Decisiones (Abbie Delgado) [25/11/2018]

Día duro. Es lo que hay a veces en Arkham. No os voy a contar lo que pasó porque sería repetirme, pero vaya. A este paso dejo el trabajo y me abro una consulta privada en mi casa sólo para nadie. Sin embargo, trabajar allí tenía sus cosas buenas: un bar al ladito, a un par de calles, un poco escondido en un callejón de mala muerte, pero con unos precios buenísimos y un barman muy majo. Pobre, cuando le diga que no estoy disponible... El chico me trataba bien, me invitaba a copas y me servía su mejor whisky, lo cual es motivo de sobra para ir.



Con mi vestimenta habitual, una camiseta blanca ajustada y unos pantalones rasgados negros y unas zapatillas, entré en el local Omen. No era especialmente mi estilo pero bueno, merecía la pena. Y no había que ir vestido de ninguna manera estúpida. Saludé a Jack, el gorila, y fui directa a la barra con Charlie.

-¡Bombón! Lo de siempre, ¡por favor!- le pedí al barman, animada. Aunque pensándolo mejor... -Mejor me lo pones doble, ha sido un día largo- le expliqué, contándole que me habría venido bien una café con un chorro de whisky esa mañana. Estuvimos unos diez minutos hablando y riendo, haciendo que mi nivel de estrés pasase a bajo cero. Después me fui a la pista y bailé un poco, como siempre, sin pasarme, pero bien.

Al cabo de... no sé cuántas copas y bailoteos, estaba de nuevo sentada en la barra hablando con Charlie. -Otra... copita, bombón.. heh...- le pedí, algo bebida. No suelo beber tanto ni me suele afectar tanto el alcohol, si me pidieran una conversación normal podría tenerla sin problemas, aunque dejarse llevar por la chispita... molaba. No me digáis que no que mentir está muy feo.

Maldita sea. Diría que había tenido un día de mierda, pero creo que sería más apropiado decir que llevaba meses sin salir de aquel agujero. Caminaba por las calles de Gotham planeando entrar en un garito de mala muerte donde todos estarían borrachos como cubas; yo ni siquiera estoy acostumbrada a beber alcohol. Rezaba para que, al menos, no sonase algo como Taylor Swift. Estaba empezando a llover cuando paré frente a lo que parecía ser el peor antro de la ciudad. "Omen". Sonaba bien, me encanta la decadencia, y aunque el puertas me miró unos segundos con desconfianza, entendió al momento que yo estaba hecha para ese sitio. Entré sin fijarme mucho en la gente que había dentro, ninguno de ellos me interesaba demasiado. Me acerqué a la barra.

-Un whisky con ginger-ale.- mi tía dijo que era lo que solía beber mi padre. Supongo que me gusta torturarme.- Gracias.

El camarero, al que escucho que alguien llama Charlie, me sirve el mejor whisky al que se podía optar en un sitio como aquel, y me cobra.

Después de un par de tragos, el brillo de las luces sobre algo de color rosa llamó mi atención. Era el pelo de una mujer que bailaba en medio de la pista con una copa en la mano, y era el único toque de color de todo el pub. La observé moverse al ritmo de la música. ¿Cuándo había entrado? Después de un rato, se acercó a la barra de nuevo. Parecía que iba sola, como yo. Le di otro sorbo al whisky, que consumía el hielo de mi copa y hacía escurrir heladas gotitas por mis dedos.

Puede que, al fin y al cabo, sí me interesase alguien de toda la gente que estaba allí aquella noche. Aunque no sabía muy bien por qué.

Estaba en la barra tomándome otro whisky cuando me percaté de una presencia que no había visto nunca hasta el momento. Me acordaría de ella. De esa cara. No era de aquí. Me acerqué a ella y me llevé mi vaso conmigo.

-No eres de por aquí, ¿verdad?- le pregunté inocente. Sabía que no lo era y me comía la curiosidad. ¿Qué hacía aquí? ¿Cuáles eran sus planes? ¡También bebía whisky! -Me llamo Mindy, por cierto. Suelo venir mucho por aquí y no me sonaba tu cara, por eso pregunté. ¿Eres nueva en la zona...?- dejé la pregunta abierta dando a entender que le estaba preguntando su nombre. Con la tontería que llevaba encima no me di cuenta de que no la había dejado hablar.

-Espero no haberte molestado- me disculpé, dando un nuevo sorbo a mi vaso y vaciandolo. Pronto tendría que volver a casa y no quería volver muy mal, así que me tomaría una o dos copas más esa noche. Me quedé mirándola esperando su respuesta y después le pedí otra copa a Charlie.

-No deberías beber más, Mindy. Ya llevas seis vasos- me advirtió Charile. Qué mono. Aún cuando sabe que tengo una buena tolerancia al alcohol se preocupa por mí.

-Tranquilo- le dije, haciendo un movimiento con la mano, quitándole importancia y dejando claro que esta y otra serían las últimas. Me sonrió y me sirvió mi vaso.

-¿Sabes que tu pelo es lo más llamativo de por aquí?- aquella mujer se me había acercado por algún motivo y me había dicho su nombre: Mindy.- Mi nombre es...- dudé.- Bueno, puedes llamarme Abbie.

Últimamente apenas diferenciaba a Skinny B de Abbie Delgado, lo que a algunos les podría parecer preocupante, pero a mí me daba igual. Ninguna de ellas me caía demasiado bien, aunque les tenía cierto cariño, eso por descontado. Yo llevaba medio whisky cuando Mindy pidió otra copa; ¿es que no iba a dejar de beber? Aunque parecía soportarlo bien.

-Tranquila, no molestas. Llevaba un rato preguntándome qué hace una chica como tú en un lugar así, aunque podrían preguntarse lo mismo de mí. ¿Vives por aquí?

No me gustan demasiado los extraños, no me fío de ellos, pero aquella chica me trasmitía una especie de paz interior que hacía mucho que nadie me hacía sentir. Spike es quien normalmente me hace sentir como en casa, y no las pelirrosas desconocidas que beben y bailan solas en un antro tan decadente. Aunque supongo que eso es precisamente lo que me ha llamado la atención: está sola. Como he estado yo siempre. Y me encantan las personas independientes.

Jugueteé con mi cajetilla de tabaco mientras esperaba la respuesta de Mindy y miré a mi alrededor. ¿Se podría fumar allí?

-Abbie- repetí con una sonrisa. Algo me decía que era su nombre real, pero por el momento no iba a arriesgarme a hacer nada. -Sí, bueno, más o menos- le di un par de vueltas a mi copa. -En realidad, vivo en Nueva York, pero trabajo en Arkham, que es casi como mi segunda casa con la de tiempo que paso ahí. ¿Y tú?- que no se crea que no me he dado cuenta que no me ha respondido antes.

Mi mirada se desvió a su tabaco y, ¿por qué no? Me apetecía uno.

-¿Tienes un piti para mí? Podemos fumarlo fuera, aquí no creo que nos dejen...- le pedí y ofrecí. Tenía ganas de saber más de ella, me había llamado mucho la atención no haberla visto antes y que esté en este local de mala muerte... No creo que sea por el precio de las copas, no había bebido apenas... así que... ¿Por qué?

Mindy también fumaba, lo cual me venía muy bien porque salimos juntas a la puerta del garito. Aún llovía. Le di uno de mis Marlboro y lo encendimos con mi Zippo mientras charlamos. Me fiaba de aquella psiquiatra de Arkham por algún motivo, así que le hablé sobre mí sin tapujos. Y puede que pecase de confiada.

-No, no soy de por aquí. Vivo y trabajo en Manhattan. Supongo que te preguntarás qué hago en este sitio.- le di una honda calada al cigarro y miré al suelo.- Digamos que mi vida es una mierda y he pensado que quizás en Gotham podría mimetizarme con el ambiente deprimente de la ciudad. O que a lo mejor podría encontrar nuevos culos que patear...

Mierda. Lo he dicho sin pensar. Joder, ¿cómo cambio de tema ahora? Va a pensar que soy una psicópata que debería pasar por su consulta.

-Bueno, ya sabes, a veces las cosas se ponen feas y una tiene que defenderse.- me salió una risita nerviosa que hasta a mí me pareció insoportable.

Sólo la estaba cagando más, así que me callé mientras exhalaba el humo de mi última calada. No la conozco, pero sé que no es imbécil. Trata con gente como yo todos los días. Genial, Skinny b, gracias por salir a deshora. Me has jodido. Puede que deba empezar a preocuparme por mis malditas identidades y su afán por solaparse.

Me encendí el piti y para cuando exhalé el humo empecé a reírme de lo que había dicho Abbie.

-Puedes estar tranquila, no es extraño que vengas aquí para eso. Si pudiera, te mostraría el repertorio que hay aquí en Gotham- di otra calada. -Pero, bueno, has venido a un buen lugar para... defenderte... ¿Has fichado ya a alguien o sólo has visto mi pelo?- le guiñé el ojo con algo de compañerismo. Negué con la cabeza, parece una matona. O a lo mejor es una sádica y le mola la pelea. Es igual, no me parecía muy peligrosa como para analizarla.

En ese momento un grupo de chavales, tres en total, pasaron por mi lado y uno de ellos me tocó el culo, con mi respingo por la sorpresa y el enfado.

-¡Eh! ¡Que os den!- les dije, con asco. -Subnormales...

Al parecer no le había dado mucha importancia, lo que me quitó un peso de encima. Ni relacionarme ni delatarme son cosas que me gusten demasiado, y estaba haciendo ambas aquella noche, así que me relajó que todo estuviese fluyendo de manera tan natural. Easy going; así es como prefiero que vaya todo.

De pronto, unos niñatos aparecieron en un esquina de la calle y pasaron junto a nosotras. El que parecía el cabecilla decidió que no quería irse sin antes cumplir el cliché de tocarle el culo a Mindy entre risitas de anormal. Qué original.

-¡Eh! ¡Que os den! Subnormales...

Mindy parecía más tranquila, pero yo tenía un speech un poco más extenso para aquel gilipollas.

-Chaval, sé que acabas de descubrir los porros y que te crees el más duro de por aquí, pero me toca los huevos que pienses que puedes joder con nosotras sólo porque somos mujeres. Las mujeres también podemos partirte las piernas, ¿sabes?

El moreno que le había tocado el culo a Mindy, se giró y me miró con ojos de "querer matarme", pero en seguida esbozó una sonrisilla mientras se acercaba a mí.

-Así que la motera esta tiene huevos y yo se los he tocado. ¿De verdad eres capaz de partirme a mí algo? ¿Estás segura?

-Por favor, deja de hablar como el personaje secundario de una película de serie B o morirás en la próxima escena.- dije sonriendo mientras miraba a Mindy, que estalló en una carcajada casi atragantándose con el humo de su cigarro.

El chaval se puso serio de repente y me agarró por las solapas de la chupa. Tendría unos 22 años, pero tenía el cuerpo de un hombre de 35, grande y musculado. En otro contexto hasta podría haber sido mi tipo, pero se había delatado: era un cerdo. Me acercó tanto él que pude oler su aliento de fumador y bebedor habitual. Aquel olor a alcohol tan profundo y tan cerca de mi cara me evocó una situación que jamás le permito a nadie recordarme.

-Mira maldita puta, será mejor que midas tus palabras o tú y tu amiguita vais a amanecer sangrando. No estamos en Gotham a estas horas por ser unos niñatos que no saben lo que hacen, ¿entiendes, zorra?

Los otros dos, que parecían no tener mucha iniciativa pero que no se quedaban atrás en corpulencia, se acercaron a Mindy despacio. El puertas ya tendría que haberlos echado de allí a patadas, pero estaría dentro bebiéndose una copa (o veinticinco) para soportar a mamones como aquellos. En cualquier caso, no, no estaba en la puerta.

-Yo en vuestro lugar no me acercaría más.- les dijo Mindy sin cambiar su gesto de indiferencia mientras terminaba su cigarro.

-No vuelvas a llamarme puta, maldito cerdo.

Le apagué el cigarro en el antebrazo. Él me soltó bruscamente y se apartó de un salto con un grito de dolor que probablemente se habría escuchado también en Manhattan. Sus amigos se pusieron muy tensos, Mindy adoptó una postura defensiva y yo no dejé de mirar al moreno retorcerse. Pasaron unos segundos antes de que dejase de hacer aspavientos, y mientras presionaba la herida con su mugrienta manaza, me devolvió la mirada.

-Estáis muertas.

Abbie por lo visto había encontrado ya esos culos a los que patear. Lástima que tuviera que ser a raíz de que me tocaran el culo, cosa que a Sloan no le iba a gustar nada. Me reí en silencio terminando el cigarro mientras la morena se enfrentaba a los chicarrones y caldeaba el ambiente.

Mi nueva compañera centró su atención en el que parecía ser el líder, el que hablaba, y los otros dos centraron su atención en mí. Yo estaba realmente muy tranquila, no tenía ningún miedo. Me había enfrentado a esa clase de matones durante toda mi adolescencia, y no eran un rival especialmente difícil.

-Yo en vuestro lugar no me acercaría más- les advertí sin mirarles, terminando el cigarro y soltando el humo con indiferencia, observando cómo la ceniza se apagaba contra el suelo. Cuando el líder dijo que estábamos muertas alcé la vista y posé mi mirada primero en el que tenía delante a la izquierda y después en el de la derecha. Decidí divertirme un poco y usar mis poderes, ya no me desmayaba, pero el efecto era menos duradero.

Centré mi atención en el de la izquierda, transmitiendole la compasión, la misma que sentía yo por ellos, haciendo que se debilitara notablemente y que su compañero se frenara para saber qué le pasaba. Conseguí con eso que bajaran la guardia y si venían a por mí sé defenderme de matones como ellos.

-Lo que le pasa es que ya no quiere pelea, corazón- le expliqué con una sonrisa. Si las cosas se ponían feas con Abbie, podía crear un escudo, aunque esperaba no llegar a ese punto. No me gustaba ser tan... "llamativa" en público.

-Eh Jake, a lo mejor deberíamos dejarlas en paz.- le sugirió al líder uno de sus adlárateres.

El moreno se giró hacia él con gesto de incredulidad y enfado. Presenciar aquella mezcla de rictus fue curioso.

-¿Es que se te ha derretido el cerebro, imbécil? ¿No has visto lo que me acaba de hacer esta zorra?

-Oye, no vuelvas a insultarme, ¿quieres? Dejar el instituto ha causado estragos en tu uso de la retórica.- reí.

Un grupo de chicas y chicos salió del garito dejando la puerta abierta justo cuando el tal Jake se abalanzaba sobre mí. Nos miraron extrañados y algo atemorizados, diría yo. Oh, joder, me encantaba la canción que estaba sonando ahí dentro. Y si había algo que me gustase más que esa canción, era tener público. Observé un momento al grupito. Las chicas se abrazaban a sus novios como si ellas no pudiesen ser sus propias heroínas. Es más, lo hacían como si alguien más que ellas fuese a salvarlas. Esas jóvenes ingenuas no saben lo que es salvarse la vida a sí misma una y otra y otra vez. Y yo odio a la gente que no sabe salvarse.



Dejé que me golpease bajo el pómulo derecho con el puño cerrado, controlando un poco su fuerza para poder amortiguar el golpe lo justo para que, en vez de dolerme, me gustase. Me tiró al suelo mientras yo seguía riéndome. Aquel golpe me dejaría marca. Me daba igual, me gustan las marcas. Además, el pobre se merecía la revancha. Iba a continuar con su paliza cuando uno de sus colegas intervino.

-¡Jake, déjala!

-¡Déjame tú a mí, Spike!

Algo cambió de repente. ¿Spike? Mi mejor amigo, mi única familia, la persona más importante de mi vida se llama Spike. Y aquel chico también se llamaba Spike.

-¡No! ¡He dicho que la sueltes! ¡Nos hemos comportado como unos gilipollas!

Sólo eran unos chavales. Como yo. Como Spike. Seguimos siendo unos críos perdidos, haciendo las cosas mal. Y yo, aquella noche, por necesitar quizás una catarsis de cuerpo y alma, había enfocado todas mis energías en unos gamberros de barrio. Suena irónico, ¿no es cierto? Ellos están en el mismo lugar del que yo conseguí salir. Sí, eran unos capullos camorristas, pero... ¿Era yo acaso mejor que ellos?

Aquella reflexión, que duró milésimas de segundo en mi cabeza, me paralizó por completo. No pude mover un solo músculo, tirada allí, en el suelo, con aquel cuerpo enorme sobre mí que me hizo sentir indefensa otra vez. Yo estaba totalmente paralizada, sí, pero Jake no tenía pensado parar.

¿He dicho ya que odio a la gente que no sabe salvarse?

Mis chicos se rajaron y se echaron atrás con la pelea, pidiéndole al líder, ese tal "Jake", que parase. Él no quería y vi cómo Abbie le daba un puñetazo y recibía otro, disfrutándolo. Vaya, señoras y señores, tenemos una sádica entre los presentes. Sin embargo, algo pasó: Abbie se quedó quieta, paralizada, sin moverse. Si no hacía algo o se movía ese tal Jake se iba a cebar en ella y ni sus amigos le podrían parar.

-Eh, chaval: para- le advertí. -Y tú, levántate. ¿Esta es tu idea de patear culos?- la provoqué, para sacarla de su shock. Probablemente habría algo con estos chavales que enlazaba con alguna parte del psique de la morena.

Jake no pareció escucharme y la chica, tres cuartos de lo mismo. Miré a los compañeros del chico y avancé hasta ponerme delante de Abbie de un salto, quedando en medio.

-Lo mejor será que pares. Si me tocas, tú te harás más daño que yo- volví a advertirle, preparando un escudo para asustarle. Empecé a ponerme blanquecina, como si una luz me rodease, y centré mi mirada en los ojos del chico. -Te lo advierto. No quieres seguir con esto, Jake- escupí su nombre con desdén y diversión al mismo tiempo. Sabía que no podría hacernos daño con mi escudo, y no dejaría que se aprovechara de ella en ese estado.



La canción cambió, pero Jake no. Arremetió contra mí y se estampó contra mi escudo, retrocediendo sujetando su puño. Sonreí, sin moverme del sitio.

-¿Qué cojones?- preguntó el chico, sin entender nada.

-Un, dos, tres... Prueba otra vez- le reté cantarina. Esa vez iba a explotar el escudo a su tacto, y eso le dejaría marca y le daría algo en lo que pensar.

Y, de repente, todo lo contrario.

Claro que yo era mejor, eso estaba más que claro. Cómo podía haberme comparado con ellos, cómo podía haber pensado que aquella clase de gente no merecía una lección. Nadie tiene derecho a tocar a alguien sin su consentimiento. Nadie tiene derecho a intentar ponerle la mano encima... A intentar ponerme la mano encima. Y si aquellos tíos no lo sabían, aquella noche yo me encargaría de enseñárselo. Dios, cómo me gusta marcar, cómo me gusta sentir que jamás podrán olvidar lo que aprendieron. Siento cómo sube la adrenalina por mi espina dorsal, cómo en mi cerebro se activan todas alarmas y cómo se tensan todos mis músculos. Yo tampoco pude olvidar lo que aprendí hace años. Así que es vuestro momento, capullos.

Jake estaba en el punto justo, en ese momento de calentón, de ira descontrolada, cuando ya nada podía interponerse entre su objetivo y él, cuando su rabia le sobrepasaba y su cuerpo apenas podía contenerse. Me miró con los ojos inyectados en sangre. Era como el momento justo antes de follarte a alguien; peligroso, excitante y placentero. Aunque, personalmente, prefiero partirme la cara.

Mindy se había colocado entre el matón y yo. Después de despejarme, me levanté de un salto y corrí hacia él. De pronto, sentí como si atravesara algo. ¿Qué cojones había sido eso? Me giré un instante antes de abalanzarme sobre Jake. Mindy les miraba desafiante pero confiada, y juraría que me dedicó una mirada cómplice. ¿Quién era en realidad aquella chica? Esbozó una media sonrisa justo antes de que dejase de mirarla para centrarme en Jake.

Salté sobre él, me rodeó con los brazos la cintura y, así agarrados, caímos y rodamos por el suelo, frío y mojado. Terminó agazapado sobre mí otra vez. Me asestó un puñetazo en el mismo sitio de antes, la zona la estaba resentida, mi pómulo crujió. Bloqueé su siguiente movimiento y le golpeé justo en el tabique con el codo, canalizando toda la fuerza de mi brazo libre.

-¡Eres un maldito cerdo!- su nariz sangró sobre mi cara.

Paré otro de sus golpes con la palma de mi mano y, con mis piernas, lo levanté y lo empujé hacia arriba. Cayó sobre su espalda, resentido. Entonces fui yo quien se tiró sobre él, y retorciendo su brazo derecho, conseguí que se diese la vuelta entre gemidos, presionando su mejilla izquierda contra la acera. Me acerqué a su oído y le hablé con la voz más suave que encontré en mi registro.

-Vas a dejar de tratar a las personas como si fuesen de tu propiedad.- se retorció debajo de mí y llevé su brazo un poquito más hacia su omóplato.- Quieto, papá. Te vas a hacer daño.- le susurré dejando que mi aliento le acariciase la mejilla y el cuello.- Quiero que, a partir de ahora, cada vez que mires la cicatriz que dejará la quemadura en tu brazo, recuerdes que no somos tu malditos juguetitos. Grábate mi puta cara a fuego, porque como vuelva a verte abusando de tu poder, si es que podemos llamarlo así, pienso partirte las dos piernas. Y creo que ya te he demostrado que puedo.

Le solté y le dejé allí tirado. Me acerqué a Mindy, que se había encargado de Spike y su amigo sin problemas. Le ofrecí un cigarro, me puse otro entre los labios y lo encendí con el Zippo.

-Buen trabajo, pelirrosa. No sé por qué, imagino que no soy la primera en llamarte así.

Jake se levantó, sangrando profusamente por la nariz, y me miró una última vez antes de obligar a sus colegas a desaparecer de allí. Fue una mirada que gritaba "volveremos a vernos" de manera amenazante, pero era un farol. Sólo era un cobarde más al que había que reeducar. Ni siquiera pudo articular palabra. Yo, por mi parte, estaba tranquila. Ensangrentada, pero tranquila, y quizás hasta un poco excitada. Había necesitado aquella noche desde hacía meses, y por algún motivo, sentía que debía conocer a aquella mujer de cabello rosa más a fondo. No fue una casualidad eso de habernos encontrado, no creo en las casualidades.

-¿¡Qué coño ha pasado aquí!?- gritó el puertas saliendo del bar.

-A buenas horas. Si fuésemos damiselas en apuros ya estaríamos más que muertas.- aspiré una honda calada del cigarro manchado de sangre.

Fue entonces cuando me fijé de nuevo en toda la gente sorprendida y atemorizada que se había arremolinado a nuestro alrededor, y me alegré de que hubiesen disfrutado del espectáculo. Qué queréis que os diga. Soy una exhibicionista incorregible.

Estaba convencida de que Jake vendría de nuevo a por mí en cuanto su estupor se pasara, pero en su lugar, fue Abbie la que atacó a Jake. Bueno, al menos ya no estaba en shock.

Atravesó mi escudo y noté cómo se quedaba un poco confusa, aunque no perdió el tiempo y continuó con su cometido: darle una lección al chico. Y lo hizo, si bien recibió un par de puñetazos, pero estaba a salvo. Si me necesitaba me enteraría de todas formas así que me giré hacia el tal Spike y el otro chico.

-¿Queréis probar suerte vosotros también? ¿O preferís largaros antes de que esto vaya a más?- les pregunté segura de mí misma, sin un sólo ápice de amenaza en mi voz, si no más bien con un tono de madre preocupada. Sólo eran críos que se creían mayores, se habían llevado el susto de la noche y la próxima vez se lo pensarán mejor, pero seguro que recaían en otra noche como esta y saldrían airosos.

-S-Sí...- dijo el que no era Spike, algo sorprendido y con los ojos muy abiertos. Probablemente en su vida dos chicas les habían dejado en ridículo, o quizás ver lo que Abbie estaba haciendo con Jake tuviera algo que ver. En cualquier caso, les vi ir hacia su cabecilla y recogerle y llevárselo sin mirar a Abbie. El único que miró fue Jake y... en fin. Abbie me ofreció un cigarrillo pero yo lo rechacé, no solía fumar asiduamente y tampoco lo necesitaba en ese momento, así que le ofrecí una sonrisa y negué con la cabeza sutilmente.

-No, no eres la primera. Mi chico a veces me llama así- le di la razón a su comentario y reí por la respuesta que le dio al puertas del local cuando salió a preguntar qué había pasado. -Estamos bien, gracias. En este barrio hay que saber defenderse, aunque si hubieras estado tú igual nos habríamos evitado el conflicto. Quiero una copa para mí y lo que beba mi amiga como compensación- exigí, el hombre me conocía, y el camarero también, así que no costaría mucho que me hicieran caso. Después le hablé a Abbie directamente.

-¿Estás bien? Has recibido unas buenas leches, aunque te defiendes bien.

No iba a durar mucho más la noche, tenía que volver a casa y, para qué engañarnos, quería contarle a Sloan lo que había pasado.

Volvimos a entrar en el garito con un par de copas gratis. Nada mejor tras el piti de después... De después de la paliza, claro. Ya está, ya había pateado los culos que quería patear, ya había descargado la adrenalina que necesitaba. Me sentía pletórica, excitada. Para rematar la noche sólo me faltaba...

-Has dicho que tienes novio, ¿no?- le pregunté mientras echaba un ojo a mi alrededor.

"Una pena", pensé. No parecía haber nadie en aquel garito que pudiese satisfacer mis expectativas, ni mis necesidades. Tengo buen ojo para esas cosas. Y cuando me sirvieron el whisky y vi aquellas burbujitas que hacía el ginger-ale en el hielo, me sentí mucho más... Efervescente.

-La verdad es que sola tampoco se está tan mal. Conoces a algunas personas interesantes, ¿sabes? Hombres, mujeres...

Le di un sorbo a mi whisky y miré la hora en mi móvil. No debía tardar mucho en irme. Tenía cosas que hacer.

Volvimos al garito a beber esas copas por la cara... Por la cara de Abbie, que había recibido unos buenos golpes en ella. Lo cierto es que el whisky sabía mejor después de un buen chute de adrenalina, pero desde luego no era mi estilo.

-Sí, lo he dicho- le respondí después de darle un trago a mi vaso y alcé una ceja cuando dijo que tampoco se estaba mal sola, que se conocía a todo tipo de personas, tanto hombres como mujeres... Sonreí. Me hizo recordar mi primera vez con Sasha. Eran buenos recuerdos. Dolorosos, pero buenos. Le di otro trago a mi copa.

Al ver cómo sacaba el móvil para mirar la hora me percaté de lo tarde que era, y de que me había caído bien la chica... pese a ser un poco masoquista. Aunque en fin, yo también era bastante rarita.

-Cómo pasa el tiempo cuando te metes en peleas, ¿eh? Creo que me voy a ir. Pero...- terminé de un trago mi whisky. -Aquí te dejo mi número. ¡Llámame cuando quieras tomar algo en algún local de mala muerte! Y ten cuidado la próxima vez que te metas en una pelea...- le guiñé el ojo al decir eso y le acerqué la servilleta donde le apunté mi número.

Al salir del local solté el aire y con una sonrisa me fui a por mi coche. No estaba muy borracha como para no poder conducir pero aún así le mandé un mensaje a Sloan al móvil que ya había aprendido a utilizar. "Ya voy a casa. He bebido un poco pero estoy bien. Voy en el coche. <3!".
Tenía unas ganas tremendas de contarle la batallita a Sloan.