[Evento: Fearland] Mayday (Steve Rogers, Irene Salcedo)

Gotham City, New Jersey
1 de noviembre de 2018
0:01 am

La amenaza televisiva del Espantapájaros había sido retransmitida por cada televisión, monitor o equipo de radio de la ciudad. Su advertencia había llegado a todos los rincones de Gotham; por supuesto, siempre demasiado tarde. A medida que él hablaba, el miedo había empezado a extenderse por la ciudad; un miedo más real y amenazador que nunca, una epidemia de terror a gran escala de la que no había precedente alguno. Hasta entonces, Crane se había limitado a atacar pequeñas áreas; ahora, el Espantapájaros parecía contar con un poder distinto.

Y, como para oscurecer aún más las perspectivas de Gotham, su Guardián había desaparecido.

Nadie había visto a Batman desde hacía una semana. Cuando la amenaza de Crane llegó a los oídos de la GCPD, Gordon encendió la Señal, pero nadie acudió a su azotea. Ni Batman, ni Robin, ni Batwoman, ni Nightwing, ni Batgirl. Nadie. El terror que se apoderó del Comisario fue tal al comprender la amenaza que pensó que él mismo había sido afecto por el gas. Angustiado, envió la mitad de sus patrullas a cubrir la ciudad, dotando a sus S.W.A.T. del mejor equipo posible. Pero la cantidad de máscaras antigás era limitada. Como en muchas otras cosas, la Policía tenía las manos atadas. Y el propio Gordon no estaba en su mejor momento: con el Joker en paradero desconocido tras disparar a su hija y torturarlo a él, sólo necesitaba a otro lunático fuera de su celda. Y que, además, tenía la capacidad de sacar a flote todos los miedos, ahora que James Gordon tenía tantos.



Parecía que no era el mejor momento para nada, de hecho. Y, especialmente, para las razones diplomáticas que habían llevado a una persona a viajar a Gotham en aquellas fechas.

Steve Rogers, el Capitán América, había acudido a la ciudad en representación de S.H.I.E.L.D. El aviso de Crane le había llegado mientras se encontraba en la habitación de su hotel. Había tratado de ponerse en contacto con Furia o alguno de sus hombres, pero todas las comunicaciones desde el interior parecían haber sido interrumpidas. Las cabinas telefónicas de la calle tampoco estaban operativas. Steve Rogers miró a su alrededor: toda la ciudad se estaba cubriendo de una neblina que parecía reptar sobre el pavimento; de la neblina surgía gente que gemía y chillaba aterrorizada, huyendo de algo que el Capitán no lograba ver. Lo peor fue ver a un hombre que caía delante de él, suplicando ayuda.

- ¡¡Quitádmelas de encima, por favor!! - decía, con la voz rota por la angustia - ¡¡¡No soporto las arañas!!! ¡¡¡Oh, por favor, Dios mío, Dios mío!!!

Ante los asombrados ojos de Steve, aquel hombre había empezado a retorcerse y a chillar de dolor, al tiempo que varios apéndices brotaban de su cuerpo; cuatro patas negras, retorcidas y peludas, que sumadas a sus brazos y piernas sumaban las ocho necesarias para convertirlo en un espantoso híbrido de hombre y araña, en nada parecido al amigable Spiderman. Mientras pensaba en cómo podía ayudarlo, la abominación reptó lejos del Capitán, gimiendo y elevándose sobre sus nuevas piernas, mientras su rostro se desfiguraba para dar paso a unas horrendas mandíbulas.



Irene Salcedo había oído el mensaje en la radio del taxi que la llevaba del aeropuerto de Gotham hacia el Hospital General de la ciudad. Segundos después, una densa niebla verde había llenado la calle, obligando al taxista a detener el vehículo con brusquedad. Por suerte, no era una de las avenidas principales, o todo hubiera desembocado en un espantoso choque en cadena.

Irene tenía una razón para estar en Gotham, una ciudad que de otro modo procuraría evitar; Barbara Gordon. Tras su primer encuentro, meses atrás, las dos chicas habían intercambiado e-mails, y habían ido escribiéndose con relativa frecuencia. Hacía una semana, sin embargo, Barbara había dejado de responder, lo que era relativamente raro en ella. Al principio, Irene lo atribuyó a que estuviera ocupada, o a problemas informáticos. Finalmente, la noticia llegó a ella por medio de internet. "La hija del Comisario, ¡paralítica!", decía el titular de la edición matutina de la Gotham Gazzette. Debajo de él, una imagen de Barbara en su día de graduación, a la izquierda, y una fotografía de archivo del Joker, a la derecha. El periódico daba escasos datos: el parecer, tras disparar a la chica, el Payaso había huido y se encontraba en paradero desconocido. Y, tras varios días en la UCI, Barbara Gordon estaba, por el momento, fuera de peligro, pero había sufrido daños medulares irreversibles, y los médicos aseguraban que no volvería a caminar.

¿Por qué aquella noticia no había trascendido los medios de comunicación de Gotham? La prensa de Nueva York no se había hecho eco de la identidad de los heridos, pese a haber informado escuetamente de la desaparición del Joker. ¿Es que nada en la ciudad de Batman funcionaba como era debido?

... ¿ni siquiera los taxis? Irene no tenía ni idea de quién era el Espantapájaros, pero lo cierto es que no le hacía ninguna gracia lo que acababa de oír. La niebla verde, además, estaba entrando en el coche a través de la puerta del conductor, el cual había bajado para tratar de ver algo y decidir si podían continuar circulando. Por el GPS, estaban bastante cerca del Hospital, así que existía la posibilidad de ir caminando hasta allí si no había más remedio...



Por su parte, otra figura acababa de emerger de la nada, envuelta en estática amarilla, en medio de toda aquella niebla. El desconocido miró a ambos lados, confuso. El paisaje le resultaba familiar...



Turnos por el momento:

- Steve Rogers
- Omega
- Irene Salcedo
- Omega

Si alguno de vosotros aspira el humo verde, no sucederá nada en particular. Eso sí, es posible que os encontréis con otros híbridos de miedo-persona como los que se ha cruzado el Capitán América. Escribidme si tenéis cualquier duda (a la cuenta de Barbara Gordon) para poder aclarárosla ^^

Y ahí estaba, Gotham city, la ciudad con el índice de criminalidad más alto que conocía, con sus justicieros pero más numerosos sus villanos, uno de los últimos lugares donde me gustaría estar, por suerte serían pocos días, pero...

La emisión de aquel tipo no me dejó indiferente pero para nada sorprendido. Miré por la ventana para comprobar lo que la televisión decía, todo cierto, los civiles empezaban a correr, a esconderse por lo que se aproximaba. Busqué mi teléfono móvil para avisar a Nick Furia, pero no daba señal, lo mismo pasaba con el teléfono del hotel. Me equipé con mi escudo, algo que nunca olvidaría al tener que venir a esta ciudad, me puse la máscara y salí del hotel. Debía hacer algo.

Las calles estaban oscuras, de la niebla salían ciudadanos corriendo, asustados entre gritos de pánico. Uno de aquellos inocentes cayó delante mío gritando de horror. Me acerqué a socorrerle.

- ¿¡Qué ha pasado!? - Intenté que me explicara, pero no hubo manera. ¿Arañas dónde? Miré otra vez hacia la niebla, que iba expandiéndose, para intentar localizar al enemigo sospechando que fuese algún tipo de artrópodo mutado, demasiadas cosas había visto ya... Y sin venir a cuenta, aquel hombre empezó a mutar. Me aparté de un salto debido al susto por ver como unas patas empezaban a surgir de su cuerpo y, en un instante, convertirse en un horroroso ser con aspecto arácnido.

- ¿Pero qué...? - Sorprendido, me cubrí con el escudo en una posición defensiva por si aquella monstruosidad atacaba.

El Capitán se escudó tras su símbolo, mientras el hombre-araña trataba de dominar su recién estrenado cuerpo monstruoso. Las ocho patas se movían descontroladamente mientras abría y cerraba las mandíbulas. Tal vez fuera un gesto amenazador, tal vez fuera lo que quedaba de su psique humana tratando de gritar. En su frente habían brotado ya varios ojos adicionales, cada uno de ellos clavándose, finalmente, en la figura de Steve.

La criatura gritó, pero ya sin palabras, y se lanzó sobre el Capitán con el terror enfebrecido de un animal acorralado... lo que, en otras palabras, equivalía a un ataque arrollador, pero desprotegido. A diferencia de las arañas de verdad, la pesadilla andante no disponía de exoesqueleto que la protegiera. Pero, ¿cuánto de humano quedaba bajo aquella apariencia terrorífica?

El gas seguía flotando en la calle, envolviendo a Steve y su contrincante. ¿Habría tragado ya mucho de aquel gas? Y, si lo había hecho, ¿qué iba a provocarle? ¿Lo protegería el Suero del Supersoldado de sus efectos...?

A sus oídos no dejaban de llegar gritos y más gritos. Gotham, como había anunciado el Espantapájaros, estaba cediendo al terror.

- ¡¡¡Váyase de aquí!!! - exclamó la voz angustiada de un hombre. Steve no podía verlo desde donde se encontraba en aquel momento, pero el tono era apremiante, urgente, angustiado - ¡¡¡Ya vienen!!! ¡¡¡Avise al Coronel, está todo... todo perdido!!! ¡¡¡RETIRADA!!!

Tras el fiasco de principios de verano, no pensaba que volvería a Gotham, o al menos no sin estar en una misión, y desde luego ni hablar de ir sola. Pero al parecer, decir las palabras “amiga hospitalizada” era suficiente como para conseguir no solo las bendiciones de los miembros de la Patrulla, sino para que varios de ellos insistieran en que si pasaba la más mínima cosa, se pusiera en contacto con ellos. Una diferencia abismal con su escapada en junio.

Y no es que estuviera mintiendo tampoco. Había dado por sentado que la ausencia de correos electrónicos era porque dicha amiga, Barbara Gordon, estaba muy ocupada y no podía contestar. No había sido hasta que había buscado en la prensa local de Gotham que había descubierto que la verdadera razón era que un loco degenerado había decidido pegarla un tiro. El loco degenerado era al parecer lo suficientemente famoso como para que la prensa nacional destacara su huída, pero nadie había mencionado que, además, hubiera causado daños personales.

La noticia mencionaba que la bala había dañado la columna vertebral, y que estaba en cuidados intensivos. Suponía que no le iban a dejar entrar a verla, y menos aún a esas horas, pero solo quería saber en qué estado se encontraba. Eso se lo permitirían, ¿verdad?

Todos hilos de pensamiento frenéticos que habían estado dando vueltas en su cabeza durante el trayecto en taxi desde el aeropuerto se vieron cortados de cuajo cuando la radio dejó de emitir noticias y empezó a escupir una música ridícula y las amenazas de un loco que se hacía llamar Espantapájaros. En serio, ¿cuantos grillados vivían en aquella ciudad? Apenas había acabado aquella cháchara sobre el miedo, el taxi frenó de forma tan brusca que, en cualquier otra situación, habría causado un accidente en cadena. Delante de ellos, una espesa niebla verde lo cubría todo.

El taxista había salido a mirar qué pasaba. Irene había intentado decirle que no era seguro, pero el hombre había desaparecido antes de que la primera palabra saliera de su boca. Ahora, estaba sola en el coche, sin nadie alrededor, y con la sensación de que su vida cada vez se parecía más a un videojuego.

El tiempo pasaba, y el hombre no volvía. El GPS indicaba que no estaba lejos del hospital, podía cubrir la distancia que faltaba a pie. Memorizó el mapa que mostraba la pequeña pantalla y dejó un billete que esperaba cubriera el trayecto del taxi. Cuando miró hacia el lado del conductor, observó cómo la niebla verde se empezaba a colar dentro del coche. Aquello no la gustaba nada de nada. Quedarse en sitios como ese en los videojuegos no solía ser buena idea, y desde luego no quería quedarse atrapada dentro de un coche respirando a saber qué cosa que era aquello.

Aunque había poca luz, era lo suficiente como para crear algo con ella: una mascarilla de tela similar a las que a veces llevaban los japoneses cuando había alguna epidemia. Se suponía que era para no contagiar a los demás, pero Irene suponía que serviría de filtro en caso de que fuera inevitable atravesar aquella nube de color antinatural. Tras ponerse aquella escasa protección, salió del coche para enfrentarse a lo que estaba pasando en aquella ciudad.

Podía escuchar gritos, a veces lejanos, otras no tanto. Su primera reacción fue ir a ayudar, pero se contuvo. En aquellas callejuelas, lo único que haría sería perderse. Luego, miró su móvil, pensando que si llamaba a la Mansión, alguien vendría a ayudar. Pero el cacharro marcaba que no tenía cobertura, lo que la hizo suspirar. Por supuesto, ¿por qué iba a ser fácil?

-Genial, mi vida se ha convertido en un “survival horror”.

Luego, con el plano del GPS en su mente como un mapa, comenzó a moverse hacia el hospital, intentando evitar la niebla en la medida que le era posible, y atravesándola a la carrera cuando resultó obvio que no podría evitarla. Quería llegar al hospital cuanto antes, y no solo porque su amiga estuviera allí.

Si esa niebla se estaba extendiendo por toda la ciudad, como parecían señalar las palabras de aquel loco, seguro que estaban en problemas. Y ese era un lugar al que podía llegar sin perderse. Ahora mismo, poco importaba qué o quién estaba causando los problemas, era donde creía que podía ser más efectiva ayudando, y allí era a donde iba a ir.

De paso tal vez podría pedirles que le miraran ese síndrome heroico que se le había pegado durante los últimos meses...

El taxista se había alejado del coche, ofreciéndose como sacrificio, sin saberlo, a la densa y fantasmagórica niebla. El gas modificado de Crane había inundado lentamente sus pulmones, encontrando vía directa a su torrente sanguíneo... llenando, de la misma forma en que el taxi se había llenado de humo, cada centímetro de su cuerpo de neurotoxina.

Había corrido varios metros en la oscuridad, sintiendo una angustia difícil de definir, al menos hasta que había oído los primeros disparos. Ya sabía dónde se encontraba. El terreno cubierto de grava a sus pies, el fusil colgado de su hombro, la fatiga de varios días de campaña adueñándose de sus doloridos miembros mientras corría, corría y chillaba para hacerse oír por encima del motor de los aviones que se acercaban. Llamaba sin esperanza a sus compañeros de escuadrón, abandonado en un campo de batalla que habían perdido hacía mucho. Trataba de salvar a su joven subordinado, el Sargento Kell, antes de que la muerte lloviera del cielo.

- ¡¡¡RETIRADA!!! - volvió a gritar, angustiado, al ver que sus hombres no le seguían.

Entró, tambaleándose, al callejón donde Steve se enfrentaba al hombre-araña. El Capitán lo vio caer de rodillas; un gothamita de mediana edad, con ojos desmesuradamente abiertos, llevándose las manos a la cabeza... como si un avión volando raso hubiera pasado sobre él. Steve no vio la máquina, pero oyó el motor; un desagradable zumbido que avivó sus propios recuerdos de la guerra.

El taxista estaba al borde del colapso.


Irene tenía razón: su vida se acababa de convertir en un survival horror. Niebla, gritos, coches abandonados en medio de la carretera... faltaban los zombies, pero tal vez estuvieran a la vuelta de la esquina. Con su suerte, de hecho, tal vez se le materializaran delante de los ojos.

No sabía si la mascarilla de luz la protegería de aquella espesa humareda verde, ni qué clase de efectos podría tener aquella... ¿droga? en ella. Lo que sabía era que el hospital no andaba muy lejos... suponiendo que no se perdiera en la niebla.

La luz que desprendía su mascarilla dotaba al paisaje que la rodeaba de un aspecto aún más surrealista, como si estuviera a punto de pasarse alguno de los peores escenarios de Silent Hill. A veces, creía percibir algún movimiento por el rabillo del ojo, pero nunca había nadie. Aquella zona de Gotham estaba completamente vacía.

De hecho, la soledad era profundamente palpable.

¿Cuánto tiempo le faltaba para alcanzar el Hospital? ¿Por qué a ratos el paisaje se le antojaba familiar, como si fuera una amalgama de todos los videojuegos y las películas de terror que una vez había visto? ¿Sería por aquella arquitectura gótica que daba su nombre a la ciudad?

Cerca de ella sonó un grito.

Una voz familiar. La de Kitty Pryde.

Aquel engendro se abalanzó sobre mi, cargando con todo su cuerpo. Solo pude cubrirme con el escudo y esperar el impacto. "POOOM". Sonó el impacto de todo su cuerpo contra mi escudo lanzándome por los suelos, rodé sobre mí y volví a incorporarme. La niebla, los gritos, la confusión... Me dificultaba concentrarme en mi enemigo y no podía verle, parecía escondido entre la oscuridad. Debía moverme, allí tenía el as de perder.

En apenas dos pasos, unas voces, humanas y cuerdas aún, gritaron. Parecía un soldado en apuros.

- ¿Dónde está soldado? - Grité sin obtener respuesta. Miré a mi alrededor para localizar una silueta acercándose a mi. A pocos metros cayó de rodillas, no dudé en ir a socorrerle.

- ¡EH! ¡NO ES REAL! - Le zarandeé. Pero en ese momento no lo supe ni yo, ese ruido tan familiar... ¿Todo eso era real?

Guardé mi escudo en la espalda, levanté al hombre del suelo y pasé uno de sus brazos por mi espalda para cargar con él. Le llevaría arrastras si fuese necesario, pero no nos podíamos quedar ahí.

- ¿Teniente? - respondió el hombre, aterrorizado, alzando la mirada hacia Steve - Tiene que cubrirse - urgió, los ojos muy abiertos, hundidos, la expresión de horror alterando su rostro, que aparecía demacrado y macilento - Kell... el Sargento Kell ha caído, señor...   

El intento de Steve de devolver al hombre a la realidad fue ahogado por el zumbido de un motor, y esta vez sí, la silueta fantasmagórica de un avión en vuelo rasante surcó la niebla por encima de sus cabezas. Con una fuerza que no parecía tener hacía un instante, el hombre arrojó a Steve al suelo. El cuerpo de ambos golpeó con dureza el pavimento, mientras el sonido del motor se hacía más intenso al pasar justo sobre ellos, despeinándolos. 

Olía a sangre y barro. El sonido de los gritos y los lamentos de los soldados heridos alcanzó a Steve: ¿real, producto de la pesadilla del hombre, surgido de sus propios recuerdos...? Cuando la amenaza del avión pasó, el Capitán América levantó al taxista, que temblaba violentamente, y trató de alejarse de aquella zona como pudo. 

Tropezó a los pocos metros, con el cadáver de un soldado americano. La metralla había desfigurado su rostro y toda la parte superior de su tronco, lo que le daba un aspecto grotesco. Aún aferraba con fuerza su fusil. Al lado de Steve, el taxista jadeaba con fuerza, agotado por el miedo. 

El camino que se extendía ante ellos estaba sembrado de cadáveres. Sobre él flotaba el olor inconfundible de la guerra; sangre, sudor, polvo, el olor acre del humo. El sonido llegaba amortiguado a sus oídos, como si las explosiones del campo de batalla los hubieran ensordecido. El taxista se detuvo de golpe, como si sus pies hubieran quedado pegados al suelo. 

- No puedo seguir, Teniente - musitó, con la voz ahogada. 

Steve lo miró. Todo parecía en orden, salvo el miedo puro que hundía las facciones del soldado. El hombre se llevó, lentamente, la mano al pecho.

- Me han dado - musitó.

Como si sus palabras cobraran vida, una mancha roja empezó a extenderse por la camisa del taxista, justo en el punto en que sus dedos la habían tocado. La sangre empezó a manar a borbotones de un balazo invisible, tiñendo las manos del hombre, que trataban en vano de contenerla. Trató de decirle algo a Steve, pero sólo pudo abrir y cerrar la boca varias veces. Los sonidos de la guerra se habían detenido, envolviendo la agonía del hombre en un ominoso silencio.

El taxista se desplomó en el suelo. 

Y, entonces, como si alguien hubiera subido bruscamente el volumen, el sonido regresó: disparos. El silbido de las balas obligó a Steve a arrojarse al suelo y cubrirse con el escudo. Pudo oír con claridad un tañido metálico cuando la primera impactó en él, desviándose de su trayectoria. Arrastrándose por el traicionero suelo, resbaladizo a causa de la sangre, el Capitán se alejó del lugar del que provenían los disparos. Se volvió hacia el taxista caído, buscando algún signo de vida en él. 

Pero lo único que le devolvió la mirada fueron los ojos vacíos de Bucky, que yacía en un charco de su propia sangre. 

Recibimos otro ataque aéreo, esta vez tan cerca de nuestras cabezas que solo pude reaccionar echándome al suelo y cubriéndome con el escudo. Con ello empezó una batalla, disparos, gritos de desesperación, explosiones... Ayudé a aquel soldado a moverse de ahí, debíamos salir de aquel lugar, pero fue imposible, con un disparo recibido el soldado empezó a sangrar.

- Aguante soldado, ya queda menos. - Intenté animarle con pocas esperanzas, ambos sabíamos que no saldría de esa. Su mirada de miedo se clavó en la mía. - Soldado, a servido con honor a su país. - Y entonces se desplomó. - Descanse en paz.

No pude hacer nada más, solo despedirme, pues otra ráfaga de metal se escuchó cortar el aire. Obligado a cubrirme con el escudo, me lancé al suelo para arrastrarme fuera de la batalla pero algo me paralizó. No podía ser...

- ¿Bucky? - Aquel soldado recién abatido tenía el mismo rostro que James, era idéntico, pero no podía ser él. - ¡Bucky! - Grité con la esperanza de un mínimo pestañeo por su parte. Pero no fue así, aquella mirada sin vida... Estaba muerto.

- Mierda... - Musité mientras perdía toda esperanza. Pero no podía entretenerme, seguí reptando por el suelo para salir de ahí, debía buscar algún lugar elevado, con visión de todo el campo de batalla.

¡Saludos!

El Staff no ha recibido ninguna confirmación por parte de los usuarios participantes en este tema (ver A propósito de Fearland ) por lo que pasamos a considerar este hilo inactivo en la trama de Fearland.

Por razones argumentales, además, debemos cambiar el nombre del hilo para aplicarlo a otro tema y poder continuar con la historia.

Esperamos que hayáis disfrutado con la trama por el momento, si en algún momento queréis decidir qué destino tuvieron vuestros personajes tras estos eventos, podéis consultarlo con el Staff ^^