Ya sabes dónde encontrarme, le dije. Y, aquella misma noche, algo, imposible saber qué, nos golpeó en una especie de honda expansiva que destrozó el campo de contención alrededor del mini universo que alimentaba el transporte. No debería haber sido posible, pero ocurrió.
En cuestión de segundos, el universo en miniatura se expandiría, y dos universos a tamaño completo no pueden coexistir en la misma realidad, así que Jenny se adelantó, lo envolvió entre sus brazos y se teletransportó con él... Pero aquello no hizo que desapareciera lo que fuera que había originado todo en primer lugar. Todo sucedió tan rápido que no tuve tiempo ni de gritar el nombre de mi hija. Violentas sacudidas amenazaban con destruir a un transporte que chillaba de dolor agónico mientras era despedazado miembro a miembro. Todos los sistemas de alarma se encendieron y las luces comenzaron a parpadear alternativamente en el momento en el que entró en shock convulsivo. Tambaleándome como pude conseguí llegar hasta el panel de control del centro de mando, y traté de averiguar qué había pasado, pero me fue imposible entender nada. Lo que fuera que había sucedido parecía haber afectado no sólo a nuestro universo, sino a todos los universos a los que era posible acceder a través de la Sangría, y había sucedido de manera simultánea en todo el cosmos. La computadora no podía encontrar lo que fuera que lo había generado.
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Esto no puede ser real. Es simplemente... simplemente... -Shen no tenía palabras para describir las imágenes de destrucción y devastación que se sucedían ante nuestros ojos en los monitores.
Jack apareció gritando, de repente. Su cuerpo ardía, mutaba y se desfiguraba como si se tratara de uno de aquellos grotescos reflejos del laberinto de espejos al que llevamos a Jenny una vez. El doctor salió corriendo de sus habitaciones, también gritando y sosteniéndose la cabeza entre las manos como si se estuviera desarrollando un pandemónium en su interior y pasó junto a Hawksmoore sin detenerse farfullando miserables excusas sin sentido mientras Jack se retorcía de dolor en el suelo y el Transporte conformaba un capullo protector en torno a él, absorbiéndole en su seno. Querría haber ayudado a Jack, pero desapareció antes de que pudiera alcanzarle, y, siendo honestos, tampoco estaba seguro de poder hacer nada para calmar lo que fuera que estaba experimentando. Swift estaba a punto de lanzarse tras del doctor, pero entonces entró Apollo cargando entre sus brazos el cuerpo de una Angie que parecía moribunda, con el fluido de nanotecnología que habitualmente la recubría goteando inerte hasta el suelo.
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Oh, Dios, ¿qué le ha pasado? -exclamó alarmada Shen.
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La encontré así, entre las ruinas de la cubierta sesenta -explicó Apollo-
. La nanotecnología de su sangre se está apagando.-
Lo que sea que nos ha golpeado incluía un pulso electromagnético. Es muy posible que la haya matado. Shen, llévala a la enfermería, si es que aún queda algo operativo.Preocupada por su amiga, Swift obedeció de inmediato. No habíamos podido hacer nada por Jack, y no sabíamos si podríamos ayudar al doctor, pero sabía que haría todo lo posible por salvar a Angie aunque el Transporte seguía desmoronándose a nuestro alrededor.
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No crees que vaya a poder salvarla, ¿verdad? -dijo Apollo mirándome con tristeza. Siempre tan perceptivo. O quizás era simplemente lo bien que me conocía. Le cogí de las manos mientras los fragmentos de la nave continuaban cayendo desde el techo.
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Apollo... No creo que ninguno de nosotros vaya a sobrevivir -admití-
. Sólo quería darle a Shen una última esperanza... Y a nosotros la posibilidad de despedirnos.Acaricié su mejilla con dulzura sabiendo qué era lo que me preguntaría a continuación.
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¿Y Jenny? ¿Jenny está...? No fue necesario que respondiera. Supo lo que iba a decir por la expresión en mi rostro, y, al momento, una furiosa negación se apoderó de él.
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¡No! ¡Me niego a creerlo! -exclamó, liberándose de mi abrazo-
. Es el espíritu del siglo XXI, no puede morir hasta que el siglo termine. Ella está ahí, ahí... en alguna parte, y voy a ir a buscarla. -
¡Apollo, no! Quería decirle tantas cosas... Que no pasaba nada, porque aún en el caso de que hubiera muerto volvería a reencarnarse, y el Transporte podía localizar su huella energética. Que la volveríamos a encontrar, que, mientras estuviéramos juntos, todo era posible, pero, por encima de todo, quería decirle... con todas las veces que le he apartado de mi lado... con todas las veces que las circunstancias nos han obligado a estar separados... a la hora de afrontar el fin del mundo no había nadie más con quien quisiera estar...
Pero no tuve ocasión de decir nada, porque una sacudida particularmente violenta desgajó de cuajo la sección de la cubierta en la que nos encontrábamos y todo se volvió oscuridad...
En los escasos segundos que se sucedieron antes de perder el sentido el ordenador de mi cabeza planteó varios posibles finales ante aquella situación, sin embargo, lo que me encontré al abrir los ojos era algo que jamás habría podido calcular. Estaba tumbado sobre una superficie mullida, con un cielo imposiblemente azul desplegándose ante mis ojos, y el olor a hierba húmeda asaltó de inmediato mis sentidos aumentados. Estaba en una especie de... ¿selva? ¿Cómo podía ser? Los restos de la sección arrancada del Transporte yacían a pocos metros de distancia. Estaba claro que no me había transportado a través de una puerta, y desde donde estábamos en la Sangría era imposible haber caído hasta allí sin desintegrarnos por el camino.
Realicé un rápido escaneo de mi estado general, pero con la excepción de algunas magulladuras que desaparecerían rápidamente no parecía tener ninguna lesión grave, así que me levanté y fui hacia el Transporte, apoyando la mano sobre su superficie. Aún había calidez en ella; Vivía... pero no por mucho tiempo.
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Mira lo que te han hecho, preciosa... -musité.
Un súbito movimiento en la cima de aquella inmensa ruina me hizo elevar la mirada, y allí, recortándose contra la figura del sol, pude distinguir la silueta del doctor con los brazos extendidos como una especie de mártir. Supe lo que iba a hacer antes de que lo hiciera... y también supe sin género de duda que no había nada en el mundo que yo pudiera hacer para impedirlo, así que no me molesté en gritar su nombre. Simplemente permanecí allí abajo, contemplando como el doctor se arrojaba al vacío para encontrar su final, disolviéndose en un montón de mariposas moradas que se esparcieron por la superficie de la tierra.
Los ecos de sus gritos corriendo por la nave ignorando las súplicas de Jack regresaron a mi mente. ¿Qué podría haber provocado semejante reacción en el doctor? Sólo había una forma de averiguarlo, así que me adentré entre los restos del fuselaje y me dirigí hacia la sala de control donde estaba cuando empezó ésta pesadilla. Las enormes cristaleras en las que tantas veces nos habíamos visto reflejados Apollo y yo mientras contemplábamos la inmensidad del espacio ahora estaban completamente destrozadas y el suelo resquebrajado, pero la plataforma central aún se mantenía, su brillo moribundo apenas discernible a la claridad del día.
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Escucha... -musité, arrodillándome sobre la plataforma al tiempo que la acariciaba con la mano-
. Sé que estás herida y lo estás pasando mal, pero ésto es importante... Por favor, necesito que me ayudes... Igual que lo hiciste la última vez... ¿recuerdas?La superficie sobre la que se apoyaba mi mano onduló, tornándose líquida y maleable como el mercurio. Musitando un agradecimiento me incliné hasta que mi rostro tocó el material alienígena, y éste se abrió para acogerme en su seno, proyectando una serie de cables que se extendieron trémulamente hasta establecer contacto. Cerré los ojos y me concentré en establecer comunión con ella, formulando en mi mente las preguntas que necesitaba que respondiera. Cortas y concisas.
¿Qué le pasó al doctor? Es el ser más poderoso que conocemos. ¿Por qué no hizo nada por arreglar ésto?La nave me contestó en forma de imágenes que bombardearon mi mente en rápida sucesión. El doctor está sintonizado con la tierra y todos los seres vivos que habitan sobre ella. Tanta muerte, tanta devastación, ocurriendo de manera simultánea en todos los universos... Cuando la Colisión golpeó la Tierra, ésta se volvió psicótica. No podía parar de gritar, y pude experimentar en mi mente tan sólo una fracción de la locura que debió haber experimentado Habib. Pude sentir también su miedo, tal como había quedado registrado en el Transporte, su dolor, su confusión, su necesidad de huir. Aún así, se las había ingeniado para ralentizar el descenso de la sección segmentada del Transporte, evitando que se estrellara contra la superficie, por lo que era gracias a él que aún seguía vivo. Cuando supiera dónde narices me encontraba le buscaría, pero lo primero era lo primero...
Jenny. El Transporte pudo localizar su huella vital en una región de aquella tierra. Registré en mi mente las coordenadas junto con el nombre que apareció en mi cabeza: Gotham. Pero había algo extraño... era una energía mucho más disminuida y débil, y yo sabía lo que eso significaba... Jenny me necesitaba. Nos necesitaba a los dos.
Apollo... El Transporte empezó a apagarse. Los cables perdieron la vida que les había sostenido y comenzaron a despegarse uno a uno de mi rostro. Una profunda e inmensa desesperación se adueñó de mí.
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¡No! ¡No! -exclamé, tratando de recuperarlos con las manos-
. Necesito saber si sigue vivo. Por favor... ¡sólo unos segundos más! ¡Por favor! ¡No me dejes ahora, maldita sea! Necesito...Le necesito.
Golpeé con impotencia el suelo ahora inerte de lo que una vez había sido un organismo biotecnológico vivo y sintiente, pero no tardé en volver a incorporarme con determinación. Apollo estaba vivo. Tenía que estarlo. Me había esforzado tanto por apartarle de mí los últimos años, y no era hasta ahora que comprendía que no podía vivir sin él. Ahora me arrepentía de todas las veces que pude dejarle entrar y opté por dejarle fuera. De todas las cosas que permanecieron silenciadas. Pero iba a remediarlo. Ya el pasado había demostrado que ni siquiera el Infierno podía mantenernos separados. Iba a arreglarlo todo. A reparar todo el daño que causé. Le encontraría a él, y juntos encontraríamos a nuestra hija y tendría a mi familia de vuelta.
Después de todo... soy el que siempre sabe cómo termina la historia.
Así que salí fuera decidido a salir de aquél lugar, estuviera donde estuviera. Tenía las coordenadas de donde tenía que ir para encontrar a Jenny y sabía que estábamos en el mismo planeta, así que... ¿cómo de difícil podía ser?
Recogí las cuatro cosas que pude encontrar entre los restos que podían servirme para el viaje, incluido mi bastón bo, y subí hasta la parte superior de la gigantesca mole que había formado parte de la sección principal del Transporte. Estaba lo suficientemente alto como para darme una panorámica general de donde estaba y poder hacerme una idea. Aquella selva extraña era jodidamente inmensa, pero eso no me achantó. Sería capaz de viajar a pie desde China a Estados Unidos si Jenny me necesitaba. Estaba todavía calculando en mi mente el mejor camino a seguir cuando un súbito y pesado aleteo a mi espalda me hizo girar la cabeza sólo para encontrarme con lo que en un principio se me antojó un dragón, hasta que me di cuenta de que se trataba del pterosaurio más grande que había visto nunca.
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Ok... Tengo que admitir que ésto no me lo esperaba -musité, justo antes de que la criatura se lanzara hacia mí. Me aparté rápidamente para esquivar el largo hocico en forma de lanza al tiempo que echaba mano al rollo de cuerda que tenía en la cintura. Las alas medirían unos siete metros de largo, así que calculé que sería capaz de sostener mi peso. Lancé la cuerda contra la criatura, consiguiendo enganchar el lazo en torno a su cuello, y ésta se elevó llevándome consigo. Sin demasiado esfuerzo trepé hasta quedar sobre su lomo. Habría sido bonito utilizarlo como vía de escape de aquél lugar, pero era un animal salvaje que no cesaba de forcejear y dar bandazos, y yo no tenía ni las habilidades ni el tiempo para domesticarlo, así que, cuando el ordenador me indicó que sería el mejor escenario para un aterrizaje forzoso, lo agarré por la quijada y, de un movimiento brusco, le partí el cuello.
Fue una caída desde bastante altura, pero conseguí amortiguar el golpe utilizando las copas de los árboles y las lianas para decelerarme. Una vez en el suelo, calculé rápidamente hacia qué dirección debía dirigirme para llegar a Gotham y empecé a caminar. Resultó que el pterosaurio no era el primer dinosaurio que campaba a sus anchas por allí. De hecho, toda el lugar parecía sacado de una maldita película de parque Jurásico. No podía saber si todo el planeta resultaría así, pero sólo de imaginar a Jenny como un bebé indefenso a merced de aquellos monstruos mi angustia crecía al compás de mi determinación por continuar. Tenía que darme prisa. Quedaba mucho camino por andar.