[La Colisión de los Mundos] Las chicas son guerreras (Planaria Glámez, Tom Schäfer, Tanith Blackwood)

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Primero fue la luz violeta. Iluminó el cielo de repente, apareciendo de la nada, extendiéndose en todas direcciones. Creció en milésimas de segundo, adquiriendo la intensidad de un fogonazo, alcanzando los confines del horizonte en un inmenso estallido púrpura. Y después, tal y como había aparecido, volvió a desaparecer.

Pero lo que fuera que la había causado no hizo lo mismo. Aquello había sido sólo el principio.

Lo segundo fue el terremoto. Se dejó sentir en todas partes. Los temblores sacudieron ciudades, los tsunamis se alzaron para arrasar las costas. "¡Es el fin del mundo!", gritaban los augures en las calles. "¡Arrepentíos!"

Pero no lo entendían. El mundo no se acababa. El mundo empezaba.

Las grietas se abrían en el suelo; en el cielo se arremolinaban tormentas eléctricas. El tiempo pareció volverse loco. En algunos lugares, el tejido de la realidad empezó a desgarrarse, como si de un lienzo se tratara. Y, a través de aquellos desgarrones, muchos contemplaron otras realidades, otros mundos, otros seres y otras ciudades, todos tan aterrorizados y sacudidos por el caos como ellos mismos. Habitantes de otros mundos trataban de atravesar los portales, huyendo de su propio cataclismo; miembros del que creíamos conocer caían en inesperados agujeros, desapareciendo para nunca regresar.

En algunos lugares, el suelo se abrió y escupió ciudades enteras, y allí permanecieron, nacidas de la noche a la mañana. En otros, metrópolis chocaba con metrópolis, mezclándose edificios y gentes en una extraña amalgama de realidades.

Los que podían contemplar la Tierra desde el espacio vieron alzarse y derribarse montañas, llenarse y vaciarse océanos; vieron luces, y remolinos, y caos. Los muros se derribaban, las cascadas se derramaban desde el cielo, los mares se arremolinaban y la tierra vomitaba fuego.

Así fue como héroes y villanos asistieron a la Colisión, y así sería como la describirían más tarde. Omega acababa de nacer...

Los Abyss Knights estaban aquella noche de misión. La organización tenía la teoría de que un miembro de la misma pasaba información confidencial al enemigo. Al descubrir eso, Tanith, Tom y Planaria se pusieron manos a la obra y prepararon una investigación. Tras días de observación, conversaciones con los miembros más fieles y registros de llamadas, Tanith destapó al topo.

Aquella noche, Michael Vandom huyó de la base minutos después de que descubrieran su doble identidad, y esperó encontrar un refugio antes de que los Abyss Knights le atraparan. No podía cantar, no podía desvelar los secretos de su compañía o no regresaría nunca a su organización.

Tanith, Planaria y Tom siguieron su rastro hasta un edificio militar abandonado a las afueras de Berlín, una base que había pertenecido a la organización enemiga. Hubo tiros, sangre, rayos y arcoiris, y cuando Tom estuvo apunto de atar con su lazo de energía al enemigo, el suelo tembló. El terremoto duró casi diez minutos, un tiempo valioso que Michael aprovechó para subir como pudo hasta el tejado del edificio.

Los tres chicos siguieron sus pasos y cuando llegaron todos al tejado, vieron como Michael estaba a punto de perderles de vista. Por suerte, un rayo de Planaria alcanzó la pierna de Michael y éste cayó al suelo de bruces. Los Abyss Knigths rodearon a su víctima, que gritaba entre sollozos y quejidos de dolor. Antes de que pudieran inmovilizarle, un destello cegó a los presentes. A espaldas de Michael se abrió un agujero de colores, que quedó suspendido en el aire. El portal mágico reveló en su interior un cielo despejado y brillante que contrastaba con la oscuridad de la noche. Michael no se lo pensó dos veces. Aterrorizado, se giró hacia el portal y reunió todas sus fuerzas para hacer un último salto, entrando en el interior del desgarro.

-¡No me atraparéis con vida!- dijo el topo mientras la otra realidad le engullía.

Tanith y sus compañeros no podían permitir que aquel hombre se les escapara y saltaron también hacia el portal. La luz del día le sorprendió, junto a los gritos de histeria de su enemigo. Lo de no "atraparle con vida" lo había dicho muy en serio.

Michael Vandom caía desde el cielo directo a aplastarse contra las rocas de un acantilado. Desde aquella altura, los tres protagonistas podían ver de lejos la ciudad griega que se alzaba en aquella isla misteriosa en medio del océano.

Cuando Michael alcanzó el mar, se hizo el silencio y su cuerpo se perdió entre las olas. Tanith, Planaria y Tom caían a doscientos metros sobre el el cielo a una velocidad incontrolable. Si seguían así era probable que terminaran exactamente igual que su enemigo, aplastados contra las rocas del acantilado. Si conseguían frenar su velocidad o incluso desviarse de su camino, era probable que sobrevivieran si caían de lleno en el mar.

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Lo primero que vi al atravesar aquella especie de portal fue luz. La luz del sol rompiendo en nuestras caras. Las pupilas totalmente dilatadas por la noche sufrieron un golpe parecido a un puñal que se clavaba en los ojos, y tuve que taparme por la ceguera. Lo siguiente fue la sensación de caída. Habíamos aparecido en medio del aire y caíamos a toda velocidad. Unos doscientos metros más abajo había una isla... y el mar. Se me pusieron todos los pelos de punta. Una caída libre con el mar debajo era lo peor que me podía pasar. El contacto directo con tanta agua supondría mi muerte instantánea. La electricidad de mi cuerpo podía sanarme y la podía usar a placer para enfrentarme a enemigos. Pero cuando había agua de por medio a veces era inestable y podía electrocutar a alguien sin poder evitarlo. Una caída directa contra tanta agua me provocaría un paro cardíaco inmediato, así como una electrocución sobre mí mismo que me chamuscaría. Podía llevar una vida normal con respecto al agua: la bebía, me duchaba, podía estar bajo la lluvia sin problema... Pero cuando intervenían grandes masas de agua, como el mar o un lago la cosa se complicaba. Podía sumergirme en agua hasta aproximadamente la cintura, incluso la cabeza en un rápido chapuzón. El problema residía en que me quemaba por la electricidad. Cuando íbamos a la playa, me metía en el agua, me mojaba la cabeza y salía con varias quemaduras. Gracias a mi factor de curación estas quemaduras no suponían ningún problema. Además, cuando me bañaba tenía que hacerlo a solas, ya que si alguien se acercaba a mí cuando estaba sumergido en el agua se electrocutaría por los rayos que salían de mí.

La otra opción no era mucho mejor. Caer contra un montón de rocas. Sin embargo esa era mucho menos peligrosa. Ya había caído desde grandes alturas y no me había pasado nada. Mis compañeros no podían decir lo mismo. No sabía hasta qué punto Tom sería capaz de teletransportarse antes de caer contra las rocas y caer sobre seguro debido a la velocidad de caída que llevábamos. Entonces se me ocurrió. El nuevo poder que había obtenido podía salvarles. La "onda voltaica" (como lo había bautizado) proyectaba una honda electromagnética en frente de mí gracias a la cual podía empujar y desplazar objetos de hasta un coche de grandes. Si conseguía caer sobre las rocas y usar la onda para frenar la caída de sus compañeros podría intentar lanzarlos al mar para que cayesen contra el agua. A la velocidad que llevaban caer contra el agua era como caer contra cemento, por eso debía intentar frenar su caída con la onda.

Me concentré y caí como un rayo contra las rocas. El impacto fue muy fuerte. Mi caída provocó un enorme cráter en la roca que aguantó el golpe. Apreté los dientes. Mi tobillo derecho y la rodilla izquierda se habían partido con el golpe. Usé mi factor de curación para sanarlos, y me giré hacia mis compañeros, aún a bastantes decenas de metros sobre mí, y preparé ambas manos para frenar su caída. Afortunadamente para ellos, la "onda voltaica" obtenía su empuje y fuerza gracias al electromagnetismo. Era posible que recibiesen una pequeña descarga, pero desde luego era mejor que estrellarse contra las rocas. Ya la había probado un montón de veces. Cuanto más cerca estuviesen de mí los objetos con mayor fuerza los lanzaba. El rango oscilaba entre los diez y veinte metros, dependiendo de la superficie y peso del objeto que intentaba mover. Iba a necesitar toda mi concentración. Sólo iba a tener una oportunidad y ellos no poseían mi factor de curación.

- Vamos amiga mía, ¡no me falles ahora!

Estaba segura de que el cabrito de Vandom lo había planeado todo. Abrió el maldito portal y saltamos detrás de él como idiotas. Porque no hay otra denominación para nosotros más adecuada a las circunstancias: idiotas. Me negaba a admitirlo, pero desde la pérdida de Lord Rick me distraía. Luego los que sufrían las consecuencias eran los miembros de mi equipo, y si sobrevivía a la caída no me lo perdonaría nunca.

Perdí de vista rápidamente a Vandom y a Pilas. Tom, gritando presa de la histeria, destelleó de un lado a otro después de transformarse en pleno vuelo. Acabó abrazado a mi, más bien, aferrado como un crío, gritándome al oído.

- ¡Paradox, yo sé que siempre me he metido contigo porque eres torpe con la electrónica! Pero antes de morir tenía que decirte que realmente me pareces una señora de las que ya no hay y que eres la mejor.

Abrí la boca una vez y volví a cerrarla. Lo que tenía que decirle... era mejor no decírselo entonces. Me concentré. El paisaje a mi alrededor se desdibujó, contoneándose como una carretera desolada bajo el sol de agosto. Entre curva y curva, tomé los hilos plateados de la existencia y los fui uniendo cual sastre hasta que quedó una figura tan material como cualquiera de nosotros. Grité su nombre para que me reconociera como su eventual ama y señora, como la persona que había reunido sus pedazos y le había devuelto momentáneamente a la vida para que disfrutase de un atardecer más:

- ¡Suzaku!


El enorme pájaro rojo, con la elegancia de un cisne, nos recogió al vuelo. Eso no lo había calculado. Una cosa era mantener a la invocación para que atacara, o simplemente estuviera allí, y otra muy distinta mantener la conexión añadiéndole peso adicional. La criatura no se quejó, pero en el momento en el que caímos sobre ella, mis fuerzas se resintieron. Tom se separó de mi, olvidándose de la caída que teníamos debajo y gritando de admiración ante el vuelo de la majestuosa ave.

- ¡¿ Por qué no has sacado antes al pollo?! ¡Si es precioso!

Suzaku volvió la cabeza hacia atrás con cara de pocos amigos, herido por la denominación que de él había hecho Tom. Se lo iba a comentar a Tom cuando la bilis me subió por la garganta. Era demasiado peso y la invocación demasiado grande. No podía mantenerlo por más tiempo.

Gracias, Suzaku. Te llamaré en otra ocasión.

Suzaku se deshizo en destellos plateados, dejando tras de si un rastro de plumas rojas, el triple de grandes que las de un pájaro normal, y nosotros continuamos nuestra caída libre, esta vez, hacia el mar. Los parpados me pesaban y por un momento, la sensación de caída me relajó. Ni siquiera me sobresalté ante los chillidos renovados de Tom, o el golpetazo en la espalda al sumergirme en el agua. Pugnaba por mantenerme despierta. Distinguí la silueta de Tom -porque no podía ser otro -agarrándome del brazo y tirando de mi hacia la superficie, donde tomé una gran bocanada de aire que me mareó y me quemó los pulmones. No estábamos muy lejos de la zona de rocas hacia donde nos precipitábamos desde un principio, donde distinguí a Planaria haciéndonos señas con los brazos. Al compás, Tom y yo nadamos hasta allí. Planaria quiso ayudarnos a subir, así que le ordene que se mantuviera apartado. En mi situación, no podría aguantar un chispazo sin caer redonda.

Estábamos relativamente a salvo. Empapados y perdidos, pero a salvo. Cuando me levanté, las piernas me temblaban y la luz del sol me hacía daño, ya que había perdido las gafas de sol durante la caída. Hice acopio de fuerzas para deshacerme de los temblores. Tenía que darles a mis compañeros sensación de seguridad. La misión no podía haberse ido al traste. Me daba igual acabar perdida en cualquier parte del mundo si conseguía con ello pillar al jodido topo.

No hizo falta usar mis poderes. Tanith usó una de sus invocaciones y un enorme pájaro rojo frenó la caída de sus compañeros lo suficiente como para que al chocar contra el agua el golpe no fuese mortal. En cuanto los vi asomarse y chapotear les hice señas para indicarles dónde me encontraba. Me acerqué con cuidado a la orilla para echarles una mano y sacarles. En esa situación no había problema. Yo podía tocar cosas mojadas sin peligro a electrocutar a nadie. El problema residía en cuando era yo el que me mojaba. A pesar de ello Tanith no quiso dármela, mientras respiraba pesadamente. Ambos me hicieron un gesto con la cabeza para indicarme que se encontraban bien, así que decidí explorar un poco el lugar en el que nos encontrábamos.

Mi silueta cortaba el sol que comenzaba a caer al otro lado de la isla. Una brisa marina soplaba mis cabellos mientras observaba aquel lugar. A lo lejos, sobre una enorme colina se alzaba una ciudad. Pero aquella ciudad parecía sacada de los cuentos griegos o de una película histórica. Los edificios eran casas blancas, con enormes columnas y ventanas de madera. Entre ella y nosotros se divisaba un gran bosque de olivos. Un camino adoquinado salía del bosque y serpenteaba hasta nosotros. La verde hierba se movía al son del viento. No tenía ni la menor idea de dónde se podían encontrar. ¿Qué había sucedido realmente? Miré al cielo y divisé el portal que nos había traído. Era un pequeño agujero con forma alargada. El borde de este, de color morado, serpenteaba y brillaba tenuemente.

Llevaba puesto mi traje de misiones, como me gustaba llamarlo. Una chaqueta sin cuellos ceñida de color azul marino con rayas blancas y negras en forma de asterisco que salía del pecho; unos pantalones a juego con esta y unas zapatillas grises con una suela especial de mayor sujeción. Me ayudaban a poder trepar por paredes y edificios cuando lo necesitaba. Siempre tenía un pequeño GPS enganchado a la altura de la clavícula izquierda. Era pequeño, con forma redonda. Lo desenganché y encendí. La pantalla era un cúmulo de colores y rayas, y la brújula giraba descontroladamente. Nunca había visto comportarse así a estos cacharros. Ni siquiera ante un fuerte campo magnético. La pequeña flecha de la brújula podía girar algo, pero aquello era completamente chocante. Giraba a tanta velocidad que tenía la sensación de que en cualquier momento saldría disparada. Guardé las cosas y me volví a mis compañeros.

- Esto es muy pero que muy extraño... El GPS es incapaz de localizar nuestra posición, y la brújula se ha vuelto totalmente loca... Me parece que ya no estamos en Kansas chicos.- bien era cierto que había usado una frase del conocido cuento "El mago de Oz". Allí, una joven muchacha llamada Dorothi es arrastrada a un desconocido mundo conocido como Oz, el cual no aparece en ningún mapa ni se tiene consciencia de él. Parecía una tontería pero... ¿podría ser... podría ser que aquello fuese una especie de reino perdido como la legendaria Atlántida? No, no, no, aquello era completamente absurdo. Esas cosas no existían. Eran solo leyendas y cuentos. No, lo más probable es que estuviésemos sufriendo algún tipo de alucinación o ilusión provocada por un nuevo enemigo. Ya habíamos luchado antes contra personas con enormes poderes. El propio Leo era capaz de proyectar los miedos de una persona ante él. Una simple alucinación, un engaño para la mente y el cuerpo. Pero el efecto era tan real que era imposible siquiera pensar que no estuviese pasando. Era la solución más probable.- No sé muy bien que es esto, pero no tengo ni la menor duda de que se trata de algún tipo de alucinación. Es posible que Michael trabajase para algún pez gordo con poderes. Estará jugando con nosotros. Posiblemente sea algún tipo de juego al que quiere someternos. Propongo que vayamos a aquella ciudad que se ve en lo alto de esa colina y veamos qué encontramos.

Nuestros tres protagonistas se las habían ingeniado para salir airosos de aquel apuro. El plan, a pesar de ser improvisado y peligroso había salido a la perfección y los tres muchachos tenían que dar las gracias por seguir con vida. Pero ese era su trabajo al fin y al cabo, no eran ningunos novatos, habían aprendido a sobrevivir a base de golpes.

En cuanto Tom y Tanith llegaron a dónde se encontraba Planaria, observaron cómo el portal que les había traído a ese lugar desconocido se desvaneció por completo y en su lugar volvió a resplandecer el cielo azul.

Tras quedarse unos minutos allí charlando sobre qué era lo próximo que debían hacer, el grupo empezó a caminar en dirección a la colina, dónde se alzaban varios edificios de piedra blanca soportados por columnas dóricas.

Al llegar a la cima, los tres compañeros escucharon los gritos de pánico de mujeres que correteaban de un lado a otro con sus doradas y pesadas armaduras. Los Abyss Knights no habían visto nada parecido en su vida.

La ciudad era claramente sacada de una película de fantasía pero con romanos como protagonistas. Las mujeres con armaduras se lanzaban gritos unos a otras, desesperadas y sin saber muy bien a dónde dirigirse. Todas ellas llevaban escudos y lanzas, y se caracterizaban por tener un solo pecho.

Aquello era claramente extraño, un portal mágico, una ciudad sacada de la nada, y solo mujeres a su alrededor. Estaba claro que algo no iba bien.

Una de las amazonas parecía mandar en aquel lugar. Era alta y rubia, con una corona dorada sobre la cabeza y túnicas blancas rodeando su hermoso y perfecto cuerpo. Tras varias órdenes a sus sirvientas, se percató de la presencia de los tres extraños y al fijarse en sus aspectos, se dio cuenta de que no encajaban en aquel lugar.

-¡Han debido de ser ellos! ¡Apresádlos!- gritó una con toda su furia y todas las mujeres se giraron para ver lo que la mujer de cabellos rubios estaba señalando.

Seis de las amazonas que les rodeaban se abalanzaron sobre ellos, con plena intención de dejarles inmovilizados.

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Rezongando abrí la marcha. El maldito topo no se me iba de la cabeza. No podía fallar aquella misión. Mi historial no era impoluto, pero se acercaba bastante. Decidí que la idea de Pilas era buena. Desde algo más de altura quizás pudiera buscar algún rastro en la superficie de aquel mar desconocido. No podía regresar con las manos vacías, y si tenía que volver a tirarme al agua, lo haría. Aunque me rugiera el estómago. Me había pasado gran parte del día y parte de la noche persiguiendo a ese bastardo e invocar me había minado las fuerzas aún más. Necesitaba reponer energías pronto.

En estas andaba yo pensando cuando alcanzamos lo más alto de la dichosa colina. Ya antes de torcer el último recodo oíamos los gritos que nos hicieron reducir el paso. Algunas de aquellas mujeres, confusas, señalaban a los cielos hablando en una jerga que me resultó ininteligible. Seguí su señal con la mirada. Habíamos caído de allá arriba, pero no quedaba ni rastro de entrada o salida. Si había sido el topo quien había abierto el portal, lo había cerrado o le había pasado algo que habría sesgado su poder. Torcí el gesto. Volvería con su cadáver y "a pata". Aquello no iba a ser un impedimento para...

-¡Han debido de ser ellos! ¡Apresádlos!

Volví mi atención hacia la voz, cuya dueña quedó rápidamente oculta por seis guerreras que se nos echaban encima. Sus armas estaban cubiertas de arañazos, prueba de las numerosas batallas que habrían tenido. Me antepuse a mis compañeros, alzando las manos y mostrando las palmas de las mismas en señal de indefensión:

- Señoras -hablé en inglés -hemos llegado aquí por error. Estamos buscando a alguien, a un amigo. No queremos...

Un lanzazo que esquivé a duras penas me interrumpió. No iban a escucharme y tenía a mis dos compañeros en la misma situación. Caminé lentamente y sin hacer movimientos bruscos hasta el borde. Dos de ellas me siguieron como leonas. Tenía que acabar con ellas rápido y sacar a Pilas y a Tom lo antes posible de allí. En mi cabeza empezaron a atropellarse las voces: voluntarios que pugnaban entre sí para que los devolviera a este mundo a cobrarse en sangre. No tenía fuerzas para una invocación mantenida. Tenía que buscar algo que me ayudase a mantenerlas a raya y acabar con ellas yo misma.

Ya sabía a quien iba a invocar. Con una sonrisa de oreja a oreja, alcé el brazo hacia los cielos, clamando el nombre de mi elegido mientras hilaba los resquicios de su alma:

- ¡ARA MITAMA!

Spoiler:

El "yang" apretó los dientes (más si cabe) y se acercó flotando hacia ellas hasta situarse por encima del hombro de una, que trato de espantarlo como quien se quita de encima a una mosca. Ara Mitama hizo caso omiso y, pegado a su oído dió un grito que se escuchó a kilómetros de distancia. La amazona se tapó los oídos, dejándome en un uno contra uno. Al ver a su compañera, la otra buscó una apertura por donde apuñalarme con la punta de la lanza, que desvié haciéndola chocar con una de mis dagas.

La energía necesaria para mantener a Ara Mitama presente era casi ínfima, por lo que podía mantenerlo sin problemas. Cuando vio que la otra no se inmutó por su grito, acudió en mi ayuda sin dejar de gritar. Se pusieron nerviosas y lanzaban punzadas a Ara y a mi, sin tener muy claro cual de los dos era el enemigo más peligroso. Su desconcierto me permitió lanzarme un par de veces hacia una y otra, y aunque al principio imponían sus escudos como auténticos muros, acabé sorteándolos.

Ara Mitama y yo empezamos a pillarnos el ritmo. Cuando el gritaba a una, corría hacia su espalda cuchillas en mano y cortaba. Cuando la otra iba a por mi, él se interponía. Todo sin dejar de gritar. Corte a corte, las espaldas de ambas se convirtieron en un mar de sangre. Entre lo absurdo de Ara y mis picaduras, se estaban enfureciendo. La pérdida de sangre empezaba a pasarles factura, moviéndose más pesadamente.

Pero no eran las únicas. Estaba manteniendo a Ara Mitama más tiempo del que debería. O les daba el último golpe YA o podía ir despidiéndome. La invocación me leyó el pensamiento y empezó a dar vueltas alrededor de ambas a gran velocidad hasta que las dos amazonas estuvieron pegadas espalda contra espalda, al borde del precipicio. Era mi momento. Cogí carrerilla. Al verme venir, con los brazos hacia atrás, ambas alzaron sus escudos. Lo único que tuve que hacer fue saltar sobre ellos y empujar con los pies para hacerlas caer.

Desconvoqué a Ara Mitama a la velocidad del rayo, hilando los lazos de Suzaku una vez más. Me asomé al borde para comprobar la distancia y velocidad a la que caían. Tres, dos, uno...

- ¡Suzaku!

Spoiler:

A escasísima distancia del suelo, Suzaku se materializó y se las llevó consigo de vuelta a tierra firma, justo frente a mi. Ambas se habían desmayado ante la cercanía de la muerte. La majestuosa ave las dejó con delicadeza en el suelo y se desvaneció entre pequeños fuegos fatuos naranjas. Dos menos. Sólo tenía que volver con los míos y...

En cuanto me giré perdí el equilibrio. Todo a mi alrededor se volvió blanco. La cabeza me daba vueltas y las entrañas me ardían. Demasiadas invocaciones seguidas. Caí de rodillas al suelo, con la respiración entrecortada. No podría acudir en la ayuda de Planaria y Tom...

Todo sucedió muy rápido. Nada más llegar a aquella ciudad que parecía sacada de una peli antigua fuimos rodeados por un montón de guerreras con grandes armas doradas. Nos gritaban y acusaban del portal mágico que nos había transportado a su mundo. Esperé a ver qué sucedía y entonces Tanith se adelantó y comenzó a hablar con ellas.

- Señoras, hemos llegado aquí por error. Estamos buscando a alguien, a un amigo. No queremos...

No había terminado de hablar y dos amazonas se le echaron encima. Comenzó a invocar a alguno de sus bichos y yo negué con la cabeza. Me atusé el pelo y me dirigí a las dos mujeres que tenía más cerca cuan "Don Juan".

- Ay "Para"... déjame a mí hablar con las mujeres. Verán señoritas, creo que estamos un poco perdidos. Hemos aparecido aquí a través del portal ese que había en el cielo y nos gustaría saber...- una de las amazonas saltó sobre mí y me atravesó con su enorme lanza. Con la fuerza que llevaba me levantó y me quedé allí colgando, con la lanza en mitad del estómago. Sentí un dolor frío y punzante. Apreté los dientes y agarré la lanza con ambas manos.- ¡Muy bien! ¡Pues si queréis por las malas, será por las malas!

Electrocuté la lanza con una poderosísima descarga y la mujer gritó de dolor. Cayó de espaldas y la fuerza que me levantaba desapareció. Aterricé sobre mis pies y me saqué la lanza. "Esto va a dejar marca" pensé. Un haz de electricidad recorrió mi cuerpo y a los pocos segundos la profunda herida se cerró como si nunca hubiese existido. La otra mujer me miró sorprendida, pero no por ello bajó la guardia. Esta no tenía una lanza, sino una larga espada. Se protegía con un gran escudo redondo dorado. Metal.

- Bueno preciosa, voy a darte la oportunidad de bajar las armas y que hablemos, pues es lo único que buscamos. Tienes un enorme escudo metálico, un espadón de casi un metro y medio y una armadura metálica también. Básicamente eres una especie de pararrayos andante para mí, así que te recomiendo que no me hagas usar mi poder contra ti.- dio igual, la amazona no dudó ni un momento. Con un poderoso salto me atacó, con la gigantesca espada cargada tras de sí a punto de asestar un golpe mortal. Suspiré. De mi mano derecha salió un fuerte rayo que impactó en el escudo. El golpe frenó a la mujer en el aire y cayó de espaldas. Esta vez la descarga fue lo suficientemente fuerte para dejarla fuera de combate, pero no como para desmayarla como su compañera. Se retorcía en el suelo mientras algo de humo salía de su cuerpo. Me acerqué hasta ella y me agaché hasta ponerme a la altura de su cara.

- Mire querida señora, nosotros no queremos hacerles daño, en serio. Pero si nos atacan sin dejarnos siquiera explicar ¿qué esperan que hagamos? ¿Que nos dejemos trocear como si fuésemos vulgares filetes? Tan sólo explíqueme dónde estamos para que entre todos podamos resolver esta extraña situación en la que nos encontramos.

Entonces caí. Yo estaba bien pero, ¿y Tanith y Tom? Me giré rápidamente y vi a Tanith arrodillada. Dejé a la amazona y me dirigí a toda velocidad hacia ella.

- ¿"Para"? ¿"Para"? ¿Tanith? Tanith, ¿te encuentras bienc?- me puse de cuchillas a su lado. Ella se limitó a asentir con la cabeza mientras recuperaba el aliento. Luego busqué a Tom para asegurarme de que todos nos encontrábamos sanos y salvos... o al menos sanos.

La reina Hipólita dejó escapar un grito de angustia al ver cómo dos de sus guerreras se precipitaban al vacío, pero por suerte Tanith tenía otro plan para ellas. La mujer dio dos pasos atrás, contemplando como los intrusos hacían caer a las amazonas una a una: dos electrocutadas, dos desmayadas y dos inconscientes y atadas con un lazo mágico que le resultaba muy familiar. Pero al menos seguían vivas.

Al contemplar la derrota de sus compañeras, el resto del ejército apuntó con sus lanzas a los desconocidos indefensos, que se habían agachado a dónde se encontraba Tanith. La líder de los Abyss Knights estaba bastante debilitada por el uso de las invocaciones y le iba a costar un buen rato recuperarse.

Por otro lado, Planaria sentía cómo la sangre corría por debajo de su camiseta y encharcaba el suelo. La lanza en el estómago no le había sentado nada bien, en cambio, Tom parecía haber salido ileso del combate.

Las amazonas se prepararon a embestirles, aprovechando ese momento de debilidad por parte de los extranjeros. Estaban heridos, sería mucho más fácil apresarles ahora y proteger a su reina, sacarla del peligro. Pero la reina Hipólita no las tenía todas consigo, ahora veía a los desconocidos indefensos y perdidos.

Justo antes de que el ejército de Themyscira se abalanzara sobre ellos, la reina Hipólita despegó sus labios para detenerles, pero una voz en el cielo se escuchó por encima de la de su reina.

-¡Deteneos!- rugió la voz de una mujer, que aterrizó justo entre las guerreras y los Abyss Knights.

-¡Princesa Diana! - exclamaron las amazonas y rápidamente bajaron sus armas. La reina Hipólita respiró tranquila, su cara volvió a recuperar la jovialidad y sus facciones se tornaron suaves, alejadas de la preocupación que la atormentaba minutos antes.

-Estos chicos no han tenido nada que ver con todo esto.

La mujer que provocaba tanto respeto se giró hacia los muchachos. Su rostro era muy hermoso y sus labios brillaban con el rojo sangre. Sus cabellos eran negros como el azabache y rugían con el viento, adornados con una corona de oro y una estrella roja en su centro. Su cuerpo era musculado y fuerte, parecía otra de las amazonas pero no vestía como ellas. Llevaba una especie de corsé rojo ajustado con unas alas grabadas en oro y una falda azul llena de estrellas blancas. 

-Llevadles al templo- ordenó, y dos de las amazonas se acercaron a Tanith y la levantaron, llevándola hacia el interior de uno de los edificios de la ciudad.

Diana se acercó a Planaria y le indicó que debía de cerrar esa herida antes de que se desangrara, así que acompañó al muchacho y le indicó dónde debía sentarse. Hipólita seguía allí de pie, mirando a la recién llegada y esperó a qué Diana entrara al templo para poder hablar.

-¿Qué ha pasado? ¿Dónde has estado?

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Intentaron llevarme a rastras, cosa que no iba a consentir. No delante de mis compañeros. Me desembaracé de su agarre sin movimientos bruscos pero dejando claro que no iba a ser fácil bregar conmigo. Por lo menos, su actitud ya no era tan amenazando como cuando llegamos. La recién llegada había puesto algo de orden y coherencia en aquel antro de locos. Estaba deseando entrar en ese templo para saber que demonios estaba pasando. Tampoco quería pasar mucho tiempo separada de Pilas y Tom. No podíamos confiarnos.

El lugar al que me llevaron parecía sacado de un libro de texto de historia del arte. La entrada era estrecha y ricamente decorada con vasijas. Salimos a un patio interior con un gran estanque en el centro, en el que convergían el resto de estancias del edificio. Los tejados a dos aguas concurrían en el estanque, a donde iría a parar al agua cuando llovía. A una de estas salas me guiaron, cuadrada y pequeña, con un armarito a un lado y una cama pegada a la ventana, donde entraba la luz a raudales. Las dos amazonas se quedaron en la puerta de acceso a la sala, custodiándola, y se quedaron mirándome sin decir una palabra.

Me adentré en la estancia sin saber muy bien a dónde mirar o qué esperar. Cada paso que daba pesaba como si llevara zapatos de cemento. Otra mujer apareció en escena desde un lateral, vestida de manera totalmente dispar a las otras amazonas. Llevaba toca y un recogido elegante, y andaba con pasitos cortos. Era muy joven, quizás tendría los veinticinco. No había ni una sola cana en su pelo castaño ni una sombra de duda en sus ojos marrones. Todo en aquella mujer era perfecto, y no pude evitar echarme una rápida ojeada de arriba abajo, comparándome y saliendo malparada con el resultado.

- ¿Ha caído del cielo? -preguntó con voz cantarina y llena de curiosidad a las amazonas, que asintieron con la cabeza -¡Estás empapada! Deberías...

- No tenemos mucho tiempo -una de las amazonas que me había escoltado dio un paso al frente. Tenía la voz ronca, masculina -. Tenemos que llevarla al templo. Lo antes posible.

- Yo no he oído que haya tanta prisa... -murmuré, más para mi misma que para ellas. Iba recuperando fuerzas a paso lento, pero ahora tenía escalofríos. Iba a resfriarme si seguía así.

- Entonces nos daremos prisa. Toma -del armario, la joven sacó una toga y unas sandalias -. Creo que son de tu talla.

No sabía si lo decía con toda la inocencia del mundo, o era una pullita encubierta. Decidí pasar por el momento de provocaciones vanas y me fui detrás del biombo que con mucha amabilidad me señaló. Dudé. Aquello era de todo menos real. ¿Y si era todo una trampa? Una ilusión, algo que había preparado el maldito topo de las narices...

Una de las mujeres dio un golpe con la lanza en el suelo, metiéndome prisa. Tendría que seguir el juego hasta que viera una ocasión propicia y me aclarase las ideas. Acabé cediendo, aunque busqué un hueco entre los pliegues donde esconder mis armas. En estas estaba cuando la inocente voz de la chica me llamó la atención dándome un susto de muerte al asomar la cabeza:

- ¿Qué tal te queda?

Esa es una de las cosas que hacen que odie entrar en tiendas de ropa.

- B-bien, supongo... -era mi talla, si. Aunque estaba demasiado justa y tenía la sensación de que se me escurriría en cualquier momento.

- Tiene un bolsillo secreto -me confió en tono confidencial - Justo ahí -me fue indicando entre susurros hasta que encontré el hueco disimulado bajo la falda, donde guardé mis armas -¡Están para eso!

Agradecida, decidí salir, pero la mujer me agarró y tiró de mi hasta la habitación contigua bajo la desaprobadora mirada de mis escoltas. Me dejé guiar como un corderito. Era un pequeño saloncito con cortinajes en las ventanas. Me obligó a sentarme en un divan. En cuanto rocé la superficie, sentí que me tendía sobre un montón de nubes de seda.

- ¿Por qué me traes aquí?

- Mientras te cambiabas me han pedido que te ayudase a recuperarte antes de llevarte al templo -desapareció de mi vista por un instante y, cuando volvió, traía consigo una jarra de barro con un líquido transparente que no olía a agua precisamente, sino a jarabe para la tos -. ¡No se acude a mi si no es para algo así! Me llamo Gelasia.

Me tendió el vaso con las dos manos, que agarré intentando poner el mismo cuidado que ella. Mascullé un avergonzado "gracias" y examiné el contenido con ojo crítico.

- No es veneno, si es lo que te preguntas -se rió con musicalidad. A mi no me hizo tanta gracia la idea -Te ayudará a reponer fuerzas. El efecto no dura mucho. Pero aguantarás la velada que te espera en el templo. Te lo deberías tomar sin respirar.

Suspiré. ¿No era más sencillo que me dejase dormir un rato en ese diván hecho por los mismos dioses y ya iría al templo cuando tuviera ocasión? Suponía que no. No estaría bien dejar a las dos mastodontes esperándome en la puerta. Hice de tripas corazón y me bebí el contenido del vaso sin respirar, con expresión de asco más propia de un niño que se toma una medicina que no le gusta que de un adulto. Sabía a rayos. Saqué la lengua cuando terminé. Ardía como siete infiernos, y dejaba ese mismo rastro de ardor por mi tráquea y estómago, incitándome a levantarme. Era como beber una bebida energética, pero a lo bestia.

Con fuerzas renovadas, me despedí de Gelasia y emprendí el camino con mis amigas las amazonas basturronas hasta susodicho templo, fuertemente custodiado por más amazonas. Me sorprendió no ver a un sólo hombre. Ni siquiera esclavizado. En la entrada me reunieron con Pilas y Tom, y todos juntos, entramos justo cuando la reina amazona increpaba a la tal Diana.

Me llevé la mano al torso y la noté húmeda. La herida no había cerrado del todo. Por regla general heridas pequeñas no tardaban más que segundos en cicatrizar y cerrar por completo, pero heridas más grandes solían necesitar minutos. El agujero que me habían hecho la lanza estaba cerrado, sin embargo para terminar de cerrar la herida del todo iba a necesitar algo más de tiempo, y la sangre corría por mi cuerpo. Me giré y vi como todo el ejército de amazonas nos rodeaba poco a poco y se preparaban para atacar.

- ¡Oh, venga ya! ¡Dadnos un respiro! Hacemos una cosa, si nos perdonáis la vida estoy dispuesto a sacrificarme por mis compañeros y tener la terrible muerte por kiki, ¿qué opinais?- Lógicamente no pensaba hacer nada de eso, pero el sarcasmo solía apoderarse de mí en momentos como este. Miré a Tanith, y cargué mis puños para meter el calambrazo del siglo. No estaba seguro de si podría frenar a todo el ejército, pero estaba seguro que a tres cuartas partes sí. ¿Lo malo? Me iba a descargar por completo. Acabaría tirado en el suelo respirando entrecortadamente y necesitaría al menos un par de minutos antes de recuperar el aliento. Si al menos hubiese una fuente de energía en esa maldita isla...- No te preocupes Tanith, todo saldrá bien...

Una poderosa voz retumbó el cielo y todas las amazonas detuvieron su marcha. Una nueva mujer cayó como un trueno y aterrizó entre el ejército y nosotros.- Estos chicos no han tenido nada que ver con esto. Llevadles al templo.- Se giró hacia nosotros y pude verla al completo. Era una de las mujeres más hermosas que había visto nunca. Algo musculosa para mi gusto, la verdad, pero hermosa a pesar de ello. Una enorme melena morena ondeaba al viento, brillante como un amanecer. Una corona dorada con una estrella roja descansaba en su frente. "Princesa Diana". Debía ser princesa o reina entre las amazonas. Su cuerpo era esbelto, escultural, como el de una modelo. Me quedé totalmente en blanco.- Joven, ¿joven? Estáis sangrando, deberíais sanar esa herida. Acompañarme.

- ¿Qué? ¡Ah, sí, sí! No os preocupéis princesa Diana, afortunadamente poseo un poder gracias al cual puedo recuperarme de las heridas recibidas. Lo único que necesito es un sito donde descansar unos minutos mientras termino de recuperarme del todo.- Me sentí avergonzado y estúpido. Ella me estaba hablando y yo parecía imbécil, engatusado con semejante belleza. Su pureza flotaba en el aire. Me llevó hasta una casa donde había un pequeño banco de madera y me indicó que recuperase mis fuerzas allí. Llamó a otra amazona la cual me trajo un pequeño cuenco de arcilla con un líquido naranja dentro. Me dijo que me lo tomase pues me recuperaría. Lo bebí de un sorbo. Una enorme fuerza salió de mi pecho y me recuperó casi al instante. No sabía muy bien qué era aquello pero el efecto fue inmediato. No me preocupaba que pudiese ser algún tipo de veneno ni nada por el estilo. Mi factor de curación lo habría eliminado como si se tratase de una vulgar bacteria. Además, no quería ser descortés con la única amazona de allí que no nos había intentado matar.

- Oiga princesa, no querría ser descortés ni nada por el estilo, pero no he podido evitar fijarme en que en esta isla no hay ningún hombre... Me da que no les tenéis especial aprecio, al menos no tus compañeras.

- Las amazonas somos una raza orgullosa y noble, pero pensamos que los hombres son una carga. Demasiado débiles contra el dolor. Apenas han recibido una herida ya se están quejando. Nunca sabrán lo que son verdaderos dolores. Pero descuida, no corres ningún peligro.- su rostro duro y fuerte me ofreció una pequeña sonrisa para tranquilizarme. Esa sonrisa, esos labios. Era perfecta. Habría sido capaz de convencerme hasta de que el cielo es verde y no azul. ¡Ay, las mujeres! Eran mi perdición. Nunca había tenido una relación amorosa ni siquiera un rollo como lo solía llamar la gente. ¡Por no haber tenido ni siquiera había besado a una chica! Tampoco era como si hubiese intentado nada con ninguna. Era lo que se podía ver como "una especie en peligro". Lo que buscaba yo en las chicas era amor, una que me quisiese por lo que yo era y me entendiese. Y yo quería quererla también: sacarla a cenar, llevarla a pasear al parque, salir alguna vez de fiesta... Pero no concebía lo de liarse con una una noche y fuera. Acostarme con una chica, aun siendo mi novia, no era algo que entrase en mis planes. Estaba demasiado chapado a la antigua. Suspiré. Moriría sólo y virgen, no me cabía la menor duda. ¡Qué va! Deja de ser tan crítico contigo mismo Plana. Lo único es que aún no has podido demostrarle a ninguna tus encantos. Ya habrá tiempo para hacerlo, ahora había cosas más importantes que atender, como la razón por la cual estábamos en aquel lugar.

- Creo que ya me encuentro mejor princesa, gracias por la ayuda.- la sangre había dejado de salir de mi herida y me encontraba rejuvenecido y preparado para lo que se nos viniese encima.- A propósito, he oído que vuestra majestad sabe dónde estamos y por qué estamos aquí... ¿Qué ha sucedido?- después de lo que había pasado descarté por completo la posibilidad de que fuese una alucinación. Cuando en una de estas te herían, solías despertarte, o al menos no eran heridas tan reales. Aquella lanza que me atravesó fue demasiado creíble como para tratarse de una alucinación.

- Así es querido Planaria. Pero resolveremos ahora todo en el templo. Paciencia joven guerrero.- ¡Sabía mi nombre! ¿Cómo era aquello posible? ¿Leería la mente? Esperaba que no porque habría encontrado toda mi patética historia amorosa y el como estaba totalmente atontado con su simple presencia pura y espectacular.- Por lo pronto deberíais quitaros esos ropajes, están rotos y manchados de sangre.

El corazón me dio un vuelco. ¿Quitarme la ropa? No, no, no, no, no, no. ¡Lo de la muerte por kiki era una broma! Además, a mí me gustaban más de mi tamaño, más frágiles. No quería una mujer que pudiese partirme en dos con una sola mano. Me quedé unos segundos quieto, sin saber muy bien qué hacer. Entonces vi como una de sus compañeras me acercaba una toga y me la ofrecía. ¡Ah bueno aquello era mucho mejor! Ir vestido de mamarracho. ¡Ni hablar! Casi prefiero la muerte por kiki.

- Esto... tengo que ponérmelo, ¿verdad?- tenía la toga a mi lado. Madre mía eso era más feo que un pie. ¿Realmente iba a tener que disfrazarme de romano? "¡Ave César! ¡Mori turi te salutan!".

- Me temo que sí, joven guerrero. Nuestro templo es algo muy sagrado para las amazonas. No sería del agrado de nadie que aparecieseis con ropajes ensangrentados. Además, estáis teniendo un gran honor al entrar. No le está permitida la entrada a nadie más. Únicamente os ruego discreción y sosiego. No querréis enfadar a las amazonas de nuevo. Y descuida, como ya te he dicho estás a salvo conmigo, en todos los sentidos.- Una pequeña sonrisa apareció en su rostro. Definitivamente me estaba leyendo el pensamiento o algo. Agradecí el pequeño biombo donde cambiarme. En ese momento estaba más rojo que un tomate.

Salí del biombo y la princesa sonrió.- Os quedan bien nuestros ropajes... Deberíais vestirlos más a menudo. Vamos, acompañarme. El resto ya nos esperan.- La mirada de odio que quise lanzarle quedó en el aire al ver su sonrisa. Tengo un serio problema con las mujeres. Como siga así me van a romper el corazón de las maneras más horribles que me pueda imaginar. Suspiré y seguí a la princesa a la calle. Allí estaban Tanith y Tom vestidos igual que yo. No pude evitar una risa floja, y la mirada de mi compañera de odio me dio a entender que una sola broma o risita estúpida y toda su ira caería sobre mí. Tom parecía algo más contento que nosotros dos con sus ropajes, pero no tuve tiempo de preguntarle. Al final del camino de tierra que recorría la ciudad había un enorme templo que se alzaba varias decenas de metros. Era igual que los de las películas de romanos y griegos que había visto en la tele.

Entramos. La majestuosidad de aquel lugar era inigualable. El suelo, hecho del mármol más puro y perfecto que había visto estaba lleno de dibujos y formas geométricas blancas y oscuras. Las enormes columnas rodeaban todo el edificio, blancas y perfectas como la nieve. Una enorme estatua de una amazona vigilaba la sala desde el final del templo. Tenía una enorme espada en su mano derecha que apoyaba contra el suelo. Diademas y adornos recogían su pelo y sus ropajes. Debía ser su diosa o algo por el estilo. Un montón de amazonas nos miraban y cuchicheaban entre ellas al vernos pasar. Diana encabezaba la marcha con paso firme. Un altar, candelabros, grandes lámparas... Todo hecho con oro (o al menos eran doradas). Nunca había visto algo así, ni siquiera en mis viajes a Roma. Aquello era de otro mundo, mágico, celestial. Cualquiera diría que habíamos muerto y estábamos en el cielo. Alrededor de la gigantesca estatua había otras más pequeñas, con algunos grabados debajo de ellas. No alcancé a ver lo que ponían. Nos esperaba un grupo de varias amazonas y lo que debía ser su reina. Un consejo. Tal vez ahora podrían resolvernos las dudas que teníamos, que por cierto eran bastantes.

-Es Ambrosía, el néctar de los dioses. Te hará sentir mejor.

La princesa Diana pareció divertirse mucho ante las reacciones de Planaria en ese nuevo mundo. Era cierto que aquellas túnicas no eran para hombres, puesto que no habían hombres en Themiscyra que se las pusieran, pero intentó disimular su divertimiento para que el muchacho no se ofendiera.

Cuando la Amazona y el guerrero entraron en el templo, la reina Hipólita ya se encontraba sentada en lo que parecía un trono de piedra y flores. Parecían rosas de colores y margaritas, pero la naturaleza de aquella ciudad era muy diferente a la que conocían los aventureros.

La reina esperó a que llegaran el resto de invitados y se quedó quieta en su sitio, fundida con el entorno como si de una estatua de piedra se tratara.

Tanith y Tom no tardaron en llegar con sus ropajes nuevos y sus energías renovadas.

Breta aprovechó la ocasión para acercarse a Planaria y hablar con él.

-¡Tienes unos brazos fuertes jovencito! ¿Crees que podrías levantarme con ellos?

 La princesa Diana sonrió a los recién llegados y cuando se propuso a hablar, su ceño se frunció y llevó una de sus manos a la oreja, tocando con dos dedos su interior. Giró la cabeza y miró hacia el infinito mientras parecía hablar con alguien.

-¿Batman? ¡Aquí Wonder Woman! Acabo de volver a Themyscira.

Hubo un repentino silencio y los Abyss Knights escucharon una grave voz masculina que murmuraba cerca de dónde se encontraba Diana, pero no lograron entender nada lógico de aquel rumor.

- Si. No. - la voz de Diana se pausó - Nightwing no contesta al comunicador.

-Entiendo...Y supongo que tú ya lo sabías - Diana dejó escapar un leve suspiro - Creo que tengo aquí a tres... Si. Ábrelo en cuánto puedas. Corto.- La expresión de la princesa guerrera cambió por completo y miró con dureza a los Abyss Knights.

-El asunto es más grave de lo que pensábamos.- comentó Diana y detrás de ella se alzó entonces Hipólita.

- Primero el terremoto, después las luces de colores y de pronto desapareces de la nada por uno de esos portales ¿Qué está pasando, Diana?

- Lo que sospechábamos, mi reina. - hizo una pausa y después prosiguió - Hemos sobrevivido a invasiones extraterrestres, a fusiones de mundos... pero esto va un paso más allá, una catástrofe a una escala mundial. Pero no solo en la tierra, también en todo el universo.

-¿Y estos intrusos qué tienen que ver con todo esto? ¿son los causantes? ¿son enemigos? Preguntó alterada la reina.

Wonder Woman se giró y miró entonces a los Abyss Knights. Se acercó con cautela a dónde se encontraba Tanith y le preguntó.

-¿Cómo llegasteis a Themyscira?

Entendí por primera vez a Alicia y su país de las maravillas. El desgraciado del espía al que habíamos perseguido era el conejo blanco al que habíamos perseguido hasta caer en su trampa y Themyscira, el dichoso país de fantasía.

Un país cuya dirigente nos era hostil. Un paso en falso y acabaríamos en la trena, o en el castigo que tuvieran en su defecto para gente como nosotros que había irrumpido en su mundo.

Las palabras de Diana nos dejaron claro que la amenaza había estado ahí desde antes de que llegásemos nosotros. No iba a consentir que nos convirtieran en cabezas de turco.

 - Señoras -alcé la voz de manera que todo el templo pudiera escucharme. Mi explicación no iba solamente a Diana, sino a todos los presentes que veíamos y no veíamos -Vimos las luces de colores. Y el portal. Lo atravesamos por accidente y caímos aquí. Sabemos tan poco de lo que esta pasando como vosotras, puede que incluso menos.

A la vista de los últimos acontecimientos, ya no me atrevía a culpar al topo de la aparición del portal. Tampoco disponía mucha información y siendo invitados, aquella gente se guardaría mucho de contarnos mucho más. Solo podía intentarlo:

- No me gusta que nos acusen de algo que estamos sufriendo todos. Quizás no esté en mi lugar decirlo, mucho menos si no confían en nosotros, pero ya que estamos aquí, nos gustaría ayudar -les dirigí una significativa mirada a Tom y a Pilas -. Espero que esto también sirva de disculpa a la molestia que ha sufrido tu pueblo con nuestra llegada. No era nuestra intención hacer daño a nadie.

Esperaba que las amazonas a las que nos habíamos enfrentado estuviesen bien. Su avanzadilla me había demostrado cómo se las gastaban pero con todo no quería empeorar las cosas...

La princesa Diana era realmente espectacular. Nunca había visto semejante belleza antes. Parecía divertida con mis reacciones ante esta desconocida tierra, llena de mujeres que me miraban mal, por así decirlo, al pasar. Sus ojos mostraban cierto odio, como si fuese algún tipo de aberración o algo por el estilo. La carencia de hombres en aquella preciosa isla paradisíaca podía ser la respuesta. Lo mismo éramos considerados algún tipo de amenaza o enemigo. Una amazona entrada en carnes me saludó efusivamente con lo que me pareció un tono de seducción. Yo me arrimé en la medida de lo posible a Diana. No tenía nada en contra de las mujeres rellenitas, ni mucho menos. Pero la belleza de aquella mujer me tenía embelesado, totalmente fascinado.

Tanith explicó que no éramos ningún tipo de amenaza ni peligro, en un tono que me pareció algo a la defensiva, como si temiese que se nos fuesen a lanzar todas encima a la mínima de cambio. Realmente el que más miedo estaba pasando era yo, para qué engañarnos. Ni un solo hombre excepto Tom y yo. Y bueno, Tom no era lo más hombre que había conocido en sus modos, por así decirlo. Tras la aclaración de mi compañera decidí, con miedo todo sea dicho, explicar también mi versión de los hechos.

- Majestad… Majestades.- Que la princesa Diana hubiese llamado reina a la otra mujer indicó que, a pesar de la fascinación y atención con la que todo el resto de amazonas vigilaban a la bella morena, la otra era la que parecía ser la jefa allí.- Creo que nosotros no pertenecemos a este mundo… Usted, princesa Diana, dice que han sufrido invasiones de otros planetas y otras tierras… Pues a juzgar por el sitio donde nosotros venimos me temo que debemos ser de ese grupo. Pero no somos invasores, al menos no conscientes de ello. Nosotros perseguíamos a un traidor a nuestra causa y por accidente terminamos cruzando un portal, como ha dicho mi compañera, tras el cual terminamos en este extraño y bello mundo. No pretendemos conquistarlo ni traer otra cosa que paz.- Me sentía muy hippie diciendo todas esas cosas de paz y amor, pero no se alejaban en absoluto de la realidad. Ya me habían ensartado una vez y no tenía ninguna gana de que hubiese una segunda antes de que finalizase el día.- Somos un grupo de héroes por así decirlo. Combatimos el mal defendiendo a los más débiles que nos rodean y que no tienen los medios para luchar contra las adversidades. No pretendemos asustar a nadie ni hacerles daño. Si nos hemos enfrentado antes a varias de sus guerreras fue únicamente en defensa propia, y no matamos a ninguna. Creo que hablo en nombre de mis compañeros cuando digo que lo único que les pedimos, que les rogamos, altezas, es algo de comprensión y de información. Sólo queremos ayudar en la medida de lo posible como ha dicho mi compañera. Pero necesitamos saber a qué nos enfrentamos, qué es ese peligro que asola el universo como habéis dicho, oh princesa Diana, cuya belleza va más allá de las estrellas del firmamento y la espuma formada en la orilla del mar.-

No sabía si aquello iba a significar mi inmediata decapitación. Había leído acerca del protocolo con la nobleza tanto antiguo como moderno. Ensalzar la belleza era algo que antaño se consideraba de una educación y respeto esquistos, mas temía que tal vez esta raza de valientes mujeres lo considerasen un insulto debido a su protocolo de "no hombres en nuestra isla". Esperé que nos pudiesen facilitar cualquier tipo de información o consejo, o que nos permitiesen ayudar en la medida de lo posible. No éramos más que tres pequeños héroes en un mundo que creíamos conocer, pero que aparentemente escapaba a nuestros conocimientos mucho más de lo que se me había ocurrido imaginar. Tenía una rodilla incada con todas estas palabras y los brazos en cruzo con las palmas de las manos hacia arriba, mostrando respeto y admiración.

- Solo permitidnos ayudar y cooperar en cualquier cosa que se necesite. Creo que todos estamos del mismo bando, y no deberíamos pelear o luchar si la situación está tan mal como la princesa Diana ha recalcado.

La respuesta del grupo parecia lo mas acertada posible dentro de mi criterio. Sabia que, dentro del caos que habia surgido en todo el mundo gracias a la comunicacion de Batman, ellos simplemente podian ser victimas circunstanciales de este suceso, sin embargo, habian violado los codigos, y el tono y las palabras con las que la mujer que acompañaba a Planaria no me agradaron ni un poco. Quizas a Hipolita menos, por lo que tras que esta terminase de actuar, escuche de nuevo al chico divertido que creia que le iba a hacer algun tipo de... castigo. ¿Que demonios era eso de la Muerte por Kiki? Supongo que no estoy muy adentrada en las tematicas culturales de estos sujetos.

Escuche como se dirigia a mi y a mi madre, en un tono bastante respetuoso, pero a veces a mi se me hacia algo... ¿exagerado? Quizas pasaba mas tiempo en el mundo de los hombres que en Themyscira, pero no era momento para pensar en esas cosas. Mientras terminaba su explicacion, ¿Empezo a elogiar mi belleza? No pude evitar sentir cierta gracia y ternura, pero tenia que mantener el porte serio (y al a vez conciliador) con mi madre y mi pueblo. Di un ligero golpe con mi pie al suelo cuando vi que se arrodillaban ante mi madre y ante mi. Alce la voz.


-Madre, si me permites... -Gire la cabeza hacia la reina Hipolita, le sonrie y sin decir nada le di a entender que todo iba bien, que yo tenia las cosas bajo control. Volvi a ver a los Abyss, y me puse a mirarlos uno a uno, hasta que dije en general - Aclararemos estos puntos desde ahora. En primera, agradecemos su "intencion" de ayudar, pero he de decir que Themyscira no necesita vuestra ayuda. Estamos ante una contingencia, y lo que mas necesitamos es demostrar nuestro honor ante Atenea y los dioses, no vamos a ser menospreciados por ningun hombre... ni mujer de afuera. Les digo, ahora, que se levanten, y si son dignos, ante los ojos de los dioses y de mi reina, se preparen para partir. Vuestra presencia es ya un escandalo ante nuestro protocolo, y nuestro reino no es un lugar para vosotros, habitantes del mundo de los hombres.

Aunque mi tono resultaba un poco frio y formal, queria demostrarles que yo no los pensaba tratar mal. Si alguno aun buscase problemas, se enfrentaria ante mi. No voy a permitir (por mas victimas que sean) que ningun extraño entre a mi hogar. Soy hospitalaria, pero esto ha sido suficiente. Mire hacia la Reina, y espere que ella indicase algunas instrucciones, o si es que quisiera hacerles una ultima pregunta, la hiciera, antes de que yo me los llevara para poder devolverlos al lugar de donde son.

Las palabras de Diana fueron algo duras y secas. No sabía muy bien qué hacer. No parecía una amenaza. Sin embargo me sentí un poco incómodo, como alguien que sabe que no debe estar en un sitio y se lo hacen ver con un comentario un tanto cortante. Sin embargo no me iba a achantar. Yo quería saber que estaba pasando.

- Con el debido respeto princesa Diana, no queremos causar problemas ni nada, y nos iremos para no molestar, pero nos gustaría saber que sucede aquí. ¿Qué esta pasando? ¿Qué es eso del choque de universos y demás?- Me quedé un poco bloqueado con sus palabras referentes a los dioses griegos. ¿Habíamos retrocedido en el tiempo o algo? Tal vez aún hubiese a día de hoy gente que creyese en ellos. Bueno, la gente es libre de creer en lo que quisiesen. Yo mism creía en Dios, y me gustaba que me respetasen por ello.- Lo que quiero decir es que somos parte del mundo también, y nos gustaría saber que es lo que está sucediendo. Sí la situación es tan grave debemos prepararnos nosotros también.

No pensaba que fuese nada grave. Lo que pedía no era algo horrible ni que les molestase. Pedía información para saber qué sucedía. Pensé en las palabras de Diana acerca de los hombres. No les agradaba nada nuestra presencia, pero que además hubiese dos hombres en su isla menos aún. La idea de que me tirasen al mar no me agradaba ni lo más mínimo. La reina no me inspiraba mucha confianza, pero a pesar de sus palabras algo frías y directas confiaba en Diana. Por sus ropas parecía que estaba familiarizada con el mundo de los súper héroes. Las estrellas me recordaban en cierta manera a la bandera estadounidense, especialmente por el color azul. No la recordaba de noticias ni nada por el estilo. Tal vez fuese discreta, o puede que del universo ese paralelo que había chocado con el nuestro. Lo mejor parecía ganarse su confianza. A lo mejor no podía hablar de estas cosas frente a su reina y cuando nos sacase de allí nos informase de la situación. Le sonreí lo más sinceramente que pude buscando su aceptación o apoyo, o al menos para demostrarle que lo que decía era sincero. Quien sabe, tal vez algún día nos terminaríamos por conocer. La isla era una pasada, y quitando el odio que sentía a mi alrededor no me habría importado en absoluto visitarla de cabo a rabo. Pero desde luego ese no era el momento para pedirlo.

La reina Hipolita miraba con cautela y cuidado a los visitantes de su Isla, mientras tambien observaba a su hija. Aun no tenia los suficientes elementos para tomar una desicion acerca de los habitantes de afuera. Mientras se recargaba en su trono, apoyando ambos brazos en el respaldo, elevo la voz, haciendo que hubiera silencio en la sala poco despues de que Planaria termino de hablar.

-Si nosotros no pudimos prevenirlo, ustedes mucho menos. -La reina parecia alterada, y Diana se percato de ello. Apenas habia vuelto tras ser engullida por el portal, pero no les dio tiempo para que ella explicara lo que le habia pasado. Diana miro a su madre, se acerco y nego con la cabeza sonriendo, como si le dijiera que estuviera tranquila.

Volvio su rostro ante los visitantes y las amazonas que vigilaban el lugar y dijo en voz alta:

-Creo que yo no he explicado lo que me paso a mi. Como sabran, nuestra hermana Calcis fue engullida por uno de esos portales que ya mencionaron los visitantes que tenemos aqui. Yo estaba muy cerca de ella, asi que me meti dentro del portal para agarrarla. Cuando pase, el otro lado era Nueva York, ciudad del mundo de los hombres. -Una de las Amazonas parecia no gustarle mucho lo que escuchaba, pero no interrumpiria a su princesa - La pude agarrar antes de que cayera al suelo, y volvi con ella volando lo mas rapido posible aqui. Entonces, vimos a estos visitantes. No creo que sean invasores, la barrera mistica los habria expulsado ya. Si ellos cayeron aqui como yo en uno de esos portales, lo que nos paso fue algo mas poderoso que la propia magia. -Mire entonces a Planaria- No podemos darles ningun tipo de informacion, no la tenemos. Si no tienen ningun tipo de aclaracion mas, por favor, siganme.


Aunque me desagradase la idea, no podiamos darles nada. Parecian buenas personas, y si la barrera magica no los habia dañado, no eran invasores. Lo mejor era ahora sacarlos de la sala del trono y que la reina no se molestase mas.

Miré a Diana y asentí con la cabeza. Parecía una buena mujer, sin maldad aparente. No parecía que nos estuviesen ocultando información. Simplemente les habría pillado por sorpresa, al igual que a nosotros. Además, por su historia deduje que ella estaba tan sorprendida por la aparición de portales repentinamente como lo estábamos nosotros. Asentí con la cabeza mirándola a los ojos y luego miré a la reina.

- Gracias por su ayuda e información, así como su hospitalidad. Rogamos disculpe cualquier contratiempo o molestia que hayamos podido causar majestad. Abandonáremos su isla para no alterar más la paz de este bello y apacible lugar.- E hice una marcada reverencia. Luego me volví a Diana y le sonreí amablemente.- Le acompañaremos princesa. Vuestra merced delante por favor.

Acompañamos a la princesa Diana a través de un pasillo lateral, abandonando el templo, dejando a las amazonas en un profundo murmullo. Supuse que estarían debatiendo con la reina acerca de nosotros y de nuestra presencia, y me alegré de estar ahora junto a la princesa. Ella parecía ser más amable, o al menos haber tenido más trato con los hombres, pues no sentía su mirada inquisitoria en mi, quemándome como fuego. Mis compañeros permanecían en silencio. Nuestros pasos eran lo único que resonaba por los preciosos y grandes pasillos a nuestro alrededor. Me di cuenta de que todavía llevaba la túnica esa puesta y una parte de mí suspiró cansado. Menudas pintas de bobo. Parecía que me habían sacado de un rodaje o una fiesta de disfraces. Y aunque era cómoda, no me sentía muy a gusto con ella. Estaba deseando notar el tacto de unos vaqueros y una camiseta. Aceleré un poco el paso y me puse a la altura de la princesa.

- Princesa Diana... No he podido evitar escuchar que vos también caísteis a través de uno de esos portales, y no querría ser molesto ni pesado pero... ¿Sabe vuestra merced algo de ello? Quiero decir, sobre qué ha podido causarlos o cuál es su naturaleza. Parecéis ser una valiente guerrera que ha luchado en nuestro mundo, por así decirlo. Tal vez sepa algo, o tenga algún tipo de corazonada.- Sabía que había dicho que no disponía de más información, pero eso no significaba que pensase algo. Yo mismo tenía mis teorías. Había leído alguna cosilla de física cuántica, acerca de los agujeros de gusano y cosas por el estilo. Portales a través de los cuales uno podía moverse en el espacio, incluso, en el tiempo. Una cosa que me tranquilizó fue cuando habló de la ciudad de Nueva York. Al menos sabía que no habíamos retrocedido en el tiempo. Por lo menos no dos mil años. Y a juzgar por sus palabras de que nos iba a devolver a nuestra casa no debíamos haber abandonado nuestra línea temporal. Intenté ser lo más cordial y respetuoso que pude. Ella nos había tratado bien, pero justamente. Sí no podíamos estar en su isla era lógico que tuviesen que "echarnos".

Continuábamos andando por el pasillo y volví a hablar.- A todo esto princesa, ¿a dónde vamos? ¿Nos lleva a algún portal o algo por el estilo para devolvernos a nuestra tierra? Por cierto, a juzgar por la ambientación y paisajes he supuesto que nos encontramos cerca de Grecia, ¿me equivoco?

Dirigiendome por los pasillos, pudimos salir del templo, guiandolos hacia mi habitacion a una marcha algo lenta. Mientras avanzabamos en silencio, yo me encontraba pensando las implicaciones de este problema, y que tenia que llegar rapido con la Liga de la Justicia. Entonces, acelere un poco mi marcha. Fue cuando vi que Planaria se puso a mi altura y lo mire a los ojos, escuchando lo que decia.

- Princesa Diana... No he podido evitar escuchar que vos también caísteis a través de uno de esos portales, y no querría ser molesto ni pesado pero... ¿Sabe vuestra merced algo de ello? Quiero decir, sobre qué ha podido causarlos o cuál es su naturaleza. Parecéis ser una valiente guerrera que ha luchado en nuestro mundo, por así decirlo. Tal vez sepa algo, o tenga algún tipo de corazonada -Recai en que no me habia puesto a pensar que era lo que ocurria, pero, tampoco era que pensara mucho en ello. Estaba mas preocupada por otras cosas.

-No lo se. Quizas solo sea un problema con... un hechicero muy, pero muy poderoso. Los portales son cosas de magia, y no existe una magia tan poderosa dentro de los hombres que pueda penetrar nuestro escudo magico que rodea la Isla. O es algo que tenga que ver con la tecnologia... En ese caso, no se mucho. -Segui avanzando junto con Planaria, cuando me volvio a preguntar algo.

-A todo esto princesa, ¿a dónde vamos? ¿Nos lleva a algún portal o algo por el estilo para devolvernos a nuestra tierra? Por cierto, a juzgar por la ambientación y paisajes he supuesto que nos encontramos cerca de Grecia, ¿me equivoco? - Me detuve de caminar, mirando con cierta ternura a Planaria. Que lindo que pensara que estuviesemos cerca de Grecia, quizas solo porque viera pilares de marmol, los jarrones y todos de la epoca de los griegos, pero, rapidamente le corregi.

-Vamos hacia mi habitacion, tengo que cambiarme y luego nos vamos a ir en Jet a Italia para que los deje en un lugar donde puedan volverse a su casa. Y no, no estamos en Grecia, estamos en el Mediterraneo. No te preocupes en buscarlo en algun mapa o en uno de esos aparatos modernos, no aparecemos en ningun lugar. -Por fin tras caminar bastante, llegamos a una habitacion, donde pude abrir una gran puerta, dejando pasar a los visitantes a mi cuarto.

Si la Isla pareciese un lugar del pasado remoto, los aposentos de Diana eran un lugar que parecia mas moderno, mas actual a la epoca donde vivian los Abyss. Dentro las paredes estaban llenas de portadas de periodico donde salia Diana posando en una foto tras haber detenido algun crimen, o haber salvado a alguien en un desastre. Habia fotografias con otros superheroes, como la Liga de la Justicia en portadas de periodicos tambien, y aparte de estas, la habitacion estaba llena de trofeos de sus enemigos, como algunos trajes, armas y demas. La cama que tenia la habitacion era grandisima, con las mas suaves y exquisitas sabanas, junto a muebles tallados por los mejores artistas con madera de primera calidad. Sobre la cama colgaba una gran doble "W", una encima de la otra, color rojo la primera y amarillo la segunda. Las paredes, junto a los periodicos y los trofeos de guerra, tenian fotografias con distintos superheroes, con lideres del mundo, con embajadores de la ONU y hasta con miembros de la farandula. Quizas las fotos mas grandes eran las que se tomaba con presidentes, reyes y gobernantes del mundo. Junto a la cama habia una mesita, donde habia, en un marco cada una, dos fotografias. Una de ellas, Diana salia junto con un hombre alto, fornido, de traje y con el gesto algo serio. La otra era Diana en una misma fotografia con un hombre vestido de Azul, con una S en el pecho, similar a otras fotografias que habia en las paredes, donde ambos salian abrazandose.

Diana les señalo una mesita donde habia una bandeja de plata con algo de comida y una copa de plata con un liquido oscuro dentro, tras meterse en una habitacion contigua al aposento donde estaban. -Tomad comida si teneis hambre, pronto nos iremos- Dije, y cerre la puerta, donde me empece a cambiar mi ropa para ponerme una armadura de metal (sin casco). Tras unos cuantos minutos de ajustarmela, sali, preparada para partir.

Nos indicó que íbamos a su cuarto para que pudiese cambiarse, y asentí con una sonrisa. Los pasillos resonaban con nuestros pasos, y podía verme reflejado en el mármol del suelo. Estaba todo impoluto y parecía organizado a la perfección. Sus pasos eran firmes y decididos, y no quise interrumpir sus pensamientos. No sabía donde tenían nuestra ropa. Ya había pasado la peor parte de las túnicas, y no me sentía ten ridículo como al principio, pero tenían mi traje de héroe por así decirlo. No era más que una modificación de un traje de moto de kevlar de dos piezas, pero seguía siendo mi traje. Pensé en la lanza que me atravesó y en la sangre. Estaría hecho un asco, aunque no había sido la primera vez que había perdido uno. Lo más probable sería que me tocase hacerme uno nuevo. Bueno, tampoco era muy difícil. Lo superaré.

Cuando llegamos a su cuarto vi que tenía muchísimos recortes de periódico por las paredes. Nos ofreció algo de comida y bebida mientras se iba a cambiar. Le agradecimos el trato y probé algunos de los alimentos que nos había dado mientras miraba los recortes. "Wonder Woman". Así la llamaban, o eso parecía. Supuse que sería su alias de heroína, igual que mi "Positrón". Aparecía dando la mano al presidente de los Estados Unidos, a gente de la ONU, y por todos lados se hablaba de sus hazañas y crímenes resueltos. Sonreí para mí. Una auténtica heroína. No pude evitar extrañarme un poco debido a su traje. Parecía un bañador de esos de cuerpo entero, dejando las piernas al aire, al menos la parte donde no cubría las botas. En los muslos estaba la arteria femoral. Una herida en ella podía provocar un desangramiento perfectamente. Llevarlos desprotegidos no era una idea muy brillante. Yo contaba con mi factor de curación, gracias al cual no debía temer tanto un enfrentamiento directo. El dolor seguía estando, pero era un poco más complicado matarme. Tal vez ella tuviese también un factor de curación igual que el mío. Seguí recorriendo los recortes, leyendo los artículos que aparecían. En otras fotos la pude ver posando junto a otros tipos con trajes variopintos, de vivos colores y parecidos a los de los súper héroes que recordaba. No reconoci a ninguno, pero parecían formar una especie de grupo de héroes. Me sentí reconfortado sabiendo que no éramos los únicos en el mundo. Conocía a los Vengadores y sus hazañas, así como a los mutantes de Xavier, a los cuales tenía pensado visitar para ofrecerles mi apoyo y ayuda. Pero cuando se trata de luchar contra el mal, toda ayuda es poca.

En las estanterías había cascos, armas, armaduras y demás objetos que supuse había acumulado Diana en sus enfrentamientos. A juzgar por la cantidad de estos que tenía era muy fuerte, o había muchos enemigos que querían acabar con ella. Me acerqué a la mesilla de noche y vi dos fotos. En una aparecía con un elegante hombre trajeado, con el rostro serio. En la otra, un hombre alto vestido de azul y con una enorme "S" en el pecho. ¿Quién era ese tío? A juzgar por la "S" de su pecho deduje que se llamaría Superman o algo así. Se la veía contenta. No pude evitar sonreír para mi. Entonces sonó una puerta detrás de mi y entro Diana, vestida con una preciosa armadura, donde estaba algo más tapada.

- Vaya princesa... Estáis... Estáis increíble.- Le dije algo cortado y con una sonrisa. Me volví a las fotos de la pared.- No he podido evitar ver sus fotos y recortes. Parecéis muy famosa y poderosa... ¿Tenéis algún tipo de súper poder o algo por el estilo? Yo puedo controlar la electricidad a mi antojo, y además poseo un factor de curación acelerado. ¿Y vos? Sí no es una ofensa mi pregunta claro está.

Sali de la habitacion y vi como Planaria observaba toda la decoracion de mi habitacion, mientras los otros chicos tambien lo hacian, o se ponian a comer la comida que les indique antes. No me molestaba que vieran todos mis meritos, me gustaba, era bueno tener a alguien en Themyscira que esta habitacion no le pareciese muy extraña, como mis hermanas a veces me comentaban.

Entonces, el muchacho Planaria, ataviado con las togas grandes que le habia dado previamente, me sonrio, dandome un halago. Despues, se giro a ver mis recortes, preguntandome sobre mis poderes, y claro, lo hacia con respeto. Me gustaba que supiera el trato que se debe de dar en este lugar, asi que se merecia una respuesta.

-Yo fui hecha por los dioses. Mi padre es Zeus, y mi madre es Hipolita, ambos me hicieron en arcilla. Esa arcilla fue bendecida por Demeter, diosa de la agricultura, que me concedio la fuerza de cien soldados. Tambien, mientras este cerca de la Tierra, me voy a curar muy rapido. Pallas Atenea me bendijo con su sabiduria, permitiendome conocer de todo tipo de cosas, aparte de que puedo hablar todos los idiomas de la Tierra. -Le guiñe un ojo al chico y continue- Artemisa me dio el corazon de una cazadora, aparte de sus reflejos, con un gran dominio del arco. Hestia, la diosa del fuego me concedio la capacidad de resistir el fuego de explosiones y de incendios, cosa que me ha servido bastante y Hermes, el mensajero me concedio la capacidad de volar y mi velocidad. Afrodita esculpio mi cuerpo, y Hefesto me concedio mis armas y mi armadura, salvo este lazo. -Saque de mi cinturon un lazo amarillo, delgado, que casi podia brillar- Este lazo me lo dio Palas Atenea. Quien es atrapado, es obligado a decir la verdad pese a su resistencia. Gracias a todo ello, soy la Diosa de la Verdad.

Intente continuar con toda la amplia gama de poderes que tenia, mi relacion con Zeus, Poseidon y Hades, pero una Amazona entro rapidamente a la habitacion tras tocar la puerta.

-Princesa, su Jet esta listo. -Asenti, y la amazona se retiro. Yo mire a Planaria y a sus chicos, y les hice una señal para que me siguieran.

Empezamos a caminar rapidamente por un largo pasillo hasta salir al aire libre, donde habia una especie de mirador gigantesco a la Isla Paraiso. Pude observar el lugar rapidamente, antes de señalar frente a mi. Para los ojos de los Abyss, ahi no habia absolutamente nada, hasta que toque un boton en mis brazaletes y, como si fuera arte de magia, se desplego unas escaleras y se abrio una puerta para entrar en un Jet. Yo me subi primero, y despues, les dije.

-Ponganse un casco, esto sera rapido. -Me meti en el asiento del conductor, dejando que miraran todo lo que quisieran, y, presionando muchos botones, pude prender el avion. Me coloque mi cinturon, y empezamos a volar, mientras configuraba el mapa de navegacion para llegar a Napoles. Sera el lugar donde los deje, pues yo tenia que llegar con la Liga de la Justicia lo mas pronto posible.

El viaje, no seria muy largo, por lo que parece

Escuchaba a Diana con los ojos muy abiertos. ¿Zeus, Atenea y en general los dioses griegos existían? Aquello me dejo bastante conmocionado debido a mis creencias. Yo era católico y creía en el dios de la Biblia. Descubrir que había más dioses, a pesar de ser en otro universo, era algo que provocó un tambaleo en mis creencias. Aunque bueno, a lo mejor eran otro tipo de dioses. Eso quería pensar, al menos ahora. Darte cuenta de que tus creencias dejan de tener sentido o que no se sustentan por sí solas era un palo para el que no estaba preparado. Me senté en el borde de la cama. Bueno, más bien me derrumbé. Unas náuseas me apretaron el pecho y se me aceleró la respiración. Apoyé la frente en mi mano e intente tranquilizarme.

Una amazona entró en la habitación y dijo a la princesa que su jet estaba listo. Nos indicó que la siguiésemos. Me levanté, algo tocado aún y avancé junto a Tanith y Tom por los pasillos. No musité palabra alguna esta vez, pues seguía dándole vueltas a todo. ¿Otros dioses? Sí eso era así los cristianos teníamos un problema. Puede que no fuesen dioses por así decirlo, sino gente con grandes poderes como Diana. Pero en mi conciencia estaba teniendo lugar una gran batalla contra mí mismo y mis creencias. Agité la cabeza y aceleré el paso para alcanzar a Diana. No quería parecer maleducado ni nada por el estilo. Ya tendría tiempo para rayarme en casa. Cuando estuve a su lado intenté sonar lo más normal posible, a pesar de la situación.

- Oiga Diana, quería darle las gracias por su amabilidad y tiempo. ¡Y también por la comida que nos ha dado! Estaba deliciosa.- Llegamos a una enorme plataforma al aire libre donde no había nada. Fruncí el ceño y me lleve la mano a la boca.- Mmm princesa... No es por ser molesto ni grosero pero... ¿En dónde vamos a ir? Aquí no hay nada.

Entonces activó algo y unas escaleras aparecieron de la nada en mitad de la plataforma. Entró por ellas y nos pidió que la siguiésemos. Estábamos dentro de un largo jet que supuse era invisible. Había botones y lucecitas por todos lados y las miraba embobado. Mi mente de ingeniero comenzó a trabajar a toda velocidad, recorriendo con la mirada todos los circuitos y cables que había tras aquellos mandos. Pude notar la electricidad que se movía a través de ellos y sentí una cálida sensación. Diana me dio un casco y me dijo que el trayecto sería rápido. No sabía muy bien a donde iríamos. De hecho no sabía sí ella sabía donde vivíamos. No recordaba habérselo dicho. La ciudad más cercana a la base era Múnich. Me coloque el casco y mire a la princesa.

- Oiga princesa, ¿a donde nos dirigimos? Nosotros vivimos en Múnich. ¿Cree que podría acercarnos hasta allí o tenía pensado otro lugar? Y a todo esto, ¿qué ha pasado con nuestros ropajes? No es que no me gusten estas túnicas, pero mi traje es el que uso siempre para mis misiones.- Entonces me miré de arriba a abajo. Se habían portado bastante bien con nosotros a pesar del primer momento algo más tenso. Una pequeña sonrisa se dibujó en mi rostro y miré a los ojos a Diana.- Por cierto Diana, ha sido un placer conocerla... Parece una buena y valiente mujer. Espero que podamos volver a coincidir alguna vez.

El avion volaba por el hermoso Mar Mediterraneo, mientras los tripulantes podian disfrutar o no el viaje. Configue el piloto automatico y me voltee a verlo a los ojos. En su mirada pude ver la duda, parecia afligido, mas que ser atacado por una lanza, estaba incredulo, como si le sorprendiese todo lo que le hubiera dicho. Simplemente, lo mire, y aunque pude haber mencionado algo del tema, no queria tocar esa conversacion. Lo mejor seria distraernos, ibamos a tener mucho, mucho trabajo.

- Oiga princesa, ¿a donde nos dirigimos? Nosotros vivimos en Múnich. ¿Cree que podría acercarnos hasta allí o tenía pensado otro lugar? Y a todo esto, ¿qué ha pasado con nuestros ropajes? No es que no me gusten estas túnicas, pero mi traje es el que uso siempre para mis misiones.- Me hubiera gustado, en otra ocasion, poder ayudar mas a estos chicos, pero estaba bastante apurada, e Italia era mi destino mas cercano. Simplemente, negue con la cabeza y le dije.

-Vamos a ir a Napoles. No puedo acercarme mas, tengo que estar en Inglaterra cuanto antes, y no puedo desviarme mas de mi trayecto. No se que tantos problemas haya en el mundo alla abajo, pero, no se que hacer... Y tu ropa, bueno, quizas las amazonas ya la hayan tirado, pero si la guardaron, dame tu direccion. A lo mejor, puedo regresartelo, o te pagare tu traje. -Le pase una hoja de papel y un boligrafo que tenia para que anotara su direccion.

El viaje duro unos cuantos minutos mas, cuando escuche el agradecimiento de Planaria. No respondi, simplemente, al ver la playa, dirigi al jet para aterrizar ahi. Fue una maniobra sencilla, asi que, al poder reposar el avion, abri la puerta. Mire a los Abyss, y entonces, suspire.

-Vamos, fuera. Todos tenemos cosas que hacer. Espero que esta no sea la ultima vez que nos veamos, guerreros. -Una vez afuera, tras quitarles los cascos y todo lo que habian tomado de mi Jet, espere a que se alejaran para poder despegar de nuevo. Tenia ahora un asunto entre manos, y eso era llegar lo mas rapido posible a la Atalaya

Diana y los Abyss Knights se separaron, y cada uno tomó un camino diferente.

Planaria volvería a la base con sus compañeros, para decidir cual era su siguiente paso. Habían perdido al topo de la organización, pero no tendrían que preocuparse más. Seguramente no habría sobrevivido a aquella caída. Ahora tenían otras cosas más importantes en las que pensar. Lo que les había explicado la diosa parecía casi imposible, pero desgraciadamente era una gran verdad. A partir de ahora, los Abyss Knights tendrían que enfrentarse a enemigos mucho más fuertes y proteger su organización de los nuevos habitantes de La Tierra.

Por otro lado, Diana voló con su Jet invisible en dirección a la Atalaya. Sus compañeros la esperaban inquietos, algunos miembros de la liga habían desaparecido y otros faltaban por llegar. Tenían que solucionar el problema lo más rápido posible, o habría más consecuencias de las necesarias...

La historia de Diana sigue en: El futuro de la tierra en nuestras manos