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Omega Universe - Foro de Rol de Marvel y DC
Los Universos de DC y Marvel se han unido en uno solo. ¿Qué ha sucedido? ¿Quién está detrás de todo? Y, lo que es más importante, ¿cómo reaccionarán héroes y villanos de los distintos mundos al encontrarse cara a cara...?
Años de Omega
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Acababa de salir de visitar a las buenas gentes de Sapphire Village, una pequeña comunidad que surgió en torno a las minas de zafiro en el borde este de las Little Belt Mountains. Hoy en día no era más que un pueblecito pequeño habitado por los mineros y sus familias, prácticamente una aldea fantasma. No tenían párroco, así que se había dirigido hacia allí desde Montana para ofrecerles los servicios que pudieran necesitar.
En aquellos momentos enfilaba la carretera rural en dirección a Utica con la mente perdida en las próximas navidades. Iban a ser sus primeras navidades en Omega, y sabía que se iba a sentir irremediablemente solo. Iba a ser inevitable acordarse más de las personas a las que había dejado atrás, en especial su madre y Tulip. Joder... La vida había sido increíblemente injusta con él. Justo se acababa de reencontrar con ellas y no había podido ni pasar una navidad a su lado...
Lo cierto era que hacía muchísimos años que no celebraba aquellas estúpidas fiestas, sencillamente porque llevaba mucho tiempo sin nadie con quien celebrarlas, pero aquél año iba a ser especialmente jodido porque ver a todo el mundo con sus familias no iba a hacer más que recordarle lo que había estado a punto de alcanzar justo para volverlo a perder.
Tampoco iba a tener fuerzas para visitar a Sasha y verla feliz junto a Planaria. No en aquella época del año. Bueno... lo único que tenía que hacer era evitar las ciudades y permanecer en la carretera. Así los días serían como todos los demás, con la fría nieve para recordarle que estaba solo en aquél mundo.
Un movimiento fugaz junto a los árboles le sacó de sus pensamientos. Inicialmente pensó que sería un ciervo, pero, al mirar, constató que se trataba de una niña pequeña, posiblemente de menos de diez años, y estaba sola al borde de la carretera. Rápidamente presionó el pedal del freno y aparcó el coche en el arcén.
- ¡Hey! ¡Pequeña!
La niña se volvió hacia él, mirándole con los ojos muy abiertos. Lo único que llevaba puesto era una camisola raída que dejaba ver sus brazos y piernas esqueléticos. No tenía zapatos y las puntas de los dedos de los pies estaban empezando a volverse azules. Parecía bastante evidente que estaba desnutrida, tenía el cabello sucio y tiritaba de frío. Jesse sintió cómo la ira empezaba a encenderse dentro de él cuando se agachó para hablar con la chiquilla.
- Hola, preciosa, ¿dónde están tus padres? -preguntó con toda la amabilidad que fue capaz de reunir para enmascarar su furia.
Ella no habló, pero señaló por encima de su hombro hacia un pequeño camino sin arar que conducía a una casa de campo en ruinas. Suavemente alzó a la niña en brazos haciendo lo imposible por envolverla en su chaqueta. Era como levantar una pluma. La niña se aferró a su camisa; sus ojos permanecían abiertos y vidriosos mientras temblaba contra el pecho del predicador. La dolorosa visión de aquella niña sucia y asustada le trajo recuerdos de su propia infancia y fue como si una garra helada le oprimiera el pecho mientras recorría el camino nevado hasta la casa del rancho. Se escuchaban voces y gritos desde dentro, y, al oírlos, la niña se acurrucó más contra él, alimentando más su ira.
La puerta se abrió al poco de llamar, y un hombre joven desarreglado se quedó en el umbral mirándole con el ceño fruncido y reparando en el alzacuellos.
- ¿Qué coño estás haciendo con mi hija, puto pervertido?
Jesse trató de controlarse para no pegarle un puñetazo allí mismo.
- La encontré al borde de la carretera -replicó, con ira apenas contenida-. Podrían haberla atropellado o haber muerto de frío en la nieve.
El hombre le miró sin inmutarse, al parecer indiferente al peligro que acababa de correr su hija.
- Le gusta deambular por ahí de vez en cuando -dijo, como para justificarse a sí mismo. Jesse no pudo contenerse más.
- ¿Ha considerado, no sé, estar pendiente de ella? -estalló.
- ¡No pienso tolerar que un puto cura me diga cómo criar a mi hija! -replicó el hombre, esgrimiendo un dedo amenazante hacia él.
Jesse trató de calmarse. La niña seguía aferrada a él y no hacía falta un máster en psicología para saber que pegar a su padre delante de ella no iba a ser precisamente positivo para su desarrollo emocional.
- Casi te quedas sin hija a la que criar -musitó, sombrío-. Tienes suerte de que la haya visto. Y que haya sido yo, y no un auténtico degenerado, o un psicópata. Ahora, ¿piensa dejarme entrar o va a seguir dejando que su hija se hiele aquí fuera? -inquirió.
El hombre le siguió fulminando con la mirada, pero se apartó lo justo para permitirle entrar. Dentro, el hedor a basura y alcohol le golpeó como si se tratara de algo físico. Jesse arrugó la nariz, observando a su alrededor. Al menos el ambiente estaba caldeado, pero cada vez estaba más convencido de que no podía dejar a la niña allí. El yeso de las paredes estaba agrietado y con moho, y había basura esparcida por todas partes. La casa no parecía apta para vivir, y mucho menos para criar a un niño. Para más inri, la madre se movía como si estuviera borracha, y, a juzgar por la botella de ginebra medio vacía que sostenía en la mano, probablemente lo estaba. Al verle con la niña en brazos su rostro se llenó de rabia.
- ¿Qué estás haciendo con mi niña? -exclamó, dando unos tambaleantes y amenazadores pasos en su dirección.
- Al parecer, aquí el santurrón ha venido a juzgar nuestras capacidades como padres -replicó el marido. Jesse trató de ignorar la agresividad de los dos, por el bien de la niña.
- Encontré a su hija en la nieve, muerta de frío, medio desnuda y descalza, vagando cerca de la carretera. Podría haberla arrollado un coche, como mínimo.
Los ojos de la mujer se abrieron de golpe y, al menos, tuvo la decencia de parecer avergonzada, aunque no tanto como debería.
- Oh. Vale, gracias por traerla. Puede dejarla y marcharse.
- Lo siento, señora, pero me temo que no es tan fácil ahora -soltando a la niña en el suelo, Jesse sacó su teléfono móvil para llamar a los servicios sociales, mas, antes de que pudiera llegar a marcar, el padre se abalanzó sobre él lleno de rabia.
- ¿Crees que puedes venir aquí y llevarte a mi hija?
Jesse le esquivó con facilidad, pero en lugar de volver a atacarle, el hombre agarró el brazo de su hija y lo retorció con brusquedad para acercarla hasta él, arrancando un gemido de la niña que, a su vez, provocó una respuesta automática en el predicador en la forma de un puñetazo directo a la mandíbula del tipo. No fue un mal derechazo, pero el hombre era grande, y Jesse no había tenido tiempo para pensar o calcular el mejor punto de impacto, así que no consiguió noquearle. Furioso, el cavernícola se volvió a lanzar contra él, ésta vez con la intención de agarrarle, pero Jesse se movió con la destreza de un combatiente experto, inclinándose para encajarle un puñetazo en la boca del estómago que le dejó sin aliento en el suelo. La mujer gritó, arrodillándose junto a él, y Jesse se volvió con preocupación hacia la niña.
- Hey, pequeña, ¿cómo te llamas? ¿Estás bien? -dijo, masajeando el brazo donde la había herido el hombre.
- No va a responderle, es muda -dijo la madre, abrazando a su marido y mirándole con miedo, como si no hubiera sido el otro quien le hubiese atacado primero-. Se llama Samantha.
- Vale, Samantha, no te preocupes -le susurró, abrazándola, en un tono de voz lo suficientemente bajo como para que sólo ella pudiera escucharle-. Todo va a salir bien, estás a salvo ahora...
Se apartó, dedicándole una sonrisa tranquilizadora que estalló en mil pedazos cuando el dolor se disparó en la parte superior derecha de su cuerpo. Un súbito golpe le hizo tambalearse. Se giró por puro instinto, a tiempo para ver al hombre sosteniendo una pistola humeante en la mano, pero no fue eso lo que más le impactó, sino los gritos de puro horror de la madre mientras se abalanzaba sobre el cuerpo de su hija, que ahora yacía en el suelo con una flor roja extendiéndose sobre su corazón.
_________________ Momentos que atesoro en el corazón - Segundas oportunidades - Las personas de mi vida (reencuentros y despedidas)
El muchacho aterrizó en mitad de la habitación. Sus cabellos castaños ondeaban al viento en un movimiento pausado, hasta caer con lentitud sobre su jovial rostro debido a la gravedad. Sus ojos, verde esmeralda, brillaban intensos bajo la carcasa que le hacía aparentar ser humano. Pero Jake era de todo menos un ser humano. Por lo menos, todavía…
Se paseó por la habitación descuidada y maloliente, haciendo crujir la madera podrida y ruinosa a su paso. Los tres adultos gritaban y agitaban sus cuerpos con quietud, en comparación con los movimientos fluidos y ágiles del chico. Ahora que el tiempo se había detenido por completo, nada ni nadie podía verle. Él era un fantasma. El niño que nunca debía ser recordado.
Detuvo sus pasos en cuanto llegó al cuerpo de Samantha, que aún seguía con vida a pesar de estar muy débil. Su cabello alborotado del color de la miel se había pegado a su rostro por culpa del sudor y la sangre. Sus vidriosos ojos azules como el cielo sostuvieron la mirada del castaño unos segundos, deseando poder expresar su dolor con un grito desgarrador, aún sabiendo que jamás podría hacerlo.
—Ya estás a salvo… —susurró el joven, que se inclinó sobre ella esbozando una cálida sonrisa y le apartó el cabello del rostro con delicadeza.—Todo irá bien... ya no tendrás que sufrir nunca más…
Aquellas palabras fueron un gran consuelo para la criatura moribunda, y disiparon al instante las dudas de su afligido corazón. Jake la ayudó a cerrar los ojos y la pequeña sintió paz por primera vez en mucho tiempo. Samantha había muerto con una sonrisa amable en el rostro.
Un brillo irisado se desprendió del pecho de la chica y se comprimió en una estrella fugaz que empezó a revolotear alrededor del cuerpo de Jacob con alegría y diversión.
— Veamos… ¿Qué podemos hacer para castigar a estos adultos tan malvados…?— dijo, ofreciéndole al aire una de sus más perversas sonrisas. Estaba claro que después de haber sido testigo de un asesinato tan terrible, Jake no iba a dejar pasar la oportunidad de vengarse… aunque solo fuera un poquito.
—¡Ya lo sé! — dijo juntando sus manos para realizar un movimiento circular con el dedo índice sobre la palma de su mano.— Este lugar apesta… ¿Y si lo mandamos todo a volar por los aires?
tac…
Por un momento, Jake sobrestimó su poder, y creyó tener la habilidad suficiente para seguir deteniendo el tiempo mientras realizaba la travesura. Tampoco se percató de que la desesperada madre tenía intención de abalanzarse sobre el cuerpo de su hija en el momento en el que el tiempo volvía a retomar su curso.
tic… …tac…
El brazo de uno de los adultos se interpuso en su camino para proteger a la niña, y su mano se cerró instintivamente al encontrarse con la capucha de la sudadera de Jake, justo antes de que terminara de realizar su magia.
tic…tac.
No muy lejos de allí, un gigantesco torbellino apareció de la nada, dispuesto a mandar por los aires la ruinosa casa de madera en los próximos minutos.
Tic-tac.
Justo en el momento en el que iba a teletransportarse para salir de allí sin ser visto, el muchacho perdió el equilibrio y tropezó contra el cuerpo del hombre del parche en el ojo.
— Mierda…
Tic-tac.
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Jesse Custer Vértigo Universe
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Ficha de Personaje Alias: Predicador Nombre real: Jesse Custer Universo: DC Universe
El dolor sordo en el hombro latía al mismo ritmo que su corazón, tan fuerte que le atronaba en los oídos amortiguando los gritos desesperados de la madre y haciendo que toda la realidad se tornara confusa. Jesse estaba más que acostumbrado al dolor físico, lo había padecido toda su vida, pero nunca antes le habían disparado, y la intensidad súbita de la repentina explosión en sus terminaciones nerviosas le pilló por sorpresa, sacudiéndole con una oleada de aturdimiento y náusea. La realidad se tambaleó durante un instante en el que tuvo que apoyarse sobre un mueble cercano para no caer mientras se iba sobreponiendo rápidamente a la sensación de quemazón pulsante en su hombro. Tenía que actuar con rapidez; Localizó al tirador con la mirada y se dispuso a utilizar a Génesis para obligarle a soltar el arma, pero, en ese preciso instante, alguien chocó contra él, y se sorprendió al encontrarse con los enormes ojos verdes de un chico que parecía haber salido de la nada. ¿Otro hijo de la pareja? El tipo de la pistola, que se había quedado momentáneamente paralizado al descubrir que había disparado a su hija, volvió a levantar el arma, sin importarle al parecer que hubiera un nuevo niño en el camino de la trayectoria, y Jesse tuvo el tiempo justo para apartar a Jake de un empellón al tiempo que empujaba con todas sus fuerzas el mueble sobre el que se había apoyado contra el hombre, golpeándole y provocando que la bala se desviara hacia el techo.
Jesse estaba ardiendo de rabia, pero evitaba usar Génesis siempre que le era posible, y en aquellos momentos la adrenalina bombeaba por su cuerpo con tanta violencia que ya no sentía el dolor. Los gritos de la madre seguían sonando de fondo y el muy bastardo no había dudado a la hora de poner en peligro la vida de otro niño. Ciego de ira se abalanzó sobre él antes de que tuviera tiempo de reaccionar y comenzó a descargar un puñetazo tras otro hasta que un penetrante sonido que se iba tornando cada vez más ensordecedor terminó por abrirse camino a través de sus sentidos. Cuando miró en su dirección, los ojos estuvieron a punto de salirse de sus órbitas; Había un tornado gigante dirigiéndose hacia la casa, y no tardaría más que unos minutos en llegar, destruyendo cuanto encontrara a su paso. Abandonando al hombre inconsciente a su suerte, Jesse regresó a toda prisa a la cabaña, agarrando por los hombros a la madre (que aún sujetaba la capucha de Jake en estado de shock) y sacudiéndola para hacerla reaccionar.
- Señora, su hija está muerta, nada podemos hacer por ella, pero si no salimos rápido de aquí, moriremos todos.
Sin esperar a recibir confirmación por parte de la conmocionada mujer, se la echó al hombro sano sin encontrar apenas resistencia, pero aunque había, finalmente, soltado la capucha del chico misterioso, Jesse le sujetó por la cintura antes de que tuviera ocasión de teletransportarse, con la intención de sacarlos a los dos de allí como buenamente pudiera. Todo el brazo que sujetaba a Jake le dolía como si lo tuviera metido en aceite hirviendo, pero no podía dejar al niño atrás. No había conseguido salvar a la pequeña, pero si conseguía llegar hasta el coche, quizá tuvieran una oportunidad...
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