Ni puta idea [Rocket the Racoon]

19 de julio del 2018.

Después de la aventura con el petardo de la burra guapa de anoche, necesitaba echarme un buen sueñecito. Llegué a tiempo como para no encontrar ni un sólo sitio donde caerme muerta, así que ande durante un rato por el centro hasta encontrar a algún mendigo colega que me hiciera hueco en su colchón. Mama Uba se encargó de eso. Era una mujer mayor, negra, con un ojos blanco de ceguera y que siempre sonreía. Iba siempre con su carrito lleno de cosas, y tenía un perro y un gato que se llevaban como si fueran hermanos. No sé que magias tenía esa mujer, pero desde luego, tenía una mirada cálida que le llenaba a uno el corazón. Cuando me vió dando vueltas por ahí, me invitó a acercarme, me comentó que casi la detuvieron hace un par de días, que el mundo estaba loco y que a donde íbamos a llegar. Luego sacó un Twinkie de su envoltorio, lo partió por la mitad y me lo dio. Me lo habría comido de un bocado, pero sabiendo lo que cuesta conseguir algo así en la calle, lo saboreé como si fuera néctar de los dioses. Luego se tumbó en el colchón, me dejó un hueco y me dormí a su lado, dejando al perro y al gato enroscados debajo de mis piernas.

A la hora del almuerzo nos despertó el tipo ese que limpia las calles con la manguera, pidiéndonos por favor que nos marcháramos. Ayudé a Mama Uba a enrollar el colchón, y después de despedirnos con un abrazo de olor fuerte, la dejé rumbo al refugio para que le dieran algo de comer. Yo también tenía eso en mente, pero hoy, si podía, me ganaría el sustento de otra manera. Fui directa al Asteroids, un sitio que llevaba abierto desde antes de los ochenta que ahora seguía abierto. Era uno de los pocos recreativos que había sobrevivido a toda la explosión de venta de consolas, pirateos de ordenador y ese tipo de moderneces que estaban mandando todo lo bueno al carajo. Entré como una bala, dejando atrás los pitidos, las luces y a toda la chavalería de vacaciones que estaba jugando, para rebuscar en las cajetillas de las máquinas de cambio. No os harías una idea de la millonada que he llegado a sacar de esos sitios.

- Pero... ¡MENUDO TIMO! ¡VENGA YA! ¡ÉSTO ES UNA PUTA ESTAFA! ¡¿PERO QUÉ DICES?! ¡¡¡QUÉ FALSO!! ¡¡QUÉ-FALSO!!

Allí me tenéis, en pleno Julio, con el calor que hacía y yo encerrado en una habitación alquilada en Nueva York, jugando a un juego que se llamaba League of Legends o algo por el estilo con el ordenador de poca monta que nos compramos, gritándole a la pantalla como si estuviera regateando con el mismísimo Coleccionista. Pero, ¡es que tiene delito! ¿Cómo es posible que me estuvieran dando la paliza que me estaban dando si llevaba al mejor personaje de todo el juego? Era yo subido a un robot gigante que tiraba cohetes, lanzallamas, granadas... ¡Todo un lujazo! Y me viene una niña pequeña con su osito de peluche y me evaporizan. ¡No es justo! ¡Pero qué assssssssssssssco de juego! Me pegó tal arrebato que... que...

Tuve que salir de la habitación antes de que volviera Quill y viera lo que había hecho con el ordenador. Claro que también estaba Gamora en la habitación, pero estaba más interesada en leer no se qué libro de no se qué chino terrano a prestar atención a lo que hacía.

Estaba quemado. Estaba que echaba chispas. Los terranos por costumbre suelen apartarse cuando ven un mapache andando a dos patas y llevando un traje como el que llevaba yo. Pues ahora con más razón porque llevaba una mala hostia encima que seguro se reflejaba en mi cara. Vamos, estaba que mordía. Esa puta niña con su osito.

- ¡Eh mamá! ¡Mira mira! ¡Cómprame ese osito de peluche! ¡Andaaaa! ¡Porfaaaaaa!
- .........................................


Crucé la calle después de que pasaran los camiones de bomberos dirección a la columna de humo cuyo origen yo NO había provocado ni tenía nada que ver con una tienda en llamas cuando me paré frente a un rótulo que me llamó la atención: Asteroids. Lo curioso es que tenía un montón de naves y cohetes alrededor. Me entró la curiosidad y entré a ver qué había dentro cuando... Oooooohohohohohohoho... Eso ya era otra historia.


Dentro estaba lleno de chavales y engendros de todas las edades, con un montón de luces láser, una música a todo trapo y un montón de maquinitas que seguro eran de la Edad de Piedra de Terra. ¡Pero eh! Parecía entretenido, además de al máquina que estaba desocupada al fondo. Me acerqué y me entró un escalofrío de las patas hasta la punta de las orejas. Había dos pistolas a cada lado, enfundadas en un agujero de lo que parecía metal. Dos pantallas delante, una para cada jugador supuse. Me pedía que insertara una moneda para jugar y que disparara a la pantalla.

- He bicho - escuché a mis espaldas. - Aparta del medio que quiero jugar.
- ¿Ah si, chaval? ¿No querrás decir "que te machaque"? - Crují mis manos y saqué una moneda. - Venga, tú contra mí listillo.
- Vas a llorar, bichejo.

El que acabó llorando fue él. ¡MENUDA PALIZA LE METÍ! Cuando quise darme cuenta ya estaban haciendo cola para retar al mapache. Ohoohohohohoho...

No sólo había que mirar en la cajetilla, si no también por el suelo. Os volveríais locos si supierais las cantidades ingentes de monedas que hay allí. Al final, buscando entre las siete máquinas, incluidas las de la zona de los adultos en la que conseguí colarme sin que me pillaran y me echaran, me encontré unos nada desdeñables tres pavos y setenta y cinco centavos. Estaba contando la calderilla mientras volvía a la zona de los recres, cuando se chocaron conmigo dos chavales con las manos hasta arriba de calderilla, tirándome la mía al suelo.

- ¡EH!- dije de mala gana, agachándome y recogiendo las monedas. ¡Coño, cuatro pavos! A ese crío se le había tenido que caer alguna. Bueno, mejor para mí.

Me levanté de nuevo con el ceño fruncido, viendo que se dirigían a las máquinas del final del todo. ¿A qué vendría tanta prisa y tanto rollo? Al final me picó la curiosidad, me guardé el suelto en el bolsillo de la sudadera y me acerqué para ver cuál era la conmoción que había provocado una cola enorme en la máquina de tiros mas viejuna de la sala. En cuanto vi a esa especie de mapache a dos patas hablando e inflando a tiros a los masillas de la pantalla lo entendí todo. O casi todo. Porque no había demasiada explicación para un mapache andando a dos patas y vestido con una especie de traje de astronauta pasado de moda. Con suerte no sería nada de lo que tuviera que preocuparme. El niño con el que estaba jugando golpeó la pistola con la mano, se inventó un montón de excusas sobre que estaban ya "muy tocadas" y se fue con el rabo entre las piernas. El siguiente pasó ocupando su puesto. La verdad es que era entretenido verlos jugar, aunque sólo fuera por la risa psicótica que le daba al mapache cada vez que ganaba.

Así fueron pasando uno tras otro, hasta que el mapache se quedó sin contrincantes. Miré la máquina. Ah, que tiempos aquellos. Pero no podía permitirme volver. Primero, por que muchos jugadores me habían reconocido durante mucho tiempo, y luego, porque ya llevaba varios años limpia del vicio. Cuando el dinero es un buen escaso, no puedes permitirte las recres. Supe que tenía un problema el día que me deje toda la pasta de patinar en las máquinas y me pasé el día sin comer jugando a la máquina de bailar, hasta que me dio un bajón de azúcar.

- No está mal, peludo. - le dije, con una sonrisa, y las manos metidas en el interior del bolsillo de la sudadera, sujetando el suelto. Ya solo entraba en las recreativas para eso. Entrar, coger dinero y salir. Ese era el tiempo mas largo que había pasado en el asteroid desde que había decidido desengancharme.

Me quedé allí mirando al mapache, mientras se ponía gallito. (¿Eso es legal, que un animal cambie de especie?) Vale, que ser un mapache y haber aprendido a hablar inglés era bastante impresionante, pero tampoco hay que tirarse tanto el pisto por haber ganado a unos cuantos quinceañeros y una manga de críos a las maquinitas ¿no? Cuando me preguntó si yo iba por el mismo camino me quedé mirando la máquina, mientras sujetaba la calderilla que llevaba en la mano. Jo. No. Kim, no. Este dinero es para comida. Me mordí el labio, mientras me quedaba mirando la pantalla.

Mmmmno. No, no. - dije, al final, con una media sonrisa - Hace tanto tiempo que no juego que no sabría ni como funciona.- me excusé, poniendo un poco cara de pánfila.

No podía permitirme caer en las garras de eso otra vez. Además tampoco era tan interesante. Corres, te cubres, arriba a la derecha, abajo a la derecha, dos arriba a la izquierda, paso por debajo del puente. Cubrir, correr, cubrir, granada al sitio secreto para descubrir armamento nuevo. Joder, si que me acordaba bien... ¡PERO QUE NO, COÑO, QUE NO! Además, tampoco es como si lo echara tanto de menos.

- Ya, claro: has visto mis estupendas habilidades y sabes que vas a perder toda la pasta del recreo, ¿a que si? Mira, si no crees poder ganarme, dilo directamente y te ahorras una doble vergüenza- me soltó aquella rata venida a mas.

Me quedé mirándole como si no me creyera lo que oía. Igual es que no me había lavado bien los oídos (cosa mas que posible, por cierto). Sería eso. Seguro que había escuchado mal.

- Perdona, creo que no te he oído bien. Me ha parecido oír que dabas por echo que no puedo patear tu culo peludo hasta dejarlo hecho una estera. - dije, con un tono de suficiencia que dejaba el suyo de chulo a la altura del betún.

- Me has escuchado bien, esmirriada. ¿Vienes, o dejo que otro pierda su dinero por ti? - ¿Encima? ¿ENCIMA CON COÑITAS?

- Vas a comerte una mierda tan grande que no va a entrarte ni en esa bocaza. - dije al final, fuera de mi.

Antes de darme cuenta ya tenía el arma en la mano y había echado la moneda. Vi la cuenta atrás que señalaba el inicio, y me quedé en Shock un momento. ¿Qué coño estaba haciendo? ¡Dejalo, deja el arma ahora que aún puedes! Oí como empezaban a oírse los gritos de los masillas mientras el mapache empezaba a reírse, sacándome ventaja. Apreté corriendo el pedal para cubrirme. Ya había empezado eso. Bueno... sólo iba a ser para callarle la boca. Luego, me iría con una sonrisa en la cara y la barbilla bien alta. Ademas, una partidita no iba a hacerle daño a nadie. ¿verdad?

Comencé a disparar, ya tarde, recordando el peso del arma entre las manos, y ubicando la mira. Estaba un poco desentrenada desde la última vez que jugué, pero no era nada que no fuera fácil de recordar. De alguna manera, me acordaba de donde estaban todos, y mis músculos empezaron a reaccionar a movimientos repetidos hace años, una y otra y otra vez, hasta la saciedad. Aquello era como patinar. Cuando tu cuerpo lo memorizaba, acababa por salirte solo. Fin de la primera pantalla, paliza gloriosa del peludo.

- ¿Quieres mas, canija? - se reía. El puto se reía.

Estaba tan concentrada que ni siquiera le contesté nada. Me preparé para la segunda pantalla. Como se iban acumulando los puntos de la primera ronda, ya iba rezagada. Entonces es cuando empecé a darlo todo de verdad. Arriba a la derecha, dos tiros, uno, abajo a la derecha. Centro derecha, centro izquierda, agachar. Moverse. Tres por la puerta, antes incluso de que se coloquen. Uno arriba. Cubrir. Estábamos a punto de llegar al todoterreno. Me cubrí y preparé con el gatillo doble la granada. Reaparecí, comiéndome dos tiros, y me dejé toda la munición en dispararle la bomba al vehículo, en lugar de a los masillas. Cualquiera hubiera pensado que estaba loca hasta que el coche exploto y sacó de allí munición nueva, que me equipé automáticamente. Basta de 9mm. Es momento de empezar con las ametradalloras automáticas y las Ak-47. Que el armamento estaba escondido en el escenario es algo que pocos sabían, pero si habías pasado años explorando el dichoso jueguito, te conocías hasta dónde había bugs. La ventaja era que lo que al mapache le costaba 3 tiros, a mi ahora me costaba uno, y que cuando yo acababa mis masillas, al estar en modo cooperativo, la pantalla le forzaba a continuar dejando enemigos, dianas y blancos atrás. Así es como empecé yo a venirme arriba. Pantalla numero tres. Al empezar, botiquín, para no tener que preocuparme por haberme comido unos cuantos impactos en la anterior. Me tomé un minuto en la cuenta atrás para mirar una amplia sonrisa mellada al mapache.

- Sal ratita, quiero verte la colita. - le dije, sacándole la lengua, y luego volviendo al juego. Estas acabado, peludo. A-CA-BA-DO.

Una vez conseguí las armas nuevas avancé sin parar, viendo como la rata pelúa a mi lado no paraba de bufar, y gruñir y cabrearse con el hecho de que la mitad de la gente se estaba quedando de rositas porque yo no le daba ni tiempo para reaccionar. Eso te enseñará a no medirte la polla con críos pequeños, campeón. Podrías acabar perdiendo contra una niñita de ocho años. Aunque claro, esa afirmación tiene muchos tecnicismos que no son del todo correctos, pero, ¿A quién le importa cuando estoy a punto de dejar al mapache al nivel de un felpudo? ¡Anda, no lo puedo creer! Aquí esta esa especie de monstruo otra vez. ¡Hola, viejo amigo! ¿Porque no abres bien esa boca de Pussy y te tragas este par de granadas? ¡Están deseando montarse una fiesta en tu culo! ¡BAM, BAM, BAM! Traga fuego, porquería infecta. La puntuación no hacía falta ni mirarla. ¿Cómo podría explicarlo en pocas palabras?... Basurita Fácil.

- Aw, Yeaaaah. - dije con una media sonrisa, apoyándome el arma en el hombro, después de haber convertido a ese bicho en pulpa. Miré al mapache con cara de perdonavidas y soplé la boquilla del arma. Para nada, claro, esa mierda no echaría humo ni aunque le prendieras fuego. Era por chulear nada más. Volví a colgarla en su sitio, luego hice como si animara a un público invisible a gritar aún mas alto y levanté los brazos con los puños cerrados moviéndome de un lado a otro, mientras me hacía el eco a mi misma de una multitud que gritaba. - Tortita, Tortita, AAAAArgh, el público se vuelve loco, AAAAAaahhhs.- me reí. Pero no de él, en realidad me reí de lo pánfila que podía llegar a ser. Bueno, vale, y de él también. Un poco. Entonces se me acercó intentando ser amenazante, supongo, y me echó una perorata de porqué mi victoria no valía.  

- Oh, vaya, ¿La bola peluda ha pillado la rabia?- le dije con un retintín que casi rizaba las pestañas- Creí haberte dicho que hacía mucho que no jugaba, no que no hubiera jugado nunca. Así que en realidad el que se ha metido de boca eres tu, fluffy. ¿Qué pasa, es la primera vez que una niña pequeña te da una paliza? - le contesté, sin amedrentarme ni un pelo. Me había despertado en callejones con ratas mas grandes que él dormidas en mi espalda. - ¿Te sientes mal por haber perdido? ¿Quieres que llame a una Buaaambulancia? ¡Bua, Bua!- le piqué, haciendo el gesto de llorar mientras hacía el sonido de la ambulancia con la onomatopeya. Todo un clásico. Entonces se me acercó hasta que pude notar su olor a sobaco de mono envuelto en plástico, y me puso una zarpa en el pecho. Me quedé mirándole con los labios apretados y los ojos entornados, correspondiendo su expresión. Aunque por dentro me estaba partiendo de risa. Si que se lo había tomado a mal. Ya hasta se me había olvidado que acababa de recaer en un vicio muy peligroso.

- No soy yo quien casi se ha puesto a llorar. - le contesté, mordaz. - Soy la ganadora: Yo escojo, tu pagas. - dije empezando a moverme por las recreativas. Algunas me sonaban, y otras que habían sido fantásticas, estaban ocupadas por cosas que parecían sacadas de un futuro post-apocalíptico protagonizado por una realidad preternatural siniestra. Pero de entre todos ellos, y como si me llamara, en cuanto pasé a su lado se oyó un solo de guitarra. Se me hicieron las pupilas agujeros negros, como cuando un gato ve algo que le gusta. Luego miré al mapache con una sonrisa enorme, mirando sus diminutas zarpitas, y luego esa cara de malas pulgas que llevaba. - Tenemos un ganador.- dije, descolgando la guitarra. No había visto una máquina de videojuegos como esa en toda mi vida. Pero estaba deseando probarla.

Me quedé allí viendo el lamentable espectáculo que estaba dando el mapache. ¿Pero que haces, pirado? ¡Que nos van a echar! Le cogí de los hombros cuando bajó de la mesa y fui empujandole hacia la maquina mientras el tipo se quedaba mirándonos dudando entre mearse encima y llamar a la pasma. No me apetecía que pasara ninguna de las dos cosas.

- Déjalo, hombre. - le gruñí entre dientes, luego miré al pobre adolescen que estaba ahí currando , seguramente para poder invitar a su chorba a una buena cena para llegar a tocar teta. - ¡Perdonele, cada vez le echan cosas mas raras en las vacunas! - dije, quitándole hierro al asunto.

Por fin. La maquinita. Años jugando al Dance Dance Revolution me habían dado maestría suficiente como para entender cualquier juego que tuviera la mecánica Simon. Todos conocéis ese juego, ¿verdad? Es ese en el que hay un disco con cuatro colores, cada uno suena de una manera, y hay que imitarlo. Pues esto es mas o menos lo mismo. DDR, Meat Mania, Donkey Konga, Piu... todo se resume a lo mismo al final. Mira la pantalla, sigue las indicaciones, y pulsa las cosas en el orden correcto. Así que vamos allá. Como buena ex-jugadora de videojuegos, recreé mis viejas costumbres, entre ellas, ajustar la cinta para que estuviera perfecta para mi medida. Me la coloqué y empecé a calentar. Con los dedos era bastante mas complicado que con los pies, pero todo eso sería mas fácil con un poco de práctica. Así que, tutorial. Vale, eso lo entiendo. Vale esto también. Ok. Vale, creo que ya lo tengo. Mis manos no eran muy grandes, pero si veía algo en color naranja solo tenía que pasar el meñique hasta allí. indice para rojo y verde, meñique para el azul y el naranja. Estaba chupado.

Entonces el ratón pirado se puso farruco y le dio a la mayor dificultad, mirándome con una cara de esas que te dan ganas de partirlas con punteras de acero. Le saqué la lengua, y calenté los dedos, crujiéndome los nudillos. Así empezó la cosa.

¡JODER, QUE LOCURA! Un montón de colores, por todas partes, y la música que casi te dejaba sordo. La maquina tenía unos focos que se iban encendiendo cuando hacíamos una combinación buena. Decidí pasar del pique, para intentar darlo todo. Para cuando quise darme cuenta, estaba con el ceño un poco fruncido y mordiéndome la lengua, punteando con los dedos mientras con la mano derecha le daba a la palanca. De momento aguantábamos, no íbamos nada mal. Ahí estaba, un poco de distorsión con la palanquita en la nota larga. Por el rabillo del ojo veía al mapache moverse, pero no sabía bien que hacía. Entonces empezaron a aparecer en la pantalla notas distintas. Las que venían eran raras, como transparentes. ¿Qué significaba eso? Empezaron a llegar por docenas. Ni siquiera me daba tiempo a presionarlas con los dedos. ¿QUE DEMONIOS?

- ¡EEEEEEH! - grite, muy en desacuerdo con la caída de nuestras puntuaciones. De pronto la pantalla se puso en rojo, y nos salió un Game Over como una maldita casa. - ¡QUE COJONES HA PASADO! - grite mirando la pantalla, con el lado derecho del labio levantado, dejando claro que no entendía nada.

Un chaval que se había parado a mirarnos (Debía ser un espectáculo digno de ver) nos miró con cara de suficiencia.

- Tenéis que usar el Slide en el solo. Si no, no os cuenta la puntuación. - dijo, como si fueramos tontos.

- ¿El Slide? ¿¡Que coño es el Slide?!- pregunté enseñándole la guitarra. El señalo una extraña piececita cuadrada que tenía un puntito de cada color, como el de las teclas.

- Esto es. No hace falta darle a nada mas, solo hacer la combinación rápido con esto. No os sale en el tutorial para novatos. Por eso la habéis cagado. - se sonrió. Que ganas de darte una patada en la boca, chaval. - Teníais que haber cogido algo para principiantes. Venga. Me toca. - dijo, intentando quitarme el mando.

- ¡Y una mierda! Normas de recre.- dije sacando el montón de monedas y colocándolas en fila sobre la pantalla, reservando sitio. - No has reservado. Ponte a la cola o búscate otro sitio. - le dije de mala gana. - Este y yo vamos a quedarnos aquí hasta que nos salga el jodido solo, ¿te enteras? - El chico se quedó allí, flipando con el hecho de que una niña de ocho años le hablara así. Me insultó por lo bajini, y se piró.

No te jode. Dándome lecciones a mí, que podría ser su madre.

-...tos niños rata gilipollas de mierda, que vienen aquí a enseñarle a uno cómo se hace la O con un canuto, como si ellos hubieran aportado algo más a los videojuegos que firmar con el nombre de But o Ass en los records, payasos, tontos del culo que...- iba gruñendo yo por lo bajo, con el ceño fruncido.

A ver si ahora iban aquí de Pros. Dame media hora con este trasto, te tienen que barrer del suelo. Petardo. Vi al mapache a mi lado, hecho un pompón, que parecía que lo habían sacado de la secadora, con todo el pelo de punta. Reí por la nariz, suspirando. No puedo negar que me hizo gracia las pintas, y sobretodo, que el también estaba gruñendo. Vi que accedía al nivel de dificultad, pero al final no cambiaba nada. ¿Otra vez en difícil? ¡Pero chico, que nos van a meter un pepino por el culo si seguimos jugando así! Me dieron ganas de decírselo, pero él me interrumpió antes de empezar. ¿Eso es posible? ¿Que le interrumpan a uno antes de hablar? Bueno, yo me sentí interrumpida, así que si. Si. Si se puede.

- Buenooooo. Tenlo claro. - le dije, contagiada por su propio entusiasmo.

Seguíamos en difícil pero al menos había escogido una canción con la mitad de estrellas. No cualquier cancion. BOHEMIAN RAPSODY. Esa mierda podría escucharla hasta que me reventaran los tímpanos y no me arrepentiría nunca. Puto rey, Freddy Mercury. Mi padre tenía una cinta con cosas de él. En realidad, por lo que había visto en su garaje, le encantaba el Rock and Roll, el blues y el Jazz. No sabía muy bien que tendría que ver una cosa con la otra, pero era lo que había, y yo me hartaba de escucharlo cuando dormía allí. Así que me puse a cantar la canción de pe a pa. Me la sabía de memoria.

- I see a little silhouetto of a man, Scaramouch, Scaramouch, will you do the Fandango! - iba cambiando los tonos bailoteando en el sitio, viniéndome muy, pero que MUY ARRIBA. - Thunderbolts and lightning, very, very frightening me ¡Galileo! Galileo ¡Galileo!, Galileo ¡Galileo!, Figaro, magnificoo OOOOOO OOOOOOOOOOOO- asentía, mientras trataba de darle a las teclas.

Una mitad se me iba, y la otra se le iba a él. En una ocasión, durante la fase de notas cortas, él me tuvo que salvar, y en otra, cuando la música cambiaba de ritmo, tuve que salvarle yo.

- Oh mama mía, mama mía. ¡MAMA MÍA LET ME GO!- cantamos a la vez, antes de ponernos a dar botes como locos, y cabeceando como si estuviera el mismísimo Freddy valorando nuestra actuación. Eso nos costó unas cuantas notas que nos hicieron quedarnos en rojo.

- ¡Aguanta un poco, peludo!- le dije, mientras volvía a centrarme, animándole. ¿que había sido de nuestro pique? ¡Yo que se, ve a preguntar en objetos perdidos!

- Nothing really matters, everyone can seeeeee. Nothing really matters.... Nothing really matters to meeeeeeeeeeee. - canté, con voz dulce.

Al acabar, nos quedamos justo en el límite, en el que toda la pantalla se ponía roja y estábamos a punto de perder, pero nos sacaron una puntuación. Me moví tan automáticamente que no pude evitarlo. Le di a aceptar sin ver la puntuación y volví a seleccionar la misma canción.

- ¡OTRA VEZ, OTRA VEZ!- reí, mirando al mapache con una sonrisa que le dejaba ver mi diente partido, con una ilusión que hacía mucho tiempo que había perdido. En ese momento, todos mis problemas habían desaparecido. Sólo quería volver a tocar esas teclas, y sentir que formaba parte de la historia de la música. ¿Desde cuando los videojuegos se habían vuelto así?

No recuerda exactamente en qué momento se nos olvidó que en realidad estábamos jugando a eso porque éramos unos picados. No podría decir en qué punto los resultados dejaron de importarnos, y lo único a lo que estábamos atentos era a recordarnos el uno al otro que teníamos que utilizar la energía estrella después de haber hecho un combo en condiciones. A mí me ardían los dedos, pero cuando llegaba al sólo, pasaba de las teclas y me iba al Slide, y luego volvía a las teclas, y aunque me temblaban hasta los nudillos todos llenos de calambres, no podía parar. De verdad que no. Cuando me di cuenta de que no me quedaba ni un duro, y que al mapache tampoco, fue cuando se nos rompió el embrujo. Sobretodo a mi.

¿Y mi dinero? ¡Lo necesitaba para comida, joder! ¿Porqué coño me había dejado liar? Mientras íbamos hacia la zona de bebida, iba refunfuñando por lo bajo conmigo misma. ¡Coño, COÑO! ¿Cómo me había embolado una bola de pelo para acabar mandando a la mierda todo y gastarme la pasta? ¡Creía que eso ya estaba superado! Pero no. Hay que ver hasta qué punto son adictivas estas mierdas. Impresionante, en serio.

Cuando pedimos la bebida, resulta que el tipo se fue a traerlas, antes de darme cuenta de que no tenía para pagarlas. Desde que había entrado al Asteroids lo estaba viendo todo como una película. Me pasaban las cosas y yo me enteraba segundos después, antes de poder tomar una decisión inteligente. ¡Centrate, Kim!

- ¿Cohete? - pregunté, alzando una ceja. - ¿En serio? ¿Cohete?- volví a preguntar, como si me tomara el pelo. - Vale. Mola. - añadí después abriendo la lata de cocacola de cereza que había pedido. Una de esas guarradas llenas de gas, azúcar y acidulantes raros que sólo dejaban combinar dentro de las fronteras de estados unidos. - Yo me llamo tortita. - le dije alzando la mano, para que me la chocara.

La verdad es que bien mirado el tipo era bastante divertido. Si pasabas por alto su mala baba, los espumarajos que echaba por la boca cuando se enfadaba y el clarísimo problema de control de la ira que tenía, resultaba hasta mono. O gracioso. No pateable, vamos.

- ¿Porqué vas a dos patas? ¿Y por que llevas ropa, por vergüenza? ¿No se supone que los mamíferos tienen la picha interna?- le pregunté, antes de coger el bote con las pajitas y sacar una, para meterla en la lata. La doble y tomé un trago que me hizo cosquillas en la nariz con el gas. Eructé, y le miré de arriba a abajo. - ¿Y que haces en Nueva York, Cohete?- eso ya no era por fastidiar. Era simple curiosidad.

- Tengo que llevar ropa por que yo no tengo pelo. Mira. - añadí levantándome un momento y bajándome el pantalón del chandal un poco, levantándome el tutú, para que viera mi pubis pelado. - ¿Ves? - le dije tan convencida. Era el típico gesto sinvergüenza que podía permitírsele a los niños, aunque no sin cierta reprimenda. No tengo muy claro porqué, pero es así. - Para que lo sepas, si yo tuviera una capa de pelaje como tu para protegerme del frío no tendría necesidad de llevar ropa, estalentao. Yo evolucioné hace mucho tiempo, y además, son los monos los que tienen cola, y nosotros descendemos de los simios, peludo ignorante. - dije, armándome de razón, mientras le miraba muy segura. No veáis lo que hace vivir metida en el museo de historia natural por que no hay nada mejor que hacer. Me sabía las exposiciones de memoria. Hasta la "irrepetible" que ponían todos los veranos del egipto antiguo, con las tumbas de Tutankamón, y Tutemputen, y eso.

- Muy fino es el señorito, para venir de una especie que come de los cubos de basura. - refunfuñé por lo bajo. Y si. Eso lo digo yo. Qué pasa. Seguí bebiéndome mi cocacola de cereza, la cual por cierto no tenía idea de cómo iba a pagar, hasta que me explicó qué les había traído aquí.

- Starlord. - justo él tenía que ser. Joder. A veces el universo te gasta bromas, se alinean todos los planetas solo para fastidiarte a ti. En serio. - ¿Starlord?  ¿No será un chico rubio, como de uno noventa, ojos azules y con pinta de querer ligar y no poder?- pregunté, distraída. Su cara me dio la respuesta. -  ¿Es así? Jo, que potra. Sólo un tipo así podría ponerse un apodo tan chorras. - me reí, como si lo hubiera acertado todo de casualidad, y no fuera porque le había salvado su maldito culo sexy la noche anterior.

- Es el gas. - le dije, mientras miraba eructar al mapache. ¿Alguna vez lo habéis visto? Es bastante gracioso. Se le menean los morros y le tiemblan los bigotes. - Las burbujitas del refresco. Por eso eructas. - le dije, mientras bebía la mía. - Yo se hacer el abecedario. Arrrgh, Beeerg, Ceeergh, Deeerg.- costaba lo suyo. Si seguías mucho o te daban arcadas o te dolía la garganta. - ¿Así que eres un extraterrestre? ¿Como E.T?- pregunté. Pues claro que no se me había olvidado. No todos los días te encuentras a bichos del espacio en la calle. Aunque con la que estaba cayendo, quién sabe. - ¿Y como es ser extraterrestre? ¿No os cuesta respirar aquí o cosas así? ¿Y tu que eres, como la mascota?- no lo dije por incordiar. Bueno. Un poco sí. La verdad es que era divertido ver al mapache rabioso, pero tampoco lo dije con maldad. Si no mas bien con esa inoportuna honestidad que tienen los niños.

Como toda respuesta a su comentario sobre mi cerebro recibió una excelsa y bien interpretada imitación en mímica acerca de lo estúpido que sonaba. Pero luego me puse seria, apoyando la cabeza en la mano y el codo sobre la mesa, escuchándole con bastante más atención de lo que pudiera parecer. En parte ya podía imaginarme a qué se refería, y seguro que tampoco era muy divertido estar entre personas y animales sin ser ninguna de las dos cosas. Quizá en su planeta fuera algo habitual. Si yo tuviera que vivir entre pulpos verdes me sentiría un tanto desplazada, supongo. Un poco como ese sentimiento de no encajar en ningún sitio.

Prefería no ponerme a indagar mucho más, ni empatizar demasiado. Al final eso sólo trae problemas.

Lo cual me hizo más fácil todavía el hecho de que cuando me apuntó con un arma que parecía sacada de un láser tag, le mirara con una mirada fría como el hielo y un desprecio hastiado totalmente impropio de alguien que aparentaba mi edad. Mientras el me amenazaba hablandome cerca, o al menos lo suficiente para poder oler la mezcla de eructo y cocacola, le dije sin el menor rastro de miedo.

- ¿En serio vas por ahí amenazando niños con un arma?- pregunté con una ceja alzada, y el cañón apretado contra mi nariz. - ¿Que tienes, cinco años?- insistí.

No tenía miedo por la ingenua idea de que no se pondría a pegarme tiros en un sitio público, y eso solo delataba la ignorancia que tenía al carácter de Rocket Racoon. Pero aún con todo, no me pego el tiro, solo se fue encabronado como una mona (¿Se puede decir eso o es racista? no se) a pagar. No supe si había pagado lo mio o no, pero quizá pudiera sonsacarle un poco. Cuando llegó tenía ese ceño fruncido tan adorable que seguramente le repateara.

-Si que te ha sentado mal lo de la mascota. - dije, mientras bebía otro poco de cocacola de cereza con la pajita. - ¿Porqué eres tan enfadica? ¿Es porque no quieres estar aquí?- le pregunté. Por como hablaba de la tierra, parecía odiarnos profundamente. - A mi puedes contármelo. No se lo voy a decir a nadie. - añadí, apoyando la cabeza sobre ambas manos, dispuesta a escuchar. Me encanta cuando pienso en una cosa y mi puta cabeza hace justamente lo contrario. No empatices. Mejor sé su psicóloga.

Por esto es mejor no entrar en detalles. Por esto es mejor no ponerte a hablar con la gente, o los mapaches que te encuentras en la calle y que tienen detrás de su mala ostia un motivo lógico. Es mejor creer que hay de todo en el mundo sin tener que escuchar los argumentos perfectamente válidos que hacen que cada uno sea como es, porque si te paras y lo haces, te pasa precisamente como me ha pasado a mi. Mientras me cuenta su vida refunfuñando entiendo cada palabra de lo que me dice, cada motivo por el que se queja, y cada puto gruñido que hace. Por mucho que le digo a mi cabeza que pare, no lo hace, y esto es lo que me pasa por gilipollas. Empatizo con él, y me quedo allí mientras noto que se me retuerce algo dentro al darme cuenta de que tal como lo cuenta, así es cada día de mi vida.

- La gente dice que la vida es cruel. Yo no lo creo. La cruel es la gente. - murmuré por lo bajo, cuando él terminó de decir que odiaba a los humanoides.

No le faltaban razones. Eran pretenciosos, arrogantes y muy, pero que muy egoístas. Muchos de ellos no eran capaz de entender ni el significado de la palabra "altruismo". En lo que me respectaba, ya sabía hacía mucho que la realidad supera a la ficción. Cualquier película plagada de asesinatos, brutales palizas o torturas, seguro que no era mas que la sombra de algo que hubiera pasado en algún rincón de un mundo donde todavía se practicaban apedreamientos o ablaciones. Casi como por encanto, los dos sacudimos la cabeza, seguramente para que cada uno se despejara de sus propios demonios. Durante un rato me mantuve en silencio.

- Estás orgulloso de ser quien eres. Eso es algo que nadie podrá quitarte y que es difícil de entender para los demás. A mi me da mucha envidia. Debe ser fantástico poder mirarte al espejo y saber que lo que haces está bien. - dije sin poder evitar soltar una de las frases mas sinceras que recordaba haber dicho en una conversación desde hacía mucho tiempo, sin poder evitar tampoco que cierta nostalgia triste invadiera mi tono de voz.- Porque según he oído sois un grupo como de, de héroes ¿no? Quiero decir, que no sois terroristas ni nada por el estilo. ¿O si?- prefería ir asegurando. Al fin y al cabo un mapache con dos pistolas que apunta a niños no es que sea el mejor ejemplo. - No somos mala gente, pero tampoco es fácil tratarnos. Todos queremos ser distintos, pero fundirnos en la masa. Buscamos individualidad, pero nos gusta estar acompañados de gente como nosotros, y por eso se crean esas contradicciones. No tiene que ver con que seas un mapache, podría ser por alto, por cuatro ojos, o por bajito. Créeme, yo comprendo perfectamente bien lo que es que nadie te haga puto caso sólo por ser pequeño, porque yo lo soy. - añadí, con una media sonrisa que pretendía animarle un poco. Luego, sujeté una de sus zarpas y enlacé una con mi dedo meñique. - No se lo contaré a nadie. - Dije haciendo un movimiento ascendente y descendente, como si nos dieramos la mano, para luego soltarle. - ¡Y puedes confiar en que no lo haré! Lo he prometido con el meñique. - añadí, con una sonrisa honesta.

Porqué Kim. Porqué has tenido que dejar que te importe.

Vi que me ponía caras raras al hacerle la promesa de meñique. Bueno, supuse que era rara, todo lo rara que pueda ser la cara de un mapache que, bueno, que por un momento no tiene cara de mapache normal. Creo que fue porque no tenía ni idea de a qué venían ese tipo de gilipolleces, y a decir verdad, yo tampoco lo había tenido claro nunca. Pero era algo que hacíamos y yo que sé, pues lo había hecho. Por lo menos ahora parecía menos enfurruñado. Negué con la cabeza cuando me lo agradeció, quitándole importancia. Por norma general estaba mas acostumbrada a dar las gracias que a recibirlas, así que me hacía sentir un poco incómoda.

- ¿de verdad? ¡Guay!- dije con una sonrisa, que procuré que no pareciera tan aliviada como era.

Menos mal que me había invitado, porque si no, no tenía ni idea de qué coño iba a hacer. Miré al mapache mientras me decía de cambiar de escenario. Si, la verdad es que ya me había humillado bastante jugando a las maquinitas, dejándome todo el dinero del bocata en eso. No deberían pasarme estas cosas, joder. Ya tengo una edad. En cualquier caso algo debió notar, porque por culpa de nuestra charla se percató de que tenía el cerebro mucho mejor amueblado que un crío. Me encogí de hombros mientras terminaba la lata, eructaba y luego arrancaba la chapita para guardármela, tirando la lata después a una papelera.

- Yo no tengo mas dinero. En realidad tenía que haber usado el que tenía para comer algo, pero supongo que da igual. - dije encogiéndome de hombros mientras salíamos de las recres, no sin antes que nos miraran algunos de los criajos que había allí poniéndonos malas caras de chulitos. Anda y que os den brea. - Bueno, si que me pelo las rodillas, pero no me interesan los juguetes. No tengo muchos. ¿sabes?- le dije sonriente, como si diera igual. - Pero si tengo estos patines. - señalé con un gesto de cabeza los que llevaba colgados al cuello. - Me gusta mucho patinar. ¿Qué tipo de deportes se hacen en el espacio? ¿Se puede patinar en un cráter de la luna? ¡Jo, eso sería brutal!- dije entornando los ojos a causa de la luz natural, mientras dejaba volar mi imaginación.

- ¡Vale!- dije animada. Todo lo que sea comida gratis ya me va bien. - ¡Yo prefiero un burrito! ¡Quiero uno de arroz, doble de carne picada, queso, pico de gallo, guacamole y salsa agria!- Pedí contenta, mirando lo que tenía el del puesto. El tipo parecía de esos que podría haber asado un cerdo en salsa con su sudor, pero cuando hay hambre de verdad te da igual todo. ¡Joder, como me iba a poner!

Entonces Cohete mordió su maldito taco y... en fin. Mejor no es lo explico. Acabamos corriendo hacia un callejón mientras prácticamente le arrastraba de la mano, pero antes, me aseguré de guardarme el burrito dentro del bolsillo de la sudadera. El pobre tipo se quedó tan loco que apenas le dio tiempo a ponerse cuerpo a tierra, y luego nos maldijo en español y en inglés, antes de ponerse a llorar, mientras los presentes llamaban a los bomberos y se oían las sirenas de los policías. Obligué a Rocket a arrastrarse por debajo de una verja, y a resguardarnos al otro lado de unos contenedores de basura.

- Pero bueno, ¿Tu eres tonto o tus padres son hermanos? - le recriminé, mientras le daba tobas en las orejas. - ¿Porqué le has volado el puesto a ese tipo? ¡Seguramente es lo único que tenía! ¡Acabas de arruinarle la vida!- le espeté muy seria con el ceño fruncido. - ¿Cómo puedes no saber que la comida mexicana es picante? ¿Qué va a hacer ese hombre ahora? ¡Tendrá una mujer, hijos y una abuela pocha que alimentar, y tu le vuelas el carrito! ¿Cómo demonios se va a traer a su familia inmigrante de México, eh?- me acaricié la cara con ambas manos y solté un quejido frustrado. En cuanto se me pasó, le miré un poco mas calmada. - Tienes un problema severo de control de la ira. Deberías calmarte. ¡No eres un niño de dos años! Creo... ¡Lo que haces tiene consecuencias! - espeté, mientras me sacaba el burrito medio aplastado del bolsillo. Le abrí un agujero con el dedo y antes de que pudiera resistirse, le metí en la boca un buen puñado de guacamole y salsa agria. - Esto te calmará. Toma. - le dije, para después darle un bocado a mi burrito, comiendo.

Quizá no debí ponerme así, porque entre nuestra conversación anterior y esto, había terminado de olerse del todo que algo no era normal conmigo. Me quedé allí mirándolo, mientras me hablaba así.  No solían calarme tan deprisa, pero también era posible que fuera porque no solía mantener demasiadas conversaciones profundas. Me quedé callada durante un rato, mientras masticaba y luego le ofrecí un trozo, que miró con desconfianza.

- Tranquilo. No pica. - le dije, mientras me sentaba en el suelo, dejando atrás nuestro escenario anterior. Aún no le había contestado, pero dudaba mucho que fuera a quedarse como si nada sólo por callarme. Hasta que no arramplamos con el burrito, no quise decir nada. No era fácil para mi. De cualquier manera, nunca lo era.

- Es complicado, y no entraré en mas detalles. Cuerpo de niña, mente de adulto. Ya está. - dije neutra, mirándole con una mirada totalmente seria. Levanté de nuevo el meñique, entornando los ojos. Confiar nunca es bueno, pero mas le valía no traicionar una promesa, porque si no, iría directa a por él.

Pude darme cuenta de que mi reprimenda estaba dando resultado, porque empezó a gruñir y a poner esa cara que ponía casi el noventa por ciento del tiempo, de estar cabreado. Pero me da que esta vez era distinto, porque todavía no me había amenazado con meterme un tiro en la cara. Fue gracioso, yo empecé a sentirme mal, al haber hecho que él se sintiera tan mal con el hecho de haber volado el puesto del pobre vendedor. ¡Pero es que se lo merecía, joder! No puede ir por ahí haciendo esas cosas a menos que quiera meterse en problemas serios, y cuanto antes de le metiera eso en su roedora cabeza, mejor.

- Oye, venga. Tampoco te pongas así. Seguro que el tipo tiene seguro, y le van a echar un cable. - intenté tranquilizarlo como buenamente pude.

Al final, cuando le conté en versión súper acortada lo que me pasaba, él me devolvió la mirada y alzó la zarpa para entrelazar su meñique con el mío. Promesa de meñique. Asentí con la cabeza mientras hacíamos el gesto, y luego terminé el último trozo del burrito. A la gente no suele gustarle por que es sólo un burruño de pan empapado en las salsas con los restos, pero a mi ese trozo me encanta.

Entonces llamaron a Cohete a través de un walkie, o un comunicador o algo, y tuvo una conversación bastante breve con un compañero que tenía voz suficiente como para hacer anuncios en una multitud sin megáfono.

- Ese tío suena igualito que Pautista. uno que hace lucha libre por la tele. ¿También es grande? Suena grande. Pero en la lucha libre todo es postureo. ¿Lo has visto alguna vez?- hice una retahíla de preguntas mientras garabateaba, y me daba una dirección. - ¡Ala! Guay. - dije, demasiado sorprendida como para reaccionar de otra manera. No me lo habría esperado ni un un trillón de años. Me quedé mirando a Cohete y le dirigí una sonrisa mellada de genuina alegría. - Venga, te acompaño un poco. - dije mientras salíamos de nuestro escondite. Nos pusimos a andar por la calle y al llegar a un punto, nos separamos, no sin antes despedirme enseñándole otra de las costumbres terranas que tenía que saber si o si. El Bro Fist.