En un universo paralelo... (Libre)

- ¿Otra vez huyendo del gobierno, eh querida? No sé como lo haces, pero siempre andas metida en cada fregado...- Una densa nube de humo grisacea acompañó a esas palabras, y al lado de la chica que acababa de entrar al bar apareció el rostro de Hellgirl fumando un enorme puro y bebiendo una jarra de cerveza. Esta se removió ligeramente dentro del vaso, con el tono dorado tan apetecible de la bebida de cebada. Sus ojos amarillos refulgieron ligeramente y una sonrisa se dibujó en sus labios.- Me alegro de verte. ¡Eh colega! Pon lo que pida a mi cuenta.-

Hellgirl estaba agotada después de toda la noche persiguiendo a un maldito cambiaformas que estaba molestando por el barrio de Brookling. Consiguió acabar con él cuando el astro rey comenzaba a asomarse por el horizonte, alcanzándole con una bala en toda la testa. Todavía no había vuelto al B.P.R.D para dar parte, pero sabía que Tina Manning le echaría la bronca por cualquier cosa, así que no tenía prisa alguna. Avisó a Abey que se retrasaría y que no la esperase hasta la noche. Decidió ir al primer bar que pillase y ahí estaba, apartando a moscones que querían invitarla a una copa desde primera hora de la mañana. Jodidos pesados. ¿Acaso no tenían un puto puente bajo el que caerse muertos? Qué ganas de incordiar señor. Y sólo por el hecho de llevar un top negro ajustado que marcaba sus turgentes pechos. ¿Acaso la cola y los cuernos no eran suficientes para espantarlos? Señor, qué pesadilla. Pero bueno, ahora que tenía a su amiga con ella la cosa seguramente cambiase. Los tíos son más cortados al a hora de acercarse a más de una chica. Y sino, bueno, siempre podían marcarse un mano a mano y mandar al pesado de turno a paseo.

La demonio levantó la cerveza y guiñó un ojo a la morena antes de darle un buen trago. Sujetaba la jarra con la mano izquierda, ya que la derecha era demasiado grande para hacerlo. Se relamió la espuma del labio superior y respiró con fuerza por el placer de sentir la fría bebida bajar por su garganta.

- Bueno querida, ¿cómo te van las cosas? Cuéntame un poco qué tal te trata la vida.-

Las puertas del bar, que no era más que un cuchitril perdido en los callejones de Nueva York, no estaban hechos para recibir la llegada de la elegante señora cubierta de pieles y joyas al más puro estilo de Cruella de Ville, incluso fumaba en pipeta. Sin embabrgo, tenía buenas razones para irse tan lejos de su hogar en Gotham, buscando diversión en lugares tan alejados de su ralea; Un hombre. Un maldito muchacho que hacía algún tiempo que trabajaba a su servicio como criador de caballos de carreras. Joven, fornido, despreocupado ardiente y totalmente fuera de su alcance, ¡Aaah, ¿cuándo aprenderás Oswaldine, cuándo?!

Se sentó en la barra con toda la elegancia que sus abultadas curvas le permitieron al escalar un taburete, y dejó una curiosa cantidad de dinero sobre la barra. Su gesto era estremecedor, uno al mirarla no sabría si era la mujer más furiosa de este mundo, o alguien que necesitaba un abrazo y llorar sobre el hombro de quien fuera. En todo caso, era inquietante.

- ¡Barman! Sé que tienes cerveza de importación ahí dentro, más te vale sacar una botella de las grandes para mí, y recuerda... -Lanzó una mirada espantosa al hombre, que ya tenía bastantes preocupaciones pensando en conseguir un batido de chocolate y en no mirar el escote de la mujer roja y cornuda- A una dama, no se la hace esperar...

Hombres... qué pesadilla.

Dioses, menudo día llevaba. Radina había detectado una fuente de energía muy interesante en el subsuelo de la Gran Manzana, que podría ser tanto un mago con el que negociar como un artefacto susceptible de ser robado. (Por cierto, tenía que averiguar por qué los midgardianos llamaban a Nueva York así. No tenía mucho sentido: Sus edificios no eran ni rojos, ni verdes, ni siquiera amarillos. Estos humanos están locos, pensó.) El caso era que se había puesto a investigar los túneles del metro, y se había encontrado de todo menos ratas. Un nigromante con malas pulgas y algunas de sus mascotas, concretamente. El viejo tenía un complejo de superioridad comparable al de Freyja más o menos, así que cuando Ealad se acercó con intenciones de hablar no le hizo mucho caso. Viejo imbécil... Tendría que haber usado una ilusión para parecer una chica, seguro que así habría conseguido engatusarlo para que le ayudara. Pero no, había optado por resucitar algunos esqueletos en lugar de declinar educadamente la proposición. Pues bueno. Unos espadazos, magias y mordiscos después, el tipo estaba muerto y sus pertenencias útiles en los bolsillos de Ealad. Caminó un poco, hasta pasar de un túnel del metro hasta una alcantarilla (En la que sí había ratas), buscó la escalerilla y subió. Salió por una trampilla chirriante, en el sótano de una casa abandonada. El lugar perfecto para que nadie lo viera con esas pintas. Usó el brazalete que Lady Loki le había dado, y cubrió la armadura con una ilusión. Ahora parecía un chaval perfectamente normal, vestido con vaqueros, camiseta negra y deportivas. Y un bicho blanco realmente enorme al lado.

-Radina, vuelve al bastón. Ya te sacaré más tarde, que igual asustas a alguien.-A pesar de que pretendía sonar serio, se le escapó una risa al final. -De eso nada, jovencito. Llevamos todo el día en sitios estrechos, necesito estirarme. -No había ganas de discutir toda la tarde, así que volvió a usar el brazalete para convertir a la loba en algo más parecido a una perra samoyedo. Después de todo, era en cierto modo parte de él, y por eso también podía alterar su apariencia.

Pero se estaba muriendo de sed. Por mucho que peleara casi cada día, eso no le impedía acabar bastante machacado al final. Caminó un rato, hasta encontrar un local que no tenía demasiada mala pinta. Entró seguido de Radina, pasando olímpicamente de la señal que prohibía el paso a los perros, y se acercó a la barra. No muy lejos, una mujer pelirroja y regordeta se había sentado en su taburete, y al otro lado...

-¡Slona, Hellgirl! No esperaba encontraros por aquí. ¿Qué tal estáis?-Cuando el barman terminó de atender a la pelirroja gruñona, se acercó por ahí para preguntarles qué querían tomar. La morena ya estaba disfrutando de un batido, y el demonio no quería nada, así que pidió para Radina y para él. -Una hidromiel, una taza de chocolate caliente y un plato, por favor.-El camarero se le quedó mirando, como si acabara de pedir algo raro, y se fué a la trastienda a ver qué encontraba. -Por cierto, ¿Qué te ha pasado? Te veo un poco rota.-Comentó, dirigiéndose a Slona. Parecía que se había pegado una buena paliza, con la ropa destrozada, manchas de sangre y todo eso.

Mientras la engarbada figura de un hombre pálido vestido elegantemente dejando salir una cínica sonrisa en su rostro el cual dejaba ver sus dientes similares a los de un tiburón blanco daba cierto temor tenía un aire de juventud que no era tal, pocos podían ver que aquel joven era un ser con mas de 150 años en su espalda mientras cantaba dejaba salir una voz de barítono su tono reflejaba su procedencia de Europa del este llego hasta un bar y se apoyo sobre la barra del mismo y hablo.

Este me cuesta acostumbrarme al clima de aquí es muy variable Deme un poco de vodka con limón por favor, América es tan difícil de sobrellevar.

Se apoyo de espaldas y miro a todos los parroquianos del lugar había una gran variedad hasta que pudo ver a si compañero y varias damas tomo el vodka y se apareció allí, Los observo a todos con cierta gracia dándole un beso en la mano a las damas.

Hola bellas damas y tu por aquí?

Dijo en clara referencia a su compañero

Llevaba todo el dia caminando por Nueva York, habia estado rondando por toda la ciudad sin parar, abrigada en mi manto de color niveo de viaje. Pese a haber llegado a la ciudad hacia poco no deje pasar ni un instante de mi tiempo, pasee por Nueva York hasta el Apollo y presente mis informes, allí me dieron un trabajo de directora gracias a mi brillante carrera y renombre, tras un dia de comprobar documentos y que todo estuviera en regla.

Después me habia lanzado a las calles en busqueda de datos de la persona a la que venia buscando desde mi amada Florencia, Stephanie Strange. Sin embargo, y pese a mis esfuerzos pasaron un par de dias sin pistas de su paradero así que esa noche tras dar un concierto, decidí pasarme por un bar de aspecto muy humilde, para tomar algo y dejar pasar la suerte a ver si conseguia algo de información.

Me acerqué a la barra sacudiendome el pelo (corto) y llamé al barman con suavidad - disculpe signiore, umm quisiera una taza de chololate caliente per favore - dije dedicandole una timida sonrisa al hombre, que al momento asombrado por mi suavidad y amabilidad se puso a hacerlo y me lo entregó a los pocos minutos. Me puse a tomarmelo y deje el dinero a un lado para que el barman lo cogiera. Luego me puse a mirar tambien a mi alrededor sorprendida por la cantidad de gente "extraña" del local cuando me fijé en una mujer de rojo alta y con lo que parecian...

- Cuernos!! es una demonio!!! - grité sacando la caja de las musas y poniendo una partitura en ella al momento exaltando a todo el bar, poco después le dirigí un hechizo que hizo brotar cristales de hielo del aire y suelo prestos a dirigirse a la demonio.Tenia que matarla o derrotarla antes de que se dirigiera a mi - por dios, que no sea una demonio resistente, por favor - rogue para mi misma, porque sabia que pasaria si lo era, ya estaba nerviosa y sabia que mi magia no estaba al 100%, solo podia rogar que el ataque fuera efectivo.

Un grito me arrancó de mi ensimismamiento y alcé la mirada de mi libro. El local se llenaba con una fauna de lo más variopinta y paseé la mirada desinteresadamente por la barra. Me estaba acostumbrando a los mutantes y a sus distintas rarezas, pero la cola de esa mujer era hipnotizante. Bueno, la cola y sendos atributos frontales. Los pechos también eran destacables, aunque personalmente me gustan más pálidas.
A su lado había una morena ciertamente atractiva aunque higiénicamente denotaba una vida llena de aventura y poca pausa. Un hombre había entrado y les besaba las manos y media sonrisa tensó mis labios. "¿Aún hay gente que salude así?" Una gran mujer inquietante había tomado su propio lugar en la barra y finalmente cerrando la comitiva, una muchacha de apariencia más fragil a las demás, dueña de la voz que había interrumpido mi lectura, y que buscaba algo en su bolso como si le fuera la vida en ello.

Pronto la apatía se transformó en asombro cuando unas púas de hielo emergen del suelo en dirección a... la mujer de grandes senos, piel roja y rabo. Antes de darme cuenta, me había alzado y el libro había caído abierto sobre la mesa. Había sentido el impulso de interponerse y detener a la joven con cabello corto. Lentamente volví a sentarme, observando lo que sucedía y preparado para interceder si fuera necesario.

Alice versión Axel:

- Vamos, que te diste un festín en toda regla. Debes comer mucha fibra para bajar toda esa ropa, sobre todo las botas.- En realidad la demonio sabía que Slona era capaz de comerse prácticamente cualquier cosa sin inmutarse. Bueno, era lo que tenía ser un ser ancestral interdimensional devorador de universos. Comas lo que comas, siempre te cae bien. Entonces me preguntó por los cuernos, y después de dar un largo trago de cerveza asentí sacando ligeramente la mandíbula inferior y hablando tan sólo moviendo los labios.- Precisamente por eso. Paso de los moscones de mierda que me vienen con chorradas como "ei nena, apuesto a que soy capaz de hacerte brillar esos cuernos", o "si tuvieses los cuernos más largos te enseñaría a montarlos como es debido". ¿Y qué tal si te montas en mi puño y te lo meto tan dentro del culo que puedes saborearlo?-

Una voz conocida captó la atención de ambas, quienes se giraron para ver al joven mago de cabellos morenos acompañado de su fiel loba Radina, una criatura peculiar cuanto menos.

- Hola Ealad. ¿Quieres tomarte algo con nosotros? Y hola también Radina, no pienses que me he olvidado de ti...- La loba tenía mucho carácter, y generalmente no trataba con lo que ella llamaba "mortales" o seres inferiores a ella. Naturalmente, ni el demonio ni Slona lo eran, aunque esta segunda causaba bastante miedo y rechazo por parte del espíritu. Sin embargo, la agradable conversación que estaban a punto de tener las tres se vio interrumpida por una mujer que entró allí como si fuese la dueña del cotarro, hablando al barman como si fuese basura.- Joder con la gorda, ya podría relajarse los pechos...-

Un tío estirado y cláramente europeo por su acento se acercó a ellas, tomándolas de la mano y besándolas con una sonrisa que parecía la de un tiburón. Hellgirl le miró de arriba a abajo y resopló.

- Vaya, mirad quién se ha dignado a aparecer por aquí... ¿Cómo estás?- Ella conocía al hechicero de algunas escaramuzas que habían tenido. Era uno de esos cabrones que se dedicaban a meter monstruos y toda clase de criaturas fantásticas peligrosas en su espacio dimensional, y que aumentaban la lista de tareas de Roja exponencialmente. A pesar de ello, eran tanto enemigos como aliados, ya que les había ayudado en un par de ocasiones. Era una de esas personas que Hellgirl consideraba una amenaza, pero a la que permitía vivir siempre que se cruzaban sus caminos. Sin embargo, un grito proveniente de la barra del bar provocó que la demonio resoplase y pusiese los ojos en amarillo. Siempre había algún tonto que, en cuanto veía a Roja, se ponía histérico preparándose para enfrentarse a ella. Esta se dio la vuelta, preparada para tener una aburrida y pesada charla en la que intentaría calmar al tipo en cuestión y decirle que ella no era d elos malos, que podía estar tranquilo. Pero lo que se encontró delante fueron un montón de estalactitas de hielo apuntando en su dirección, preparadas para salir disparadas en cuanto la mujer diese la orden. Apretó los labios y estiró las manos hacia adelante.- No voy a hacerte daño... No soy de los demonios que buscas. A esos me enfrento yo también, así que antes de hacer una tontería baja eso y hablemos. No quiero tener que pelearme después del día que llevo encima.-

La mujer demonio me miro extraña y cansada y por alguna razon que no logré entender no mostró una actitud hostil ni maligna sino que simplemente me instó a detener las hostilidades y a hablar con ella como personas civilizadas. Fue tal mi desconcierto que la caja de las musas reaccionó de manera inusitada y finalizó la pieza en ese mismo instante dejandome sin energia mágica y cai al suelo de nuevo con algo de temor, ahora estaba indefensa si era una enemiga. Un mechon de mi pelo se puso blanco y mi ojo dorado se ilumino y voz tembló un poco al hablar.

- Como....quien eres tu exactamente d-demonio? - pregunté con nerviosismo mirando también a las demas personas que le rodeaban, a la mujer llena de sangre ya seca en la ropa y al hechicero con esa loba que parecia hecha de niebla como si fuera eterea.

El garito se fue animando, y entraron persnajes de diversa índole, pero la que se llevaba la palma era esa horrenda tipa con rabo toda roja y frentona, y... ¿Qué diantres tenía pegado en la frente? Bah, no pensaba averigüarlo. Pese a todo, le sobraban los babosos que intentasen llevársela a la cama. Era incapaz de comprenderlo; Un monstruo como ese tenía cinturita de avispa y de pronto sus pezuñas y ese asco de brazo pétreo dejaban de existir, y ella por tener bastantes kilos de más era invisible en su totalidad. Por suerte, la cerveza acababa de llegar a sus zarpas, y estaba decidida a olvidar por un momento todos los males que le traía la vida. Entonces vio llegar a un muchacho extranjero bastante elegante y caballeroso. Se giró ante su saludo a las damas presentes y sonrió mostrando su peculiar dentadura aserrada.

- Vaya... Pensaba que yo iba a ser lo más educado que pasase por aquí. ¿Con qué nombre tengo el gusto de conocerle, caballero?

Ealad se sentó cerca de ellas, y poco después el barman trajo lo que había pedido. Más o menos. No había encontrado hidromiel, así que Radina tuvo que conformarse con otro chocolate, que el chico vertió en el plato y dejó en el suelo. -Estas tabernas midgardianas... Si es que no tienen de nada.-Refunfuñó, visiblemente molesta. Y antes de que él pudiera responder que no era normal beber hidromiel para los humanos, Slona cogió, y la llamó "chucho". Radina levantó rápidamente la cabeza, con el morro aún manchado de marrón, y una de sus caras de cabreo más suavecitas. Las que sólo dicen... "Que no soy un perro, pesado" el lugar de "Cuida tu lengua, estúpido mortal, a menos que quieras que te la arranque y te deje desangrándote en el suelo durante horas mientras miro cómo la vida escapa de tu cuerpo". La verdad es que a Radina le daba algo de miedo Slona, y no era para menos: La había visto en acción, y por instinto intuía qué podía hacer.-Se llama Radina, y se va a ofender mucho si sigues tratándola como un perro. Es un poco sensible.-Explicó el chico, bromeando. Por otro lado, Hellgirl sí que la tomó en cuenta, ya que sabía cómo se las gastaba esa bola de pelo blanco.

Medio segundo después Ealad advirtió que Rip acababa de entrar en el local. Se pasó a saludar copa en mano, con sus modales anticuados y las correspondientes miradas de extrañeza por parte de las dos chicas. De los dos, parecía que el que había salido de un reino casi medieval era Rip, y no Ealad. Algún día, cambiaría su manera de ligar... Pero de momento, era divertido verlo. -Ya ves, tomándome un descanso. ¿Y tú? Yo creía que sólo ibas a sitios de lujo.-La verdad era que al rumano le gustaba mucho la buena vida, o en su caso no-vida, mientras que el mago era más aficionado a los lugares discretos, llenos de gente extraña a la que escuchar por unas monedas o una jarra de alcohol.

Pero, a pesar de que aquel era en teoría un bar normal y corriente, distinto a los lugares mágicos que él solía visitar, había muchas criaturas extrañas... Ealad paseó la vista por el local, bebiendo un sorbo largo de su taza. El chocolate, muy caliente, se enfriaba al tocarle, permitiendo que él lo bebiera sin problemas. El sabor le recordaba a casa, aunque él no tenía de eso desde hace mucho tiempo. De pronto, escuchó el grito de una mujer, lo cual le hizo mirar rápidamente en la dirección de donde venía. Una mujer de pelo castaño y corto estaba en medio del local, con un objeto que Ealad no identificó. Haciendo un hechizo, creó decenas de esquirlas de hielo, apuntando todas ellas hacia Roja. Sin embargo, no parecía una cazadora de demonios... El asgardiano esperó, dejando la taza en la barra. Con un gesto podía absorber los cristales, pero no creía que hiciera falta. Se hecho, la mujer desconocida parecía muy nerviosa... Y más aún cuando Hellgirl le dejó claro que no iba a hacer nada malo. De hecho, su magia se detuvo abruptamente, dejándola caer al suelo. Ealad conocía bien la sensación de un "bajón" mágico, y la midgardiana había llamado su atención, así que se acercó y la cogió de la mano para ayudarla a levantarse. -No te preocupes, aquí todos estamos en son de paz. ¿Te encuentras bien?-Aprovechó para observarla con detenimiento: Parecía midgardiana, salvo por el detalle de que un mechón de su pelo se había vuelto blanco hacía unos segundos, y uno de sus ojos relampagueaba con un brillo que Ealad no había visto en nadie más. ¿Qué era esa mujer? "-Ni idea. Es maga, pero no sólo eso."-Bien, otra criatura desconocida. Eso significaba que podía ser interesante. -¿Por qué no te sientas con nosotras y hablamos tranquilamente?-Ambos prefirieron dejar que la demonio se presentara a sí misma. Después de todo, diría lo que quisiera sobre sí.

Vaya día llevaba. Dos pacientes se me habían tirado encima locas perdidas diciendo que yo era el amor de su vida y otros dos en busca de pelea. Qué gente, cada día estaba más harto de Arkham y la gentuza que había allí. Me estiré la camiseta e hice como que me limpiaba el polvo, cogí mi chupa y mi moto y salí de aquel sitio de locos con ganas de desconectar. ¿Dónde? Os preguntaréis. Pues en el mejor bar de Nueva York, por supuesto.

Las puertas del pub se abrieron para dejar paso a unjoven macizo con los ojos ocultos tras unas gafas de sol y una cresta de color rosa. Éste sonrió y se quitó las gafas de camino a la barra, donde abrazó por la espalda a una morena muy peculiar y le mordió el cuello.

-¿Otra vez abusando de los niños del cole, nena?- me quité la chupa y saludé con un movimiento de cabeza a su acompañante, una diablesa que estaba para mojar en pan, pero que echaba para atrás con ese puño que tenía. Le pedí al camarero un whisky doble bien cargado y, entonces, sólo entonces, me percaté de la presencia del perro.

-¡...No sabía que aDMITÍAN PERROS!- exclamé gradualmente a la vez que de un salto me colocaba al lado del can y me disponía a acariciarle y jugar con él. Ah, perros. Benditos sean.