcétera.

Una entendida como Rip, posiblemente podría apreciar las arañas de bronce que pendían de la elaborada carpintería del techo. Cada una se componía de dos hileras de brazos de seis luces que simulaban tallos curvados, como hojas de viña recortadas y entrelazadas, ejecutadas a la manera de los trabajos flamencos de finales del siglo XV.

A la derecha, pasando junto al conjunto de mesas y sillones tapizados de damasco con fondo de oro había varias pinturas españolas e italianas, algunos tapices, una vitrina con tallas y orfebrería europea y un facistol barroco que supuso serviría para sostener los libros de conjuros durante la realización de rituales.


Arión apareció al fondo, en lo alto de la escalera de caracol, y descendió hasta quedar situado junto al adusto clave del siglo XVII.

- Bienvenida. Me alegra que aceptaras mi oferta -dijo a modo de saludo-. Si no recuerdo mal, eres amante de la buena música. Ahora me toca a mí ejercer de anfitrión.

Se dirigió hacia la pequeña estantería que había junto al clave, seleccionó un disco en vinilo y lo puso bajo la aguja del gramófono.


- Tomaso Albinoni, un genio -comentó cuando la suave y apacible música comenzó a sonar, quedando como un complemento perfecto a la sobriedad de la estancia-. Por favor, toma asiento -indicó señalándole la mesa que había junto a la escalera, con los sillones de damasco-. ¿Qué puedo hacer por ti?

Sentándose a su lado en la amplia mesa, Arión observó los vestigios arqueológicos que la hechicera le mostraba con profundo interés. El que primero atrajo su atención fue el segundo, que claramente pudo reconocer como de ascendencia maya.

La antigua Atlántida había albergado la semilla de lo que luego serían la mayoría de culturas conocidas, que se habían esparcido por el mundo tras la destrucción del continente, y su padre, Caculha, había pertenecido al pueblo que con posterioridad formaría la cultura maya. Arión reconocía perfectamente el estilo y la forma de los glifos, y le recordó a la pirámide escalonada de Succor que había servido de sede para las asambleas de los doce sumos magos del mundo, o a la propia ciudadela de su padre en el Mundo Oscuro.

Aquél vestigio debía pertenecer, no obstante, a la época posterior al hundimiento de la Atlántida, ya que no parecía tener más que unos pocos miles de años de antiguedad y no evidenciaba los estragos que habría producido el haber permanecido sumergido desde el hundimiento. Aventurar a qué región pertenecía ya era más complicado, ya que existían numerosos asentamientos mayas reconocidos en Belice, Guatemala, Honduras, México y El Salvador.

Sin embargo la hechicera había dicho que venía a aportar datos acerca de lo que habían hablado la semana pasada, y sólo recordaba una localización que pudiera asociarse con aquellos restos: Palenque.

- ¿Esto es de las ruinas mayas de Palenque? -inquirió, intrigado-. ¿Es por lo que hablamos la semana pasada acerca de la localización del Último Batallón?

Se fijó a continuación en el segundo fragmento dispuesto sobre la mesa, el cual también le era familiar, y dedicó algunos minutos a hacer memoria hasta que finalmente lo situó:

- Esto es la Estela de los Buitres, de la civilización Sumeria. Recuerdo haber visto parte de estos grabados en el museo del Louvre; ¿de dónde has sacado éste fragmento? Está muy bien conservado.

Por el tono con el que formuló la pregunta no parecía importarle la posibilidad de que hubiera sido robado, sino que parecía fundamentalmente motivado por el interés y la curiosidad.

Y, finalmente, llegaron al papiro. Así como su padre había pertenecido al pueblo que posteriormente daría lugar a la cultura maya, podría considerarse al pueblo de su madre como los precursores de la cultura egipcia, por lo que también se encontraba familiarizado con ella, y a diferencia de lo que había ocurrido con la tablilla maya, aquél pergamino era bastante más fácil de ubicar.

- Un fragmento del Libro de los Muertos -musitó, estudiándolo con dedicado interés-. Está escrito en papiro, lo cual lo sitúa en el Imperio Nuevo, concretamente en el Tercer Período Intermedio que es cuando comienza a escribirse en escritura hierática además de los jeroglíficos. Las partes en rojo son los títulos de los sortilegios y las instrucciones para realizar los hechizos.

Los ojos le brillaban llenos de fascinación ante semejante hallazgo. Finalmente, se detuvo para mirar a Rip:

- Los buitres, el Libro de los Muertos con los conjuros para alcanzar el Aaru... ¿Tiene todo ésto algo que ver con tu preocupación ante la muerte? Creía que eras inmortal. ¿Tienes alguna enfermedad terminal?

Seigram. El nombre del demonio no le sonaba, pero había tantos, y en especial tras la colisión de universos, que no resultaba extraño.

- Una súcubo -repitió, mirándola con interés.

Aquello explicaba la esencia demoníaca que había percibido siempre en ella, pero no dejaba de sorprenderle, ya que, aunque no había conocido demasiadas de su clase, ni la apariencia ni la actitud de Rip eran las que generalmente se solían asociar con ésta clase de criaturas. Rip no era fea, y daba la impresión de que podría resultar mucho más atractiva si se quitase las gafas y se arreglase un poco más, pero no poseía la apariencia voluptuosa y carnal ni la actitud sensual y seductora que se decía eran habituales en ésta clase de demonios, los cuales utilizaban su aspecto como un cebo para atraer a los hombres de los que se alimentaban. Quizá era porque Rip no había nacido demonio, y en vida había sido, según sus propias palabras, algo totalmente opuesto. Era curioso; cuanto más hablaba con ella, más interesante le resultaba. No comprendía por qué había tenido tantas ganas de matarla la noche en que la había conocido, durante la fiesta de fin de año de Anthony Stark.

- Es muy interesante todo eso que mencionas. Me recuerda a un caso que conocí: la hechicera Icestarr. Ella también consiguió juventud eterna merced a un pacto que realizó con un mago sin nombre, pero a cambio su vida quedó ligada a una inmensa gema que hacía las veces de prisión de un demonio. Mientras la gema permaneciese intacta, ella viviría, pero a costa de la lenta e irremediable destrucción del mundo. Como es lógico, tuve que destruir el cristal, y con ello sellé su destino.

Se puso en pie y paseó lentamente por el lateral de la mesa.

- ¿No hay ninguna manera de conseguir restituir tu espíritu? Quizá a través de esa energía que necesitas para tu supervivencia... ¿Has probado a... -se detuvo para encontrar la palabra exacta. Hablar de esa clase de cosas siempre le producía verguenza-. "consumir" mayores cantidades de las habituales, o de un tipo de... "presa" específica?

>> Es un hermoso simbolismo -dijo ante su mención a la ópera-. Pero aún es un poco pronto para abandonarse al desánimo. Quizá podamos encontrar algo en éstos objetos que pueda ayudarte, como algún hechizo del Libro de los Muertos.

Por qué de repente le interesaba ayudar a quien tan sólo un par de meses antes había tratado de destruir, eso nadie lo sabía.

En su estado actual, Arión no podía entender la pulsión de muerte que mostraba Rip, especialmente teniendo una hija de la que ocuparse. En lo personal, le fastidiaba perder a una aliada como ella, que había vivido tanto y atesorado tantos conocimientos y a la que apenas había llegado a conocer, pero no podía hacer nada para obligarla a vivir si ella no lo deseaba, puesto que además no sabía de qué manera podía ayudarla. Habría tenido que estudiar el origen del problema para encontrar una posible solución, y a juzgar por las palabras de ella, no tenían demasiado tiempo, así que lo más sensato sería aprovechar bien el que disponían.

Se sentó de nuevo y la observó con sus profundos ojos verdes mientras ella seleccionaba una pieza y la ponía en el tocadiscos.

- No soy un gran admirador del estilo romántico, pero debo admitir que la pieza resulta apropiada -dijo cuando ella se sentó a su lado-. Tienes una hermosa voz... Bueno, supongo que habrá que hacer honor a la canción -añadió, levantándose de nuevo para dirigirse al mueble licorera que se encontraba junto a la mesa. Sirvió dos copas de champán y le ofreció una a la estilizada hechicera de oscuros cabellos-. Brindemos... para olvidar nuestros pesares. Brindemos, sí, por la vida, la muerte, el dolor... y el placer...

Tras chocar el cristalino recipiente con el de la súcubo, apuró su contenido y, dejando la copa vacía sobre la mesa, le ofreció su mano a la mujer en una clara invitación a bailar el vals al estilo clásico.

- Y dime, mi señora... ¿puede tu aptitud para el baile competir con tu talento para la música...?

- De hecho -acotó el Sumo Mago con una sonrisa-, se decía que un hombre sabía bailar correctamente un vals si era capaz de hacerlo sosteniendo una vela encendida sin que ésta se apagara. No he hecho la prueba, pero podría intentarlo...

Su siguiente comentario, provocó que se sonrojara, como siempre que una mujer le dedicaba algún halago. ¿Habría provocado suspiros? No podía saberlo, ya que realmente no había vivido ésa época. No de verdad. Le habían transportado al presente desde 45.000 años atrás en el pasado, todo cuanto sabía era producto de los conocimientos que su otro yo, que sí había vivido a través de las eras, le había ido transmitiendo a lo largo del último año. Sin embargo, según lo que había podido descubrir en aquél tiempo, parecía que su álter ego había sido todo un seductor, y era más que probable que las palabras de Rip resultasen certeras.

Ante su sorpresa, ella recostó la cabeza sobre su hombro, y fue una sensación... muy agradable. En el transcurso del último año, Arión había sido rechazado dos veces, primero por Promethea, y después por Rydia, y si a eso se le sumaba la manera en la que Viper había abusado de él, podría decirse que su autoestima con respecto a las mujeres no atravesaba por su mejor momento.

La violación no le había traumatizado, no por el hecho en sí, ya que en la antigua Atlantis la sexualidad se vivía de una manera mucho más abierta, con menos tabúes y represiones. Era el hecho de haber sido forzado en contra de su voluntad lo que le atormentaba, la sensación de haber sido utilizado como un muñeco roto, la humillación y la verguenza. Necesitaba de alguna manera recomponer su orgullo herido, y el rechazo que había experimentado la noche anterior no había contribuido a ello.

En cambio, la actitud de Rip, el claro sonrojo en sus mejillas, su evidente placer, supuso un incremento en su autoestima. Ella estaba a gusto con la situación. Quizás incluso le deseaba. Y tenía que reconocer que no estaba del todo mal...

Quizá lo había enfocado todo mal desde el principio. A Promethea había intentado cortejarla, y ella había terminado prefiriendo una noche de puro y simple sexo con John Constantine. A Rydia había intentado seducirla igualmente, y ella había rechazado sus intentos de acercamiento. Quizá lo que tendría que hacer sería mucho más simple... Quizá, únicamente tendría que... tomar lo que deseaba, sin preguntar, sin mendigar...

Suavemente, retiró las gafas de la mujer cuando ella apartó, avergonzada, la cabeza de su hombro.

- No pidas perdón por seguir el dictado de tus instintos... tus deseos... -diciendo ésto, la tomó delicadamente por la barbilla sin dejar de mirarla con sus profundos y hermosos ojos verdes, contacto que únicamente interrumpió en el momento en el que sus labios se unieron con los de la mujer en un apasionado beso.

Tomar lo que se desea... Sin pedir... Sin rogar... Tan simple... Tan... seductor...

La mujer era ardiente, llena de pasión, y él había estado tan sólo desde la muerte de Chian, tan abrumado por la vergüenza desde el ataque de Viper, tan resentido por el rechazo de Rydia y Promethea...

Sus labios eran gentiles y cálidos en su cuello; la súcubo que dormía en su interior despertó, retomando con fuerza el control. Eso estaba bien... Siempre le habían gustado las mujeres con carácter. Chian había sido toda una guerrera, y él, mucho más espiritual y tranquilo, había terminado acostumbrándose a dejar que ella llevara el control. El hecho de que Rip adoptara el rol dominante lo volvió todo aún más sencillo, pues, sin darse cuenta, retomó las viejas costumbres de antaño, permitiendo que fuera ella la que llevara las riendas. Después de todo el estrés y el dolor sería sencillo dejarse llevar, y tan gratificante...

Envolvió el cuerpo de la hechicera entre sus brazos cuando le planteó su pregunta y, tras un destello dorado, ambos desaparecieron para reaparecer en el dormitorio del mago. Retrocedió un par de pasos hasta quedar sentado sobre la cama sin soltar a la mujer, que ahora quedaba de pie ante él, y besó suavemente la blanca y delicada piel que quedaba a la altura de su rostro, en el estómago, elevando lentamente la camiseta de ella.

La ayudó a desvestirse al tiempo que se despojaba de la casaca y el chaleco interior, deshaciendo las lazadas de la chorrera para poder quitarse también la camisola, pero, antes de que pudiera llegar a desvestirse del todo, la súcubo terminó de tumbarlo sobre la cama poniéndole la mano en el pecho, y el suave lecho les acogió a ambos cuando ella se subió sobre él.

Arión la observó desde abajo, admirando la belleza que acompañaba a la oscuridad. Hacía tanto tiempo que no estaba con una mujer... Al menos de propia voluntad. Pero no estaba nervioso, pues, ¿quién mejor para ayudarle a recuperar la pericia en tales artes que una súcubo?

- Ésto es lo que deseo... -musitó, extendiendo sus brazos para tomarla por los hombros y acercarla hasta él para poder besarla una vez más y perderse entre su piel y sus labios hasta que el sol saliera de nuevo.