The Joker

Nombre
Desconocido. En los archivos de Arkham figura como Jack Napier.

Alias
Joker, As de Bandidos, Principe Payaso del Crimen, apelativos varios relacionados con la ausencia de cordura y coherencia o con la presencia de comportamiento psicópata y esquizofrenia.

Edad
-¿Vas a poner las velas de mi tarta de cumpleaños? ¡Pero si falta mucho!

Universo de origen
DC Comics

Nacionalidad
-¿Importa realmente de dónde vienen las balas? ¿Por qué iba a importar de dónde venga yo?

Raza
-Humano, aunque hay gente que dice lo contrario.

Mentor
-Las voces de mi cabeza me enseñaron todo lo que sé.

Bando
-El mío, claro. (Villano)

Ocupación
-Genio criminal. Muchos dirán que soy sólo un chiflado. ¡Como si ellos estuvieran cuerdos!

Descripción física
-Oh, bueno... Me gusta considerarme dentro de la media, pero es evidente que no quepo en ella. Tengo atractivo, claro, por eso siempre soy el centro de atención. En parte es gracias a mi impecable estilo y elegancia en el vestir ¿sabéis? Y la gracia en el movimiento, que unos zapatos cómodos y calentitos con polainas ayudan a mantener. Pero naturalmente hay cosas que uno no se pone, sino que las gana. Mi cutis perfecto, blanco como el mármol, por ejemplo. ¡Ah, si viviéramos en el pasado sería la envidia de las damas de alto vuelo! Hasta la flor de mi solapa palidece en comparación. Claro que mi suave cabello verde no es moco de pavo tampoco... ¿Lo pilláis? Verde, moco... Bah, dejadlo, está claro que tenéis envidia de mi flamante smoking color lavanda y mi maravillosa sonrisa. Quizá deba poneros una parecida a vosotros y... ¿Esto? Esto, queridos niños, tampoco es algo que uno compre... lo sufre. ¡Esto no es maquillaje! Bueno, puede que use un poco para realzar mis encantos, pero al menos no me cubro con una máscara como si fuera un nudo de complejos ambulante. ¡Te miro a ti, Batsy!

Descripción psicológica
-Hay quien dirá que soy un chiflado. Tal vez, tal vez... Pero otros me llaman genio. ¿Y por qué? ¡Porque no hay manera de que a un chiflado se le ocurran mis ideas! En serio, ¿cuántas veces os habéis levantado y sentados al borde de la cama os da por pensar: “tengo que hacer algo con mi vida”? Sólo que yo hace mucho que dejé de hacerme esa pregunta. En lugar de eso, he pasado a cuestionarme qué hacer con las vidas de los demás. Después de ver cómo cada vez más gente tira la suya a la basura, y hasta pisotea las de los demás para conseguirlo, uno empieza a creer que eso es el curso general de acción. Tanto preguntar de dónde venimos y adónde vamos... ¡Pero si es evidente! Oh, y sobre todo cuando es divertido.

Por lo demás, me gusta ser creativo. Con un poco de gasolina y un par de balas se hacen maravillas. No como toda esa turba de intelectualoides que se meten con toneladas de tecnología cara, poderes estrafalarios y toda clase de extravagancias. No, no... el verdadero genio se demuestra haciendo cosas GRANDES con otras pequeñas, con lo que más tengas a mano. Si necesitas trabajar tres meses en una armadura o un gas para sembrar el terror en el corazón de la gente, ¡es que no tienes ni idea! El terror, la risa y la locura van de la mano. No puedes esperar provocar sólo uno de ellos, eso no es arte. ¡Cielos, ni siquiera es divertido! El miedo es algo de la mente, como mis voces. Ah, ellas sí que saben sobre el miedo... A veces hasta le llaman cariñosamente “papá”. Pero la mayor parte del tiempo le mantienen amordazado para poder volver a casa a las tantas sin tener que oírle.

¿Sabéis lo mejor de no tener cordura, niños? Además de evitar cargar con algo tan inútil, cuyo único propósito es hacer que nos resulte más predecible la vida y las reacciones de los demás, también te libras de la monotonía. Cada... cada nueva salida de la cordura es una aventura por sorpresa. Y lo mejor es que nunca se acaba... hasta que alguien decide que te has pasado de la raya y que estás mejor encerrado. Eso es lo más monótono de todo, y lo odio. Pero ¿el momento previo? La risa, la sensación de peligro, los gritos, las decisiones de las que dependen vidas de otros, los puñetazos, el sabor de la sangre en la boca, el aleteo del murciélago y su mirada... Es verdaderamente lo más divertido de todo. Eso, y saber que tarde o temprano el ciclo volverá a empezar, que todo se animará de nuevo. De hecho, creo que ya va siendo hora de que el espectáculo continúe.

Historia
-¿Sabes cómo me hice estas cicatrices? Las mentales, me refiero. Lo cierto es que tengo varias teorías. Puestos a ser un payaso, ¡que sea de opción múltiple! ¿Qué debería contaros hoy? Personalmente, no tengo un recuerdo concreto de cómo empezó todo. Unas veces lo rememoro de una forma, a veces de otra... Incluso hay ocasiones en que varias versiones se mezclan. Podría haber sido guionista en vez de comediante, pero eso restaría interés. El problema del guionista es que no puede salir a escena. ¡Y a mí me encanta el escenario! No podría vivir sin la mirada de los focos. Sólo esas dos brillantes luces desde la oscuridad, donde el murmullo de muchas voces comentan y hablan sobre lo que ven, sobre lo que hago. A veces siento un pánico escénico tan brutal que sólo pienso en quedarme quieto y pasar desapercibido, o en correr hasta un lugar donde nadie me encuentre... Eso no dura mucho tiempo, claro, sólo unos segundos.

Porque a mí sólo me importa que la luz me siga. ¿Qué importa lo que puedan decir personas que ni siquiera soy capaz de distinguir? ¡Absolutamente nada! No, yo no estoy aquí para agradar al público, estoy aquí por mí. Porque es el único lugar donde mi locura tiene una razón de ser. Porque no hay otro sitio donde tenga sentido todo lo que hago. Soy un comediante que no quiere perder la ocasión de pisar el escenario, una y otra vez. Pero me gusta tener un guión, a veces. El resto del tiempo improviso. Y sé que a alguien le encanta que lo haga. Por eso los focos no se apartan de mí, por eso la oscuridad los rodea aleteando sin parar y protege a todas esas voces anónimas. No las protege de mí, sino de ellas mismas. ¿Qué harían si yo dejara de actuar? Se marcharían de la sala, vagarían de nuevo sin rumbo por la calle sin nada que les recuerde que hay algo más. Se volverían locos. No locos como yo, no... Locos como los demás quieren que sean. Serían tan cuerdos como los demás les permitiesen ser.

Por eso sé que mientras haya alguien que rompa ese espejo, cuyo marco lo impuso alguien que ni siquiera conocen, en el fondo les estaré haciendo un favor. ¿Qué importa que alguno se pierda por el camino? El espectáculo debe continuar, y si quiero que así sea, necesito voluntarios de vez en cuando para mis trucos de magia. Y si no hay, el azar los elige por mí. No hay otra forma. Luego, mientras los focos me iluminan, fijos sólo en mí, llega el clímax de la actuación. La gente grita, llora, ríe, rueda por el suelo. Luego vuelve la oscuridad, y me despierto de nuevo en Arkham, dolorido pero satisfecho de mi deber cumplido. Aguardando.

Esperando que el telón negro vuelva a alzar el vuelo para salir a escena.

Poderes/Habilidades
-¡Yo no tengo poderes! Eso es para gente que juega en modo fácil. Yo soy un genio, necesito retos a mi intelecto para poder mejorar. Eso sí, no desdeño la diversión, y los pequeños gadgets ayudan a dar un toque de drama a mis apariciones. Si alguien os dice alguna vez que peleo sucio, no hagáis caso. Para empezar, la gente contra la que he peleado sucio está muerta, así que cualquier rumor que puedan difundir es falso. Además, mi traje siempre está impoluto.

Equipo/Recursos
-Está mal que yo lo diga, pero la policía no siempre busca a fondo en mis guaridas, de modo que tengo siempre unos cuantos ahorros guardados en el colchón. Con ellos pago a mis subordinados y las armas y munición que puedan necesitar. Los explosivos corren de mi cuenta también, junto con mis juguetitos. Tengo a mi viejo amigo el sr. Calambres siempre a mano. ¿Lo cogéis? ¡A mano, porque va en el guante!  Siempre llevo también algo de gas de la risa y varios disfraces. Y nunca dejo atrás mis barajas, aunque si alguien quiere jugar unas manos de póker es mejor que se ponga guantes gordos para no perder las suyas. Me gusta usar el as de picas para afeitarme. Luego tengo mi particular colección de cuchillos, dagas, navajas... Mi favorito es este estilete; yo lo llamo Sonrisillas. Y como un hombre de mi posición no debe andar desprotegido por las peligrosas calles de Gotham, no falta mi fiel revólver de pega. ¡La cara de susto que se les queda a los matones de barrio al verlo! ¡Y la otra cara cuando se les clava la banderita con el “BANG” en el pecho!

Debilidades
-¿Mis defectos? Más que de defectos, soy de efectos. Sí, soy un efectista. Me gusta que las cosas salgan bien hechas, a mi manera, a mi tiempo y en mis modos. Un personaje de mi categoría no trabaja sin un escenario bien dispuesto. Me gustan mucho los explosivos y los relojes, lo que suele darme poco margen de acción en ocasiones. Tampoco tengo muy en cuenta las vidas de mis sicarios... ¿Pero qué digo? ¿Desde cuándo es eso un defecto? Por lo demás, soy una persona normal y corriente... Pfff, haha... HAHA-HAHA-HAAAAAHAHAHAHAAA!