[La Colisión de los Mundos] Claustrofobia (Jonathan Crane, Barbara Gordon)

La voz del Espantapájaros le llamaba desde los pasillos. El triste hombrecillo al que todos se referían como Jonathan Crane tan sólo agachaba la cabeza y se sumía en sus pensamientos en la celda que le había tocado ocupar. Había aprendido a fingir que no le importaban las burlas y comentarios jocosos de sus compañeros de prisión. La mayoría no se diferenciaba mucho del resto de patética chusma que poblaba aquella cochambre de ciudad. La única diferencia entre los que estaban fuera y los que estaban dentro era que los segundos se habían cansado de recibir golpes, y habían decidido empezar a devolverlos.

Desde el interior de Arkham era imposible percatarse del caos que se desataba en el exterior. Crane, como siempre, permanecía en silencio, pensando en sus asuntos. No lo comprendían... Ninguno de ellos lo entendía. El papel que ejercía el miedo... Todos se empeñaban en negarlo, en ocultarlo tras ridículas máscaras o absurdos códigos de conducta. Los únicos que veían la verdad eran encerrados en aquel cuchitril, con tal de que no "mancillasen" a los otros. ¡Necios! No podían ocultarse por más tiempo.

El Espantapájaros le llamaba. Tenía que reencontrarlo.

Sonaron las alarmas. Personal del hospital y prisioneros fugados corriendo, disparando y empujando. El caos había arañado los muros del orden y lo empezaba a desmoronar.

Crane miró fijamente al celador que abría la puerta de su celda. En sus ojos brillaba esa emoción que conocía tan bien, y que tanto le deleitaba. Saboreó su miedo.

Cuando cayó inconsciente a sus pies, Crane miró con indiferencia a su verdadero liberador. Demasiado frívolo para tener miedo, Nygma se creía invencible. El mayor ególatra del mundo, obsesionado por demostrar que siempre tenía razón. Se sorprendería de saber que Crane llevaba años sospechando cuál sería su mayor miedo.

No dudó un momento en abandonar la celda y confundirse entre el caos reinante en Arkham. Tenía un objetivo muy claro.

Reencontrarse con la voz que lo llamaba a su presencia.

El Asilo de Arkham... Probablemente, uno de mis lugares favoritos en el mundo. Nunca tuve muy claro si colocarlo antes o después de las alcantarillas de Gotham o el interior de Cara de Barro pero, sin duda,  estos dos lugares son la única competencia posible. Mil gracias, Dickie, yo también te he echado de menos. Sí, acabo de venir al Monte Justicia desde Gotham todo lo rápido que he podido, claro que tengo ganas de volver a Gotham otra vez. ¿El Asilo? Por supuesto, me encanta meterme ahí. No, no me des las gracias, lo hago por amor al arte. Por cierto, ¿adónde diablos has ido tú?

Varios pensamientos en aquella línea cruzaban mi mente a medida que me acercaba a la isla. Nightwing había regresado para dirigir a los Young Titans de nuevo después de la catástrofe de Blüdhaven. No había conseguido hablar con él, a pesar de haberlo intentado varias veces desde que nos llegó la noticia. Bruce no me había permitido salir de Gotham, y Dick no cogía llamadas de la Batcueva. Fantástico. "No, no me parezco a Batman, nada en absoluto, no sé qué te hace pensar eso, así que voy a meditar sobre mi fracaso mientras me escondo en las sombras y me echo la culpa de todo porque era MI ciudad, MI responsabilidad, MI problema. Y no me hables, porque estoy mejor solo".

Ugh. Por supuesto, Bruce Junior.  

- Batgirl, Nightwing quiere que vayas a Arkham. Misión de reconocimiento únicamente, no tenemos bastantes efectivos. Hay problemas con las comunicaciones y necesitamos saber quién está suelto y quién no. No te expongas.

- Sé lo que es una misión de reconocimiento, Kaldur - había respondido, con algo más de sequedad de la necesaria. Tuve que recordarme que él no tenía la culpa. - Me mantendré al margen hasta que llegue la policía de Gotham - añadí, en un intento de suavizar mis anteriores palabras.

Sabía que sería más fácil decirlo que hacerlo. Si alguno de los presos de abajo había escapado, ya podía irme preparando. Y Bruce... Bruce tenía que estar de los nervios. La fuga de Belle Reve tenía una importancia estratégica mayor, supervillanos y todo eso, pero apostaba a que Batman preferiría estar asegurando las celdas de sus viejos conocidos que deteniendo pirados ajenos... Sin embargo, el deber era el deber. Y pocos comprendían el significado de aquella palabra como lo hacía él.

¿Cuánto tardaría la GCPD? Con Gotham sumida en el caos, lo único que podía desear es que papá estuviera bien. La crisis exigiría hasta el último de sus hombres y, aunque Arkham era una alerta prioritaria, su localización siempre dificultaba las cosas.

- Tiene que haber un conducto de ventilación por aquí - murmuré, inspeccionando el muro. Había logrado llegar a la isla, pero los problemas no habían hecho más que empezar. Nada más aterrizar detrás de la verja, me había dado cuenta de que más me valía ocultarme, o terminaría recibiendo un disparo, o cayendo por algún agujero místico. Aún tenía que decidir qué opción sonaba peor.

Por fortuna, Bruce disponía de planos muy detallados del Asilo, además de treinta o cuarenta planes de contingencia distintos relacionados con el lugar. Sabía que cerca de donde me encontraba tenía que haber una rejilla que me daría acceso al sistema de ventilación del recinto. Desde allí podría moverme con mayor sigilo y evaluar la situación. Era lo más cercano a ser invisible.

- Aquí estás - dije, esbozando una sonrisa, cuando di con la entrada. No tenía la fuerza necesaria para arrancar la rejilla metálica, pero sí tenía varios destornilladores en el cinturón de utilidades.

Miré a mi alrededor, asegurándome de que estaba sola. A mis oídos llegaba el sonido de carreras, armas al ser disparadas, gritos y sirenas.

- Batgirl a Cueva - musité, acercándome el comunicador del traje a los labios. No tenía ni idea de si en el Monte Justicia podrían recibirme, teniendo en cuenta los problemas que había provocado el terremoto. Por no hablar de los portales. El maldito Asilo estaba lleno de ellos. - Voy a entrar. Informaré cada quince minutos.

Esperé respuesta. Creí escucharla, pero la voz al otro lado del comunicador sonaba tan distorsionada que hubiera sido difícil asegurarlo. Chasqueé la lengua, molesta.

"Será mejor que actúes como si estuvieras sola, Babs", me dije, echando un último vistazo tras de mí antes de introducirme en el conducto.

-Mi cara...

No le resultó difícil llegar al área de seguridad donde guardaban los enseres requisados a los supervillanos. Aún menos entrar. Fuera lo que fuese lo que había desencadenado aquel motín se había asegurado de hacerse primero con ella. Crane caminó por encima de los cadáveres de los guardias y reclusos tiroteados, yendo a piñón fijo a una caja precintada con un número en clave y un nombre.

Su voz le gritaba desde adentro.

-Tranquila, preciosa mía... Sí, has estado callada mucho tiempo. Pero eso se acabó.

Desde el otro extremo del pasillo, dos guardias heridos corrían hacia el aula, mirando hacia sus espaldas.

-¡Oh, Dios! ¡Croc no es humano! ¡Le he vaciado dos cargadores y seguía en pie! ¿Cómo es posible...? Oh, Dios, Travis... -se llevó la mano a la cabeza, intentando contener una arcada.

-Recomponte, ¿quieres? Tiene que quedar algo de tranquilizante por aquí...

Se detuvieron en seco. La entrada había sido arrancada de cuajo, pero no parecía obra de Croc. Era como si algo le hubiese dado un bocado. Pero eso no era lo que más les asustaba.

Desde el otro lado la efigie del terror, revestida de paja, con sus guantes de jeringuilla y ojos y boca fulgurantes avanzaba hacia ellos con una mueca espantosa.

-¿Queréis un tranquilizante, muchachos? Tomad... Yo tengo de sobra...

Lanzó pequeñas bombas de gas a los pies de los guardias, que apenas tuvieron tiempo de resbalar y caer al suelo. Segundos después sus gritos de horror hicieron eco entre las paredes de Arkham. El Espantapájaros acarició su cara, despierto de nuevo. Avanzó lentamente, y a su paso las bombas de gas caían al suelo y liberaban su espantoso contenido por los rincones del psiquiátrico.

-No podemos salir al mundo exterior, ¿verdad, cariño? Todavía no. Primero tenemos que calentar un poco...

El miedo era el amo de Arkham. Y él era el amo del miedo. ¿Acaso no tenía derecho a disfrutar un poco más de su feudo?

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Desde su posición, Batgirl podía oír los ecos lejanos del conflicto que se había apoderado de Arkham. Gritos de pánico, risas descontroladas, rugidos de ira, disparos... La fetidez del conducto de ventilación escupía directamente a su nariz, una mezcla intensa de orines de rata con humedad, hierro oxidado y otras asociaciones demasiado repugnantes como para querer pensar en ellas. De acuerdo con los ruidos y los planos que ella tenía, ese conducto debía llevarle directa a la enfermería. Un sitio tan bueno como cualquier otro donde comenzar la búsqueda.

Minutos de sigilosa infiltración después, Batgirl captó un nuevo ruido. ¿Arañazos? Justo debajo de ella. Poco después, más gritos de terror. Tal vez de guardias o reclusos, no podía saberlo con seguridad. Pero parecían desesperados por alejarse de alguien o algo. Una nueva vaharada hedionda caló en su nariz. Una mucho más fuerte, desagradable e intensa que ahogó por un segundo su garganta y la forzó a toser. Aquellas instalaciones necesitaban una revisión urgente.

La enfermería no debía estar lejos.

(FDI: Sé que no se debe por regla general interpretar al personaje de otro user, así que mis disculpas de antemano si consideras los últimos párrafos improcedentes, pero pensé que sería más emocionante si ya empezamos con la artillería xD Si lo crees inadecuado, me lo dices y edito sin ningún problema )

FdI: ¿Bromeas? Me encanta.

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"Creo que lo pondré por delante de las alcantarillas. Es húmedo, es oscuro, y huele igual de mal", decidí, mientras seguía avanzando por el conducto, "y además, tiene vistas al mar".

El hilo musical tampoco estaba mal, decidí, tratando de cubrir con ironía los desagradables sonidos que llegaban a mis oídos. Había gente gritando por debajo de mí, y no tenía ni idea de si eran reclusos o guardias. Quizá fueran ambas cosas. No estaba segura de querer saberlo.

- Batgirl a Cueva - susurré, llevándome el micrófono a los labios - Sigo en los conductos de... "ventilación". - uuf, ni siquiera con toda mi voluntad podría lograr que aquella función sonara convincente, el aire estaba enrarecido a más no poder - Me dirijo a la enfermería del Asilo. Tiene el acceso restringido, así que debería estar vací...

Mis palabras se vieron interrumpidas por un ataque de tos. Dios, ¿qué acababa de respirar? Maldije la reacción en silencio, ¿qué pasaba si alguien me oía ahora? Aquella clase de sonidos procedentes del techo no figuraba exactamente en el "Manual de Infiltración Sutil", por Bruce Wayne. De eso estaba segura.

"Odio este sitio. Lo odio con toda mi alma", me dije, quedándome completamente quieta unos instantes, por si alguien me había escuchado y decidía echar un vistazo al conducto de ventilación.

Aguardé, con el corazón latiendo con fuerza, pero no sucedió nada. Me froté los ojos con el dorso de la mano; el conducto se había llenado de humo. Fantástico. Sólo esperaba que aquello no significara que el Asilo estaba en llamas.

Al menos no olía a quemado. Aunque eso no quería decir que oliera bien.

Me hubiera encantado sacar el filtro del cinturón de utilidades y ponérmelo, aunque sólo fuera por el olor, pero el conducto de ventilación era demasiado estrecho para permitirme maniobrar con comodidad. Tendría que esperar a salir de él para poder sacarlo. Cosa que, por cierto, tenía ganas de hacer lo antes posible.

El camino a la enfermería se me hizo más largo de lo que esperaba. Sin embargo, el conducto terminó por llevarme a mi destino. Volví a toser. Al otro lado de la rejilla seguía habiendo humo. Resignada al contorsionismo, giré sobre mí misma, apoyando la espalda contra la salida y abriendo dos bolsillos del cinturón; el del filtro y el de las herramientas. Me puse el primero sobre el rostro y forcé la rejilla con las segundas. La pieza metálica se desprendió con demasiada facilidad, escapándose de entre mis dedos y cayendo al suelo de la habitación que había por debajo de mí.

Hubo un sonido metálico que me sonó como el tañido de una campana. Aguardé unos instantes, asustada. Nada pareció removerse, de modo que decidí bajar.

Aterricé limpiamente en el suelo de la enfermería. Las luces parpadeaban y emitían extraños zumbidos a mi alrededor. Tétrico.

La verdad es que empezaba a no encontrarme muy bien.

Había memorizado aquella parte del plano antes de entrar. Si no me equivocaba, cerca de la enfermería tenía que haber un acceso a otro conducto de ventilación, uno que podía conducirme a la sala de monitorización de vídeo. Allí podría utilizar las cámaras para saber qué prisioneros peligrosos habían logrado escapar gracias al caos. Era la manera menos arriesgada de hacer el trabajo de campo.

Sólo tenía que encontrar la puerta de la enfermería, y el resto sería de lo más sencillo.

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FdI: ¿prefieres tener tú el control de las alucinaciones de Babs? Creo que resultará más interesante si no soy yo quien las decide ;p

(fdi: por supuesto ;P concuerdo en que será mucho más divertido así)

Si Barbara hubiese buscado la palabra "higiene" en el diccionario, el quirófano donde aterrizó no aparecería como ejemplo. Había frascos y botes de medicamentos desperdigados por todas partes, el suelo estaba alfombrado de píldoras, y los armarios y botiquines estaban descascarillados y con los cajones arrancados y astillados. Había una mesa camilla tirada en el suelo, y las sábanas estaban empapadas de lo que fuera que formaba un charco en la esquina. No había rastro de cuerpos. Apenas se podía ver nada de lo que había alrededor a causa de la luz intermitente de las bombillas del techo.

Nada más salir del quirófano, Barbara se encontró en un pasillo intrincado que se desviaba hacia izquierda y derecha. Había instrumental médico desparramado por doquier, cortinas de plástico que separaban fragmentos de corredizo, todo iluminado por el casual fogonazo de los relámpagos desde las ventanas góticas de la pared. Aquella parte del psiquiátrico parecía mucho más silenciosa que el resto. Tal vez la refriega ya había tenido lugar y se habría desplazado al interior de Arkham. ¿Pero entonces por qué no había ni un sólo cadáver en el suelo?

Otra vez el sonido del horrendo arañazo en las paredes. Igual que el arañazo sobre una pizarra. Frente a Batgirl, al final del pasillo, se recortó sobre la pared la sombra de algo encorvado, largo y delgado. ¿O tal vez era grueso? Escuchó el eco de una siniestra risilla entre las paredes del pasillo, y la sombra desapareció.

Según el plano, a la vuelta de ese recodo estaba el acceso al conducto de ventilación que la llevaría a la sala de monitorización.

"Recuérdame que traiga a Alfred aquí cuando todo haya pasado", pensé, algo más confusamente de lo que me hubiera gustado, mientras cruzaba aquella especie de quirófano, "Esto necesita una limpieza a fondo..."

Ahora que llevaba el filtro puesto me encontraba algo mejor, pero había estado el suficiente tiempo dentro de aquel conducto como para seguir sintiéndome claustrofóbica. El hecho de estar en aquella habitación cerrada no ayudaba en absoluto; sólo tenía luz eléctrica (y en malas condiciones), ni siquiera contaba con ventanas al exterior.

Evité recrearme en los detalles. El aspecto del lugar se parecía demasiado al de una película de terror que habíamos visto una vez en la Mansión Wayne. Hacía años de aquello, pero aquella noche fui incapaz de dormir. Probablemente ayudara el hecho de que Dick y Jay se pasaran el resto de la noche imitando fantasmas y dando portazos para asustarme.

"¿Cómo se llamaba aquella película...?", me pregunté, dejando el quirófano atrás. Registré en un rincón de mi mente que la puerta estaba abierta. Se suponía que no debería.  

Tragué saliva y miré a mi alrededor. El lugar en que me encontraba ahora no era mucho mejor. Tenía ventanas, sí, pero la luz parpadeante de los relámpagos no le llevaba mucha ventaja a las bombillas estropeadas de hacía un momento. Aquel pasillo también estaba hecho un desastre, pero tan vacío de gente como el lugar por el que había venido. Aparté con el pie los fragmentos de un vial roto. ¿Había habido una lucha allí? ¿O había sido cosa del terremoto? Aquello podía explicar por qué todo estaba desparramado por el suelo, y por qué no había ningún cadáver por allí.

Aquello debería haberme tranquilizado. Significaba que todo estaba despejado, al menos por el momento. No necesitaba que nadie me viera hasta que hubiera alcanzado la segunda base. Pero el silencio era tan incómodo, tan antinatural, que sólo lograba ponerme más nerviosa.

Por eso, el arañazo me hizo dar un respingo y retroceder involuntariamente. ¿Qué demonios estaba pasando allí? Una sombra en la pared, una risa... Mi mano buscó un batarang en el cinturón pero, en el momento en que mis dedos se cerraron alrededor del arma, la sombra desapareció.

"El conducto de ventilación, Babs", tuve que recordarme.

Me obligué a volver a avanzar. Probablemente me lo había imaginado; estaba pensando en la película hasta hacía un momento, mi mente me había jugado una mala pasada. Sólo tenía que girar una esquina, buscar la rejilla y meterme otra vez en el sistema de ventilación. Allí estaría a salvo, y podría maldecir a Dick y Jason todo lo que quisiera.

Cogí aire y lo retuve, casi sin darme cuenta, mientras doblaba el recodo, aferrando aún el batarang con la mano.

El camino hasta el conducto de ventilación estaba despejado. La iluminación seguía siendo penosa, pero no había ni rastro de presencia humana. Lo más extraño era que el pasillo doblaba hasta un tramo sin salida. Tan sólo una ventana, que permanecía cerrada, y la rejilla del conducto, que estaba cerrada. Cedió fácilmente a las herramientas de Batgirl, lo que no dejaba de ser preocupante. Los residentes de Arkham no eran precisamente locuelos de tres al cuarto. Estábamos hablando de individuos como el Joker o Enigma, capaces de hacer una ganzúa con un palillo de dientes. ¿De verdad no se percataba de eso el alcaide?

El conducto era tan estrecho como el anterior, pero al menos no hedía tanto. Sólo tendría que avanzar un poco más y llegaría a la sala de monitorización. Sólo tenía que doblar una esquina... Otra más... Y otra... ¿Pero cuántos dobleces tenía aquel conducto? Al quinto giro Batgirl tuvo la agobiante sensación de estar caminando en círculos.

Empezó a escuchar algo desde el comunicador. Al principio eran sólo interferencias, pero luego creyó distinguir palabras. Demasiado grave para ser la voz de Tim. ¿Bruce? ¿Alfred?

No...

-... Espíritu... Arkham...

El trayecto a través del conducto no se detenía. El túnel seguía y seguía girando. Batgirl no recordaba que fuese tan largo. Según el plano, al menos, la distancia no era tal. Quizás tendría que echarle un ojo...

Para cuando intentó mover la mano para tocar lo que fuera, se dio cuenta de que apenas podía moverse. El espacio parecía haberse vuelto más estrecho. Y lo peor era que, cuanto más avanzaba, más parecía estrecharse.

Y de nuevo la voz por el comunicador.

-El espír... madeus... Arkham...

Otra vez el sonido del arañazo. ¿Por donde? ¿Por delante... o por detrás?

Estaba segura de que el conducto no daba tantos rodeos. Por eso lo había escogido, ¿no? Porque era el camino más rápido y directo hacia la sala de monitorización.

Pero, ¿y si me había equivocado?

No, recordaba perfectamente el plano. Tenía que ser aquél. Entonces, ¿había calculado mal la distancia? Podía ser eso... Tendría que volverlo a mirar.

El transmisor había empezado a crepitar. Estúpidas interferencias... Al parecer, alguien estaba intentando comunicarse conmigo. Traté de entender lo que decía la voz, sin demasiado éxito. Tampoco sabía a quién pertenecía. A lo mejor era una transmisión desde la Cueva. O desde el Monte Justicia...

- Maldita cobertura... - susurré.

-... Espíritu... Arkham... - creí entender.

Decidí ignorarlo, de momento. Empezaba a estar demasiado agobiada por la estrechez del conducto. ¿Cuándo terminaría aquel tramo? Si no llegaba a algún sitio pronto, tendría que dar media vuelta, retroceder y buscar otra forma de...

Mi corazón empezó a latir con fuerza. No tenía espacio para girar. Ni para moverme.

Apenas si lo tenía para respirar.

- ¿Q-qué...? ¿Qué está pasando...? - murmuré, encogiéndome.

El sonido de la estática seguía ahí, con aquella voz que trataba de formar alguna palabra coherente. Pero, ¿quién era? ¿Kaldur? ¿Alfred? ¿Bruce...?

¿...Dick?

-El espír... madeus... Arkham...

No, no era ninguno de ellos. Conocía sus voces a la perfección. ¿Estarían distorsionadas por el transmisor...?

"Arkham... ¿madeus...?", repetí, para mí.

Aquello sonaba familiar.

"Amadeus... Arkham...", completó mi mente, comprendiendo al fin.

El nombre tenía sentido, claro. Pero lo que no tenía sentido alguno era que sonara en mi comunicador.

"Vamos, Babs, ese tipo murió hace casi cien años", me reprendí.

No podía perder el tiempo con aquello. Tenía que salir de allí.

Cogí aire, tratando de calmarme. Cada vez me sentía más oprimida en aquel espacio que se cerraba sobre mí.

Entonces, volví a oír el arañazo, y no supe de dónde provenía. Lo que sí supe es que se me habían erizado todos los cabellos de la nuca.

Un escalofrío bajó por mi espalda mientras trataba de distinguir algo en la oscuridad del conducto de ventilación, por delante y por detrás de mí.

Nada. No veía nada.

"Cálmate, Babs, por favor...", me dije, tratando de calmarme...

Llegó un momento en que la estrechez era tal que podía sentir sus piernas y brazos agarrotados, como si la hubiesen metido dentro de un saco ceñido. El conducto seguía hasta donde se alejaba la vista, engullido por la oscuridad. A su espalda el arañazo se acercaba más. Aunque no podía verlo, a su mente le vino la imagen de largas agujas que rascaban la pared y producían sonidos más desagradables que sobre una pizarra. Frente a ella le llegaba otro eco distante y multiplicado entre las paredes del conducto. Múltiples patas pequeñas, decenas, centenares de ellas. Apenas alcanzó a ver un enjambre de cucarachas al otro lado de la oscuridad que iban directas hacia ella.

De nuevo la voz extraña sonó en el micrófono.

-El espíritu de Amadeus Arkham...

¡CLANK!

El conducto de ventilación se desplomó bajo ella. Cayó redonda sobre el frío suelo de mármol quebrado. La chapa cayó a escasos metros de ella y resonó tan fuerte como una pistola. Curiosamente no cayó una sola cucaracha.

La sala estaba a oscuras, pero poco después Batgirl creyó captar un resplandor verdoso desde su espalda. Se encontraba en la sala de monitorización, pero ésta no le ofrecía un espectáculo más tranquilizador que la enfermería. Muchos de los monitores mostraban sólo interferencias, y la mayoría parpadeaban o mostraban ángulos rebuscados en los que era imposible distinguir nada.

Sólo uno captó la atención de la justiciera. Enfocaba a la sala de cuidados intensivos, no muy lejos de allí. Un equipo de policía había entrado armado hasta los dientes, y empezaban a montar una barricada. El hombre que los dirigía era una cara demasiado familiar para Barbara.

-¡Bloquead esa puerta! ¡Que no entre nadie! -ordenó el comisario Jim Gordon, empuñando su pistola y jadeando. Tenía una brecha sanguinolenta en la cabeza.

Los policías se afanaron en dejar la puerta bloqueada, mientras Gordon miraba a su alrededor. Se volvió hacia la cámara, y por un segundo sus ojos protegidos por las gafas se clavaron sobre los de Barbara. Por supuesto, ni se imaginaba que su hija estaba al otro lado del monitor.

-Maldita sea... Ya sólo nos faltaría que estuviesen controlando la sala de monitorización. ¡Que alguien desactive esa cámara! No tengo el menor interés en que esa escoria sepa dónde estamos.

-Huy... Demasiado tarde.

¿Quién había hablado? Su voz sonaba demasiado distorsionada. Pero fuera quien fuera, sonó dentro de la sala. Gordon miró con la cara desencajada a su izquierda, apuntó con la pistola y trató de apretar el gatillo.

BANG. BANG.

Demasiado tarde.

Gordon cayó al suelo a tal velocidad que fue imposible intuir qué le había alcanzado. Había sonado como a disparos de escopeta. De repente la imagen se distorsionó y el monitor tan sólo reflejó parásitos.

Una palabra escrita en letras rojas apareció poco después.

REHTAF

Me estoy ahogando en este sitio.

Pero no es lo peor. Creo. Lo peor son los bichos.

Dios, siempre he odiado las cucarachas. Bueno, ¿es que a alguien le gustan? En una ciudad como esta, llena de rincones húmedos y oscuros, no es que sean difíciles de encontrar. Por favor, si incluso había un supervillano compuesto de cucarachas, ¿cuál era su nombre? ¿Kafka...? Qué asco de...

- El espíritu de Amadeus Arkham...

¿Otra vez ese pirado? No, no puede ser, está muerto y los espíritus no existen, o sí existen pero ahora te iría bien que no lo hicieran, Babs. Ya tienes bastante con los asquerosos insectos que vienen hacia ti.

Agh... ¿tenía que pasarme esto? Cierro los ojos, conteniendo un escalofrío de repulsión, esperando sentir el roce repugnante de miles de patas en cualquier momento. Tengo todo el vello erizado; el rechazo hacia las cosas de seis patas es tan primario que no puedo ni negarlo con lógica.

Sí, es más fácil negar los fantasmas.

¡CLANK!

Todos los pensamientos que se arremolinan en mi mente ceden al mismo tiempo que lo hace el conducto de ventilación. Ahogo un grito de sorpresa. Al menos se terminó la angustia de estar encerrada, o eso me digo en el instante de ingravidez inicial. Pero luego estoy cayendo, de espaldas, hacia el suelo. Dios, voy a romperme algo, me quedaré en el suelo y no podré...

El golpe me corta la respiración. Oigo caer la tapa cerca de mí. Trato de incorporarme tras el sobresalto. Estoy bien, creo... No sé qué me está pasando. Las palmas de mis manos están húmedas de sudor bajo los guantes amarillos, y el pelo se me pega a la nuca. Estoy nerviosa. Todo en este lugar me da escalofríos. Lo mejor será que termine lo que he venido hacer y me esconda en alguna parte a esperar los refuerzos.

Pero, ¿dónde estoy?

- La sala de monitorización... - susurro, volviéndome lentamente.

Las pantallas parpadean. No puedo ver con claridad las celdas de máxima seguridad; sólo interferencias. Los pasillos parecen desiertos. Debería haber ángulos mejores, claro. ¿Quién ha diseñado este sistema de vigilancia? ¿O es que alguno de los reclusos ha logrado hackearlo? Es más que posible, claro, el Joker y Harley ya lo hicieron una vez, es posible que hayan vuelto a lograrlo...

Entonces lo veo. El monitor de cuidados intensivos.

La GCPD ha llegado al fin a Arkham. Dios, debo de haber perdido un montón de tiempo en los conductos.

- Papá...- murmuro.

-¡Bloquead esa puerta! ¡Que no entre nadie!

Está herido. Me acerco al monitor, ansiosa. Él mira a un lado y a otro, mientras sus hombres bloquean la puerta. Se fija en la cámara que lo está grabando.

-Maldita sea... Ya sólo nos faltaría que estuviesen controlando la sala de monitorización. ¡Que alguien desactive esa cámara! No tengo el menor interés en que esa escoria sepa dónde estamos.

Sí. Es una buena idea, papá. Porque parece ser que alguien ha estado jugando con las grabaciones de seguridad.

-Huy... Demasiado tarde.

La voz me congela la sangre en las venas. Tiene que haber sido eso, porque me quedo paralizada, viendo la escena como si se tratara de una película.

Papá se vuelve hacia la izquierda.

Levanta la pistola.

Apunta.

BANG. BANG.

Y cae.

- ¡¡¡Papá!!! ¡¡¡PAPÁ!!! - chillo, cuando regresa mi voz, precipitándome hacia el monitor y agarrando los laterales con ambas manos, como si sirviera de algo.

La pantalla se queda vacía. ¿Lo he desconectado al sacudirlo? ¿Han desactivado la cámara? ¿O es que las lágrimas me están emborronando la visión?

- Papá... no, tú no, por favor... - murmuro, de forma inconexa, al tiempo que una palabra aparece en el lugar donde él me miraba instantes antes.

REHTAF

Miro las letras, sin comprender. Estoy llorando, sí, porque me parecen deformadas y temblorosas. Al fin, logro entenderlo. Pone "Father", al revés.

Esto tiene que ser una pesadilla.

O eso suplico mentalmente, mientras me armo con los batarangs. Las manos me tiemblan.

Tengo que ir a ver si papá está bien. Tengo que ir a esa sala de cuidados intensivos. La imagen se ha perdido, no sé si le han dado. Sólo le he visto caer. Tal vez hayan fallado, tal vez esté herido... Tal vez...

Dios mío, que papá esté bien, por favor. Es lo único que tengo. Él, y Bruce, y Dick... No pueden quitármelo. Por favor.

Abro la puerta y camino por el pasillo, con la sensación de avanzar a trompicones y muy lentamente. Es como uno de esos sueños en los que quieres correr y correr, pero siempre llegas tarde. Ojalá no llegue tarde.

Siempre he tenido miedo de que un día me trajeran así a papá. De que alguien llamara a mi puerta y dijera: "señorita Gordon, su padre ha caído en cumplimiento del deber. Lo sentimos muchísimo".

- No...- me repito, tratando de acallar mis miedos.- Estará bien, Babs. Ya lo verás...

Ni siquiera me importa estar hablando conmigo misma. Este sitio es capaz de volver loco a cualquiera, ¿no?

- Seas quien seas... si has matado a Jim Gordon... yo... yo...

"Acabaré contigo..."

Desde la sala de monitorización hasta el quirófano había sólo un trecho. Pero fue echar a correr y sentir que el pasillo se hacía más y más largo, transformándose en un retorcido bucle infinito. Tras un rato corriendo llegó a detenerse ante una puerta... Sólo para darse cuenta de que era otra vez la sala de monitorización. Desde el otro lado, las pantallas seguían enviando parpadeos de luz, y la maldita palabra en rojo, REHTAF, le taladraba los párpados.

Otra carrera más. El pasillo seguía eternizándose. Escuchó algo a sus espaldas. Otra vez los arañazos. Y algo más. Un coro de risas atroces que se sentían muy lejos y hacían eco por todas las paredes de Arkham. De nuevo un estruendo espantoso, un disparo de escopeta, que sonó a cámara lenta y taladró los oídos de Barbara. El agua que salpicaba las ventanas se teñía de un color ocre que transformó la poca luz del entorno. ¿Sangre?

Sin saber muy bien cómo, encontró la puerta del quirófano. No estaba cerrada a cal y canto como ella esperaba. Alguien o algo había atravesado la barricada, arrancando muebles y puertas de cuajo como si fuese mantequilla. Varios cuerpos yacían en el suelo. Miembros de la GPDC, destrozados, empapados en su propia sangre...

Y él.

Reposaba contra el suelo, con los brazos caídos, como una estampa religiosa. Su frente y sus labios sudaban sangre, las ropas estaban empañadas de ocre. La sangre cubría por completo la pared y el suelo, y a causa de la escasa luz del escenario parecía incluso reptar por la superficie.

De hecho estaba reptando. Y engullía los cuerpos de los policías, de forma tan sutil que Batgirl no podía apreciarlo a simple vista.

Pasó una eternidad. De pronto la luz de un relámpago. Y el quirófano había cambiado. Todo estaba pintado de rojo. El cuerpo de Gordon ya no estaba. La puerta a sus espaldas estaba abierta de par en par y dejaba entrar una corriente de aire gélida que quemaba los huesos.

De pronto el suelo se inclinó poco a poco. Del charco de sangre que cubría cada palmo empezaron a brotar manos que hicieron lento ademán de agarrarla de las piernas y la capa. Las caras de las víctimas de aquel atentado, deformadas por rictus de horror y dolor, la miraban fijamente.

¿Por qué? ¿Por qué no nos salvaste? ¿POR QUÉ?

"Papá, papá...", gritaba mi voz, dentro de mi cabeza.

"RETHAF, RETHAF", me repetían los monitores.

Seguí corriendo por el pasillo eterno, parpadeando con fuerza, tratando de librarme de la huella lumínica que habían dejado las letras rojas en mis ojos.

"Cálmate, Babs, estás confundiendo el camino", trataba de decirme, aunque sabía que era mentira.

Sólo había un pasillo. Sólo tenía una dirección. El bucle parecía parte de una pesadilla, una demasiado real, pero una pesadilla al fin y al cabo.

"Papá..."

Arañazos y risas. ¿Risas? No había nada de gracioso en todo esto.

Un disparo. No, ¿un trueno? Aún estaba lloviendo.

Me detuve.

"Papá..."

Seguía repitiéndolo, como si pensar en él fuera la fórmula mágica que lo mantendría con vida.

Finalmente, encontré el quirófano donde lo había visto caer. Y estaba destrozado...

Reconocí los rostros de algunos; Bullock, Burke, Allen... Montoya yacía boca abajo sobre un charco de sangre. La reconocí por sus cabellos negros, pero no me atreví a darle la vuelta.

- Dios... Harvey... Tommy... ¿Dónde estás, papá...?

En realidad no quería encontrarlo.

Pero lo encontré, en el centro de la barricada destruida, empapado de sangre. Me quise arrodillar junto a él, pero mis pies estaban clavados en el suelo. No podía moverme.

- ¿Quién ha...? ¿Cómo ha...?

Mis labios formaban las palabras, pero ni yo misma me estaba escuchando.

El relámpago me encontró en la misma posición; los brazos caídos a los lados del cuerpo, el rostro desencajado y lleno de lágrimas. Mis ojos seguían fijos en el cuerpo sin vida de mi padre, sólo que el cadáver ya no estaba allí. Hacía frío, mucho frío, y veía sangre por todas partes. En el suelo, en el techo, en...

Un escalofrío me recorrió cuando sentí el tacto de la primera mano. Aparté el pie de golpe, casi por instinto, al tiempo que muchas otras brotaban del suelo, intentando agarrarme.

Harvey Bullock. Tommy Burke. Crispus Allen. Renee Montoya...

Debí de gritar, porque me pareció escuchar mi propia voz. En aquel momento me pareció que venía de muy lejos. Me debatí, me solté, me volvieron a agarrar. Sus manos dejaban manchas escarlata en mi capa, en mis botas.

- ¡Soltadme! - gemí, dando un puntapié demasiado fuerte a la muñeca de Harvey.

Oír crujir los huesos, pero me obligué a ignorar el sonido.

- Dejadme en paz... - supliqué.

Pero ellos seguían mirándome.

¿Por qué? ¿Por qué no nos salvaste? ¿POR QUÉ?

La pregunta me dejó helada. Mis ojos trataron de rehuir la mirada de Bullock, la de Allen, todas ellas... pero, aunque no las viera, seguía sintiéndolas fijas en mí.

¡No lo sé!, hubiera querido gritar.

- Perdonadme, yo no... yo no...

Tal vez fue la insistencia con la que tiraban de mí. Tal vez fue el momento en que el valor me abandonaba.

Caí de rodillas.

- No soy lo bastante buena... Yo... - murmuré - Lo... lo siento...

Mis siguientes palabras brotaron en apenas un susurro.

- Os he... fallado... A todos...

-Sí, Barbara... Nos has fallado...

Una voz seca y dura como el cemento interrumpió los quejidos de los policías empapados en sangre. La sombra de la cabeza de murciélago se proyectó sobre ella. La silueta del Caballero Oscuro se erguía impune desde la puerta, la única salida, la única esperanza para Batgirl de escapar de la locura.

-Confié en ti, Barbara. Confié en tus capacidades para tener éxito en esta misión. Te dije que sólo informaras. Desobedeciste las órdenes. ¿Y qué has causado? Contempla a los muertos, Barbara, los que han muerto por culpa tuya.

La luz de un relámpago resaltó a las espaldas de Batman. Sus ojos relucían en la oscuridad como las ascuas del Infierno. Un verdadero inquisidor que la acusaba sin piedad por sus faltas.

-Sí, Barbara... Yo también confié en ti -de la esquina izquierda de la habitación un joven alto y atlético se unió a la conversación. Su pelo negro, antifaz y logo de pájaro oscuro en su pecho eran inconfundibles, pero sus ojos brillaban con la misma ira que los de su mentor-. Te confié mis sentimientos. Me sinceré contigo más allá de lo que he hecho jamás por nadie. ¿Y qué hiciste? Me diste la espalda. Me ignoraste. Mírame bien, Barbara... ¡Yo también estoy muerto por tu culpa!

Se arrancó el antifaz... y el resto de la cara fue con ella. Tan sólo una calavera pelada con sus ojos azules le devolvió la mirada.

-Muerto... Por tu culpa, Barbara. -Otra voz familiar. A sus espaldas. Le arrancó la máscara de un tirón y dejó su cabellera bermeja cayendo libremente por sus hombros. El mismísimo Jim Gordon estaba ahora de pie ante ella, la piel pálida como la cera, el pecho aún agujereado por el disparo de escopeta que se lo había llevado. Y eso no la impedía mirarla con furia mientras sostenía la máscara de Batgirl entre sus manos-. Todas estas noches en vela, preguntándome si estarías bien, si estarías a salvo. Confié en ti. Confié en que nada te pasaría. ¿Por qué no me lo dijiste? ¡Me mentiste, me traicionaste! ¡Y me mataste! ¡Muerto, por tu culpa!

Los policías se alzaron como grotescos pilares ensangrentados, con sus caras deformadas por el odio mirando hacia Barbara. Se unieron al coro de voces que martillearon la conciencia de la vigilante.

Por tu culpa. Por tu culpa. Por tu culpa. Por tu culpa.

Las palabras acusadoras se convirtieron en un eco ensordecedor que retumbaron por toda la habitación. El viento incrementó su fuerza y sacudió la capa y el pelo de Batgirl. De pronto el techo se resquebrajó, y una de las paredes se vino abajo. Los cascotes no cayeron al suelo, sino que flotaron en el aire, elevándose por encima de la cabeza de la vigilante. Lo más aterrador era que al otro lado del muro no estaban los jardines de la isla de Arkham, ni el océano ni la vista de Gotham a lo lejos.

Al otro lado... No había nada.

El vacío en el que flotaba la plataforma que era ahora la sala roja estaba teñido con el mismo rojo de sus muros. Diversos fragmentos del asilo flotaban al azar, conformando plataformas improvisadas, hacia el centro de lo que parecía ser una espiral de tinieblas y relámpagos.

Y desde el centro de dicha espiral se irguió un espantoso titán recubierto de paja. Sus manos con guante en forma de garra hechos con jeringuillas arañaron las paredes y causaron que los muros siguiesen haciéndose pedazos. El sonido del arañazo era demasiado familiar para Batgirl. Como también lo eran las crueles risas reverberantes del malvado que ahora posaba sobre ella sus ojos fulgurantes.

-¡Pobre murcielaguita! ¿De qué tendrá miedo? Ven, chica, ven a mí... ¡Ven y revélame tus mayores pesadillas! ¡Ahora estás en mi reino! ¡Suplica piedad, llora, arrepiéntete de tus pecados! ¡Ésta es la Noche del Terror, y yo soy Su Amo!

El Espantapájaros volvió a reír, y el eco de su risa taladró los oídos y la mente de Batgirl como una de sus jeringuillas.

- Sí, Barbara... Nos has fallado...

Conocía aquella voz. Incluso sin la silueta proyectada en el suelo, incluso sin haberme vuelto para encontrarme son su fría mirada, aquel tono sólo podía pertenecer a una persona. No era la voz que solía usar conmigo; era el tono helado, oscuro, carente de emoción y cargado de amenaza que utilizaba para los criminales de Gotham. Tim la llamaba "la Voz del Murciélago".

- Confié en ti, Barbara. Confié en tus capacidades para tener éxito en esta misión. Te dije que sólo informaras. Desobedeciste las órdenes. ¿Y qué has causado? Contempla a los muertos, Barbara, los que han muerto por culpa tuya.

- No estaba desobedeciendo, sólo hacía lo que querías, si hubiera podido intervenir, yo...

"Yo, ¿qué? ¿Les habría salvado? No... no hubiera llegado a tiempo, ¿por qué no puedes verlo? ¡Cumplía tus órdenes! ¡Hice lo que me pediste! Sólo observar, sólo mirar cómo ellos morían..."

Sollocé mientras trataba de apartarme de él, retrocediendo desde el lugar en que había caído de rodillas. ¿Por qué me estaba condenando? ¿Es que no le había demostrado mil veces que lucharía por su causa, que estaba de su lado? Un rayo iluminó la silueta de Bruce y sentí miedo, el tipo de miedo que el Murciélago provocaba en los delincuentes, ahora lo sabía. Jim Gordon era su amigo, y yo lo había dejado morir.

"¡¡¡También era mi padre!!!", quise gritar, pero la voz se me apagó en la garganta.

- Sí, Barbara... Yo también confié en ti - dijo una segunda voz, procedente de la izquierda.

- ¿Dick...? - pregunté con un hilo de voz, volviéndome.

Hubiera preferido morir antes que ver aquella mirada en sus ojos también. Dick avanzó hacia mí, vestido con el traje de Nightwing. Me miraba con tanta rabia, con tanta decepción... Quise arrastrarme de nuevo, lejos de él, lejos de Bruce. ¿Qué le podía haber hecho a Dick para que me odiara así? Él era distinto a su padre adoptivo, sabía lo que era la impotencia, el fallarle al Murciélago, el no ser lo bastante bueno para él; él hubiera entendido...

- Te confié mis sentimientos. Me sinceré contigo más allá de lo que he hecho jamás por nadie. ¿Y qué hiciste? Me diste la espalda. Me ignoraste.

"Dios, no... No. No..."

Ojalá no hubiera sabido perfectamente de qué me hablaba.

"Barbara, ya soy mayorcito... y tengo algo que decirte y que quizá no te guste escuchar... Te quiero, Babs... como amiga, como compañera... y ojalá pudiera quererte también como..."

Había mantenido mis ojos cerrados, inexplicablemente nerviosa y confundida, con la sensación de que todo aquello estaba mal.

"¿Babs...? ¿Batgirl...? ¡Au, rayos! ¡Está dormida...!"

A veces me acordaba de aquel día y sonreía, tal vez con algo de tristeza, pero sonreía. No creía que Dick lo recordara a menudo. Había sido una mala época para Robin; cada vez tenía más diferencias con Bruce, cada vez discutían con más frecuencia. Al final, Dick se había marchado, y había encontrado a Koriand'r.

"No, no te di la espalda... ¡Era un capricho! Eras demasiado niño todavía, yo era prácticamente la única mujer que conocías... Todo cambió con los Titanes, ¿no? Encontraste tu sitio, un sitio muy distinto a la Batcueva. No necesitabas una novia que llevara el murciélago en el pecho, ¿verdad?"

El Dick del pasado se desvaneció en mis recuerdos. El del presente seguía de pie ante mí, mirándome con ira. ¿Por eso me había evitado en el Monte Justicia? ¿Me odiaba porque le había tratado siempre como un niño?

- Mírame bien, Barbara... ¡Yo también estoy muerto por tu culpa!

- ¡NOOO! - grité, horrorizada, mientras se arrancaba el antifaz, y toda su cara con él.

El terror me hizo retroceder mientras mi estómago se revolvía; aún sin rostro, Dick seguía mirándome, Bruce seguía en la entrada, y...

-Muerto... Por tu culpa, Barbara. - dijo la voz de mi padre, y sus palabras me cortaron como la hoja de un cuchillo.

Sus manos aferraron con firmeza mi máscara y la arrancaron. Por un momento temí que se llevara mi cara con ella, como había pasado con Dick. Mis manos acudieron a mi rostro en un acto reflejo, pero ni yo misma supe qué pretendía con aquel gesto. ¿Ocultar mis rasgos? ¿Asegurarme de que seguían allí? Había temido tanto aquel momento, el momento en que mi padre supiera que yo era Batgirl, la chica que seguía al Murciélago...

Todas estas noches en vela, preguntándome si estarías bien, si estarías a salvo. Confié en ti. Confié en que nada te pasaría. ¿Por qué no me lo dijiste? ¡Me mentiste, me traicionaste! ¡Y me mataste! ¡Muerto, por tu culpa!

- ¡NO! ¡No, papá! Por favor, tienes que escucharme... -supliqué, en vano, mientras los policías muertos se alzaban.

Por tu culpa. Por tu culpa. Por tu culpa. Por tu culpa.

Intenté huir, pero no tenía adonde. Ellos eran más, estaban por todas partes, y no podía correr. Sollozando, me encogí en el suelo, me tapé los oídos y cerré los ojos, rezando porque todo aquello terminara...

Y terminó, después de lo que pareció una eternidad.

Terminó por completo, disolviéndose en la nada, abandonándome en una plataforma del color de la sangre mientras el asilo se derrumbaba a mi alrededor... y, lejos de hundirse, flotaba, con aquella lógica absurda propia de las pesadillas

Me aparté a gatas de los muros que se resquebrajaban y traté de ponerme en pie mientras todo giraba a mi alrededor. Y, entonces, él se alzó, en medio de toda aquella destrucción, contemplando el paisaje a sus pies como si fuera su obra favorita.

El Espantapájaros.

Crane lo arañaba todo y volvía su enorme cabeza, buscándome... No, no me buscaba, comprendí; sabía dónde estaba. Lo sabía mucho mejor que yo misma.

- ¡Pobre murcielaguita! ¿De qué tendrá miedo? Ven, chica, ven a mí... ¡Ven y revélame tus mayores pesadillas! ¡Ahora estás en mi reino! ¡Suplica piedad, llora, arrepiéntete de tus pecados! ¡Ésta es la Noche del Terror, y yo soy Su Amo! - dijo, con aquella voz horrible, antes de reír como el loco que era.

- ¡Ya he llorado suficiente! - grité, llena de rabia. Rabia contra él, y rabia contra mí.

¿Cuánto rato hacía que nada era real? ¿Estaba mi padre muerto en el Asilo, o todo era fruto de mi miedo? ¿Cuánto de aquello podía ser verdad; la ira de Bruce, la rabia de Dick...? Les había fallado a ambos, desde luego, dejándome atrapar por Crane, y tampoco era inocente de todo lo demás...

- ¡Voy a hacerte tragar tus pesadillas! - volví a chillar, y mi voz se quebró. No supe si se trataba de un efecto residual del terror, o de la ira que sentía en aquel momento.

Eché a correr en dirección a Crane pero, ¿qué podía hacer? En el centro de mi mente aterrorizada, él era un gigante, y yo era diminuta. Por muchas patadas que le diera a aquel rostro de paja, no sería más que el aguijonazo molesto de un mosquito. Pero tenía que intentarlo. Tenía que evitar aquellas jeringuillas horribles, tenía que golpearle, una y otra vez, hasta no poder más.  

- ¡Sal de mi cabeza! ¡Márchate! - grité, mientras corría hacia él, sin saber si lo que acababa de darle era una orden o una súplica.

(FDI: Un poco de musiquita para ambientar *risa maligna*)


El Espantapájaros observaba desde su lugar privilegiado los fútiles intentos de Batgirl de luchar contra el efecto del gas del miedo, que se había filtrado ya tan adentro en su sistema nervioso que controlaba todo lo que veía y oía. En la mente de la heroína, su enemigo seguía siendo un espantoso titán de paja y ojos brillantes que no se apartaban de ella.

- ¡Ya he llorado suficiente! ¡Voy a hacerte tragar tus pesadillas!

De nuevo la cruel risa hizo eco a través de la nada que deformaba el escenario del asilo hasta convertirlo en una verdadera puerta al Infierno. El Espantapájaros no se inmutó cuando Batgirl golpeó sus manos. Apocada por su propio miedo era sólo un insecto en comparación al Amo del Terror. Para horror de la vigilante, el maníaco enganchó su capa con una de sus garras-jeringuillas y la alzó en el aire, a la altura de su cabeza.

- ¡Sal de mi cabeza! ¡Márchate!

-¿Que me marche? Querida, pero si tú me has dejado entrar...  Es de mala educación expulsar así a los invitados, ¿no crees? ¿Por qué no entramos al salón de tu mente... y vemos cuántas cosas más ocultas ahí?

Como en la inquietante escena del final de la película Fantasia de Disney, con el colosal demonio en el Monte Pelado jugueteando con los diablillos que se posaban en su mano, Crane manipuló a Batgirl como a una muñeca, antes de dejarla caer al abismo. Conforme se precipitaba, los restos flotantes de Arkham se desplomaron sobre ella como una lluvia de cemento y gravilla.

Pero no impactó contra nada. Su cuerpo quedó de repente flotando en una ingravidez densa. Captó de nuevo el olor a sangre y a muerte. Los cascotes flotantes cayeron muy despacio hasta quedar de nuevo congelados en el aire.

-Qué sentimiento tan fascinante es el miedo... Tan simple, y a la vez tan complejo, ¿verdad? Puedes clasificarlo en cientos de trastornos de personalidad diferentes, catalogarlo en una lista interminable de fobias... ¿Te gustan las fobias, Batgirl? Son bastante entretenidas, como la astrofobia, el miedo a los relámpagos...

Un relámpago cayó muy cerca de donde estaba Batgirl. La luz parpadeante reflejó la silueta del Espantapájaros justo sobre ella, tan alto e imponente como siempre. Se precipitó sobre ella, pero tras un segundo fogonazo volvió a desaparecer.

-La hematofobia, miedo a la sangre...

La oscuridad se tiñó de rojo. Sus pies empezaron a cubrirse hasta los tobillos de algo espeso y viscoso. De nuevo la habitación, o lo que fuera, se empapaba en sangre que caía en cascadas por doquier.

-¡La haptofobia, miedo a ser tocado...!

Otra vez los cuerpos ensangrentados de los policías asomaron desde el suelo de sangre y se acercaron a Batgirl, extendiendo sus asquerosas manos hacia ella.

-¡O el favorito de mi querida compañera Catwoman: la androfobia, el miedo a los hombres...!

De la sangre emergieron de nuevo Nightwing, con la cara arrancada y enseñando su rostro de calavera, Batman y Gordon, con la sangre manando a borbotones de su pecho. Cercaron a Batgirl, acorralándola como antes. Y de nuevo la luz del relámpago iluminó la cara del Espantapájaros, que observaba desde arriba como un dios cruel y caprichoso que se divertía a costa del sufrimiento de su creación.

-Pero todas estas fobias juntas no son más que los fragmentos de un puzzle mucho más complejo. No son más que los síntomas... La enfermedad, la fuente del miedo verdadero, está ahí dentro. Ahora, Batgirl... Déjame entrar. ¡Déjame ser testigo de tus verdaderos miedos! ¡Y, cuando acabe, te aseguro que verás mi hogar, el Asilo Arkham, con otros ojos!

Fuera de la torturada mente de Batgirl, en un quirófano cercano al conducto de ventilación donde se había colado, el Espantapájaros observaba con sádico placer a su víctima tirada en el suelo, retorciéndose bajo el peso de su propio terror, multiplicado por el efecto de su infame droga.

Cuando la nave se acercó al Asilo de Arkham contemplé el terror que se extendía en la isla, bajo mis pies. Escuché gritos y tiros en el bosque, varios presos empezaban a escaparse por las barcas y los puentes estaban sellados por el GCPD, intentando evitar que más locos entraran a la ciudad de Gotham.

Aquello era un verdadero caos, y no había suficiente contención por parte de la policía de Gotham para detener a los fugados. Si esto seguía así, la mayoría de presos de Arkham se escaparían y no podía permitirlo. Pero ahora no era momento de pensar en los presos, si no en encontrar a Batgirl.

Mandé un mensaje a la base de los Young Titans, informando a Beastboy de lo que estaba sucediendo y que enviara refuerzos lo más pronto posible. Con suerte no escaparían los más peligrosos. Entonces volví a intentar comunicarme con Batgirl, pero ella no me daba respuestas coherentes, solo gritaba de angustia y pánico. Sentí una punzada helada en mi pecho.

-No tenía que haberla enviado sola... maldita sea...  

Maldecí el momento en que di aquellas órdenes y abrí el ordenador holográfico. Descargué los planos del Asilo mientras La Esfera descendía para dejarme en uno de los tejados del edificio principal. La pantalla parpadeó un segundo y señalizó el comunicador de Barbara. Estaba dentro de uno de los quirófanos no muy lejos de dónde me encontraba. 

Salté de la nave mecánica y le dije que me esperara escondida en el tejado. Descendí un par de pisos con la ayuda de la wingarra y con cuatro acrobacias más conseguí agarrarme a una de las ventanas con barrotes que había cerca del conducto de ventilación principal. A lo lejos pude ver que las puertas gigantes de la entrada estaban destrozadas y chamuscadas. La mayoría de presos salían por ahí, y los guardias de seguridad hacían todo lo posible por contenerlos, pero eran demasiados.

Chasqueé la lengua y busqué el conducto de ventilación que había por ahí cerca. Cuando lo encontré vi que la rejilla estaba descansando a un lado, apoyada en el muro de la pared.

-Batgirl ha pasado por aquí... - dije examinando el conducto abierto. El ordenador emitió un pitido agudo, avisándome de que había escapes de gas dentro del edificio. Todo empezaba a cobrar sentido.

Me coloqué la mascarilla anti-gas que tenía guardada en el guante izquierdo y me adentré por el agujero. Gateé en dirección al quirófano donde se encontraba Batgirl, escuchando el eco silencioso de mis pasos por el conducto. Después empecé a escuchar los gritos de los presos, los pasos bajo el pasillo y después carcajadas...

Me acercaba cada vez más a dónde se encontraba Barbara, y mi pulsación iba acelerando por minutos. Entonces el gas empezó a entrar por las rejillas sutilmente. Por suerte ya venía preparado.

Cuando llegué a una de las salidas del conducto, observé con cautela la escena que había detrás de la rejilla.

El espantapájaros estaba de pie, en medio de la sala. Riendo y contando sus cansinos monólogos mientras Batgirl se retorcía en el suelo. Chillaba de miedo, se movía casi con espasmos y sus manos agarraban fuertemente su cabeza.

-Hijo de perra... - susurré en la oscuridad y me rechinaron los dientes de la rabia contenida. Por un momento deseé hacerle pedazos.

-¿Quieres gas? Pues toma dos tazas... - 

No perdí el tiempo. Me llevé la mano al guante izquierdo rápidamente y saqué una bomba de humo. La lancé  a la vez que pateaba la salida.

La rejilla saltó por los aires, y la bomba explotó en el aire, envolviendo toda la sala con su humo blanco, impidiendo así que el espantapájaros previera mi siguiente movimiento.

Bajé de un salto y en cuanto mis lentes detectaron dónde se encontraba el enemigo, saqué los sticks de mi cintura y toqué suavemente con ellos la espalda del Espantapájaros.

-¡Dulce sueños de parte de Nightwing!- dije cuando mis sticks le rozaron la espada, y entonces activé la electricidad al máximo para dejarle inconsciente con la potente descarga.

Quería que cuando el Espantapájaros despertara, supiera que había sido yo el que le había pateado el trasero. Nada de murciélagos, solo el pájaro azul.

-¿Que me marche? Querida, pero si tú me has dejado entrar...  Es de mala educación expulsar así a los invitados, ¿no crees? ¿Por qué no entramos al salón de tu mente... y vemos cuántas cosas más ocultas ahí?

-No... - logré decir, pero el Espantapájaros ya me había alzado en el aire, como si sólo fuera capaz de hacerle cosquillas. -¡No! - repetí, más desesperadamente, cuando me arrojó al vacío - ¡NO! - gemí, mientras yo caía, y Arkham caía sobre mí.

Pero no fue el final. Ojalá lo hubiera sido. Pero mi pesadilla seguía, y los desvaríos del Espantapájaros vibraban en el aire que me rodeaba.

-Qué sentimiento tan fascinante es el miedo... Tan simple, y a la vez tan complejo, ¿verdad? Puedes clasificarlo en cientos de trastornos de personalidad diferentes, catalogarlo en una lista interminable de fobias... ¿Te gustan las fobias, Batgirl? Son bastante entretenidas, como la astrofobia, el miedo a los relámpagos...

Me encogí con el temor primario de un animal cuando el rayo rasgó el aire y me tapé con fuera los oídos, aterrorizada ante la perspectiva del trueno que lo seguiría.

-La hematofobia, miedo a la sangre... - continuó Crane, inmutable, y aquel olor dulzón, el sabor metálico, el tacto viscoso que caracterizaba a la sustancia que acababa de nombrar inundaron mis sentidos, haciendo que me dieran arcadas.

-¡La haptofobia, miedo a ser tocado...!

De nuevo, Montoya y los demás, extendiendo sus manos hacia mí, tratando de alcanzarme.

-¡O el favorito de mi querida compañera Catwoman: la androfobia, el miedo a los hombres...!

Y, entonces, ellos tres. Mi padre, el hombre que había estado siempre a mi lado, desde antes de que fuera capaz de recordar... Bruce, quien me había aceptado en su cruzada, que había permitido que llevara su emblema sobre mi pecho, que me había hecho jurar que protegería a los inocentes sin derramar sangre. Dick... quien había sido mi valedor ante Batman, que me había hecho reír tantas veces, y por quien...

Retrocedí, me alejé, pero ellos me rodeaban, y la voz del Espantapájaros volvió a rasgar el silencio.

-Pero todas estas fobias juntas no son más que los fragmentos de un puzzle mucho más complejo. No son más que los síntomas... La enfermedad, la fuente del miedo verdadero, está ahí dentro. Ahora, Batgirl... Déjame entrar. ¡Déjame ser testigo de tus verdaderos miedos! ¡Y, cuando acabe, te aseguro que verás mi hogar, el Asilo Arkham, con otros ojos!

-¡Apártate de mí! - quise ordenar, pero sonó más bien como una súplica. Mi espalda chocó contra el pecho ensangrentado de mi padre, y sus manos se aferraron férreamente a mis hombros, impidiéndome retroceder un paso más.

- ¡¡¡APÁRTATE DE MÍ!!! - gemí, tratando de debatirme, en vano.

Me sentía cansada... tan cansada de huir... ¿Cuándo terminaría el efecto de la droga? ¿Cuánto tardaría en poder despertar? ¿O en poder descansar? Tal vez, si me dejaba arrastrar a la oscuridad, aquella pesadilla terminaría...

Mi padre seguía apretando mis hombros con tanta fuerza que terminé por sentir cómo los huesos crujían bajo sus dedos. Chillé, como también chillé cuando otras manos me aferraron los cabellos, tirando con tanta fuerza que pensé que me los arrancarían. Y entonces, Bruce me cogió del cuello, con tanta brutalidad como hacía con los peores criminales de Gotham, y me alzó hasta que sólo las puntas de mis pies rozaban el suelo, mientras su presa se cerraba inexorablemente sobre mi garganta.

"No puedes matarme, Bruce. Tú nunca...", quise decir, pero mis cuerdas vocales no podían responder a la orden de mi cerebro.

Todo... la máscara de murciélago de Bruce, la horrible calavera de Dick... Todo empezó a volverse borroso a mi alrededor. En alguna parte, creí escuchar un grito (¿mío? ¿de Crane...?) y, por un momento, me pareció que el Nightwing que había ante mí tenía rostro, que no me miraba con aquella expresión de odio... Pero no hubiera podido asegurarlo, porque las figuras que me rodeaban habían empezado a desvanecerse... o tal vez fuera yo la estuviera, al fin, perdiendo el sentido...

La misma rutina, una y otra vez. Y nunca se cansaba. Para el siempre débil y apocado Jonathan Crane, el blanco de todos los matones en los días de instituto, nada le proporcionaba más satisfacción que aplastar a los fuertes, verlos doblegados por sus propios fantasmas y demonios personales. En el fondo, tuvieses miles de gadgets complejos o pudieses disparar rayos por los ojos, daba igual. Todo se basaba en el miedo. ¿Por qué se producen las guerras? Por miedo a lo que es diferente. ¿Por qué impones tu fuerza? Por miedo a lo que podría pasar si no lo haces.

Miedo. Todo se reducía a esa sencilla ecuación. Y el Espantapájaros dominaba ese arte como ninguno.

La voz de la locura escapaba por su máscara como una risa desagradable. Se deleitaba en ver a Batgirl, una de las famosas justicieras y perseguidoras del crimen de Gotham, de rodillas y suplicando como una niña pequeña ante el Hombre del Saco. Crane podría haberse ido, pero quería quedarse un poco más, deleitarse en el momento en que la mente de su enemiga se quebrase en mil pedazos, rota por el pánico.

-¿Quieres gas? Pues toma dos tazas...

Conocía esa voz. Maldijo y abandonó su actitud complaciente para mirar a sus espaldas, antes de que una cortina de humo blanco cubriese a la víctima y al verdugo.

-¿Qué demonios...?

Trató de reaccionar, localizar a su enemigo y con suerte noquearle con una dosis extra de gas del miedo. Pero el antiguo discípulo de Batman había heredado su velocidad y rapidez de reflejos. Un escalofrío gélido le recorrió la espalda cuando sintió el roce de los sticks sobre la base de su columna.

Un secreto que pocos conocían: el Amo del Miedo era muy susceptible a su propia medicina.

-¡Dulce sueños de parte de Nightwing!

Crane lanzó un grito seco cuando el voltaje le golpeó de arriba a abajo, y cayó al suelo como un saco de patatas. Sus ojos apenas alcanzaron a ver el rostro de su enemigo, resaltado por el humo y el brillo de sus lentes de visión infrarroja.

El Ala Nocturna, heredera del Murciélago.

No podía sentirme mejor que viendo al espantapájaros caer inconsciente, golpeándose la testadura cabeza contra el frío suelo al perder el equilibrio y quedar desplomado, inmóvil ante la descarga eléctrica.

Quizás me había pasado con el voltaje, pero Crane sobreviviría. Desgraciadamente la escoria de Gotham siempre sobrevive. 

Pensé en atarle y amordazarle, para que cuando la policía de Gotham entrara volvieran a dejar entre rejas al villano del miedo. Pero ahora tenía una prioridad aún mayor: Barbara.

Me agaché para ver su rostro desencajado por el terror y el dolor. La pelirroja no dejaba de balbucear en sus pesadillas y gritar por el miedo, hasta que al fin sus ojos se tornaron en blanco puro y perdió la consciencia.

Saqué el guante de mi mano izquierda y le tomé el pulso. Su corazón palpitaba con fuerza y a toda velocidad. Barbara había estado en contacto con el gas del miedo demasiado tiempo y necesitaba una antídoto lo más pronto posible, o la droga le pasaría factura a su salud.

Arqueé un poco más mi espalda, inclinándome hacia ella y pasé uno de sus brazos por mi hombro mientras que con la otra mano agarré sus muslos para levantara con suavidad del suelo. La chica no pesaba casi nada, era delgada y algo musculosa así que no tendría mucha dificultad en transportarla fuera del Asilo.

Salí de la sala y escuché el ruido de las sirenas, los disparos y los gritos de los fugitivos. No tenía tiempo que perder. Eché a correr en dirección a una de las ventanas con rejas del pasillo y pegué en el frío metal un Wingding explosivo. A los tres segundos la reja petó y se desencajó de la ventana. La tiré a un lado de una patada y salté por ella cargando a Batgirl.

No muy lejos del tejado se encontraba la Esfera, que estaba esperándome con ligera preocupación.

-Vamos chica, volvemos a la base - indiqué cuando dejé el cuerpo inconsciente de Batgirl en el interior de la moto y me subía de un salto cuando ésta empezó a arrancar.

Mientras conducía, no pude evitar echar un ligero vistazo a Barbara y pensar que había sido mi culpa lo que le había pasado. No tenía que haberle dejado sola.

Y no pensaba a dejarla sola nunca más.

FDI: Fin del tema