Una charla familiar [Joanna] [Dc, Pre-Omega]

Fecha:

Un día de entrenamientos impecable. Brian había batido su propio récord en el circuito de la Torre de los Titanes. Claro que el uso de los portales ayudaba. Lo mejor era que sus compañeros ni siquiera le riñesen. Era como competir en un evento olímpico haciendo trampas y que nadie te recriminase por ello. Evidentemente, Brian era consciente de que aquello estaba lejos de "hacer trampas". A fin de cuentas, en una situación de peligro real, había que saber aprovechar todos los recursos disponibles, propios o ambientales. ¿Acaso no eran los villanos los primeros oportunistas?

Héroes y villanos. Le encantaba pensar en aquellos términos. Quizás viese el mundo de manera demasiado simplista por su edad, pero los años que estuvo encerrado en aquel laboratorio de LexCorp le habían alejado demasiado del mundo. Una vez creyó que lo que hacía estaba bien, sobre todo cuando trabajaba codo con codo con su padre. El laboratorio era su mundo, las máquinas y los ordenadores sus amigos, los científicos su familia. No fue hasta la llegada de Xenon que se dio cuenta del engaño en el que había estado viviendo. La única persona a la que realmente había importado era su padre. Y ya no estaba.

Pero se resistía a creer que había muerto. No pudo encontrarlo tras aquella explosión, y de todos modos estaba tan asustado que huyó antes que seguir buscando. Eso no significaba nada. Podría seguir vivo. Tenía que estarlo. Y eso le recordaba... Su nueva madre adoptiva y su poder. Llevaba ya dos años con ella, dos años en los que se sorprendió de sentirse como en casa desde el primer día. Claro que con Joanna era muy fácil. En apenas dos días que comenzaron la convivencia se le desmoronaron las dos imágenes iniciales que tenía de ella: la de la política que habla de cara a la galería y la de la no-muerta siniestra que siempre habla como desde otra dimensión. Quizás era la falta que le había hecho una figura materna tras más de diez años sin ella, pero encontró alarmantemente fácil llamarla "mamá". O Joanna, según el humor que tuviera.

Acababa de llegar al portal, y ya estaba deseando contarle su día a día a Joanna, y preguntarle si podía tomarse el día libre. Las veces que aprovechaban para pasear o salir juntos al centro las disfrutaba como un enano. Era raro ver a un chico de su edad tan apegado a su madre, aunque fuese adoptiva o tan especial como la alcaldesa. ¿Quién podría culpar de eso a un chico que había vivido su propia Caverna de Platón?

-¡Mamá! ¡Ya estoy en casa!

Entró tranquilamente por el porche. Una entrada muy tópica y made in Hollywood, ¿pero qué podía decir? Se sentía feliz.

Brian pudo oír perfectamente desde el salón cómo su madre adoptiva estaba hablando aparentemente con alguien, aunque pronto la conversación se interrumpió al percibir tanto invitada como alcaldesa la entrada del chiquillo

¡Ah, cielo! Precisamente estaba hablando de tí. Ven, quiero presentarte a alguien pese a esa voz antinatural que incomodaba a aquellos que no la conocían, se notaba genuino cariño en la voz de la alcaldesa, que invitaba al muchacho a entrar en la sala de estar.

Lo que se encontró ahí fue a Joanna, vestida con unos pantalones de traje y su eterna blusa, descalza, hablando animadamente con otra mujer, cada una con una taza de te en las manos. Normalmente no tendría nada de peculiar si no fuera porque la otra mujer tenía un aura extraña, como si realmente no perteneciese a ese mundo.

La mujer se giró, sonriendo de oreja a oreja, observando al recién llegado

Ha crecido muy bien, Joanna... veo que lo estás criando bien

Hago lo que puedo, Sheridan, pero el chico crece demasiado rápido replicó la alcaldesa, sonriendo de lado, mientras dejaba que sus palabras permeasen en la mente del muchacho. Se quedó unos segundos en silencio y finalmente le dedicó una enorme y dulce sonrisa, mientras señalaba con la cabeza a su invitada

Vamos, cielo... ¿Por qué no das un abrazo a tu madre biológica? Tenía muchas ganas de verte

Brian se quedó helado apenas entró por el umbral. Escuchaba hablar a Joanna con... No, no podía ser. Aquella voz le sonaba demasiado. Hacía diez años que no la escuchaba, y aún así, estaba tan seguro de no confundirla. Tragó saliva e intentó convencerse de que estaba alucinando. Pero conocía a Joanna, conocía su poder.

¿Sería posible que...?

Al llegar al salón sus pensamientos se confirmaron. Allí estaba su madre adoptiva, hablando con... su madre. Claro, maldita sea... Era Joanna. Ella podía hacer esas cosas. No fue capaz de dar un paso más mientras la contemplaba.

¿Cómo se supone que tenía que sentirse? ¿Alegre por tenerla de vuelta? ¿Triste por recordar lo mucho que la había echado de menos? ¿Furioso por culparla por haberle abandonado cuanto más lo necesitaba? No lo sabía. En sus últimos años en LexCorp apenas había tenido oportunidad de pensar en ella. Su padre se convirtió en su mundo, los experimentos en los que trabajaba su forma de pensar en otras cosas. Lo había superado, sí, a fin de cuentas le pilló muy joven... Pero la carencia de una madre había estado siempre ahí. La ausencia de una presencia femenina que le reconfortara, que le diese cariño, que le protegiese, que le contara cuentos para dormir...

Le tembló la voz.

-M... M-mamá...

Quería darle un abrazo, con toda su alma, pero no fue capaz de moverse. Todo lo que podía hacer era quedarse allí plantado mientras le caían lagrimones como puños pos los ojos.

Las dos mujeres sonrieron de oreja a oreja, viendo la reacción del joven, que se acababa de quedar patidifuso. La nomuerta cruzó ambas piernas, apoyándose contra la mesa de modo que tenía un mejor ángulo de la escena que iba a ocurrir en ese momento, y le lanzó una mirada cómplice a la espectro, que simplemente dejó la taza en la mesa con un gesto delicado.

Se incorporó y avanzó unos pocos metros hasta quedarse al lado de Brian... y lo abrazó, atrayéndola contra sí.

Estaba claro que no estaba viva, su contacto no era tan cálido ni reconfortante como cuando estaba viva, pero aún así, seguía teniendo el amor de una madre impregnado en él. No contentos con eso, el olor suave de su perfume, uno que Brian podría haber creído captar a veces en el laboratorio, impregnó sus fosas nasales. El muchacho pudo notar cómo se le humedecía el hombro en el que estaba apoyada la cabeza de su madre, mientras ésta le apretaba contra sí.

Joanna simplemente parecía estar disfrutando de la escena, aunque parecía a punto de echarse a llorar, como quien ve una telenovela que tanto le gusta justo en el momento en el que sus personajes favoritos se reencuentran. O algo así


La alcaldesa intentaba mostrarse tranquila, indiferente, pero su voz tembló un par de veces, y sus ojos se habían enrojecido. Ocultó su propia congoja bebiendo de su té, mirando a ambos con atención, antes de suspirar

Puedo dejaros a solas... si queréis. Tendréis mucho de qué hablar

¿Cómo podía describirlo? Un recuerdo que llevaba reprimido durante años salía de nuevo a la luz, tomaba forma física y estaba allí ante él. Un sueño que se repetía constantemente durante su infancia se hacía realidad. Maldita sea, no le salían las palabras. Sólo podía quedarse allí embobado, mirando a la persona a la que más había echado de menos en su vida.

Estaba fría, pero para él era como sumergirse en una piscina en un día de verano. Un frío que agradecía y anhelaba. Sintió la humedad en su hombro, justo donde su madre apoyaba la cabeza, y terminó por derrumbarse.

-¡M-mamá...!

La abrazó como a su propia vida y aplastó la cara contra su pecho. Joanna pudo ver cómo se convulsionaba y dejaba escapar un gemido, que sería sin duda el eco de un llanto mayor. Había visto en la televisión algún que otro programa donde amigos o familiares que llevaban años sin verse se reencontraban, y la emotividad de aquellos momentos se quedaba a la altura de una babucha con ése. Aquel era un reencuentro que sabía que no se volvería a repetir. Y por ello se negó a soltarla.

-M-mamá... ¿P-por qué... p-por qué t-te... te...?

Tenía la voz demasiado rota para hablar. El adolescente crecido y seguro de sí mismo había dejado paso al niño traumatizado que no entendía por qué la persona más especial en su vida lo había abandonado.

Joanna entendió eso como el momento perfecto para marcharse. En silencio, se incorporó, mirando fijamente al chico que había adoptado como si fuera suyo, y sintió por unos momentos una punzada en el pecho. Había actuado como una madre, sí, y había volcado todo su amor en el chico, pero... jamás podría competir con su madre de verdad

Acéptalo, Joanna pensó para sí con cierta desazón desde tu resurrección estás condenada a ser un segundo plato. Al menos... he hecho algo bueno por Brian, ¿verdad? salió de la cocina sin hacer ruido, cerrando con cuidado tras de sí y suspiró, triste. Arrastró sus pies descalzos por su casa en dirección a la habitación de Brian, sumida en sus propios pensamientos mientras una lágrima volvía a correr indolente por su mejilla

Mientras tanto, madre e hijo seguían en su reencuentro esperado, ella abrazando y acunándole contra sí y él llorando y balbuceando. Sheridan lo apretó un poco más contra sí y depositó un beso en su cabeza

Shhh... no llores, cielo... estoy aquí. Siempre he estado aquí. Tranquilo

Brian hacía lo posible por contenerse y poder hablar dos palabras seguidas con su madre, pero la emoción era demasiada para él. Le temblaron las piernas y se dejó caer hacia el regazo de Sheridan. Por fortuna ella se agachó lo suficiente para que ambos acabasen sentados en un sofá. Brian siguió abrazado a ella, llorando a moco tendido, sin importarle un pito que ella estuviese tan fría.

Tras un rato logró calmarse lo suficiente para incorporarse, aunque tenía los ojos rojos y la nariz moqueada. De haberse visto en una foto hubiese pensado que estaba hecho un desastre.

-Mamá... Mamá, yo... T-tengo tanto que contarte... Tanto que preguntarte... N-no sé ni p-por dónde empezar...

Se enjugó la cara con las manos. Entonces se acordó de los Guantes Nexus, que ya no podría volver a quitarse. Miró a su madre con una mezcla de expectación y miedo, y le mostró las manos metálicas.

-Mamá, yo... Soy distinto.

Hizo un esfuerzo enorme por contener el llanto una vez más.

Por supuesto que lo eres, cielo la mujer le sonrió, acariciándole la cabeza, mientras lo acunaba con cariño. Después de tanto tiempo muerta, había echado de menos el poder abrazarle, acunarle, y recordarle todo lo que le quería. Siempre has sido especial, mi pequeño gorrioncillo. Y eso es bueno, porque eso significa que llegarás más lejos que nadie sonrió, obligándole a separarse de ella.

Le miró a los ojos y empezó a secarle las lágrimas con gesto maternal, con suavidad y con la experiencia que se podría esperar de una madre, mientras aún mantenía la sonrisa. Por supuesto, sus ojos enrojecidos dejaban bien claro que ella misma estaba al borde del llanto, pero no iba a dejarse llevar así como así

Brian... eres un chico muy fuerte, y muy especial. Te he visto crecer, desde lejos, y ten por seguro que siempre estaré contigo, ¿vale? Siempre. Lo he estado antes, lo estuve cuando estabas en el laboratorio y lo estaré en todas las aventuras que corras con tus amigos. Sólo ten cuidado... y ponte una chaqueta cuando haga frío

Aquella caricia le removió la misma conciencia. Brian había leído algunas historias de fantasmas especialmente poéticas de la literatura gótica, y se le vino a la mente un pasaje que narraba el encuentro entre el protagonista y su amada muerta. Una línea en concreto: los dedos del tiempo traspasaron la fría carcasa de mi pecho y llegaron directamente al corazón. Siempre le había gustado, no sabía por qué. Quizás porque era una línea reservada para este momento.

Miró fijamente a su madre, y le brotaron de nuevo las lágrimas mientras escuchaba sus tiernas palabras de coraje. Finalmente sonrió. La primera sonrisa que le salió ante su madre después de diez años. Le acarició la piel y los brazos.

-Sólo hay una cosa que hecho de menos, mamá... Poder volver a sentir el calor de las cosas con las manos.

A pesar de todo, no dudó en abrazarla. Se sentía muy fría, sí. Pero no le importaba. No pudo contener una risa al escuchar su último comentario.

-A partir de ahora, cuando tenga frío pensaré en ti.

Eso le recordaba a otra cosa... Joanna. Ella también estaba fría al tacto. Y había sido lo más cercano que había tenido a su madre.

Tenía que darle las gracias hasta el infinito por haberle concedido aquel momento.

No te preocupes, cielo... aún eres joven, y tienes toda una vida por delante. Quizás en unos años encuentren alguna manera de permitirte volverlo a sentir, ya lo verás la mujer sonrió, acariciando el pelo de su hijo, con una enorme sonrisa cariñosa Si hay algo que puede hacer el tiempo, es arreglar las cosas. Quizás incluso con el tiempo no lo eches tanto de menos, ¿Quién sabe? añadió, dándole un beso en la frente

Tengo muchas esperanzas puestas en tí, jovencito... Pero sé que no me defraudarás. Volveremos a vernos, cielo, no te preocupes. Ya sabes... siempre estaré aquí dicho eso, la mujer volvió a abrazar al muchacho y poco a poco su densidad fue desapareciendo, deshaciéndose en pequeñas volutas de luz verde. Al cabo de unos segundos, ya no estaba la madre biológica de Brian en la estancia, pero el olor de su perfume seguía en el ambiente, del mismo modo que el recuerdo de su presencia

Mientras tanto, en la habitación de Brian, Joanna se encontraba sentada en la cama, no pensando en nada, simplemente mirando al vacío. Cuando se sentía superada por la situación solía acudir a aquellos que se habían ido, ya que tras su paso solían tener una gran calma, paciencia y en general algunos mantenían una gran sabiduría. Sus ojos se enfocaron en ningún lugar, y sonrió triste

¿Tan pronto? Creí que te ibas a quedar un poco más, Sheridan. la mujer suspiró, bajando la vista, como si recibiese una respuesta de alguien invisible, o quizás una dulce reprimenda

Sí, sí, lo sé... pero también sé que no puedo competir contigo. No, no, no digas nada, tienes razón. Pero eso no quita que sea mi hijo también. Y no creo que esté a tu altura. La mujer agachó la cabeza y suspiró de nuevo

Está bien, está bien... tienes razón. Así lo haré

Brian cerró los ojos y se alojó de nuevo entre los brazos de su madre. Dejó que sus últimas palabras calasen hondo dentro de él, las memorizó coma por coma, sabiendo que, seguramente, ésta sería la definitiva última vez que se vieran.

Tengo muchas esperanzas puestas en tí, jovencito... Pero sé que no me defraudarás. Volveremos a vernos, cielo, no te preocupes. Ya sabes... siempre estaré aquí

-Lo sé, mamá...

Quiso decirle "te quiero", pero no le salían las palabras. Y en el fondo pensaba que no hacían falta. Los sentimientos estaban a flor de piel. Poco después de que dejara de sentirla entre sus brazos, aún podía oler su aroma, y aún recordaba el encuentro como si hubiese tenido lugar diez años atrás. Sintió que el dolor desgarrador del día en que de pronto, sin más explicación, su madre se fue de su vida desaparecía poco a poco y era sustituida por una fragante sensación de paz interior. No podía dejar de llorar, pero ahora sonreía. Había tenido la oportunidad de despedirse como siempre deseó.

Y todo gracias a una persona.

La buscó por toda la casa, y no tardó en localizarla dentro de su habitación. Le dolió verla tan triste. ¿Acaso se había sentido desplazada? Podía ser... Pero no era justo. Ella le había dado una casa cuando otra familia hubiese arrugado la nariz. Ella lo trató como a un chico normal donde otros hubiesen buscado ayuda de especialistas fríos y distantes. Y lo más importante: le había dado una segunda oportunidad.

Aún con los ojos enrojecidos y las mejillas empapadas en lágrimas, Brian le sonrió desde la puerta. Aún le temblaba la voz al hablar:

-Con lo que te gustan las telenovelas... No sabes lo que te has perdido.

Y antes de darle tiempo a replicar, se fue directo a sus brazos. Dejó la cabeza apoyada en su hombro, la abrazó con todas sus fuerzas y dejó que su voz se filtrara a través de un coro de hipidos y convulsiones.

-Gracias... Gracias... Gracias...

Brian apareció por la puerta, lo que hizo que Joanna rápidamente recompusiese el gesto, elevando la cabeza. Tenía los ojos enrojecidos, pero con ese brillo verde y fantasmal en ellos prácticamente no se notaba, y tampoco había llegado a llorar, por lo que no había realmente nada que la delatase aparte de una intuición realmente acertada por parte.

La mujer miró a su hijo adoptivo, sonriendo suavemente mientras este se abalanzaba contra ella. No tuvo tiempo para reaccionar más allá de abrir sus brazos y acogerle entre estos, cayendo de espaldas contra la cama. Notó la humedad en su blusa, y su corazón le dio un vuelco. No quería echarse a llorar, pero era casi imposible lograrlo en esa situación, por lo que un par de lágrimas rebeldes escaparon por la comisura de sus ojos.

Acarició al que era su hijo en la espalda y le besó en el cabello, en silencio, en una clara demostración de amor maternal, mientras sentía la mirada de Sheridan en su espalda. Sabía perfectamente lo que había querido decirle el fantasma de la difunta madre biológica del chico, pero no por ello podía quitarse de encima la sensación de que por mucho que lo intentase, siempre estaría a su sombra

Sssh... no hace falta, cielo... Lo sé... la mujer siguió acariciándolo con ternura, esperando con paciencia a que se recuperase por sí mismo.

Brian dejó que las lágrimas de la emoción fluyeran libremente, empapando el hombro y el pecho de Joanna, mientras se recostaba sobre ella en la cama. Hacía dos años que el tacto frío de la no-muerta dejó de importarle, y que su voz dejase de sonar desagradable para él. Era más de lo que podía haber soñado: una madre muy especial, que le comprendía y le dejaba moverse con libertad, con la que no tenía por qué guardar secretos. Le debía demasiado como para dejarla de lado. Sólo quería que lo supiese.

Tras un rato de paz, se incorporó poco a poco. Aún tenía los ojos colorados, pero al menos ya había logrado dar la orden a su cerebro para cerrar el grifo de las lágrimas. Sonreía cálidamente a Joanna, sin querer soltarla.

-Sabes... Es muy difícil sentir repulsión por lo que eres cuando tanta gente te quiere por ello -le dijo, pensando que era un buen modo de romper el hielo.

Sabes... Es muy difícil sentir repulsión por lo que eres cuando tanta gente te quiere por ello esa frase le arrancó un mal gesto a la mujer, que afortunadamente estaba fuera del ángulo de visión de su hijo en ese momento. No era precisamente el tipo de tema que le gustaba tratar, teniendo ella misma complejos y también teniéndolos Brian, pero simplemente suspiró, negando con la cabeza

Brian, sabes que no me gusta oírte decir cosas así la mujer le hizo elevar la mirada con su mano, mirándole fijamente con una expresión de reproche, antes de mudar su expresión por una suave sonrisa, maternal. Quizás no fuera su madre biológica, pero quería con locura al chiquillo, y eso nadie podría negárselo

Pero sí, Brian, eres un chico brillante, ¿por qué nadie iba a odiarte por ello? añadió, aún manteniendo su expresión, mirándole a los ojos en silencio durante unos segundos más

¿Por qué no me cuentas cómo te ha ido el día? ¿Os habéis metido de nuevo en problemas?

Brian, sabes que no me gusta oírte decir cosas así

Brianse sintió un pequeño pinchazo moral por la leve regaña de su madre, pero no tardó en sonreír al notar que ella no quería tomárselo muy en serio. Además, en realidad ya no le importaba mucho que otros fuera de su entorno le odiasen. No lo hacían los Titanes ni lo hacía Joanna. ¿Qué importaba el resto?

¿Por qué no me cuentas cómo te ha ido el día? ¿Os habéis metido de nuevo en problemas?[/quote]

-Qué va, hoy hemos tenido un día muy tranquilo. Así que aproveché para pedirle a Robin que volviese a activar el circuito de pruebas. ¿Y a que no sabes qué? ¡He batido todos mis récords! -prácticamente saltó de la cama, con la emoción pintada en los ojos-. ¡Cinco segundos y veintiséis décimas! ¡Y tan sólo salté una vez, lo juro! Estoy dominando cada vez más la inercia de los portales, basta con un empujoncito y la gravedad hace el resto... Sí, sé que suena complicado dicho así, ¡pero cuando lo pruebas es genial! ¡En serio, la ciencia es una pasada! Cuando la usas bien, claro... ¡Pero es que es increíble, porque ni siquiera en los circuitos de pruebas que tenía en El Laboratorio llegué a batir ese récord! De hecho nunca pasé de los ocho segundos cuarenta y cinco décimas. ¡Pero es que es increíble, es...!

Desbordaba alegría y emoción, pero empezó poco a poco a desinflarse cuando mencionó la palabra. Él siempre se refería a su "hogar" de infancia como El Laboratorio. Aunque una investigación posterior por parte de Nightwing demostró que dicho laboratorio pertenecía a LexCorp, una parte del cerebro de Brian se negaba a reconocerlo. No era descabellada la posibilidad de que le hubiesen drogado o manipulado su cerebro de algún modo para mantener esa información oculta. De todos modos, el recuerdo de su padre seguía muy vivo en su cabeza. Y eso le dolía tanto como la pérdida de su madre. O más, ya que no tenía la certeza de que estuviese realmente muerto.

-Ojalá él estuviese aquí para verlo... Seguro que me hubiese dicho algo como "la inercia sin control no sirve de nada". Era su manera de darme la enhorabuena, a veces era un poco idiota con esas cosas...

Emitió una risa lacónica y suspiró. Pero trató de sonreír de nuevo cuando volvió a mirar a Joanna. No quería hacerla pasar mal por culpa de sus malos recuerdos, otra vez no. Ahora sólo quería tener un día agradable con ella.

-Hace un día estupendo... ¿Nos damos un paseo?

La mujer sonrió suavemente ante la emoción de su hijo adoptivo. Podía ver la ilusión en sus ojos, y aunque sus conocimientos de física eran muy limitados, creía entender un poco a lo que se refería el muchacho. Ella siempre había sido de letras, pero desde que había acogido bajo su ala al joven titan había empezado a leer libros sobre física básica sólo para poder mantener un nivel similar al del muchacho.

Estaba segura de que el gesto no se le había escapado al avispado chaval, pero no era algo que la política hubiese escondido de todos modos. Simplemente, consideraba importante compartir los intereses de su hijo, demostrar que lo apoyaba en todas sus empresas para darle la confianza necesaria como para poder elegir finalmente por sí mismo el camino que desease tomar.

La mujer acarició el pelo del adolescente, sin romper el contacto visual en ningún momento, sonriendo suavemente. Cuando hizo el comentario sobre su padre, Joanna no dijo nada, simplemente mirándole fijamente. Era duro "competir" con la imagen que un niño tenía de sus padres biológicos, especialmente cuando lo adoptabas tan mayor, pero la no-muerta no era de las que se amilanaban ante un reto, y estaba segura de que Brian apreciaba eso de la alcaldesa

Claro, deja que me calce. la mujer se separó del muchacho, dirigiéndose a un pequeño armario zapatero del que extrajo unos sencillos zapatos marrones de tacón bajo, comenzando a calzarlos de forma inmediata

Hoy hace un día estupendo, cielo ¿Qué te parece si tomamos un helado y damos un paseo por la bahía?

Brian sonrió. Decidió que ya no era hora de deprimirse. Joanna le había conmovido muchísimo, y precisamente por eso quería disfrutar del día con ella todo lo posible. No tardó en buscar su jersey azul marino, el que le gustaba ponerse para pasear, por los grandes bolsillos en los que podía esconder las manos, y fue tras ella.

-¡Me parece genial! ¿Cojo el freesbie?

De hecho, antes de que la alcaldesa le pudiese contestar, él ya había usado sus portales para alcanzar el juguete en su cuarto sin tener que recorrerse todo el camino de vuelta. La miró de nuevo, sonriente, jugueteando con el freesbie entre sus dedos.

-¡Cuando quieras, yo ya estoy listo!

Si algo le había demostrado Brian a Joanna era que sabía ser muy agradecido con el afecto que se le daba.

Joanna sonrió suavemente y asintió. Sí, sería mejor que Brian cogiese el juguete, especialmente teniendo en cuenta la sorpresa que le tenía preparada. No se distrajo mucho más y terminó de calzarse con soltura, esperando pacientemente en la puerta del piso a que su hijo adoptivo volviese de su habitación. De nuevo, le dedicó una suave sonrisa y le indicó con un cabeceo que fuese saliendo primero.

Tras cerrar con llave, comenzó a avanzar con parsimonia, enterrando su mano derecha en el pelo del cogote de Brian, dedicándole así un gesto cariñoso


La mujer sonrió suavemente, centrando la mirada en su hijo durante unos momentos, antes de soltar una leve risilla algo juvenil

Brian se adelantó pocos pasos, sin separarse mucho de Joanna, de quien aceptó encantado los mimos. Se sentía más animado que nunca después de aquella peculiar experiencia paranormal. Que te dijesen que tenías una ventana abierta para hablar cuando gustases con tu difunta madre era una sorpresa que no te daban todos los días.

La noticia de Joanna le arrancó una nueva sonrisa, y le miró con emoción, jugueteando con el freesbie.

-¿En serio? ¡Mola! ¡Estoy deseando ver cómo representan aquella misión en la que le pateamos el culo a Bane y Mr. Freeze en Columbia!

Aunque pronto cambió la sonrisa juvenil por una muy graciosa expresión enfurruñada.

-Pero si me sacan, espero que al menos acierten con mi nariz. Que al pobre Conner lo sacan siempre fatal...

-¿En serio? ¡Mola! ¡Estoy deseando ver cómo representan aquella misión en la que le pateamos el culo a Bane y Mr. Freeze en Columbia!

Joanna sonrió suavemente. Había oído hablar de esa misión, y aunque le preocupaba que su hijo se enfrentase cara a cara contra villanos de esa calaña (o de cualquier calaña... ni si quiera le agradaba que se pegase con Killer Moth), sabía que era su deber apoyarle y ayudarle en su periplo como héroe. ¿Quién sabía? A lo mejor terminaba de policía de mayor, como su abuela

-Pero si me sacan, espero que al menos acierten con mi nariz. Que al pobre Conner lo sacan siempre fatal...

Bueno, cielo... en su caso es normal, ser el clon de superman suele hacer que los dibujantes se preocupen más en hacerte parecido a ese héroe que en ser fieles a la realidad... la mujer se quedó unos segundos en silencio, juntando ambas manos a su espalda. La verdad es que no se imaginaba cómo sería vivir a la sombra del mayor héroe del mundo, del mismo modo que tampoco se imaginaba cómo sería vivir a la sombra del murciélago.

Suspiró. ¿Cómo sería vivir bajo su propia sombra? ¿Sería duro para Brian? ¿Sería un peso extra, un lastre que le impidiese crecer como persona? Esperaba que no, pero... no podía evitar tener una cierta inseguridad.

Pasó delante de una pastelería, saludando distraídamente al dependiente, mientras miraba al infinito. Había pensado que con el tiempo, las inseguridades desaparecerían, pero ahí seguían, tan fuertes como siempre. ¿Era un buen ejemplo para su hijo? ¿Para los hijos de la ciudad? ¿Se esforzaba lo suficiente? ¿Hacía realmente lo correcto? Eran tantas las dudas...

Centró los ojos entonces en Brian y sonrió suavemente, encogiéndose mentalmente de hombros. En fin, el tiempo y los libros de historia serían sus jueces, después de todo. Y era posible que estuviese el día de ese juicio.

-Pues no me parece justo, la verdad. El problema es que los guionistas y los dibujantes no están en el lugar de los hechos. Algún día yo seré dibujante de cómics, y contaré las historias tal y como son y no como ellos quieren que sean.

Lo dijo en un gesto de típica bravuconería adolescente, aunque en el fondo tanto Joanna como Brian sabían que, hasta que no encontrase la forma de quitarse los guantes, lo de sujetar con delicadeza un lápiz era poco menos que una tarea imposible.

Pasaron por una pastelería, donde Brian se engolosinó con todo lo que llevase chocolate. Le hizo muchísima gracia una colección de bombones que habían fabricado imitando a la perfección a la Liga de la Justicia, e incluso a miembros de los Jóvenes Titanes. Bueno, todo lo perfecto que se podía en un monigote de chocolate. Por no abusar de la generosidad de su madre adoptiva, pidió un bombón de tamaño de figura de coleccionista de Raven, hecho con chocolate negro y blanco, y con remates de caramelo. Le dio mucha pena comérselo por la fidelidad con que había recreado sus detalles, pero optó por comérselo por consejo de Joanna antes de que se derritiese.

-Jobar... Anda que si la original fuese tan dulce como ésta... -comentó, con la boca llena, mientras abandonaban el local.

Le daba pena que Joanna no pudiese disfrutar ya de los sabores de los alimentos. Pero la sonrisa complacida del chico era indicio más que suficiente de lo mucho que estaba disfrutando. A eso lo acompañó un abrazo espontáneo que le dio a su madre, manteniéndose agarrado a su cintura. Sí, era un poco crío para su edad, pero después de toda una vida sin una madre, la demanda de afecto era para él superior a cualquier noción de vergüenza.

-Bueno, ¿vamos a ver esa nueva serie regular?

Joanna sonrió suavemente mientras su hijo escogía la chocolatina que deseaba. Ella no pidió nada, principalmente por esa incapacidad de saborear las cosas, ya que si bebía café o en general tomaba algún líquido o sólido era más por mantener una cierta apariencia de normalidad o para no incomodar a sus comensales que por verdadera necesidad.

No dijo nada ante el comentario sobre su compañera titán, consciente de que ella misma había pensado que era, en el mejor de los casos, muy seca. Pero no dudaba de su integridad ni de su dedicación a la causa, por lo que consideraba que ese carácter tan difícil sólo era en el fondo un pequeño defecto que podía pasarse por alto. No todos los héroes podían ser guapos, carismáticos y con un culo tan bien puesto como Nightwing...

Joanna apartó la mirada, algo avergonzada por sus pensamientos, antes de mirar al frente, sonriendo de nuevo a su hijo adolescente

Tienes razón, habíamos salido para eso. comentó con cierta inocencia y naturalidad. Al dar la vuelta a la esquina, ambos se encontraron de frente con la perrera municipal, y, justo a dos tiendas al lado, la tienda de cómics de la que había hablado a su hijo.

Era hora de la segunda fase del plan

El comentario de Joanna casi le decepcionó. Nuevamente asuntos de papeleo o con relación con su cargo de alcaldesa. ¿De qué extrañarse? Al menos habían dedicado tiempo para pasear y echar un rato juntos, así que no podía reprochárselo.

-Vaaale... ¡Pero sólo a cambio de la colección completa de Stardust! ¡Que sólo me quedan cinco números para completarla!

Dicho esto, se plantó delante del escaparate de la perrera, a la espera de que Joanna entrase primero. Un par de cachorrillos de labrador y alsaciano se pegaron al cristal y empezaron a removerse, como implorando al muchacho por su libertad. Brian se sintió conmovido por los gestos de los animalitos: se acordaba demasiado de sí mismo entre las cuatro paredes del laboratorio de LexCorp.

-Mamá, ¿de verdad tienen que estar ahí encerrados?

-Vaaale... ¡Pero sólo a cambio de la colección completa de Stardust! ¡Que sólo me quedan cinco números para completarla!

Eres un pequeño aprovechado... musitó la alcaldesa, sonriendo suavemente. Le pasó una mano por la cabeza y le acarició el pelo mientras ambos por fin llegaban a la perrera. Ella entró primero, saludando al dependiente con un cabeceo. Este sacó un fajo de papeles y le tendió un bolígrafo a la alcaldesa mientras le dedicaba una sonrisa enigmática

-Mamá, ¿de verdad tienen que estar ahí encerrados?

Bueno, cielo... no podemos permitir que estén solos por las calles. Pueden coger enfermedades, como la rabia, y transmitirlas la mujer sonrió suavemente mientras rellenaba los papeles. Las perreras eran una parte imprescindible de la ciudad, aunque a veces el funcionamiento podía resultar algo cruel.


La mujer asintió, dando un golpecito al bolígrafo y se giró sobre sí misma, con una sonrisa tan misteriosa como la del dependiente, que rápidamente se metió en una oficina tras el mostrador

Pero la verdadera pregunta, cielo, es... de pronto, un ladrido los interrumpió, y un cachorrillo salió corriendo, tirándose en brazos del niño, moviendo su cola alegremente

¿Qué nombre le vas a dar? Ya sabes, para terminar con los papeles de la adopción...

Se sintió muy incómodo cuando entró en la perrera. Ver a todos aquellos animalillos encerrados en jaulas, gimoteando y reclamando atención a futuros dueños, le encogió el corazón. Se le venían a la cabeza los recuerdos de LexCorp, de las habitaciones donde tenía que pasarse los días, sin saber nada del mundo exterior. Como uno de los hámsters a los que tenían dando vueltas en la rueda horas y horas.

-No tienen ellos la culpa de ponerse enfermos... -protestó, haciendo un mohín.

Dio la espalda a Joanna mientras rellenaba los papeles con el dueño de la perrera, y siguió abstraído, mirando con ojos tristes a todos los cachorros que deambulaban por sus jaulas.

-Pero no todos tienen esa misma suerte, ¿a que no? -no podía evitar sentirse dolido por los que no tenían la oportunidad de marcharse. A veces pensaba que la vida era injusta, que la selección natural era un invento cruel de la naturaleza.

Y de pronto todo su pesimismo se esfumó en cuanto una bolilla de pelo y orejitas tiesas se le echó encima, ladrando alegremente y meneando el rabito. Se le iluminó la cara, se le dibujó una sonrisa enorme y no dudó ni un segundo en agarrar al animal y acercárselo. El perrito aprovechó la cercanía para descargar una salva de lametazos sobre su mejilla.

-¡M-Mamá! ¡Y-yo...! ¡G-Gracias!

Demasiadas emociones por un día. Se le saltaron las lágrimas de nuevo, aunque esta vez era de pura alegría. Abrazó al animal como si fuera su juguete, y éste respondió con más lametones. Habían conectado en el acto.

-Es chica... -había tenido tiempo de examinarla-. Y mi nombre favorito de chica es Chel. Así que... ¡Bienvenida a la familia, Chel!

En brazos como la tenía, le rascó la panzita, y la cachorrita respondió revolviéndose entre sus brazos hasta quedar con las patitas hacia arriba. No parecía incomodarle el tacto de metal de las manos.

Joanna prefirió no responder a lo que le había dicho Brian. Era cierto, no todos encontraban un hogar, y algunos eran eutanasiados cuando eran demasiado mayores para ser adoptados. Pero siempre había alguno que se salvaba, y al final, era lo que importaba. Finalmente, Brian se encontró con la sorpresa que su madre adoptiva había preparado, y esta sólo sonrió de lado mientras se apoyaba en el mostrador, mirándole con ternura

-¡M-Mamá! ¡Y-yo...! ¡G-Gracias!

La alcaldesa negó con la cabeza. Había tenido mucha suerte de encontrar un perro con el suficiente poco instinto como para no inquietarse ante su presencia, y llevaba ya tiempo queriendo hacerle un regalo en condiciones a su hijo

-Es chica... Y mi nombre favorito de chica es Chel. Así que... ¡Bienvenida a la familia, Chel!

¿Como la protagonista de ese videojuego sobre portales? Muy bien, Chell entonces la mujer se giró de nuevo, aún con esa sonrisa en sus labios, mientras terminaba de rellenar el formulario. Tras pagar las tasas, asintió y se acercó a su nuevo miembro de la familia, acariciando la cabeza de Brian

Muy bien, cielo, ya está hecho todo el papeleo. ¿Por qué no vamos al parque con Chel?