Apenas había amanecido cuando T'Challa se despertó en sus habitaciones. El rey había vuelto a repetir aquel sueño, una vez más. Muchos decían que un mismo sueño, repetido una y otra vez, podía esconder algún significado. Pero eso eran supersticiones, pertenecientes a la vieja Wakanda. El pasado que no se iba a ir jamás, pero en el que la Pantera de hoy en día prefería confiar lo mínimo imprescindible. Además, aquel sueño... No necesitaba a nadie para saber qué significaba. Había vuelto a revivir el día que el mundo, tal y como lo conocían todos, acabó. Su hermana, la erupción... El cielo vestido de humo y la ciudad en llamas... Su pueblo, enfrentado a un peligro surgido de la nada. Un peligro contra el que él poco había podido hacer. Cuando despertó, lo primero que sintió fue el agua salada y fría entrando por su nariz y boca, inundando sus pulmones. Y lo siguiente, un dolor que le hizo apretar los dientes al nadar en dirección a la superficie para coger aire. Afortunadamente, no estaba lejos de la orilla en la que unos pescadores lo encontrarían poco después, herido e inconsciente, con el traje roto en aquellos sitios en los que se había quemado al caer. Aunque el tejido de vibranium había absorbido gran parte del impacto, no había sido suficiente ni de lejos. Pero, gracias a la diosa, T'Challa se recuperaba con rapidez. Los pescadores tardaron muy poco en reconocer a su rey, aunque llevara el rostro cubierto por la máscara, y lo llevaron con toda rapidez al hospital en el que se despertaría, ya más estable, horas después. Ese había sido su sueño esa noche, y la anterior, y la anterior de la anterior. Tan real como la primera vez que lo había vivido, quizás más. No tardó mucho en prepararse, desayunar y dirigirse a la sala en la que lo aguardaba el manto de la Pantera Negra. Era ligeramente diferente al que había recibido en su dimensión de origen, pero sin embargo, le proporcionaba una sensación de familiaridad difícil de explicar. De alguna manera, ese traje que ahora es adaptaba a su cuerpo como una segunda piel también le había pertenecido, en cierto modo. Se recordó a sí mismo, una vez más, que tenía que investigarlo. Pero lo primero era cuidar de su gente y el lugar que habitaban, fueran de su dimensión o de los otros miles de realidades que ahora convivían en una. Por ese mismo motivo salía ahora del palacio real, en dirección a su jet. El día anterior había estado debatiendo con su madre Ramonda, y con sus ministros, cómo actuar ante los distintos problemas del país: Entre ellos, el puñado de empresas occidentales que trataban de desarrollar sus actividades en la parte norte, confiando en que la espesa jungla que cubría el terreno disimulara su presencia. Afortunadamente, era muy difícil escapar a la vigilancia real: Habían encontrado una planta maderera, y una base desde la que se suponía que se intentaría robar vibranium de las minas. T'Challa partía en ese momento hacia la primera: Posiblemente, estaría peor defendida, y sería más fácil de desmantelar. El jet se elevó poco después, alcanzando en pocos minutos una velocidad considerable. El hombre que lo pilotaba se permitió unos momentos para contemplar la tierra que había bajo él: Los ríos se deslizaban como serpientes azules por la tierra, llenándola del verde de los bosques y los cultivos, y del gris de las ciudades que crecían gracias a sus aguas. Y tras él, al sur, una mancha dorada y ajena al resto del paisaje. Aquel desierto no debía estar ahí. Antiguamente, esa zona estaba llena de vida, pensó con algo de tristeza.
No tardó mucho en llegar al lugar. Desde el aire, se podía ver que una parte del bosque había desaparecido, y en su lugar se alzaba un edificio parecido a una nave industrial. Aterrizó en la linde de la selva para no llamar la atención, y bajó del jet para internarse en la jungla que corría el riesgo de desaparecer.