Prueba de rol de Felicia Hardy: The Black Cat

Bajo las luces de colores y las notas musicales animadas y movidas que ofrecían los parlantes de un antro clandestino de Washington D.C., se movían los cuerpos desinhibidos por el alcohol y el deseo de disfrutar. Entre las muchas parejas en la pista, resaltaba una mujer de aspecto pulido y actitud despreocupada, con un cuerpo curvilíneo vestido con una blusa blanca y pantalones negros; luciendo su corte de cabello "Bob", negro como el azabache, que daba contra sus labios sonrientes color carmesí en cada movimiento que su cuerpo hacía al ritmo de la música.

Era la típica mujer neoyorquina, irreverente, independiente, que mientras más se contoneaba, más se ampliaba su sonrisa de entera satisfacción. Varios hombres se acercaban optimistas y esperanzados de compartir esa pieza con ella, pero ya fuese ignorándolos o con una simple negativa, rechazaba uno tras otro y seguía bailando, disfrutando, en su mundo, en su visible felicidad.

Había que estar loco para querer infiltrarse en S.H.I.E.L.D. Había que ser un iluso para pensar que se podía pasar desapercibido entre cientos de agentes altamente capacitados para detectar, detener y erradicar a cualquiera que alzara la más mínima sospecha de estar pisando su territorio sin autorización. Había que ser un temerario para estar dispuesto a enfrentarse a tal reto imposible... o simplemente había que ser tan bueno como ellos, o mejor.

Era una misión delicada, que adoptó solamente para ella, sin ayudantes, sin contactos más allá de los que pudieran brindarle datos puntuales y estratégicos, pecando siempre de ambiciosa y sabiéndose autosuficiente para investigar a raíz, minuciosamente y por semanas cada movimiento de cada agente de importancia en el trayecto de su misión. La Gata Negra trabajaba sola; incluso si tenía contactos para armamento, equipamiento, tecnología y mapeo, incluso si tenía toda una red construida con su propio esfuerzo a lo largo de los años, a través de sus infalibles habilidades y también del infalible dinero, a la hora de ejecutar, le gustaban los resultados pulcros que solo ella dejaba cuando así lo planeaba.

De esa manera, sabía que a las 23 horas con 29 minutos ese solitario galpón oscuro con exactamente 10 camiones en su interior seguiría cerrado y en total silencio, pero apenas al dar los 30 minutos el portón del galpón abriría, dando paso a la luz de los reflectores de afuera y a las órdenes de un superior a sus subordinados. Y así pasó. Pasos apresurados y diligentes se movieron hacia el tercer camión hacia la derecha de la fila inferior. Aproximadamente a las 23:35, la puerta del piloto estaba abierta y también la cabina del camión, como lo había previsto. En cualquier segundo de los próximos 5 minutos, habría un punto ciego para los tres agentes presentes, en el que el piloto revisaría cada aspecto del vehículo desde su asiento -espejos, luces, batería- y el copiloto y su superior revisarían por última vez la lista de tareas junto a la otra puerta, dejando la cabina del camión abierta antes de una última inspección. Pero sería una revisión rápida, de unos pocos segundos.

En la oscuridad de la noche, el movimiento no se notó. En cuestión de un parpadeo, una sombra negra había viajado desde debajo del camión hasta el oscuro interior de la cabina en un movimiento rápido, grácil y tan silencioso que parecía fantasmagórico. La mujer estaba dentro, oculta entre las cajas que guardaba la cabina, con el platinado cabello atado en una cola de caballo alta que mantenía su vista libre de obstáculos en todo momento. No perdió un segundo en quitarse de la espalda espalda una mochila negra de cuero, que tampoco producía sonido alguno; era como si ella no estuviera allí, como si fuera invisible, pero la realidad era que todo material que la enfundaba en vestimenta y que la acompañaba en equipamiento -materiales aislantes de sonido, antirresbalantes, etc.- estaba hecho especialmente para ayudarla a no dejar rastro ni huella, visibles ni auditivos.

23:40: después de la última inspección a la cabina, en la que no es detectada, el camión sale del galpón y para ella solo es cuestión de esperar con paciencia, como ha hecho ya por horas a pleno conocimiento de cada paso metódico y rutinario de esos agentes. Ella era igual de planificada y cautelosa. Al pasar cerca de 10 minutos de viaje, luego de sentir con sus ojos cerrados los dos giros a la derecha y el pequeño bache descuidado en la carretera, supo que era momento de colocarse la máscara de gas que había traído en la mochila, con la que cubrió su nariz y boca, sin preocuparse por sus ojos, ya que llevaba unos goggles especiales para esa misión, que protegían sus ojos mucho más que el antifaz convencional. No tardó un minuto en ello y en buscar en su cinturón de utilidades un dispositivo más pequeño y delgado que un lápiz labial; era un láser con el que cortó a vista y oído de nadie un pequeñísimo orificio en el vidrio de la ventanilla que comunicaba el vehículo con la cabina. Solo le tomó presionar un botón en otro aparatito que había portado en su mochila y de este se desprendió un gas tan poderoso que solo fue cuestión de segundos para que tanto piloto como copiloto cayeran rendidos en un pesado sueño gracias a lo que se había filtrado por el orificio.

Lo demás fue solo resultado del arte de su metodología. Porque sí, era calculadora, pero era una verdadera artista: quebrar la ventanilla de un golpe, pasar los cuerpos inconscientes por la misma hasta la cabina y tomar el control del volante, aprovechando el terreno amplio por el que sabía que se iría el camión, pues lo había estudiado a detalle, parecían pasos del más complejo ballet en un bien organizado recital.

Con una enorme sonrisa reluciente detrás de la máscara de gas, se encargó de los detalles finales, el juego de niños: instaló en el tablero del camión un bi-pass que tras presionar unos botones específicos desvió el curso del GPS interno del camión; si lo estaban monitoreando, percibirían exactamente la ruta que debía tomar el camión y no la que de hecho tomó al momento en que la Gata giró el volante y pisó el acelerador hasta el fondo.

Un grito victorioso y la risa más divertida quedaron ahogados dentro de la hermética máscara.

Las peticiones de baile habían cesado considerablemente cuando avanzó la noche y vieron que no había éxito alguno con la azabache. Para ese punto la mujer era un mar de alegría en sí sola y bailaba enérgicamente a todo lo que daba. En un momento efímero y casual que prestó un ápice de atención a su al rededor para variar un poco, cruzó su mirada esmeralda con otro par de ojos oscuros e interesantes a media distancia. Era realmente obra del destino, porque ellos solitarios e introvertidos la habían atrapado de entre tantos que seguían observándola curiosos.

Con una nueva sonrisa y mirada interesada, se acercó aun danzando, sin duda y determinada, hasta acoplar su figura a la perfección con esa otra fémina que le había gustado, y bailaron solas hasta el final de la noche.

En la habitación 999 se abrió la puerta silenciosa, pero al dejar pasar la luz del pasillo al interior de la habitación, un pequeño gato blanco llegó al saludo de los pies que entraban descalzos.

—Tsk. Awww, pequeña... ¿Mami te ha despertado? —Habló suave una voz femenina, aterciopelada, hipnotizante por naturaleza. Igual de suave fue la caricia que le dejó en su pelaje y su mentón, antes de tirar a un lado sus Jimmy Choos y más adelante la peluca negra. Solo ella pudo escuchar la llamada que entró en ese momento, pues estaba en su oído, en un auricular que no se había quitado en toda la noche. Con su índice presionó para activar la línea privada en ese auricular, mientras su otra mano peinaba la melena platinada que por fin se había soltado.

«Ya lo saben. Han comenzado la búsqueda.»

La transmisión fue concisa y terminó justo para cuando se despojó de su última pieza de ropa. Una sonrisa volvió a sus labios, era la misma que se formaba naturalmente cuando se le erizaba la piel y su adrenalina se elevaba. Tras enfundarse de nueva cuenta en el traje tradicional negro y blanco, tomó primeramente a su pequeña gatita entre sus manos. —Es hora de irnos, Diamond. ¿Te ha gustado el D.C.? Espera a que veas Los Ángeles~ —Metió al animalito en su mochila, donde estaría mucho más segura, junto a una pequeña caja metálica que tenía grabado muy pequeñito: Industrias Stark. Propiedad de S.H.I.E.L.D.

Manteniendo la mochila abierta, la observó jugar, mientras ella salía por la ventana y escalaba hacia la azotea, lista para dar el siguiente paso de un plan perfectamente estructurado.

¡Hola Felicia! ¡Muy buena prueba de Rol! Ya puedes subir la ficha cuando quieras

Disculpa la tardanza, nuestra moderadora de Marvel está ausente así que me encargaré yo de supervisar tu pj. ¡Un saludo!