Tu locura tiene remedio (Douglas Rattman) [01/04/2018]

El doctor se revolvió dolorido en su duro camastro. No recordaba apenas lo sucedido el día anterior. Cuando abrió los ojos, miró al techo. Allí había un gigantesco ojo. No parpadeaba, no se movía, simplemente no dejaba de mirarle fijamente. Se quedó clavado allí, observándolo, pero acabó poniéndose nervioso, y trató de huir, cayendo de la cama. Gimoteando, logró alzar de nuevo la vista hacia un celador que le devolvió una mueca burlona antes de volver a pasearse frente a su reja. A juzgar por el silencio y las luces encendidas, debía ser la hora del recreo. Muy mal tuvo que portarse para que a él, que era un don nadie, le dejaran encerrado allí lejos de los demás.

Unos vagos recuerdos de lo sucedido acudieron entonces a su mente. Fue durante su última sesión con Belmont, en esa misma celda. Contempló los garabatos en sus paredes, encontrándose con su boceto de la torre Stark, el desencadenante de todo. Ella sabía lo que era ese lugar, dijo conocerlo desde hacía muchos años, así que ella conocía su realidad, su verdadero origen... ya no tenía razones para seguir creyendo que su vida entera había sido una mentira, ni siquiera para adaptarse a este nuevo mundo, el caso era cómo iba a escapar de ese lugar para recuperarla...

Se acercó a la verja y llamó al celador , que se acercó con fastidio.

- ¿Qué quieres, Da Vinci? ¿Otra tiza para tus graffitis?

- Oh, no... no... tengo suficientes en el cuenco. Quería saber si... si hoy tendré visita con la doctora Belmont de nuevo.

-Jajajajaja, lo dudo... Has puesto a ese bombón en peligro dos veces esta semana, tarado, y eso ha cabreado mucho al jefe. Seguro que no dejarán que vuelvas a acercarte a ella jamás, ¡pero anímate! No te han roto nada, ¡o eso creemos, jajajaja!

El hombre se alejó, haciendo resonar su risa, que poco tenía que envidiar a algunas de las de los pacientes, por el largo pasillo. Doug se quedó inmóvil, incapaz de soltar los barrotes, con las manos temblorosas. Su única salvación acababa de volar por los aires por culpa de su demencia natural. De pronto, le pareció oír un extraño coro ascendente de aplausos y carcajadas histéricas tras de sí, mientras del otro lado, llegaba el barullo de los presos regresando a las celdas.

Estaba perdido...

Estaba muy enfadada en mi despacho. Mucho. Lo que le habían hecho a Doug podía estar justificado desde el punto de vista de esos cabeza de chorlito, pero yo tengo el control. Si soy la doctora que me dejen ejercer y no me arrebaten el único vestigio de verdadera lucidez y esperanza de mi paciente.

Me encerré en mi despacho recopilando información, números, nombres, cualquier cosa que me sirviera para ayudar a Doug. También me encargué de empapelar a la "seguridad" de Arkham, al menos, la que coincidía en mi turno; esos psicópatas disfrutaban haciendo sufrir a los pacientes.
Sacudí la cabeza. No pensaba con claridad. Me estaba dejando llevar por la rabia y la impotencia que sentí en la celda con Douglas. ...¿Qué iba a decir? ¿"Despidan a esta gente por hacer el trabajo que ustedes les han encomendado"? Empezaba no sólo a intuir que todos en Arkham tenían algún problema, sino a creérmelo también. Rompí esos papeles y los tiré al otro lado de mi escritorio, haciendo que varios papeles cayeran también al suelo.

En cuanto al número del señor Stark, no me resultó difícil conseguirlo. Al menos, el de sus oficinas o asistentes, o vete a saber. Quizás fueran robots.
Llamé repetidas veces, pero nunca me dejaban hablar con el señor Stark, siempre alegaban no saber nada de un tal científico que concordase con la descripción de Doug, o con su nombre. No es que dudaran en conocerle, es que directamente se cerraban en banda negando cualquier tipo de información. ¿Por qué?

Al cabo de un par de días sin ver a Rattmann y de intentar contactar con el señor Stark decidí que iba a hablar con mi paciente. Si Stark no iba a darme respuestas, que me las diera Doug. Me presenté sin avisar en su celda. Parecía triste y desmejorado, más de lo habitual. Me acerqué a los barrotes y los golpeé con suavidad para llamar su atención, me mirara o no.

-Doug, soy la doctora Belmont. He intentado contactar con Stark, pero no parece querer hablar conmigo o escuchar que estás aquí. ¿Por qué? ¿Por qué no puedo alcanzarle?- me callé un momento. -No te tengo miedo, Doug. No creo que vayas a hacerme daño. Pero Stark no colabora, así que, por favor, hazlo tú...

Me quedé en silencio, pensando, mirando a la nada. Si Doug no podía ayudarme o guiarme, y Stark no colaboraba, poco podría hacer yo para convencer al rector de Arkham para que liberase a mi paciente... sin usar mis poderes. Pero no iba a hacerlo, jamás los usaría en Arkham. Demasiados riesgos.

En mitad de su delirio, pues había sido castigado sin más tizas ni rotuladores, Doug creyó ver la melena rosada de su ángel salvador dibujarse entre la bruma de fantasmas y seres indescriptibles que no se atrevía a mirar directamente. El sonido del delicado tintineo de sus uñas contra los barrotes despejó sus dudas en un instante; Ella estaba allí. Salió arrastrádose de debajo de su camastro, lugar donde se ocultaba del mundo que le rodeaba, y se acercó hasta ella, temeroso de tocarla estando en tan mal estado. Hizo un esfuerzo por  concentrarse en lo que le decía, ignorando los susurros y las voces a su alrededor: Stark... Stark no respondía a la llamada de la doctora. Renegaban de él...

"¡No, no! ¡Es imposible! Stark no es así, tiene que haber una razón para esto..."

Cuanto más se sumía en aquélla cuestión, más se alejaban las voces y sombras. Su escasa lucidez acudía al rescate por pura supervivencia; Si permanecía más tiempo allí, su locura empeoraría a un ritmo vertiginoso, y en poco tiempo alcanzaría un punto de no retorno...

Quizá Stark andase demasiado ocupado consultando bases de datos y noticias sobre la colisión, tratando de localizar a los empleados desaparecidos para retomar los proyectos pendientes, o tal vez ya se encontrase gestionando la contratación de personal eficiente para tal fin y dando de baja las fichas de aquéllos que consideraban fallecidos. Sea como fuere, ese hombre no debía dar abasto, y tal vez sus empleados estaban atendiendo las llamadas y comunicados que él no podía asistir por el momento, aunque fuese gente que no tuviera ni idea de lo que Stark andaba buscando... Doug sintió un escalofrío. Quién sabe cuántos como él estaban desesperando por culpa de aquélla situación, por causa de ese cortafuegos humano que impedía que llegasen sus mensajes de auxilio. No podían contar con una comunicación directa, y lo más probable era que Jarvis, el superordenador creado por Stark, estuviese rastreando bases de datos de lugares como aquél sin parar, en busca de pistas. Al pensarlo, se dio una fuerte palmada en la frente, y se dirigió a la doctora. Solo tendrían una oportunidad...

- Doctora... Mi expediente en Arkham cuenta la historia que construí para tratar de evitar ser recluído, no la verdadera, porque nadie la creyó. Puede haber más Douglas Rattmann en este mundo, pero estoy seguro de que ninguno ha hecho lo que yo hice. Necesito que cambie mi ficha, que cuente quién soy, que trabajé en Stark Industries, y sobretodo, en qué. Escuche atentamente...

Pasó un buen rato explicando de forma entendible para un civil el funcionamiento del proyecto de los portales, facilitando su nombre en clave, su código de trabajador, sus funciones, todo lo que le relacionaba con aquélla empresa y ese proyecto que, meses antes, prometía darle gran fama. Con ojos sombríos, pero con un brillo esperanzado, observó a la doctora antes de que los pasos de los celadores se oyeran de vuelta por el pasillo.

- No olvide poner todo eso en la ficha, en mi historial. Si Jarvis asocia los términos del proyecto a mi nombre antes de que alguien corrija la ficha, quizá tengamos suerte...-Ignoraba si la mujer tenía acceso a esos archivos. Quizá no fuese una gran hacker. Tal vez todo aquéllo fuese en vano...- ¡Corra!

...Pero seguía siendo el único ángel que había encontrado entre aquéllas sombrías paredes.

Observé con detenimiento las reacciones tanto faciales como corporales de Doug cerciorándome de su que su historia era cierta, pues el pánico y la incomprensión tomaron posesión de él. Y entonces me sorprendió con la palmada que se dio a sí mismo en la frente tras un momento de duda. Fruncí el ceño y me acerqué un poco más a los barrotes, escuchando a los gorilas que comenzaban a volver.

Escuché su historia de cabo a rabo, todo lo que tendría que poner en la ficha que Stark debía encontrar. Algunas me parecieron algo ilegales y dudé en si ponerlo o no, pero conociendo al Tony S. de mi universo eso no supondría ningún problema para ocultarlo o hacerlo de menos.
Asentí varias veces y no tomé apuntes de nada, pues me acordaría de todo sin lugar a error. Tampoco me paré a pensar si a Doug le parecería raro o si se habría dado cuenta de ese hecho, pero no le di mayor importancia y me pasé una mano por el pelo.

-Haré todo lo que pueda, Doug. Pero no puedo prometer nada. Dependes de Stark a partir de ahora...- le dediqué una mirada un poco más duradera de lo profesionalmente estipulado y me marché, saludando a los gorilas de vuelta a mi despacho.

Una vez en mi cubículo, me senté frente al ordenador y busqué la ficha de Doug para después pulsar el botón de "Editar".

*Introduzca contraseña de seguridad*
¿Contraseña? ¿En serio?, pienso. Pongo los ojos en blanco y me acomodo para entrar en la cabeza del joven y dócil informático que tienen en practicas en Arkham. El pobre no sabe dónde ha ido a parar, como tampoco sabe que o le echan la semana que viene o se quedará aquí el resto de sus días... como paciente. Fue tarea fácil dar con la contraseña en sus recuerdos, por lo que pude editar el archivo de Douglas con rapidez y eficacia.
*Archivo correctamente guardado*

Suelto el aire que no sabía que estaba guardando y me dejé caer sobre mi butaca, esperando de veras que Stark encontrara a Doug.