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| Paradise Lost (Simikiel) [15-03-2019] | |
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Eclipse Marvel Universe
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Mensajes : 1465 Fecha de inscripción : 09/07/2014 Localización : Academia de Jóvenes Mutantes Empleo /Ocio : Profesor de música Humor : Sombrío
Ficha de Personaje Alias: Eclipse Nombre real: Dragoslav Katich Universo: Marvel
| Tema: Paradise Lost (Simikiel) [15-03-2019] 13th Junio 2017, 00:57 | |
| Lo primero que le había llamado la atención tras regresar a la que había sido su ciudad de acogida después de haber estado ocho años fuera fue la increíble cantidad de rejas de reciente colocación en las ventanas de las plantas bajas y los primeros pisos, así como las farmacias fortificadas. En los ocho años que el Ángel de la Venganza se había ausentado de París había habido una explosión de la pequeña delincuencia, principalmente hurtos, tráfico de drogas y vandalismo, y no era raro, ya que, por desgracia, no se necesitaba de un gran armamento ni de mucha cantidad de dinero para llenar una botella de gasolina, meterle un trapo encendido a modo de mecha y romper las lunas de un coche para arrojarla dentro.
No se trataba de actos gratuitos y sin sentido; al menos, no siempre. La mayoría de las veces se trataba de vehículos que habían sido robados para cometer otros delitos, como embestir la luna de una joyería y cosas así. Haciéndolos arder se evitaba dejar huellas para la policía.
No, el auge de aquellos delitos de baja intensidad no era lo raro, pues se trataba de un tipo de violencia que abundaba en todas las grandes (y no tan grandes) ciudades. El problema venía cuando descubrías que los responsables de tales delitos eran adolescentes, quinceañeros que se defendían argumentando que incendiar vehículos era casi una obligación; no se podía ser "alguien" en el barrio si no hacías lo que todos los demás.
Robos con violencia, destrucción de bienes comunes, golpes, heridas, extorsión, tráfico de drogas y agresiones sexuales que no dejaban de crecer empezaban a representar un problema cuando procedían de los estratos más jóvenes de la sociedad, aquellos que, en teoría, debían suponer su mayor esperanza en vistas al futuro de la humanidad. La "ley del más fuerte" tan típica en los adolescentes había pasado a convertirse en una ley aún más cruda: "la ley de la jungla".
Y otra sorpresa más: las bandas de adolescentes formadas por chicas estaban rivalizando en metodología y brutalidad con las tradicionales constituidas por varones, un fenómeno de reciente aparición. La mayoría eran chiquillas de 13 a 18 años, de origen subsahariano, que habían huído de sus hogares y eran capaces de cualquier cosa para conseguir lo que querían: caprichos, bolsos, relojes, joyas...
En el transcurso de la última semana desde que Cassandra le había abandonado, Drago había retomado sus lazos con la policía de París utilizando su antigua identidad de cazarrecompensas, más que nada porque necesitaba mantener la mente distraída para no volverse loco. Había intentado llamar a Cassandra varias veces, pero nunca le cogía el teléfono ni le devolvía las llamadas ni le contestaba los e-mails, y la incertidumbre de no entender qué había podido hacer tan mal que pudiera justificar la manera en la que había huido de su lado le atormentaba y necesitaba con desesperación focalizarse en otra cosa.
Así, apelando a sus antiguos contactos había averiguado que en los últimos 12 meses esas bandas habían protagonizado asaltos y atracos de la más diversa naturaleza: habían desvalijado una joyería en los suburbios, atracado a una pareja de turistas americanos y asaltado una tienda de artículos de moda, además de una larga lista de robos a punta de navaja y todo tipo de agresiones y actos de vandalismo y tráfico de drogas.
Al parecer aquél fenómeno databa de hacía apenas cinco años, pero había cobrado formas mucho más duras en los últimos meses. Las bandas, habitualmente formadas por grupos de diez a veinte chicas, solían conocerse a través de foros y chats de Internet que versaban sobre interes comunes: ropa cara y joyas llamativas. Entonces decidían huir de casa y abandonar la escuela para dedicarse a la delincuencia.
Antes de salir le había echado un vistazo a las fichas de las tres cabecillas de las tres principales bandas: Rama, 13 años, de las Bana Danger, Daria, 14 años, de las Tokyo Girls y Alimah, también de 14 años, de las Black Boukantes. El historial de las tres chicas era tan desolador que Drago era incapaz de sentir otra cosa que no fuera consternación. Rama era hija de un padre borracho y ludópata que la había violado a los once años y al parecer había escogido la violencia como una manera de conseguir ese respeto que no habían sabido darle en su hogar; Daria había sido víctima de bullying en la escuela primaria hasta que un buen día había decidido tomar la sartén por el mango, y había empezado a contraatacar y golpear a las niñas que la acosaban hasta invertir las tornas; y Alimah, procedente de un hogar desestructurado, había empezado a saltarse las clases en sexto de primaria y había sido arrestada la primera vez por atacar a su profesor de matemáticas después de suspender un examen.
Y ahora, al parecer, Alimah y Rama se habían aliado y habían secuestrado a Daria, y si la chica moría se desataría una guerra de bandas que sólo traería más muerte a niñas cuyo único crimen había sido crecer en un entorno en donde la violencia se había convertido en un medio de supervivencia. No podía permitirlo.
Ahora la cuestión era encontrarlas. En la comisaría le habían dicho que los lugares en donde se las había visto con mayor frecuencia era por los alrededores del metro Châtelet, a la salida del Forum des Halles, y en la Gare du Nord. Sabía que se daban cita a través de Internet, pero también que todas habían huido de sus casas, por lo que necesitarían un lugar en el que dormir, y era lógico hacerlo con las personas con las que has establecido una identidad grupal. Drago tenía bastantes conocimientos de psicología, sabía cómo funcionaba la mentalidad humana; que se las hubiera visto en la Gare du Nord no quería decir nada, ya que era una de las mayores estaciones del mundo, donde transitaban la mayoría de líneas de alta velocidad, regionales y de cercanías, además de conectar con el metro y la red de autobuses urbanos. No era, por tanto, descabellado que la utilizaran como un punto de encuentro habitual, también con las chicas de las otras bandas. El mismo razonamiento se podría aplicar a la estación de Châtelet, pues se trataba de uno de los principales y más céntricos nudos de comunicación de la ciudad. En cambio, las Halles de París era un centro comercial enorme, ¿y qué era, al fin y al cabo, lo que había unido a aquellas chicas según los informes? Su gusto compartido por la moda. ¿Podía haber un mejor lugar para establecer su refugio que un centro comercial repleto de tiendas de ropa como Las Halles? Además, aquél inmenso centro comercial poseía toda una ciudad subterránea de varios niveles en las que seguro abundaban los lugares para esconderse.
Utilizando su invisibilidad le resultó sumamente sencillo atravesar todas las zonas transitadas así como los aparcamientos abiertos al público hasta que dio con el acceso al nivel abandonado que figuraba en los planos del centro comercial que había conseguido. Se trataba de una zona muy extensa que evidentemente habría sido concebida para servir también de aparcamiento pero que había sido abandonada a causa del evidente deterioro de las columnas, techo y pilares. Las chicas habían convertido aquél lugar en su refugio, Drago contó más de 20. Y, al fondo, se encontraba Daria, medio desnuda, con una bolsa de arpillera en la cabeza y encadenada a una de las tuberías del techo. Alimah y Rama estaban junto a ella, jugando a practicarle cortes en el cuerpo con una navaja.
La situación era delicada; No quería arriesgarse a matar a las niñas usando sus rayos, pero si empezaba a luchar la vida de Daria podía correr peligro, así que eligió la última opción y permitió que la invisibilidad se disipara para revelar ante las jóvenes delincuentes su forma mutante, llenando con su poderosa luz todo el subterráneo y añadiendo un par de alas resplandecientes en forma de ilusión. Aquellas chicas no necesitaban más terror en sus vidas. Quizás, un poco de esperanza... | |
| | | Simikiel
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Mensajes : 14 Fecha de inscripción : 07/05/2017 Localización : The path to the end of it all ♫ Empleo /Ocio : Lightbringer ♫ Humor : Divino
| Tema: Re: Paradise Lost (Simikiel) [15-03-2019] 13th Junio 2017, 22:58 | |
| Todo va de mal en peor, y eso significa que no estoy haciendo bien mi trabajo. Durante mucho tiempo he estado persiguiendo a los peores, cazando monstruos, sin darme cuenta de que sólo arañaba la superficie del lago. Era inútil, por mucho que limpies la superficie del agua, la putrefacción del fondo volverá a salir a flote. El oscuro fondo estaba repleto de la mayor corrupción que pueda imaginar, un abismo insondable de horrores y pesadillas que volvían a convertir el agua en veneno infecto. No sé cómo voy a limpiar el fondo, ni siquiera sé si me ahogaré intentándolo, pero eso no me detendrá.
El odio está por todas partes. Este mundo debería ser uno de paz y generosidad. Muchos, como yo, llegamos sin desearlo desde muy lejos, trayendo con nosotros algo especial de nuestro hogar. Podría ser el mundo más rico de todos, un nexo de unión. Sin embargo, las peleas son constantes. La aparición de extraños sólo les da otra excusa para odiar, para iniciar conflictos. ¿Qué hará falta para que muchos se den cuenta de que ése no es el camino?
Desde mi llegada, incluso desde antes según los que aquí habitan, la maldad se está incrementando progresivamente, y esta vez viene para quedarse. Distintas zonas del mundo son más propensas a este crecimiento, aumentando el número de delitos y los casos de violencia extrema en ellas. No puedo quedarme limpiando una ciudad o un país, tengo que pensar a lo grande. Tengo que tirarme al agua de cabeza y encontrar el monstruo que pudre mi lago.
Llevo unos meses recorriendo el mundo. He visitado zonas donde el mal puede sentirse fluir bajo los pies, como si estuviera a punto de salir del suelo para arrastrarte con él al abismo. En algunos sitios era temporal, la oscuridad pasaba de largo, como si se aburriera y se fuera hacia otro sitio. Nadie sabe qué ocurre, unos culpan a los terroristas, otros al dinero, otros a las drogas y algunos piensan que es el inicio del juicio final. Espero que no tengan razón, pero si hay un juicio, yo seré el juez.
No soy un experto, pero según dicen París es la ciudad de la libertad y la fraternidad. La llaman “La ciudad del amor”. Sin embargo lo que yo veo es un foso de inmundicia y violencia callejera. Y no uno cualquiera. Muchas otras ciudades tienen la misma violencia, pero París era una cuna. El mal crecía apresurado entre los más jóvenes, obligándoles a convertirse en monstruos. Tras una infancia plagada de terror, escogían el mismo mal para seguir adelante, en lugar de alejarse de él. ¿Eran culpables de ceder al miedo? ¿Debería castigar a niños porque sólo conocen la oscuridad?
Mi nombre corre como la pólvora entre los círculos más cerrados de la Iglesia. Actúan en secreto, ocultos de los ojos de su mismo dios, destruyendo el mal como yo mismo lo haría. Creen que soy un ángel que ha venido a ayudarlos en su misión y no quiero chafarles la ilusión, además, las similitudes son asombrosas. Me llegó un mensaje de la madre Ophélie, pidiéndome ayuda para sus niñas. Reclutadas por una banda se suman al lado de los criminales. Yo era el último de una larga lista de santos a los que había pedido ayuda, pero todos negaron el auxilio, alegando que tenían cosas más importantes que hacer. Cazan monstruos, como yo hacía, sin darse cuenta de que los monstruos son ellos.
No tardé demasiado en encontrarlas. Estaban asustadas y sólo necesitaron una mano amiga que las llevara a casa. Fueron ellas las que me contaron todo sobre las bandas callejeras, las que me advirtieron de la guerra que estaba a punto de empezar.
El tiempo corría en mi contra, pero tampoco podía permitirme volar. En París no estaban tan acostumbrados a ver extraños volando por el cielo como al otro lado del océano. No quería llamar la atención. Por ello tardé más de lo que hubiera deseado en llegar a Les Halles, sumado al tiempo perdido buscando la entrada al refugio. Unas oscuras escaleras me condujeron a un extenso sótano en un estado más que cuestionable. Llevaría abandonado mucho tiempo antes de convertirse en un refugio. Nadie estaba haciendo guardia, al parecer las chicas estaban entretenidas con otra que tenían colgada.
Mis ojos aún no se habían acostumbrado a la oscuridad reinante cuando un fogonazo llenó aquel sótano de luz. Una figura alada era la fuente de la luz. ¿Un ángel de este mundo? Tal vez no fui el único que llegó aquí desde Lumine. Podía ser uno de mis hermanos. Salí a su encuentro y por un momento olvidé que me había traído aquí.
-¿Quién eres? | |
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| Tema: Re: Paradise Lost (Simikiel) [15-03-2019] 15th Junio 2017, 00:15 | |
| Había conseguido captar su atención. Perfecto, era la idea. No quería aterrorizarlas y tampoco quería pelear contra ellas. La idea de golpear niñas que podrían ser sus hijas le resultaba de todo menos atrayente. Por otra parte, su cuerpo no estaba hecho a prueba de balas, así que debía de ser convincente. Rama era india, pero Alimah era un nombre árabe, y los árabes creían en los ángeles. Debía aferrarse a eso.
- ¿Quién carajo eres tú? -exclamó la subsahariana apuntando hacia él el cuchillo en un gesto vacuo e instintivo de defensa-. ¡No te muevas!
- Lo sabes perfectamente, Alimah. Sabes quién soy -utilizó una ilusión para hacer ver a las niñas que levitaba en el aire agitando las alas.
Los ángeles, según el islam, eran criaturas aladas hechas de pura luz, que era exactamente lo que él representaba. Alimah tenía que reconocerle por fuerza, por mucho que hubiera desviado su camino.
- ¿Qué es lo que quieres? -inquirió, temblorosa. Drago podía entender su temor, ya que los ángeles en el Islam se encargaban de llevar a cabo la ley y la justicia de Dios en el mundo físico, razón por la que se había creído durante tantos años una encarnación del Ángel de la Venganza.
Vio cómo Rama daba un paso atrás. Las demás chicas observaban con una mezcla entre fascinación, temor y expectación. Bien. Lo importante era que no empezaran a disparar.
- Tú no eres así, Alimah. Lo que estás haciendo no son las acciones que determiné para ti cuando insuflé tu alma mientras te encontrabas en el vientre de tu madre...
- Quizá tendrías que haber hecho un mejor trabajo -musitó la muchacha con los ojos llenos de lágrimas-. No tengo nada, ni un diploma ni la menor oportunidad de conseguir un empleo. Ésta sociedad racista y machista nunca nos dejará salir del agujero de mierda en el que estamos. ¿Sabes lo que pasó la primera vez que mi hermano me vio hablando con un chico? ¡Me dio una paliza que por poco no me manda al hospital! Ni siquiera era mi novio, sólo un amigo. Tener novio habría sido imposible si me hubiera quedado en mi casa -se sorbió la nariz aguantando las lágrimas-. Dime: ¿qué posibilidades tenía de cumplir las acciones que determinaste para mí en ese contexto? La ciudad es una prisión, por eso mis compañeras y yo tuvimos que escapar. Ahora somos libres. Libres para amar y libres para odiar.
¿Quiénes eran las verdaderas víctimas? ¿Quiénes los auténticos monstruos? Aquellas niñas habían sufrido en sus propias carnes el rechazo de la sociedad y el azote del sexismo, por eso se habían rebelado. Había algo que tanto Rama como Alimah y Daria compartían, y era el haber sido víctimas en su más temprana infancia. Al final, las pobres niñas aterrorizadas se habían convertido en el terror como una llamada última de atención, una medida desesperada para conseguir el respeto que nadie les había sabido nunca dar. La cruda realidad en la que vivían hacía que ya no se las pudiera considerar niñas, pero tampoco eran adultas, y Drago no pudo evitar preguntarse cómo lograban sobrevivir en un mundo sin fe que hacía mucho que había perdido la esperanza.
- Alimah, aún estás a tiempo de cambiar -dijo avanzando un paso hacia ella-, de tener una vida mejor, la vida que te mereces... Lo único que tienes que hacer es soltar el cuchillo...
Lo estaba consiguiendo; podía notar que la estaba convenciendo, poco a poco, paso a paso... Y, entonces, un tipo enorme apareció de repente, preguntándole que quién era.
En serio... ¿quién se topa con un ángel y le pregunta quién es? Otro ángel, comprendería más tarde. Pero en aquél momento estaba lejos de atisbar siquiera la verdad. Su primera reacción fue ponerse en guardia por si se trataba de un enemigo inesperado, pero rápidamente lo descartó; lo que aquellas niñas trataban de hacer era reafirmarse como mujeres fuertes e independientes que no necesitaban a los hombres para hacerse valer, y desde luego era demasiado mayor como para pertenecer a una de las bandas de adolescentes aliadas. ¿Entonces quién? ¿Un policía? ¿Otro justiciero? La segunda opción podría explicar por qué no se había inmutado lo más mínimo al verle.
Mientras todas éstas reflexiones pasaban vertiginosamente por su cabeza no transcurrieron más de cuatro o cinco segundos, sin embargo fue todo cuanto Rama necesitó para adelantarse y cortar las muñecas de Daria, abriéndole las venas. El chillido de la chica sacó a Drago de su momentánea distracción justo a tiempo para ver cómo Rama tiraba del brazo de Alimah, instándola a huir.
- ¡No! -el mutante se abalanzó sobre la chica colgada y se arrancó la camiseta tratando de hacer un torniquete para detener la hemorragia. | |
| | | Simikiel
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| Tema: Re: Paradise Lost (Simikiel) [15-03-2019] 22nd Junio 2017, 00:07 | |
| El grito de la chica colgada me sacó de unos segundos de asombro al ver una figura familiar. Sin duda no era un familiar, y si era un ángel de este mundo era una verdadera decepción. Ni siquiera había podido evitar que dañaran a esa chica. Aunque yo tampoco. Yo era un justiciero, no un salvador. Mi hermano Zaqiel era el que había nacido para salvar, yo no tenía su habilidad para predecir el mal, yo sólo puedo destruirlo. Tal vez a él le pase lo mismo.
No fue difícil moverme entre las chicas presentes y sus enseres, pues estaban más pendientes del resplandeciente ángel que de un tipo corriente, aunque anormalmente alto, que corría entre ellas. Interceptaría a la agresora, pues iba ralentizada por otra chica a la que arrastraba a trompicones. Esta segunda chica no parecía muy segura de la huida, miraba al ángel con los ojos llenos de duda, incluso con culpa. Ambas se detuvieron cuando me crucé en su camino, no muy lejos de donde estaba colgada su enemiga y víctima, socorrida por mi luminoso amigo.
-Nadie huye sin enfrentar su culpa. – dije autoritario y severo cortándoles el paso. Aunque tal vez no fue lo más correcto. Por mi aspecto, mi camisa blanca remangada y mis pantalones oscuros, pensarían que era un policía, un detective que las había pillado con las manos en la masa. No creo que reaccionaran bien ante la presencia de la autoridad. ¿Debería sacar a relucir también mis alas? No, ya ha formado bastante revuelo el otro como para confundirlas más.
-¡No podrás detenernos! ¡Los policías como tú no tienen ni puta idea de nada! – me gritó la agresora, confirmando mis sospechas, mientras hacía aspavientos con el cuchillo ensangrentado. Ese cuchillo le hacía sentir más segura, porque no sabía que no le valdría para nada, sino que sólo empeoraría las cosas. Acto seguido me atacó con él, llena de furia y miedo. En cualquier otro caso habría firmado su sentencia de muerte al intentar matarme, pero ella no sabía lo que hacía, era una maldita niña. ¿Cómo devolverla a la luz?
Sin dificultad evité la puñalada agarrando a la chica por la muñeca que sostenía el arma y levantándola hasta estar a mi altura, lo que dejaba un generoso margen entre sus pies y el suelo. Al principio pataleó y me golpeó con la mano libre, pero sólo consiguió ensuciar mi ropa. No tardó en darse cuenta de que era inútil, yo era demasiado fuerte y pesado para ella. Me clavó los ojos, mirándome con desafío mientras esperaba mis palabras.
-No soy policía. No quiero detenerte, no quiero encerrarte y no me obligues a castigarte. – dije solemne y serio, manteniendo el tono autoritario – Vuestras maldades han traído a un ángel hasta aquí. ¿No crees que es suficiente? ¿Qué más necesitas para darte cuenta de tus errores? Ha venido a mostraros el camino de la redención, el camino de la luz. Aceptadlo. Encontraréis lo que estáis buscando. – le miré a los ojos, mi discurso no había hecho demasiada mella en los ojos, pero dudo que volviera a intentar apuñalarme.
La solté sin miramientos, dejándola caer seguro de que no se haría daño. A pesar de caer de pie, trastabilló y resbaló hacia atrás, cayendo sobre su compañera y provocando que ambas acabaran en el suelo. No se hicieron daño, pero no me ayudaría a convencerlas. Ignorando el hecho, continué.
-No sois las causantes de vuestras maldades, no os castigaré por ello. No, si me dais a los verdaderos culpables. ¿Quiénes provocaron que os convirtierais en lo que sois? ¿Quiénes son los verdaderos monstruos? – pregunté inquisidor, con la mirada llena de perdón, pero también llena de justicia. Estaba seguro que ellas no provocaron esto, sino que sólo respondieron a una injusticia de la única manera que se les ocurrió a unas pobres niñas. Buscaría el origen del mal, esperando que esta vez no me llevara a otro callejón sin salida. | |
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Ficha de Personaje Alias: Eclipse Nombre real: Dragoslav Katich Universo: Marvel
| Tema: Re: Paradise Lost (Simikiel) [15-03-2019] 23rd Junio 2017, 13:11 | |
| Las palabras del ángel lograron su objetivo. Alimah y Rama se veían acorraladas y perdidas, estaban asustadas como lo que eran, dos niñas, y Simikiel les estaba ofreciendo una vía de escape, una manera de descargar la culpa sobre otro, el verdadero responsable. Ninguna de las dos dudó mucho a la hora de confesar:
- Fue el Barón, el Barón -tartamudeó Alimah. - Sí, el hombre elegante y alto vestido de negro -abundó su compañera-. Nos visita, a los niños de la calle, y nos ofrece grandes tesoros y poder a cambio de sangre de otros niños. Somos muchos y nadie nota cuando uno de nosotros desaparece. - No le importamos a nadie... Pero a él sí, a él le importamos, y cuando le servimos bien somos recompensados...
Mientras tanto, Eclipse había terminado de hacer el torniquete gracias a los conocimientos adquiridos durante su etapa en el ejército pero no había podido impedir que las demás niñas escaparan de vuelta a las calles. No importaba, Daria sobreviviría si la llevaban rápido a un hospital, y su inesperada ayuda había detenido a las dos cabecillas y podrían llevarlas a la policía. Con el testimonio de Daria conseguirían meterlas en prisión, pues a raíz de la última oleada de crímenes cometidos por adolescentes se había rebajado la edad penal mínima a los doce años.
Ya no quedaba nadie a quien tuviera que impresionar, y mantener la forma mutante le suponía esfuerzo, así que regresó a su forma humana y llamó primero al servicio de urgencias para que enviaran una ambulancia y después a la policía para que vinieran a llevarse a las dos chicas.
Dejó con suavidad a Daria en el suelo y fue al encuentro de Simikiel, no sin antes llenar el amplio sótano de espejos de luz enfocados directamente a las tres chicas. Si alguna de ellas se movía o iniciaba algún gesto extraño, él lo sabría aunque se encontrara de espaldas, pues la luz que incidía en aquellos espejos regresaba después a él, permitiéndole controlarlo todo en un radio de 360 grados. Una vez tomada dicha precaución, se llevó a Simikiel aparte y le habló:
- ¿Quién eres? -preguntó sin rodeos, pero sólo porque acostumbraba a ser directo y no andarse con sutilezas ni ambages, pero su actitud no era en absoluto agresiva-. Mi nombre es Dragoslav Katich, soy cazarrecompensas y estoy ayudando a la prefactura de policía con el reciente aumento de delitos menores que se estaban llevando a cabo de manos de niños y adolescentes. También soy mutante.
No mencionó que también era el líder de la Patrulla X, ¿para qué? Si el tipo era europeo posiblemente no le sonarían tanto.
- No he podido evitar fijarme que no parecías sorprendido cuando me viste antes usando mis poderes. ¿También eres un vigilante? | |
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