Minievento WWD: Cuervo de Sangre- Wrong faith (Brother Blood) (13/4/19)

En el video se mostraba una joven  atractiva carismática y alegre. Era una muchacha veinteañera, morena, con la piel color canela, de grandes y expresivos ojos marrones. Estaba peinada con una trenza diadema y sus ropas eran un top color melocotón y una falda larga, blanca y vaporosa. Entrevistándola estaba un hombre de unos treinta y pocos años con el pelo rubio decolorado, unas gafas de pasta moradas y unas vestimentas formadas por unos pantalones vaqueros azul oscuro con rotos y una camiseta morada con un dragón dibujado en estilo chibi y el mensaje sé tú mismo a menos que puedas ser un dragón.  

- Estamos con Millie Ayvazyan más conocida como MoonCrazyMillie.-

-Hola Moonies. - Millie se llevó una mano a los labios y lanzó un beso a los telespectadores.- ¿Qué tal están? Espero que estén muy bien. -

-Eres muy asidua a las redes sociales; subes vídeos haciendo tu propio maquillaje, maquillándote, das consejos de moda, subes recetas de cocina, das alguna que otra pauta para la vida diaria … Lo que sería lo normal en una chica de tu edad pero no eres una muchacha lo que se dice corriente.-

Millie asintió con la cabeza a todo lo que decía el presentador y luego se  rió con desparpajo.- Hago todas esas cosa y supongo que lo especial es que vivo todas experiencias centrada en la cultura asgardiana. -

- Es un cultura  desconocida, desde  hace años que venimos conviviendo con los asgardianos y sus costumbres. Nos causa mucha curiosidad. Nunca había habido alguien que respondiera a nuestras dudas tan abierta y cercana. -

- Supongo que culpable.- Se rió jovial - Sí, recibo mucho feedback en mis vídeos y les respondo. Últimamente estoy tardando más porque no me dejan de llegar mensajes.-

- Millie estás que te sales, eres uno de los nuevos fenómenos de las redes y además, eres tendencia. Hace unos días un video tuyo alcanzó cuotas bastante altas.-

- Sí es un video en el que hablé sobre una desgracia que sufrimos en nuestro templo y sobre los rituales de muerte de la fe nórdica. -

- Lamento vuestra pérdida. - El presentador se tomó unos segundos antes de continuar.-  ¿Te consideras una gurú de la adaptación  y modernización del culto como te denominan algunos admiradores?-

- No me considero una maestra espiritual. Simplemente yo nací con un don y he encontrado la felicidad en el templo con mis amigos asgardianos. Yo me siento bien conmigo misma y en el mundo que me rodea. Sólo quiero que los demás alcancen la misma paz interior que he conseguido.-

- Has mencionado un don, ¿te refieres a las predicciones?-

- Yo soy clarividente y a veces a la gente que está  más perdida si que la ayudo con alguna visión o consejo extrasensorial de lo que logro captar.-

- He leído uno de tus tweets donde explicas que tu nick viene de cómo te hacía sentir la gente a raíz de tus poderes de predicción.-

- Fue una mala época en mi vida en la que nadie me comprendía. Era la rara, la loca la lunática … pero eso todo pasó.- Sonrió- Le mando mucho a amor a quien esté pasando alguna época difícil. La tormenta pasa pero es duro estar soportando cada una de las gotas de lluvia. -

- Se nos acaba el tiempo pero ha sido un placer tenerte con nosotros. Pero antes, un consejo que pudieras darnos para alcanzar esa paz y felicidad que transmites.-

- La verdad. suena sencillo pero si siempre eres veraz con el mundo y contigo mismo avanzarás mucho. Haz lo que te gusta y esfuérzate porque aunque el camino sea duro si no desesperas alcanzarás el objetivo y entonces, todas las lágrimas, todo el sudor y todo ese ardua trabajo habrá merecido la pena. -


La joven sacerdotisa estaba ayudando en el templo. Mucha gente había caído en las garras de la muerte en la batalla de Asgard. La ciudadela no abrió sus puertas y muchos de los nórdicos había perdido a familiares y amigos. No sólo se habían perdido la vida de guerreros sino también de campesinos. Los campos fueron arrasados por la batalla y la ciudadela había caído en manos enemigas. Miles de refugiados asgardianos se encontraban muy lejos de  su querida patria. Habían perdido a su paladina y muy pocos guerreros podían compararse a ella en la lucha.  La pena cubría todos los rincones del templo. Pero no era momento de desfallecer y dejarse llevar por el imperioso dolor. Había que organizar muchas cosas y  reponerse hasta que fueran fuertes de nuevo. Estarían juntos y unidos hasta que pudieran recuperar Asgard y regresar a casa. El templo ofrecía tanto a sus fieles como a los asgardianos consuelo, comida, alojamiento, apoyo y sobre todo, el calor de un hogar y una familia. Porque ante todo su pueblo permanecía siempre  en comunión ayudándose los unos a los otros. Los unía un sentimiento y unas creencias comunes. Un hilo invisible que les hacía anteponer el bienestar de su comunidad a cualquier rencilla interna o desavenencia individual.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Millie. Tiró el recipiente que llevaba en las manos. El agua se desparramó por doquier y mojó la utilería de los rituales funerarios. El agua también había caído sobre el barril que contenía en la cerveza del séptimo día. Justamente había manchado el barril destinado a la libación de los cuerpos. Esa cerveza que iba a ser derramada sobre los cadáveres de sus compañeros caídos.  Un mal presentimiento llenó sus entrañas. Pero qué más podía pasarles. La desgracia ya se había cernido sobre ellos como una cruel ave rapaz ante los cuerpos sin vida.

El cielo estaba teñido de un rojo anaranjado y cada vez iba adquiriendo un color más carnesí como el de la sangre de muchas razas humanas y  humanoides. Unos graznidos y gruñidos aterradores inundaron el lugar. Bestias infernales empezaron a cubrir el horizonte. Los fieles que vieron las extrañas y espeluznantes criaturas salidas de las peores pesadillas y de los lugares más recónditos de los siete  infiernos, dieron la voz de alarma. No sabían que estaba ocurriendo pero sin lugar a dudas no era una visita amistosa. Los últimos guerreros se armaron con las deslustradas armaduras y las melladas armas.

El ambiente era monstruoso. Los estremecedores gritos de los animales huyendo despavoridos causaban una sensación angustiante y tétrica. Las horrendas criaturas del inframundo  empezaron a aparecer por doquier. Esos infernales animales comenzaron a propagar el caos y la devastación por todo el lugar. Algunos de aquellos demoníacos seres empezaron a atacar y despedazar a las gentes que se encontraban en el perímetro. Muchos corrieron a refugiarse dentro del templo asgardiano. Unos llegaron pero otros perecieron. La desgracia se estaba cenando con el pueblo nórdico. No contaban con paladines que pudieran protegerlos. Tampoco sus dioses estaban en su mejor momento. Estaban abandonados a su terrible suerte.

Millie sabía que tenían que salir del templo. Permanecer más tiempo allí era asegurarse la ruina. Tal y como estaban  de mermadas sus fuerzas y sus ánimos no podían afrontar un ataque enemigo. Los que quedaban en el lugar de culto no eran de la casta guerrera, eran trabajadores y sacerdocio. No estaban preparados de ninguna manera para combatir. Lo más lógico sería evacuar y reagruparse en un lugar seguro. Pero sus sentimientos la traicionaron. Sólo quería despedirse y eso no podía hacer mal de ninguna manera. La vidente no previó lo que iba a ocurrir. Un cúmulo de circunstancias adversas la habían alzado a la cúspide de mando. Ella no estaba preparada para asumir aquella responsabilidad tan de repente.

Enardecida con la idea de decirle el último adiós a su preciada y preciosa protectora bajo las escaleras que conducían a la cripta. En aquel lugar estaba el cuerpo inerte de la valquiria Brunilda. La yaciente doncella estaba metida en una urna de cristal. Se había engalanado su cuerpo con un vaporoso vestido blanco con ribetes y bordados de hilo de oro. Su cabello más brillante que el sol estaba suelto. Hermosas flores  acompañaban al siempre sublime y hermoso cadáver de quien fue su fiel y valiente protectora. La morena pasó los dedos por el cristal superior como si estuviera acariciando con mimo el rostro de porcelana de Brunilda. La guerrera siempre había estado muy implicada con su comunidad en la tierra, ayudando en lo que podía. La quería y la admiraba. Era como si Brunilda fuera la hermana mayor que nunca tuvo.

El ruido de tumultuosos pasos la hicieron salir de su trance. Había permanecido unos largos minutos mirando el cuerpo en la caja de cristal. Los fieles empezaron a entrar en la habitación ante su mirada sorprendida. Mujeres, hombres, niños, niñas, ancianos y ancianas juntándose en la habitación tomando ejemplo de hacia donde ella había corrido. No, aquello no era un refugio. No podían quedarse allí tenían que salir. La morena se había quedado sin habla. Intentó moverse y hacerse oír para que salieran del lugar. Tenían que salir de allí. Había que huir del peligro. Pero reaccionó demasiado tarde. Antes de que pudiera hacer nada, alguien cerró la puerta. Los dejó arrancados. Millie aporreó la puerta.

-Dustin, dejamos salir- Gritó un tanto histérica. Tenían que salir lo más rápido posible. La sacerdotisa se estaba impacientando. Eran como ratas en una ratonera. Así estaban más indefensos, no más protegidos. Cómo parecía creer toda la gente que la había seguido hasta allí.

Una voz varonil preguntó por ella y un escalofrío recorrió su cuerpo. El dueño de esa voz era el enemigo, podía sentirlo. Dustin se opuso a ese hombre. No, quiso gritar pero el terror se apoderó de ella y se quedó paralizada. Se escuchó un estruendoso sonido y tras el ruido, el desconocido accedió al recinto. Millie se movió entre la gente para hacer frente al enemigo. Tragó saliva. Intentó parecer todo lo serena y tranquila que pudo, conteniendo su creciente pavor. Temblaba febrilmente. La imponente presencia de Blood la hacía palidecer. Era en todos los sentidos más fuerte que la joven sacerdotisa. Estaba perdida. Todos ellos lo estaban. Era su final y lo sabía.  Millie no tenía el suficiente poder para detenerle. Ella nunca había sido muy valiente. Nunca había tenido las virtudes ni la entereza de los paladines. Era una joven sacerdotisa que se moría de miedo. Parecía una pequeña hoja movida por el viento. No era fuerte ni tenaz ni tenía ninguna habilidad para el combate. Tenía que hacerle frente a aquella bestia y parecía una niña pequeña aterrorizada del coco. Se sentía tan impotente e inútil. Siempre había sido salvada. Nunca había sido de ayuda hasta que entró a formar parte de aquel kindred. Ahora que su gente estaba en peligro mortal, ella no podía hacer nada. Todos sus conocimientos no le servían para nada en la situación en la que se encontraban. Se sentía tan pequeña e insignificante. No podía hacer nada para defender a los que dependían de ella. Les estaba fallando a las personas que la habían hecho tener un lugar en el mundo. Se sentía tan triste, decepcionada, insegura y sobre todo tan frustrada. Lamentaba mucho no poder proteger a los fieles. Sin darse cuenta comenzó a llorar. Por el miedo, la rabia y la impotencia mezcladas en su interior. ¿Por qué siempre había pensado que habría alguien para hacerse cargo cuando había una amenaza?

El siervo de Trigón pedía una sometimiento para dejarlos vivir. Pero la vida siendo un esclavo no era nada. Sintiéndote bajo el yugo de alguien más sin poder controlar tu destino.

- Lo siento.- dijo de forma muy sentida. Esas palabras no eran para Blood. Eran para su gente y eran para Brunilda. Pensó en la rubia que estaba en la sala. Estaba muerta porque se había sacrificado por su pueblo. Porque su pueblo era más importante que el individuo. Estaba deshonrando con su cobardía a la persona que admiraba. - Creemos en la vida y creemos en la muerte. No tememos porque quien muere aferrándose a sus ideales permanece. - Su voz empezó como un susurro pero mientras hablaba fue tomando fuerza. No podía volver a su vida anterior. Prefería fallecer y acompañar a la valquiria en el más allá a desprestigiar a quien le devolvió la esperanza y le dio alegría.

Seguía temblando pero avanzó hacia el moreno. Se metió la mano en el bolsillo y apretó fuertemente sus runas. Luego las lanzó a los pies del sectario. Leyó el mensaje que configuraban, dándole información sobre el agresor.  - ¿Cuál será el fruto de tu ira cuando mueras? Quien muere como un berserker es consumido por su furia en el otro mundo.- No podía hacer más. Sus poderes precognitivos era lo único con lo que contaba.  

Se rió nerviosamente. Porque a pesar de que las palabras del mayor removieran algo en ella seguía temiendo mucho miedo e incertidumbre. La situación era horrible; su gente muerta y despedazada por la habitación, su templo tomado por un sacrílego y sus dioses deshonrados. Su interior seguía pidiendo a gritos una heroína que la salvase. Alguien valerosa y aguerrida como Brunilda. Daría cualquier cosa porque el cuerpo inerte de la rubia saliera de su frialdad y se enfrentase con el villano.

- Lo que describes no es fe. Se lla… llama  esclavitud. Tu mismo dices que es una cadena; las cadenas atan, someten y esclavizan.  Parece triste … a mí no me gustaría vivir con esa condena. Mis dioses te dan felicidad,  libertad y elección tanto en vida como en muerte. -

“No Mires al demonio, Millie.” “Sé fuerte” Intentó pensar en cosas positivas para alejarse de la sádica y cruel realidad para la que no estaba preparada. Empezó a cantar mentalmente aquella canción que su madre la cantaba de muy pequeñita. Recordó el tono amoroso y dulce de su madre.

No quería tocarle. No quería saber. No quería usar su poder.  Su poder la hacía percibir todas las emociones, recuerdos e informaciones sin ningún tipo de filtro. No resultaba agradable.  Sabía que ese hombre guardaba en su interior un infierno de tortura, dolor, sufrimiento y miseria. No quería poseer esa información pero no tenía otra salida. Quería estar allí cuando su pueblo resurgiera. Despacio se retiró un guante de su mano izquierda y recogió las runas de la mano del emisario de Trigón. De súbito, un torrente de imágenes y emociones atravesaron sin freno su mente, inundando su cuerpo. El dolor, sufrimiento, muerte, tortura sin límites inundaron su cuerpo llenando cada uno de sus pensamientos, de sus emociones, de sus respiraciones. Una agonía indescriptible. Una terrible sensación angustiante de miedo y asco que le calaba hasta lo más profundo.  Las informaciones y visiones sobre el moreno no eran bonitas ni agradables. Se quedó agazapada en el suelo como un animalillo herido en una trampa mortal, agonizando. Intentaba asumir aquel torrente oscuro y transformarlo en información válida. Pero los daños a nivel emocional que la causaba ver tanta muerte y desolación eran grandes. Estaba sufriendo de una manera cada vez más intensa y profunda. Sentía que la estaba superando. Se abrazó a sí misma. Esforzándose por contener el vértigo. El profundo olor a sangre y vísceras la hacían querer vomitar. Su cuerpo quería rendirse, dejarse caer y cerrar los ojos con fuerza hasta que todo aquello pasase. Pero Millie no quería volver a ser sumisa, no quería estar a merced de nadie. Padecía mucho cuando tenía que usar su don en personas no honorables. Las personas malvadas hacían que sus visiones y emociones fueran horripilantes.

Mientras estaba sumida en su crisis, el sectario se acercó al ataúd de cristal que contenía el cuerpo sin vida de la hermosa valquiria. La espada que descansaba enfundada en una gruesa tela de piel de  oveja le llamó. Colmillo de Dragón tenía un espíritu ardiente que debía ser domado por un paladín. Una vez que moría su dueño, buscaba incansablemente un nuevo amo. La espada domesticada por Brunilda no era de un origen noble. Le gustaba la guerra y la sangre. Al sentir el aura del sangromante, le pareció un digno señor. Perfecto para llenar su hoja de sangre y alimentar con almas su acero. Blood siguiendo el llamado del arma abrió la urna de cristal y sacó la espada que antaño perteneció a la  valerosa y fuera guerrera asgardiana. Antes de que el vasallo de Trigón se hiciera con el control de Colmillo de Dragón, está le sometió a un duelo. El arma intentaba probar su coraje y su voluntad. Sí el hombre no pasaba la prueba se comería su alma. Cuando el moreno tuvo el arma en sus manos, la espada empezó a amoldarse a los gustos de su nuevo señor.

Qué Sebastián Blood se hiciera con el arma de su preciada Brunilda, hizo a Millie reaccionar. Se levantó de su sitio y se acercó al moreno.

- Aquí - comentó ella de súbito tras unos instantes cuando recobró algo de entereza. Había levantado su mano, enguantada de nuevo y la había posado sobre las costillas de Blood.- como a César, una daga y vas a desangrarte. Tu hijo como tú, como tu padre, como tu abuelo … él va terminarte y asumir tu ira. Luego vas a ser condenado a pasar la eternidad en los círculos del infierno, como toda tu sangre. Esa es tu fe; una eterna maldición.-

Aquel sacrílego la forzaba a ir con él y ella no tenía la fortaleza para oponerle resistencia. Quería volver a tirarse en el suelo y dejarse ir.

- Es una espada de paladín. Yo soy sacerdotisa, no paladín.- Ella no iba a usar sus poderes para darle información a alguien que había asesinado miserablemente y sin piedad a las personas que más quería en esta vida y en la otra. Blood estaba pasando por alto algo muy importante, a la muchacha no le quedaba nada por lo que luchar y sobrevivir. Para ella todo era su templo y sus gentes. No podía prometerle nada para que colaborase. Nada en esta vida, todo en la siguiente. Porque a diferencia de los que se habían sometido a la voluntad del mayor, ella sí creía en el ciclo de la vida y muerte como todo en uno. Ya no tenía nada para apegarse a ese plano de la existencia. Si bien era cierto que Millie le tenía miedo a la tortura pero ella sabía que su cuerpo no era tan fuerte para aguantar ese tipo de abusos. El sectario no parecía tampoco alguien con paciencia y sobre todo medida para aplicar  métodos que no la destrozasen. Se rompería más temprano que tarde y liberaría su alma de esa vida miserable.

Quizá lo único que podía moverla de un estado de dejadez y depresión eran la furia y odio que sentía hacia el elegido del octavo demonio. La venganza era su único objetivo en aquel momento.

La miró con desdén y Millie pensó que no pasaría mucho antes de que a ella también la despedazase como al resto de su comunidad. Tenía miedo al dolor pero no a la muerte. Sus creencias nórdicas la hacían pensar en un cálido y acogedor lugar tras la muerte.

- No eres célibe. Sí regalas tu semilla, no sabes cuándo ni dónde florecerá. No eres dueño de tu vida, no la puedes serlo de otra.-

La rabia y la indignación se apoderaron de ella. Es que no se daba cuenta ese señor que le había arrebatado todo y que para ella sus hermanos en la fe eran más importantes que ella misma. Nunca iba a traicionarlos.- Mi respuesta es no. - Claro que había más templos por doquier. La doctrina asgardiana era seguida y popular había templos en las grandes urbes. Pero ella no iba a darle esa información. No traicionaría más a su gente.

- Ojalá pudieras sufrir el águila de sangre. Ojalá fuera yo la mano ejecutora si te sentencian a ello. - comentó con todo el odio de su corazón mientras la arrastraba a través de su despedazado y ultrajado templo.  Lágrimas caían por sus ojos cuando veía las vísceras de los fieles desparramados por doquier. También se preguntaba por qué estaba viva ella. Alguien que no podía ofrecer nada para restaurar y resucitar el culto. Por qué no había quedado en pie alguien más productivo o que pudiera tener alguna posibilidad de vengarse del sacrílego Hermano Sangre.

Blood subió a la joven junto a en el  monstruo que usaba por montura.

- Sí estás sediento beberás cualquier agua, eso no quita que esté emponzoñada. Aferrarse a algo que te daña nunca es la respuesta. Eso es lo que marca la diferencia entre un Paladín y un súbdito. La manera en cómo sobrevivir, lo que te hace especial. Hay gente que no lo es. -

Había visto en él, sabía lo que buscaba, lo quería pero no iba a dárselo. Quería una salida pero ella quería destruirle. Quería que su legado fuera calcinado hasta las cenizas y sobre todo quería que pagase el demonio que estaba por encima de él. porque era ese ser quien movía los hilos. Quien por sus mandatos y su sed de maldad habían muertos sus seres queridos y su templo había sido reducido a la nada.

- Buscas ser especial creo que no lo eres. Eres otra pieza desechable más. - lo dijo con todo el rencor del mundo.

El moreno usó sus poderes en Millie para que ella dejase de estar tan enfadada, rabiosa y vengativa con él. Era muy raro estar vacía de esas crecientes y dolorosas emociones y sensaciones de pérdida. La vidente sabía que aquella sensación de bienestar no era normal. Esa especie de limbo no era lo que sentías cuando acababas de perderlo todo. Cuando el dolor y el sufrimiento era mucho más fuerte que tú y estabas completamente hundida en la miseria. La morena estaba más calmada y podía dialogar con el mayor de forma más sosegada. Aunque no confiaba en él y sabía que debía ser cuidadosa, respondió sin criba alguno lo que el sectario la preguntaba.

-Lo hice porque la información es poder. Con mi Don puedo saber lo que necesito para ayudar a mi pueblo. Era lo único que podía hacer. No tengo más. - Respondió sincera.

Ante la pregunta de Blood negó con la cabeza. Efectivamente no había sido nada agradable ni placentera la historia de vida de Blood.- No son las miserias por las que pasastes las que me afligen. Un alma fuerte resiste a las pedradas que le lanza la vida. Un superviviente es resiliente. Transforma su entorno y hace que el mundo sea un lugar más pleno para él. Pero cómo efectuaste el cambio, no me agrada. Tu alma es turbia, no eres honorable, eres cruel y despiadado. Sensaciones que me hieren porque aborrezco esas cosas. Entonces das por hecho que cada uno de los que existen tras la fusión de mundos son especiales. - Pensó en cómo hacer para ser de utilidad a su gente. ¿Cómo podía usar lo que él quería para propiciar su caída o alzar a los asgardianos?

- Quieres que busque una manera de salir pero has forzado la situación demasiado. No hay nada con lo que puedas negociar. Mi vida no me pertenece, mi voluntad y mi vida eran el clan. Masacraste lo único que me importa. No tienes nada con lo que negociar. Soy frágil, no resistiré que me tortures. ¿Qué piensas hacer?-

Llegaron a las colinas de Hollywood, el conocido y afamado lugar que era la Meca del cine. El lugar donde vivía Blood estaba debajo de esas colinas y la joven Millie se estremeció. estaba tan lejos de su hogar, tan sola, desamparada y confusa. No sabía qué hacer. Su carácter alegre había desaparecido por la desgracia en la que se había visto envuelta. Aun con el shock y sin asimilar lo que había ocurrido se dejó guiar por el aliado de Trigón hasta el interior del templo.

Millie observó con desánimo el lugar. Cómo no quería pensar en la desagradable situación en la que estaba, se fijó en que el templo tenía siniestras y monstruosas figuras en la capilla. Un escalofrío la recorrió la espina vertebral. El ambiente neogótico hubiera gustado a gente ilustre.  Pero a  ella era alguien con un carácter vivaracho y poco sombrío la resultaba un ambiente estremecedor. A ella le gustaba el color y la luz.

Siguiendo las órdenes del mayor se adentró en el interior de aquel camino. No tenía nada que perder tampoco nada que ganar. Simplemente en su interior ansiaba tener la esperanza de que su gente y su templo podrían ser restaurados. Algún día. Su destino se perfilaba cada vez más negro y no quería pensar en él.  

Los acólitos de Blood la miraban con curiosidad. Ella les devolvió la mirada. Estaban allí engañados y sometidos. Con el cerebro comido por las promesas.  ¿Qué llevaba a alguien a entregarse de esa manera idiotizante? ¿Por qué no elegían ser felices y hacer lo mejor para ellos creyendo en alguien que les cuidase y llenase de luz? Millie no lo entendía. No parecían ser como ese monstruo oscuro que la había secuestrado y quería beber su poder. No querían utilizarla ni hacerla daño. Simplemente estaban ahí, a las órdenes de alguien que les había consumido su poder de decisión y elección. Estaban maravillados pero, ¿por qué? No comprendía cómo podían adorar algo que les hacía daño. Era como elegir beber veneno. ¿Acaso eran como Sócrates en su encierro? Alguien que decide tomarse la cicuta para no darle la razón a quien les oprimía.

Siguieron caminando. En un punto de aquellas dependencias subterráneas hacía un calor infernal. Llegaron a la zona de torturas y el seguidor de Trigón se detuvo un momento para hablar con Millie, aprovechando  que se encontraban solos.

- La gente hace pactos.- replicó.- El poder no reside en la fuerza sino en cómo lo utilizas para obtener lo que quieres. Si hubieras dado una salida a mi pueblo. Si no hubieras sido un carnicero sino un estratega. Me hubiera ido contigo voluntariamente si me hubieras propuesto salvarles la vida.- Sí, lo hubiera hecho. Hubiera dado todo con tal de mantener a su gente y al templo a salvo. - La libre elección. Sabes lo que es. Que un Dios no puede estarte salvando siempre porque entra en conflicto con las libres elecciones de la otra gente y de los otros Dioses.- Muy mala suerte. Eso era lo que había sido el ataque de Blood a su templo. Si no hubieran caído sus paladines en la guerra de Asgard. Si su querida valquiria estuviera viva y no en aquella urna de cristal que ese hombre había profanado para robarle a Colmillo de Dragón.

El moreno rompió el influjo que controlaba sus emociones y de pronto Millie se empezó a sentir muy triste por todo; la situación, las muertes, su captura, los acólitos de Blood por los que no podía hacer absolutamente nada. Se sentía tan miserable e impotente.

- Estas en lo correcto, me preocupo por los demás. Pero nada puedo hacer por ellos estando yo en situación semejante. Alguien que se ahoga no puede salvar del ahogamiento a nadie. Ellos creen en un ídolo falso ¿Qué propones que haga? Que les recite desde mi celda día a día lo malicioso, cruel y egoísta que eres? ¿Qué componga una canción sobre la agonía de servir a un dictador que ha asesinado a mi pueblo?- Replicó medio en lágrimas. - Ellos sí, tú no. Tu te mereces el castigo eterno. -

Aunque como mejor percibía Millie era a través del tacto de las manos, toda su piel era receptora de mensajes. Cuando el moreno sujetó su rostro sintió y la embargó un gran miedo. Miedo a lo que pudiera volver a transmitir. Miedo de volver a sentir su rabia, su dolor, su crueldad y su maldad. No obstante, fue muy diferente a lo que esperaba. Unos profundos ojos azules le devolvieron la mirada. El brillo de un cabello rubio que la calentó como si fuera el mismo sol. Vi el rostro de su valquiria, Brunilda. Su imagen lleno de oxígeno su cerebro y pudo pensar con más claridad. Un sentimiento de adoración llenó su ser. Como en el momento en que la vio por vez primera. Tan bella y digna. Tan hermosamente honorable. Con un porte regio que te invitaba a seguirla en este y el otro mundo. Ella seguía viva. De alguna manera iba a toparse con aquel señor oscuro. Un sentimiento de esperanza invadió a la youtuber.

El moreno la señaló el camino hacia las celdas y ella levantó el pie. Pero cuando tenía que moverse para avanzar, no lo hizo.

-Do ut des (Doy para que des)- dijo la sacerdotisa encarando al mayor.- Te daré la información que tengo para que encuentres tu salida sí … - se paró un momento, recobrando el valor y la entereza.-cuando llegue el paladín me dejarás llevarme a todo el que quiera seguirme y formar parte de mi templo. -

Sacó un pequeño cuchillo ceremonial. -De tí no se puede fiar nadie. Haz un pacto de sangre. Córtate y  mientras tu sangre caiga conjura.- A pesar de que sus palabras tenían un mensaje firme, ni su cuerpo ni su voz transmitían aquello.

Entre el nerviosismo y el miedo un sentimiento de alivio empezó a emerger cuando el moreno decidió cooperar con ella. Estaba decidida a hacer lo que hiciera falta para volver a reencontrarse con Brunilda y establecer un nuevo templo con quien quisiera seguirla. Su corazón se sentía fuerte. Porque a pesar de la adversidad estaba mirando hacia delante. Estaba enfrentándose a un peligro por sí misma sin ayuda de otros. Entre tanto dolor resultaba reconfortante saber que tenía mucho más aguante e iniciativa de lo que pensaba. Pensó por un momento en lo que solía decirse: somos más fuerte de lo que pensamos.

-Nihil novum sub sole (Nada nuevo bajo el sol). No estoy ocultando nada. Tú ya viste al paladín. Abriste su féretro para tomar la espada. Las Valquirias son diosas de la muerte. Nadie sabe cómo o por qué son traídas de vuelta. Lo que se sabe es que ayudan son dudar a su pueblo. -

Reveló lo que sabía. Porque ella era incapaz de mentir. No le compensaba en aquella situación. No podría contra los poderes del mayor. Entonces, no ser sincera podía jugar en su perjuicio y en el de su cometido.

Estoy en desventaja, engañarte no me serviría de nada.-

La daga que Millie portaba era para realizar rituales. Ella aún no había sacrificado ningún animal. Esperaba no tener que hacerlo nunca. Pero la tradición dictaba que las sacerdotisas la llevasen. Podía hacerla servido de protección o haber atacado a Blood con ella. Pero ella no sabía cómo atacar a alguien. Ni siquiera se la había ocurrido apuñalar al moreno mientras volaban camino de la Iglesia de Sangre en aquel demonio alado.

Blood esbozó una sonrisa amenazante y la morena volvió a sentir un cierto temor. Respondida su pregunta ella esperaba que el mayor se cortase con la daga y procediera a realizar el pacto de sangre.

- ¿Quieres que te ayude?- dijo de forma inconsciente. Ella estaba tan habituada a servir devotamente a su comunidad y ayudar a la gente en sus quehaceres que la salió solo. Se arrepintió mentalmente de su comentario. No había querido decir que el mayor no supiera realizar un conjuro de sangre. Es que esperar, y más en la situación en la que se encontraba, la ponía muy nerviosa. Tras todo lo acontecido tenía los nervios a flor de piel.

A Millie le daba la más pura  sensación de que Blood se estaba continuamente burlando de su debilidad, su impotencia y su falta de medios para poder hacerle frente. La sacerdotisa estaba en un escalafón mucho más bajo que el emisario del octavo demonio. Era normal que el moreno se mostrase ante ella soberbio, arrogante y presuntuoso, era el ganador de aquella partida. Había arrasado el templo de la nórdica, masacrado a su gente y había conseguido que ella accediera a colaborar con él. Era el dominio del vencedor sobre el vencido.

Su cuerpo estaba tenso. Se sentía muy acorralada.  La situación para ella era de gran incomodidad. Se sentía como la presa en manos del cazador. Esos ojos tan rojos y esos dientes tan afilados del mayor la hacían sentirse como una pequeña ratoncita en las garras de un gran águila. Los actos del sectario la producían pavor. Porque evidenciaban muy profundamente lo diferentes que eran. La diferente visión que ambos tenían de la existencia. Blood vivía tomando todo del mundo y los demás. Millie vivía dándolo todo por su clan.

La sangre era muy apreciada para los asgardianos y creyentes nórdicos. Era un elixir sagrado que estaba lleno de magia y vida. Pero la forma en la que estaba Blood saboreando y disfrutando de ella era obsceno y pecaminoso. La sangre del sectario tocó a la sacerdotisa. Cuando la sangre tocó la piel de la vidente, ella tuvo una visión. Fue extraña. Algo había cambiado y la hacía dudar. Acercó sus manos a la mano del sectario a la muñeca que se había rasgado el moreno. Con su sangre dibujó una runa. No simplemente era para vincularlos y  conjurar la promesa sino porque quería tener más imágenes sobre su anterior percepción. Pero para desgracia de Millie no vio más.

-Es una daga para realizar rituales. No se puede matar a nadie con ella, ¿no? - dijo ingenuamente. Se maldijo internamente a sí misma no sólo era cobarde sino también estúpida. Si servían para matar una cabra por supuesto que servían para matar humanos. Un filo era un filo. Pero ella ni siquiera se atrevía a matar a los animales para el sacrificio. No podía quitar una vida.