Libres hacia la oscuridad (Privado, Dalae Darkle)[11/4/2018]

Fecha: 11 de Abril de 2018

Dalae se despertó en la misma fría y húmeda celda en la que estaba encerrada. Ya no recordaba cuál fue el día en que la encerraron, pues había pasado demasiado tiempo para que pudiera recordarlo, y la pared ya estaba casi al completo de marcas y rasgaduras de desesperación. Había perdido la esperanza de recuperar su antigua vida, y aquellos años en las mazmorras de Asgard la habían endurecido.

Recordaba la furia de Odín, el dios de dioses, al enterarse de que su escuadrón había quedado fulminado por los nuevos poderes de Dalae y de su nuevo bastón helado. Su rostro no albergaba sentimientos cuando alzó el dedo en su dirección, culpándola y viendo como el resto de la guardia real la contenía y la arrastraba para ser encerrada de por vida. Dalae nunca olvidaría la crueldad del dios con un solo ojo.

Pero después de que aquel acontecimiento ocurriera, Odín se sumió en un sueño que duró dos largos años. ¿Quién lo provocó? Loki, el dios del engaño. ¿Quién podría ser sino? Loki, el mayor enemigo de todos los reinos de Yggdrasil, el dios de las mentiras, el hechicero más poderoso de los nueve reinos. 

Loki gobernó Asgard con puño de hierro. Durante sus dos años de reinado escuchó de todo, su frialdad, su crueldad con los habitantes... había sumido el reino en completa oscuridad. La gente ya no era feliz, pero a pesar de todas las cosas malas que había hecho, Loki consiguió controlar Asgard y mantenerla fuerte y firme. No había sido el mejor de los reyes, pero el temor hacia Loki había descendido las guerras con los otras ciudades, y pronto los nueve reinos se unirían en uno solo. A pesar de todo, no le incumbía mucho esta historia, puesto que a pesar de haber cambiado de rey ninguno de los presos fue liberado por él. 

La vuelta de Thor a Asgard había sido toda una revolución aquellos últimos días. Los guardias de las celdas hablaban de cómo Thor terminó con la vida de Loki y cómo lo había arrojado por Bifrost, el puente del arcoíris, y rompiéndolo en el proceso. Por aquel entonces, la comunicación con los nueve reinos era nula. Cuando Loki desapareció, Odín despertó de su sueño y exilió a Thor a Midgard a buscar algo que el dios de dioses había perdido. Después de eso Odín selló toda la ciudad de Asgard, permitiendo así que nadie entrara y saliera de su hermosa ciudad de la luz. Aquello convertía su vida en una doble jaula, aunque consiguiera salir de las mazmorras no podría salir nunca de Asgard.

Aquella noche era diferente a las demás, Dalae se sentó en la fría piedra y observó a través del cristal mágico. El resto de reclusos estaba impaciente y los guardias bastante alterados. Uno de ellos bajó a toda prisa por las escaleras y avisó a sus compañeros.

- ¡El puente ya está terminado! Hermod ha conseguido todos los materiales necesarios para reconstruirlo y ya podemos volver a comunicarnos con el resto de los nueve reinos. - dijo el hombre, saltando casi de alegría. Había escuchado varias conversaciones suyas con otros guardias a lo largo de su condena. Su familia vivía en Vanaheim y hacía más de un mes que no había podido visitarlos por culpa del puente y de la barrera.

Tras la gran noticia, ambos guardias se enfrascaron en una animada conversación y no se dieron cuenta de lo que sucedía hasta que era demasiado tarde.

Los vidrios mágicos parpadearon un instante y tras dos segundos, la protección de las celdas había dejado de funcionar. Los presos empezaban a salir de sus celdas con furia contenida, deseaban la libertad tanto como ella, algunos incluso más. Las mazmorras de Asgard no tardaron en convertirse en una sangrienta batalla que acabó con la vida de varios presos y de algunos miembros del ejército de Odín.

La Asgardiana escuchó un graznido entre todos los gritos de dolor y de guerra que profesaban sus compañeros de prisión. Su celda estaba abierta y delante de ella, apoyado encima de una de las lámparas estaba una urraca negra y blanca, que la miraba fijamente. El ave se quedó varios segundos mirándola y entonces empezó a volar en dirección a la salida de la prisión, apoyándose de nuevo en otra lámpara cerca de la puerta entreabierta.

¿Qué iba a hacer ahora Dalae que era libre? 

Imagen de la Urraca:

Los años en prisión la habían vuelto fría y desconfiada, pero decidió seguir a la urraca. ¿Qué otra opción tenía? No pensaba dejarse capturar de nuevo. No como la última vez.


Había cometido el error de encontrar el Báculo de Raden, un arma mágica que había estado oculta en el reino de los Gigantes de Hielo. Pero ella lo había usado y había desatado su poder. Años después, la magia glacial de aquel objeto permanecía en su cuerpo, en forma de un frío del que Dalae no podía desprenderse.

La asgardiana aprovechó la pelea para escabullirse en pos de la urraca. Esquivó el golpe de un guardia, y corrió sigilosamente hacia una escalera. De paso, arrancó una espada del pecho de un preso. La iba a utilizar sin duda.

Al cabo de un rato de subida, el ave se apoyó en el pomo de una puerta, y la fugitiva la entreabrió. Era la sala de guardia. Dalae notó cómo el pájaro se apoyaba en su hombro, y se puso a observar el interior. Había un par de guardias cerrando la armería.

Un brillo plateado oscuro llamó su atención: Al fondo del todo, flotando sobre una plataforma, estaba su báculo. Era arriesgado, pero Dalae no iba a escapar de Asgard con una espada corriente. Iba a necesitar algo mejor. Por suerte, los de la habitación eran los mayores idiotas de los Nueve Reinos. Dalae los había observado estos años, y sabía cómo librarse de aquellos dos.

- ¡Keros, Daario! ¿Qué haceís ahí? ¡Tenemos fugas!- Les espetó Dalae, escondida entre las sombras. No tenía una voz muy diferente a la de la teniente encargada de las celdas. Esperó a que aquellos dos salieran y pasaran de largo de ella, y luego les pegó un tajo rápido en la base de las cabezas sin casco.

Ambos se desplomaron, y Dalae los remató en silencio. La urraca voló al interior de la habitación, y se posó junto a la entrada de la armería.

"Pero, ¿Qúe es este animal? Ningún pájaro es tan inteligente." Pensó la chica, cogiendo una daga de la mesa. "Y, ¿Por qué me ayuda? ¿Cómo sabe dónde escondían el báculo?" Sin dejar de hacerse preguntas, Dalae introdujo la punta del cuchillo en la cerradura de la armería. Apenas acababa de abrirlo cuando la urraca entró en la sala, y se posó sobre el cetro plateado.

Dalae se acercó, dudosa. Volvía a oír, débilmente, la voz del espectro que habitaba ese arma. La llamaba. - Ha pasado mucho tiempo, pero sigues aquí... Me alegro de verte.- La verdad es que Raden, el espíritu del báculo, no le acababa de gustar a Dalae. Pero eso no la hizo vacilar cuando extendió el brazo y tomó aquel artefacto de metal y hielo. En cuanto cerró los dedos en torno al arma, una sacudida la recorrió, haciéndole caer sobre una rodilla.


No era una sensaciónn agradable. Era mucho más que eso, era como si un torrente de magia helada la llenara. Sentía frío, si, pero eso no le molestaba. Ella apenas se dio cuenta, pero sus ojos se habían iluminado con un brillo azul y mortal. Con la mirada de la muerte.

Cuando Dalae se incorporó, se había formado una fina capa de escarcha sobre su ropa negra y ajustada, y había recuperado parte de las fuerzas perdidas en este tiempo. Pero no tenía que dejarse llevar. Se mordió el labio, reprimiendo toda la energía que amenazaba con estallar de un momento a otro.

La urraca graznó, como alertándo de algo, y Dalae oyó voces: La guarnición que quedaba estaba subiendo los escalones a toda velocidad.

-¡Nos falta una!¡Como llegue al Puente del Arcoíris nos podemos dar por muertos!

De pronto, la urraca volvió a graznar, y salió volando por la ventana. "Espera, ¿Pero qué...?" Dalae se asomó, indecisa, y entonces lo vio. Un vehículo de vigilancia se acercaba hacia la ventana. Y la urraca se posó en él, sin ruido.

Dalae comprendió lo que quería el animal, y esperó a que la nave se acercara más. Cuando estaba debajo de la ventana, la asgardiana se dejó caer, simplemente, mientras desenfundaba la espada. Un instante después, caían dos cuerpos en el suelo del vehículo: Dalae, que aterrizaba de pie, y el cadáver del piloto, que tenía un impresionante tajo en el pecho. La morena se limitó a quitarle la capa al muerto, para después tirar el cadáver al mar. No era gran cosa, pero por lo menos ocultaría las armas que llevaba, para sacarlas por sorpresa en otro momento.

Instantes después, un deslizador aterrizaba en el suelo. Dalae lo escondió entre unos arbustos, esperando que no lo encontraran demasiado pronto. El Bifrost seguía bajo la barrera de Odín, así que seguía impracticable. La asgardiana deseó estar en lo cierto cuando habló con la urraca.

- Mira, no sé qué eres, o quién eres mejor dicho, pero sería genial que tubieras una gran gran idea.

Como respuesta, el ave se posó sobre el báculo, mirándola fijamente con aquel brillo inteligente en la mirada.

FDI: Al ser el primer post no pasa nada, a demás has hecho exactamente lo que quería que hiciera la Urraca, pero para los próximos post el ave solo la controlará Omega.  

Cuando Dalae se acercaba a la Urraca, está alzaba el vuelo y se posaba en la siguiente tabla de madera, esperando que la muchacha le siguiera. 

Avanzaron por los pasillos de las mazmorras hasta que el pájaro negro se posó en el pomo de una muerta, indicándole la ubicación de la armería. Tal y cómo imaginaban en su interior aguardaba su báculo mágico, deseando encontrarse de nuevo con su dueña. Después, el pequeño animal se posó en el hombro de la joven y lanzó un pequeño graznido.

Dalae se escabulló entre sus dos enemigos tras distraerlos con una buena imitación de su superior, y después de dejarlos desplomados en el suelo, sacó una daga para forzar la cerradura. Nada más abrir la puerta, la Urraca sobrevoló el lugar y se posó cerca del cetro de hielo pero sin tocarlo. El animal sabía lo poderoso que era ese bastón y no quería ser maldito por él. Lanzó de nuevo un graznido para atraer la atención de la hechicera al interior de la habitación.

Una vez Dalae recuperó sus poderes al completo, la Urraca salió de la armería y se dirigió de nuevo a los pasillos, pero antes de que siguieran avanzando, volvió a lanzar un graznido, avisando a su compañera del peligro. 

- No podrá salir, Odín lo tiene todo asegurado. Aunque salgan de las mazmorras no podrán abandonar Asgard, les atraparemos y...

Pero la muchacha no pudo escuchar el final de la frase y se lanzó al vacío. La caída podía haber sido mortal teniendo en cuenta de que los presos no podían fugarse si saltaban por el precipicio, pero por pura casualidad, o quizás no tanta una aeronave pasaba justo por debajo de ella. Un movimiento en falso y la chica podría perderse en el infinito del cielo, cayendo eternamente por él.

Dalae noqueó a los dos guardias que llevaban la aeronave con mucha facilidad y gracias también a sus renovados poderes. Tardó una media hora en llegar a la ciudad, dejó la nave escondida y con una de las capas de los guardias se disfrazó para cruzar Asgard en la silenciosa noche.  

Los guardias estaban alterados, los aldeanos entraban asustados en sus casas por miedo a que los prisioneros llegaran hasta ellos, pero la hechicera pudo alejarse lo suficiente del conflicto y llegar a la frontera sin problemas. 

Pero eso no iba a durar mucho, tenía que hacer algo con la barrera de Odín o no podría abandonar la ciudad nunca, quedaría atrapada en Asgard y viviría los siguientes días refugiada, evitando todo tipo de contacto con los guardias y los aldeanos. Pero por mucho que intentara esconderse, sabía que el viejo Odín la encontraría y la volvería a encerrar, quitándole de nuevo todo lo que ella era y es. 

Dalae no podía permitirlo, no quería volver a aquella locura con paredes de cristal. Quería ser libre, y al parecer la Urraca también lo deseaba...

El ave blanca y negra se posó en el báculo y la miró fijamente, entonces volvió a lanzar un graznido y alzó el vuelo, en dirección hacia el extremo izquierdo la barrera. Caminaron un buen rato hasta que el pájaro se detuvo en una zona llena de árboles, que habían quedado dentro del escudo protector de Odín. Disimulado entre el follaje, una pequeña zona de la barrera estaba resquebrajada y se podía ver el exterior. La Urraca no perdió ni un segundo y pasó volando por el umbral, desapareciendo al instante. Dalae tenía en frente su salida hacia la libertad, pero tenía que darse prisa en traspasar ese pequeño portal a través de la barrera, pues los límites del agujero se estaban cerrando cada vez más deprisa...

La urraca le había conducido a una especie de punto débil en la barrera de Odín. Y se cerraba por momentos, así que Dalae no desaprobechó la oportunidad de huir a las afueras de Asgard. Atravesó limpiamente la grieta, que se cerró a sus espaldas con un crujido.

Ante ella, se extendía un paisaje de praderas, con algún que otro arroyo de aguas cristalinas. Por lo que había oído, quizás pudiera llegar al Bifrost y pasar por allí. Y luego... Ni idea. La cuestión es que se acercó, caminando sigilosamente hacia el puente. Como suponía, no había vigilancia, porque aunque alguien llegara no podría entrar en la ciudad de los dioses.

Claro que nadie se había planteado que alguien quisiera salir. El puente brillaba tenuemente a la luz de la luna con destellos de colores, haciendo contrastar las figuras negras que se deslizaban sobre él. De pronto, Dalae sintió como si algo tirara de ella hacia arriba, pero no había nada. Se empezó a marear, preguntándose qué pasaba. ¿Y si Odín había hecho algo para que quien saliera de la barrera muriera? No, Odín no se arriesgaría a hacer algo así. Pensando esto, la asgardiana notó como le fallaban las piernas. Y cayó al colorido suelo del puente.

Dalae se había desmayado por la presión y la acumulación repentina de los poderes de la vara. Había estado dos años encerrada en las mazmorras de Asgard sin poder usar su magia, sin poder entrenar ni ejercitarse. Eso la había dejado débil y más todavía al intentar recuperar sus antiguos poderes de golpe.

Una presión mágica había caído sobre ella, y el esfuerzo la había dejado agotada. Dalae era débil y tardaría un par de días en recuperarse por completo.

Cuando la hechicera abrió los ojos se encontró con las pupilas negras de la Urraca, que la miraba sin pestañear. Una vez se hubo erguido, el pájaro volvió a lanzar un pequeño graznido y entonces su figura empezó a cambiar.

La Urraca se volvió semitransparente y su contorno se alargó, dejando caer un manto negro hasta el suelo. La masa negra se volvió de un color verde esmeralda con el tiempo y la silueta se fue detallando cada vez más hasta convertirse en una figura conocida para Dalae.

Loki, el dios de las mentiras sonrió a Dalae.

La hechicera reconoció al instante que aquello no era más que una proyección Astral, el verdadero Loki le estaba hablando desde otro sitio incapaz de conocer.

- Has hecho bien en seguir a Ikol... - susurró la imagen entrecortada de Loki, mientras señalaba a su preciada Urraca.

- Como ves, Odín ha sellado Asgard y no puedo volver, pero he conseguido hacer un pequeño agujero temporal a su barrera para conseguir que salieras...

El hombre hizo una pequeña pausa, observando con detenimiento la reacción de Dalae. La muchacha parecía agotada por el esfuerzo.

- Pero sabes que la libertad tiene un precio... ¿no? Tendrás que devolverme el favor algún día. Pero ahora no debes perder más el tiempo. Camina por el Bifrost y márchate lejos de Asgard para que ni Odín ni sus guardias te encuentren. Recupérate de tu cautiverio, y cuando estés lista iré a buscarte...

El dios del engaño siempre tenía un plan para todo y la mayoría de las veces no era para el bien. Si Loki había liberado a los presos de Asgard tenía sus motivos, y si había sacado exclusivamente a Dalae por la barrera era porqué la necesitaba fuera de la ciudad. ¿Para qué? Era un misterio lo que rodeaba a Loki.

- ¿Tenemos un trato?

Susurró el hombre con un aire musical. Todos los hechiceros de los nueve reinos sabían que Loki usaba las palabras como el arma más poderosa de todas. Nadie podía incumplir ningún trato una vez pactado, era una de las primeras leyes más importantes de la magia y la hechicería, y a Loki le encantaba usar la magia de las palabras.

Dalae abrió los ojos muy despacio, luchando por retener la energía. Los dos años sin su báculo se habían cobrado un precio muy alto, mermando sus energías.

Nada que no tenga solución, pensó. Estaba a punto de incorporarse de nuevo para continuar, cuando la urraca que la había guiado durante todo el camino se transformó. Ante la asgardiana apareció la figura alta y esbelta, una figura que inspiraba terror a quienquiera que la viera. Loki.

Dalae estudió con cuidado al dios mientras explicaba la situación. La miraba, pero era esa mirada que un lobo dedicaría a una presa especialmente apetecible. Todo tenía sentido. Loki parecía muy seguro de sí mismo. ¿Pero cuándo no lo estaba? Era evidente para los dos que la hechicera no tenía elección. Necesitaba protección desesperadamente, a Odín no le costaría mucho darse cuenta de que le faltaba una prisionera. Y entonces, las fuerzas de la Ciudad Dorada se le echarían encima.

Por otra parte, si lo que se contaba de Loki era cierto (y probablemente no lo fuera), el Dios de las Mentiras había sido derrotado y asesinado. Lo segundo evidentemente era falso, pero había perdido todos los medios y aliados necesarios para poner en práctica cualquier plan.

Por muy malo que fuera lo planeado por el Dios de las Mentiras, siempre sería mejor que dejarse morir lentamente en una celda.

Aunque aquello significara quedar atada a él en una promesa irrompible. Algo en su interior gritó que era una trampa, que diera marcha atrás. Que Loki no era de fiar. Pero Dalae aplastó aquella vocecilla sin miramientos. No estaba en situación de negociar ni de volver atrás.

-Que así sea.

La voz de la chica sonó en el aire, decidida. Y casi pudo ver cómo la sonrisa del dios se ensanchaba aún más.

Loki no pudo evitar sonreír con travesura en los labios ante la afirmativa respuesta de Dalae. El hombre de los ojos verdes alzó su transparente mano y Dalae sintió como una fuerza indomable la empujaba y su garganta se desgarraba. La hechicera vomitó de su boca varias palabras que danzaron brillantes y doradas en una curva que iba directa a las manos de Loki.

El príncipe de las mentiras agarró la brillante frase de "Que así sea" y la plasmó en un pergamino dorado que había aparecido en su otra mano hacía apenas unos segundos.

- Volveremos a vernos... - susurró como una serpiente y tras esa última frase el avatar de Loki desapareció, revelando de nuevo a su animal de compañía. Ikol alzó el vuelo y se dirigió al puente de Bifrost para desaparecer por dónde había llegado a este mundo y regresar junto a su amo.

Dalae ya era libre a pesar de haber hecho un trato con el hombre más traicionero de todo Asgard. Ahora tenía que buscar un lugar seguro para recuperarse y esperar a que Loki volviera a dar señales de vida.


FDI: Con tu siguiente post daré el tema por concluido a menos de que quieras hacer algo más. ^^

Nota: Para que quede más claro por si acaso, Loki ha enviado a su Urraca Ikol (una nueva xD) para que entrara y sacara a Dalae de la cárcel. Con la barrera nadie puede entrar y salir de Asgard y Loki no se arriesgaría a volver, así que una vez Ikol está fuera Loki puede proyectarse a través de Ikol ya que el poder de Odín no puede detectarle allí. 

El tema de cómo es que la barrera de Odín estaba abierta temporalmente se verá en otro post que se está roleando y todavía no a avanzado hasta ese punto. Cuando esté listo te lo pasaré por si tienes curiosidad ;p.

Ya estaba hecho. Dalae había dado su palabra, atándose al Dios de las Mentiras. Pero él, no contento con su promesa, arrancó aquel juramento de los labios de la hechicera, creando un contrato. Desde luego, el mayor tramposo sabía como evitar que le hicieran trampas.

-Eso espero...-Susurró, mientras la imagen del dios se difuminaba, dando paso de nuevo a la urraca que solía ser.

"Volveremos a vernos." Aquello la tenía inquieta. Loki era con seguridad la última persona en la que habría que confiar, y Dalae le acababa de vender su libertad. A cambio... ¿De qué? ¿Había huido de prisión para convertirse en esclava? Pero preguntarse eso ahora no tenía sentido. La decisión estaba tomada, y ahora tenía otras cosas de las que preocuparse.

Como salir de allí, por ejemplo. Y dónde refugiarse hasta que Loki la llamara. Por lo que sabía, ahora los Nueve Reinos eran un caos. La complicada telaraña de influencias, alianzas y comercio creada por el joven rey se estaba desmoronando, atrapando en el proceso a Odín. Y un lugar inestable, atenazado por las dudas y los peligros era el lugar ideal para esconderse.

Sintiendo aún un buen dolor de garganta, dio media vuelta y se dirigió, por fin libre, hacia la oscuridad profunda de la noche. Sintiendo, como si desde algún lugar, un par de ojos verdes observaran sus movimientos.

Instantes después, una figura encapuchada irrumpía en Vanaheim, el hogar de los Vanir, quienes jamás se enterarían de quién estaba invadiendo sus dominios.

Nota: Ya está, ya se puede cerrar el tema. Esto se pone interesante, y tengo curiosidad por ver lo de la barrera... Seguro que me sorprendes.

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