Visiones de un futuro perturbador (Alatariel) [23/12/1779]

Caminaba a solas en un corredor desierto, y una sensación de inquietud creciente se abría camino dentro de él. Estaba desnudo (¿por qué estaba desnudo?) y su Sentido del Peligro zumbaba y crepitaba en cada rincón de su mente, pero sabía que no podía marcharse, que se encontraba allí por alguna razón.

- Arión... -llamó una dulce voz entre las tinieblas. Cuando se volvió, pudo ver a una hermosísima mujer de pie, aguardándole a escasos metros de distancia-. Bienvenido, mi señor... Os estaba esperando...


Extendió una mano hacia él, y por alguna razón no pudo ver que tenía los dedos palmeados, ni la larga cola de serpiente que cimbreaba y se perdía en la oscuridad de la sala.

¡No te acerques a ella! -decía una voz (su voz) en el interior de su mente-. ¡Es peligro! ¡Es veneno!

Pero él no le hizo caso y se acercó a la mujer, ignorando los gritos de advertencia que clamaban en su cerebro. Extendió la mano para tomar la de ella y observó confundido cómo lo que parecía ser la cola de una serpiente se enrollaba en torno a su brazo.

Una carcajada horrible resonó entonces por la estancia, un sonido tan escalofriante que le heló incluso el alma al tiempo que la mujer revelaba su auténtica forma y una serpiente de proporciones monstruosas se enroscaba en torno a su cuerpo, apretándole entre sus anillos hasta dejarle sin respiración.

Y un rostro, que semejaba levemente el de una mujer, se aproximó al suyo, dejando escapar la lengua bífida entre los labios para sisear, con una voz que no era en absoluto femenina:

- Te advertí que volveríamos a vernos, pequeño mago...

La voz sibilante del demonio que había sido enemigo de su padre hizo ecos en su mente:

- Deja que te refresque la memoria, pequeño mago. Cuando me enteré de que habías perdido tus poderes, fui a buscarte con la intención de destruirte y cumplir la promesa que le hice a tu madre, pero no te encontré. Habías desaparecido, simplemente. No había rastro de ti en ninguno de los planos o dimensiones. Pero yo sabía que no estabas muerto, así que robé tu ciudadela y esperé, sabiendo que algún día regresarías, y que cuando lo hicieras, lo primero que harías sería tratar de recuperarla. ¿Te suena de algo, pequeño mago? Puede que, quizás, en tu realidad, consiguieras derrotarme de algún modo, aún sin magia. Usando los cristales de tu padre que aún te quedaran, o el favor de tus patéticos dioses. Pero al traer a tu yo más joven desde el pasado, esa batalla sencillamente nunca ocurrió. ¿Lo comprendes ahora, Ahri'ahn? ¡Cambiaste la historia! Si no hubieras jugado con el tiempo, quizá yo ahora estaría muerto, pero alteraste un factor importantísimo al sacarte a ti mismo de escena, y yo he tenido 45.000 años para planear mi venganza.

Entonces la cabeza de serpiente se abalanzó sobre él, clavándole los colmillos para inocularle su veneno, y Arión gritó de dolor y rabia (¿y placer?) mientras la oscuridad descendía para engullir su mente.

Aún gritaba cuando Alatariel despertó a su lado en la oscuridad de su habitación, viendo al mago acosado por un demonio al que ni siquiera era capaz de nombrar, asediado por fuerzas que estaban más allá del control de cualquier mortal. El dolor que había experimentado en su visión corría a través de él como si se tratara de algo vivo, y le hizo caer al suelo llevado por una agonía abrasadora que amenazaba con consumirle desde el interior...

Ya entre los brazos de Alatariel fue recuperando poco a poco la calma. Ella le rodeaba desde atrás, cruzando los brazos sobre su pecho mientras se apoyaba en la cama, con el mago reposando en su regazo. La runa de curación le había hecho despertar de la visión, pero había sido la suavidad de sus caricias y la ternura de sus gestos las que habían terminado de tranquilizarle.

- Fue una visión -musitó, con el desconcierto reflejado en el rostro-; una visión del futuro distante. ¿45.000 años? ¿Pero... qué...?

Con delicadeza apartó los brazos de su amante y se puso en pie, dirigiéndose hacia el armario en el que guardaba sus valiosos objetos mágicos, cogiendo una bata por el camino que se echó sobre los hombros, pues hacía frío fuera de la cama en la enorme mansión. Abrió el armario y sacó lo que en apariencia no era más que una simple esfera de cristal transparente, pero que cobró vida en cuanto la tocó y comenzó a flotar en el aire, refulgiendo con fuerza y revelando imágenes que sólo los ojos del mago podrían distinguir.

- Así que se trata de eso... Claro... Y yo estoy muerto para esas fechas... Cuán inconveniente resulta todo...

Volvió a dejar la esfera en su lugar dentro del armario y se reunió con Alatariel sobre la cama, sin molestarse siquiera en cerrarse la bata. La ropa para él no servía más que para cumplir un fin, que en éste caso era resguardarle del frío, pero habría sido bastante absurdo mostrar pudor, especialmente con ella.

- Ya te conté... lo que ha de sucederme en el futuro, mi señora -dijo acariciando suavemente el dorso de la mano de ella con la suya-. Las visiones nunca son claras porque el Equilibrio debe ser preservado; No puede cambiarse lo que ha de ocurrir... Tuve que aprenderlo a la fuerza con el paso de los milenios...

Su mirada se perdió, pensativa, en algún punto indeterminado de la pared.

- Sin embargo, ése fenómeno, la "Colisión"... supone una rotura total del Equilibrio. El triunfo del Caos sobre la tierra, sobre todos los universos... Nunca debería haber ocurrido, nunca debería... ocurrir -rectificó, al darse cuenta de que hablaba de hechos que aún estaban por venir-. Por esa razón viajé al futuro, antes de conocerte a ti, y traté de convencer a un habitante de la tierra del siglo XXI de que me escuchara, de que atendiera a razones... Por desgracia, éste hombre, éste... "Supermán"... no quiso escuchar, y tuve que enfrentarme a él. Al final, con gran descaro me arrebató mis amuletos y talismanes y me envió de vuelta al pasado.

>>Pero yo sabía que debía hacer algo para arreglar todo el desastre de "La Colisión", y como no podía hacer nada en mi propio tiempo porque para esas fechas ya estaría muerto, al parecer, en un futuro habré tomado la decisión de traer desde el pasado a una versión más joven de mí mismo...

Se giró para contemplar los bonitos ojos azules de Alatariel con la inmensidad de sus estanques esmeralda.

- ¿Recuerdas que te conté lo inocente que era entonces? Tan... ingenuo, y carente de malicia... Los héroes del futuro disponen de medios para averiguar cuando alguien miente o dice la verdad, y dado que una versión más experimentada de mí mismo podría tener problemas con Supermán y su gente a causa de nuestro enfrentamiento, por lo visto llegaré a la conclusión de que una versión más inocente y pura de mí mismo habrá de ser la llave para ganarme su confianza... Mas, al parecer, ello provocará un cambio en la historia...

Se estremeció al recordar las palabras de su viejo enemigo, del que se había encargado tanto tiempo atrás.

- El demonio del que te hablé... aquél que corrompió a mi madre y me obligó a matarla... Me ocupé de él hace siglos, pero al parecer, una vez haya extraído a mi yo más joven desde el pasado para traerlo al siglo XXI, dicha confrontación nunca habrá tenido lugar... y el demonio seguirá vivo y planeando su venganza contra mí.

Se pasó una mano por la frente perlada de sudor mientras a su mente regresaban los recuerdos vívidos de lo que acababa de experimentar.

- ¿Qué es lo que he visto? Es difícil de decir... Había una mujer con cola de serpiente. Me llamaba, y yo sabía que había peligro, pero aún así me acercaba... Y entonces me inmovilizaba entre sus anillos, y no podía moverme... Me inyectaba su veneno con sus colmillos y me hablaba con la voz del demonio... Y yo sentía miedo, y dolor, e ira... y además, una extraña excitación. No puedo saber lo que significaba exactamente. Con las visiones, nunca es posible. Ni siquiera sé lo que simboliza la mujer-serpiente, ya que a menudo las visiones acuden enmascaradas detrás de metáforas y no pueden interpretarse de manera literal, al igual que los sueños... Tampoco es posible saber cuándo ocurrirá, ni dónde... Sólo sé que le sucederá al otro Arión, y que será muy doloroso.

>>Amada mía -continuó, entrelazando sus dedos con los de la mujer-. Debo pedirte un favor importante. Sé que el Equilibrio me impide cambiar lo que ha de ocurrir, pero he presentido algo... algo muy malo detrás de ésta visión. Algo terrible que podría significar el fin de la especie humana. Soy consciente de que no profesas gran aprecio a la humanidad, pero también sé que odias todavía más a los demonios. Fui concebido para ser el Salvador de la tierra; Si yo caigo... si el Mal triunfa... el planeta se convertiría en el campo de juegos de los demonios, y no creo que quieras eso.

>> Eres inmortal, como yo, y aunque por desgracia yo ya no estaré para proteger a la versión más joven de mí mismo, tú sí que estarás... Sé su Ángel de la Guarda, Alatariel. Protégelo. Evita que caiga ante el Mal. Ojalá pudiera decirte cuándo ocurrirá lo que he presentido, o qué es lo que sucederá exactamente, pero no puedo... Sólo puedo pedirte que lo vigiles de cerca, y que actúes cuando veas algo sospechoso. Sé que él no seré yo... y en verdad te digo que no encontrarás apenas parecido entre los dos, más allá del físico... No te pido que te enamores de él, ni que lo ames... De hecho, preferiría que no te acercaras mucho a él hasta que el demonio haya mostrado sus cartas, pues de lo contrario podría tratar de lastimarte a ti para hacerle daño a él. Sólo... obsérvale sin que se de cuenta, y actúa si ves que los demonios pueden ganar esta guerra. ¿Lo harás por mí? ¿Por el Equilibrio? Sé que es mucho lo que te pido, pero eres mi única esperanza. Su única esperanza.

La vio saltar de la cama, indignada y furiosa ante lo que le había pedido. No le costó nada imaginar la tormenta de emociones que debía estar viviendo en su interior.

- Sabes cuales son mis sentimientos por ti, y sabes lo dolorosa que será tu muerte para mí. No puedes pedirme que me haga cargo de él, que cuide de él sabiendo que no serás tú, que se parecerá a ti, sonará como tú, pero sabré que no eres tú, y que tu nunca volverás. ¿Comprendes lo injusto de tu petición? ¿Comprendes un ápice del dolor que me estás causando?

El mago se incorporó despacio y avanzó pausadamente hasta ella, acariciándole suavemente los hombros en gesto de consuelo.

- No, mi amor -musitó depositando un tierno beso sobre su nuca-. No puedo hacerme a la idea. No puedo ni imaginar lo que ésto debe suponer para ti, porque por fortuna jamás me vi en una situación semejante, y sé que debe de ser terriblemente duro, y tienes todo el derecho a odiarme por plantearlo siquiera.

Era cierto. Arión era consciente de que lo que le había pedido no era un asunto baladí, y entendía que el arcángel había tenido que lidiar con demasiadas cosas en muy poco tiempo. Sólo llevaban un año juntos, y ya se había visto obligada a afrontar la perspectiva de su futura muerte. Distaban aún más de tres siglos para el fatal desenlace, trescientos años durante los que podrían estar juntos, pero el tiempo pasaba mucho más rápido para un inmortal. Aquellos tres siglos serían como treinta años para el arcángel, y el golpe era mayor cuando se había hecho a la idea de pasar el resto de su existencia a su lado. Y ahora le pedía aquello... Ojalá pudiera haber otro medio, otra forma... pero no la había...

- Pídeme cualquier otra cosa, lucharía hasta la muerte, ocuparía tu lugar, pero no me pidas que haga eso. ¿Amarle? ¿Cómo podría siquiera fijarme en él después de haberte conocido a ti? Yo no soy esperanza Ahri'ahn, fui creada para dar muerte, y muerte es lo que soy.

- Te equivocas, mi amor...

Arión la tomó por los hombros para obligarla suavemente a volverse, de manera que podía contemplar la angustia reflejada en aquellos preciosos ojos azules que tanto había llegado a amar.

- Eres mucho más que eso -extendió dos dedos para rozarla levemente justo encima del corazón, y cuando lo hizo, el arcángel pudo sentir una inusitada calidez en su interior. Parte de su dolor se fue con aquél toque, como la escarcha de finales del invierno tras las primeras lluvias de verano-. Hay bondad en tu interior, más de lo que tú crees. Sé que no permitirías que los siervos de Lucifer se apoderaran de éste mundo. Eres una de las mujeres más fuertes que he conocido en mi vida. Saldrás adelante -dijo depositando un tierno beso sobre su frente antes de separarse para volver a mirarla a los ojos con la inmensidad de sus orbes esmeralda-. Siempre estaré a tu lado, incluso cuando ya no esté. Tal vez tu padre y tus hermanos no creyeron en ti, pero yo sí lo hago. Creo en ti, Alatariel.

Arión escuchó pensativo sus palabras. ¿Tenía ella razón? ¿Si hubiera visto con sus propios ojos lo que hizo, serían las cosas iguales entre los dos? ¿Sus sentimientos serían los mismos? Wyynde había alzado su espada contra él dos veces, las dos por culpa de las perfidias de su hermano, y él le había perdonado en ambas ocasiones. Incluso su amada Chian le había traicionado una vez, y a causa de ello había sido capturado por los secuaces de su malvada madre. Le había sido desleal en su momento de mayor necesidad y tampoco supo guardarle rencor. También era cierto que había sido más bondadoso entonces, incapaz de albergar sentimientos tan viles. ¿Y si hubiera sucedido ahora? ¿Cuáles habrían sido sus reacciones? Sin duda tenía muy poco que ver con el muchacho que había sido.

- Quizá tengas razón, amada -dijo con un suspiro-. Yo tengo fe en ti, pero no puedo obligarte a que te comprometas en algo así si tú no lo deseas -extendió la mano hacia el armario y la bola de cristal empezó a flotar hacia él. Arión pasó la mano diestra por encima, y una bruma de color rosado comenzó a arremolinarse en su interior-. Se avecina una tormenta. Una tormenta antigua que regresa una vez más... -musitó, sumido en una especie de trance-. Esfera, muéstranos el futuro que puede derivarse de mi visión, con Arión muerto y el Demonio del Mundo Oscuro como amo y señor del planeta.

La esfera se llenó de una especie de humo de color rosado que pronto dio lugar a la terrible imagen de un mundo devastado. Las ruinas de lo que antaño debió de ser una gloriosa ciudad se hundían en el Atlántico mientras criaturas indescriptibles de un poder ilimitado por la conciencia, insensibilizados por años de depravación, saqueaban y devastaban por todas partes, enfrentándose incluso entre sí impulsados por una oscuridad interior que ni siquiera ellos podían entender o controlar y que no hacía más que aumentar la destrucción de lo que les rodeaba.


- Eso es... o era... Metrópolis -musitó el mago atlante-. La ciudad a la que fui cuando tuve que hablar con Supermán. Pero... algo está mal. Los defensores... los defensores de éste mundo... ¿Dónde están? ¿Dónde está ese patán descerebrado?. Esfera: muéstranos a los héroes de la Tierra.

La imagen de la esfera cambió para realizar un recorrido a lo largo y ancho del mundo, donde las huestes de Satán destrozaban países enteros, arrasando todo a su paso con un mayor poder de destrucción del que podrían tener las bombas o las balas. Aquí y allí surgían héroes que trataban de detenerlos, pero fracasaban una y otra vez, y lo único que podían hacer era tratar de rescatar al mayor número de inocentes que podían, un número que se hacía cada vez más escaso... Vieron a un hombre que podía alargar sus miembros como si se tratara de plastilina que trataba de sacar a unos heridos de debajo de unos escombros, y a un muchacho vestido con llamativos ropajes en rojo, amarillo y negro, que ayudaba a un hombre a levantarse de entre los cascotes. A Supermán no se le veía por ninguna parte.

- No puede ser... Debe de haber alguna resistencia organizada, algo... Esfera... muéstranoslo.


De nuevo cambió la imagen para realizar un vuelo a vista de pájaro sobre un pútrido pantano, y avanzó hasta introducirse en el interior de la montaña dentada que se veía al fondo. Dentro había tres héroes, los últimos supervivientes de la resistencia: una niña ataviada de verde, un anciano en silla de ruedas con el emblema de un rayo en el pecho, y una mujer con aspecto de guerrera que había perdido un ojo en la batalla y que portaba los restos destrozados de un manto que parecía hecho de estrellas.


- Las fuerzas demoníacas han atravesado los pantanos y han entrado en la zona norte -estaba diciendo en aquellos momentos la mujer del parche, a todas luces la dirigente-. Llevan días atacando en oleadas. Tenemos que organizar un plan de... -una explosión sacudió la base subterránea, acallando las instrucciones de la amazona-. ¿Eh? ¡Eso ha sido una teser-mina! Pero... los muros de contención...

- El último ha caído ésta mañana -le recordó la chica de verde.

- Lady Sónar y los demás necesitarán ayuda -dijo la mujer desenvainando la espada-. ¡Jimmy! ¡Ocúpate de la enfermería! ¡Los demás! ¡Vamos!

La batalla que siguió fue cruenta y terrible, con la amazona y sus aliados tratando de repeler las hordas demoníacas que trataban de arrasar la fortaleza y que atacaban desde el cielo y desde el interior de la tierra, en la forma de espantosos monstruos de lava ardiente.


Pudieron contenerlos... por ésta vez, pero los embates eran cada vez más violentos y los defensores eran cada vez menos mientras que el enemigo no parecía disminuir... La chica de verde abandonó la tierra para buscar ayuda y nunca regresó. La amazona desapareció un buen día... y no se volvió a saber de ella. Y el anciano del rayo en el pecho falleció. Finalmente, no quedó nadie para defender el planeta, que se convirtió en el campo de juegos de Lucifer y sus hordas...

Arión hizo desaparecer las funestas imágenes con un gesto. Su rostro aparecía preocupado y contrariado.

- Supongo que al final conseguirás lo que deseabas, amor... La extinción de la raza humana -comentó, en un tono de amarga y ácida ironía-. Perdóname, Alatariel, todo esto me ha... trastornado. Necesito... descansar... y meditar... Quizá para mañana haya encontrado otra solución.

Arión tomó el rostro de la bella mujer entre sus manos, resiguiendo el contorno perfecto de su mejilla con el dedo a la vez que fijaba la mirada en la profundidad triste de sus ojos azules.

- Pero mi amor... desde el principio te hablé de las implicaciones que tendría para Lucifer... Se trata de un plan concebido por un demonio, y ya te dije que, si tenía éxito, si privaban a la tierra de su mayor defensor, ésta se convertiría en el campo de juegos de los demonios... Por eso sabía que estarías dispuesta a hacerlo, pues sé lo mucho que odias a tu hermano, y si no fuera así, no serías la mujer de la que me enamoré.

Arión era el Guardián del Equilibrio, y aunque eso en ocasiones le obligara a tomar decisiones y medidas que habrían podido hacer pensar a cualquiera que no tenía corazón, lo cierto era que no podría estar con una mujer que fuera totalmente desalmada, por mucho que le molestaran los santurrones moralistas como Supermán.

- No lo sé -admitió cuando ella planteó su pregunta final-. El futuro se encuentra borroso porque aún no ha sido escrito, ni se escribirá hasta el momento en el que mis seguidores invoquen desde el pasado a la versión más joven de mí mismo. El demonio al que nos enfrentamos no existe en nuestra línea temporal, amada... Porque yo lo destruí milenios atrás. Pero eso cambiará cuando me invoquen antes de haber tenido ocasión de hacerlo. En ése preciso instante, toda la historia se reescribirá de nuevo y es imposible predecir con exactitud lo que ocurrirá. Al fin y al cabo, tan sólo somos peones a merced del Equilibrio, de las parcas... Aunque me atrevo a pensar que sí, porque así ha sido siempre. Es el destino para el cual fui creado.

Avanzó hacia ella, obligándola a recostarse sobre la cama hasta quedar sobre ella, con el largo cabello castaño cayendo por un lado de su rostro hasta confundirse con las hebras doradas que se esparcían por la almohada.

- Pero basta ya de profecías fúnebres y augurios nefastos, señora mía... Sugiero que ocupemos nuestras mentes con pensamientos más agradables, y quizás consiga aliviar el peso que ahora aflige tu corazón...

Depositó un ardiente reguero de besos a lo largo de su cuello y le abrió con suavidad las piernas acariciando la esbelta línea de la pantorrilla y el muslo. No tardó demasiado en hundirse en su acogedor seno, y su bata abierta les envolvió como si fueran uno.

Quizá las parcas les separarían más adelante, pero aún les quedaban varios siglos para disfrutar el uno del otro, y ningún dios, hombre o demonio podría impedirlo.