No podía dejar de pensar en Martha y Billy. ¿Cómo estarían? ¿Le echarían de menos? ¿Cuánto hacía del último partido de béisbol de su hijo en el que estuvo presente para darle ánimos?
No, Curt, ahora no. No puedes pensar en ello. Tú mismo decidiste aislarte, mantenerte lo más alejado posible de ellos. Es la única manera de protegerles de Él. De ti mismo.
El trabajo en el laboratorio era lo único que le ayudaba a no perder la cordura. No podía permitírselo, no desde su última crisis. Una que estuvo a punto de costarle a su propia familia. Maldito bastardo... Lo sabía todo de él, sus debilidades. Intentó suprimirle arrebatándole lo que más quería, convertirles en lo mismo. Pero no era tan listo. Él también le conocía, y sabía cómo mantenerle a raya. Simplemente tenía que seguir concentrado. No dejar que nada ni nadie le alterase.
Mamífero estúpido.
Connors apretó los dientes y se llevó las manos a las sienes. Otra vez no. No podía permitirle recuperar el control. No después de lo mucho que le había costado reconstruirlo todo de nuevo.
Tú jamás has tenido el control. Yo nací a causa de tus propias limitaciones. Me convertí en todo aquello que soñaste ser. Y ahora tienes demasiado miedo para aceptarlo.
-¡Eso no es cierto! ¡Tú eres un monstruo, un accidente! ¡Tú nunca debiste haber ocurrido!
No se dio cuenta de que había vuelto la mirada hacia el espejo hasta que fue demasiado tarde. La cara de un monstruoso reptil le devolvía la mirada, con un aterrador brillo inteligente en sus ojos de pupila rasgada.
Sabes lo que soy, Connors. La respuesta de la evolución a la decadencia del dominio del mono homínido. ¿Qué eres tú? Un pobre hombre lisiado. ¿A qué tuviste que recurrir para reparar tu miembro herido? A mí.
Connors se acarició el muñón. No podía negarlo: la primera vez que recuperó el brazo, que volvió a sentirlo como en el primer día, le embargó la emoción. Se sentía tan poderoso, capaz de comerse el mundo. Entonces vino él, y estuvo a punto de comérselo en un sentido más literal. Se había dado sin quererlo un poder demoledor. Y ahora trataba de contenerlo. ¿Pero cómo puedes huir de tu mayor enemigo cuando eres tú mismo?
-Yo nunca quise esto... ¡Nunca te quise a ti!
Oh, vamos, Curt... A mí no puedes engañarme. ¿Recuerdas Irán? ¿Recuerdas las bombas, los disparos, la crueldad de tus compatriotas? ¿El estallido de la granada, tu brazo hecho papilla? Y todas esas víctimas inocentes... ¡Civiles, Connors! ¡El hombre depredándose a sí mismo, sin el menor aprecio por su propia integridad! ¿Recuerdas lo que sentiste en ese momento? Miedo, incomprensión... Odio. Sí, Connors, no te engañes a ti mismo. Los odias, tanto como yo. Odias su absurdo proceder, su necesidad patológica de destruir todo cuanto sea diferente a ellos, su uso desmedido de la violencia. No son verdaderos depredadores, no como los reptiles. Ellos no cazan para comer. Han olvidado su verdadero papel en el mundo.
-¡Exterminarlos a todos no es la solución! ¡Darles los medios para restaurar sus heridas, educarles, abrirles el camino hacia un futuro mejor, éso es lo correcto! ¡Tú no eres mejor que los "monos" a los que tanto insistes en extinguir!
¿Y tú quién eres para darme lecciones? ¡Tú, mono lisiado! Deja de negarlo, Connors... Te gusta. Te gusta este poder. Lo quieres, ¿verdad? ¡Tómalo! ¡Recibe mi mano de nuevo! ¡Deja que asuma el control! Si tú no tienes el valor de hacerlo... ¡YO LO HARÉ!
-¡No, Dios! ¡NOOOOO!
Connors cayó al suelo. Su grito de dolor se convirtió en un rugido cuando su mandíbula se ensanchó. La bata se desgarró por el lomo a medida que le brotaba una columna espinosa y el brazo ausente volvía a crecer, ahora recubierto de escamas. Los pantalones se rompieron cuando la cola escamosa emergió, con tanta furia que tiró abajo las mesas y enseres de laboratorio. Posó los ojos amarillentos de pupilas rasgadas sobre la ventana y dejó que la luz de la luna bañase su piel verdosa. Siseó y enseñó los colmillos, dispuesto a cazar una vez más.
-Patéticos... Humanos patéticos. ¡Corred y escondeos! ¡El Lagarto vuelve a la caza!
Se precipitó por la ventana de un salto potente, atravesando la cristalera, listo para sembrar el terror en Nueva York una vez más.