Minievento: El Culto De el de Las Mil Formas: El Corazón de Naparvat (Sloan Jenkins, Spawn, Reed Richards) [30-06-2018]

El súbito ruido a su espalda le hizo mirar tras él a tiempo para ver cómo el moreno le salvaba la vida... por segunda vez, arriesgando la suya en el proceso.

- ¡Quieto, bicho! ¡Deja que te destrocemos con calmaaAAAAAAAAAAAAAAH!

Los dos tentáculos que había tenido sujetos lo elevaron por los aires mientras el tercero se dirigía velozmente hacia él. Arión lo cortó sin esfuerzo y, volviéndose rápidamente hacia Sloan, lanzó dos proyectiles mágicos que sesgaron limpiamente los apéndices que lo sujetaban. El moreno empezó a caer, pero Arión cruzó las dos manos por encima de la cabeza y creó un lazo místico de color verde que lo recogió en el aire, depositándolo con suavidad en el suelo. Para entonces, ya Reed había terminado de inmovilizar a la criatura, que no pudo hacer más que consumirse en las llamas entre chillidos escalofriantes hasta que por fin no quedó nada...

- Parece que me equivoqué al juzgarte -le dijo a Sloan ofreciéndole su mano-. La primera vez que te vi creí percibir en ti una inexplicable sensación de malestar, pero ahora veo que tu alma es noble, y me harías un gran honor si me aceptaras como amigo. También usted, señor Richards... -añadió volviéndose hacia el científico-. Su ayuda ha sido incalculable, y realmente me gustaría saber...

Una voz de tinieblas comenzó a oírse entonces, recitando unos extraños salmos extraídos de algún libro olvidado en el albor de los tiempos, y una densa oscuridad se materializó finalmente ante ellos. Arión descargó sus rayos, uno tras otro, sin conseguir el menor efecto, así que decidió probar con otra cosa. Si el ser que les atacaba estaba hecho de oscuridad, quizá su Némesis pudiera hacerle frente, de manera que invocó un hechizo de luz y su cuerpo entero comenzó a resplandecer con fuerza, ahuyentando las tinieblas.

¡FIUUUUUUUUUU! ¡SLASH! ¡CHACK! ¡UOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOH!

Sloan cayó y cayó cuando los tentáculos de la criatura fueron cercenados, pero algo parecido a un lazo verde lo rodeó y lo sujetó en el aire, haciendo que cayera con menor velocidad hasta tocar el suelo. Le sorprendió que alguien lo salvara ya que siempre se había valido por si mismo para sobrevivir a una caída como esa (lógico, siendo un ser que se tejía a si mismo cuando lo herían). Más se sorprendió cuando el tipo que lo ayudó, el mago en cuestión de melena castaña le dijo que "tenía el alma noble".

...

..

¿Se puede tener el alma noble? Es más, ¿alma, él? Bueno tal vez sí al tomarse la explicación de "alma" de otra forma que no fuera la parte espiritual de una persona, sino aquello que compone su personalidad. Si fuera así, vale. Había escuchado que uno podía ser noble, y también el metal podía ser noble. Ahora resulta que también el alma.

- ¿Amigos? Por mí vale pero yo de tú no me desprendería tan deprisa de esa sensación de malestar: te podrías llevar una desagradable sorpresa - guiño, brazos en jarra y plano hacia su sombra. Eso habría quedado bien en una película, ¿ves?

Cuando la criatura desapareció el que vino a decirles hola resultó ser aquel que estaba tras las sombras, manejando los hilos: el sacerdote supremo auguró el moreno al verle y escucharle, recitando unos augurios que había escuchado mil y una vez dentro de su cabeza y allá donde la luz no llegaba. Sloan sonrió como si acabara de encontrar la llave que abre la puerta de su casa, la cual permanecía cerrada durante muuucho, mucho tiempo. Se acercó al sacerdote, y éste se convirtió en sombras.

- Otra vez con esas... - Cuando al fin había encontrado a alguien que... en fin... Sloan se puso en guardia, esperando el ataque del sacerdote que vendría en cualquier momento y desde cualquier lado. El mago de cabellos castaños se cubrió de luz, o eso parecía. ¿Intentaría hacer desaparecer las sombras?

¿La llave? ¿Eras? Arión miró a Sloan. Había notado algo extraño en él desde el principio, un asomo de inquietud, un halo de malestar que no se podía explicar, y ahora empezaba a entender por qué. Los sellos de su espalda debían de servir para mantener a buen recaudo lo que fuera que albergara en su interior. Arión había tenido experiencias similares en el pasado, y había aprendido a las malas que lo que había sido sellado no debía ser liberado bajo ningún concepto. Él se encargaría de eso.

Se acercaba la prueba final, aquella que pondría a prueba sus poderes y habilidades, y no podían fracasar, de modo que decidió utilizar uno de sus conjuros más poderosos.

- ¡Cubridme! -gritó una vez más a sus compañeros mientras él se recubría con un conjuro de protección y se concentraba en el Sello de Sigmar, un pequeño anillo que estaba continuamente cambiando de forma y le permitiría cambiar la suya a voluntad, siempre y cuando le dieran el tiempo suficiente para ello.

El fragor de la batalla se desarrolló a su alrededor mientras sus compañeros se enzarzaban con la criatura, hasta que logró reunir el poder suficiente para comenzar el cambio y su cuerpo comenzó a crecer y a crecer hasta adoptar la forma de uno de los dioses primigenios, tan alto o más que aquél ser.

Arión se lanzó entonces a por la criatura, avanzando por el terreno devastado por el fuego de sus anteriores conjuros, utilizando los tentáculos para inmovilizar la lengua del ser y sus extremidades y midiendo su fuerza con la suya.

Vale, eso SI que no se lo esperaba. Habría soportado cualquier cosa como un ataque por la espalda, que le apuñalaran mil veces, que le insultaran en mil idiomas... pero ver como la sombra de aquel tipo se alzaba con la forma de la Bestia de la Lengua Sangrante... Eso le descolocó, en más de un sentido. Dejó a un lado su posición defensiva y se quedó de pie, absorto, observando aquella figura magnífica y familiar. Una sonrisa se dibujó en una de sus comisuras. Sus ojos verdes chisporroteaban de emoción y añoranza, una sensación que hasta que no llegó a éste mundo no supo lo que era.

Fuera de todo pronóstico, la parte humana de Sloan quedó a un lado, oprimida por el ser exterior que era. Escuchó al mago decir algo pero no le entendió. Todos sus sentidos estaban puestos en aquella mole y avanzó. Avanzó dos y tres pasos. Avanzó hasta quedarse a una distancia poco recomendable, pero no le importaba. Sentía su total atención, aunque no fuera con buenas intenciones.

La sonrisa de Sloan se intensificó, hasta un punto fuera de lo común, retorciéndose hasta llegar a la sien. Su espalda brilló con un tono verde parduzco, y su cuerpo cambió sin que él lo dispusiera. Un manto sombrío cubrió su cuerpo. Una ola de oscuridad. Una voz, ronca, arrebatadora, terrorífica surgió de la garganta del moreno el cual ya no era el moreno: el manto se retiró y ante la bestia apareció un ser que representaba su actual yo.
La voz seguía hablando en un idioma totalmente imposible de descifrar. Era una lengua extraña y profunda, con el eco de mil voces. Sloan estaba retando a la gran bestia. Era una pelea más allá de lo físico, de lo astral. Era una pelea que tan sólo la ganaría aquel que pudiera elevarse por encima del otro.

Arión, con el tiempo de la pelea, tendría suficiente para terminar su hechizo, pero cuando lo terminara, ¿serían uno o dos los enemigos a los que tendría que enfrentarse?  

Siempre la misma sensación cuando se transformaba, como si estuviera hundiéndose en alguna especie de vacío sin fondo, alejándose de la luz para sumirse más y más en una oscuridad ingrávida. Y siempre la misma sensación de pánico al principio, cuando no era capaz de identificar su propio cuerpo. Se hundía cada vez más... al fondo... No sentía nada... y se hundía...

Finalmente la transformación se completó, y Arión surgió de la crisálida de magia que le había mantenido envuelto para encontrarse con un panorama perturbador... No había sólo un monstruo ante él, sino dos... Y se enfrentaban entre sí. No le costó demasiado localizar la peculiar firma energética de Sloan en uno de los monstruos, pero parecía diferente, cambiada, más... poderosa y salvaje... ¿Se habrían roto los sellos de contención? Esperaba por todo lo sagrado que no, pues no sabía si sería capaz de enfrentar a dos criaturas de semejante poder a la vez. ¿Dónde estaba Richards? La visión de semejante espectáculo debía haber supuesto todo un reto para una mente científica como la suya, que quizás tardara algún tiempo en asimilar, si es que no le enloquecía primero.

Trató de buscarle con la mirada para protegerlo de los efectos de la batalla entre los dos leviatanes, pero antes de que pudiera localizar su escondrijo, un torbellino surgió inesperadamente en el desierto, engulléndolos en aquél vórtice de energías mágicas desencadenadas hasta aterrizar en un lugar extraño y desconocido que se encontraba imbuido de la poderosa energía de los dioses y algo que conocía muy bien... Caos.


Un sinfín de criaturas indescriptibles les rodeaban; mujeres con cola de serpiente, seres que parecían hechos enteramente de humo, otros de rasgos reptilianos, algunos de extremidades tan finas que parecían arañas, figuras humanoides de cuyos cuerpos brotaban extraños apéndices, y un sinfín de otras aberraciones que parecían sacadas de la peor de las pesadillas. Sin embargo, no detectaba peligro, y habían vuelto a reunirse con el otro grupo. Al parecer, la situación estaba bajo control...