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Los Universos de DC y Marvel se han unido en uno solo. ¿Qué ha sucedido? ¿Quién está detrás de todo? Y, lo que es más importante, ¿cómo reaccionarán héroes y villanos de los distintos mundos al encontrarse cara a cara...?
 
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MensajeTema: Para Elisa. (Elissa Stravridis.) 3/4/2019.    Para Elisa. (Elissa Stravridis.) 3/4/2019.  Icon_minitime21st Febrero 2017, 19:59

Quincy Sharp estaba sentado en su despacho, el que antaño había pertenecido a Amadeus Arkham. Sobre ese escritorio de madera oscura y anticuada habían pasado centenares de informes, tanto de internos como de empleados. Allí se había sentado el fundador del Asylum antes de caer en la locura que trataba de curar... O no. Quizás nunca se hubiera ido del todo. Quizás una parte de aquel hombre, roto por la muerte de su familia a manos de Mad Dog, aún permaneciera entre las paredes de su creación. Velado, agazapado en una segunda personalidad dentro de su sucesor actual. Un  loco más, que sólo se diferenciaba de los reclusos en el hecho de que estaba en el lado de fuera de los barrotes. Al menos, la mayor parte del tiempo. Uno de los pacientes había cruzado esa línea los últimos días, para desasosiego del personal. De acuerdo, aquella tal Cloe parecía sospechosa desde el principio. No era una gran sorpresa que hubiera empezado a hacer lo que no debía desde el primer día. Harley Quinn también había empezado como doctora del Asylum, y era solo uno de los nombres que conformaban la larga lista de las víctimas de la maldición de aquel psiquiátrico. Hugo Strange,  Jonathan Crane… La lista seguía y seguía, aunque Sharp nunca se había preguntado si él también estaría en ella.

Por todo ello, lo peor no era que hubiera sacado al 24601 de su celda. No, eso había ocurrido antes. Lo que no había pasado nunca era que ambos pasearan por toda el ala oeste, por la penitenciaría en la que se encontraban los llamados “pacientes fallidos”, sin que nadie les cortara el paso. ¿Qué clase de seguridad tenían, si cualquiera podía deambular sin control por sus instalaciones? O, quizás… El problema fuera el tipo de paciente al que se enfrentaban. Habían pasado cinco días escasos desde su llegada, y aún no habían averiguado absolutamente nada sobre él por sí mismos. Ni un diagnóstico, por vago que fuera. Nadie había logrado entrar en su celda, y pocos habían podido permanecer cerca de él mucho tiempo. Irían a ciegas, si no fuera por los informes policiales… Y la inesperada colaboración de una de las pocas víctimas que le habían sobrevivido. El doctor Rhodes, un neurobiólogo que parecía guardar una extraña relación con aquel joven de ojos rojos. Había perdido la lengua durante el ataque, pero eso no le impidió enviarles una misiva tan pronto como se hizo público dónde estaba recluido su agresor. El pacto era sencillo. Él les diría todo lo que sabía sobre el mutante, y ellos lo mantendrían encerrado, y no llamarían la atención sobre su persona. Al principio, el director del asilo rechazó su oferta. No podía ser para tanto. Quizás en otro momento necesitaran ayuda, pero ahora… Apenas tenían presos, debido a los eventos que tuvieron lugar meses atrás, en Halloween. El Asylum había quedado gravemente dañado, y la mayoría de los presos habían huido o sucumbido al gas del miedo que el Espantapájaros había esparcido por toda la ciudad. Pero habían vuelto a poner todo en orden. Como debía ser.

O eso creía el director. El día que Cédric lo había mandado llamar había comprendido que sí que iba a tener que recurrir a lo que fuera que quisiera contarle Rhodes. Con exquisita educación, el  24601 le había exigido que lo trasladaran a una celda mejor. Más grande, con más espejos, con una cama cómoda, y con comida decente. A decir verdad, a Sharp no le había costado ni un segundo acceder a todo lo que pedía. Cuando tienes un cañón apuntando a tu cara, es fácil decir “sí”. Aún no se lo explicaba. Había decidido ir a hablar con él, acompañado de dos guardias. Como le diría a Cloe dos días después, aquello era el Infierno en la Tierra. Y caminar solo entre los condenados era una pésima idea, por muy enjaulados que estuvieran. No había servido de nada. Antes de que nadie dijera una palabra, los dos hombres habían soltado las armas con un grito. Aun después de despedirlos, seguían insistiendo en que el metal se había puesto al rojo vivo de repente, obligándolos a soltarlas. Lo que fuera. Él ya se lo esperaba: Había atrapado sendas armas al vuelo. -Vamos a jugar con mis reglas, Sharp.-Había dicho, sonriendo con sorna.-Puedes ser bueno y seguirlas, o puedes no hacerlo. Te sugiero que hagas lo primero porque, si no es así, estoy seguro de que el próximo director estará encantado de atenerse a ellas. Por lo tanto, yo conseguiré lo que quiero antes o después. La única diferencia es si tú estarás vivo o no cuando eso ocurra.

Sí, definitivamente necesitaban algo diferente para hacerse cargo de él. O a alguien. Según Edward Rhodes, era un mutante, una persona que había nacido con poderes. En Arkham, estaban acostumbrados a los pacientes… Peculiares. Pero estos suponían un enorme gasto de recursos, personal y tiempo, y si nunca les habían sobrado ninguna de las tres cosas, ahora menos. Suspiró, y alargó una mano hacia el anticuado teléfono verde de dial que descansaba en la esquina de su escritorio. No le gustaba recurrir a nada que viniera de fuera. Le gustaba pensar que tenía el control de lo que ocurría dentro de los muros de la antigua finca de los Arkham. Pero sabía que en esos momentos no era así, y quizás sólo una pequeña intromisión lo arreglara. Sus dedos marcaron el número que aparecía en la tarjeta de visita, temblando ligeramente por culpa de la edad. -Buenos días. Soy Quincy Sharp, director del Arkham Asylum. Me gustaría hablar cuanto antes con la doctora Stravridis: Tengo un paciente para ella.

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Última edición por Cédric Valjean el 10th Julio 2017, 14:30, editado 2 veces
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MensajeTema: Re: Para Elisa. (Elissa Stravridis.) 3/4/2019.    Para Elisa. (Elissa Stravridis.) 3/4/2019.  Icon_minitime3rd Marzo 2017, 19:10

Los últimos meses habían supuesto una profunda inflexión en la vida de Elissa Stavridis, una ruptura continua de su voto jamás pronunciado: no volveré a hacer esto jamás. Como un alud que se precipita montaña abajo, una cosa la arrastraba a la siguiente. Era una de aquellas atracciones que nunca le habían terminado de gustar; una vez dentro, ya no podías bajar. Sólo gritar y dejarte llevar.  

Llevada por lo que fuera (o eso se decía, porque sabía muy bien qué era), había vuelto a utilizar sus habilidades mágicas con Eclipse. Dos veces, de hecho. La primera por él, la segunda por los dos. Después de él había venido Sloan Jenkins, y aquella mente digna de una pintura del surrealismo, la noche de Navidad. Más visitas inesperadas: Jake, el chico volador que decía conocer a su padre; John Constantine, y aquél batiburrillo de recuerdos, un cóctel muy agitado de miles mundos, derramado por toda su cabeza. Arión, Hellboy, Shadowpact. Elissa había dicho en el pasado, y de mil formas distintas, que "lo había dejado", que "se había terminado", que "nunca más". Pero estaba claro que, una vez empezaba, era incapaz de dejarlo de nuevo. No hasta que ocurriera otra desgracia y acabara en Arkham, Blackgate o derivados; no hasta que hiciera algo realmente estúpido que la obligara a decir basta.

O tal vez hayas hecho ya algo realmente estúpido.

Habría podido vivir con aquel secreto, pero incluso eso había salido mal. Su hechizo no había funcionado como debería, Dragoslav Katich había recordado y, como consecuencia, Arión de Atlantis la había encontrado. Por un breve tiempo, al menos, hasta que también eso había terminado. Y no sabía lo que sentía al respecto, tal vez porque aquellos días no se permitía sentir nada.

Tal vez fuera ella la que necesitara un psicólogo. Pero, en lugar de eso, había hecho lo que siempre hacía; sumergirse más y más en su trabajo, como si ayudar a otros a encauzar su vida fuera a tener alguna milagrosa repercusión sobre la suya. No sabía hacer otra cosa que huir hacia delante, y esta vez la carrera tenía un deje de desesperación, "corre y no mires atrás". Un desasosiego que mantenía como podía tras su fachada de joven tranquila, correcta y profesional.

A veces, aquella desesperación le devolvía la mirada desde el espejo, y ella la ignoraba, con la satisfacción de no tener que caminar por su propio subconsciente.

Un último evento se había añadido a la larga lista de coincidencias desafortunadas. Había sido el día anterior, el primero de abril; un día que los americanos empleaban para hacer bromas, no siempre de buen gusto. Como si el mismo Destino hubiera decidido participar de la fiesta, Elissa había encendido el televisor durante la noche, topando con la gala benéfica que transmitían en directo desde Coney Island. Hasta allí las casualidades; lo siguiente había sido por entero culpa suya. Reconoció la Gala. Pensó que, tal vez, él estuviera allí (¿acaso no lo había tratado para que así fuera?). Sus sospechas se confirmaron cuando anunciaron su nombre antes de la pausa publicitaria ("A continuación, Ara Malikian, Bruno Cocset y Dragoslav Katich interpretarán el Trio in E'flat, de Franz Schubert"). Ella había tenido el motivo y la oportunidad para cambiar de canal, pero no lo hizo. Había tomado la absurda decisión de quedarse a verlo.

Lyz no sabía nada de aquello. De enterarse, se hubiera indignado, y probablemente la hubiera confrontado para decirle cuatro verdades. Ella misma las conocía, pero no las quería oír. Se engañó, diciéndose que no pasaba nada malo por verlo en una pantalla, sin que él supiese que estaba allí. Salvo por la llamada, no había sabido nada de él en meses, desde que le había dado el alta; y no se habían visto, ni siquiera por casualidad. Quería saber cómo estaba. Se dijo (qué bien se le daba mentirse, si se ponía a pensar) que sólo se debía a su inquietud profesional. Quería comprobar que la terapia había funcionado, y que él era capaz de tocar ante el público; quería ver si estaba bien tras someterse al Extremis. No tuvo la suficiente honestidad consigo misma para reconocer que lo echaba de menos.

Durante su interpretación, las cámaras apenas lo enfocaron a él. El foco caía sobre el piano y sobre sus manos, que danzaban habilidosamente sobre el teclado, despertando a las teclas de su letargo del modo en que sólo él sabía hacerlo. Elissa se rodeó el torso con los brazos, mientras se encogía silenciosamente en el sillón. Sentía la piel erizada y escozor en los ojos. A su alrededor, el salón estaba iluminado, únicamente, por la parpadeante luz del televisor, creando una atmósfera irreal. El rostro de él, cuando aparecía en alguno de los planos, tenía aquella expresión de absoluta concentración, con los ojos cerrados. Le pareció que estaba pálido, y que sus dedos vacilaban hacia el final de la pieza, pero quiso atribuir lo primero a la luz de los focos, y lo segundo a la emoción que despertaba la música. Quería ignorar a la voz de la culpa: ha recordado lo que hiciste que olvidara, debe de estar viviendo un infierno.

Se dijo que ya no había nada que hacer. Se dijo que, ocurriera lo que ocurriera, su prometida podría consolarlo. La sorprendió un poco su propia resignación.

Apagó la televisión cuando empezaron los aplausos.

***

Aquel día de principios de abril estaba siendo especialmente tranquilo. Nada de magia, sólo psicoterapia, pura y dura, gracias a los dioses. Un poco de realidad; la tan ansiada normalidad, que actuaba, a la vez, de foso y de empalizada; protegiendo la mente de la griega de los últimos eventos, incluyendo la emisión de la noche anterior. Pacientes que no querían de ella otra cosa que la que acreditaba su grado y doctorado en Psicología. Héroes torturados por las decisiones tomadas, villanos preguntándose de dónde provenía su necesidad de herir a los demás. Gente normal; o, al menos, gente que, detrás de sus máscaras, se debatía por conservar la cordura. Gente, en definitiva, que no necesitaba a Psique.

Al menos, hasta aquel momento.

El teléfono inalámbrico sonó, con aquella maldita melodía que Elissa, gracias a su famosa aversión por la tecnología, había sido incapaz de cambiar. Le había pedido a Lyz que se pasara un día por el despacho para configurar aquel aparato, pero su otro yo/hermana/compañera de piso había estado bastante liada, y ella no había querido insistir. De modo que allí seguía Beethoven, recordándole su infancia y vivencias más recientes, pero igualmente perdidas.

¿Ventajas? Así cogía el teléfono mucho más deprisa.

- Consulta de Elissa Stavridis - dijo, brevemente.

-Buenos días. Soy Quincy Sharp, director del Arkham Asylum. Me gustaría hablar cuanto antes con la doctora Stravridis: Tengo un paciente para ella.

Hubo una breve pausa mientras Elissa registraba las palabras. Había pensado en Arkham hacía apenas unos segundos.

- Soy yo misma - respondió, despacio.

Conocía el lugar. Había hecho las prácticas allí, cuando estudiaba Psicología. Era un lugar inquietante, antiguo, donde la locura parecía campar a sus anchas y prosperar, hasta el punto de preguntarse si era algo contagioso. Uno de sus profesores, Jonathan Crane, había pasado de ilustre psicólogo a insigne prisionero... o "paciente", como les gustaba decirlo. Aunque, en opinión de Lissa, Arkham siempre se había parecido mucho más a una cárcel que a un hospital. Y tenía alguna experiencia con prisiones, la suficiente como para poder compararlos.

Recordaba los pasillos en penumbra, las celdas cerradas a cal y canto, las miradas de quienes estaban al otro lado de la puerta. Habían pasado varios años, pero seguía sintiendo escalofríos al rememorarlo. ¿Había un paciente allí? ¿Para ella?

Arkham ya tenía su propio equipo de psicólogos y de psiquiatras internos. Por tanto, sólo había dos motivos por los que la podían buscar. El primero era su especialización en héroes y villanos, algo que nunca antes los había preocupado.

El segundo era Psique.

- ¿De qué se trata? - preguntó Elissa, con un leve matiz de tensión en la voz, aguardando la respuesta que vendría del otro lado.

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Para Elisa. (Elissa Stravridis.) 3/4/2019.  Lissa_10


Última edición por Elissa Stavridis el 10th Julio 2017, 14:03, editado 3 veces
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MensajeTema: Re: Para Elisa. (Elissa Stravridis.) 3/4/2019.    Para Elisa. (Elissa Stravridis.) 3/4/2019.  Icon_minitime15th Marzo 2017, 17:43

Había sido una suerte que fuera la mujer al teléfono fuera la propia doctora. El director del Arkham Asylum no tenía en ese momento la paciencia necesaria para lidiar con alguna secretaria chillona que le dijera que llamara en otro momento. No, al otro lado del aparato estaba la mujer de pelo castaño cuya fotografía aparecía en el expediente que había estado revisando. Se lo había leído de cabo a rabo. Desde sus primeros pasos en el mundo de la psicología, hasta su paseo por el otro lado de la línea que separaba el bien del mal. Ese mismo paseo que la había conducido a Belle Reve, y que ahora la capacitaba de sobras para tratar tanto a héroes como a villanos. No debía de costarle demasiado ponerse en su piel.

El doctor Sharp escuchó las pocas palabras que la psicóloga le había dedicado, diseccionándolas con el más puro interés científico. No era extraño que alguien reaccionara con cautela al recibir una proposición así, y menos todavía si era la segunda vez que iba a pisar el psiquiátrico. Normalmente, los únicos que repetían estancia eran los presos, y no precisamente porque les gustaran las vistas. -Hace unos días, recibimos un paciente ciertamente… Problemático. Según nuestras fuentes, se trata de un mutante que fue detenido por Batman en las afueras de la ciudad.-Se cuidó de relatar sus crímenes, al menos al principio. No iba a convencerla de que interviniera si lo hacía. No podía simplemente decirle que se parecía… Que se parecía…

El alcaide apretó el puño con fuerza, hasta que sus nudillos se pusieron blancos. Durante unos segundos, Elissa no escuchó nada más que silencio al otro lado de la línea. Ese silencio denso, pesado como una losa, esa ausencia de palabras que indica que la otra persona se ha perdido por unos instantes en sus propios pensamientos. Pero, por suerte para él, Sharp no tardó demasiado en encontrar la salida de aquella maraña de recuerdos. En el fondo, nunca había dejado de ser un político, y aquella era su especialidad. Convencer para mantener el control, primero en Arkham… Y, después, en Gotham. -Desde entonces, no se ha mostrado muy receptivo a la terapia. Sabemos que usted tiene experiencia con estos casos… Por ello, estaríamos muy agradecidos si pudiera ayudarnos. Gotham será un lugar un poco más seguro si logramos curar a este paciente.

Disciplina, eso era lo que necesitaba. Siempre había sido el remedio universal para la escoria que hacía de aquella ciudad su patio de juegos. Pero antes, necesitaba comprender. A pesar de que nada le complacería más que verlos arder a todos, sabía que los ciudadanos de Gotham lo admirarían si conseguía curarlos. Y, hasta ahora, todo el mundo había intentado curarlos con palabras o pastillas. Pero... Ese chico de sonrisa irritante había demostrado que había una tercera vía. Esa era una de las tantas razones por las que quería a Elissa en su asilo.

-¿Qué opina, doctora? El Arkham Asylum correrá con todos los gastos de su estancia, faltaría más… Es lo menos que podemos hacer por usted si acepta colaborar con nosotros.

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MensajeTema: Re: Para Elisa. (Elissa Stravridis.) 3/4/2019.    Para Elisa. (Elissa Stravridis.) 3/4/2019.  Icon_minitime3rd Abril 2017, 18:56

-Hace unos días, recibimos un paciente ciertamente… Problemático. Según nuestras fuentes, se trata de un mutante que fue detenido por Batman en las afueras de la ciudad.

Elissa escuchó en silencio, pero Sharp no continuó de inmediato. Dirigió la mirada al teléfono, preguntándose si se habría interrumpido la línea. No era así; el contador indicaba que la llamada proseguía; tres minutos y quince segundos. Dieciséis. Diecisiete. Dieciocho.

-Desde entonces, no se ha mostrado muy receptivo a la terapia. Sabemos que usted tiene experiencia con estos casos… Por ello, estaríamos muy agradecidos si pudiera ayudarnos. Gotham será un lugar un poco más seguro si logramos curar a este paciente.

Hubo un nuevo silencio; más corto, menos espeso, mientras la psicóloga absorbía las palabras del alcaide. Un mutante detenido por Batman. Si su destino había sido el Asilo, y no Belle Rêve, era porque creían que no estaba en sus facultades. Sharp hablaba de terapia. De curarlo. ¿Cuál era exactamente su dolencia? ¿Qué había hecho? Todo el mundo estaba en Arkham por una razón.

-¿Qué opina, doctora? El Arkham Asylum correrá con todos los gastos de su estancia, faltaría más… Es lo menos que podemos hacer por usted si acepta colaborar con nosotros.

Elissa tamborileó con los dedos sobre la mesa.

- ¿Podría hablarme un poco más de él? ¿O enviarme un informe? Supongo que habrá sido visitado por algún psiquiatra o psicólogo con anterioridad, aunque fuera en el momento del internamiento... - empezó. Enroscó y desenroscó un mechón de cabello alrededor de su dedo índice; años atrás, solía hacer aquel mismo gesto con el cable del teléfono. Cómo detestaba los inalámbricos. - No tengo problema en verlo y hacer una valoración... - continuó - Pero como usted bien sabe, señor Sharp, no podré tratarlo en contra de su voluntad. Si el paciente se niega, no habrá nada que yo pueda hacer...

"Paciente", cómo odiaba aquella palabra. Hubiera preferido tener un nombre con el que referirse a él. Empezaba a sentir una chispa de curiosidad por el caso, como le sucedía siempre que parecía un asunto complicado, o incluso desesperado.

- ¿Cuándo querría que lo visitara?

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MensajeTema: Re: Para Elisa. (Elissa Stravridis.) 3/4/2019.    Para Elisa. (Elissa Stravridis.) 3/4/2019.  Icon_minitime5th Abril 2017, 18:10

Era cauta, sin duda. Sharp comenzó a repasar en su cabeza las enfermedades que podían ser causa de esa cautela, casi mecánicamente. Por pura costumbre. Trastorno de personalidad paranoide. Trastorno delirante, persecutorio... No le gustaba que hiciera tantas preguntas, en su asilo nadie se las hacía. Pero, pese a todo, parecía bastante favorable a colaborar. Al menos, lo suficiente. -Le he pedido a mi secretaria que vaya transmitiendo los informes policiales, deberán estar imprimiéndolos en estos momentos. Pero, de todas formas, no tenemos gran cosa.-Al menos, no sobre él. Sobre sus víctimas... Los análisis forenses daban para escribir una novela, y eran casi tan largos como una. El alcaide del Asylum había procurado evitar aquel tema, para que los hechos no disuadieran a la psicóloga de colaborar. Pero, cuanto más hablaba… Más interesada parecía. Quizás fuera mejor idea mostrarle el caso completo… Quizás le atrajera la idea de un paciente así de difícil.-No tenemos constancia de que el paciente haya recibido tratamiento profesional con ninguno de los dos nombres con los que se lo relaciona. Sus huellas coinciden con un policía de Nueva York llamado Gabriel Leblanc, de origen francés; y con las de un niño que desapareció hace ocho años en París, con el nombre de Cédric Valjean. No llegaron a esclarecer el caso, así que se le dio por muerto hasta que, años después, la policía francesa se lo encontró en una conocida banda criminal. Me he permitido agregar a sus informes una relación de los delitos por los que se le busca en Europa.-Era más que posible que tuviera alguna otra identidad, usada para enmascarar sus acciones. Pero buscar información sobre alguien en aquella nueva realidad era un suplicio, así que esa clase de cosas iban realmente lentas. Tendrían que conformarse con lo que tenían disponible: Ya era más que suficiente.

-Y aquí... No ha habido muchas oportunidades de examinarlo, al menos no mientras estaba consciente.-Comentó, irritado ante la incapacidad de sus empleados. Sin reconocer la suya propia, desde luego: Como los demás, no había tenido ocasión de examinar al 24601 más allá de esa breve conversación en la que había dejado claro cómo quería que fueran las cosas. No le iba a dejar salirse con la suya. -La única empleada que ha logrado hablar con él acabó sacándolo de su celda y dejándole libre por los pasillos, hace dos días. Un incidente lamentable, sin duda.-Suspiró ligeramente, exasperado. Habían armado un buen revuelo, esos dos. Sin embargo, esa circunstancia le había revelado cuán interesante podía resultarle curar al mutante. Afortunadamente, él no había puesto demasiados inconvenientes a que volvieran a  asegurarlo, esta vez y ya definitivamente en el área de Tratamiento Intensivo. Pero… Se había quitado la pieza de tela que hasta ese momento le había cubierto los ojos, evitando las manifestaciones más extremas de su poder. Y eso era todo un contratiempo a la hora de tratarlo… Por no mencionar a la mujer. La “celadora” que había desaparecido ese mismo día sin dejar rastro alguno. ¿Estarían relacionados de alguna manera? Porque no parecían tener la intención de escapar, precisamente… Cualquiera diría que estaban paseando por su casa. -Por supuesto, no pretendemos que usted viole esa ética, doctora. En Arkham, siempre buscamos el mayor bienestar posible para nuestros pacientes… No dejamos de ser un hospital.-Ja. Ja. Ja.-En mi opinión, lo más adecuado sería hacer una valoración preliminar, lo antes posible. ¿Estaría disponible para mañana, por ejemplo?

Mientras tanto, la secretaria de la entrada estaba haciéndose una pregunta mucho más trascendental. “-¿Pero de dónde sale todo esto?”-Delante de ella, la impresora escupía una hoja de papel tras otra, hasta formar un montículo de altura más que respetable. Cuando finalmente acabó, la chica echó mano de una carpeta vacía, y metió aquel historial dentro. Pocos segundos después, estaba en la puerta de la consulta, golpeándola ligeramente con los nudillos. Sabía que Elissa no tenía en esos momentos ningún paciente, por lo que debería poder ver aquello.

Quizás lo que primero llamó la atención de Elissa entre esos documentos fue la fotografía que aparecía en la primera página. En ella aparecía un chico de su edad, fumando, apoyado en una pared. Se notaba de sobras que la habían tomado con una cámara de vigilancia. No parecía alguien que se alejara demasiado de la normalidad. ¿De verdad ese chico había causado tantos problemas?

Sí, así lo había hecho. A diferencia de los informes que recibía de vez en cuando para preparar el tratamiento de sus clientes, aquel dossier apenas apuntaba una ligera valoración psiquiátrica. Si algo había transmitido Cédric al mundo, habían sido hechos. En Francia, aún se le buscaba por tráfico de drogas y armas, por diversos robos en bancos, y… ¿Secuestro? Aquello era lo primero que podía evidenciar una enfermedad en su mente de la lista, y quien fuera que hubiera redactado aquello lo había registrado pormenorizadamente. Parecía la primera pista a seguir. La víctima no era otra que Ámelie Favre, la hija del alcalde del momento en el que había sucedido el rapto. Rapto que había durado cerca de cuatro meses, y al que Ámelie había sobrevivido milagrosamente. No la había encontrado la policía, sin embargo, al igual que Cédric y los suyos no habían pedido ni un céntimo como rescate. No, simplemente… La habían dejado en el jardín del Palacio de los Inválidos una noche, lugar en el que había sido hallada poco después. Actualmente, se encontraba en un hospital psiquiátrico… No había salido de allí desde esa noche. La historia seguía y seguía, hasta llegar a Elektra, y a esas 11 víctimas y media que la habían seguido. Hasta llegar a Batman.

Los informes forenses eran escalofriantes, a pesar de estar escritos de la manera más aséptica imaginable. Estrangulamiento. Ahogamiento en una bañera llena de agua. Envenenamiento. Electrocución. Como si estuviera buscando la manera ideal de hacerlo, y no encontrara una que le gustara del todo. Sin embargo, apenas había nada… Sobre él. Al final del todo, un párrafo narraba lacónicamente que había desaparecido a la edad de quince años, inmediatamente después del fallecimiento de sus padres. A pesar de que no se había detenido a nadie, parecía obvio que se trataba de un asesinato, al menos en el caso del señor Valjean: Encontrado con la garganta abierta en el salón de su casa, con alcohol suficiente en el organismo para dar de beber a todo el edificio. No era del todo extraño, teniendo en cuenta su alcoholismo, sus deudas, y el barrio en el que la familia vivía… Sin embargo, sobre la mujer… No se decía nada de ella. Esa ausencia de información sobre él, sobre lo que había vivido en realidad, brillaba como un faro, perfectamente visible para alguien tan observador como ella.

No era mucho, desde luego. Pero… Era un punto de partida, por lo menos.

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MensajeTema: Re: Para Elisa. (Elissa Stravridis.) 3/4/2019.    Para Elisa. (Elissa Stravridis.) 3/4/2019.  Icon_minitime28th Abril 2017, 20:15

Elissa solía recordar muy bien a sus pacientes. No le era difícil conectar nombres, rostros, voces e historias. Leer uno, ver uno, oír una o rememorar otra, respectivamente, solían arrastrar con ellos todo lo demás, como eslabones unidos de una misma cadena. A veces, por alguna razón, le quedaba especialmente grabada la forma en que habían llegado a ella. Recordaba, por ejemplo, a Planaria hablándole de su chica, Sasha, y las dificultades por las que estaba pasando. Recordaba el informe de Charles Xavier acerca de Dragoslav Katich. Y recordaría, probablemente, la llamada de Quincy Sharp el tres de abril de dos mil diecinueve.

El alcaide de Arkham empezó a hablar de víctimas, y la conversación adquirió un matiz distinto, mucho más sórdido y peligroso. Dos nombres, Cédric Valjean, Gabriel Leblanc. ¿Cuál sería el verdadero? ¿Cédric? ¿Gabriel? ¿Ambos? ¿Ninguno? Los datos revolotearon un instante en su mente; París, Nueva York, un policía, un criminal. Casi se diría que Sharp le estaba hablando de dos personas no distintas, sino opuestas. ¿Quién estaba entre rejas? ¿El agente neoyorquino? ¿El delincuente francés...? ¿Ambos? ¿Ninguno? Sharp parecía saber tan poco... Que casi hubiera preferido tener delante a su misterioso paciente para poder preguntarle a él.

- ¿Lo sacaron de su celda...? - repitió, extrañada por aquel detalle en concreto de la narración. Según el alcaide, el hombre no había escapado. Volvía a estar recluido. ¿Había sido un intento de liberarlo? ¿Con qué fin? ¿Sería posible que no hubiera intentado escapar? ¿Quién en su sano juicio se quedaría en el Asilo Arkham, pudiendo...?

Quién en su sano juicio, claro. Allí estaba el quid de la cuestión. Allí era donde entraba ella.

- ¿Mañana? - echó un vistazo a la agenda que tenía sobre la mesa. Tenía unas cuantas visitas, sería difícil encontrar un hueco, pero... - Sí, no hay ningún problema - concluyó. Ninguna de las citas era urgente. Podía reprogramarlas.

Elissa asintió mucho y habló poco durante el resto de la entrevista. Concretó algunos detalles con Sharp, y después colgó. Miró el calendario y contó mentalmente. Cuando llegara a casa, tendría que decirle a Lyz que iba a pasar unos días en Gotham.

Cuando la secretaria entró con los informes, la psicóloga abrió mucho los ojos, sorprendida. ¿No querías caldo? Toma dos tazas, parecía querer decir Sharp con aquel montón de papeles. Elissa hirvió agua y sumergió en ella una bolsita de té, mientras se repantigaba en el sofá con los informes sobre el regazo. Miró con detenimiento al joven de la fotografía y, casi inconscientemente, comparó su edad con el grosor de la pila de papel. No vio el nombre de Gabriel Leblanc en ninguna parte. Sin embargo, el de Cédric Valjean se repetía una y otra vez, mecanografiado en distintos membretes, cada uno con una historia más espeluznante que el anterior. Una larga lista de personas pasó ante sus ojos y, entonces, Elissa se incorporó de golpe en el sofá, derramando el té sobre su falda. Elektra... ¿era posible? Regresó a la foto, ignorando la mancha caliente que se extendía sobre su muslo. Aquel chico de especto indolente no debería poder con la Elektra Natchios que ella conocía.

Dejó los informes a un lado poco después, pálida y horrorizada. ¿Qué le ocurría a la cabeza de aquel tipo? La información personal brillaba por su ausencia. Sólo tenía retazos de un pasado: Francia, dos padres muertos, uno de ellos alcohólico. No era una historia poco convencional, ¿cierto? Era el clásico principio del héroe torturado, del criminal enloquecido. ¿Sería un principio también para Cédric Valjean? ¿O no era más que una escena del primer acto?

Mientras regresaba a casa, Elissa le daba vueltas a otro detalle que había llamado su atención: las fechas. Varios crímenes eran recientes, y de otros hacía ya un tiempo. En medio, nada... ¿Qué había ocurrido? ¿Había estado en la cárcel? No, aquello no figuraba en ningún sitio, y Sharp lo sabría. ¿Usaba Valjean otra identidad durante aquel tiempo? Tal vez, pero nada le explicaba por qué había vuelto, después, a la que todo el mundo conocía. ¿Había estado enfermo, incapacitado? ¿Se había tomado un descanso en su nada despreciable carrera delictiva?

- Ya estoy en casa... - anunció al llegar, mientras Lycos se abalanzaba sobre ella con el entusiasmo habitual.

Cenó con Lyz y Jake, mientras N jugaba con el perro de papel. Les informó de su inminente viaje a Gotham y les dijo que los llamaría siempre que pudiera. Después preparó la maleta e introdujo en ella los informes de Sharp. Tal vez necesitara consultarlos durante el trayecto.

A la mañana siguiente, el coche alquilado por el alcaide la condujo hasta las puertas enrejadas del Asilo Arkham. Allí la esperaba su misterioso recluso 24601: Cédric Valjean.



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MensajeTema: Re: Para Elisa. (Elissa Stravridis.) 3/4/2019.    Para Elisa. (Elissa Stravridis.) 3/4/2019.  Icon_minitime2nd Mayo 2017, 08:10

Desde el momento en el que el despertador de Elissa sonó, haciéndose oír sobre el leve susurro de la lluvia, la psicóloga supo que le esperaba un día para recordar. Igual que la conversación que había mantenido la tarde anterior con el alcaide del Arkham Asylum. El cielo al otro lado de su ventana era de un color gris plomizo, amortajado con nubes pálidas como el hueso. Un día perfecto para adentrarse en el psiquiátrico que hacía sonar ridícula hasta la más macabra película de terror. Era temprano, pero su coche alquilado la estaba esperando en la puerta, con una puntualidad perfecta. El doctor Sharp no había descuidado ni el más mínimo detalle para asegurarse de que pudiera viajar hasta Gotham con total comodidad, pero se había olvidado de enviarle un conductor que supiera decir algo más allá del reglamentario "buenos días". El silencio dentro del vehículo pesaba como una losa, pobremente aliviado por el cada vez más insistente y monótono sonido de la lluvia. A pesar de que no eran ciudades excesivamente lejanas, el viaje se hizo eterno para la griega, que tenía que como único entretenimiento sus propios pensamientos y el informe de su paciente. Ni lo uno ni lo otro era una compañía agradable. Justo en el momento en el que el aburrimiento se convertía en desesperación, una silueta inmensa y oscura se recortó contra el horizonte. Ese monstruo sin forma, con miles de ojos ardientes como brasas, no era otro que la ciudad de Gotham. Sin lugar a dudas, uno de los sitios más peligrosos de los alrededores. La ciudad que poseía tantas esquinas como criminales, el lugar en el que el más inofensivo vecino podía ser un psicópata. Eso era Gotham, y Elissa había decidido viajar hasta su corazón, en busca de una de las personas que hacían necesaria la existencia de Batman y toda su familia. Pasaron por unas bulliciosas avenidas, sembradas de paraguas y transeúntes veloces, antes de dirigirse hacia el oeste. Después del incidente de Halloween, el puente que conectaba las antiguas tierras de la familia Arkham parecía tan frágil que un soplo de viento podría echarlo abajo. Afortunadamente, aguantó lo suficiente para que el coche pudiera pasar, permitiéndoles llegar a su destino sin hacerles probar antes las heladas aguas del Atlántico.

El Asylum apareció entonces frente a la griega, tan imponente como lo recordaba. Las verjas metálicas acabadas en punta, la mansión, los jardines botánicos... Todo estaba allí, como si ella hubiera acabado las prácticas el día anterior. Después de pasar por los controles de seguridad, más propios de una cárcel que de un hospital, le indicaron que fuera al centro de visitantes. Allí, el alcaide la esperaba. Quincy Sharp... Un hombre de expresión profesional y severa, con gafas de montura negra que hacían aún más pequeños sus ojos. Vestía un traje oscuro, con corbata negra y camisa blanca; al igual que el escaso pelo que aún conservaba en la parte posterior de su cabeza. La única nota de color en él era una flor roja, justo donde estaría su corazón si lo tuviera.

-Buenos días, doctora... Permítame decir que me siento profundamente agradecido porque haya podido aceptar nuestra invitación.-Le tendió la mano, con intención de estrechársela. Su agarre no era muy fuerte, desde luego, pero lo más extraño de sus manos era su textura seca, como apergaminada. -Si lo desea, podemos empezar ya mismo... No se preocupe por su equipaje. Está en buenas manos.

Sin embargo, no la condujo directamente al bloque de celdas en el que se encontraba el 24601. No, en su lugar, la guió hasta la sala de vigilancia. Allí, decenas de pantallas mostraban cada rincón de las instalaciones, distorsionadas de vez en cuando por la estática. Frente a ellas, un par de vigilantes bebían café, atentos a lo que tenían delante. -Antes de que empiece, doctora... Debo enseñarle algo.-Después de un saludo y unas cuantas órdenes por parte del alcaide, uno de ellos tocó una serie de botones, rebobinado en una de las pantallas, que enfocaba directamente a un grupo de jaulas.

En ellas, algunos pacientes con camisas de fuerza se retorcían y convulsionaban, babeantes, con los ojos desorbitados. Ver sus movimientos acelerados y marcha atrás lo hacía aún más repulsivo, más... Antinatural. El empleado sólo paró cuando la cámara mostró cómo algo se caía sobre la jaula más cercana a ella. O, más que algo... Alguien. Cédric se incorporó sobre los codos en el techo de la jaula, e inmediatamente, el recluso se calmó. Quizás la griega hubiera oído hablar de ese tipo de enfermos, los llamados por algunos "ferales". Se trataba de personas que ya no pensaban como tales, únicamente guiándose por sus instintos más básicos y violentos. Parecía evidente que tendría que haber atrapado al rubio para herirlo. De hecho... Podía hacerlo. Pero su reacción fue muy diferente. Por un momento, el hombre de la jaula se había mostrado confundido... Y, poco después, asustado. De alguna manera, había recuperado la cordura repentinamente, y eso le había resultado insoportable. Especialmente cuando la locura se había vuelto a apoderar de él, lenta pero inexorablemente. Su expresión era la misma que la que alguien pondría al hundirse en unas arenas movedizas y ver que nadie pretendía ayudarle.

Y, por encima de él... Se encontraba un sonriente Cédric, sentado con toda la tranquilidad del mundo. Como si la cosa no fuera con él, a pesar de que parecía evidente que sí que era asunto suyo. La imagen se cortó cuando entraron en escena los guardias, apuntándole con sus armas. Sharp esperó unos segundos antes de hablar, como si quisiera darle tiempo para procesar todo. -Este es el motivo por el cual me interesa tanto su curación, doctora. El 24601 parece ser capaz de sanar a los otros enfermos...-Su voz estaba teñida de emoción, como la de cualquiera que, un día, se había encontrado la respuesta a sus plegarias. -Si tan sólo pudiéramos convencerle... Podríamos conseguir un mundo en el que todos estuvieran cuerdos. El Espantapájaros, Nygma, Harvey Dent... O incluso Joker. ¿No sería maravilloso?-Una sonrisa se dibujó en los labios de Sharp, al tiempo que él retorcía sus manos entre sí, con nerviosismo. Así dicho, sonaba muy bien... Pero Elissa tenía aún reciente todo lo que ponía en el historial de ese chico con dos nombres. Y, si algo daban a entender esas páginas, era que había que proceder con cuidado.

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MensajeTema: Re: Para Elisa. (Elissa Stravridis.) 3/4/2019.    Para Elisa. (Elissa Stravridis.) 3/4/2019.  Icon_minitime24th Mayo 2017, 13:57

Aquel día la atmósfera era densa y pesada. En el corto trayecto entre la puerta de su casa y el coche de alquiler, Elissa se empapó el pelo y la ropa, y pasó el resto del viaje notando los pies helados.

El conductor no hizo nada por darle conversación y, tras un par de comentarios que se perdieron en el largo silencio, la psicóloga dejó de insistir. Al otro lado de las ventanillas, la lluvia no dejaba de caer, ofreciéndole un encantador telón de fondo para su llegada al Asilo de Arkham.

Había oído que lo habían reconstruido recientemente, pero a ella le pareció que tenía el mismo aspecto de siempre. La verja señalaba el cielo con sus cien puntas de lanza y, tras ella, se extendían los jardines y los edificios, todos del mismo color gris. Elissa atravesó mecánicamente los controles de seguridad, mientras la asaltaban los recuerdos de su etapa como estudiante. Era más que probable que muchos de los pacientes a los que conoció en sus prácticas aún siguieran allí; Arkham era posesivo, y paciente.

Y Quincy Sharp, la manifestación humana de aquel lugar, guardaba con él un indudable parecido.

-Buenos días, doctora... Permítame decir que me siento profundamente agradecido porque haya podido aceptar nuestra invitación.- la saludó, tendiéndole la mano. Elissa la estrechó, reparando en su extraño tacto -Si lo desea, podemos empezar ya mismo... No se preocupe por su equipaje. Está en buenas manos.

- Buenos días, señor Sharp - respondió al saludo. Podría haber hecho algún comentario acerca del tiempo, o tal vez sobre el viaje. Pero, como el alcaide, quería ponerse manos a la obra lo antes posible. Tal vez fuera el influjo de Arkham; a nadie le gustaba pasar demasiado tiempo bajo su sombra- Gracias por haberse encargado de todo. Si es tan amable de guiarme...

Sharp tomó un camino distinto al que la psicóloga esperaba. Dando la espalda al ala de tratamientos, el alcaide condujo a Elissa hasta una zona del Asilo que no conocía. Una sala de vigilancia, comprendió, al ver los monitores que la rodeaban.

Asintió a las palabras del hombre sin apenas prestarle atención; su mirada recorría las pantallas, atraída por las imágenes que mostraban. Un hombre que dibujaba en la pared de su celda. Una mujer que leía un libro. Otra que caminaba sin cesar de arriba abajo, como si midiera el contorno de su celda con las piernas.

Entonces, Sharp seleccionó otra película para ella.

Lo cierto era que preferiría no haberla visto. No fue agradable. Reconoció los rasgos de su próximo paciente en el hombre que caía, y contempló el extraño flirteo del otro recluso con la locura. La conexión no se hizo evidente en forma de chispas, explosiones o haces de luz... pero estaba allí, fluyendo entre ambos. Cédric Valjean había hecho algo a aquel preso, aunque no supiera exactamente el qué. ¿Sería alguna forma de telepatía? Cuando fuera a verlo... ¿podría utilizarla contra ella? Por mucho que le hubieran garantizado su seguridad, deseó tener el colgante de Lori consigo. Ojalá no hubiera tenido que devolvérselo a la sirena.

La voz de Sharp interrumpió su tren de pensamiento.

- Este es el motivo por el cual me interesa tanto su curación, doctora. El 24601 parece ser capaz de sanar a los otros enfermos... Si tan sólo pudiéramos convencerle... Podríamos conseguir un mundo en el que todos estuvieran cuerdos. El Espantapájaros, Nygma, Harvey Dent... O incluso Joker. ¿No sería maravilloso?

- Sí, lo sería... - dijo, con cautela. - Pero permítame que tenga mis reservas... La locura no es tan fácil de curar. - Tenía la sensación de que aquella "solución", fuera cual fuera, no podía ser demasiado estable. Pero no tenía ganas de discutir con Sharp. Comprendía su punto de vista y, al fin y al cabo, había venido allí a averiguar más acerca de Valjean.

Pero no pudo evitar que una vieja historia acudiera a su mente, y la contó en voz alta, sin dirigirse a nadie en particular.

- Una vez conocí a un paciente. Oía una voz desde hacía veinte años. Nunca le habían dicho que tenía una enfermedad. - Elissa sonó más nostálgica de lo que pretendía - Se lo hicieron saber y se trató. Y, cuando la voz se fue, se quedó solo. No tenía nada más.

No contó el final. Recordarlo le encogía el corazón.

- Hablaré con el señor Cédric Valjean. Si él quiere, claro. - le dijo a Sharp - Pero, antes de hacerlo, me gustaría que me contara lo que saben de su... habilidad. Y me gustaría poder prepararme, por si fuera hostil. Supongo que han tomado medidas de seguridad.

Arkham no era como Belle Rêve. No ponían a sus prisioneros (a sus pacientes) aquellos collares de seguridad que anulaban cualquier tipo de habilidad metahumana o sobrenatural. Se hubiera quedado más tranquila si el 24601 lo hubiera llevado; confiaba en la eficacia de esas cosas, la había probado en sus carnes.

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MensajeTema: Re: Para Elisa. (Elissa Stravridis.) 3/4/2019.    Para Elisa. (Elissa Stravridis.) 3/4/2019.  Icon_minitime11th Junio 2017, 19:41

No lo entendía. ¿Cómo podía no entenderlo? Era una psicóloga, debería saber mejor que nadie lo importante que era traer de vuelta al mundo de los cuerdos a los pacientes. Ese era su trabajo, su misión. Su billete de ida hacia la alcaldía de Gotham, en su caso. ¿Cómo podía siquiera pensar en perder esa oportunidad? Elissa pudo notar un breve rictus de desagrado en el rostro hasta entonces risueño de su acompañante. Sin embargo, esa pequeña brecha en la máscara que ocultaba el egoísmo del director desapareció tan pronto como Elissa dijo lo que él quería oír desde el día anterior. Más o menos. - Hablaré con el señor Cédric Valjean. Si él quiere, claro. Pero, antes de hacerlo, me gustaría que me contara lo que saben de su... habilidad. Y me gustaría poder prepararme, por si fuera hostil. Supongo que han tomado medidas de seguridad.

-La duda ofende, señorita. Quizás en un principio hayamos sido menos cautos de lo que deberíamos, al no saber con quién estábamos tratando.-Quizás estaban demasiado acostumbrados a recibir siempre a los mismos “invitados”, esos que salían cada cierto tiempo en todos los telediarios, y daban con sus huesos en Arkham poco después. -Pero le aseguro que no vamos a volver a cometer el mismo error. Al fin y al cabo, hemos encontrado cierto… Informante, que nos ha dado algunos consejos sobre cómo manejarlo.-Aquello último no había sonado nada bien, pero Sharp no pareció darse cuenta. Estaba demasiado enfrascado en su tarea de ser un buen alcaide. -De momento, no parece tener intenciones violentas… Aunque el trato con él rara vez resulta agradable. Y su poder, haga lo que haga, afecta únicamente a las personas que puede ver. Tratamos de limitar su visión tan pronto como lo supimos, pero… El incidente de la celadora que le he mencionado anteriormente ha demostrado que una simple venda para los ojos no sirve.-Hizo un leve gesto a uno de los vigilantes para que volviera a su trabajo habitual, y se encaminó hacia la puerta, decidido a conducir a la doctora Stavridis a las Instalaciones Médicas. Desde su punto de vista, ya había tenido tiempo de sobra para prepararse.-Por ello, y a menos que le resulte demasiado molesto, hemos decidido que las primeras sesiones podrían realizarse en un entorno algo diferente al habitual. Al menos, hasta que estemos seguros de que no corre peligro alguno.-O hasta que lo curara, lo que pasara antes. -Si hace el favor de acompañarme...

Sin más preámbulos, el director del Asylum condujo a su invitada hasta una habitación concreta en el ala de tratamientos. Aquello no se parecía en absoluto a ninguna consulta en la que Elissa hubiera estado. No era una habitación muy grande, aunque había espacio de sobras para ellos dos. La estancia estaba sumida en la penumbra, y tan sólo contaba con unas cuantas sillas y una mesa, sobre la que descansaba un pequeño micrófono apagado. El único punto de luz era una amplia ventana que comunicaba con una sala contigua, bañada en la fría luz de una decena de fluorescentes. Al principio, casi dolía mirar al otro lado de la ventana. El techo, el suelo, las paredes y la puerta que había al fondo eran totalmente blancas, ganando un aspecto casi irreal bajo el brillo de las lámparas. Y, en medio de todo, una silla metálica, vacía. En cierto modo, recordaba a la sala de interrogatorios de una comisaría: Era obvio que esa ventana no era otra cosa que un cristal polarizado, que impediría que su paciente los viera.

Cédric estaba aburrido. Hacía cerca de diez minutos, había empezado a haber movimiento frente a su celda. Enfermeras que iban y venían, vigilantes que le miraban de reojo, cuchicheos varios… Siempre le había parecido divertido que la gente susurrara cosas sobre él: Hablaban más libremente que cuando creían que podía oírlos, aunque él se enteraba igualmente. Por eso, cuando finalmente vinieron a recogerlo, se lo encontraron frente a la puerta, con los brazos extendidos y una expresión de “daos prisa, que no tengo todo el día” pintada en la cara. La verdad, llevaba bastante mal lo de estar todo el día allí, sin hacer nada. Hasta ahora, se había dedicado a jugar con las mentes de los presos más cercanos para matar el tiempo, pero ya no tenían nada que pudiera interesarle. Le vendría bien salir de allí un rato, aunque fuera esposado y flanqueado por un grupo de tipos armados hasta los dientes.

Finalmente, llegaron a una zona en la que él apenas había estado. Juraría que por ahí estaba la enfermería, aunque no estaba seguro del todo… Aquel sitio era muy grande, y todos los pasillos le parecían iguales. Se detuvieron frente a una puerta de color blanco, que se abrió con un chirrido. La luz le cegó por un momento, haciéndole parpadear. Esa debía ser su parada, se dijo. -Hasta luego, chicos. Ya podéis quitar el dedo del gatillo.-Sonrió al oír cómo rezongaban, expresando todo el aprecio que sentían por él sin llegar a articular ni una frase como tal; y entró.

El chico que acababa de aparecer en la habitación era, sin duda, el de la fotografía de los informes. Iba vestido con el uniforme de Arkham, y unas esposas alrededor de las muñecas eran todo lo que restringía sus movimientos. No parecía especialmente preocupado o asustado, sino más bien… Curioso. Miraba a su alrededor con atención, como si esperara que pasara algo. Tras unos segundos, pareció rendirse, y rodeó la silla para acercarse al espejo que había en la pared enfrentada a la puerta. Y, con toda la tranquilidad del mundo, se puso a peinarse con los dedos: No había muchos sitios en los que pudiera mirarse últimamente. Sus ojos rojos miraban en la dirección de Lissa, pero sin verla realmente. En su lugar, Cédric tan sólo podía encontrar su propio reflejo, devolviéndole la sonrisa...

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MensajeTema: Re: Para Elisa. (Elissa Stravridis.) 3/4/2019.    Para Elisa. (Elissa Stravridis.) 3/4/2019.  Icon_minitime24th Junio 2017, 15:38

Elissa escuchó en silencio las palabras del alcaide, dejando que se asentaran en su memoria. Un informante, un poder que afectaba a quien pudiera ver, una venda para los ojos, un entorno algo diferente. Lo acompañó, por supuesto, pero su ansiedad empeoraba por momentos, recubierta de una familiar sensación de anticipación. Quería conocer a Cédric Valjean, pero no quería que él la conociera. Y, por ello, la idea de Sharp le pareció increíblemente buena.

No podía negar que aquella situación tocaba una tecla en su propio subconsciente. A la griega no le gustaba exponerse; no porque fuera peligroso, sino porque no quería que la conocieran. Ella misma había albergado el deseo de convertirse en un espejo, una sencilla superficie reflectante que devolviera a sus pacientes su propia imagen. No era que no deseara ayudarlos. En el fondo, lo que le daba pánico, y más aún desde lo sucedido con Dragoslav, era implicarse demasiado, acercarse demasiado, dejar de ser la doctora y convertirse en Elissa. Era irónico, porque solía permitir a los pacientes (incluso pedirles) que la llamaran por su nombre. Y todavía era más irónico que la persona a la que más le había costado abandonar la formalidad había terminado... habían terminado...

Cerró los ojos y, cuando los volvió a abrir, la emoción ya no estaba allí. Se adentró en la habitación en penumbra con paso aparentemente seguro, y aguardó tras el cristal polarizado. La luz al otro lado la obligó a entornar ligeramente los ojos. Esperó.

Al cabo de unos minutos, la puerta se abrió con un desagradable chirrido.

-Hasta luego, chicos. Ya podéis quitar el dedo del gatillo.- dijo una voz, en tono socarrón, y Cédric Valjean entró en la estancia.

Elissa permaneció en silencio, observando. El joven prisionero... no, el joven interno paseó por la habitación, examinándola con cierta curiosidad. La psicóloga se fijó en su forma de andar, en la aparente seguridad de su lenguaje no verbal, en el mal disimulado narcisismo que traslucía el gesto de peinarse en el espejo. Archivó aquellas impresiones en su mente, por si las necesitaba después. Los ojos de Cédric parecieron encontrarla y, aunque la lógica le decía que no podía verla, Elissa sintió un peso desagradable en el estómago.

Pidió a Sharp que la dejaran sola. Y, entonces, eligió una silla y se sentó.

El micrófono emitió un breve pitido cuando pulsó el botón.

-Buenos días, señor Valjean -dijo, con suavidad. Había escogido un nombre, uno de los muchos que le habían ofrecido. No sabía si era el verdadero, pero desde luego era el más antiguo del que disponían, y le parecía mucho mejor que referirse a alguien con una cifra. -¿Le parece bien que le llame así? - prosiguió - Me llamo Elissa. Soy psicóloga. -continuó, en tono amable- ¿Podemos hablar?

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MensajeTema: Re: Para Elisa. (Elissa Stravridis.) 3/4/2019.    Para Elisa. (Elissa Stravridis.) 3/4/2019.  Icon_minitime7th Julio 2017, 16:18

El alcaide asintió a la petición de Elissa. Sí, sería mejor dejar a la doctora y a su paciente solos. Rodeados de cámaras, vigilados por casi media docena de personas, pero solos. Con tantos guardias en la puerta del paciente como en la de la doctora, pero solos. Quincy no dirigía tanto un hospital como una cárcel, y como todos los carceleros, no quería que nadie se escapara.

El pitido llamó la atención de Cédric, quien no esperaba que quisieran darle conversación tan pronto. Bueno, conversación… No había tenido de eso desde que Cloe se dignó a hacerle una pequeña visita, para luego desaparecer sin dejar rastro. -Buenos días, señor Valjean. ¿Le parece bien que le llame así?-Empezaba bien la charla. El francés entornó un poco los ojos, casi como si quisiera perforar con la mirada el cristal para descubrir quién o quiénes estaban al otro lado. Al menos, una mujer joven. Y, conociendo a Sharp, la habría dejado sola, para así observarla con más comodidad desde una de sus pantallas. Ojalá fuera guapa, al menos. Me llamo Elissa. Soy psicóloga. ¿Podemos hablar?

-No… Y sí, supongo. Es para lo que has venido… O para lo que te han traído, si eres de fuera. ¿No?-Cédric esbozó una sonrisa agradable, y se acercó a la solitaria silla que habían dejado en el centro de la sala. No dejó de hablar mientras pasaba la yema del índice por el borde del respaldo, como si estuviera valorando si merecía la pena sentarse o no. -El señor Valjean era mi padre. Un hombre simpático. -Finalmente, se sentó. De alguna manera, parecía tan cómodo como si estuviera en el salón de su casa. Había mencionado adrede a su padre: Nunca había ido a un psicólogo, pero siempre había oído que esa clase de cosas les interesaban. -Además, eso de “señor” me hace sentir demasiado viejo. No es algo que me guste precisamente, así que… Puedes llamarme Cédric.

Se echó hacia atrás, y dirigió una mirada divertida a una de las cámaras que aguardaban en un rincón de la habitación. El alcaide Sharp frunció el ceño al otro lado. -Pero dejemos de pensar en cómo me llamo… ¿De qué quieres hablar? ¿Has venido tú también a convencerme de que ayude a los demás, o vas a ser un poco más original? Porque si es lo primero, no he cambiado de opinión, y supongo que tendrás mejores cosas que hacer que volver a repetir la maravillosa idea de Quincy.

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MensajeTema: Re: Para Elisa. (Elissa Stravridis.) 3/4/2019.    Para Elisa. (Elissa Stravridis.) 3/4/2019.  Icon_minitime1st Septiembre 2017, 18:28

-No… Y sí, supongo. Es para lo que has venido… O para lo que te han traído, si eres de fuera. ¿No?

Elissa lo observó en silencio. El joven parecía tranquilo, y había un cierto desafío en su forma de hablar, envuelto con la suficiente dosis de encanto y elegancia como para convertirlo en socarronería. Se tomó las cosas con calma, ahora que se sabía directamente observado. Sabía seducir a su público.

-El señor Valjean era mi padre. Un hombre simpático. - dijo, y los detalles del informe policial en el que se describía su cuerpo sin vida saltaron inevitablemente a la mente de Elissa -Además, eso de “señor” me hace sentir demasiado viejo. No es algo que me guste precisamente, así que… Puedes llamarme Cédric.

A Elissa le gustaba dirigirse a sus pacientes mediante el nombre propio, y por eso siempre se presentaba con el suyo. No lo hacía únicamente para evitarles la dificultad de retener (y pronunciar) su complicado apellido. Le gustaba que el vínculo terapéutico fuera directo, cómodo; que la comunicación pudiera ser sincera y relajada. Sin embargo, la proximidad en aquel caso concreto la incomodaba ligeramente, y no sabía decir por qué. No era exactamente porque tuviera delante a un criminal. Eso ya había sucedido, incluso sin espejo de por medio. Era aquel criminal concreto el que la inquietaba, por alguna razón.

Cédric continuó hablando, ya sentado en la silla, frente a ella.

-Pero dejemos de pensar en cómo me llamo… ¿De qué quieres hablar? ¿Has venido tú también a convencerme de que ayude a los demás, o vas a ser un poco más original? Porque si es lo primero, no he cambiado de opinión, y supongo que tendrás mejores cosas que hacer que volver a repetir la maravillosa idea de Quincy.

- ¿Convencerte? No. - respondió Elissa, despacio. Supuso que a Sharp no le gustaría oír eso, pero era él quien había decidido quedarse a escuchar. Porque estaba segura de que todas sus interacciones con Cédric Valjean serían adecuadamente registradas y supervisadas; así funcionaba el Arkham que ella conoció. - Mi profesión no trata de eso. Además... apenas nos conocemos, pero no me pareces el tipo de persona a la que se pueda "convencer" de nada. - añadió - Verás, Cédric, éste es un escenario poco convencional. Normalmente, la gente viene a mi consulta por su propio pie y soy yo quien pregunta en qué los puedo ayudar. - continuó. Hablaba con suavidad y naturalidad; estaba entrando en su cómodo traje profesional. - En cambio, estamos en una cárcel y tú probablemente no quieres un psicólogo ni crees necesitarlo. Pero soy tu terapeuta, o puedo serlo, si quieres, así que... Mi pregunta sigue siendo la misma, ¿crees que hay algo en lo que te pueda ayudar?

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MensajeTema: Re: Para Elisa. (Elissa Stravridis.) 3/4/2019.    Para Elisa. (Elissa Stravridis.) 3/4/2019.  Icon_minitime4th Septiembre 2017, 12:58

Había algo en la voz de Elissa... Algo que hizo a Cédric sonreír. Sinceridad. Era una sensación refrescante para alguien que, desde niño, se había visto obligado a ver cómo las personas a su alrededor decían una cosa y pensaban otra. Era una habilidad que le había salvado la vida más de una vez, sí... Pero ahora no necesitaba usarla para saber que la doctora decía la verdad. Dudaba mucho que Sharp aprobara cualquier cosa que no fuera lo que él había dicho, pero lo creía lo suficientemente desesperado como para recurrir a alguna ayuda externa... Y, además, permitir que esa persona externa se tomara ciertas libertades. Entre ellas, tratarlo como el paciente que se suponía que era. Eso era lo que le gustaba a Elissa, lo que estaba preparada para afrontar. Quería llevarle de la mano a su terreno, para hablar con él en sus propios términos, sin arriesgarse a salirse del papel que le habían asignado.-¿Crees que hay algo en lo que te pueda ayudar?-Cédric clavó sus ojos rojos en el espejo que le devolvía la mirada, tratando de imaginar quién habría detrás. Cómo sería Elissa. Probablemente, si ella hubiera escogido otras palabras, le habría respondido que podía empezar por ayudarlo a salir de Arkham.

En lugar de eso, la psicóloga se encontró con el silencio por única respuesta.

El mutante parecía estar… ¿Considerándolo? Se inclinó ligeramente hacia delante, apoyando los codos sobre sus rodillas y su barbilla sobre las manos. Decidiendo, durante lo que pareció ser una eternidad.

Cédric dejó que su presencia se expandiera, llenando toda la sala. Como una piedra lanzada a un estanque, las ondas se expandieron, buscando otras mentes a las que leer, a las que poseer. Aunque el cristal le impedía manipularla, aún podía mirar el escaparate desde fuera para decidir si quería a Elissa a su lado. No quería perder el tiempo con una mujer aburrida.

Sus últimos recuerdos eran bastante predecibles, así que el francés los ignoró. Arkham, Sharp, los pasillos… Ya conocía esa historia de sobras. No pudo evitar sonreír cuando vio la imagen de sí mismo que se estaba formando en la mente de Elissa. Pero tampoco era eso lo que buscaba. Sus poderes no lo llevarían mucho más lejos, pero Cédric siguió leyendo. El camino desde su casa hasta allí; las conversaciones por teléfono con el alcaide del Asilo; su hermana, que le resultaba extrañamente familiar… Sus memorias se difuminaban en la bruma del olvido, y en ellas no había nada interesante que pudiera ser visto desde allí. Definitivamente, Elissa Stravridis era una persona normal y carente de interés, o al menos eso decían sus pensamientos más superficiales.

O eso creía Cédric hasta que lo encontró, en la última página que sus poderes alcanzaban a revelar. Un hombre sentado al piano, tan pálido como un muerto, tan hermoso como un ángel. El brillo de la pantalla no lograba disipar las sombras que se adivinaban tras sus rasgos, más oscuras aún que las que lo rodeaban. Tan sólo sus manos gozaban de la luz de los focos. Ágiles, virtuosas, arrancaban notas al teclado para ofrecerlas a un público que no se atrevía a hacer el más mínimo ruido. Pero el recuerdo era tan vívido, tan importante para Elissa, que Cédric reconoció al pianista al instante. Dragoslav… Lo había visto antes, en los recuerdos de Kasumi. Ella lo amaba con todo su corazón… Pero eso no la había ayudado a resistirse a él, a la hora de la verdad. Gabriel también lo había conocido, y aunque su relación se había limitado a un pequeño intercambio de palabras, había intuido el tesoro que yacía dentro de él. Listo para ser descubierto, desenterrado… Y usado a placer.

Ese recuerdo, esa persona, hizo que el pulso de Cédric temblara. Hacía mucho que nadie descubría sus intromisiones en mentes ajenas si él no lo quería así. Pero, en aquella ocasión, Elissa se descubrió a sí misma recordando a Drago con una intensidad abrumadora. Como si hubiera vuelto a su casa, y una vez más, tuviera delante la televisión con el concierto en ella. Casi podía oír la melodía, que evocaba un tiempo en el que ella, Elissa Stravridis, parecía haber encontrado la felicidad.

Tan pronto como el telépata se dio cuenta de lo que ocurría, volvió en sí. Cerró el libro, lo metió de nuevo en su estantería, y salió por la ventana por la que había entrado en primer lugar, deseando que Elissa no relacionara ese inoportuno recuerdo con su paciente. -Está bien.-El 24601 parpadeó, y sus labios volvieron a la vida, curvándose en una sonrisa cargada de confianza. -Supongo que no es a lo que te referías, pero… La verdad es que me siento bastante solo aquí. Podrías hacerme compañía, si quieres.-A pesar de que fuera y sonara como una sugerencia, había algo en su voz que convertía la negativa en una respuesta improbable. No porque rechazar su propuesta conllevara consecuencias desagradables: No había ni rastro de amenaza en su expresión. Más bien… Porque aceptarlo parecía extrañamente apetecible. Nadie en Arkham había logrado acercarse a él sin sufrir de un modo o de otro. Los guardias notaban cómo sus armas ardían en sus manos; los médicos caían al suelo, alcanzados por un rayo invisible. Pero con ella no iba a ser así, o eso parecía insinuar el rubio. -Además, tengo preguntas que nadie ha sabido responder hasta ahora. Espero que tú puedas ayudarme con eso, si insistes en hacer tu trabajo.-En la sala de vigilancia, Quincy Sharp frunció el ceño. Elissa lo había conseguido, más o menos. Pero, aún así, había algo que no terminaba de gustarle. Sus sospechas se confirmaron poco después,  cuando Cédric se apartó un mechón de la cara con despreocupación y continuó hablando. -Eso sí… Va a tener que ser con una condición. Quiero estar contigo, Elissa, no con ese cristal tras el que te han puesto. Si vamos a hablar, tendrá que ser cara a cara… Solo tú y yo.

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MensajeTema: Re: Para Elisa. (Elissa Stravridis.) 3/4/2019.    Para Elisa. (Elissa Stravridis.) 3/4/2019.  Icon_minitime5th Abril 2020, 19:10

Cédric permaneció en silencio. Un silencio que, de algún modo, llenaba la habitación, si es que aquello era posible. Elissa aguardaba una respuesta, con los dedos enlazados; pero no llegó, al menos no de inmediato.

En la mente de la psicóloga, el eco de una melodía respondió al silencio. Un piano. Primero sonó lejos, muy lejos; y luego trepó, reverberando en las paredes del pozo de sus recuerdos. Y, por un instante, Elissa olvidó por completo al hombre que había tras el espejo; olvidó Arkham y lo que había venido a hacer. Y sólo quedó Drago.

El músico sentado tras el piano. El paciente sentado al otro lado de la mesa. Su primera sonrisa, resguardada, insegura. La voz al otro lado del teléfono.

Sintió una punzada en el estómago. Ella no había querido… no había pretendido… ¿Por qué allí, por qué ahora? ¿Alguna vez sería libre de lo que sentía por alguien a quien no podía tener?

No fue ella quien decidió dejar de pensar en él... pero, de algún modo, lo hizo. Recobró el control sobre sus recuerdos, sobre su mente díscola y anclada en el pasado. ¿Qué había sido aquello? ¿A qué había venido?

-Está bien.-estaba diciendo Cédric, y Elissa tuvo la sensación de que, como ella, regresaba de algún lugar lejano -Supongo que no es a lo que te referías, pero… La verdad es que me siento bastante solo aquí. Podrías hacerme compañía, si quieres.

No era la respuesta que la psicóloga esperaba. No en un hombre que había cometido las atrocidades que Sharp le había mostrado.

Parecía querer decirle que ella era diferente. Distinta a los médicos, a los otros psicólogos. Cédric podía darle un trato especial. Dejarla acercarse. Tal vez hacerla su aliada en un juego que Elissa todavía no lograba ver.

Las bestias no necesitaban acompañantes. Sólo comida. Y tal vez diversión.  

Pero la fisura, la grieta que Cédric abría podía funcionar en ambas direcciones. Ambos lo sabían. Cédric parecía dispuesto a correr el riesgo.

Y ella, en el fondo…

-Además, tengo preguntas que nadie ha sabido responder hasta ahora. Espero que tú puedas ayudarme con eso, si insistes en hacer tu trabajo.

- Para eso he venido - señaló. Para hacer su trabajo. Tal vez para ayudarlo. Tal vez conociera la respuesta a algunas preguntas… ¿Qué clase de cosas querría saber?

-Eso sí… Va a tener que ser con una condición. Quiero estar contigo, Elissa, no con ese cristal tras el que te han puesto. Si vamos a hablar, tendrá que ser cara a cara… Solo tú y yo.

Ahí estaba. La negociación. La ratonera. La situación sobre la que había sido advertida por Sharp.

Cédric quería llevar la interacción a su terreno. Tenerla a su merced. No sabía si era una batalla en la que pudiera luchar; tanto menos ganar. No sabía nada… nada de él. ¿Debía exponerse? ¿Seguirle el juego?

Elissa recordó la grieta y contempló su propio reflejo sobre el cristal espejo. Estaba decididamente pálida. Tras el cristal, Cédric sonreía despreocupado, y ella sintió un nudo en el estómago.

Muy bien. Negociaría.

- Vamos a necesitar conocernos un poco mejor para eso. Después de todo, es nuestra primera sesión. - dijo. Si había interés en Cédric, tal vez cedería un poco de espacio. Eso le daba tiempo para pensar, para preparar una estrategia mejor. - Pero más adelante, no veo por qué no - ofreció.

Y aquello fue el principio del fin.



Continúa en Pacta sunt servanda.

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