[10/09/2019] ¡Demos la bienvenida a la chica nueva! [Caitlin, a consultar...]

El rector ascendió los escalones hasta la plataforma de madera del teatro, casi en la oscuridad: con los pasos seguros de quien había hecho lo mismo cuarenta veces (treinta y nueve, se permitió corregirse para sí mismo: llevaba treinta y nueve años pronunciando este discurso). Acomodó los folios con las líneas que había escrito a máquina y calibró el micrófono, dándole unos golpecitos con la yema del dedo índice y produciendo dos ecos sonoros en toda la sala. Detrás de él, todo el profesorado esperaba en el borde de la plataforma de teatro, justo delante del telón de color bermellón. Delante de él, los rostros de una centena de alumnos venidos de todas partes del país, recién llegados a su primer año de universidad. Y detrás de ellos, Los casi cuatrocientos alumnos de diversos grados. Carraspeó y empezó a hablar. Su voz llenó el teatro a oscuras, apenas iluminado por el foco que le alumbraba directamente a él, alguna luz de emergía y el fulgor blanquecino que se filtraba por los ventanales.

“Hoy es un día de alegría. . .” - “¿Oye, cree que el rector será Batman?” - “. . .para nuestra. . .” - “no, tiene algo de tripa.” - “. . .universidad. . .” - “pues sí, está un poco gordo.” - “. . .Miskatonic. Una nueva. . .” - “¿Este sitio da algo de cague, no?” - “. . .generación de. . .” - “¡Ahí, en las vigas, el murciélago!” - “. . .alumnos. . .” - “¡No, no! Solo es un murciélago normal, no es Batman.” - “. . .se incorpora. . .” - “pues eso, el murciélago ¿Qué iba a hacer Batman aquí?” - “. . .para comenzar sus estudios superiores.” - “Pues mi primo vino aquí un día y dijo que vio al Acertijo tomándose una cerveza en un Pub irlandés.” - “Día de alegría. . .” - “Pues tu primo es un mentiroso.” - “. . .y también día de. . .” - “¿Oye, y si nos cae alguna cosa rara en el laboratorio y conseguimos superpoderes?” - “. . .incertidumbre, anhelos y. . .” - “¿Y si el conserje es Batman?” - “. . .expectativas que, seguramente, serán. . .” - “Pues a mí me gustaría que me rescatase Robín: la pediría salir al cine.” - “. . .los sentimientos que habrá en sus. . .” “ - “¿Oye, en una pelea con nunchakus quien gana, Aquaman, Batman o Jackie Chan?” - “corazones en estos moment. . .”

Y. . . pues como todos los años. El puñetero Batman de las narices. El rector se quitó las gafas y se masajeó el puente de la nariz frustrado mientras la ola de murmullos crecía descontroladamente. Pasaba siempre. En cuanto alguien llegaba a Gotham, se pensaba que iba a ver a Batman en cada esquina. Anäelle, la maravillosa mujer que enseñaba francés se acercó a él despacio por su espalda, dándole golpecitos de ánimo en el hombro. . . desde hacía ocho años no había sido capaz de acabar un solo discurso a cuenta del dichoso Batman.


Tronó. La parte buena es que en esos años, había aprendido dos cosas: la primera, que una buena bronca a tiempo era siempre útil. La segunda, la localización de la ruedita que amplificaba o disminuía el volumen del micrófono. Todo el mundo en la sala se calló a la voz de ya y se quedaron firmes en su asiento, mirándole a los ojos, igual que una escuadra de marines. Incluso Claire Connors, que había estado siguiendo el discurso desde el principio (en realidad, para ella el discurso era bastante más novedoso que Batman, a quien ya tenía muy visto) se clavó en el asiento ante el repentino vozarrón.

(¡Estupendo oye! ¡Primer día en la universidad y ya me están echando la bronca!) Pensó con hastío: ni siquiera tenía claro que estaba haciendo en ese lugar. Se suponía que tener una educación era bueno, y se suponía que tenía que aprender a vivir con los problemas de una chica de su edad para formarse como ser humano o alguna cosa semejante, o eso había estado con Lois. El problema era que ella no tenía una educación; en términos humanos, tenía mas de cien educaciones distintas. Y puesta a señalar lo evidente, tampoco era humana. Y no olvidemos que en una semana seguramente tendría mas faltas de asistencia que cualquier otro alumno de la clase a lo largo del año ¿Qué sentido tenía estar aquí, de veras? Mientras tanto, el rector seguía hablando con un tono que hacía sonar su discurso de bienvenida mas como una extorsión que como un recibimiento.

“. . .y por último, os pido que nos veáis como una gran familia.”
(Tío, mejor no, no te imaginas como suelen acabar mis familias)

“. . .todo el cuerpo del Campus quiere ayudaros a mejorar, a convertiros en mejores. . .”

(seres humanos)
“. . .seres humanos.”

(Que nos den a las Alienígenas, claro que sí. Si total, solo vamos por ahí salvando vuestro planeta)

“Ahora, un alumno de un curso superior al vuestro os atenderá personalmente. Durante las siguientes dos semanas ese alumno será vuestro guía y vuestro punto de contacto con cualquier problema que podáis tener con la gestión de la universidad: espero sinceramente que pasadas esas dos semanas hayáis hecho un nuevo amigo o amiga, igual que espero que os sintáis parte de nosotros. Señores y señoritas, bienvenidos a la universidad Miskatonic.” Y con sus últimas palabras, llegaron los aplausos, al principio poco entusiasmados y luego, un poco mas, aunque no demasiado.

Las luces se encendieron, iluminando el impresionante teatro/sala de reuniones, una nave mas parecida a una iglesia que a una zona de una universidad, con baldosas de color gris oscuro y columnas que se levantan cuatro metros del suelo hasta sostener un segundo nivel, desde donde mas estudiantes podían mirar. Ventanales gigantescos, lámparas de araña. . Tenía incluso palcos ¡palcos! En Metropolis todo era mas moderno, harmonioso, blanco, pero en cambio en Gotham. . . los edificios como esta universidad parecían la norma: enormes, impresionantes, oscuros e intimidantes, cubiertos de gárgolas, minaretes y rosetones. Kara Zor-El sabía que los vampiros no existían (¿Por qué no existían, no?) pero, de existir, seguramente vivirían en Gotham.

Todavía faltaban quince minutos para que terminaran las clases, pero Caitlin ya no podía separar la vista del reloj de su muñeca. Su atención se desviaba más allá del aula, a los concurridos pasillos de la universidad de Gotham, hasta llegar a la entrada del campus.

¿Porqué Gotham? Con un currículo como el de Caitlin, podría haber accedido a cualquier universidad, incluso alguna más cercana a San Francisco, el que había sido su hogar durante los años previos a la colisión. Podría haber escogido Harvard, en Nueva York. Podría haber estudiado en la MIT, en Maryland, o incluso podría haber ido a Chicago. Universidades que le ofrecieran un hogar, sitios abiertos y conocidos donde, alguna vez, había hecho estancia. Pero rechazó todas esas opciones para tomar una inesperada, la que menos encajaba con ella. Había elegido Gotham. Tal vez porque era un ambiente totalmente para ella, y necesitaba precisamente eso para olvidarse de sus problemas. Porque sus meses de búsqueda le habían cerrado las puertas a creer que iba a encontrar a los Gen 13.

En Gotham… Ella no era nadie. Esa, más que cualquier otra razón, era la que había empujado a Caitlin a estudiar allí. Pero de eso, hacía ya un año. Hoy empezaba la segunda carrera, y mientras la mayoría de la universidad y el pleno de alumnado de primer curso asistían a la ceremonia de apertura, ella había preferido aprovechar el tiempo con una clase optativa de Ingeniería informática, y contaba los minutos que quedaban hasta…

Suspiró y en silencio comenzó a recoger todas sus cosas para colocarlas debidamente dentro de la mochila, dejando únicamente un papel fuera e intentando que ni siquiera la silla rozara el suelo de baldosas, abandonó el aula del modo más silencioso posible. Una vez en los pasillos, caminó a paso ligero en dirección a la sala de actos, a menudo robando miradas fugaces a cualquier cristal o reflejo en una taquilla, comprobando una y otra vez su aspecto. Era curioso, que tras todos los años que había dejado atrás desde su transformación, siguiera sintiendo ese cosquilleo en la boca del estomago al cruzar los pasillos de un instituto, o en este caso, de una facultad, y aunque una parte de su mente agradecía el cambio, otra se lamentaba de todo lo que había sucedido con él.

- No es el momento. - Se dijo a sí misma, apretando aún más el paso de sus zapatillas sobre las enceradas baldosas. Algunas cabezas se giraban a contemplar a la muchacha mientras ella correteaba nerviosa. - Estas cosas son así. Puedes soportar que te atropelle un tren sin despeinarte, pero pensar que te miran compañeros de clase te pone la piel de gallina.

Torció a la derecha, empujando unas puertas de doble hoja a un estrecho pasillo, en el cual el eco de una voz proyectada en altavoz retumbaba como un eco sombrío al otro lado de unas puertas idénticas a las que acababa de cruzar. Y sin perder un instante, cruzó también por estas últimas. La voz del rector la recibió retumbando con fuerza en su pecho “...os sintáis parte de nosotros. Señores y señoritas, bienvenidos a la universidad Miskatonic.”
Cat miró el papel en sus manos, donde había apuntado un código de registro, horarios y asignaturas de la alumna que le había sido asignada. El sonido de los aplausos le hizo alzar la mirada. Ya habían terminado, cinco minutos antes de lo previsto.

- He hecho bien saliendo antes… - murmuró entre dientes, abandonando los palcos superiores y lanzándose a una carrera sin correr por los pasillos para dirigirse a la entrada de la sala, por donde los alumnos de primer año supuestamente iban a abandonar el aclamado discurso del rector para unirse finalmente a la vida en la universidad Miskatonic.

Tuvo un último minuto para comprobar su propio aspecto. No se había arreglado de más, sólo llevaba unos tejanos - que ni siquiera eran ajustados - y una blusa verde de manga corta, y la melena pelirroja recogida en una alta coleta de caballo, pero esperaba que aun así la primera impresión no fuera mala. Dada su altura, no le resultó colocarse en algún lugar donde fueran a verla rápidamente, y alzó un brazo para dejar ver el papel que había estado leyendo instantes atrás. En la otra cara, con caligrafía pulida y letras mayúsculas, se rezaba “Claire Connors”.

A treinta metros de distancia un chico cogía su teléfono para recibir una llamada de su padre mientras que a diecisiete kilómetros y trescientos cincuenta y nueve metros, Supergirl podía escuchar a su padre pronunciar las mismas palabras que también escucha salir de su teléfono móvil junto a los golpecitos de una cucharilla de metal al remover una taza de porcelana. El resonar de cada pisada en el teatro se entremezclaba con el tintineo de mas de seiscientas llaves e innumerables monedas en toda la universidad junto al rasgar de cientos de bolígrafos contra el papel. . . lo verdaderamente –Super– no era escucharlo todo, era ser capaz de (¡Vale vale, para ya! Hoy eres Claire Connors, no Supergirl. . . ¿por que no te tomas un respiro? Solo hoy has detenido seis atracos, un secuestro, doce robos y has apagado un incendio . . . puedes permitirte ser Claire por un par de horas ¿no?) diferenciarlo. . .

¡Eh, Claire Connors! ¡Esa, esa era ella! Si hubiese podido se habría despegado un metro del suelo y habría flotado directamente al encuentro de la pelirroja con cartel pero. . . esas eran la clase de cosas que llamaban la atención de los humanos y se cargaban las identidades secretas, seguro. En su lugar, Claire se alisó su jersey negro con las dos manos, intentando asegurarse de que no se veían las arrugas que había. . . porque haberlas, habían, gracias a la manera en la que Claire guardaba la ropa: tirándola por todas partes. Arregló el cuello de su camisa blanca y se alisó la falda con las dos manos hasta asegurarse de que estaba presentable; se apretó el nudo de la corbata y empezó a caminar entre toda la gente al encuentro de la pelirroja. . . y hacer eso era mas complicado que romper un misil a puñetazos. “Eh. . . ¡hola! Buenas tardes, Soy Claire.” Y se mordió la lengua antes de añadir –¡y tengo un carnet que lo demuestra por si quieres verlo! ¡así que sí que soy Claire, de verdad! ¡Tus leyes terrícolas me dan la razón!–. Estaba nerviosa. Nerviosisisisisisisisima. Aterrorizada. Esto era peor que luchar contra supervillanos de pesadilla, clones malvadas. Esto era terrible. Estaba a la altura de mirar fijamente a los enloquecidamente prístinos ojos de Lex Luthor o a explicarle a la señora Thowson del cuarto derecha por que a veces había tanto ruido en su apartamento. . .y lo peor de todo es que no acababa de entender que era lo que la asustaba tanto ¿que de pronto esa chica –mayor– la ridiculizase? ¿Que no la viese? Y estaba eso también: Caitlín era –mayor–. Kara era capaz de destrozar un tanque con un golpecito de dos dedos, como si jugase a las canicas, pero su alter-ego, Claire, de pronto se sentía la persona mas vulnerable del universo. Los dos años que Caitlín podía sacarla parecían el abismo mas insalvable del mundo.

Para Claire Connors, Caitlín ya no era siquiera humana. Era una Adolescente venida del planeta Adolescentón, donde un sol mayor le daba sus superpoderes de chica mayor. Podía destrozarla en menos de un segundo con su supervisión de rayos críticos, o podía convertirse en una Diosa salvadora con su supersonrisa de súper-reconfortamiento.

Claire Connors. La muchacha que durante ese curso iba a ser como su pequeña protegida. “Pobre. No sé si tiene suerte o desgracia de que le toque conmigo.”

- Un placer, Claire. Soy Caitlin Fairchild, pero puedes llamarme Cat si quieres. ¡Bienvenida a Miskatonic! - le tendió una mano, moderándose mucho para no apretarla de más. Su cuerpo escultural ya dejaba entrever que era una muchacha con fuerza, pero aun así siempre intentaba apretar un mínimo. Le sonrió, mostrándose cálida y atenta, queriendo darle apoyo. La muchacha parecía nerviosa, Cat bien entendía y el sentimiento y si podía hacer algo por ayudarla, desde luego que iba a intentarlo. - Me alegro de que hayas sobrevivido al sermón inicial. Los chicos suelen estar demasiado distraídos con tanto superhéroe, y el pobre rector pierde los nervios… Es lo mismo cada año, te acostumbrarás.

La pelirroja se llevó ambas manos a la cadera, colocándolas en jarra. La sonrisa seguía presente en su rostro, e intentaba mostrarse relajada, a ver si con suerte podía contagiarle algo de seguridad a Claire.

- ¿Te gustaría que antes de pasar por la universidad paremos a la cafetería a tomar algo? Sería un buen modo de romper el hielo, y si me conoces un poco más, no creo que tengas tanto problema en preguntar y apoyarte en mí si necesitas algo. - comentó con voz amigable, antes de hacer una seña para que la siguiera. - En realidad soy de San Francisco, así que… Conozco poco de Gotham. Así que si eres de por aquí, tal vez tu también podrías ayudarme a mí si tengo algún problema.

Fairchild guió a la muchacha por los pasillos de la Universidad, girando ahora a la izquierda, ahora a la derecha. Ocasionalmente, señalaba las puertas, indicando qué había al otro lado. Un servicio, el aula de profesores, un aula de informática. Finalmente llegaron a la Cafetería, y Caitlin guió a Claire entre mesas para llegar a la barra de autoservicio, donde cogió dos napolitanas de chocolate y un zumo para ella misma. Poco después encontró una buena mesa, apartada del resto del mundo donde poder charlar con relativa tranquilidad.

- Bien… A ver qué puedo contarte de mí misma. - y aquí, empezaba el verdadero dilema de Fairchild. ¿Qué podía explicar de ella misma, que no comprometiera en exceso su identidad? Desde luego nada de la infancia, a no ser que camuflara su transformación como un cambio de metabolismo muy exagerado. Nada de la adolescencia, puesto que implicaría a los Gen13, I.O y Tabula Rasa, y eran temas demasiado delicados como para ser sacados a la luz. Y nada de la etapa adulta, puesto que aún no había vivido en ella. Se decidió, entonces por el presente. - Ya te he dicho que vine de San Francisco. La verdad es que buscaba un cambio de aires. No porque considere que las universidades de allí no valgan la pena sino… Buscaba realmente tener la situación de estar haciendo algo grande con mi vida, ¿sabes? - por supuesto, parte de la verdad quedó oculta. No podía añadir un “y por supuesto, que no me pueda buscar una organización de psicópatas gubernamentales que quieren utilizarme como arma o esclava sexual”. Primero porque Claire podría pensar que esta loca. Segundo… Porque probablemente, en parte, lo estaba. - ¿Y qué hay de tí? ¿Eres de Gotham o has venido de fuera? ¿Y qué carrera quieres cursar?

“Ah, qué bien. Tú también puedes llamarme Cat.” (No, espera, para el carro, eso ha sonado muy raro) “. . .quiero decir Kar. . . Klar. . .klaro, tú te llamas Cat, no yo, que tonta. . . me llamo Claire y tú puedes llamarme pues. . . . Claire, porque es un nombre sin diminutivos.” y para dejar klaro que ella no era ninguna tonta, Kara Zor-El, universitaria y alienígena, se encogió de hombros y soltó una risilla tonta durante tres segundos, una risita que podía querer decir “Ya ves tú que despiste, que gracioso ¿no?” igual que podía querer decir “por favor, remátame ya”. Respondió al apretón de Cat sin llegar siquiera a cerrar la mano: aunque se sentía minúscula al lado de Caitlin, Claire era bastante consciente de que podía aplastarle la mano a un ser humano (y para ser justos a muchos seres inhumanos también) si no tenía cuidado, y no, no tenía ganas ni de aplastarle la mano a Caitlin ni de volar su tapadera el primer día de universidad.

La idea de aplastar manos y de volar su tapadera sirvió para que se tranquilizase un poco: ¡Ella era Supergirl! ¡Kara Zor-El, Supergirl, prima de Kal-El, hija de Arathorn, heredera de Isildur, señora de los Dunedain y heredera del trono de Gondor! ¡Si podía sostener un avión cargado de pasajeros con una mano, interceptar una bala al vuelo con sus dedos o fundir el acero con su mirada podía sobrevivir a la universidad!


Mientras andaba pensando en eso, Caitlin se puso en pose de Supergirl, con las manos en las caderas y todo. Kara, o más bien la personalidad que definía a Kara Zor-El y que ahora estaba aparcada en la parte de atrás de su cerebro mientras la mucho más pequeñita, tímida y absolutamente normal Claire Connors conducía, resistió el impulso de decirla que lo estaba haciendo mal, que los pies tenían que estar más abiertos.

Así que sí, mientras la miraba, comenzó a sentirse un poco mas segura, o al menos, un poco menos intimidada por la universidad, por toda la gente que no conocía, por estar viviendo una mentira que podía descubrirse en cualquier momento y, finalmente, por Caitlín – Cat - Fairchild misma. “Pues la verdad es que sí que necesito sentarme un poco Cat” Admitió suspirando mientras se abrazaba la carpeta contra su pecho. Dedicó unos segundos a pensar sobre todas las cosas que necesitaba (amor, paz en el mundo, a sus padres, ballenas que no temiesen al maligno ser humano. . .) y . . . “Y la verdad es que también necesito un muffín, porque me muero de hambre.” . . .añadió.

Diez minutos después, las dos estaban en la cafetería, un lugar imposiblemente acogedor en una universidad tan siniestra e inquietante (por no decir escalofriante) como era Miskatonic; paredes blancas y luz abundante. Y aunque las dimensiones del lugar traicionaban el aspecto acogedor de la habitación y a veces dejaban recordar que todo en esa universidad tenía ese aspecto de siniestra catedral de una peli de Frankenstein, solo por la ausencia de cortinas enormes, escudos de armas, amenazantes retratos que te miraban como si fuesen a comerte e inmeeeeeeensos pasillos de piedra que parecían construidos a propósito para quedarse a oscuras y proyectar sombras amenazantes, ya conseguía dar la impresión de un lugar totalmente distinto. Eso sí, de los ventanales si no que se libraba ninguna parte de la universidad.


Tras unos segundos escuchándola, Claire Connors había llegado a la conclusión de que la vida de Caitlin era alucinante: era peliroja, guapísima, espectacular y había crecido en San Francisco, así que tenia que ser alucinante a la fuerza. La suya en cambio. . . a ver, era interesante, pero. . . . (pero no en el sentido de “whoao, alucinante, mira como mola la vida de esa tía” si no mas bien en el sentido de “whoao, alucinante, mira como le estan cayendo todos los libros de la estantería encima, uno detrás de otro. Que lerda.”) . . .no de la misma manera, vaya. “Pues yo. . . soy de Metropolis. Donde los turistas hacen tanto el tonto con Superman como lo hacemos aquí con Batman” contuvo la risa mientras le daba un sorbo a su café. “Y antes de Metropolis, de Kansas, de una granja. . .” repitió con una sonrisa la coartada que ella y Lois habían estado ensayando durante un mes entero. Sonaba mucho mejor que decir “vengo de una civilización alienigena a treinta años luz de tu planeta.”

Si bien encontrar a Claire había sido más fácil de lo que hubiera esperado, interactuar con ella y ayudarla parecía que iba a necesitar una nueva escala de paciencia y trato cordial. Cuando Claire se marcó un tanto ofreciéndole que la llamara Cat y la consiguiente deshilvanación de la frase para conseguir arreglarla, Caitlin no pudo evitar fruncier levemente el ceño mientras sus labios intentaban no perder esa sonrisa cordial. ¿Nerviosa? Desde luego lo parecía. Como guinda del pastel, la muchacha estuvo riendo tontamente durante tres largos segundos, a los que Cat respondió con un buen esfuerzo para no perder la sonrisa relajada, y el aspecto sosegado y confiado que llevaba rato intentando transmitirle a la chica nueva.

Cuando al fin se encontraban rodeadas de las cuatro paredes que confinaban el aspecto siniestro de la cafetería - y para qué mentirnos, de toda Miskatonik, y de bonus, de Gotham entera - Claire afirmó que necesitaba sentarse. De algún modo parecía que muy poco a poco rompía el pequeño cascarón de timidez e inseguridad de la morena, y Cat utilizó ese pequeño atisbo de esperanza como motivación para seguir adelante. "Estaba nerviosa. La chica, simplemente, esta nerviosa. Vamos Cat, no lo estás haciendo tan mal" se repitió a si misma a modo mantra, una y otra vez para darse el incentivo a intentarlo nuevamente, con más ganas.

- Nunca he estado en Metrópolis. ¡Podrías contarme un poco cómo és! - sonrió, animando a Claire a soltarse un poco y tal vez conseguir que se relajara un poquiiiito más con ella. - Desde luego que conozco a SuperMan. También existía en mi mundo. - añadió en voz algo más baja. Era un tema que no había tratado con demasiada gente, por no decir que podía contar con los dedos de una mano las veces que había podido hablar de ello. - Igual que Batman, claro. Quiero decir... Después del incidente. A veces los del departamento científico hablan de ello, pero más desde el punto de vista lógico que no sus experiencias personales. - se encogió de hombros. Tal vez ese, concretamente, no era el mejor tema de conversación. La colisión había afectado a cada persona de un modo distinto, y muchos habían perdido a gente por el camino. Desconociendo la situación de Claire, era meterse en terreno pantanoso, y era muy probable que terminara por meter el pie en la ciénaga.

Cat desmigajó una de las pastas que se había comido y se llevo un pequeño pedazo a los labios. No lo masticó durante demasiado tiempo antes de tragar y hacerlo bajar garganta abajo. Sus ojos se volvieron a posar en la chica nueva y volvió a sonreír para animarla. Previa a su transformación, Cat no hubiera intimidado ni a una mosca. Su aspecto desmadejado, sus granos, gafas y ojeras, la espalda encorvada y los brazos y piernas tísicos que parecían pedir a gritos que fueran el objeto de burlas, habían quedado atrás, olvidados para todo el mundo excepto para la propia Caitlin, quien a veces se imaginaba a sí misma como la cáscara de la chica que una vez había sido. Y sin embargo ahora, su piel era lisa y dura como el marfil pulido, sin imperfecciones, su físico era contorneado y más digno de una modelo que de una joven de la edad real que Cat tenía. Y tal vez todo eso, pensaba, añadía pesos a la balanza entre la comodidad y la intimidación en el estado actual de la joven que tenía delante. La pregunta era, ¿cómo desequilibrar la balanza al lado que ella pretendía?

- No creo que sea tan tópico, la verdad. - Aunque lo era. Para qué mentirse, lo era. - Podrías haber querido ser veterinaria, o querer estudiar agronomía o zootecnia. Creo que la Biología te da un campo mucho más amplio de qué hacer y no necesariamente relacionado con una chica de granja. La biología marina, por ejemplo. - Vale, Cat tenía que darse la razón. Al fin y al cabo, había logrado convencerse a sí misma de que no era tan tópico, pues aunque su intención era animarla, había dicho algo la mar de lógico. - ¿Echas de menos tu granja, Claire? Gotham puede no ser el lugar más acogedor del mundo, y menos todavía si vienes de un hogar cálido.

Intentó disimular una mueca, cogiendo otro pedazo de napolitana y llevándoselo a la boca. Había estado muy fina, una pregunta directa y además remarcando lo poco agradable que podía resultar a Gotham. Como si Claire necesitara que se lo recordaran en caso de haber acertado y echar de menos su hogar. Masticó la pasta reprochándose a sí misma la falta de tacto. "Muy ávida, Fairchild. Así seguro que la animas."