Esta vez el mundo es lo suficientemente grande para las dos (Cloe) [30/01/2019]

Los cubículos flotantes de Eldritch, hogar de pocos y dispuestos para muchos permanecían flotantes en un mar caótico de nada, con escaleras hechas con baldosas flotantes que cambiaban de dirección según los gustos o la dirección del dueño. Dichas baldosas eran la única forma de subir hasta las habitaciones privadas de los miembros de Eldritch, o mejor dicho, de la familia Eldritch. Todos los cubos eran iguales por fuera, pero por dentro tenían su propia estructura, su propio tamaño y su propio estilo. Es una de las gracias de romper las leyes de la física: todo es posible si te lo propones.

Lilith abrió la puerta de aquel cubículo en cuestión y dentro de éste pudo ver unas escaleras que conducían hasta lo que parecía un loft bohemio en una ciudad desconocida, con las luces de la noche y la armonía de una película policíaca.


Cloe estaba subiendo las escaleras para recibir a su nueva visita, y menuda sonrisa puso cuando vio de quién se trataba: la mutante que decidió formar un vínculo con una de las bestias más peligrosas del cosmos.

- Vaya vaya, pero si es la perrita. ¿Te has perdido, encanto? - Aquellos que hayan visto a Cloe y Lilith juntas y sin conocerlas sabrán que no se llevan demasiado bien, aunque decir "demasiado" es ser quizás demasiado optimista: "en guerra" sería el estado común si ambas mujeres llevaran un país a cuestas y tuvieran un mínimo de coexistencia. - Oh no - contestó con fingida sorpresa. - No me digas que vamos a tener ESA charla. Hmmm, pongámonos cómodas entonces. ¿Traigo pañuelos? ¿Lija? La necesitarás si pretendes aparentar que se te corre ese petroleo que llevas a lo que llamas rimel.

Sin esperar a réplicas, Cloe bajó las escaleras, y se dirigió al centro de su habitación, sentándose en el diván de tal forma que Lilith se viera obligada a sentarse en la silla que quedaba.

- Tú dirás, perrita.

Si los ojos de Cloe hablasen...

A punto estuvo de ponerse a reír allí mismo cuando Lilith le comentó sobre sus "objetivos comunes". La morena se revolvió ligeramente, cambiando de posición sus piernas y tomando una posición diferente. Cualquiera podría pensar que buscaba la comodidad en aquel diván, pero por sus adentros se estaba agitando como una anguila en agua salada. Muy poco le faltó para echarse a reír si, y menos aún para... Ah no, eso es otro tema.
Sus ojos se abrieron de par en par cuando la pelirosa le dijo que quería encontrar al Joker. Oh si, ella quería encontrarlo, de eso no le quedaba duda. Tras saber de su juego de las cartas y el revuelo que había causado, amén de haber vivido más de una consecuencia en Gotham con las bromas del payaso... Si, se moría por conocerle, pero ella sola no podía hacer nada. Necesitaba a un tercero. Alguien que estuviera lo suficientemente loco como para querer verlo y sin recursos para hacerlo.

Y allí estaba, delante de sus narices.

- Oh, querida... - se mordió uno de sus dedos, con una sonrisa extasiada de puro placer. - Sabía que estabas mal pero no hasta qué punto... Quizás cambie mi manera de mirarte. Quizá olvide la idea de comprarte un bozal de pinchos y pase directamente al látigo y las esposas.

Cloe se levantó del diván, acortando aún más la distancia que las separaba. Estaba a punto de boca, con sus ojos clavados en aquellos pozos negros y grises. Los examinó como un coleccionista que desvirga su nueva adquisición.

- Está bien, pero hay ciertas normas que tenemos que seguir. Curioso, ¿no? Yo siguiendo normas, ¡JA! En fin... - Cloe apartó a la mutante con un ligero movimiento de su mano, para dejarle paso y así andar por su cubículo a espaldas de Lilith. - Tú quieres encontrar al Joker y yo tengo los medios. Y para poder usarlos necesito que hagas algo por mí. - Se agachó tras una mesa y abrió su característica maleta. Sacó una hoja de papel que a todas luces tenía pinta de ser un contrato y se lo expuso a Lilith sobre la mesa. - Vamos a hacer un trato. Tú me ofreces algo de equitativo valor y yo hago abra kadabra, con ésto. - Abrió su mano derecha y aparecieron seis dados que se entrechocaron. Tenían inscritas runas extrañas e ilegibles. - Si no tienes nada o no se te ocurre nada, yo pondré el precio.

Cloe esperó delante de la mesa a que Lilith hablara y dijera las palabras mágicas.

- Pero mira que eres egocéntrica. No todo se centra en ti y en tu "sonrisa vertical", ¿sabes? - puntualizó la morena con un tono de desdén y sorna en sus palabras. - Además, no puedo pedirte algo que no sea tuyo y que no me puedas dar. Sloan tiene voluntad propia y tal, y no puedo pedirte algo a ti que le afecte a él, no. Tiene que ser algo distinto.

Dándose cuenta de que Lilith no pillaba cómo funcionaba todo aquel asunto del contrato, lo cogió sin muchos reparos y se acercó a la pelirrosa, enseñándole la parte donde ponía "firma del contratante".

- ¿Ves ésto de aquí? Aquí tiene que estar tu firma. Es como el botón rojo de las películas sólo que con más clase. Vienes a mí para que encuentre al Joker. Bien, pues tiene que ser así, de lo contrario no podré hacer uso de mi magia, ¿te enteras, bonita? Necesito un contratante con un objetivo para poner en marcha la máquina. Necesito un pago para poder alimentarla. Y necesito tu firma para activarla y que funcione a pleno rendimiento. De lo contrario... buena suerte preguntando por las esquinas a tus amigas.

Puso de nuevo el contrato sobre la mesa, y ésta vez con delicadeza, tal cual como si se tratara de un mantel de seda importado de algún sitio exótico del lejano y místico oriente.

- Y yo que tú usaría esa cabecita de chicle que tienes para pensar en algo que puedas darme a cambio. Ésto es un aviso por... cortesía a nuestro mutuo amigo: si me dejas que escoja yo el precio, bueno... digamos que llegará un día en el que te quedes mirando tu triste cara en el espejo y te llames a ti misma estúpida por no haber pensado en una forma de pagarme. Porque, "amiga mía", no le pides al Diablo que escoja qué parte de ti prefiere quedarse, ¿verdad?

Con una sonrisa en su rostro y sin dejar de mirar a Lilith, acercó una silla a la mesa donde estaba el contrato y con un gesto digno de una corte, le indicó a la mutante que tomara asiento.

- Piensa niña, piensa... ¿Qué le darás al Diablo para que te lleve ante un pobre diablo?

La vida está pautada por carteles. Carteles que nos advierten de los peligros o las sorpresas que te puedes encontrar en tu camino: En los zoológicos advierten de "no meter las manos tras los barrotes"; en las playas las banderas te muestran según su color lo peligrosas que pueden ser las aguas; en la comunidad de vecinos la imagen de un perro plasmada sobre una advertencia es sinónimo de "perro peligroso". Y quizás, tal vez quizás habría que poner un cartel en la puerta de Cloe que pusiera "no pagar los contratos con dinero".
La morena desconocía si Lilith era consciente de su opinión sobre el dinero y que le paguen sus contratos con él, pero algo le decía que tras tanto tiempo viviendo una cerca de la otra algo podría haber captado. Según las normas Cloe debía aceptar el pago mientras éste fuera equitativo con el producto. Si el contratante podía pagar con dinero no había otra que asentir de mala gana.
El vil metal. El papel de color verde. Los maletines y los cheques. Todo ello era vulgar, sin chispa alguna. Tan sólo un objeto popularizado por la civilización para poder adquirir sus productos. El dinero acabó con el arte del trueque, de los auténticos pactos y contratos. Y para Cloe, el dinero era como una mierda infecta metida en una bolsa de papel delante de su puerta.

Pero la mutante no lo dejó ahí, no. No contenta con tocarle la moral a la francesa pagándole con dinero, la cual borró su sonrisa de la cara al saber cuál sería el pago, además de eso comenzó a... "ofrecerse". Al principio la morena arrugó la nariz sin saber muy bien qué estaba haciendo, hasta que lo comprendió: Lilith la estaba tratando como si fuera una prostituta. Alguien de fuera que no conociera la relación entre ambas podría pensar que le iba a pagar con sexo. Alguien que viera la auténtica relación que tenían, como un intolerante a la lactosa con el queso y la leche, podría pensar que a Lilith se le había ido la chaveta.

Cloe reaccionó de otra forma distinta.

La silla que le había dejado a Lilith para que se sentara restalló contra la pared cuando la morena la lanzó con todas sus fuerzas. Una de sus patas se dobló y habían unos cuantos fragmentos de su cuerpo diseminados por el suelo, pequeños y puntiagudos. Cloe inspiraba y expiraba tratando de calmarse. Colocó un mechón de pelo que se había escapado a su sitio. Sus ojos se clavaron en Lilith como dos puñales. Sus ojos esmeralda tomaron un tono más claro y frío, y su mandíbula estaba tensa.

- Que... asco... - Escupió la francesa. - ¿Sabes qué es lo que más detesto de ti? - le preguntó adoptando una postura más tranquila, con los brazos cruzados sobre su vientre y ambas manos bajo sus codos. - Lo inconsciente que eres, como un cáncer. Te agarras con fuerza, te extiendes y no sabes el mal que estás haciendo. Te crees que eres algo importante cuando no eres más que un error. Si fuera por mí te hubiera extirpado hace mucho tiempo, tirado a la papelera y meado encima. - Bajó los brazos y se acercó al contrato para ver si había firmado, y una vez estuvo cerca... - No vuelvas a hacer eso, o a la próxima no habrá Sloan que valga. - susurró con el tono más frío y lúgubre que pudo.

Con el contrato firmado, lo agarró con fiereza, abrió su maleta y lo metió dentro. Al poco sacó otro papel, con una dirección escrita en una caligrafía con estilo y bien definida. Abrió su otra mano y los dados cayeron uno a uno dentro de su maleta. La cerró y se dirigió hacia la puerta. La abrió de golpe y miró a Lilith, con el semblante de siempre: su sonrisa afilada y su mirada de desdén.

- ¿Nos vamos, perra?