[FEARLAND] Into the Woods [Ivy, Blair, Rebecca, Hellboy, Superboy, Lobo]

Lobo dijo que tenía su rastro. Perfecto. Eso les serviría de mucho. Tener a un depredador para cazar a otro depredador suele ser la mejor opción, y Lobo era uno de los mejores en ese aspecto. Rebecca por su parte se agachó para hablar con una flor poco antes de que esta se secase por completo. Habló con Pamela, indicándole que estábamos allí para ayudarla. El demonio no sólo quería ayudarla, sino además saber qué era lo que habían hecho de carácter sobrenatural. Lo malo de las heridas o maldiciones es que no se curan con unas pocas vendas y cuidados intensivos. Son mucho peores, algunas de las cuales jamás pueden curarse, maldiciéndote de por vida. Sin embargo, Hellboy tenía la esperanza de que hubiese alguna manera de repoblar aquel bosque y recuperar todo el daño que ese extraño veneno había causado.

Miró a su alrededor en busca de un camino a seguir para evitar tener que ir por mitad del bosque, lo cual les habría expuesto más, no sólo a la criatura que les acechaba, sino también a la propia toxina que seguramente estaría en todos los árboles y plantas que los rodeaban. El demonio creyó ver algo más allá de unos arbustos y se giró para pedir a la vaquera y a Lobo que le cubriesen. Sin embargo, allí no había nadie. Estaba solo. Sintió cierto calor sobre su cabeza e intentó mirar. Había una luz anaranjada sobre él, como una pequeña linterna. Se tocó con la mano y la notó. La corona de fuego y oro que le convertía en el ser que realmente era. Antes de que pudiese reaccionar a tiempo, sus cuernos ya rodeaban su cráneo terminando más allá de la nuca. Le habían crecido al instante, sin que se hubiese percatado de ello. ¿Cómo era posible? Exhaló una bocanada de aire que se convirtió en una densa nube rojiza de vapor. Miró su mano de piedra y vio las runas iluminarse con una luz naranja proveniente del interior. Sorprendido dio un par de pasos atrás y pisó algo. Lo miró y apretó la boca. Un arco y unas flechas. Un relincho se escuchó a lo lejos, que provocó que levantase rápidamente la cabeza. Mostró los dientes apretados mientras entrecerraba los ojos intentando localizar cualquier cosa que se moviese en aquel páramo.

- Hola Anung... ¿Me echabas de menos?- Hellboy no se movió. Casi parecía que no se había inmutado. Pero nada más lejos de la realidad. Un escalofrío recorrió su espinazo con las palabras que habían resonado meses atrás en su cabeza y ante él. Esa mezcla entre hombre y mujer sin poder definir un género preciso. Se giró lentamente para ver de nuevo aquella imagen que apareció ante ellos a las afueras de Marrakesh. Sonrió con esos dientes blanquecinos y esos ojos cargados de pintura negra.- Seguro que no esperabas verme aquí...-

- Tú no eres real... Nosotros acabamos contigo y te mandamos de vuelta al infierno...- Por mucho que recordase aquello, era innegable que Victoria estaba de nuevo ante él, lo cual tiraba por el suelo su razonamiento. ¿Cómo lo había hecho? Tenía lógica ya que la vaquera estaba junto a él en el bosque... Pero, ¿y los demás? ¿Qué había sido de ellos? Hellboy la miró con los dientes apretados y respirando con fuerza.- No eres más que el producto de un maldito veneno que jamás debió ser concebido.-

- ¿De verdad crees eso? Vamos pequeño, ambos sabemos que eso no funciona así... Ese veneno o toxina tan solo muestra a lo que más temes, y créeme, aunque me sentiría alagada, sé que no soy tu mayor temor... Ni de lejos... Un mundo en llamas, destruido hasta los cimientos por tu poder, lleno de gente llorando y clamando misericordia... Eso es algo más parecido a lo que verías, ¿me equivoco?- Una sonrisa ladina se dibujó en el rostro de Victoria. Hellboy apretó los dientes y lanzó su mano de piedra contra el rostro del ser, el cual se evaporó antes del impacto, con una risa que inundó el bosque. El demonio miró a su alrededor rápidamente, buscando a aquella criatura de nuevo. Apareció subido a un árbol a escasos metros de él.- Eso no te funcionó en África, ¿qué te hace pensar que iba a funcionar ahora? ¿Sabes cuál es tu problema, Anung? Que eres demasiado previsible... En seguida se sabe por dónde vas a salir. Te dejas llevar demasiado por tus puños y tu fuerza. La realidad es que al final, por muy fuerte que seas, hay cosas que necesitan un poco más que simplemente un par de puñetazos bien dados... Hay cosas que requieren de una reflexión para aprender de ellas. Que requieren esfuerzo y comprensión. No todo se soluciona por la violencia. Eso es algo que el ser humano no ha aprendido aún. Aunque a mí no me importa. Mi hermano está encantado con que constantemente os estéis peleando, y con cada disputa o conflicto que asola el mundo yo me llevo siempre la parte ganadora, así que nos viene bien que haya estas cosas. Por cierto, supongo que te preguntas dónde atacará él... Y he de decirte que, por mucho que te lo diga, no podréis hacer nada... Guerra no es como Hambre o como yo. Él asolará el mundo sin piedad, destrozando cada rincón y cada piedra que se interponga en su camino sin posibilidad de que hagáis nada... Pero no te preocupes. Al final, la última palabra siempre la tendrás tú.-

- ¿Qué has hecho con los otros? ¿Qué has hecho con la vaquera?-

Y sonrió de nuevo sin responder a su pregunta, mientras se acercaba lentamente al demonio, aspirando su miedo y sus dudas, sintiendo como la fuerte mano que antes había sujetado el enorme revolver ya no era tan fuerte, ni estaba tan segura de si disparar. Dejando que el terror a fallar y no estar a la altura consumiesen lentamente a Rojo.

El graznido pilla por sorpresa a la Sheriff. No es posible. Había sufrido un cambio suficiente como para que esto no sucediera. Sus ojos acerados se clavan en esos animales infestados de ojos, más de los que ha visto jamás en uno solo pájaro. Entrecierra los párpados mientras hecha mano de la culata de una de sus pistolas, pero no puede reaccionar cuando se lanzan contra ellos en una nube de aleteos negros que los mantienen confundidos durante pocos segundos. No está dispuesta a disparar sin visibilidad, de manera que procura cubrirse del ataque con una mano, sin soltar el arma con la otra, pero poco después el bosque vuelve a quedar en silencio. Los graznidos se alejan, y rebotan en la corteza de los árboles muertos.

Ahí está. Poison Ivy.

La vaquera se aproxima a ella con un diligencia, y se agacha a su lado. Observa su cara, perturbada. No dejará que el hombre a quien persiguen se escape, después de haber cometido semejante crimen. Pamela parece estar en Shock, sin duda ha sufrido una pérdida terrible para ella, pero no es momento de centrarse en eso. Se deben a su deber, y como Sheriff, debe darle prioridad a la detención que les ha llevado allí.

- Pamela. Necesito que nos cuentes qué ha pasado. Qué habéis hecho, y cómo lo paramos. - dijo la vaquera, agachada junto a la temblorosa Hiedra. Posicionó una mano firme sobre su muñeca cubierta con hojas, para evitar su tacto urticante. Su respuesta no resultó esclarecedora. Parecía más confusa aún que ellos, a pesar de que ninguno había participado directamente, y según las informaciones de Hellboy, ella sí lo había hecho. Lobo se separó de ellos, adelantándose, buscando sin duda el rastro del demonio. Sus dos primeras líneas de defensa habían desaparecido, así que para proteger a Blair y a Hiedra, solo quedaban Conner y ella. - No podemos quedarnos. Tenemos que reagruparnos. Lo mejor será seguir a Lobo. - dijo mientras se levantaba, soltando sólo entonces la mano del arma. Ayudó a Ivy a ponerse en pie, procurando evitar que se centrara demasiado en cuanto la rodeaba, y empezando a andar siguiendo el rastro que había dejado el rastreador.

Hellboy podía sentir el peso del fracaso sobre sus hombros. Estaba claro, sus amigos habían muerto, habían caído bajo las trampas de Crane y la vuelta de los jinetes. Pudo ver a lo lejos cómo un enorme meteorito caía posiblemente en dirección al mar. Pudo notar cómo las estrellas parecían llover del cielo, y bajo su piel podía notar el retumbar del apocalipsis vibrando en todo su ser. El final de los tiempos.

Y no había podido pararlo.

La sensación era opresiva, dura, cruel. Y la sensación de haber fracasado sólo lo hacía peor. Tan peor, que no notó la vibración de sus huesos, de su carne, cuando algo empezó a tirar de él. Algo que lo llamaba, como un canto de sirena. Pero poco a poco una tranquilidad extraña, alienígena, atravesó el miedo que le había atenazado antes. Como si la certeza de que era una mentira podría anular el desagradable embrujo en el que se había visto envuelto.

La voz le llevaba al centro del bosque... pero lejos de donde podrían estar sus compañeros. Ante esa situación, ¿qué haría?

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Mientras tanto, el resto del grupo comenzó a seguir a Lobo, que podía ver claramente cómo la bestia les había dejado un rastro claro, evidente e incluso despejado. Las plantas, muertas, parecían querer penetrar la piel de los aventureros con sus dedos de espinas extendidos en su dirección, brillando con una luz verde que parecía emanar de todas partes y ninguna, y meciéndose con un viento inexistente.

El ambiente era opresivo, con el silencio roto de cuando en cuando por esos extraños cuervos que estaban en el bosque y a su vez no estaban, sin olor si quiera. Tirarles piedras no servía de nada, pues tan pronto uno salía volando, uno nuevo volvía a posarse entre las ramas. Los cuervos parecían seguir el rastro de la bestia también, colgados de las ramas a intervalos regulares hasta que, finalmente, no había más cuervos. Como si hubieran desaparecido, o ya no siguieran el camino evidente de la bestia que parecía terminar en una cueva que antes no existía en el bosque de Pamela.

Era como si de la nada hubiese emergido una montaña volcánica con una entrada perfecta, brillando con cristales de obsidiana y algún que otro cuarzo.

Pronto, un frío aterrador cayó sobre el lugar, y el graznido de los cuervos pareció volverse mucho más bajo, como si estuvieran extremadamente lejos...

Aquello era un escenario de una peli de Tim Burton, si no fuera porque sabía que no se encontraba en un plató de cine, pensaría que se había colado en el rodaje de su última peli, no le hubiera sorprendido encontrarse a Jhonny Depp por allí, de no ser porque como antes había señalado, aquello no era una peli de aspecto tenebroso y trama romántica, aquello era una maldita pesadilla, como si no hubiera tenido ya suficiente. Empezaba a arrepentirse profundamente de haberse enrolado a aquel grupito.

Se dieron cuenta de que el demonio rojo había desaparecido en cuanto la bandada de cuervos se disipó, afortunadamente no había heridos por aquellas aves del infierno, pero habían perdido seguramente a uno de los miembros de aquella extraña comitiva que más posibilidades tenía de salvar sus culos, por extraño que resultara decir eso de un demonio. Pero si decían que era de los suyos, pues lo sería, visto lo visto, tampoco tenía motivos para desconfiar de él. Al menos les quedaba el hombre lobo, ese también parecía suficientemente fuerte y peligroso como para defenderlos del resto de cosas fuertes y peligrosas que parecía haber en el bosque. Un bosque del que quería salir cuanto antes.

Sin embargo pronto se encontró su gozo en un pozo, el hombre lobo, también se separó del grupo y se vio, en un bosque que parecía querer asfixiarlos a todos con un adolescente, la versión femenina de Robert Mitchum y una mujer verde que parecía necesitar un médico con urgencia. Tan sólo esperaba que el chico que decía llamarse superboy fuera tan super como decía o podía darse por muerta. Nunca se había arrepentido tanto de haber rechazado aquellos entrenamientos como aquella noche, y estaba segura que no sería la última vez que iba a acordarse.

Miré a mi alrededor una y otra vez. Las manos de Becca, a pesar de lo extraña que estaba últimamente, me reconfortaron como cuando era la de siempre. La miré a los ojos y ese.... esa... impavidez.... Hizo que procesase sólo como Poison Ivy lo haría. Aquella noche no necesitaban a Pamela. Yo no la necesitaba. Tenía que ser más venenosa que nunca. Tenía que ser yo.

Los graznidos se alejaron poco a poco y aunque los gritos seguían estando allí, mi cabeza los convirtió en un himno que me motivaba a ayudarles. Era presión, era urgencia y lo más importante para mí. Era lo que más me gustaba hacer. Cuando mi mente volvió a fijarse en mi entorno estábamos caminando ya todo el grupo. Físicamente me encontraba genial, era como si la actitud hubiese sido capaz de restaurarme por completo, y así lo hizo. De camino a donde fuera que caminásemos me agaché a recoger el rastro de una liana común y empecé a examinarla, cómo se había partido, si por corte, desgarre, fuego o si se había partido o hebrado. Empecé a olerla, tocarla, contemplarla desde varios puntos de vista para comprobar si era capaz de encontrar sustancias distintas conocidas aparte de las que yo misma utilicé en la fórmula.

Mis pasos ya no tenían miedo, ya no caminaba encorvada ni mi caían lágrimas por mis mejillas. Ese día Pam estaba encerrada en una jaula en mi interior y no podía salir. Sólo había dolor e ira que acabaría saliendo en algún momento. Visualizaba el rostro de Crane sin mirar a mi alrededor, más que a él, a su máscara. Lo pagaría. Lo acabaría pagando.

Una sensación de calor intensa hizo que me centrase aún más en la realidad. Levanté la vista y un volcán inmenso se había alzado en el centro del bosque. ¿Cómo no lo había detectado? Era imposible que esa noticia no hubiese llegado a mí. No sólo me enteraba por mi familia, el suelo el.... No sé. ¡Tendría que haberme enterado de eso!

- ¿Alguien tiene idea de cómo combatir eso o pruebo mi manera?- y mientras hablaba, del suelo, de entre los cadáveres de sus hermanas empezaron a crecer a un ritmo ultra acelerado cientos de ramas de madera de Ipé, que se entrelazaban entre sí formando poco a poco una curva que serviría de escudo en caso de que entrase en erupción. Tenía una carrera, no era estúpida. Además en mi entorno todo empezaba a contemplar el peor resultado que podía tener. ¿Por qué no iba a entrar en erupción?

- No he hecho nada con tu querida vaquera... El único que ha hecho algo aquí, eres tú.- Y realizó un movimiento curvo con el brazo, mostrándole lo que tenía a su alrededor. Fuego, cenizas, polvo, muerte... Allí donde mirase el demonio, todo era desolación y destrucción. El cielo era rojo, las estrellas caían hacia la corteza terrestre, estrellándose con fuerza contra ella. Una deliciosa sonrisa se dibujó en el rostro de Victoria, mientras Hellboy abría mucho sus amarillos ojos y entreabría la boca. Los enormes tentáculos de los Ogdrú Jahad serpenteaban en el cielo, ocultando gran parte de su cuerpo con las densas nubes rojas que lo cubrían. Su aliento eran bocanadas de vapor carmesí, las cuales aumentaron su ritmo a medida que el demonio veía lo que había a su alrededor. Miró su mano de piedra, más brillante que nunca, con los grabados amarillos. Refulgían como si hubiese fuego dentro de aquellas minúsculas grietas. Miró de nuevo al jinete, y vio una figura que le acompañaba. Estaba encorvada y se movía lentamente, dejando un rastro de podredumbre a su paso. Mostró una enorme sonrisa plagada de dientes, y tenía un agujero en una de las mejillas, producto de un mordisco sufrido en Escocia.

- Hola, Anung-Un-Rama... ¿Me echabas de menos?- Hambre sonrió y se relamió aquellos afilados dientes, podridos y llenos de sangre oscura. El demonio miró a ambos sin dar crédito a lo que veía. Apretó los dientes y señaló a los jinetes.

- Esto no es real... Intentáis engañarme... ¡Yo no he causado el Apocalispis!-

- ¿Quién ha dicho que fueses tú?- Una enorme figura negra, de unos seis metros de altura habló desde detrás Hellboy. Este se dio la vuelta y la vio. Solo veía una enorme sombra negra, con dos ojos rojos brillando. Era incapaz de ver su verdadero aspecto, pero era verdaderamente horrible. A su lado, una figura mucho más pequeña le acompañaba. Esta también era negra, pero tenía un ojo azul y otro verde.

- Hay más gente en este mundo capaces de terminar con él querido... No significa que hayas sido tú necesariamente... ¿No te parece precioso todo esto? Observa a tu alrededor... Esto es lo que tú siempre has querido evitar. Y míralo ahora. Su belleza, su perfección... La muerte está en cada esquina... Es lo más bello que jamás haya visto.- Y rió con fuerza. Su voz no era como la de la enorme figura, profunda, tan grave que podría haberse confundido con un trueno o un terremoto. La voz de la figura pequeña era suave, como la de una mujer. Delicada, casi sensual. Hellboy negó con fuerza mientras miraba a los cuatro jinetes.

- No... No... Es imposible... Os matamos. Os matamos a vosotros dos, y vosotros ni siquiera habéis aparecido... ¡Mentís!- Pero antes de que pudiese articular una nueva palabra, sintió un punzante dolor en su hombro, como si le atravesasen con cuchillos. Profirió una maldición y agarró el origen de aquel ataque, lanzándolo por encima de él hasta poder verlo. Aquel ser era inconfundible. Iba a cuatro patas. Tenía un morro alargado provisto de dientes negros. Cuatro ojos amarillos que le observaban como un cazador observa a su presa. La verdosa baba caía por los dientes del ser hasta el suelo, y de su garganta provenían sonidos guturales. Un viejo amigo le observaba.- Venga hombre, no me jodas. Tú otra vez no...-

Y la criatura se lanzó a por él, con las fauces abiertas, profiriendo un ensordecedor grito.

Con todo lo ocurrido Conner por poco se le olvida porque estaba ahí. Se quedo mirando el volcán con una ceja alzada, que sería lo siguiente ¿Qué la luna chocara contra la tierra dentro de tres días? Dio gracias de que los estúpidos cuervos se hubieran callado, le estaban taladrando la cabeza de manera preocupante, porque le había faltado poco dejarse llevar por la furia. Se alegro de ver que Ivy recuperara la vitalidad y sobretodo que no tuviera ganas de comérsela, como había pasado en su último encuentro. La notaba algo diferente, pero sería por la situación que estaba viviendo.

No sé cómo será tu manera…pero… ¿no os parece sospechosa esa entrada? Llena de piedras brillantes…es como si nos invitara a entrar, ahí en medio, en frente a nosotros…

Superboy no recordaba haber visto antes un volcán, pero había visto tantas cosas paranormales que ya no sabía ni que pensar y eso que lo suyo no era darle a los sesos. Se coloco detrás de la pelirroja al ver que creaba una especie de barrera para protegerlos de cualquier imprevisto. Miro a los demás presentes a ver si se les ocurría otro plan.

Sólo había una cosa que mejoraría el escenario, y era tener a la ingenua explosiva con ella. Pero era demasiado tarde para plantearse salir del bosque, regresar hasta el rancho y recogerla. No teniendo civiles cerca, un bosque devastado, y algún tipo de criatura sobrenatural sin control dentro de los terrenos de una Hiedra Venenosa exaltada por el ansia de venganza. Deberían permanecer unidos.

- ¿Crees que es buen momento para beber, forastero? - preguntó la Sheriff al ver como Lobo se llevaba la botella a la boca.

Pero no le prestó mas atención que esa, pues encontró el motivo por el cual habían tenido tiempo de alcanzarlo. El que le había obligado a parar para tomar una decisión. En medio de los terrenos, como si alguien lo hubiera colocado ahí, había un volcán. La vaquera se levantó el sombrero y se rascó la frente, para volver a colocárselo de nuevo en el sitio. Un lugar inesperado, sin sentido, en medio de lo que había sido un paraíso vegetal. En cualquier caso, un accidente geográfico de esas dimensiones no auguraba nada bueno. A uno de los laterales había una cueva, una especie de entrada llena de piedras brillantes. Daba la impresión de ser un escondrijo perfecto para un animal. O un demonio terrible. Mientras Hiedra construía para ellos un refugio improvisado, volviendo a demostrar el porqué era dueña de sus dominios, el grupo permaneció estático.

- Es un buen refugio para una bestia, pero si es lista, tendrá dos salidas. Los animales suelen hacer sus refugios considerando esa posibilidad. Si atacas uno, sale por el otro. En el peor de los casos, y si esa es la única entrada, tendremos que ir comprobando el perímetro, asegurándonos de que no hay grietas secundarias o galerías por las que pueda colarse y acorralarnos contra el fondo después. No podemos saber si tendrá mas galerías, o fallas, podríamos incluso perdernos, pero os aseguro que aunque el recorrido fuera una línea recta iluminada y bien señalizada con esa cosa esperándonos al final, lo que vamos a tener de cara es un animal acorralado. - expuso la mujer, apoyando la mano sobre la culata de uno de sus revólveres. No tenían ningún tipo de ventaja, mas que el razonamiento. Mas les valía aprovecharlo bien.

Un fuerte dolor punzante le recorrió el pecho, luego el hombro, la espalda... Shamael cargaba contra el demonio sin cuartel, pero este no se quedaba de brazos cruzados. Cada corte, arañazo o mordisco que le profería era contestado con un fuerte puñetazo en la mandíbula, el vientre o el costado. Ambos seres se curaban a una velocidad superior a la normal, pero Shamael se llevaba la palma en este combate. Con un poderosísimo puñetazo, Hellboy le desencajó por completo la mandíbula, que quedó colgando como un títere sin dueño. Con un crujido de lo más desagradable, esta volvió a su sitio, y tras un par de mordiscos al aire casi parecía que la criatura sonreía al demonio.

- Eres un hijo de la gran puta muy, pero que muy feo...- Y otra vez a golpearse. Puños, garras, dientes,... Era una maraña que no parecía tener principio ni fin, hasta que en un determinado momento, Hellboy pudo notar como era elevado sobre el suelo. Consiguió atisbar a los cuatro jinetes, los cuales se alejaban lentamente de la escena. Solo había fuego y sombra a su alrededor. Sintió el cosquilleo en el estómago que produce la gravedad al acercarte hacia el suelo, y vio como su enemigo se lanzaba con las garras y la boca abierta de par en par a por él a través del aire. Casi era como una escena de película de acción. Hellboy apretó los dientes, preparándose para el impacto contra su espalda y defenderse de las fauces que deseaban destrozarlo. Sin embargo, sintió su peso en los pies en lugar de la espalda. El escenario había cambiado por completo. Ya no había sombra a su alrededor, sino el bosque putrefacto de Hiedra. Ya no estaba Shamael deseando matarlo, sino un enorme volcán en erupción. Y ya no estaban los cuatro jinetes, sino el pequeño grupo que se habían encontrado buscando el origen del mal que asolaba todo. Frunció el ceño y se acercó a ellos.- ¿Qué demonios está pasando aquí? ¿Por qué hay un jodido volcán en medio del bosque?-

Vio a Hiedra, la cual debía haberse unido mientras él estaba en ese plano dimensional distinto a los demás enfrentándose a su enemigo. Iba a hablar con ella cuando escuchó un rugido, un alarido que heló la sangre. Durante una microcentésima de segundo, lo que tardó su ojo en localizar el origen de aquel grito habría jurado que Shamael había conseguido volver a la tierra, y le heló la sangre pensar en que así fuese. Sin embargo, por suerte o desgracia no era la criatura mitológica, sino el lobo que habían visto antes. Allí estaba, orgulloso, mirándolos desde una posición elevada, preparándose para atacar. El suelo comenzó a moverse y desquebrajarse, y varios cuerpos salieron de él, pero lo que más aterraba eran sus rostros. El demonio pudo reconocer a su padre, a Roger el Homúnculo, a Alice... Tanta gente a la que había querido que había muerto. Aquello no podía estar pasando. ¿Otro embrujo de las sombras demoníacas con las que habían jugado? Hellboy ya había visto un par de veces trucos parecidos a ese, pero no dejaba de impresionar y helar la sangre. Sin embargo, ese momento no duró mucho, ya que el rugido de la criatura le despertó de su éxtasis, trayéndole de vuelta a la tierra, si esque eso podía ser llamado tierra. Cargó con todas sus fuerzas el puño de piedra y golpeó en mitad del aire al enorme ser, desviándolo de la trayectoria del grupo, cayendo contra el suelo, rodando un poco y volviéndose a levantar al instante, ahora con el rostro apretado y mostrando sus dientes.

- Yo me encargaré de este hijo de puta. Lobo, ayúdame. Cuantos más seamos mejor. Los cuerpos con caras son un embrujo, no os dejéis engañar. ¡No son reales! Intentan distraernos y que nuestras fuerzas flaqueen.- Dijo al grupo al tiempo que desenvainaba su enorme revolver y apuntaba al demonio que tenían delante. Si querían salir de allí vivos iban a tener que cooperar todos y superar sus miedos fuera como fuese.

Calor abrasador, las cenizas, el bochorno... Era mi peor ambiente salvo por la humedad, la cual me estaba salvando la vida. Intenté retener el escudo, contemplando todo lo que se avecinaba. Esa criatura inmensa, rojo, los "clones"... Rose, Danny, Jack, Pepper... Qué técnica más sucia.

Y me tomé la libertad de robarle 15 segundos a la gravedad de la situación y pararme a sentir. Mis brazos se alzaban en forma de cruz ante mi rostro y resistían con los músculos contraídos, luchando por mantener el escudo. Cerré los ojos y con el ceño fruncido reflexioné.
Mi vida, mi hogar, mi paraíso...pútrido. Todo cuanto tenía...ya no estaba. Se habían equivocado conmigo. Si fuese como los demás, tendría decenas de rostros en esas cabezas...¿pero yo? No puedes poner plantas en un rostro humano, y son a las que más echo de menos. Pero de todos modos, tener ante mí el rostro de Rose y mis dos niños no hizo que me tranquilizase, sino que ayudó a enervarme todavía más.  Sólo tenía que mirar el suelo para cabrearme y tenía dónde elegir. Muerte, calor, asfixia, dolor, Rose, Nana, MI bosque... Esto había ido demasiado lejos.

Durante toda la aventura permanecí con un rostro casi endemoniado. La piel de mi nariz hacía juego con la rugosidad de mi ceño y frente. Mis dientes salían a la luz como gesto automático de fiera indómita, de manera incontrolable. Tenía tenso todo el cuerpo, estaba taquicárdica y la respiración se me aceleró como si sufriese un ataque ansioso. Todo esto me hizo imposible escuchar la pregunta de Lobo, sólo llegué a tiempo de escuchar un grito que hizo eco en mi interior, al que respondí con un grito desgarrador que fácilmente habrían podido oír desde Arkham... Un grito que salía de el rincón más oscuro de mis entrañas. Abrí los ojos y ya no había dolor ni debilidad. La única sensación que estaba capacitada de percibir era la ira y descubrí... Que con ira no había miedo.

Vi el cuerpo del demonio ensombrecido bajo la sombra de esa extraña criatura y en un rápido gesto de arriba a abajo, una armadura de caoba se ensambló a mi cuerpo sobre las hojas. Resistí hasta que pude el escudo y al desistir y ver a Rose ansiada por entrar, quemando lo que era mío, no pude más. Corrí a por Hellboy, veloz como un zorro, conducida por el odio. Derrapé con las botas antes de llegar del todo a su lado y en un gesto rápido con la mano en forma de garra, la llevé al cielo después de tocar el suelo. Siguiendo el movimiento de mi brazo apareció una copia casi exacta del árbol de Tule, que elevó al monstruo tres metros sobre la cabeza del demonio y empezó a abrazarlo entre sus ramas, atrapándole en su interior y haciendo que surgieran más y más ramas nuevas, que su tronco siguiese creciendo y se hiciese cada vez más y más grande.

Mi intención en el momento instintivo fue salvarle la vida, pero si me ayudaban a retenerle en el árbol lo suficiente, podría rajarlo hasta las raíces, abrir el suelo y hundir esa cosa infernal al centro de la puta tierra, o de donde hubiera venido.

- ¡SI RAJO EL ÁRBOL HASTA LA RAÍZ CON ÉL DENTRO PUEDO LLEVARLE AL MAGMA!- grité al grupo. Luego miré a Hellboy y le asentí con la cabeza sin cambiar la expresión de mi rostro. Debo añadir que se me pasó por la cabeza el hecho de que estaría matando a uno de los nuestros, pero a veces uno debe sacrificarse por un bien común, y si yo lo estaba haciendo, mis chicos y chicas lo entenderían. Ellas tampoco lo sentían.
¿Miedo...? ¿A qué? Ya no tenía nada que perder. Lo único que me quedaba era la vida y me daba igual perderla por intentar revivirlas.

Cuando todo esto terminara se encerraría en su habitación por semanas, demasiado le había tocado el aire, tantas alucinaciones no eran buenas para la salud. Le aliviaba saber que contaba con expertos sobre la magia negra y que no volvería a caer en la misma trapa que fue víctima en el zoo. Se relajo que todos esos seres, entre ellos sus desaparecidos amigos de la Young Justice, no fueran reales, dándole así mas libertad de movimiento. Pero nunca se espero semejante grito de Ivy que le dejo medio sordo por unos segundos, instintivamente se llevo las manos en las orejas. Este era uno de esos momentos que odiaba  tener los sentidos tan desarrollados, porque se podía volver contra él. Cuando se recupero ya no vio la pelirroja ni el escudo o lo que quedaba de el, sino un inmenso árbol que pretendía tragárselo. Conner estaba flipando donetes rosas.

Al no tener el escudo los cuerpos se acercaban a ellos, haciendo que Superboy saliera a proteger a las dos damas que se habían quedado en la retaguardia como él. El primer puñetazo que dio recordó las palabras de Lobo. Si no podía atacarles directamente ¿Cómo pretendía luchar? Odiaba sentirse tan inútil. Se coloco sus guantes de cuero, esperando que con eso sirviera para no quedar con los nudillos chamuscados. Se volteo a mirar a sus compañeras por un momento.

Chicas ¿podéis luchar a distancia?

Dicho eso se volvió a repartir puñetazos a diestro y siniestro, manteniendo a ralla a todo ese ser que no mostrara su carnet de socio. Dejando espacio y tiempo a que Blair y Rebecca se prepararan para unirse a la fiesta.

Recuperar la señal de Superboy me había llevado prácticamente una hora. Podría haber enviado a Wally, claro; él apenas hubiera tardado unos segundos. Pero Flash estaba ayudando al otro lado de la ciudad; dos aviones, procedentes de la vívida pesadilla de un neoyorquino, se habían estrellado contra dos edificios, condenándolos a hundirse sobre sus cimientos. Sólo una persona podía estar allí a tiempo. No había tenido que pensarlo demasiado.

Poco después, la señal del comunicador de Conner había empezado a parpadear en mi pantalla. ¿Estaban teniendo problemas con Ivy...? ¿Era una cuestión del gas del miedo? La trampa del Espantapájaros había demostrado ser tan nefasta para las comunicaciones como para las personas. Si no hubiera logrado hacerme con los permisos de la Batcomputer, esto estaría resultando el doble de complicado.

- ¡Conner! Ahí está... - El rastro de Superboy volvía a aparecer en la pantalla. Recé porque esta vez lograra establecer una imagen. En los dominios de Ivy no había cámaras de seguridad que piratear, pero captaba la señal de, al menos, un teléfono móvil. Aunque lo más probable era que no me sirviera de nada; en el mejor de los casos, el aparato estaría en movimiento con su usuaria. En el peor, lo tendría guardado en alguna parte.

Probablemente, la mitad de las cosas que estaba haciendo eran ilegales. Esbocé una sonrisa cínica; la situación lo requería.

Entonces, un aviso en la pantalla me alertó. Captaba actividad sísmica anormal en la zona en la que se encontraba el grupo de Conner.

- ¿¡Qué diablos...!? - musité.

Me llevé el micrófono a los labios.

- ¿Superboy? Soy B. - vaya un nombre en clave. Por el momento tendría que bastar; el Chico de Acero conocía mi voz a la perfección, y sabía quién había al otro lado del micrófono. Pero, si algo había calado en mí de las enseñanzas de Bruce, ésa era la paranoia acerca de la identidad secreta. No podía arriesgarme a que nadie supiera que Batgirl y Barbara Gordon habían sido la misma persona, al igual que nadie debía saber que, al disparar a la hija del comisario, el Joker había acertado más de lo que creía.

- Necesito que me expliques qué está pasando. He pirateado la cámara de un teléfono móvil, el de una de tus compañeras. Pero la imagen no es muy buena; lo lleva en el bolsillo. - arqueé las cejas y reprimí un suspiro. - Y obtener una imagen de satélite me va a llevar un buen rato. Aún estoy tratando de bypassear la seguridad.

Cuando Conner me hubo resumido la situación, apoyé la cabeza en las manos, intentando encontrar una salida para aquello. ¿Cómo podía haberse complicado tanto una excursión al bosque en busca de bayas...?

- Os enviaré refuerzos - musité - B fuera.

Pulsé una tecla con el índice, suplicando porque el comunicador de Wally no estuviera sufriendo los mismos contratiempos que el de Conner.

- Flash. El equipo de Superboy tiene problemas. Cuando hayas terminado con el rescate, ¿puedes ir en su ayuda?

Estaba preocupada por Wally. ¿No lo estaría forzando demasiado? Acababa de regresar de ese sitio (Speedforce, dijo que se llamaba), y yo lo tenía corriendo de un lado a otro a la velocidad de la luz. Había terminado allí tras un sobreesfuerzo, ¿y si pasaba lo mismo otra vez?

Ojalá Bruce estuviera aquí. Él sabría qué hacer.

Pero no. Los Murciélagos estaban en Nueva York. Dick también estaba fuera de la ciudad... o algo peor, en lo que no quería ni siquiera pensar. Mi antiguo equipo no podía ayudarme.

- Las coordenadas de Superboy son... - empecé, mirando fijamente la pantalla.

Los míos estaban lejos, pero yo... no estaba sola.

Cuando Lobo gritó que las criaturas eran reales, el demonio apretó los dientes. Aquello no podía ser cierto. Esos seres eran imaginaciones producidas por el miedo... ¿Cómo sino explicar aquellos rostros que pudo reconocer? A no ser... A no ser por algo que el demonio prefirió ni pensar. No iba a permitir que aquellos seres que se le acercaban fuesen los verdaderos amigos que tuvo en su día. No lo iba a aceptar, puesto que no estaba dispuesto a recordarlos de ese modo. Sin pensarlo dos veces, voló la cabeza de un tiro de Roger, el cual se tambaleó y cayó pesadamente contra el suelo. Prefería ni pensar en ello. Ahora mismo él tenía que encargarse de otro bicho bastante más cabrón que tenían delante. Los zombies podían ser carne de cañón de la vaquera o de los puños del chaval que se hacía llamar Superboy.

El maldito monstruo rugió con fuerza después del puñetazo que Hellboy le metió y se levantó de un salto. Lobo se avalanzó a por él para comenzar una pelea que les iba a costar algo más que un par de cortes. Sin embargo, el ser infernal tenía otro objetivo. El demonio rojo que le había partido la mandíbula. Esquivó a Lobo como si hubiese estado totalmente estático y saltó sobre Hellboy. Este estiró el brazo izquierdo y apuntó a la criatura con su enorme revolver.

- Vamos, ven aquí para que te haga la revisión dental, maldito hijo de puta.- Sin embargo, la infernal criatura jamás alcanzó al demonio. Del suelo brotó un enorme tronco, grueso e imponente, que atrapó al lobo como si se tratase de una enorme mano, elevándolo y evitando que alcanzase a Hellboy. Este miró a su lado y vio a Pamela, quien asintió ante su mirada. Le ofreció mandar a esa criatura al magma y acabar con él. El demonio asintió y apuntó de nuevo a la criatura que se revolvía con violencia entre alaridos y rugidos.- Intentaré todo el tiempo que pueda.-

Hellboy subió al árbol y golpeó con fuerza con el puño de piedra al ser infernal en el hocico. Este lo abrió y mordió al demonio con fuerza en el puño. Afortunadamente para él, la mano derecha del destino era totalmente indestructible. El demonio apenas sintió un pequeño cosquilleo. Comenzó a apretar el cráneo y la mandíbula del lobo hacia el interior del tronco, produciendo un sonoro y desagradable crujido cuando se volvió a partir la mandíbula y se rajó el cráneo. El maldito ser volvió a regenerarse al cabo de un par de segundos y de nuevo volvieron sus terribles dentelladas.

- ¡Lobo! ¡Voy a necesitarte aquí arriba!- Apretó los dientes y volvió a golpear al ser con fuerza. Si Pamela podía mandarlo a la lava tenía que intentar darle todo el tiempo que pudiese. Después de todo, era una opción bastante más viable que intentar acabar con él a puño limpio. Hellboy no contaba con poder matarlo a puños. Y si lo de la lava no funcionaba... Bueno, por el momento mejor pensar en que eso funcionaría.

Ya había aprendido la lección. Dos veces. Y los hombres tropiezan con la misma piedra hasta tres veces. Pero Wally West era un superhombre, así que se consideraba lo suficientemente listo como para no caer en la misma trampa una vez más. Era incapaz de controlarse cuando corría a la velocidad de la luz, pero había conseguido estabilizarse emocionalmente gracias a su tío Barry. Ahora sabía cómo funcionaba la Speed Force, y sólo usaría ese poder en extrema necesidad.

- Aquí Flash, te recibo perfectamente B. - respondió el pelirrojo al comunicador. Aunque había ciertas interferencias por culpa del gas, el chico recibió el mensaje al completo. Había problemas, ¿y dónde no los había en Gotham? - Estaré allí en un flash.

El muchacho abandonó el cementerio de la ciudad a la velocidad del sonido, después de dejar a Jean-Luc y a Jonathan Smith con el equipo Batman y Wonder Woman en la operación "patear el trasero de Crane". Las cosas empezaban a organizarse gracias a la red que había montado Barbara en el hospital de Gotham. Todos los superhéroes que habían quedado atrapados en la ciudad estaban luchando por mejor la situación. Y como si estuviera leyendo una novela de acción, Batman había aparecido en un giro inesperado del argumento. Crane había decidido actuar en el momento en el que supo que el murciélago se había marchado a Nueva York, pero Batman volvió tan pronto supo que Gotham estaba en peligro (otra vez). Pero la historia no terminaba ahí, no era tan simple, no era "otro" ataque de Crane con el gas del miedo, si no que a demás había conseguido afectar a otras ciudades e involucrar a unos tíos raros llamados señores del miedo. Menudo nombrecito de frikis, ¿Qué le pasaba a esta gente? ¿Querían hacer una macrofiesta de Halloween y no sabían cómo hacerla?

Durante sus diez minutos corriendo a toda velocidad, los pensamientos de Wally llegaron hasta Artemis y Dick. ¿Dónde se habrían metido todos sus amigos de la Young Justice? ¿Porqué no estaban defendiendo Gotham? El pelirrojo tenía muchas ganas de reencontrarse con todos sus amigos, pero de momento tenía que centrarse en terminar su trabajo. Al menos le consolaba haber visto a Barbara (aunque hubiera preferido que fuera en mejores circunstancias) y escuchar la voz de Conner por el comunicador.

Como un rayo, Wally West cruzó el bosque de Poison Ivy, buscando las coordenadas exactas que le había enviado Barbara. Una vez dentro de la base de Hiedra, el muchacho se quedó analizando el caos que se había montado dentro de la sala. Habían dos mujeres que desconocía peleándose entre ellas, Superboy en el otro extremo dando puñetazos al aire y Hiedra había invocado a sus plantas más peligrosas (y un tronco gigante que había crecido en medio de la sala) y estaba luchando contra un tío enorme de color rojo y un lobo gigante. Menudo espectáculo.

- Genial... ¿y yo que hago con toda esta gente? - sus ojos verdes se centraron en la feroz batalla del gigante rojo y el lobo. No pudo evitar tragar saliva, no quería meterse en medio de esa pelea ni muerto. - B., creo que están todos drogados con el gas, te enviaré algunas imágenes para que analices la situación. De mientras intentaré separarlos como pueda...

Dicho esto, lo primero que hizo Flash fue acercarse a Conner y girar varias veces a su alrededor a bastante velocidad para hacerlo caer. Esperaba desorientarlo de esa manera y así poder colocarse encima de él para hacerle una presa. 

- Vamos, colega, despierta. Necesito que me ayudes, yo solo no voy a poder con tanta gente...- el pelirrojo empezó a abofetear suavemente el rostro de Superboy, con la esperanza de que se diera cuenta de que todo lo que estaba viendo no era real. 

FDI: Los que estuvieron bajo el efecto del gas del miedo anteriormente como Blair, Rebecca, Conner y Pamela son más inmunes al gas que el resto y pueden despertarse de la paranoia cuando quieran o seguir con la batalla. Hellboy y Lobo seguirán drogados a menos que se les inyecte algún tipo de antídoto provisional. Todos podéis ver a Wally como un nuevo enemigo si queréis xD y si necesitáis que edite alguna cosa enviadme un MP ;p

La situación se complicaba por momentos. Era imposible que hubiera emergido un volcán en mitad del terreno, pero ya había comprobado en carne propia lo que significaba enfrentar a un ser sobrenatural. Las condiciones cambiaban por completo por que el orden de las cosas se alteraba a su voluntad, y eso es lo que les hacía difíciles de contrarestar. El escudo de Hiedra Venenosa ayudó a cubrir el peligro, pero no fue lo bastante resistente como para soportar la arremetida del enorme grupo que se les venía encima. Rojo se había unido a ellos a tiempo, pero estaba ocupado peleando con un ser informe que durante un momento pareció un perro, dejó de parecerlo y volvió a parecerlo. La Sheriff se frotó los ojos un instante. Quizá la droga que flotaba en el ambiente tuviera algo que ver con eso, pero no podía tomarlo más en consideración.

Desenfundó sus revólveres, y a medida que se acercaban esas criaturas, observó que se parecían sospechosamente a algunas personas que conocía. Su madre estaba allí, entre ellas. No lo dudó ni un sólo instante. Apretó el gatillo y atravesó con una bala el fondo de su ojo. Siguió disparando hasta que la cercanía la obligó a cambiar su arma. Enfundó los revólveres y desenfundó los látigos, haciéndolos chasquear y manteniendo así a raya a los seres que se les venían encima. El grito de pamela desvió su atención un instante, lo bastante como para sentir, repentinamente, que algo la agarraba por la espalda. No podía ser. Nada podía pillarla por sorpresa. Sin dudarlo un instante, se revolvió y hundió sus dientes en la carne de lo que fuera que la sostenía, clavándolos hasta que lo que fuera la soltara.

Se desequilibró y cayó al suelo, trató de ponerse en pié, pero recibió un golpe en la espalda en el proceso. Como si algo se le hubiese caído encima. Rodó, tratando de quitarse lo que fuera y saliendo de debajo. Sintió como si una ráfaga de aire le hubiera golpeado en plena cara, y entonces consiguió estabilizarse, se puso a cuatro patas y observó en dirección a Conner, donde un espejismo de color rojo le estaba golpeando en la cara. La Sheriff desconocía que estaba pasando, pero poco a poco, los enemigos a los que se enfrentaban parecían perder su forma. Si miraba hacia ellos, era capaz de percibirlos claramente, pero cuando miraba en cualquier otra dirección, su vista periférica se volvía borrosa y ellos parecían ser poco más que sombras. El árbol que habían erguido para atrapar a la bestia estaba en medio de su actual campo de visión. Era una distorsionada visión de túnel. ¿Se estaría quedando ciega? Se levantó y se dirigió hacia donde estaba estaba Conner. La mujer a la que tenía que proteger había desaparecido de su alrededor, aunque la buscara no aparecía. Así que blandiendo uno de sus látigos, puesto que el otro se le había resbalado de las manos en la refriega, se acercó al espectro rojo con el que se enfrentaba, intentando por todos los medios llamar su atención.

Habíamos fallado... ¿Cómo demonios habíamos podido fallar si- Y entonces fue cuando Hellboy se quedó colgando en las garras de aquella criatura. ¿Cómo había podido librarse del árbol? Era como el triple que él y... No habían sonado crujidos ni había notado madera rota. Todo aquello era extraño, por un momento sentí que cualquier cosa que pudiéramos hacer era inútil. Y entonces el repugnante rostro de Crane bajo esa asquerosa máscara me vino a la mente. De nuevo todo el cuerpo tenso, rabia en mi rostro e ira incontenible que se reflejaba en mi rostro a medida que veía el árbol rajarse con los movimientos del monstruo.

Un segundo... El árbol se estaba abriendo de arriba a abajo. No lo estaba abriendo yo, ni Lobo, ni Hellboy. Era esa criatura únicamente, y... ¿Por qué no me dolía? Parpadeé un par de veces y agité la cabeza. La imagen del monstruo vaciló en mi pupila como una silueta de acuarela.

-¿Pero qué...?- y relajé mis brazos por completo. Abrí el arbol por la mitad totalmente, lo que haría que Rojo y Lobo volviesen a tierra firme. Me di la vuelta para evaluar a los demás. - Todo ha sido obra de esa escoria. La composición lleva parte de mí, supongo que por eso me he percatado primero...- dije pensando en alto percatándome de que Flash estaba intentando despejar a Superboy. Ya tendría tiempo de preguntar luego... Lo primero era lo primero. Miré a Rebecca y me acerqué desde un lateral. Lo único que podía poner a mi favor esa situación, para evitar que me pegase un tiro, ya que probablemente me confundiese con otra visión, eran las feromonas. - Lo siento- dije agarrando su nuca con mi zurda y acercando sus labios a los míos para pararme milímetros antes de que eso ocurriese y rociarle justo bajo su nariz con mi aliento una buena ración de feromonas. - Rebecca, cielo, no son reales, ¿Vale? Hay que encontrar una manera de darle la vuelta a esta situación, estábamos todos con el gas del miedo, necesito que vuelvas en ti, ¿vale?- dije severa y manteniendo la mirada a esos ojos azules que en ocasiones imponían más que cualquier llamarada.

Había que hacerles reaccionar ya.

A pesar de los esfuerzos que llevaban a cabo, la criatura consiguió liberarse de ellos. Se desprendió de las extremidades por las que le sujetaba Lobo, agarrando velozmente al demonio por el cuello. Este apretó los dientes y entrecerró los ojos debido a la presión. Casi podía ver una sonrisa cruel en aquella dentada boca de la que colgaban hilos de baba viscosa y verdosa. Hellboy golpeó con fuerza el brazo del monstruo valiéndose de su mano de piedra, mientras que con la izquierda intentaba zafarse de la presa que le mantenía prácticamente colgando en el aire. Entonces el ser comenzó a abrirse paso a través del tronco, acercándose lentamente hacia la lava, llevándose al demonio con él. Pues muy bien, como quisiera. Hellboy era ignífugo, y aunque sumergirse en lava le iba a escocer un poco no le mataría ni le dejaría secuelas. Bueno, no más que las de quedarse desnudo ante todos los presentes.

- Muy bien hijo de puta, veamos quién aguanta más la respiración.- Sin embargo, lo que pasó fue bastante distinto a lo que el demonio esperaba. El tronco se abrió de golpe y cayó con fuerza contra el suelo. Pudo notar el sabor a polvo y tierra en la boca, y escupió y tosió con fuerza. Miró entonces hacia Pamela, viendo cómo se alejaba tranquilamente de ellos como si no sucediese nada. El monstruo rugió con fuerza y dio un fuerte golpe contra el suelo con sus patas delanteras.- ¡Hiedra! ¡Hiedra, ¿pero qué demonios haces?!-

Les había dejado como si nada, como si el bicho ese no estuviese allí. ¿Qué demonios le picaba? ¿Se había vuelto loca de repente? Hellboy se giró justo para frenar la dentellada que estaba a punto de darle la criatura en todo el careto, sujetando los enormes colmillos con ambas manos. Notaba su fuerza y aquel hedor... ¿Hedor? No pudo oler nada, y sin embargo allí estaba la criatura. Apretó los dientes y, con un rápido movimiento, soltó la mandíbula inferior que sujetaba con la mano izquierda, provocando que el ser mordiese su mano de piedra. Gruñó de dolor debido al impacto de sus colmillos contra la dura mano y acto seguido de sopresa al sentir un fuerte puñetazo de Hellboy en la mandíbula, provocando que soltase su mano, y un segundo puñetazo mucho más fuerte y doloroso con la mano derecha en su hocico, que provocó que cayese de lado.

- ¡Lobo, ayúdame a matar a este bicho de una maldita vez carajo!-

Se sintió aliviado de saber que Barbara estaba con él, la situación se le escapaba de las manos,  y hablando de manos, se le empezaban a escocer de las llamas de los individuos, necesitaba que alguien le dirigiera con maestría para no complicara mas las cosas. De la manera mas coherente que pudo le explico todo lo que estaba pasando sin parecer un loco. En medio de su colosal batalla contra los numerosos cuerpos que no cesaban de aparecer, apareció un torbellino rojo y amarillo que le descoloco, acabando tirado en el suelo. Cuando abrió los ojos no se espero encontrarse encima de él a su viejo amigo. Alzo una ceja mirando a ese hiperactivo chico, no podría ser el, solo se habían comunicado por radio ¿y si era el de verdad?

Wally? ¿Eres tú? no es momento de perder el tiempo, hay un ejército al cual... Destruir...

Le empezó a dar un tic nervioso en el ojo al ver que de nuevo estaba luchando contra la nada, empezaba a cabrearle ser vulnerable a ese alucinógeno, quería acabar con el responsable pero ya. Sin poderlo evitar le abrazo con fuerza, no era una ilusión, al fin lo había encontrado, estaba ansioso de írselo a contárselo a sus amigos. Cuando se dio cuenta de lo que hizo se aparto con torpeza de el, ese comportamiento no era propio del chico de acero

Lo-lo siento… gracias por despertarme de esta pesadilla… por segunda vez. Creo que ya es hora de que Pamela haga su antídoto

Dicho eso busco con la mirada a la pelirroja, su misión era conseguir el antídoto de todo este gas. Por suerte Blair estaba bien.

Ivy, dime que sabes crear el antídoto, es necesario para que todo esto acabe de una maldita vez. Dinos que necesitas y te ayudaremos.

Dijo firme en sus palabras, estaría dispuesto en ayudarla en todo lo necesario para no caer preso de esas pesadillas por tercera vez.

Wally intentó con todas sus fuerzas (o más bien con sus puñetazos) a que el chico de acero despertara, y es que para él, seguramente, la fuerza física de Wally West no fueran más que caricias. 

- Vamos, tío... - entonces sintió la mirada azul de Conner en sus ojos verdes, el chico empezaba a verle con claridad, a entrar de nuevo en la realidad. Justo entonces, Wally West fue apretujado con fuerza en un cariñoso abrazo. - ¡Ey! ¡Bienvenido, Superboy! - dijo el pelirrojo devolviéndole el abrazo a su amigo.

Llevaban casi dos años sin verse, y Wally se sentía tremendamente feliz de tenerle a su lado. Conner era una brisa de aire fresco después de estar encerrado en la Speed Force y desesperadamente solo. 

La ilusión de Conner desapareció por completo, y Wally le ayudó a levantarse. Flash analizó la situación; Pamela también se había dado cuenta de la ilusión, y con eso empezaban a despertar también Rebecca y la otra chica que no conocía. Sólo faltaba conseguir que el gigante rojo y el hombre lobo dejaran de matarse entre ellos.

- Necesito que sujetéis con fuerza a esos dos cuando os lo diga... - explicó a sus compañeros una vez se dieron cuenta de que habían sido influenciados por el gas del miedo por segunda vez. Wally West preparó su mejor carrera, y en cuestión de segundos, el pelirrojo había creado un remolino alrededor de Lobo y Hellboy gracias a la fuerza de la velocidad. Wally no alcanzó la velocidad de la luz, pero había sobrepasado la del sonido, y gracias a eso los cuerpos de Lobo y Hellboy se levantaron del suelo y empezaron a girar uno entorno al otro. Conner vio  por primera vez cómo su compañero de batallas había sobrepasado los límites de su velocidad. 

Cuando Wally detuvo la carrera, Hellboy y Lobo cayeron de lleno en el suelo, el mareo sólo los iba a confundir unos segundos.

- ¡Sujetádles cómo podáis! ¡Que no se muevan! -  Wally se acercó al hombre Rojo mientras sacaba del estuche de su guante un par de jeringuillas. En menos de un minuto, el pelirrojo ya había insertado parte del antídoto en sus cuerpos. Cuando el muchacho terminó, se dirigió con más calma hacia dónde se encontraba Pamela.

- El antídoto ya está casi completo, sólo nos falta la parte de la fórmula que le diste a Crane - le dijo a Poison Ivy - Lo que les he inyectado a vuestros amigos es sólo una solución provisional, así que es posible que el gas del miedo nos vuelva a afectar a todos si no llevamos cuidado. Necesito que me ayudéis a repartir el antídoto en cuanto esté listo, lo tengo casi todo preparado en la fábrica química de Ace Chemicals. - explicó el pelirrojo. 

FDI: Doy libertad para quien quiera paralizar a Hellboy y a Lobo mientras Flash les pone el antídoto provisional.

[FDP: Con permiso de Hellboy en las acciones y diálogos cometidos por su personaje]

Centrada como estaba en el espectro rojo, no fue capaz de distinguir una neblina verde e informe que flotaba por el rabillo de su ojo. Su vista cada vez mas turbia no fue capaz de reaccionar para formar la figura de Hiedra Venenosa acercándose desde uno de sus flancos, y entonces algo la cogió desde la nuca y llenó su campo de visión con un tono verdoso. Entornó los ojos y trató de revolverse, hasta que notó el impacto de un aliento cálido en la cara. Cerró los ojos y trató de secarse la nariz, en la que le habían dejado una sensación húmeda por el vaho. De pronto la vista se le despejó de un plumazo, y notó que sus pupilas eran capaces de enfocar mejor todo. Vio el rostro de la Hiedra, ahora perfectamente dibujado en sus retinas, y jadeó, sintiendo un intenso calor que le recorría todo el cuerpo y cómo aumentaba su riego sanguíneo, incluso llegó a notar mas intenso el agarre que mantenía en su nuca. Parpadeó varias veces, viendo ahora mas allá de ellas a Conner y uno de esos nuevos superhéroes con mayas hablando con él. Vestía de rojo. Volvió a mirar a Pamela, comprendiendo ahora cada cosa que le decía.

- Estoy empezando a hartarme de esto. - dijo, entornando los ojos, y sujetando con una mano la muñeca de la mano que se mantenía en su nuca en un gesto de mudo agradecimiento. Luego, ambas se pusieron en marcha.

Lobo y Hellboy se peleaban entre ellos como si no fueran más que dos animales salvajes disputándose el territorio. El chico de rojo comenzó a dar indicaciones, y entonces, la Sheriff observó la empuñadura del látigo que tenía en la mano, afianzó los dedos sobre ella y se acercó sin dudarlo a ambos, en cuanto la estratagema del tornado dio resultado. Rojo calló al suelo, mareado y desconcertado.

- ¡Aguanta, compañero! - exclamó la vaquera, al tiempo que el látigo chasqueaba y se enrollaba con firmeza alrededor de su amplio cuello. Clavó una de las botas en el hombro de él, y tiró hacia arriba, inmovilizando su cabeza y produciéndole una leve asfixia. Él dirigió la mano de piedra hacia el cuello, tratando de librarse del agarre, pero sus dedos eran demasiado gruesos para entrar en el ceñido espacio entre su piel y el látigo. Wally pinchó a Rojo, y cuando comenzó a hacer efecto, abrió los ojos encontrando el rostro de la vaquera, mientras esta dejaba de ejercer presión.

- ¿¡QUÉ COJONES HACES REBECCA?! ¿Quieres que te mate esa cosa?...- gritó él como pudo, aún medio ahogado, mientras la vaquera se agachaba y desataba el látigo. Él se levantó preparado para contraatacar, dio un traspiés causado por el mareo de levantarse tan rápido, y empezó a percatarse de lo que estaba sucediendo. Como única respuesta, la Sheriff le propinó una palmada en la espalda.

- Ivy, ¿Qué era lo que me diste a mi en esas jeringuillas? - preguntó, volviendo al meollo de la cuestión. Sin duda debía tratarse de algún antídoto a medias, según estaban contando. La estaba crispando los nervios no ser capaz de distinguir entre realidad y fantasía, pero desde luego, alguien tendría que enfrentarse a la ley por eso.

La mirada de Becca se enfocó en la mía, para mi alivio. Sonreí suspirando agarrándola de los brazos por la camisa. - Rebe...- me agaché ligeramente para besarle el pelo, donde no tendrían ningún efecto mis labios, y escuché entonces al resto del grupo.

- No... no recuerdo qué puse que fuese tan extraño... Él debió modificar mi fórmula. No debió añadir sólo el gas. Puedo facilitaros lo que yo hice, que funcionará- miré a Rebecca de nuevo - Tu rancho no está tan lejos. ¿Te queda alguna jeringuilla? Con eso valdría, se puede diluir o puedo fabricar más de cero pero...- Con lo poco que cabía en el tubo de una jeringa debía haber más que suficiente para que sacasen la fórmula fácilmente. - Con eso... Eso servirá- dije mirando a los ojos, sin enfocar en ningunos, de todos los que ahora clavaban su juicio en mí.


Entonces miré a mi alrededor. La fuente de mis productos, mi necesidad, mi fuerza vital, mis pequeñas... La única ayuda que podría recibir sería la de Groot... y no estaba.

Levanté las manos, mirándome las palmas y noté dos gotas de mis ojos caer en ellas. - Esto no entraba en los planes...- tenía la voz temblorosa y las lágrimas sólo eran el principio de los regueros que saldrían de entre mis párpados – Yo sólo...- cerré los ojos con fuerza y me desplomé sobre mis rodillas, haciendo un ruido de ojas secas blandas - No tendría que haber muerto tanto ser...- hundí mis manos en las hojas podridas mientras lloraba como llora alguien que observa los restos de su hogar en guerra. No me quedaba nada. Las lágrimas caían pero mi rostro permanecía inexpresivo y cansado. - Esto nunca se habló...- dije llevándome las ramas al pecho. El pecho y la espalda empezaron a moverse a modo de espasmo, acompañando mi respiración en hipo por el llanto. La respiración excesiva acabó ahogándome. Un nudo espeso me oprimía toda la garganta, el pecho, los pulmones... Era como si el propio oxígeno me estuviese impidiendo respirar. Hacía inhalaciones muy breves pero a un ritmo acelerado, así como mi pulso. Caí hacia adelante apoyando la palma de mis manos en el suelo. Hacía un ruido agónico al recibir el aire y apenas se percibía cuándo lo soltaba salvo por el movimiento de mi torso. La manera más fácil de ayudar a alguien con un ataque de ansiedad potente es hacerle el boca a boca, introduciendo así dióxido de carbono en el sistema respiratorio. Pero nadie podía ayudarme. Nadie que no quedase paralizado después, y estoy segura de que si alguien hacía el amago de hacerlo, los otros le advertirían.

Cuando el demonio se levantó no podía creer nada de lo que veían sus ojos. ¡Había sido todo una alucinación! Tal y como se lo habían advertido Johann y Abe... Él iba preparado para enfrentarse a los miedos y demás, pero jamás creyó que pudiese ser tan... Real. Había sufrido encantamientos y hechizos, pero de alguna manera había sido capaz de descubrir que eran eso al cabo de un rato. Sin embargo, aquellas alucinaciones eran tan palpables que seguía sin poder creer que se hubiese tratado del famoso gas que había ido a investigar. El componente sobrenatural demoníaco estaba más que palpable en el aire, de lo contrario no habría aguantado tanto tiempo creyendo que luchaba contra un ser infernal. Sacudió su cabeza, se acercó a Lobo y apoyó su mano en el hombro de este.

- Perdona por los golpes, no sabía que eras tú... Y he de reconocer que te desenvuelves mucho mejor de lo que esperaba. Acerca de los poderes que no deberían tocar, tengo que investigar toda la zona para ver qué puedo encontrar. Es posible que os necesite, siempre y cuando no tengas que volver a tu hogar.- El rostro del demonio era serio, pensativo. Miraba a su alrededor y era todo destrucción y muerte. Se acercó a Ivy, quedándose junto a ella de pie. En cuanto cayó, respirando con fuerza, el demonio se agachó, apoyando su mano de piedra con delicadeza sobre la espalda de ella.- Hiedra, haremos todo lo que podamos. El B.P.R.D te ayudará a repoblar todo esto, me encargaré personalmente.-

El primer encuentro de Hellboy y Pamela fue algo casi mágico. El demonio aún lo recordaba con cariño, puesto que había encontrado a alguien muy parecido a él. Rechazado por la sociedad por su aspecto, repudiado por ambos mundos y sin ningún consuelo aparente. Puede que ella fuese una eco terrorista que amenazase alguna que otra vez el mundo, pero eso a él le daba igual. La consideraba algo así como una amiga/aliada para contar con ella cuando las cosas se ponían feas, y si podía ayudarla de alguna manera, así lo haría. Pero sus palabras poco pudieron consolarla, y él lo sabía. Habían muerto miles y miles de árboles y plantas. Tanta vida borrada del mapa en un suspiro. Daría igual lo que el demonio le dijese, puesto que no serían más que palabras perdidas en el viento y la ceniza. De manera que hizo lo único que creía que podía hacer en ese momento: quedarse a su lado, apoyándola, intentando hacer que no se sintiese sola. La vaquera también estaba ahí, junto a su amiga. La miró y asintió.

- Descubrimos que la toxina que usó ese tal Crane tenía una esencia demoníaca muy fuerte. Eso explicaría por qué ha sido tan devastadora. Esa es la razón por la que estoy aquí. Necesito encontrar qué es lo que usaron para aumentar el poder del gas y volverlo tan agresivo y peligroso. Sé que no es el mejor momento, pero necesitaré vuestra ayuda. Conocéis esto mejor que yo, y será más fácil y rápido encontrar algo que pueda servirnos...- Dio un largo suspiro y volvió a mirar al suelo, pasando la mano izquierda por él, dejando unos surcos negros sobre la quemada y destrozada tierra. Podía sentir la esencia del mal, esa pesada presencia que hacía que costase respirar. Apretó los dientes al sentir como Hiedra se ahogaba, pero no tenía ni idea de qué podía hacer. Tan solo esperaba que de alguna manera se pudiese resolver todo lo antes posible.

La experiencia vital convertida a través de su paso en excelente consejera paliaba la certeza que la curiosidad y el anhelo de saber habían construido para ella, arraigando así en su percepción el fervoroso convencimiento que sus extensas comprobaciones producían en su visión del universo al que había sido liberada, cada vez mas cualificada para reconocerlo en gran amplitud...

Participando de él en mayor dimensión...

Notó entonces como de entre cada fibra brotaba una nota agónica, encubriendo las demás melodías compuestas por variables tonos que se adaptaban entre sí interpretando la inigualable sinfonía con que Púlsar se manifestaba en cuanto ser habitaba las lindes de su maternal custodia... Con un lamento mayor de lo que su limitada práctica le había permitido percibir jamás...


Boqueó, carente de aliento, arrancada de un letargo interrumpido por un apremio que nunca antes había sentido con tal urgente fatalidad...

Su frágil complexión liberada de su bienhechor cristalino posó su presencia sobre el yermo suelo, exánime de un tormento impuesto por fuerzas externas que habían vertido su simiente ponzoñosa enervando sus conciencias, forzando su extinción, asolando su sabia hasta convertirla en un limo asfixiante e inerte en el que no quedaba mas que una nada sin fin...

Escuchó a la misma tierra llorar su pérdida desafiándola con su dolor...

Y se deshizo en padecimiento... Descarnado cuerpo albar supeditado al temblor que producía la visión del páramo desidioso privado de la exquisita coalición vital que en otro tiempo cobijaba las criaturas que la Creadora de Vida amparaba bajo su tutela y amorosos cuidados... En su interior el delgado cordaje que correspondía a su conocida presencia milagrosa emitía una oscilación de tal tensión que parecía a punto de quebrarse, presa de un tormento que parecía inextinguible...

En una sucesión de pasos convulsivos, la Dama Nívea se entregó por vez primera al impulso de una intuición que la forzaba a acelerar su connatural caminar sereno transformándolo en una imperiosa carrera en pos de localizar la fuente de su reflejo calvario...


Tendida sobre el suelo, la torturada Creadora sostenía con la agónica firmeza de una madre deshijada entre sus manos los cuerpos de los caídos que le habían sido arrebatados. Golpeada por el impacto inmisericorde de un agravio que le había sido devuelto originando una pérdida mayor de la que su escrupulosidad habría sido capaz de concebir, la angustia estrechó su cuerpo rozando con su asfixiante presencia los límites de su obstinación...

Millares de hebras rojas coronadas de flores de Mathâer ondeaban en el aire con el furioso devenir de su imparable marcha, refrenada al darle alcance convirtiéndola en un espejismo irreal. Desplomándose sobre sus descarnadas rodillas sus ojos de mineral precioso advirtieron su consternación, uniéndose a ella en propia carne, recaudando para sí su sentimiento de pérdida. Manos delgadas de finos dedos despuntados en gotas labradas de transparente cristal acariciaron el rostro de la Mujer Verde, forzando el encuentro de su visión a favor del vacuo consuelo que le proporcionó comprender que en el interior de esos orbes de sangrante espinela se resguardaba la integridad de su sufrimiento, en un rito de comunión absoluta entre ambas...

Su hierático rostro blanco se distorsionó a causa del luto en un gesto doliente, llanto de cristal imitación de las lágrimas que despedidas de los ojos de la Creadora de Vida se decantaban. Estrechó su tóxica silueta abarcando en su abrazo cuanto aparecía limítrofe a las lindes de su propio cuerpo níveo, suspendiendo en el tiempo su escasa capacidad para el alivio...La aureola giraba con celeridad sobre su cabeza, expresando en un tono agudo y penetrante la intensidad de su padecimiento mutuo...

La inaugural lágrima impactó contra el terreno baldío... y el rugido emergió del interior de la tierra....


El bramido del terreno se acrecentó, abierta la tierra a causa de las grietas que se abrían surcando el erial que había postergado el bosque de la Creadora. El abrazo de la Dama Nívea degradó su contacto, hasta que sus manos se desprendieron yertas sobre sus muslos, privadas de toda fuerza. Su silueta impulsada hacia atrás elevó su rostro, alzado contra la encapotada cúpula celestial. La aureola atrapada en una órbita frenética frenó en seco, suspendida en el aire, produciendo al detenerse un tañido que resonó por cada rincón del inhóspito claro...

Su rostro inmaculado de plañidera se liberó de toda expresión, finos labios entreabiertos, párpados que cubrían a medias sus iris desaparecidos, dejando tan sólo la ausencia de una acuosa superficie blanca, privada de conciencia en ellos...

La corriente de aire golpeó a los observadores, obligándolos a tomar distancia, mientras sus delgadas muñecas indolentes movidas por una energía que no parecía emerger de la Dama Nívea colocaban sus blancas palmas inocuas ofrecidas hacia arriba, alineadas a sus descarnados codos, que mantenía fijos en torno a su enjuta cintura...

La materia de la tierra se consumió, deshaciéndose al contacto con el aire, como cenizas de un papel que flotan convertidas en pequeñas chispas elevándose sobre las corrientes de aire cálido que las transportan hasta hacerlas desaparecer... en algún lugar del bosque, la única flor viva que había permanecido inmutable, dejó caer sus pétalos albugíneos sobre el lecho yacente del suelo...

Elevándose hacia el cielo, los restos mutaron transformándose en diminutas esquirlas brillantes que convirtieron la imagen en una niebla de centelleantes estrellas rojas, el viento sacudía sus cuerpos meciendo con rabiosa fuerza la melena roja de la inconsciente Mujer Sin Sombra, pero la extraña conformación de joyas flotantes permanecía imperturbable. El suelo se convirtió en una marea de mercurial cristal sangrante, de la que brotaron columnas que emergían de la tierra con la brutal potencia de un géiser, desarrollando formas, brotando irrefrenables hacia el cielo, trazando una red hasta donde alcanzaba la vista...

Polynach subió sobre el regazo de la Mártir, incrustado en la tierra a causa de la cubierta cristalina que había empezado a envolverla. Sentado sobre sus finos muslos, se alzó sobre sus patas traseras y cerró los ojos deteniendo hasta el mas nimio de sus movimientos...

Pamela Lilian Isley escuchó por primera vez en toda su vida la esencia de "Púlsar"...

Y reconoció bajo el mar de gema roja el emerger de cuantas existencias le habían sido usurpadas. Los fragmentos carmesíes mecidos por una ingravidez inexplicable surcaron el aire en silenciosa procesión dirigiéndose hacia la exánime figura de la Dama Nívea cubriendo los retazos expuestos de su cuerpo, sepultándola bajo su protectora custodia. La traslación de la materia liberó poco a poco los cuerpos de su descendencia, mas sólo la Creadora de Vida podría reconocer en ellos la veracidad de su concepción y su presencia...

Con su única dimensión sensible, percibió las conciencias de quienes le dieron la bienvenida con su usual altruismo imperecedero, perdonándola por cuanto había sucedido, y amándola como si jamás hubiera participado en nada que hubiera podido hacerles daño...

Mientras los restos de piedra cristalina compactaban el natural sepulcro que habían erigido para la Dama Nívea, la reconstruida red vegetal que componía la hermandad de criaturas que coexistían en el bosque volcaron su sensibilidad en dar a La Creadora de Vida un cálido recibimiento en su hogar...

De la última flor extinta, germinó un brote nuevo...

OOC: Omega... ME HA ENCANTADO. DE VERDAD. Y la banda sonora es perfecta, pero perfecta. Me he tomado un poco de licencia poética, si no te gusta o quieres que edite lo que sea dímelo.

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Sentía que moría. El corazón me iba a un ritmo que mis pulmones no podían seguir, la garganta me asfixiaba, el oxígeno me desbordaba los sentidos, se me nubló la vista. Apenas noté el tacto de la piedra sobre mi espalda cuando Hellboy se me acercó. EL ÚNICO que hizo el amago de no dejarme tirada salvo por Rebbeca, por supuesto... No pude sentir nada más. Me fallaron los brazos y caí de bruces. Las piernas me acabaron temblando para caer también. Yacía boca abajo, el tórax se me movía alarmantemente rápido y sentía el olor de la muerte entrar por mi nariz y quedarse en mi boca.

Abrí los ojos todo lo que pude, aunque pareció desde fuera un intento absurdo y vi cómo los héroes, después de utilizarme para su propio bien, me dejaban abandonada... Conocían a gente capaz de recorrer el mundo en un segundo, leer la mente, crear, elementales... ¿Y de verdad no podían tener a alguien que impidiese que me asfixiara...?


Entonces una pequeña luz, un atisbo minúsculo, como una chiribita en la visión que apenas pude ver directamente. Algo venía, aunque quizá no llegase a verlo. Se me cerraron los ojos de nuevo, empecé a desmayarme cuando la vi. Frente a mí, no supe de dónde salió ni cómo pero... ahí estaba. Llorando conmigo, comprendiendo mi dolor como nadie había hecho hasta entonces. Ella sabía que yo pensaba que sin ellas, no tenía sentido vivir. Su abrazo era reconfortante a la vez que intangible, pero no podía detener mi ataque de ansiedad.

Hasta que el viento empezó a brotar. Aún a día de hoy no comprendo muy bien lo que pasó ese día, pero estoy convencida de que sólo percibí la mitad de lo que debería... Me sentía tan bien a su lado en comparación a la soledad y el dolor que me habían hecho sentir que me dio igual. Los restos podridos y muertos, mis cadáveres empezaron a elevarse, desapareciendo debajo de mi cuerpo, Les veía levantarse, marchar.

-O...osi..- lo intenté...


Escuchaba el tintineo de su corona, el aire fluía natural, el olor y sabor desapareció. Un golpetazo de vida estalló en el bosque, restaurando todo cuanto Crane y los héroes me habían arrebatado. Ella lo estaba haciendo todo. Pequeñas hebras de hierva se enredaron  en mis brazos y piernas hasta mis articulaciones superiores, abrazándome. La respiración se me calmó poco a poco, pero las lágrimas seguían surgiendo.

Notaba todas las vidas, recibiéndome con ovaciones, como si hubiese sido yo la culpable de su creación, aunque sabían que no. Me habían echado de menos, me habían perdonado...
En cuanto pude me enderecé para verla cubierta por un cristal granate.

- Osiria...- arrastré mis rodillas un par de pasos para poder llegar a ella. Apoyé la palma de mis manos sobre el cristal. Así como ella me comprendió desde el principio, algo me dijo que eso también formaba parte de ella. - Te quiero- dije besando la superficie del cristal. La quería como no había querido a nadie. Podía parecer desde fuera insuficiente, así como superficial mi relación con Hellboy. No me importaba. Ambas sabíamos lo que significaba. Ella... me había devuelto la vida, me lo había devuelto todo.

Las lágrimas que seguían cayendo entonces eran de felicidad. Me tumbé de nuevo, notándolas por mi cuerpo, los roces, me acogían... Estaban ahí...
No sé muy bien por qué pensé en la muerte de mi abuela, cuando aún era una niña. Me imaginé toda mi vida con ella, como si no hubiera muerto y... ahora... Osiria me lo había regalado. Me había traído a mi familia. Volví a respirar con normalidad y disfruté de ese tacto.

-Gracias...- dije aun en un susurro y de espaldas a ellos - Gracias por no dejarme aquí cuando todos lo han hecho- dije a mis dos amigos. - Y... no puedo evitarlo pero...- una sensación de ira, rrabia y furia me invadió. Tengo que hacer una cosa aún.- dije levantándome y echando a correr rumbo a Arkham. Ellos podían perseguirla, estar con ella. La verdad es que quizá incluso lo agradecería, pero no podrían detenerla.

El grupo se disgregó en el momento en que obtuvieron lo que necesitaban para componer las partes del antídoto. Cuando Wally proporcionó el antídoto a los presentes, en la Sheriff tuvo un efecto mayor, puesto que ya poseía en el torrente sanguíneo la mezcla administrada por Hiedra. La reacción podría no ser perfecta, pero desde luego proporcionó un gran alivio en la percepción general de la situación. Los héroes desaparecieron, dejando atrás tan sólo a aquellos que aún albergaban preocupación por las tierras devastadas y el abuso cometido. La mujer de verde se hundió sobre sus piernas, abrazando los escombros de todo aquello que la importaba. A pesar de que la experiencia general dictara que la misión se había cumplido con éxito, había demasiados caídos como para celebrarlo. Una familia entera había sido exterminada sin piedad, y en ella no había uno, ni dos, si no miles de miembros.

La vaquera permaneció impertérrita junto a Hiedra Venenosa, sin poder hacer nada por ella salvo contemplar su dolor. Posó su mano enguantada sobre su pelo, antes de que cediera por completo al pánico por la pérdida y al dolor. Hellboy también se quedó, y procuró pacificarla, pero sus esfuerzos eran insuficientes ante la incalculable pérdida.

La aparición de la chica extraña rompió por completo al ritmo de la situación. Se arrodilló junto a Hiedra, la consoló, pasando por alto el importante factor de que fue capaz de tocarla sin repercusión alguna. Por lo menos aparentemente, el urticante poder de la Hiedra no hizo efecto alguno en ella. A continuación, un viento restalló por todo el descampado y a punto de arrancar el sombrero de su cabeza, la obligó a sujetarlo mientras observaba, con los ojos entornados, lo que estaba sucediendo. Fuese lo que fuese, desde luego la Sheriff no estaba preparada para asimilarlo. La magia de lo que estaba contemplando se escapaba a su entendimiento. En pocas ocasiones había podido observar un acto de magia de ese calibre, pero por lo que ella sabía, el afán destructivo de las criaturas con las que se había visto envuelta en los últimos tiempos era mayor que su ansia por ayudar. En este caso, era tan diametralmente opuesto, tanto el acto en sí, como el extraño sentimiento pacificador que sentía al contemplar a la dulce niña, que observó lo que sucedía sin capacidad para entenderlo. El bosque se reconstruyó ante sus ojos, milagrosamente. Cuando todo acabó, sólo quedó un bloque de cristal de color rojo, donde antes había estado la delgasísima niña.

La voz de Hiedra sacó a la Sheriff de su ensimismamiento. Ella conocía a lo que fuera que había hecho eso, y ahora que parecía ciertamente recuperada del shock inicial, podían centrarse en hacer lo que era realmente necesario. El daño estaba siendo subsanado, pero las cuentas no estaban saldadas.

- No se que diablos acaba de pasar. - dijo la vaquera, ajustándose el sombrero y soltándolo, ahora que la corriente se había desvanecido como por encanto. - Pero creo que aún hay que mandar a alguien a la horca por esto. - añadió, escupiendo hacia un lado, intercambiando una mirada con el demonio y siguiendo el camino que impulsaba a Hiedra a reclamar sangre por el sufrimiento de sus seres queridos.

Hay quien dice que la noche es más oscura justo antes de amanecer. Es un dicho que el demonio más de una vez pensó y que se aplicaba cuando las cosas se ponían verdaderamente feas. Y en su mundo de persecuciones en la noche muchas veces esa oscuridad era más que palpable. No es hasta que se toca fondo cuando se puede empezar a subir, y eso fue lo que pasó. Tan solo la vaquera, él y Hiedra quedaban en el escenario de la que había sido una horrible batalla campal que no resultó más que un burdo engaño provocado por esa sustancia creada a partir del miedo y esencias demoníacas. Era verdaderamente desolador. Pero, al igual que los primeros rayos de sol, una luz rojiza comenzó a brotar del suelo. Pequeños brotes, árboles, arbustos, toda una flora que emergía lentamente, abriéndose paso a través de la tierra que pisaban. Los troncos, las hojas, las flores... Todo fue formándose bajo aquella luz carmesí que teñía la imagen de los presentes. Puede que fuese en comparación a lo que había sucedido unas horas antes, a la rapidez en que todo se formó o al hecho de que el demonio hacía tiempo no veía nada tan hermoso, pero pudo asegurar que aquello era la magia más bonita que posiblemente había visto en su vida.

Mientras todo crecía y reaparecía, una pequeña niña con la piel blanca como la porcelana y unos largos cabellos rubí apoyó sus manos sobre la sorprendida Hiedra, quien comenzó a sentir como la vida renacía a su alrededor. Sintió los jóvenes brotes, enérgicos, felices por volver a formar parte de aquella densa espesura conocida como los bosques de Gotham. El pequeño animalillo correteó alrededor de los pies de la chica, olfateando todo como siempre. El demonio entreabrió la boca, quedándose clavado en el sitio, maravillado por lo que estaba pasando.

- La mártir...- Había coincidido con ella un par de veces. La primera, cuando apareció en este mundo, en mitad del desierto de Arizona, emergiendo de un cristal tan rojo como sus cabellos y dejando a todos tan maravillados como anonadados ante aquella presencia. Otra de las veces apareció en mitad del B.P.R.D, y fue cuando más aprendieron de ella, como el hecho de que se trataba de una mártir, venida a la tierra para evitar el sufrimiento ajeno. Por eso ayudaba a Hiedra, la cual debido al modo en que se refirió a ella la conocía, o al menos había coincidido con ella también. Osiria... ¿Sería ese su verdadero nombre? A decir verdad ni siquiera Abe había sido capaz de averiguar su verdadero nombre, pero Hellboy se refería a ella como "la mártir". El bosque se rehizo por completo, cristalizando a la pequeña niña en una de esas celdas magenta, congelándola en su interior. La mujer de verde se acercó, tocó ligeramente el cristal y agradeció a la pequeña su ayuda. Ahora que las veía juntas era inevitable ver ciertas similitudes. No sólo en el color de los cabellos, sino en las pequeñas flores que ella llevaba en el pelo constantemente ya que brotaban de su ser. Hiedra se tumbó en el suelo, disfrutando de nuevo de las plantas que habían muerto a su alrededor. El demonio se acercó al cristal, posando la mano sobre él y sonriendo.- Lo has vuelto a conseguir. Ojalá Abe estuviese aquí para ver esto chica...-

Pocas veces Hellboy se podía permitir alguna alegría, pero aquella era una de ellas. Llevaba tiempo que tan solo le habían llegado malas noticias y había vivido malas experiencias, y aquello era una bocanada de aire fresco que necesitaba y se merecía. Observó a aquella pequeña a través del cristal, con su semblante serio pero apacible, recuperándose del gran esfuerzo llevado a cabo. Escuchó las palabras de agradecimiento de Hiedra y asintió. Sin embargo, esta se adentró en el bosque, furiosa, en busca de algo que seguramente necesitaba de su atención. Y fuera lo que fuese, iba a pagar por ello. El demonio miró a la vaquera, asintiendo.

- Os acompaño. Es posible que nos encontremos algo feo de camino, y además, mi trabajo aún no ha hecho más que comenzar aquí.- Y ajustándose el cuello de la gabardina, se dirigió tras la mujer de verde, rumbo a Arkham.