Arrástrala al infierno. [Damien J. Hiddleston]

Una brisa suave corría por la zona. El silencio del ambiente solo era irrumpido por el ruido de las sirenas, pero nada más. Coral estaba en la azotea de uno de los rascacielos más altos de Gotham, desde la cual tenía una perfecta vista de la fundición y la zona del puerto, además del parque de atracciones, que brillaba con todas las luces de neón de diferentes colores, siendo la parte con más luz de toda la ciudad. Aun así, el neón no era solo común en aquella zona: en realidad estaba presente por casi todos los sitios, adornando mil títulos que anunciaban tiendas y cosas distintas, mezclándose con las luces normales de las farolas, que iluminaban las calles y los edificios de forma tenue, pero algo eficaz. Aun así, nada de eso impediría que día tras día pudiese pasar alguna desgracia: todos los bandos de la mafia se movían cada día, traficando con armas y otras cosas, algunas de menor interés, pero muchas con demasiado valía. Las guerras de bandas podían aparecer en cualquier momento entre los barrios marginales, Arkham City o zonas alejadas de la existencia como el susodicho puerto, y los villanos...en fin, los locos de turno...esos eran los peores. Nunca sabías cuando podían actuar. Nunca sabías cuando podían estar acabando con vidas inocentes solo para atraer la atención del murciélago: de Batman. Su capucha se mecía con suavidad, y ella estaba sentada y seria, pensando en esas cosas y muchas más. Desgraciadamente, ni Gotham ni las demás ciudades (Como Metrópolis, Star City o Central City) se habían salvado aquel catastrófico fenómeno que termino por adquirir el nombre de Omega. El peligro ya no eran todos aquellos a los que había citado previamente, sino que encima venía gente de más allá. Gente de otro universo... y no es que fuese malo, gracias a ello había conocido a Wiccan, Sunbreath, el profesor Charles Xavier, a quien estaría eternamente agradecida por ayudarle con su pequeño don mental llamado telepatía, evitando que las voces de su cabeza sonasen de forma tan fuerte y dolorosa cada vez que estaba en un lugar con una gran concentración de personas, pero también estaba la parte mala, esa parte donde venían más villanos.

Cambió de postura, apoyando una de sus piernas que estaban colgadas en el borde contra el suelo, abrazándose entonces a la rodilla de dicha pierna y apoyando su mejilla en su muslo. Era increíble el pensar que hacía relativamente poco había contribuido a salvar Gotham de aquel enorme bicho negro...un alienígena. Desgraciadamente, no todo salió como había planeado, y conoció a ciertas personas de las cuales solo le habían provocado más ira que simpatía, comenzando por aquel que iba todo de negro, incluyendo el casco. ¿Si no era de allí, por qué atacaba un lugar que no conocía? ¡Seguro que era de Nueva York, como todos los demás que habían empezado a aparecer! Podría haberla ido a liar allí. Y de repente, una pregunta que nunca podría ser respondida apareció en su mente, mientras desviaba la mirada hacia abajo, hacia la calle que tenía bajo sus pies. ¿Habrían visto aquello el Joker, el Espantapájaros, el Pinguno, Black Mask y toda la incontable lista de villanos que eran marca casera y daban nombre a la ciudad maldita? ¿Qué habrían pensado sobre ello? ¿Qué opiniones tendrían...?

Mierda, ahora nunca lo podré saber. A menos de que vaya y les pregunte directamente.

Soltó un bufido de risa ante su propio pensamiento.

A tientas de que me matasen después.

Entonces se fijó en un grupo de chavales que caminaban por aquel lugar. Hacían bastante alborto, y casi era lógico suponer que estaban bebidos. Todos llevaban algo en la cabeza, una gorra de lana de color amarillo. La castaña arqueó una ceja.

Bandas locales de huérfanos y delincuentes. Lo que darían por tener lo que tuve...

Cogió aire con lentitud, mientras pensaba aquello. Los recuerdos invadieron su mente como pequeñas estrellas fugaces, pero luchó por mantenerlos fuera, por no ver ni oír nada de lo que su mente quisiese mostrar.

Se hubiesen dejando manipular. Hubiesen matado a cualquiera por ello. Mentes débiles y estúpidas en cuerpos de simple carne.

Y esta vez expulsó el aire, utilizando la misma lentitud y pesadez que cuando lo cogió.

Damien caminaba por la nocturna ciudad de Gotham con sus compañeros mercenarios. Un ricachón les había pedido que matara, probablemente a otro ricachón. Nunca le importó los detalles de cada misión, solo quería sentir la libertad que tenía en ese mismo momento.
Antes de reunirse con su nuevo "jefe", tanto él como sus demás compañeros, decidieron hacer un poco de turismo. Pero no un turismo cualquiera, sino el turismo de los bares baratos y el de mujeres de dudosa reputación que te hacían llegar al orgasmo de formas que jamás había podido imaginar que existieran por un módico precio.
Entraron de un bar a otro, bebiendo sin parar, con la sensación de que la noche jamás se acabaría. Sin embargo, a pesar de su extrema embriagadez, notó una presencia familiar aunque él exactamente no sabía que era. Entonces, volvieron los recuerdos de cuando vivía con su padre, de sus entrenamientos y de su misión.
Damien miró a lo alto de un rascacielos, que era el origen de esa extraña sensación. Sus compañeros al verlo tan serio le daban palmaditas en la espalda o le ofrecían más bebida que por su patético estado solo hacían que derramarla. Todos reían excepto Damien, necesitaba subir a ese rascacielos como fuera.
Se despidió de sus compañeros, excusándose de que se verían en el hotel dónde su nuevo "jefe" les había reservado. Lo bueno de los mercenarios es que podían llegar a dar la vida por un compañero pero todo eso carecía de importancia si tenían una buena bebida. Así que sin más discusiones, sus compañeros se fueron a por otro bar cantando y balanceándose a medida que se iban alejando del lugar.
Una vez habían desaparecido de su campo de visión, volvió a mirar a lo alto del rascacielos. Tenía que ir a la azotea antes de que esa sensación desapareciera. Entró en un callejón que había al lado del mismo edificio, el cual no había ninguna farola.

Si esta ciudad tiene tantos lados oscuras me va a gustar Dijo con una sonrisa maliciosa.

Tras comprobar que nadie le podía observar, se concentró y usó sus poderes de sombra para moverse por el edificio hasta la azotea. Una vez en la azotea, pudo observar la figura de una mujer que estaba de espaldas a él. Su corazón latía fuertemente porque a pesar de que nunca la había conocido, sabía perfectamente quien era.

Las buenas chicas no deberían estar en un lugar como este