"Ciento setenta y nueve.... ciento ochenta... ciento ochenta y uno... "Eran las 7 de la mañana, y aunque el estilo de vida saludable estaba de moda en estos tiempos, aguantar diez rutinas de 200 abdominales no era algo que cualquiera podía hacer. Ni siquiera, mis compañeros del ejercito... Los que aun vivían y no estaban pegados a una maquina para respirar o andan en silla de ruedas. El sudor recorre mi frente, mientras siento como mis músculos abdominales se mantienen firmes ante el esfuerzo que estoy realizando. Steve Rogers no necesita hacer abdominales, ni mucho menos, una rutina de ejercicio... Pero Steve Rogers también es un ejemplo de disciplina para los jóvenes reclutas de S.H.I.E.L.D, y aunque la ventaja del suero de supersoldado estaba de mi lado, yo no tenia porque mostrarme superior ante los valientes hombres que se mantenían únicamente con sus cuerpos, sin sueros, trajes supercostosos o poderes mas allá de lo entendible.
La rutina termina al llegar a las 200 abdominales. Sonrió, satisfecho por mi marca que se mantiene en el promedio y voy a por mi mochila, de donde saco una botella de plástico donde tomo agua. Mi morral podría tener la edad de los abuelos de estos cadetes, pero... el morral que me gane en esa rifa en el 39 era una verdadera joya que añoraba con todo mi ser. 1 dolar con 20 centavos, algo que probablemente con un año de duro esfuerzo, podría pagar... Sin embargo, ese dia estaba de suerte. Como muchos otros en mi vida, ahora que lo pienso.
Cuando termino de degustar el liquido vital, tomo la toalla y seco mi cara y mi cuello. Después me daría una ducha, en cuanto terminase una media hora de pesas en la sala contigua. Con la toalla a la nuca, y mi viejo morral al hombro, camino hacia la puerta, chocando las palmas de mis compañeros. -Hey, Samuel, bien hecho con tus sentadillas, pero intenta no sofocarte tan rápido. -Le doy una palmada suave en el hombro y continuo, hasta llegar a la puerta que atravieso. Las instalaciones de S.H.I.E.L.D no se parecían en nada, ni en nuestros sueños mas abstractos, a lo que eran las instalaciones del viejo ejercito. Comparadas con las regias paredes de hormigón pintadas de verde y con lamparas de luz caliente, las modernas instalaciones con suelos sensoriales, cámaras, luces LED y puertas automáticas contrastaban con mi gran idea de actualización militar. Llevaba ya algunos años en este mundo, y aun así, me sorprendía por todo lo que la sociedad cambio.
Lo que mas me sorprendía eran las personas. Y la persona que no pensaba ver tan temprano pero que siempre me sorprendía estaba frente a mi. -Agente Rogers, ¿De nuevo entrenando con los cadetes? La junta de los directivos empezó hace veinte minutos... -La voz de Nick Fury resonaba casi melódica con el silencio hermético de los pasillos. Me permití una sonrisa- No debe ser tan interesante si usted esta aqui conmigo. -Fury se me quedo viendo, con su único ojo que parecía saber todas las debilidades de las personas que lo rodeaban. Pero yo sabia que el no me miraba así, si no que sus gestos indicaban una complicidad- ¿Que necesita, señor? -El golfo. -¿Pérsico? -No, el de México. Tenemos un asunto extraoficial con el hijo de un narcotraficante colombiano, y nuestras fuentes nos indican que esta en un barco. Quiero que vayas y lo traigas con nosotros antes de que llegue con una aduana que se pueda sobornar.
Me le quede viendo y asentí con firmeza, aunque me vi con ciertas dudas... ¿Extraoficial? ¿Por que el asunto se tenia que manejar con discreción? No me gustaba mucho de lo que hacia el gobierno actualmente en cuanto a espionaje e intervención de la privacidad, que atentaba contra los ideales de nuestros padres fundadores, pero en estos momentos, no iba a volver a discutir con Fury, no frente a sus subordinados.. -Si, señor. -Respondí en un tono firme. Cuando estaba por irme, pasando de largo por el director, volvió a hablar- Rogers, por un demonio, usa las mochilas inteligentes que hacen los magos del laboratorio. -Solté una pequeña risa y tome el elevador, volteandome lo justo para llevar mis dedos a la frente y despedirme.
Baje al subsuelo, donde estaba mi motocicleta. En el elevador, fui poniendo sobre mi cuerpo el uniforme que me investía como la vieja reliquia que recordaba el compromiso americano por la paz y la libertad del mundo. Guantes, pechera, cinturón, pantalones y casco, todo lo que necesitaba, todo lo que la buena gente de Estados Unidos me había dado para que sus vidas no se vieran amenazadas. Sin embargo, la cereza de mi pastel (si es que puedo pensarlo de ese modo), estaba sobre mi moto... El gran escudo con la estrella de la Unión. Acaricie suavemente la curvatura de la superficie y me lo colgué al hombro, mientras me sentaba, guardaba en la moto y tecleaba algunos códigos en la computadora interna -Steven G. Rogers en linea. Conectar con ultimas misiones asignadas. Pedir transporte aéreo.
No podía negar que para algunas cosas, la tecnología hacia la vida mucho mas fácil. Lo demás, prefería dejárselo a los jóvenes (de hoy), o a personas como Reed Richards o Stark. Prendí la motocicleta y salí por el estacionamiento hacia donde el GPS me indicaba, dispuesto a cumplir mi misión.