Hacer pactos con el demonio - Los Angeles [Autconclusivo]

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Retiró la cinta de los bomberos que indicaba que estaba prohibido el paso, aún no habían empezado las actuaciones de limpieza del edificio y ni habían comprobado que la estructura fuera segura, entró por el recibidor del que solía ser su hogar, arrojando la cinta al suelo, en la entrada.

Los listones de madera, ahora negruzcos y llenos de hollín crujían a cada paso que daba para adentrarse en el piso, las paredes, antes decoradas con un horrible estampado de flores ahora apenas conservaban color, todo a su alrededor, había adoptado el color de la muerte y el olvido, un gris oscuro, casi negro...Un largo pasillo se dibujaba ante el, estrecho, con 2 puertas a la izquierda y 2 a la derecha y una, al final, dónde solía estar el estudio de sus padres.

Miró a su alrededor dibujando una mueca de sonrisa en su cara, una sonrisa amarga y llena de resentimiento, apoyó el maletín que llevaba en su mano derecha en el suelo por un instante y palpó dentro de su abrigo largo, que acompañaba en color al del resto del apartamento. De dentro, sacó una foto plegada, en ella, aparecía un hombre rubio con unos ojos azules, critalinos, alto, fuerte, de facciones marcadas, con bigote y una coronilla que empezaba a asomar, a su lado, había otro hombre, de facciones más amables que el otro, ojos castaños, cabello negro y tez morena, entre ellos, había un niño con cara de pocos amigos, bueno, no es que a Edward le hubiera cambiado demasiado la cara desde entonces, en aquella foto, debía tener unos 12 años...Suspiró y volvió a guardar la fotografía dentro del abrigo, cogió su maletín y se apresuró, recorrió el pasillo sin entretenerse, no quería entrar en las habitaciones, aquello habría sido...Demasiado…

Llegó hasta la puerta que había al final del pasillo, era curioso, las puertas apenas habían sufrido el impacto de las llamas, era como si fueran guardianes inmortales, imperecederos, testigos eternos de un pasado que jamás iba a regresar...Giró el pomo de la puerta y abrió, dando lugar a un amplio estudio, en el pasado, ese había sido el orgullo de su familia, una biblioteca que contenía algunos de los ejemplares de magia más difíciles de encontrar del mundo, ahora, pedazos de ceniza y polvo que, en unos días, serían derrumbados con la estructura, se adentró un par de pasos, (ñic ñic) el suelo crujía de nuevo a sus pies, quien sabe si en unos minutos no se partiría y se hundiría por completo, frente a el, la estantería que contenía todos los tomos y textos mágicos, se había derrumbado, a su derecha, los amplios butacones en los que solían sentarse las visitas, iluminado por la luz de una farola que se filtraba a través del enorme ventanal, estaban despellejados y negruzcos y a su izquierda, un amplio espacio vacío, parecía que sus padres estaban a mitad de una reforma del estudio cuando todo sucedió…

El aire estaba denso y sucio, costaba respirar en aquel ambiente, probablemente, nadie había abierto esa puerta desde el incidente, hacía ya dos semanas casi...Johns cerró la puerta, dejó el maletín en el suelo y se quitó el abrigo, lo dejó en el suelo, doblado sin mucho esmero, llevaba una camisa blanca, arremangada hasta los codos, unos pantalones marrones sin planchar y unos zapatos del mismo color, que contrastaban entre todo el gris y la negrura de la estancia, cogió de nuevo su maletín y se dirigió a la zona vacía de la habitación, allí, dejo el maletín en el suelo, lo abrió y miró su contenido.

Dentro había un libro de hechizos, un grimorio, que retiró con cuidado y puso sobre el suelo, un Tetragramatón, que se puso al cuello, sal, una daga y una bolsa de papel manchada con sangre que contenía algo dentro, sacó la sal del maletín y empezó a dibujar con ella símbolos en el suelo mientras musitaba cosas en una lengua extraña, poco a poco, trazando un dibujo de un perímetro de unos 3 metros, teniendo mucho cuidado de hacerlo exactamente como debía ser:

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Cuando hubo terminado de trazar el círculo, se acercó a su maletín abierto, cogió la bolsa de papel junto con la daga y sacó de esta primera lo que había en su interior, un corazón de equino, grande, aún rojo carmín, no hacía muchas horas que lo había extirpado, caminó hasta el centro del círculo, aún murmurando cosas en aquella extraña lengua, colocó entre las tres cruces del círculo el corazón y se arrodilló delante de este:

-  Es-tah tah et tah-sa Gam-eh-geh-in...- Pronunció el hechizo alzando ligeramente la voz, mientras, con su mano derecha, en la que sujetaba la daga, se provocó un corte en la izquierda, dejando caer su sangre sobre el corazón del animal: -  Es-tah tah et tah-sa Gam-eh-geh-in. - Puso su mano izquierda sobre el órgano, empapándose bien de la sangre del animal, mezclada con la suya y se manchó la cara: -  Es-tah tah et tah-sa Gam-eh-geh-in!!!! Yo te invoco, Samigina, ven a mí!!!! -

Hubo un leve segundo de calma y entonces, repentinamente, el corazón de caballo rompió a arder con unas llamas plateadas, desprendiendo olor a jazmín, Edward puso un tono serio y miró delante suyo, a un metro, donde ahora, de pie, había una figura observándole, era difícil describir aquella cosa que tenía delante con palabras, tenia dos patas semejantes a las de una cabra o un caballo, luego, el torso era similar al de un hombre, aunque tenía los músculos al descubierto, los brazos, esqueléticos, eran largos hasta casi los tobillos, de sus codos, salían unas extremidades que simulaban ser las patas traseras de un caballo, y la cabeza, era un cráneo alargado, con afilados colmillos en la boca de la que salía una larga lengua similar a la de una serpiente, sus ojos, rojos y muy abiertos, miraban a Johns con curiosidad:

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- ¿Q-Q-Qqqqqueeee llevvvvvaaaa a u-u-unnnnna escoria  como tú a invocarme...E-E-Edward Jjjjjohnsssss…? - Arrastraba algunas letras al hablar, el hombre se sorprendió, pero la bestia soltó una risotada: - …N-N-nnnnno s-s-seassssss idiota, allí abajo n-n-nnnnnno somosssss ajenos a tu existencia...Le hasssss provocado p-p-p-pproblemasssss a algunos de mis h-h-h-hhhhermaaaannnnnossssss…Ahora...Habla, tu tiempo s-s-ssssse agota, cuando las llamassssss se hayan extinguido… - Señaló el corazón, que seguía ardiendo: -...Me iré y me llevaré tu ss-s-s-sssssucia alma conmigo. -

Guardó silencio la bestia para dejar que Edward hablase: - Tu conoces los pasos, la forma de llegar a la tierra de los muertos...Necesito cruzar, debo encontrar a mis padres...Y averiguar que ha sucedido. - Le aguantó la mirada a la bestia, que permaneció impasible, durante lo que pareció una eternidad, reinó el silencio en la estancia, hasta que el demonio lo rompió: - Oh...Sssss-Ssssiiii….T-t-tuu-uusssss p-p-padrrrressss, esas z-z-z-zorrittttaasss l-l-lujuriossssssasssss….- Soltó una carcajada que se retorció en el fondo del pecho de Edward, que intentaba aguantar la rabia como podía: - E-Esssstttta bien….- La criatura chasqueó los dedos y, poco a poco, los ojos del hechicero fueron cerrándose, los párpados le pesaban cada vez más, todo se hizo oscuro…

Volvió a abrir los ojos y estaba en la habitación, no había rastro de Samigina, ni del círculo de invocación, nada, de golpe se dio cuenta de que había una silueta delante suyo, un hombro rubio con bigote, ya prácticamente calvo, alto, de complexión fuerte, aunque se notaba que no estaba en sus mejores días, sus ojos azul cristalino estaban clavados en los de su hijo, mirándolo con preocupación:

- ¿Que has hecho hijo…? ¿Que haces aquí…? - Susurró el hombre, que se acercó a Edward titubeante, con paso poco firme y con la voz resquebrajada: - No tendrías que estar aquí….- Edward le hizo un gesto con la mano, indicando que se detuviera y luego otro para que guardara silencio: - No tengo mucho tiempo...Papá….- La voz se le partió al decir aquello último, le costaba mantener la compostura, pero, en aquel momento, el tiempo era vital: - Necesito que me digas que recuerdas, necesito saber quien os hizo esto...Necesito encontrar al culpable… - Su mirada destilaba fortaleza, estaba decidido a ir hasta donde hiciera falta y hacer lo que fuera necesario, su padre rompió a llorar: - Y-yo...No recuerdo...Estábamos arreglando la sala, fue todo...En un instante, de pronto, empezó a entrar humo por la rendija de la puerta, cuando nos dimos cuenta, el piso ya estaba ardiendo...No pudimos salir...Y-yo...No puedo ayudarte hi…- De pronto se oyó un chasquido, como un latigazo y su padre desapareció, todo volvió a hacerse negro….

Edward abrió los ojos, y ante el estaba aquel repugnante ser de nuevo, con una sonrisa en los labios: - E-e-essspero que hayyyya v-v-valiiiddddooo la p-p-peeeena….E-e-es h-h-hooooraaa de irrrrrrnnnnnossssss….- Se relamió, pasando la lengua por aquellos labios cadavéricos, empezó a moverse, caminando hacia Johns mientras las llamas se iban extinguiendo: - ¡Espera! - Edward alzó su mano izquierda, llena de sangre, el corazón le palpitaba como nunca, aquel momento, iba a marcarlo todo, pero era vivir o morir, y no tenía pensado morir hoy: - ¡Escuchame! No es casualidad que te haya llamado a ti...Samigina… - Al oír su nombre, el demonio se detuvo, intrigado por sus palabras - ...Llevas siglos enfrascado en una batalla con tus hermanos mayores, los soberanos del infierno...Tengo algo mejor que ofrecerte que mi sucia y asquerosa alma. - Se puso en pie, pues cuando había ‘viajado’ a la tierra de los muertos, había caído de rodillas: - Tu lo has dicho antes, he enviado a muchos de los tuyos de vuelta al infierno, sabes de sobra que tengo capacidades para ello ¿Que te parece si mejoro el trato? Puedo serte mas útil en la Tierra, expulsando a los que sirven a tus hermanos, dándote una parcela de poder más grande en este plano...- El demonio se revolvió ante el increíble abanico de posibilidades que ahora se abría ante el, rió, rió fuerte y sin parar durante unos segundos, entonces, desapareció para aparecer detrás del chico, posando una de sus esqueléticas manos en su nuca: - Aaasssssíiii que q-q-quierrrreeessss ssssseerrrr mi agggenteeeee…? - Le soltó y Edward se giró, con confianza: - En el infierno no te sirvo de nada, sin embargo...Aquí...Puedo hacer mucho por ti ¿Que me dices? ¿Hay trato? Deberías darte prisa...El tiempo se agota...- Susurró mirando hacia las llamas, que apenas se mantenían ya vivas, mientras extendía su mano izquierda al demonio, para que este pudiera estrecharla:

- S-s-ssssseeea p-p-puesssss, Edward Johns….Serássss m-mi h-hombre s-s-sobre el t-t-terreno….Y y-y-yo….Samigina…- Se le notó un deje de orgullo al pronunciar su nombre: - T-t-te o-ofrezcccccooo esssste tratttto, se missss o-ojossss y oíd-d-dossss en la Tierra… - Le estrechó la mano al humano, y este notó algo extraño que subía desde su estómago hasta su boca, como una arcada, luego un ardor en sus labios, un pitido agudo en los oídos, todo empezó a dar vueltas a su alrededor, la risa del ser le envolvía y le golpeaba en los oídos con dureza, alcanzó a ver como el demonio desaparecía envuelto en llamas, y luego, silencio y oscuridad.

Se despertó con las primeras luces del día, el frío de Enero se filtraba por la ventana del estudio, miró a su alrededor, dónde había estado el corazón apenas quedaban unos trozos de carne chamuscados, si no fuera por el dolor en su mano izquierda, podría haber dicho que todo había sido un mal sueño...Suspiró un par de veces antes de ponerse en pie con dificultades, tenía el cuerpo destrozado, como cuando te despertabas con una mala resaca...Recogió todo lo que pudo, se llevó un par de objetos que no habían sido destrozados por las llamas y prometió no volver jamás a ese lugar, sin ser del todo consciente de que, el recuerdo de aquella noche, le perseguiría el resto de sus días y hasta el día de su muerte.