[Mini-evento]Augurios Nefastos: el caballero de brillante armadura [Tony Stark - Zatanna Zatara] [31-01-2019]

El jet del multimillonario Tony Stark entraba dentro del espacio aéreo británico a las 19:21 horas, anunciándolo Jarvis por la megafonia del mismo. La petición de Lobo de salir de Villa Fábula al instante había sido tajante y de gran importancia, dejando en constancia que no podían perder ni siquiera un solo segundo de tiempo. El Adversario, como tantas otras veces lo habían dicho era un enemigo terrible con un gran poder y efectivos suficientes como para arrasar el mundo mundano sin dejar rastro de las civilizaciones pasadas o actuales.
También había dejado claro que se encontrarían con un contacto en Londres que se pondría en contacto con ellos en cuando llegaran. No les dijo el cómo se pondría en contacto ni quién era, por lo que resultaba un auténtico misterio.

Por las ventanillas del jet no tardaron en ver bajo las nubes la brillante ciudad de Londres, con el Big Ben apuntando al cielo y anunciando la media hora. Sin embargo no tuvieron tiempo suficiente para admirar las vistas cuando Jarvis anunció que alguien estaba intentando penetrar en la frecuencia del jet mediante cortas y largas señales. Claramente era código morse y tras descodificarlo las señales les mandaban a ciertas coordenadas fuera de Londres, a unos diez kilómetros de la periferia de la capital británica.
Al dirigirse a dichas coordenadas pudieron ver ahora bajo sus pies una pista de aterrizaje de un aeródromo privado a juzgar por la escasez de aeronaves guardadas en los hangares. Al aterrizar alguien ya conocido por el Tony les estaba esperando, metida en un abrigo oscuro y una capucha, sujetando un paraguas con el brazo izquierdo.


- Bieen... Empezaba a preguntarme si Lobo no me había mandado a ésta región para que disfrutara del tiempo tan "encantador" que hay aquí... - lo adornó con una sonrisa, pero sus ojos decían otra cosa muy distinta: estoy sonriendo pero jamás sabrás lo que se me pasa por la cabeza. - Venid por aquí y os comento. - Cenicienta les señaló con el paraguas un coche aparcado cerca de la pista de aterrizaje: un escarabajo negro. Se metió dentro como conductora y esperó a que los otros dos miembros de su grupo entraran para empezar con la puesta a punto. - Lobo ya os ha dicho lo de los portales así que me salto esa parte: he estado vigilando el que está cerca de Londres, a unos tres kilómetros de aquí. Durante aproximadamente tres horas no ha pasado nada, pero entonces el portal se ha activado, y han empezado a traspasarlo una ingente cantidad de soldados con armaduras preparados para la guerra. He estado a punto de encargarme de ellos mediante incursiones y nuestra amiga C4 pero... mejor os lo enseño.

No tardaron mucho a dejar la carretera y meterse por una rural, iluminada tan solo por los faros del coche de Cenicienta. Giraron varias veces, bajaron y subieron pendientes, hasta que aparcó cerca de una cabaña de madera hecha jirones. Bajando del coche les indicó a ambos con dos dedos hacia una dirección, ladera abajo. Si se acercaban a dicha ladera podrían ver los fuegos del campamento que estaban montando en la valle. Sin embargo Cenicienta se acercó a la cabaña, abrió la puerta y entró.

- Me la he encontrado a escasos metros de mi posición, desorientada. Casi le pego un tiro en la cabeza pero... mejor que la veáis. Os presento a la Reina de las Nieves.


Una mujer de cabellos blancos, tez blanca y mirada oscura reposaba en una silla de madera casi rota, llevando tan solo un vestido azul rasgado por la parte inferior del mismo. Su mirada parecía ida, y no dejaba de balbucear cosas incoherentes.

- Ésta mujer es la mano derecha del Adversario, al menos en nuestro universo. Nos las hizo pasar canutas y me he tenido que aguantar para no cortarle la cabeza. Pero fijaos, está como en trance. He probado hablar con ella, cruzar miradas pero nada...

De los tres, Zatanna sería la única que percibiría la inmensa magia procedente de la Reina de las Nieves, pero había otra que la envolvía como una prisión en forma de cascarón. ¿Sería posible que...?

- Está bien. Hazlo.

Cenicienta se apartó de la Reina de las Nieves para que Zatanna tuviera más espacio para hacer sus trucos de magia. Mientras tanto se acercó a una de las ventanas de la choza para vigilar las fogatas de más abajo, donde los soldados hacían sus rondas alrededor de las tiendas de campaña.
La mística al empezar con su magia pudo meterse dentro del vacío existencial que aprisionaba a la reina blanca; ante sus ojos pasaron recuerdos de una mujer en una montaña nevada, un anciano y sus juguetes de madera, un pacto firmado, un gigante con armadura y espada, un reino cubierto en llamas, una espada manchada de sangre que apuntaba directamente a la reina; los recuerdos se convirtieron en niebla y de la niebla surgió un camino de piedra, el cual se dirigía a una jaula de hielo, dentro de la cual reposaba de rodillas la poderosa Reina de las Nieves.
Al verla, la reina alzó sus manos hacia la jaula, se agarró de los barrotes y estos se pusieron aun más blancos de lo que ya eran.

- ¡Rápido! - inquirió la mujer - ¡Sácame ya, o nos verá!


- Hay movimiento en el campamento... Voy a ponerme en posición. Tony, cubre a Zatanna por si hay problemas.

Cenicienta salió a toda mecha por la puerta de la cabaña y se perdió en la inmensidad de la noche. Mientras tanto, en lo profundo del valle, los soldados empezaron a reunirse frente a una de las tiendas, alzando sus espadas, hachas y lanzas, golpeando con fuerza el suelo con el peso de los escudos.
Y las cortinas de la tienda se abrieron.


El crepitar de las hogueras se reflejó en la superficie de una armadura blanca, impoluta y perfecta que emergió del interior de la tienda. Los soldados gritaron de gozo mientras aquel caballero se erguía con el rojo manto que cubría sus espaldas, las ornamentas de su pecho con la forma de una corona dorada y su casco, acabado con el homónimo de su pecho, coronándolo como el mayor de los caballeros y le más distinguido de todo el regimiento. Con la mano agarrando el puño de su espada, caminó por en medio de sus soldados, todos agachando la cabeza a su paso. No era alto ni bajo, pero estaba claro que consigo llevaba la voz de mando, y una extraña aura de poder le rodeaba.
Sus pasos se detuvieron justo detrás del último de los caballeros, con la "mirada puesta" en lo alto de aquella colina, donde restaba la cabaña con la Reina de las Nieves, Zatanna y Tony. ¿La había visto? ¿Sabía que estaban allí? Poco importaron esas preguntas cuando levantó el brazo izquierdo y señaló en su dirección, arrojando a todas sus huestes contra ellos. En cuestión de segundos, la colina estaría infestada de caballeros armados, gritando con valentía y arrojándose a la futura batalla.

- ¡Oh Dioses! - El fuego que invocó Zatanna para destruir la jaula que mantenía encerrada la mente de la Reina asustó a la propia, quien se apartó como bien pudo del calor que desprendía aquella llamarada, cubriéndose con las manos y creando una capa protectora que enfriaría el ambiente y la mantendría a salvo. Al terminar con aquel práctico e improvisado soplete, la jaula se derritió, y la Reina de las Nieves pudo ponerse de pie, sintiéndose libre, agitando su cabeza, levantando sus manos y quitándose de encima los pequeños restos de nieve los cuales habían sido parte de la jaula. Fuera de su prisión, la Reina volvía a tener aquel aura majestuosa que rodeaba a los grandes líderes. - No sé quien eres mujer extraña, pero te doy las gracias por tu ayuda. Salgamos de aquí, antes de que puedan sentir que el hechizo se ha roto.

Tomó la mano de Zatanna para salir de aquel agujero oscuro y profundo, justo a tiempo para poder ver los fuegos artificiales que organizó Tony Stark en honor a la invasión.


Como habría previsto Iron Man, los soldados que iban a primera línea cayeron presa de las llamas de su versión del Napalm. Al instante dejaron caer las armas momentos antes de ser consumidos por aquellas llamas sacadas del propio infierno que fundieron metal, carne y huesos. Los gritos de dolor de los soldados avivaron el crepitar de las llamas y se convirtieron en una cacofonía que se extendió por todo el valle, parando en seco a los demás soldados los cuales entraron en pánico al ver aquel "hechizo" tan impresionante. Al fin y al cabo, pese a pertenecer al mundo de las fábulas, eran meros peones en los cuentos, por lo que eran tan mortales como un mundano común.


Sin embargo, no todos los caballeros se convirtieron en vulgares ratas al ver semejante muro de llamas: el caballero de la capa roja y ornamentado con las dos coronas se abrió paso y se puso en primera línea frente a los demás soldados. No parecía afectarle lo más mínimo aquella demostración de poder, y sin esperar a que sus soldados se lo pensaran dos veces antes de abandonar el campo de batalla, llevó mano hacia la empuñadura de su espada y la desenvainó.
En cuestión de segundos, un extraño brillo pintó de blanco el valle entero, teniendo su origen en la hoja de la propia espada, la cual brillaba con luz propia, como si hubiera sido forjada dentro del propio sol. Como de un efecto placebo se tratase, los soldados recobraron el valor perdido al ver a su "rey" desenvainar la espada.

- No me jodas... - pudo escuchar Tony a través del auricular - Esa espada es Excalibur... Stark, estoy en posición. Dame un poco de tiempo y podré volarle la cabeza al que empuña la espada. Tan solo ten cuidado con esa hoja.

El rey bajó la espada, dio tres escasos pasos y se metió dentro de las llamas, las cuales lo repelían como si una burbuja enorme le protegiera. De un solo movimiento horizontal de la espalda, ésta cortó literalmente las llamas, casi extinguiéndolas. De la retaguardia se escucharon cánticos y las capuchas y los sombreros de varios magos y brujos emergieron de las sombras ocultas del campamento, creando una leve ventisca que congeló y partió en dos la tierra donde quedaban las pequeñas llamas del napalm, excepto allá donde pisaba el caballero rey.
De nuevo, levantó la mano y la bajó en dirección a la cabaña, envalentonando a sus caballeros para que acometieran de nuevo, cosa que hicieron. Sin embargo, la "mirada" del rey estaba puesta en la armadura roja y amarilla, apuntándolo con la espada.

Le estaba retando.

El caballero no estaba para presentaciones. Ni siquiera estaba para formalizar un duelo como es debido: sus únicas intenciones era batirse con Iron Man frente a sus tropas, las cuales les rodearon en un abrir y cerrar de ojos, cesando el ataque al menos durante el combate entre ambos contendientes. Las palabras de Tony se arraigaron dentro de las cabezas de los demás caballeros. Hacía mucho tiempo que no se enfrentaban con enemigos que mantuvieran ese estilo, ese... honor. Todos sus enemigos o se habían retirado en bandadas o suplicaban por sus vidas. Sin embargo Tony parecía dispuesto a dar guerra él solo contra todo el ejército.
Sin embargo el caballero no frenaba en su intención de batirse. Ni siquiera mostró un solo ápice de inquietud. Levantó la espada, se la puso frente a su frente sujetándola con ambas manos y cargó. Tony se echó para atrás, disparando el pequeño misil que tenía alojado en el brazo izquierdo.
Para sorpresa de vengador no hubo ningún campo ni escudo de energía que protegiera al caballero. Éste simplemente bajó la espada a gran velocidad, haciendo estallar el cohete justo frente a sus narices para después cortar de nuevo literalmente la explosión misma, dispersándola. Todo esto en cuestión de un segundo, casi uno y medio. Estaba claro que esa espada era peligrosa, pero el que la manejaba lo era aun más: si blandía la hoja con semejante velocidad, tan solo con ponerse a escasos metros del caballero... Tony podría considerarse cadáver.

El caballero levantó de nuevo la espada a punto de cargar contra Tony de nuevo entre los vítores de los demás guerreros. La luz con que resplandecía la hoja de Excalibur impregnó la armadura metálica del caballero de un aura casi divina. Se podría considerar como un paladín tocado por la mano de Dios a punto de ajusticiar a los pecadores. Un juez y verdugo sujetando su "martillo" de la justicia.

Una explosión lejana y el caballero se tambaleó. Una chispa surgió de su casco, cayó al suelo de costado pero sin soltar la espada. A primera vista parecía un cadáver.

- Diana - escuchó Tony a través de su auricular. - Me he encargado del caballero. Ha sido más fácil de lo que..................................... no puede ser............... No es posible. - La angustia era palpable en la voz de Cenicienta cuando ambos vieron que el caballero volvía a levantarse, pero ésta vez sin casco.


El cabello corto y rojizo que terminaba justo en la base de su cuello. Esos ojos antaño pícaros y llenos de vida, ahora eran dos pozos vacíos, semejantes a los de un pez muerto. Sus labios siempre sonrientes permanecían rectos y sin el fulgor de su carácter rebelde. La sangre que emanaba de su cabeza era negra y olía mal, manchando el lado izquierdo de su cabeza y cubriendo la palidez de su piel. Las venas se le marcaban por el cuello y parte de la mandíbula.

- Rosa... ¿Qué te han hecho? - Rosa Roja, la hermana de Blancanieves estaba de pie, frente a Tony Stark, empuñando la famosa espada Excalibur. Se giró hacia si izquierda y blandió su espada en un tajo vertical. - ¡MIERDA! - La hoja cortó el viento, que a su vez cortó árboles, tierra y maleza, destrozando todo a su paso. Por unos segundos Tony pudo escuchar a Cenicienta quejarse por el auricular, pero por suerte estaba viva. - Se ha cargado el fusil y estoy atrapada. Estáis solos. Acabad con ella como sea. Esa no es nuestra Rosa. - Rosa volvió la espada contra Tony, y todos los soldados que antes los rodeaban atacaron al unísono contra Iron Man y la cabaña donde estaban la Reina y Zatanna. Por su parte Rosa no perdió el tiempo y se unió al ataque con un claro objetivo: partir en dos a Iron Man.

Desde donde estaba, Zatanna pudo sentir una influencia que antes había permanecido oculta: los claros vestigios repugnantes que rodeaban el control de la vida y la muerte. Entre sus filas se escondía un nigromante, pero desde donde estaba no podría verle y muy seguro estaría escondido entre los demás magos o en otro sitio más seguro. La pregunta era, ¿por dónde buscar?

La jugada por parte de Zatanna logró que su equipo se marcara un tanto, encerrando en lo que recordaba una taza de tierra gigante a todo el ejército enemigo, Tony Stark incluido. Con eso sus fuerzas mermaron considerablemente pero habían sido unas fuerzas bien gastadas. Por su parte Tony se las manejó para evitar como pudo los embistes y las acometidas de Rosa, quien empuñaba la espada Excalibur con una precisión mortal. La estrategia de Tony dio resultado y aquel láser cortó los brazos de la caballero, dejándola indefensa... por poco tiempo.
Los brazos cortados de repente se levantaron como si alguien tirara de unos hilos invisibles, y sujetando la espada se alzaron buscando a su ama. Fuera quien fuese el que controlaba el cadáver de Rosa, estaba claro que era un hechicero muy poderoso. Los brazos se juntaron de nuevo pero les costaría al menos cinco minutos terminar de fusionarse con el cuerpo de nuevo.

Fuera de la gran taza de tierra, una herida Cenicienta emergió de entre los árboles, con un brazo ensangrentado. Sin embargo su rostro no parecía mostrar ningún tipo de dolor.

- Vaya... menudos trucos tienes dentro del sombrero. ¿Dónde está la Reina? ¿Está dentro de la cabaña?
- Ya no - escucharon tanto Zatanna como Cenicienta la voz de la Reina a sus espaldas. Aquella mujer cubierta con el manto de la nieve como piel parecía estar fresca como una rosa a pesar del hechizo que le colocó la hechicera antes de salir de la cabaña. - Por si te lo preguntas, no ha sido fácil deshacerme de tu hechizo, pero lo he hecho. Ahora, apartaos: ya estoy harta de estos juegos.

La Reina de las Nieves se colocó justo al lado de Zatanna y la tocó con la mano en el hombro. De repente la hechicera pudo sentir como si su cuerpo estuviera descansado y recuperara sus fuerzas sin ninguna razón aparente. Una vez tocado el hombro de la morena, levantó ambas manos hacia el cielo, y éste se movió, dibujando grandes nubes sobre la gran taza. Con una mano parecía sostener aquellas nubes que poco a poco se iban tornando blancas y duras, y con la otra se la llevó a los labios y sopló. Un vendaval furioso cayó sobre los soldados, y con la misma mano giró la muñeca como si cogiera algo en particular: Tony Stark se vio elevado del suelo y arrastrado por una corriente de viento que lo impulsó fuera de la gran taza, cayendo justo a los pies de Cenicienta, quien se tuvo que apartar para que no se los "besara". Sacado al gran hombre, dejó caer literalmente aquella nube al interior de la gran taza, convirtiéndose en un bloque de hielo que lo cubrió todo, aplastando y congelando todo a su paso. El gran hoyo creado por Zatanna se convirtió en una pista de patinaje sobre hielo en cuestión de minutos.

- Viva Frozen... - comentó Cenicienta al ver aquella muestra de poder, y no iba desencaminada: con todo el boom que hubo con aquella película, el cuento de la Reina de las Nieves se hizo famoso. No el verdadero, pero al menos seguía siendo la Reina de las Nieves.
- Por desgracia aun queda alguien con... "vida". - Dicho ésto el hielo se partió en dos, y de un minúsculo agujero apareció el cuerpo de Rosa empuñando aun la espada, pero su carne estaba casi congelada, destrozada y apenas se podía mover. - ¿Alguien se puede encargar de ésta desfachatez? Yo me limpio las manos.

FDI: Quien remate a Rosa, tened en cuenta que la espada al caer no podrá ser levantada por nadie excepto por su portador.

La que una vez había sido Rosa Roja anduvo cuatro deplorables pasos antes de que Tony Stark redujera su cuerpo a cenizas. Y aun así tenía fuerzas suficientes como para dar un último intento... fallido, claro estaba. Sus restos la llevaron de vuelta al mundo de los muertos donde había encontrado su fatal destino por una mano aun desconocida.

La Reina de las Nieves no parecía complacida, pero tampoco malhumorada por aquella situación: todos la señalaban como una enemiga, pero no se puso en guardia en ningún momento, ni siquiera para defenderse de las razonables cuestiones de Zatanna. Tan solo curvó sus fríos labios hacia abajo cuando Tony la llamó Elsa.

- No vuelvas a llamarme así: es insultante. Semejante versión de mi persona reducida a un amasijo de dudas y... me pongo enferma solo de pensarlo.
- Elsa o no, Zatanna tiene razón - Cenicienta se acercó un poco más a la Reina, con una pistola en la mano sana, amartillada y preparada por si tuviera que hacer uso de ella. - Eres la consejera del Adversario si no estamos mal informados. Perdona si no me conformo con un simple "cambié de bando".
- Las cosas son más complicadas que eso, pero antes deberías cerrar el portal, antes de que vengan más soldados.
- Mal que me pese, tiene razón. - Ceni, sin apartar la vista de la reina, se acercó a Tony. - Stark, ¿crees que puedes acercarte con tu traje un momento a la cabaña? Guardé un cargamento de C4 detrás de ésta. Y no te preocupes, es más fácil de lo que te piensas: tan solo tienes que volar la estructura del portal y él mismo se cerrará.

El portal. Si uno le echaba un ojo tan solo vería un círculo de piedra incrustado en una pared rocosa sin nada más que salte a la vista, pero para el ojo experto de las fábulas eso era claramente un portal activo, y los hechiceros como Zatanna y la misma reina podían ver una fluctuación en calma dentro de un círculo de piedras, que se agitaba como las olas de la mar cuando alguien estaba a punto de traspasarlo.

- Bien - prosiguió Cenicienta - sigamos: una explicación por favor, y que sea convincente. - Cenicienta se puso al lado opuesto de donde estaba Zatanna, por si la reina se le ocurría hacer alguna tontería que no las tuviera a ambas "a ojo".
- Una simple palabra: el Adversario, o al menos quien controlaba al Adversario, ha muerto. Y lo mejor de todo es que lo mató el propio Adversario. El viejo creyó que imbuyendo magia en el cuerpo de su creación lo haría más temible y poderoso. No quiso escuchar mis consejos sobre el poder de las runas que quería darle a su "hijo", y acabó con la cabeza cortada. El Adversario se hizo más fuerte, inmune a la magia, y por ello se descontroló: cargó contra los vuestros, matándoos a todos en un par de días. También me hubiera matado a mí pero pude escaparme. Luego, pasó algo... todo se descontroló... y acabé en éste mundo, perdida. No quería que el Adversario me volviera a encontrar así que me lancé un conjuro a mí misma para pasar desapercibida... hasta que me habéis encontrado.
- ¿Te metiste en estado vegetal tú misma? No sé si a eso se le puede llamar "escapar"...
- Falso: eso fue a causa de un ataque a gran escala por parte de los hechiceros del Adversario.
- Así que te hemos salvado la vida. Nos debes una. - La reina no respondió a eso. Cenicienta sonrió. - Está bien, pongamos que te creo. ¿Ahora qué viene?
- Prepararos para un ataque a gran escala del Adversario. Unos simples portales no le pararán, y está obsesionado con acabar con todas las fábulas rebeldes, aunque eso implique aniquilar éste mundo si es necesario.

- No. Además de éstos tres, no existe ningún otro portal lo suficientemente grande como para dejar pasar al Adversario a éste mundo y todo su ejército. Necesitaría muchos años para que éste pudiera llegar al mundo mundano sin llamar la atención y prepararse para el ataque. Pero como he dicho antes, será mejor que os preparéis: El Adversario es un conquistador nato, y no tolerará que el cierre de unos cuantos portales le demore. Atacará, eso no me cabe duda, pero no sé cuando.
- Pero si dónde - repuso Cenicienta tras la pregunta de Tony, ya que era lo más obvio del mundo. - Si quiere acabar con nosotros, lo más seguro es que ataque Villa Fábula. Eso implica La Granja y la Mansión Feroz si conoce de su existencia. No creo que sepa del Reino de las Nubes ni que tenga una forma de llegar. Eso si, si ataca Villa Fábula, Nueva York también sufrirá, y a saber si le da por atacar toda la ciudad para sitiarnos.

Ambas mujeres se miraron. Estaba claro que no se gustaban, pero no había más remedio que trabajar codo con codo si querían mantener los pellejos, porque una caería por la espada conquistadora del Adversario, y la otra bajo su venganza. A saber cuál sería más benévola.

- Queda claro entonces. Tony, Zatana, muchas gracias por ayudarnos. Será mejor que volváis a Nueva York: yo me quedaré un poco más, volaré el portal y veré qué hacemos con eso - dijo señalando la espada Excálibur. - No me gustaría saber que el Adversario es capaz de clonar a una fábula mediante sus hechiceros y nos volvieran a atacar con una versión de Rosa empuñando esa cosa. Majestad - a la reina no se le escapó el tono burlón con que se dirigió a su persona - ¿me echarás una mano? Así ganarías puntos para cuando volvamos a Nueva York y te veas las caras con Lobo.
- Créeme si te digo que no tengo la más mínima intención de verle la cara a ese perro sarnoso... pero no queda más remedio si quiero firmar vuestra acta y ser una más de los refugiados, ¿no es así?
- Así parece. Bien entonces, que tengáis un feliz vuelo.

Con esas palabras, Cenicienta dejó el trabajo por hecho: el portal quedaría inutilizado, el ataque del Adversario reducido. Tan solo faltaban dos portales más para poder dormir el resto de la noche con calma y tranquilidad. Y con respecto a la espada... en mejores manos caería.