[Mini-evento]Augurios Nefastos: la princesa del castillo [Planaria - Elysia] [31-01-2019]

Al final, me separaría de Drago y Blair. La necesidad de llevar un místico o alguien capaz de controlar la magia era necesario en cada grupo, de manera que me asignaron con Lyz y el propio Lobo. No estaba mal. Tener a Lobo de compañero era un seguro de vida, pero también significaba que, lo más probable, es que nos tocase la más peligrosa de las misiones o lugares posibles. Bueno, pues que así fuese. Había estado en situaciones muy muy peliagudas, y siempre había conseguido salir vivo. También gracias a mi factor de curación. De no ser por él haría años que habría muerto. Además, también venía Lyz con nosotros. Era maja. Un poco borde pero maja después de todo. Al menos a mí me había parecido algo arisca. A lo mejor había cambiado. Me encogí de brazos. Lo descubriría en esa misión. La saludé y le guiñé un ojo antes de seguir a Lobo, en señal de "vamos a darle caña a esto". A decir verdad, dependía un poco de ella y Lobo si nos encontrábamos con guerreros de madera. Poco iba a poder hacer contra ellos salvo reventarlos con "El Catalizador".

Los tres nos subimos a un taxi donde le explicamos al líder nuestras habilidades. Les hablé de mis poderes eléctricos y mi factor de curación, así como de mi agilidad y que era buen luchador cuerpo a cuerpo. No un experto, pero tenía conocimientos de defensa personal y sabía como pegarme. Mi única desventaja, la madera, la goma... Los aislantes básicamente. Y el agua. Si me lanzaban a un tanque de agua o algo por el estilo estaría bien jodido. Lyz habló acerca de sus poderes. Yo ya sabía algo por las veces que habíamos coincidido, pero tenía la sensación de que siempre aprendes algo cuando escuchas a una persona hablar de sus poderes de nuevo.

Lobo nos advirtió de que estuviésemos preparados para cualquier cosa, y entonces maldijo. Dio la orden al taxista de que se marchase y allí nos quedamos los tres. Ante nosotros, un gigantesco bosque de zarzas hasta donde alcanzaba la vista, tenebroso y amenazante.

- Joder... Me recuerda al bosque de zarzas de la bella durmiente. El que hace aparecer Maléfica... ¿Podría haber sido ella? Son sólo suposiciones obviamente.- La verdad es que era bastante impactante ver aquello. Era una imagen realmente desoladora. Las espinas de las zarzas nos devolvían la mirada, provocándome un cosquilleo que me recorría la espalda. Eran verdaderamente grandes y gruesas, como en mi vida había visto. Serían tan anchas como mi brazo, enteras de arriba a abajo de aquellas enormes púas que dolían con mirarlas. Pensé en algo para cruzarlo sin llamar la atención. Podría haberme metido a través de ellas hasta el otro lado. Mi factor de curación me habría ayudado a sobrevivir, pero pensar en clavarme aquellos cuchillos no era lo que más me apetecía del mundo ni de lejos. Me mordí el labio, pensativo.- Lo único que yo podría hacer sería pegar una buena descarga que incendie eso, y ni siquiera sé si podría. Además, no sería especialmente discreto que digamos... Mi arma no sirve de nada aquí ya que no tiene filo... Así que lo siento pero me temo que yo soy prácticamente inútil al menos en esta pequeña prueba... ¿Tu podrías hacer aparecer unos machetes o unas hachas con las que atravesar esto Lyz?

Miré a la chica esperanzado. Ella era capaz de hacer aparecer cualquier cosa que dibujase, así que era nuestra mejor baza para atravesar el denso bosque mortal que había ante nosotros. Un nuevo escalofrío me recorrió el cuerpo, como si una oscuridad ancestral y hambrienta nos mirase desde el centro de aquel horrendo lugar, esperándonos, deseosa de devorarnos y mandarnos al olvido eterno.

Vale... ¿porqué me ha guiñado un ojo el facineroso? Bueno, no era lugar para empezar una pelea. Habíamos llegado a dónde teníamos que ir y unas zarzas gigantescas lo cubrían todo. Estaba de acuerdo con Planaria, esto se parecía cada vez más al cuento de la Bella Durmiente, y si las cosas funcionaban así podría poner la mano en el fuego en que esas zarzas tenían vida propia y nos acabarían atrapando a mitad del laberinto. Genial ¿alguna sugerencia?

Miré hacia arriba para calcular la altura de las zarzas. Podría intentar crear unas plataformas que nos trasladaran por arriba del laberinto. Era la mejor idea pero la más inestable. Podría controlar mi peso volando encima de ellas, pero no el de dos tíos conmigo. La Plataforma podría deshacerse a mitad del camino y matarnos entre la altura y las zarzas. Lo mejor era ir por en medio.

Anda, si el moreno tenía buenas ideas y todo.

Saqué mi bloc de dibujo e hice cuatro esbozos de forma rápida. El primero fue un hacha para Planaria y el segundo una espada para mí. ¿Porqué una espada? Bueno, no sería solo para cortar maleza, también la necesitaría para defenderme. Era la única sin fuerza física en esta ecuación.

Antes de extraer ambos objeto de mi bloc dinA4 me concentré en sus pesos y su tamaño. Aureole me había enseñado a que el papel no limitara mis creaciones y que cuánto más pensadas tenía las cosas mejor iban a funcionar.

El primer objeto salió bien. El hacha era lo más parecido a un hacha real, con su peso y una largura normal. Le ofrecí el hacha a Planaria y después me concentré en sacar la espada. Me concentré demasiado en la parte letal del arma que me olvidé un poco se sus proporciones. La espada quedó algo estrambótica, y más corta de lo normal. Pero ya servía para lo que yo quería.

En cuanto nos pusimos de acuerdo con la formación, entramos en el bosque de zarzas a hachazos. Lobo iba en cabeza, seguido por mí y detrás mío Planaria. No quería quedarme la última, con mi mala suerte seguro que me pasaba algo...

Lyz dibujó un hacha y me la dio. La verdad es que me parecía una pasada el poder que tenía. No tenía límite, solo tu imaginación. El arma que me dio pesaba lo mismo que una normal, aunque me resultó ligera acostumbrado al Catalizador, hecho de titanio, que pesaba como un demonio. Ella se hizo una pequeña espada para usarla. No sabía si le serviría de mucho para cortar árboles, pero ahora tocaba ponerse manos a la obra. Lobo encabezó la marcha, y yo la cerré. Golpeé con fuerza una de las ramas, la cual se partió casi con el primer golpe. Me extrañó bastante a decir verdad. No había cortado mucho con hacha, pero recordaba que era algo más complicado. Me resultó casi hasta fácil. Tal vez esas ramas eran más delgadas y por eso era más sencillo. Poco a poco, comenzamos a adentrarnos en aquella enmarañada red de espinas y ramas, mientras la noche nos acogía con su manto azulado. El olor a madera al romperse se mezcló con un ligero aroma bastante malo. No era un olor horrible que no se pudiese aguantar, pero si olía un poco mal. No habría sabido decir si a cañería, a podredumbre o a qué, pero ahí estaba.

Levanté el hacha dispuesto a golpear una vez más con ella, y entonces vi el índice de Lobo levantarse en señal de silencio. Miré a Lyz y me encogí ligeramente de hombros, colocándome el hacha en la espalda cruzada con mi arma, formando una especie de "X". Nos agachamos y arrastramos un poco por el suelo, hasta ver al otro lado de las ramas. Un grupo de soldados rondaba alrededor de una torre de piedra. Lobo me dijo que me encargase, aunque a ser posible lo más silenciosamente que pudiese.

- Voy a ver qué puedo hacer.- Y salí lentamente con el rostro serio. Iba a ser muy difícil hacerlo sin llamar la atención. Opciones: usar el Catalizador para reventarles la cabeza; o usar mi electricidad para dejarlos fuera de combate. Me gustaba más la segunda, ya que la primera sonaría demasiado, y no quería matarlos tampoco. Tan silencioso como un gato, fui de puntillas detrás de los soldados, procurando hacer el menor ruido posible. La noche me favorecía para que no me viesen desde lejos y pudiesen activar la alarma. El sonido metálico que hacían ellos al andar era lo único que se oía, además de la ligera brisa nocturna. Activé la electricidad en mi brazo, con unos pequeños rayos morados que los cubrieron hasta las manos. Me acerqué hasta estar justo detrás de unos que estaban dándome la espalda. Apoyé ligeramente mis manos y los electrifiqué. Se iluminaron y un ruido metálico resonó. No fue muy alto, pero teniendo en cuenta que no se oía nada más pareció casi un trueno. Esto captó la atención de los otros soldados, y en seguida se me echaron encima. Desenvainé mi arma y comencé a luchar contra ellos. No era un gran espadachín, pero no era difícil bloquear sus ataques. Los sonidos característicos de dos metales al chocar hicieron saltar chispas entre los choques. Cuando tocaba a alguno de ellos en la armadura, soltaba una descarga que los mandaba a dormir. Usé un impulso electromagnético para empujar ligeramente a unos que me venían desde la espalda. No tenía la suficiente fuerza como para mandarlos lejos, pero sí como para que perdiesen ligeramente el equilibrio. Uno de ellos consiguió alcanzarme, produciéndome un corte en la espalda. Me arqueé y apreté los dientes para no gritar, aunque se me escapó un quejido agudo. Varios golpes más, y al cabo de unos minutos todos estaban fuera de combate. Respiraba entrecortadamente y envainé mi arma. Debido a sus armaduras eran incapaces de competir contra mi agilidad, aunque me llevé un par de cortes desagradables. Miré hacia donde estaban Lyz y Lobo y les indiqué que podían salir. Me estiré y me miré el cuerpo. Los cortes ya estaban curados, pero el traje estaba un poco dañado.

- Bueno... ¿Qué toca ahora?

-Así que Zarzarosa o “nuestra Aurora” es la que crea este bosque de espinas… - dije con aire pensativo.

Recordé entonces cuando leí acerca del verdadero origen de los cuentos de hadas, con sus pequeños giros argumentales macabros. Esperaba que aquella “Aurora” no fuera la que no se despertó con el beso del príncipe, sino con los llantos de sus hijos tras el parto...

Caminamos por el espeso bosque de zarzas, hasta que Lobo se detuvo en seco y nos señaló algo que había más adelante. Planaria pareció asentir a lo que había dicho Feroz, y entonces vi como se adelantaba entre la maleza y se situaba detrás de nuestros enemigos armados. Eran hombres con una armadura completa medieval y los últimos eran más grandes que los primeros. ¿Quién habría detrás de esos cascos?

Observé con cautela y atención lo que Planaria se disponía hacer y quedé fascinada. De su brazo salió un chispazo y tras un rato de “eléctricos” forcejeos, terminó la batalla con hachazos. Me hubiera gustado tener un poder así si hubiera podido escoger uno. Lanzar rayos con tu cuerpo molaba un montón, aunque parecía muy peligroso.

me acerqué a él al ver que se había llevado un par de cortes y le miré preocupada.

-¿Estás bien? - pero para cuando terminé la frase, las heridas ya se habían cerrado y una pequeña exclamación salía de mi boca. ¿También podía regenerarse? ¿Su cuerpo funcionaba igual que el de Lobezno?

Tras quedar bastante sorprendida con el facineroso, esperé a que Lobo siguiera avanzando para seguirles a ambos. ¿Qué sorpresas íbamos a encontrar al final del camino?

- Sí, sí. Tranquila Lyz. Tengo factor de curación. Es bastante útil a la hora de pelearse. Gracias Lobo. He intentado ser lo más discreto posible.- Dije sonriendo. La verdad es que unas palabras así provenientes de Lobo me ayudaban bastante, especialmente porque yo estaba algo nervioso debido a su seriedad. El único que conocía parecido a él era Logan, y había conseguido ganarme su confianza después de bastante tiempo.

Justo cuando iba a seguir a Lobo, Lyz dio un respingo que me pilló por sorpresa y provocó que diese yo otro. Miré a donde Lyz tenía los ojos pero no vi nada. Miré a nuestro alrededor y juré haber visto como una de las armaduras se movía ligeramente, antes de volverse a quedar totalmente quieta. Cerré la boca y me concentré buscando cualquier cosa sospechosa. Para empezar, el silencio a nuestro alrededor era sepulcral, lo cual solo auguraba algo malo. Volví a desenvainar el Catalizador, y unos rayos recorrieron mi brazo hasta el final de este, uniendo con unos hilos morados ambos extremos. Entonces el movimiento fue imposible de no ver. Los soldados comenzaron a moverse y a levantarse. En cuanto sus rostros quedaron al descubierto fruncí el ceño. Lobo se había acercado hacia nosotros maldiciendo por lo bajo. ¿Qué leches eran esos? ¿Zombies? Desde luego lo parecían. Lobo se transformó en animal, al menos la mitad de él, aumentando enormemente su tamaño y cubriendo su cuerpo con un frondoso pelaje. Saltó hacia las zarzas mientras nos indicaba que nos encargásemos de los que había dejado fuera de combate antes, los cuales se levantaban lentamente ahora.

- Amos no me jodas... ¡Lyz! ¡Será mejor que te dibujes un arma o algo así para enfrentarte a estos cabrones! ¡Cubrámonos las espaldas! Esto va a ser peligroso.- Cargué mis brazos de electricidad y me preparé para la batalla. Me coloqué detrás de Lyz, ofreciéndole mi espalda para proteger la suya. Comencé a lanzar varios relámpagos, golpeando a los seres que caminaban lentamente hacia nosotros. Apreté los dientes y el olor a carne quemada comenzó a llegarnos. Confiaba en que la originalidad y la mente de Lyz pudiesen ayudarnos en nuestra misión. Lobo confiaba en que nos encargaríamos de esos seres, así que no podíamos defraudarles. Habría estado bien que nos hubiese dicho alguna manera de matar a esos seres, aunque supuse que nuestros poderes bastarían. Al menos, eso esperaba. Sino, tendríamos un problema a decir verdad.

- Guau- dije  tras darme cuenta de lo sorprendente que era Planaria. ¿Tendría algún poder más aparte de curarse y lanzar rayos?

Dejó a los soldados chamuscados sobre las zarzas, y tan pronto nos dispusimos a seguir avanzando por el peligroso bosque, sentí un escalofrío recorrer mi espalda. No pude evitar soltar una exclamación, esta vez algo exagerada e impropia de mí. Era algo que no me esperaba y mis sentidos del peligro normalmente no me engañaban. Lycos lo confirmó; mi Malamute empezó a gruñir detrás nuestro.

-Tengo un mal presentimiento... - y esperaba que no fuera fruto de la mala suerte que siempre me acompañaba.

Mis ojos eléctricos se dirigieron a un punto más avanzado del bosque, estaba segura de haber sentido algún tipo de magia que provenía de aquel lugar. Pero no pude fijarme mucho más cuando vi a Feroz transformarse en un lobo agresivo y enorme.  Algo iba mal.

Me giré para ver lo que estaba ocurriendo y vi a Planaria en medio de los soldados que había derrotado minutos antes. Los casos ya no cubrían sus podridas caras, eran  no muertos, y estaban imbuíos claramente con magia negra. Recordé entonces las lecciones del maestro Aureole, la magia negra era algo poderoso y difícil de controlar. Quienquiera que estuviera detrás de esto no sería fácil de derrotar.

- Espera ¿Los que vienen? - pregunté asustada a Lobo Feroz, pero desapareció entre las zarzas que quedaban delante. Llegarían más soldados y no podíamos perder tiempo. Pero yo estaba asustada, no era como Lobo o Planaria que podían atacar físicamente a aquellas criaturas, solo tenía una espada y dudaba en si podría utilizarla para defenderme.

Mis manos cogieron el lápiz que casi se me resbaló de los dedos por culpa del nerviosismo, y sentía que mi cuello se cerraba, sin dejar paso a mi voz. Entonces noté la espalda de Planaria contra la mía, su calor y su voz me dieron confianza. Él estaba a mi lado...

 Dije que no quería vivir más con el miedo... el miedo a los demás... el miedo a mi misma...

- Venga, venid aquí panda de cabrones... - conseguí  que mi voz sobrepasara el miedo, aunque la noté todavía temblorosa. Mis dedos cogieron con firmeza el lápiz mientras dejaba la espada a mi lado. Esbocé algo rápidamente en la libreta y ésta empezó a brillar.

- ¿Tenéis hambre? ¡Pues aquí tenéis el desayuno! - apunté con mis manos en dirección a tres zombis que venían directos a por mí con sus espadas. En frente de ellos se materializó una placa con pinchos y que con un pequeño empujón de mi parte, se llevó por delante a los zombis y les arrastró a toda velocidad hasta perderse en la profundidad del bosque, limpiando el camino de zarzas a su paso.

Cuando nos encargamos del resto, me dio por ponerme a dibujar otra cosa. De la libreta salió una alfombra de color violeta que empezó a despegar del suelo. Hice algunas pruebas antes de subirme, y creí que aguantaría lo suficiente para llegar hasta Lobo.

- Vamos Planaria, hay que ir a ayudar a Feroz - le tendí la mano a mi compañero para ayudarle a subir a la alfombra. Con esto llegaríamos más rápido y veríamos mejor el panorama.

De alguna manera, me sentí un poco como en esa película de Disney... ¿confías en mí?


FDI: Gracias por esperarme!! Como siempre, el narrador es libre de decidir cualquiera de los efectos de la magia de Elysia ;p

Lyz dibujó una espada que podía esgrimir, pero lo que más me sorprendió que dibujó fue una especie de muro de pinchos que se llevó por delante a un buen puñado de zombies y abrió un hueco bastante grande entre las zarzas. Asentí en señal de aprobación y le di un par de golpecitos en el hombro.

- Desde luego eres buena. Muy buena a decir verdad.- Golpeé con mi arma a un zombie que había conseguido llegar hasta nosotros, derribándolo con fuerza. Lobo no estaba. Ni siquiera lo oía en la lejanía. Supuse que estaría bien, pero asegurarnos de que no tenía problemas como dijo Lyz me pareció una idea excelente. Lo que no me esperaba de ninguna manera era que hiciese aparecer una alfombra mágica ante nosotros. Se subió y la seguí, agarrándome como podía. La verdad esque era una cosa muy extraña sobre la que montar. Quiero decir, ¿alguna vez lo habéis pensado? No hay nada a lo que agarrarse salvo los bordes de la propia alfombra, y no deja de ser una especie de plancha que flota. Me encogí de hombros y le sonreí.- Sólo si me muestras un fantástico mundo.-

Una pequeña broma para aliviar la tensión que teníamos encima. Además, seguro que Lyz había visto la película de Aladdin. De lo contrario, ¿qué demonios hacía dibujando una alfombra mágica?

Sobrevolamos el interminable campo de zarzas que parecía llegar hasta donde alcanzaba la vista, buscando a nuestro líder. No había rastro de él. Desde luego era complicado verle entre que era de noche y la enorme maraña de espinas que teníamos debajo lo convertían en una especie de mar negro. Escuchamos su voz repentinamente y nos dijo que acabásemos con la cabeza en lo alto de la torre. Miramos hacia allí y vimos una especie de cabeza. No parecía hacer nada. Me encogí de hombros y nos dirigimos hacia allí.

- Con cuidado, no sabemos qué puede...- Apenas nos habíamos acercado, los ojos se abrieron y un chillido ensordecedor cubrió el cielo, provocando que me tapase los oídos del dolor. Entonces un millar de zarzas que configuraban sus cabellos se lanzaron a por nosotros como serpientes buscando carne que morder, rasgar y destrozar. Yo me llevé varios cortes que no pude evitar ya que me había puesto entre la torre y Lyz, pero me alegré de haberme comido el impacto de lleno. Yo podía curarme, pero sabía que Lyz no. El problema estaba en que esas zarzas eran madera, y por tanto no podía acabar con ellas usando mis poderes eléctricos. Eso debía hacerlo Lyz, al menos para darme algo de espacio para disparar contra la cabeza. Apreté los dientes y blandí el Catalizador para bloquear algunas de las zarzas que se lazaban a por nosotros.- ¡Lyz! ¡No puedo con las zarzas! ¡Están hechas de madera y mis ataques eléctricos son inútiles! Voy a necesitar que nos defiendas de ellas para poder alcanzar la cabeza y destrozar esto. Con que me des un par de segundos me valdrá. ¿Alguna idea? ¿Puedes dibujar un lanzallamas o algo así?-

- Dios, tengo que dibujar alfombras voladoras más a menudo  - dije con la adrenalina en el cuerpo mientras Planaria y yo íbamos volando a toda velocidad por encima del mar de zarzas.

Alcanzamos muy pronto la posición de nuestro líder Lobo, había tenido la oportunidad de cargarse un montón de esos soldados zombis a tiempo de nuestra llegada. Y mira en la base del castillo, ahí estaba incrustada mi placa con pinchos.

Feroz nos alertó desde abajo, y mi mirada fue directa hacia la más alta torre del castillo. De una de las ventanas empezaron a salir más y más zarzas como si todo el bosque hubiera empezado a crecer desde ahí arriba.

Las zarzas de abajo empezaron a moverse también, con intención de apresar a Lobo. No teníamos tiempo, debíamos hacer algo rápido.

 Incliné la alfombra para volar todo lo que podíamos hacia arriba y cuando empezamos a acercarnos a nuestro objetivo,  distinguimos una cabeza de cabellos castaños rodeada de zarzas y espinas. Sin previo aviso, una voz de mujer salió del interior de la extraña cabeza y lanzó un chillido tan agudo y ensordecedor como el de una sirena griega.

- ¡Que susto! Maldita niña del exorcista... - dije tratando de recuperar el aliento y llevarme la mano al pecho. Se me había parado el corazón.

Las zarzas se abalanzaron sobre nosotros sin que pudiéramos hacer nada. Ni siquiera pude controlar a la alfombra para que esquiváramos, aquel grito me había dejado paralizada. Fue entonces cuando sentí los brazos de Planaria sobre mí, protegiéndome de los golpes punzantes de las espinas.

Mi primer instinto fue empujarle y alejarme. Eso era lo normal cuando un hombre o un desconocido se acercaba tanto a mí. Pero me quedé inmóvil tras ver que el chico estaba protegiéndome y sangrando cuando aquellas heridas tenían que haber sido mías.

Solo le había visto dos veces en mi vida, y su primer pensamiento había sido protegerme. Le había juzgado mal desde el principio.

Mis dedos buscaron la libreta y el lápiz y sin más dilación hice cuatro rayas en la hoja de papel con toda la concentración que pude.

"El papel es solo un medio por el que canalizas tu magia. El verdadero poder reside en tu imaginación. Si eres capaz de imaginar algo con suficiente fuerza no importa cómo lo hayas plasmado en el papel. Lo que salga de él tendrá su verdadera esencia..."

Aureole era un gran maestro.

Mis manos agarraron lo que había dentro del papel con fuerza y lo saqué dando un enorme grito.  Mis dedos estaban completamente en llamas e hice un gesto para lanzar unas enormes bolas de fuego en dirección a las zarzas que rodeaban la cabeza.

- Corre... Plana... - le dije con un quejido. Ésta era la oportunidad que él necesitaba.

Miré mis manos destrozadas por el fuego. Dios, maldita sea, se me tenía que haber ocurrido antes lo del lanzallamas. Pero no había tiempo, en mi cabeza solo existía la palabra "fuego". Y sí, había creado un verdadero fuego mágico...

Mi mano izquierda buscó de nuevo el lápiz, lo incliné cómo pude en la libreta y dibujé un estanque entre los quejidos y el dolor. Las lágrimas estaban empezando a saltar por mis mejillas, deseando con todas mis fuerzas que aquello funcionara o ya me podría olvidar de dibujar por una larga temporada.

- Dios... dios... - susurré jadeante, y adentré mis manos en la libreta, notando el suave y frío tacto del agua. La curación también había sido parte del entrenamiento con Aureole.

- Vamos... vamos... 

Notaba miles de cortes y pinchazos. El escozor era horrible, pero tenía que proteger a Lyz el suficiente tiempo como para que pudiese invocar algo. Lo único bueno que tenía aquello es que el dolor apenas duraba un par de segundos antes de desaparecer junto con la herida. Escuché un grito detrás de mí y por un momento me asusté pensando en que alguna de las zarzas había alcanzado a mi compañera. Vi que no, que la razón de aquel grito era que se le había ocurrido coger con las manos, CON LAS MANOS, repito, dos bolas de fuego. Ahora las zarzas estaban en llamas, pero también las manos de la dibujante. ¿Pero en qué estaba pensando? Sin embargo, no iba a permitir que su "sacrificio" fuese en vano. Cargué un potente relámpago morado e impacté de lleno a la enorme cabeza, la cual profirió un grito antes de deshacerse y terminar con enmarañada red de zarzas cortantes. Vi como Lobo subía a toda velocidad por la torre y sopló con la fuerza de un huracán en dirección a las llamas.

- "Y soplaré, y soplaré, y la casas derrumbaré..."- Acto seguido me volví hacia la chica y vi que tenía las manos metidas en agua. Salía vapor y estaba temblando.- ¡Lyz! ¡Lyz, tranquila! Todo va a salir bien... Lo has hecho bien. Lo has hecho muy bien...- Dije apoyando mi mano sobre su hombro. Recé para que no tuviese quemaduras importantes en sus manos. Había visto sus poderes y las necesitaba. Me mordí el labio inferior nervioso, sintiéndome impotente al no ser capaz de ayudarla de ninguna manera. Tal vez Lobo...- Lobo, Lyz se ha quemado las manos. ¿Tienes algo que pueda ayudarla?

Aterrizamos en el suelo y ayudé a Lyz a bajar de la alfombra. Lobo nos agradeció la ayuda y asentí con complicidad. Si lo habíamos hecho bien había sido gracias a sus consejos y ayuda, de manera que se lo debíamos a él. Nos habló de un círculo de piedras y que debíamos encontrarlo para cerrar el portal. Destruiríamos el hechizo básicamente. Una parte de mí, la más infantil, se emocionó al pensar en ello. Era magia. La magia que siempre había soñado de pequeño, como en las historias de la Edad Media o los libros de Harry Potter. Me imaginé el típico círculo de piedras de toda la vida, como los que podías hacer tú mismo en el campo. La cosa era encontrarlo. Según dijo, podía estar en cualquier lado. Miré a nuestro alrededor pero no vi nada. Nada sospechoso al menos, o que pudiese tratarse de eso en concreto. Me froté la barba y pensé en dónde podría estar.

- Tal vez deberíamos mirar en el interior de la torre. Desde luego es la parte más difícil de acceder y era, hasta hace un momento, la más protegida por las zarzas. Yo lo habría puesto allí de haber sido el autor del hechizo. Lyz, ¿cómo vas?-

OCC:

Soy gilipollas. Pero eso no era ninguna novedad.

¿Cómo se me había ocurrido hacer semejante idiotez? Claro que era un momento crítico y no tenía casi tiempo de pensar. Pero eso me pasa por no ir preparada desde el principio, por jugar a ser una heroína por el mundo y no tener ni puñetera idea de cómo es este trabajo. Los superhéroes van con trajes y esas cosas que les protegen, joder, no era tan difícil llegar a una conclusión así.

La próxima vez me pondré guantes.

Saqué las manos del papel justo cuando Planaria volvió a sentarse a mi lado en la alfombra mágica y descendimos hacia dónde se encontraba Lobo Feroz. Mi grito les había preocupado, y no me extraña, yo también estaba preocupada. Pero sentí un alivio en las manos en el interior del papel y respiré algo más tranquila.

- Tranquilos...creo...creo que estoy bien.- Tragué algo de saliva y saqué las manos de la helada agua que había en el interior de la libreta. El agua salió a borbotones por la libreta y las hojas quedaron totalmente mojadas e inutilizables. Bueno, al menos no se incendió como la última libreta que compré.

Miré mis manos con temor de encontrarme los dedos como muñones deformes y llenos de ampollas, pero me relajé al ver que había actuado justo a tiempo para evitarme quemaduras de segundo o tercer grado. Necesitaría ir después al hospital, pero al menos ya no era muy grave.

- No creo que pueda darte la mano ahora, Lobo - sonreí sarcástica después de enseñarle las manos, y me acerqué a él para darle un abrazo rápido. No se lo había dicho todavía, pero mi personaje favorito de las fábulas siempre había sido el desdichado Lobo Feroz. Me alegraba saber que ahora podría tener una vida feliz junto a Blancanieves. Aunque no tuviera mucha lógica.

- Si yo tuviera que proteger el círculo de piedra, lo colocaría justo dónde estallaste la cabeza de las zarzas. No hay lugar mejor, así que subamos de nuevo.

La alfombra mágica ya se había desvanecido, así que no tuvimos más remedio que subir la torre a pie. Mientras subíamos por las escaleras, me quedé pensativa mirando las paredes de piedra con murales e inscripciones dibujadas, era todo muy "mágico e interesante". La escalera terminó y llegamos a lo más alto de la torre, justo dónde había estado zarzarosa. En medio de la sala estaba el círculo de piedra, y a un lateral una cama junto a una rueca. La aguja aún conservaba la gota de sangre de la Bella Durmiente.

- y ahí lo tenemos... Plana, ¿crees que puedes mover o destruir alguna de estas rocas para cerrar el portal?

Ahora era literalmente manca, así que no podía ni dibujar ni hacer nada. Pero podría mover las piedras a patadas si fuera necesario.

Cuando llegamos a lo alto de la torre encontramos nada más y nada menos que una rueca. Sonreí para mí irónicamente y negué con la cabeza.

- "Y al cumplir los dieciséis años, antes de que el sol se ponga, se pinchará el dedo con el huso de una rueda, y morirá...".- Sentí un escalofrío recorrerme la espalda al recordar aquella escena en la película de Disney. De niño, era una de esas cosas que me habían aterrorizado hasta límites insospechables, especialmente con la música tan dramática y aterradora, y con los ojos de maléfica refulgiendo en la chimenea como dos faros. Esa bola de luz que atraía a Aurora sin remedio hacia la rueca como una polilla a un fuego. Resonó en mi cabeza la música y tragué saliva.- Este lugar me da escalofríos... ¿Crees que con mover la piedra bastará?-

No negaré que en ese momento estaba valorando nuestra situación desde mil puntos distintos. ¿Me pasaría algo si tocaba aquel círculo? Una cosa eran las heridas de fuego o mutaciones, y otra muy distinta una herida mágica. No sabía hasta qué punto mi factor de curación podría sanar algo así. Al menos el frío y el hielo de Dalae lo había podido sanar sin problemas, al menos sin más problemas que una herida normal. Pero aquello parecía magia negra, oscura como el carbón o la media noche. Tragué saliva y lo miré. Desde luego, si alguien lo iba a hacer sería yo. No pensaba dejar que Elyssia tocase aquello. Ella no tenía factor de curación, y suficiente tenía con sus quemaduras. Miré el portal, pero fui incapaz de ver más allá. Era una especie de espejo. ¿Qué habría al otro lado?

- ¿Sabes a dónde puede llevar esto?- Pregunté a Lyz con el ceño fruncido. Después pensé en las enormes ramas de zarza que habían intentado convertirnos en pinchitos morunos y negué con velocidad.- Bueno, sinceramente no pienso quedarme aquí a averiguarlo. Está bien... Voy a ver si moviendo una de estas piedras.- Respiré lentamente, concentrándome en lo que tenía delante. Agarré con cuidado una de las piedras con ambas manos, apreté los dientes, y la quité del círculo que rodeaba el portal con un movimiento rápido. El portal se cerró, desapareciendo esa especie de espejo que cubría la superficie delimitada por las rocas. Suspiré aliviado, recobrando el ritmo que había parado el instante en que había quitado la piedra. Miré a Lyz y sonreí.- Bueno... Parece que lo conseguimos...-