Reclutando a un nuevo miembro [Marvel, Pre Omega, Abyss Knigths]

La fría noche caía sobre Berlín. La media noche hacía rato que había pasado y las concurridas calles ahora permanecían desiertas. Algún que otro gato se aventuraba en busca de roedores o vecinos que les diesen comida en un pequeño plato. Las nubes cubrían una luna semi llena. Yo recorría las calles a toda velocidad en mi Ducati 1199 R. Debía encontrar a un supuesto humano con poderes sobrenaturales de nombre Tom Schäfer. Paradox había sido muy específica con la misión: "encuentra a Tom y tráelo sano y salvo. No sabemos con seguridad cuales son sus poderes de manera que se prudente. Evita hacerle daño y permanece oculto a cualquier ojo curioso. No queremos que se nos eche el ejército encima". No tenía miedo a lo que pudiese encontrarme. Ya había sufrido a modo de prueba los poderes de Leo haciéndole recordar horribles y espeluznantes momentos de mi infancia y otros nuevos que me habían dejado un par de días sin dormir. Fuese lo que fuese lo que hiciese este tal Tom no sería muy grave.

"Por fin una misión de campo, ya estaba harto de trabajar todo el día en el dichoso laboratorio con el sistema de vigilancia por satélite que me encargó Rick" pensé. La adrenalina de ir a más de doscientos por la autopista hacia la capital alemana me había puesto a tono y estaba preparado para cualquier cosa. Tras un par de horas de viaje llegué a la ciudad. El pequeño localizador de actividad sobrenatural que había diseñado con los parámetros de Paradox me ayudaría a encontrar a Tom. Generalmente solía enredar por el barrio antiguo. Aparqué la moto a un par de manzanas de su última aparición y até el casco. En el bolsillo de mi chaqueta motera estaba el intercomunicador con el cual informaría a la base y me darían la ubicación exacta del supuesto super héroe. Me acerqué a un edificio de viviendas de unos veinte pisos de alto. Busqué los cables que iban hasta la azotea. En cuanto los encontré los toqué suavemente y unos rayos azules salieron de mis manos y empezaron a recorrer los cables. Los así con fuerza y de un fuerte empujón me coloqué en el tejado en un abrir y cerrar de ojos. Sacudí las mangas de la chaqueta mientras los últimos rayos eléctricos desaparecían de la superficie de los cables.

Desde allí arriba tenía una vista espléndida del barrio antiguo, ahora sólo quedaba esperar. Encendí por curiosidad el localizador de actividad sobrenatural. Una pantalla verde dibujó las superficies de los edificios colindantes tras una onda que salió desde el centro. Ahí un pequeño puntito blanco parpadeante me señalaba a mí. Aumenté el radio hasta cinco manzanas de distancia. Nada. No mostraba ningún tipo de variación. Con un suspiro lo apagué y activé el intercomunicador.

- Paradox, ¿ves algo?

Nunca he sido muy amiga de las tecnologías, pero tenía que admitir que Planaria era bastante bueno. Tras varios días de ruegos, permití que, por una vez, el chico saliera a la calle, a cumplir la misión de campo que en teoría me correspondía a mi. No estaba acostumbrada a estar encerrada haciendo de teleasistente, pero algún día me tenía que tocar. Y con aquel día ya había cumplido el cupo para el resto de siglos.

Aunque tenía que admitir que tampoco se estaba tan mal. Estaba a oscuras, sin más luz que la que emitía el monitor del ordenador, sentada cómodamente en la butaca, con los pies sobre la mesa. Pasé las horas intentando descifrar las instrucciones que me había dejado Planaria, y acabe entrando en una página web con fotos de gatos. Mi primer instinto fue quitarla, pero, después de mirar a un lado y a otro un par de veces, cerciorándose de que estaba sola, me quedé examinando la página y a aquellas delicadas y adorables criaturas. Hasta que la voz de Planaria me hizo dar un respingo y cerrar la página de golpe.

- Paradox, ¿ves algo?

Su voz distorsionada me taladró los tímpanos. Regulé el volumen de los auriculares.

- ¡No! Que diga... -bajé los pies de la mesa y volví a mirar el programa de localización -Qué raro... Juraría que fue por aquí por donde Lord Rick nos dijo que buscásemos -entrecerré los ojos -. Quizás esto no se active hasta que nuestro amigo no use sus habilidades para dar la nota. Como has hecho tu hace un momento...

No había terminado de decir la frase cuando un puntito blanco apareció en la esquina de la pantalla. Me levanté de un salto y lo señalé con el dedo.

- ¡Ya veo algo! ¡"Pila", a las once! -ante mis narices empezaron a aparecer más puntitos blancos, alrededor del primero, que encabezaba la marcha -¡Y no viene sólo! Ve con cuidado. ¿Me has oído?

Aquello era una mala señal. Puede que ya no tuviéramos a las organizaciones encima, pero el temor nunca se iba. Tampoco es que supiera vivir de otra manera que no fuera en tensión. Y si nosotros habíamos conseguido localizar al "novato", cualquiera con las mismas capacidades podía haberlo hecho.

Hacía ya varios días que no me decidía a salir de patrulla, el instituto con todo su bullicio de exámenes me consumían la mayoría del tiempo que poseía. No obstante, gracias a un soplo anónimo en twitter había conseguido seguir la pista a unos imbéciles que tenían pensado dar un golpe esta noche. Por lo que sin más preámbulos me escabullí de casa, me subí a la bici y salí disparado hacia el barrio dónde iba a ocurrir toda la acción. Cuando llegué no debían ser más de las doce y media pasadas, según la información que había podido conseguir unos capullos tenían pensado dar un golpe en una modesta joyería de barrio, nada del otro mundo. Pero allí estaba yo, ¡Rainbow Sparklet, listo para la acción!

Me escabullí en un callejón en el cual dejé la bici atada en el primer lugar que pillé y sin más dilación me dispuse a mirar un poco a mi alrededor. No podía dejar que nadie me descubriese transformándome, bastante tenía con dominar mis poderes a duras penas. Inspiré profundamente y saqué la gema del bolsillo y cerré los ojos, sumiéndome en el estado de relajación necesario para llevarla acabo. Justo cuando había acabado de tomar mi forma de guerrero de la justicia, se escuchó un fuerte estruendo por toda la calle, acababan de reventar un escaparate. Sin más preámbulos tomo de nuevo aire profundamente invocó su arco y salió disparado hacia la calle.

- Vosotros, ¡malditos! Estáis todos detenidos, ¡en nombre de Rainbow Sparklet!

Grité mientras tensaba mi arco apuntando hacia el interior de la tienda, había como 6 o 7 cabronazos allí metidos, saqueando todo lo que estaba a la vista. No señor, eso no lo iba a permitir, nadie iba a llevarse absolutamente nada. Dejando escapar un grito, para nada masculino, empezando a tensar mi arco para cargar una buena ráfaga de flechas. Tras unos segundos, antes de que esos mamones se me tirasen encima, empecé a soltar mi salva de flechas como si de una metralleta se tratase. Aún no era consciente de que usar mis poderes de esa forma podía ser peligroso, pues lo único que estaba haciendo era disparar un montón de flechas en todas las direcciones. Empezando a gastar una gran cantidad de energía, energía invisible que emanaba de mi cuerpo, pero detectable al fin y al cabo.

- ¡Ya veo algo! ¡"Pila", a las once! ¡Y no viene sólo! Ve con cuidado. ¿Me has oído?

Apagué el intercomunicador con una enorme sonrisa en la cara. "¡Al fín acción!" dije para mí. Busqué algún cable que se dirigiese hacia la localización del supuesto Tom. Premio. Un par de metros más abajo los cables que salían del edificio flotaban sobre las calles y llegaban dos manzanas más allá. Cogí carrerilla y de un salto caí sobre este. Me incliné hacia adelante y surfeo a toda velocidad. De mis zapatillas y manos salían rayos azules que se unían al cable mientras recorría el cielo como una estrella fugaz. Al llegar al final me impulsé hacia arriba alcanzando el tejado del edificio al que llegaba el cable, un metro más arriba. Rodé y corrí hacia el otro extremo del edificio. Sin pensármelo dos veces salté sin saber si habría otro cable o no. ¿Qué importa? ¡Esto es lo que mejor se me da! Ir saltando de edificio en edificio en busca de un posible puñado de enemigos.

Continué de edificio en edificio hasta que por fin lo vi: diez pisos más abajo un pequeño muchacho rubio lanzaba en todas direcciones lo que parecían haces de luz. Un puñado de gente salía de una tienda con el escaparate roto. "Uno de los míos" pensé con una sonrisa. Pero no había tiempo para ponerse sentimentales. Los otros se le echaban encima y se llevaban la mano a la cintura en busca posiblemente de algún arma. El muchacho estaba en peligro. No lo dudé ni un momento. Salté y me dejé caer los diez pisos. Aterricé con un fuerte golpe entre el muchacho que jadeaba fuertemente y los atracadores. De mis manos salían los últimos rayos que habían frenado mi caída, y con una sonrisa fui irguiéndome poco a poco.

- Guten Abend caballeros... Creo que no nos han presentado: podéis llamarme Positrón.- durante medio segundo se quedaron atónitos por la entrada que había hecho, pero en seguida se llevaron las manos a sus armas. No les dí ni tiempo para pensar. Saqué el catalizador y me puse a repartir entre todos. Unas descargas lo suficientemente potentes para dejarlos fuera de combate pero no como para matarlos. En el fondo sólo eran unos atracadores, no asesinos de niños. Lancé un par de rayos desde mi mano y sólo quedaba uno al cabo de cinco segundos. Conseguí activar mi escudo eléctrico con la mano izquierda justo a tiempo de bloquear los disparos que venían de él. Corrí con el escudo activado mientras sonaban chispazos al chocar las balas contra él y de un salto asesté el golpe final.

- Recuento de bajas: "Posi" siete, atracadores de poca monta cero.- dije mientras me colocaba el catalizador en la espalda.- Chicos, la próxima vez pensároslo mejor antes de atracar una joyería. Los diamantes y demás historias no se venden bien el el mercado negro. Además, hay muchas maneras de  ganarse honradamente la vida.- y con un ultimo rayo hice callar la alarma de la tienda. Me dí la vuelta hacia el otro muchacho.

- Bueno pequeño, parece ser que te he sacado de un...- el sitio donde estaba el chaval permanecía vacío. Fruncí el ceño y miré a mi alrededor. Entonces una voz suave vino desde lo alto de una farola.

- Aquí arriba "calambres".- el chaval me miraba con curiosidad.

- ¿Cómo has subido ahí arriba? Es igual, vengo a por ti. No en el sentido de ir a matarte, sino a ofrecerte algo mejor que la vida que llevas.- dije con los brazos abiertos.- Mi nombre es Positrón, aunque puedes llamarme Planaria si lo prefieres... De todas formas deberíamos ir a un sitio más resguardado, esto va a llenarse de policía en cuestión de minutos.-

Sí, él estaba allí en todo momento. Había llegado unos minutos antes que Planaria, aún así estaba de soporte, observando tranquilamente con los prismáticos especiales que le habían dado en la base y sentado en el precipicio del edificio. Un lugar perfecto para poder controlar la cosa desde la mejor perspectiva. Sin expresión alguna, sin pensamiento alguno. Hasta que al fin pudo obtener una respuesta visual bastante importante: Un chico, bastante peculiar había saltado a la escena para detener a unos delincuentes como si de un súperheroe de cómic se tratase.

- Sin duda alguna, esto se pone interesante. - Comentó entre dientes, hablando por el canal de frecuencias que tenían todos los del grupo.

Observó como el chico tensaba su arco y empezó a lanzar varias energías lumínicas, eso no lo había visto nunca. Sus ojos se abrieron, insólito por ver aquello. Por eso se había hecho tanto revuelo en la base y teníamos marcada esta misión como especial.. Simplemente puede soltar un bufido, vacilante. Al fin y al cabo era un objetivo interesante. Se apartó aquellos prismáticos de la cara, quedándose pensativo por un momento por lo visto. No sabía que hacía allí, la verdad es que seguramente "la pila" podría haberlo hecho solo... Preferiría estar ahora mismo en su laboratorio, probando cosas nuevas.

Estaban naciendo muchos sentimientos, no tan neutrales como solía ser en realidad... No sabía como describirlos, solo podía describir uno: Curiosidad. Y ese era uno de los más fuertes que podía percibir en él. Pero a los pocos segundos reaccionó y puso la mano en su oído, para ver si podía tener una respuesta del refugio donde se encontraba Tanith.

- ¿Me acerco al objetivo por precaución o permanezco en mi sitio? - Se levantó de allí, por si acaso la orden era afirmativa y tenía que bajar de allí para acercarse a estos y poder echar una mano por si las cosas se torcían.

Dio un paso atrás, y hundió las manos en el bolsillo... En realidad estaba deseando ser útil. Nunca era útil. Era como la mascota del grupo, necesitaba algo de acción. Ejercitó su cuello con cuidado para luego mirar sin ayuda de aquel utensilio el lugar donde estaba sucediendo todo: Planaria ya estaba dentro, y presentándose como un buen señor. Ese tío era de lo que no hay y dibujó una sonrisa en el rostro con tan solo de pensar en él.

¿Era su hora? ¿O no?

- ¿Me acerco al objetivo por precaución o permanezco en mi sitio?

El punto que representaba a "Pilas" en el monitor se reunió pronto con el resto de puntitos blancos, formando una marabunta animada que parpadeaba y se movía a la velocidad del rayo. Toqueteé todas las teclas del teclado e incluso usé el ratón en un intento vano de ver lo que estaba pasando, pero no había manera. Desesperada, ahogué un grito de frustración y golpeé todas las teclas a la vez. La imagen en el monitor parpadeó y mostró nuevos puntos que se acercaban desde el otro extremo de la pantalla. ¡Yo era la que tenía que estar allí! ¡Planaria aún era un "yogurín"!

- No sé qué demonios está pasando... -le dije por el canal privado del intercomunicador a Leo -Pero parece que la cosa se ha complicado. Se acercan más, esta vez hacia tu posición -me incliné sobre la mesa, acercándome exageradamente al monitor para distinguir mejor el color de la nueva señal - No sé si son blancos o grises... Puede que sean refuerzos, o una tercera parte interesada en nuestro chico nuevo. ¡No te arriesgues demasiado, Leo! Asegura la zona y salid de ahí por patas.

Cerré el comunicador con una floritura de mano, me cruce de brazos y me dejé caer pesadamente en el sillón, pensando. ¿Cuánta distancia me separaría de ellos? ¿Me daría tiempo a llegar? Quizás si usaba el avión privado del "jefe"...

Decidido. Me levanté de un brinco, volviéndome a poner las gafas de sol y cogiendo mi abrigo del perchero antes de salir de la habitación y me encaminé hacia la salida. ¡A la mierda el puesto de técnico! Echaba de menos estar en primera línea y, en menor medida, mi equipo me necesitaba. No es que desconfiase de Leo. Hemos luchado juntos más de una vez y me ha demostrado con creces que es un hueso duro de roer. Pero nunca puedes bajar la guardia.

- Me da igual como te llames, Bobotrón. Si esto va a llenarse de polis, yo me largo, ¡tonto del culo! ¡No me interesa nada de lo que me puedas dar! ¡A ver si eres capaz de olerme, Bobotrón!- el muchacho rubio empezó a hacer pequeños saltos por la calle hasta que subió a lo alto de un edificio. Era un teletransportador, y a juzgar por las flechas que lanzó antes y el camino de luces que dejaba a su paso debía controlar algún tipo de energía.

- Vale, genial... A jugar al pilla pilla. Para, parece que el chaval este no quiere venir por las buenas, tendré que alcanzarlo e intentar hablar con él. Mantenme informado de lo que ocurra. Estaré a la escucha. Cambio y corto.- dije a través del intercomunicador. Miré hacia arriba y sonreí. - Muy bien chaval, lo haremos a tu manera.

De un salto me agarré al poste de los cables del tranvía de Berlín y comencé a surfear por ellos hacia el edificio. Usé el choque eléctrico para ver fuentes de electricidad cercanas a mí. En mi mente se dibujó un rayo azul que subía desde la base del edificio en el que se encontraba. "Premio, el cable del ascensor" pensé para mí. Me impulsé desde los cables y me agarré con fuerza al que estaba en el exterior del edificio. Un millar de rayos azules salieron de mis manos y me impulsé como un cohete en dirección a la azotea. Salí un par de metros disparado por encima de ella y caí con un golpe sordo. El muchacho dio un respingo al ver que había tardado tan poco en alcanzarle, pero se mantuvo indiferente.

- A ver, perdóname, hemos empezado con mal pié.- dije intentando captar la atención del muchacho. Verás, yo solía ser alguien como tú, ¿sabes? Perdí a mis padres cuando aún era un niño en un accidente en la central eléctrica en la que trabajaban. Obtuve como resultado estos poderes.- de mi mano derecha salió un rayo que se unió con la izquierda y pequeños rayos comenzaron a fluir por mi cuerpo. Cuando conseguí controlarlos por completo me escapaba del orfanato y peleaba con criminales de poca monta, como algún que otro ladrón y violadores que se jactaban de la oscuridad para cometer sus fechorías. Estaba convencido de que era lo mejor que hacía. Poco a poco los crímenes contra los que luchaba eran mayores: algún que otro atraco importante a un banco; una bomba colocada en un centro comercial... incluso un par de tíos con poderes como nosotros. Pero una noche conocí a alguien que me dio una nueva oportunidad. La oportunidad de luchar contra males grandes e importantes, males que de no ser por ellos y gente como nosotros, acabarían con el mundo. Me refiero a gente muy poderosa, ya no sólo porque tengan poderes, sino por su posición social... Alguien con tu potencial no debería enfrentarse únicamente a pardillos que no saben ni disparar una pistola... Piénsalo. ¿Sabes cuánta gente daría su vida por ser como nosotros? El hecho de que tengas un poder no es simple casualidad ni suerte, es una responsabilidad y una obligación para con los más necesitados. No puedes ir por la calle haciendo haces de luces y lanzando flechas como si fuesen cohetes artificiales... Si has sido bendecido con un poder así, tu obligación es usarlo para el bien. Para salvar y proteger a aquellos que son menos poderosos que nosotros... Desgraciadamente no todos opinan así. Muchos aprovechan sus enormes poderes para doblegar a otros más débiles. Y por eso es tan importante que todos los que luchamos por causas nobles estemos unidos.

El muchacho permanecía callado escuchándome. Los ruidos de sirenas y ambulancias se escuchaban a lo lejos y se fueron acercando, produciendo el famoso efecto Doopler cuando pasaron nuestro edificio. La noche era algo fría, y en la azotea el viento soplaba débilmente, moviendo los rubios cabellos del chaval. Ahora que le veía de más cerca me di cuenta de lo joven que era. Entendía perfectamente su posición. Después de todo yo estaba reviviendo siete años después mi encuentro con Para, donde me explicó lo mismo que trataba de comunicarle al chaval yo. Sabía que se sentiría un traidor hacia su ciudad y los pequeños crímenes que en ella se cometían. Esa era la razón por la cual yo salía muchas noches a combatirlos. Eran crímenes que de otro modo nadie resolvería. La policía no se mueve por una violación en un callejón oscuro. No se mueve por el asalto a un pequeño negocio de ultramarinos. No porque no crean que son delitos, sino porque hay otros más gordos que requieren todo su esfuerzo. Y mientras tanto, miles de personas sufrían lo indecible noche tras noche. Miles de malhechores sin rostro se jactaban del cobijo de la noche para actuar de forma cruel y despiadada...

Suspiré y miré hacia abajo. La policía se congregaba alrededor del escaparate roto y esposaban a los ladrones que había dejado inconscientes minutos antes. Volví a dirigirme al joven mutante, esta vez sin mirarle.

- Sé lo que piensas... Si te unes a nosotros, ¿quién resolverá estos crímenes? ¿Quién vengará a las mujeres violadas, a los ancianos que han sufrido un robo sin poder defenderse, o los inmigrantes que buscaron aquí una oportunidad de sacar a su familia adelante?- mi voz era más seria ahora. Sabía que estaba en el momento más crítico de nuestra conversación: podía espantar al muchacho para siempre o conseguir que se uniese a nuestra causa. Debía cuidar hasta el mínimo detalle mis palabras. Además, me recordaba mucho a mí, y eso me enterneció. - Nosotros no abandonamos a los débiles. Yo muchas veces salgo por las noches a defender esta clase de delitos que quedarían impunes de otra manera. Pero debes pensar que por desgracia no eres capaz de frenarlos todos. Ni tú, ni yo ni nadie. Nadie puede estar en todos lugares al mismo tiempo. Puede que hayas frenado este atraco, pero lo más seguro es que en el otro extremo de la ciudad se hayan cometido cinco más. Es algo con lo que no debes cargar. Físicamente no puedes hacer más. Yo... nosotros te ofrecemos un hogar, la posibilidad de entrenar con tus poderes para controlarlos mejor y el potencial para enfrentarse a los verdaderos asesinos y monstruos. Al fin y al cabo, si los criminales más poderosos te temen, ten por seguro que los pequeños no se atreverán a salir de sus cuevas... Somos una familia. Pequeña, pero una familia al fin y al cabo... Tengo una moto con un par de cascos, y de vez en cuando no me vendría mal una ayuda con mis pequeñas misiones nocturnas.- no mentí con esto último. No necesitaba ayuda para frenar a un puñado de ladrones, pero sí para frenar a más de los que sería capaz de frenar por mi cuenta. Me volví al muchacho que miraba también al grupo de policías que había abajo. Extendí mi mano hacia él. - Ya sabes mi nombre. Y por cierto, soy "Positrón", no "Bobotrón". A ver si voy a tener que empezar a llamarte "Súper arco iris parpadeante", que te aseguro que a la hora de poner motes no me gana nadie. Pero puedes llamarme Planaria... ¿Te apuntas entonces?

- No sé qué demonios está pasando... No sé si son blancos o grises... Puede que sean refuerzos, o una tercera parte interesada en nuestro chico nuevo. ¡No te arriesgues demasiado, Leo! Asegura la zona y salid de ahí por patas.

Al recibir las ordenes de la ''jefa'', empezó a correr hacia la otra azotea. De un brinco a otro, pasando por todo tipo de edificiones pude llegar a unas azoteas cercanas donde se encontraba mi compañero y aquel chico raro. Me escondí detrás de un tubo, apoyando su espalda en él. No podía ser arriesgado. Si la cosa se torcía entraría en acción.

Se escuchaba las sirenas, retumbaban por toda la zona. Solo podía significar que la policía había hecho acto de presencia y suspiró. No tenían mucho tiempo por lo que se veía. Y cuando menos lo esperó... Pum, sintió una presencia en la misma azotea donde él estaba: Bingo, estaba allí "el brillitos". Miró de reojo, siguiendo en su escondite ya que aún no sabía cual era la situación en la que estaba Positrón.

- A ver, perdóname, hemos empezado con mal pié. Verás, yo solía ser alguien como tú, ¿sabes? Perdí a mis padres cuando aún era un niño en un accidente en la central eléctrica en la que trabajaban. Obtuve como resultado estos poderes. Cuando conseguí controlarlos por completo me escapaba del orfanato y peleaba con criminales de poca monta, como algún que otro ladrón y violadores que se jactaban de la oscuridad para cometer sus fechorías. Estaba convencido de que era lo mejor que hacía. Poco a poco los crímenes contra los que luchaba eran mayores: algún que otro atraco importante a un banco; una bomba colocada en un centro comercial... incluso un par de tíos con poderes como nosotros. Pero una noche conocí a alguien que me dio una nueva oportunidad. La oportunidad de luchar contra males grandes e importantes, males que de no ser por ellos y gente como nosotros, acabarían con el mundo. Me refiero a gente muy poderosa, ya no sólo porque tengan poderes, sino por su posición social... Alguien con tu potencial no debería enfrentarse únicamente a pardillos que no saben ni disparar una pistola... Piénsalo. ¿Sabes cuánta gente daría su vida por ser como nosotros? El hecho de que tengas un poder no es simple casualidad ni suerte, es una responsabilidad y una obligación para con los más necesitados. No puedes ir por la calle haciendo haces de luces y lanzando flechas como si fuesen cohetes artificiales... Si has sido bendecido con un poder así, tu obligación es usarlo para el bien. Para salvar y proteger a aquellos que son menos poderosos que nosotros... Desgraciadamente no todos opinan así. Muchos aprovechan sus enormes poderes para doblegar a otros más débiles. Y por eso es tan importante que todos los que luchamos por causas nobles estemos unidos.

Vaya, que bonito había sido ese discurso. Por un impulso, salió despacio de allí, acercándose a ambos mientras daba pequeñas palmadas como si fuera un aplauso dirigido a su compañero.

- Enternecedor. - Dijo entre dientes, aunque no era tiempo para molestarle. - Pero si se puede decidir ya, mejor. No nos queda mucho tiempo.

Tras decir eso, hizo un leve movimiento de cabeza hacia la azotea de al lado. Se escuchaba a los policías que querían perimetrar la zona, que lo que había sucedido no era normal. Miró al chico nuevo, ladeando su cabeza y clavando sus ojos en él.

- ¿Vienes? ¿O te vas? - Preguntó con sequedad. Lo sentía si no era el día de ser borde, pero no le apetecía tener problemas con la justicia, por ahora.

Esperaba que mis palabras hubiesen convencido al chaval. No quería llamar mucho la atención con toda esa policía debajo del edificio, y como nos pusiésemos a pelear entre mis relámpagos y sus flechas de luz éramos más cantosos que un volcán en erupción. Sonrió y ando hacia mí.

- Me sigue dando igual como te llames, esos mamones eran míos. Yo podía darles pa'l pelo de sobra. Y no que llegas tú, chulito perdido y me robas todo el protagonismo. Quería salir en las noticias mañana.- Siendo honesto, sí que era cierto que le había quitado a sus "presas". Cuando Tanith me lo hizo a mí la noche que nos encontramos también me sentó muy mal. Aunque si lo había hecho era para evitar eso que él quería: que saliese en las noticias. Aún era joven para darse cuenta de que cuanto más sepan sobre ti, más vulnerable te vuelves. Iba a disculparme cuando de repente apareció alguien más en el tejado dando pequeñas palmadas.

- Enternecedor. Pero si se puede decidir ya, mejor. No nos queda mucho tiempo.- Leo apareció de repente a nuestro lado. ¿Qué demonios hacía ahí Leo? Se suponía que era su misión, no la de Leo...

- Pues supongo que voy, tampoco me quedan muchas más opciones. Al fin y al cabo si habéis venido hasta aquí, es porque me tenéis localizado. ¿Y a dónde se supone que vamos? Yo mañana tengo clase, mi vida no es tan interesante como la vuestra...- el chico rubio nos hablaba pero yo me dirigí enfadado a Leo.

- Leo, ¿qué haces aquí? Se supone que esto era tarea mía...- de todas formas sabía perfectamente por qué estaba allí... Encendí furioso el intercomunicador y me puse a hablar con un tono seco. - Tanith, sé que puedes oirme. ¿Qué pasa, ahora llevo escolta? ¿Crees que soy un inútil o algo por el estilo? ¿Necesito una niñera? ¿Tanith? ¡Tanith contesta!- pero del otro lado del intercomunicador no se oía nada. Apreté con fuerza los dientes. Ya no era aquel chiquillo que se pateaba las calles de Ginebra enfrentándose a enemigos torpes con pistolas, maldita sea. ¡Sabía cuidar de mí mismo! ¿Por qué tenía que mandar a Leo a supervisar mi trabajo? Constantemente me tocaba a mí ser uno de los que se quedaba en la mansión viendo cómo ellos dos salían a llevar a cabo las misiones más peligrosas, y por una vez que podía ser yo el que saliese resultaba que era todo una farsa... De hecho lo más probable es que Tanith ni siquiera estuviese en la mansión. Seguramente estuviese en alguno de los furgones blindados de Doc cinco manzanas más abajo controlando todo al dedillo, como una madre sobreprotectora que recoge a sus hijos los primeros de la fiesta no sea que nos caigamos o nos hagamos daño. - ¿Y cómo has llegado tan rápido? Yo salí de casa antes que vosotros y he tardado dos horas en la moto a toda velocidad... ¿Qué habéis hecho, coger el helicóptero? ¿El avión? Y digo habéis porque no me cabe ni la menor duda de que Tanith está por aquí. ¡Eh Tanith! ¡Sal de donde estés vamos! ¿No me crees lo suficientemente poderoso como para ir a buscar a un nuevo miembro de la orden por mi cuenta? ¡Pues ven a recogerlo, está aquí mismo! ¡Y no he sido yo el que ha estado hablando con él intentando convencerle de que se una a nosotros, ha venido él solito a preguntármelo!- gritaba a la noche de Berlín, y de repente una luz cegadora me dio en los ojos de lleno desde la parte de abajo del edifico. ¡Mierda! La policía nos había visto. Teníamos que salir de ahí por patas antes de que nos cogiesen...

- Stop! Polizei! Kommen Sie mit Ihren Händen und niemand wird verletzt!- los policías alemanes gritaban con un megáfono desde la base del edificio.

- Genial, ahora la policía nos ha pillado... Muy bien Planaria, otro caso llevado a cabo con la mayor de las discreciones.- di un puño al aire con furia. - Leo, crea una ilusión o algo para distraer a los guardias. Será más fácil explicarlo que si me pongo yo a lanzar rayos como un loco. Chaval, puedes unirte a nosotros sin necesidad de que te vengas. Aún eres menor de edad, podemos mantenernos en contacto contigo para que nos ayudes, ¿qué dices?

- Pues supongo que voy, tampoco me quedan muchas más opciones. Al fin y al cabo si habéis venido hasta aquí, es porque me tenéis localizado. ¿Y a dónde se supone que vamos? Yo mañana tengo clase, mi vida no es tan interesante como la vuestra...-

Se alegró al escuchar eso, pero más bien en su interior. Su cara seguía siendo la de un jugador de poker. Se acercó a él a paso lento, pero se paró al escuchar la voz de su compañero algo angustiado.

- Leo, ¿qué haces aquí? Se supone que esto era tarea mía... - Observó como Positrón encendía su intercomunicador, y le miró fijamente cruzándose de brazos. No tenía nada que decir al respecto pues eran ordenes las que habían dado, no había venido por su cuenta propia... El prefería estar en su laboratorio.  Tanith, sé que puedes oirme. ¿Qué pasa, ahora llevo escolta? ¿Crees que soy un inútil o algo por el estilo? ¿Necesito una niñera? ¿Tanith? ¡Tanith contesta!

Positrón seguía refunfuñando, pero esta vez hijo caso omiso de sus palabras y miró al chico rubio, y por primera vez en la noche le esbozó una pequeña sonrisa, algo le nació de dentro para hacerlo, es raro pero no estaba actuando como solía hacer con las personas "normales".

- Como podrás comprobar, te lo pasarás bien si te vienes con nosotros. - Dejó salir de sus labios, como un pequeño susurro, con el tono suficientemente alto para que llegara a los oídos de este.

El momento se terminó cuando, otra voz, más distorsionada, habló en el idioma natal de donde se encontraban.

- Stop! Polizei! Kommen Sie mit Ihren Händen und niemand wird verletzt!

- Genial, ahora la policía nos ha pillado... Muy bien Planaria, otro caso llevado a cabo con la mayor de las discreciones. Leo, crea una ilusión o algo para distraer a los guardias. Será más fácil explicarlo que si me pongo yo a lanzar rayos como un loco. Chaval, puedes unirte a nosotros sin necesidad de que te vengas. Aún eres menor de edad, podemos mantenernos en contacto contigo para que nos ayudes, ¿qué dices?

Dirigió su mirada ahora al camarada, sin aires de superioridad pues llevaba razón, aunque era lo que iba a hacer sin que le dijera nada. No era la hora de hacer que saltara todo por los aires con aquel poder de electricidad que utilizaba. Caminó unos pasos, poniéndose delante de Planaria y tendió el brazo en el aire.

- Es lo que iba a hacer, cuando se vuelvan locos... Es hora de irnos, ¿entendido? - Comentó con seguridad, pues no sabía cuanto podía manejar esto. Y a la cuenta de cinco segundos, chasqueó los dedos haciendo que instantáneamente, los policías empezaran a gritar despavoridos, viviendo una experiencia de su pasado, gracias a las fobias que habían podido coger de aquel momento.

George, el mayordomo de Lord Rick, debía de haberme leído la mente. O lo que era más lógico, haber escuchado las comunicaciones entre los miembros el equipo y por eso se había adelantado a mis intenciones. En cuanto salí de la sala de control me topé cara a cara con él, que estaba aguardándome en el pasillo.

- Le recomiendo, señorita Blackwood, usar el helicóptero. Llamaremos menos la atención.

Si, había oído la conversación. Al principio le regañaba; con el tiempo aprendí que era inútil porque seguiría haciéndolo. Es más, tampoco daba malas ideas. Así que haciendo caso de su consejo, nos encaminamos hacia el helipuerto, situado en la azotea de la base. George no tardó nada en ponerse a los mandos, encender el aparato y enganchar las comunicaciones de manera que resonasen por todo el helicóptero.Me advirtió que mantuviera el silencio por radio mientras estuviésemos en el aire con el fin de no llamar la atención. George contaba, entre otras muchas habilidades, la de ser un excelente piloto. El cielo nocturno de Berlín estaba tranquilo y nuestra presencia pasó inadvertida gracias al carísimo sistema de infiltración costeado por Lord Rick. Sobrevolamos la última zona que observé en el radar antes de salir, donde la policía ya se había movilizado y rodeaba el perímetro. No eran pocos agentes, precisamente. No representaban una amenaza seria, pero ya era un acontecimiento que podía llamar la atención de entidades similares a nosotros y mínimamente avispadas.


- Tanith, sé que puedes oírme. ¿Qué pasa, ahora llevo escolta? ¿Crees que soy un inútil o algo por el estilo? ¿Necesito una niñera? ¿Tanith? ¡Tanith contesta!

La voz de Planaria reverberó en el interior de la cabina del helicóptero cargada de reproche. Seguramente se tiraría unos días enfurruñado conmigo. Me entraron ganas de ordenar dar la vuelta, pero lo dejé estar. "Un equipo, un equipo", me recordé para mis adentros.

George me avisó de que algo raro estaba pasando bajo nuestros pies. Miré por la ventanilla: el grupo de policías que habían acordonado la zona había empezado a moverse, pero no de forma lógica u ordenada. Se debatían entre ellos, chocaban o huían a todo correr. Se encogían en el suelo, se hacían ovillos y allí quedaban tumbados. Ya había visto aquella escena antes. Leo había saltado a la acción. Recordé súbitamente que estaba en un helicóptero, una caja estrecha que volaba y empalidecí más de lo que normalmente soy. Tragué saliva cuando las paredes del helicóptero empezaron a cerrarse en torno a mi. De nuevo, el mayordomo vino a salvarme con su voz monótona:

- No lo piense -a lo mejor si que podía leer las mentes... -¿Va a bajar usted a por ellos, o les hacemos subir?

- Escalerilla y que se suban ellos. No creo que la policía vaya a disparar.

El mayordomo acató la orden, situando el aparato justo encima de la azotea donde tres chicos observaban el caos que se había desatado en la calle ante sus ojos sin razón aparente. Dejó caer la escalerilla justo delante de ellos, que alzaron sus cabezas hacia nosotros. Me acomodé en mi asiento ajustándome las gafas sobre el puente de la nariz. Mentalmente, preparé un discurso del que luego no diría ni una palabra de las que había pensado. Había que hacerle entender al nuevo que llamar la atención en un territorio sin dueño como Europa era lo mismo que tirarse al mar lleno de tiburones.

Esperaba poder hacerle entender que de las pocas opciones que tenía para sobrevivir ahora que sus poderes eran visibles, permanecer a nuestro lado era la mejor.

Los policías corrían en todas direcciones. Él había servido de experimento un par de veces en la mansión para que Leo controlase algo mejor su poder. Sabía de sobra por qué gritaban tanto. Los miedos más oscuros y encerrados en el alma revivían y salían a la superficie como la erupción de un volcán. Un escalofrío recorrió mi espalda sólo de pensarlo. En ese momento, una escalerilla cayó frente a nosotros. Unos metros más arriba estaba el helicóptero de la organización esperando a que subiésemos. El nuevo comenzó a subir por la escalerilla. Al parecer, a pesar del escándalo que había organizado atrayendo la atención de los guardias, la misión había sido llevada a cabo con éxito. El reclutamiento del muchacho rubio estaba más cerca. Sin embargo yo no estaba de humor para ver a Tanith, así que miré a Leo.

- ¡Id vosotros! Yo volveré a la base en la moto... Estoy muy cabreado ahora mismo con toda la situación y prefiero calmarme un poco antes de hablar con Tanith. No quiero decir nada de lo que pueda arrepentirme luego. No os preocupéis, seré una sombra.- y dicho esto cogí carrerilla y salté a la parte posterior del edificio, un callejón oscuro. Caí con fuerza levantando una pequeña nube de polvo a mi alrededor. Mi control del campo electromagnético me permitía caer desde grandes alturas sin dañarme. Por ahora la mayor caída libre que había hecho era desde lo alto de un edificio de cuarenta plantas (unos 150 metros). Eché un último vistazo hacia el tejado y corrí en dirección a mi moto.

Unos pocos minutos después ya la estaba arrancando, y me dirigí a toda velocidad hacia el sur. Mi enfado en su gran mayoría estaba causado por la frustración que había sentido al ver que Tanith, a pesar de que según ella podía llevar a cabo la misión, me había seguido hasta Berlín para supervisar la misión de primera mano. ¿Hasta cuándo iba a tener que sufrir esto? Quiero decir, creo que ya había demostrado con varias inspecciones conjuntas que era capaz de manejar una situación peligrosa o de sigilo con total libertad. La única razón por la cual todos esos policías nos habían descubierto fue porque me dejé llevar por el cabreo del momento. Estaba convencido de que Tanith usaría eso en mi contra para argumentar el por qué aún no estaba preparado. Pero ya tenía 24 años, ¡por amor de Dios! No era un adolescente como cuando me conoció. Ya sabía los peligros que entrañaban dejarse ver o que mi condición saliese a la luz... Y sin embargo, ahí estaba. Otra vez. Vigilando como una madre sobreprotectora. Suspiré. Miré el cuenta kilómetros y vi que mi velocidad en ese momento era de casi 220 km/h. Reduje un poco mi marcha. La idea era llegar de una pieza a la base.

No sabía muy bien qué hacer... Tenía que hablar con Tanith, eso estaba claro. Pero, ¿qué le debía decir? Ahora que me había calmado un poco sabía que no debía atacarla ni echarle en cara lo que había hecho, por lo menos no violentamente. Lo mejor que podría hacer era hablar con ella a parte, como un hijo habla a una madre cuando esta ha hecho algo que no le ha gustado. Tanith era por regla general bastante seria, pero no carecía de sentimientos. En el fondo entendía que para ella era difícil vernos crecer, evolucionar, madurar... Y además, a diferencia de Leo, a mí me encantaba la acción y salir a las calles a cumplir misiones peligrosas. Leo era sin duda el mejor en el laboratorio, pero no era un gran fan de las salidas. En cambio ella odiaba quedarse atrás en el laboratorio tanto como yo. Entonces, ¿por qué no me dejaba hacerlo a mí? Ella sabía mejor que nadie lo duro y aburrido que era quedarse metida en un laboratorio cuando tus ansias de acción son tantas que luchas por una pizca de "libertad" como si de tu vida se tratase. ¿Por qué no lo veía en mí? Yo detestaba tener que quedarme con la gran pantalla y explicándole por novena vez el por qué el dichoso localizador de poderes había pitado en un momento determinado. "Esos son tus inventos, así que tú eres quien me indicas hacia dónde debo o no debo ir. Ya estoy harta de que todo pite y no entienda por qué". Y eso que mis inventos estaban programados para que sus funciones fuesen extremadamente básicas y sencillas. No había manera.

Entré en el gran jardín de la mansión y llegué hasta la puerta del garaje. Activé la puerta y se abrió silenciosamente. Llegué hasta mi plaza de garaje, al lado de la puerta del enorme ascensor. Los elegantes coches del doctor brillaban con la luz de los faros de mi moto. Apagué el motor y encendí las luces con el control de voz. El sótano se iluminó con una tenue luz blanca. Toda clase de deportivos y coches elegantes dormitaban en él. Me gustaban esos coches, pero me resultaba más cómoda mi moto. Si alguna vez me echaba alguna novia no muy fan de las motos la llevaría en alguno de esos elegantes bólidos del doctor. Pero eso no era su principal preocupación ni mucho menos. En ese momento me esperaba una charla bastante desagradable de Tanith. El ascensor subió lentamente. El silencio sólo era roto por la típica musiquilla de oficina. Llegué al piso principal y me dirigí a mi cuarto a dejar el casco y la chaqueta. Me pondría un poco más cómodo antes de dirigirme al salón principal, desde donde unas tenues voces llegaban. Me puse una camiseta gris y unos pantalones vaqueros oscuros. Me estiré, haciendo crujir mis vértebras y mis hombros. Me miré en el espejo. Tenía una cara horrible. Pero bueno, en el fondo era normal. Acababan de sonar las cuatro de la mañana y seguía despierto. Cerré la puerta y me dirigí al salón principal, pensando por decimoquinta vez cómo abordar el tema con Tanith. Resoplé. No iba a ser fácil, pero debía decírselo.

- ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHH! -Aquel grito hizo que se girara de repente para mirar al rubio, esperándose lo peor. ¿Otra vez se había desbordado su poder? Pero, al ver su cara enrojecida, solo pudo clavar mentalmente un par de puñaladas en la cara por aquel susto que le había dado.- Ay, yo, perdón... Creo que me he dejado llevar, no volverá a pasar >////<

Suspiré y negué con la cabeza, ¿en serio Tanith nos mandó a recoger a este crío que solo sabe gritar y soltar por la boca todo sin pensarlo? Aquellos pensamientos fueron derrumbados, al ver el helicóptero del jefe arriba y una escalerilla caer del cielo, miré al chico rubio y parece ser que le leyó la mente pues comenzó a subir, orden que estaba a punto de darle... Aunque con modales, claro.

Los alaridos de Positrón hicieron que su cabeza girase ahora a él, ya que, por lo que veía estaba disgustado aún por las ordenes que le habían dado a su persona.

-¡Id vosotros! Yo volveré a la base en la moto... Estoy muy cabreado ahora mismo con toda la situación y prefiero calmarme un poco antes de hablar con Tanith. No quiero decir nada de lo que pueda arrepentirme luego. No os preocupéis, seré una sombra.

Al ver como saltaba a otro lado, se encogió de hombro sin platicar nada con este. No tenía el cuerpo ahora mismo como para hablar, ya que sentía que el efecto de su poder no iba a tardar mucho en irse así que dio un salto a las escalerillas, aferrándose con fuerza a estas y empezó a escalar lo más rápido que pudo.

Al estar dentro del helicóptero, miró al rubio que al parecer tenía aún dudas, fijó todos sus sentidos en él, esperando palabras serias, al menos.

-¿Y bien? Ya podéis hablar, me tenéis aquí y no puedo huir.

Ladeé mi cabeza, con una sonrisa pero esta vez algo teñida en falsedad. Tenía que ser hospitalario cuanto menos, así que, sin más dilación alzó su brazo en el aire, señalando de esa forma tan sútil a Tanith, y no con el dedo, que eso es de maleducados.

- Flechitas, esta es Tanith, te podrá resolver cualquier tipo de duda que tengas.

Tras decir aquello, desvió la mirada volviendo a su cara de poker de siempre, observando por la ventana las vistas de la ciudad y, sintiendo el traqueteo del vehículo marchando, seguramente, a la base.

El primero en subir fue Tom, que se me quedó mirando mientras tomaba asiento enfrente de mí. Leo le siguió. Esperamos un rato a Planaria, pero no subió, y Leo con una seña me indicó que no iba a subir. Recogimos la escalerilla y salimos de allí. Tom rompió el silencio en cabina:

-¿Y bien? Ya podéis hablar, me tenéis aquí y no puedo huir

Vi la expresión de Leo y lo que realmente quería decir con ella. Me presentó pasándome la bola. No podía culparle. No era muy entusiasta del trabajo de campo, al contrario que el resto de polvorillas del equipo.

- Para empezar, ¿quién eres? ¡Y por qué ese tiene cara de no cagar! -señaló a Leo con descaro, viendo esa forma de desentenderse del asunto- Y en segundo lugar, ¿qué queréis de mí? ¡Mañana tengo clase a las 8!

Críos... No me gusta trabajar con ellos. Por eso esperé a que Planaria tuviera la mayoría de edad antes de ir a buscarle. Las gafas de sol le impidieron ver como ponía los ojos en blanco, exasperada. Me armé con toda la paciencia que no tenía para hablarle de la manera más sosegada posible.

- Como ya te ha dicho mi compañero, me llamo Tanith. Paradox para ti. Aquí mi compañero Leo, Planaria, al que has conocido ahí abajo, mi jefe y yo formamos un grupo clandestino que mantiene a raya a gente que, al igual que tu, tiene capacidades especiales... Pero al contrario que tu, no las usa para el bien precisamente. ¿Qué queremos de ti? ¿Te gustaría pararle los pies a gente que puede darte más guerra que un puñado de atracadores de tres al cuarto? -iba a levantarme, un acto reflejo de cuando tengo que dar discursos a mi equipo, pero coincidió con el momento en el que el helicóptero ascendió un poco, dándome a entender que no era la mejor idea -. No impediremos que sigas con tu vida. Sólo te ofrecemos una oportunidad de aprovechar lo que te hace único.

Esperaba encontrar alguna negativa por su parte. Alguna tontería propia de un crío. Sin embargo y para mi sorpresa, se mantuvo en silencio. Supongo que estaría pensándoselo bien. Nuestro encuentro había sido brusco, lo cual le daba poco tiempo para pensar. Consideraba que era mejor así, que la emoción y la adrenalina ayudasen a que diera el "sí". Le ví apoyar la cabeza contra la ventanilla y cerrar los ojos. Debía de estar cansado después del desperdicio de poder que había hecho allí atrás. Me quedé observándole, protegida por las gafas de sol, hasta que descendimos. El chico se despertó con el ronroneo de las aspas y piso tierra firme con entusiasmo inusitado. Intercambié unas palabras con George, que dijo de quedarse a poner las cosas en orden antes de seguirnos al interior de la base. Con Tom correteando detrás nuestra, caminé junto a Leo hacia el interior del complejo.

- Habéis estado bien. No creo que ningún policía quiera admitir ante los medios que se ha cagado de miedo -le susurré dándole una palmadita de aprobación en el hombro -. Usar tu poder en masa ha sido impresionante, Leo. Aprovecha para descansar, Lord Rick no nos ha pedido nada más por hoy.

Me volví hacia Tom, que se había quedado del más mínimo detalle de un... pasillo en semipenumbra. Entusiasmo no le faltaba, desde luego.

- Tom... -se volvió hacia mi con un gruñidito -Si quieres, puedes explorar la base todo cuanto quieras... durante esta noche. Podemos llamar a tu casa diciendo que te has quedado a dormir con un amigo -endulcé mi tono de voz. Me salió algo forzada. No estaba acostumbrada a engatusar a nadie. Así que en menos de medio segundo adopté el tono de voz más amenazador que tenía en mi registro -O también podemos devolverte a casa con un borrado de memoria interesante que harás que estés tranquilito durante el tiempo que te queda hasta la mayoría de edad.

- A mi no me importa, pero lo dicho, mañana tengo clase a las 8. Que a mí realmente me da igual, pero voy mal en mates. No me gustan las mates. -frunció el ceño al escuchar mi cambio de voz. Entendió que todo se reducía a un por las buenas, o por las malas. Soltó una sonora carcajada.- Tranquila que crecer ya no voy a crecer más, os lo tendré que explicar cuando llegue el momento.

- Ya, ¿pero te quedas esta noche, si o no?

- ¡Que siiiiiiiiiiiiiiiiii!

- ¿No era tan difícil, verdad? -hizo un mohín -Acompaña a Leo, llama a tu casa y que así se queden tranquilos. Tienes toda la noche para explorar y preguntar lo que quieras.

Obvié la mirada asesina que Leo me lanzó al saber que le había cargado con el nuevo y me marché. Planaria todavía no había llegado y empezaba a preocuparme. Me pasé por mi despacho para recoger el informe de Tom y leerlo mientras esperaba a Pilas en la sala de estar, sentada en el sillón orejero de espaldas a la entrada. Me quité las gafas de sol y me froté los ojos cuando vi que no me enteraba de nada de lo que estaba leyendo. Le iba a caer una buena a Pilas cuando entrase por esa puerta...

De pronto, despertó de sus pensamientos, con un leve toque de hombro. Sabía quien era y ni se molestó en desviar la cara para observarle el rostro.

- Habéis estado bien. No creo que ningún policía quiera admitir ante los medios que se ha cagado de miedo - Dijo Paradox, en su oído, con un hilo de voz siguió hablando. -. Usar tu poder en masa ha sido impresionante, Leo. Aprovecha para descansar, Lord Rick no nos ha pedido nada más por hoy.

Interiormente, sintió un descanso al saber que no tenía que hacer nada más por hoy, y dicho esto, bajó del helicóptero, siguiendo a ambos hacia el interior de la mansión.

De repente, Paradox empezó a hablar con él mientras observaba al chico, notaba en sus ojos la curiosidad y lo enfermiza que se sentía al tener que ser amable. Sabía que no le gustaba la gente de esta edad.

- Tom... Si quieres, puedes explorar la base todo cuanto quieras... durante esta noche. Podemos llamar a tu casa diciendo que te has quedado a dormir con un amigo -Noté en la voz de Tanith un cierto toque de dulzura, aunque era ficticia. -O también podemos devolverte a casa con un borrado de memoria interesante que harás que estés tranquilito durante el tiempo que te queda hasta la mayoría de edad.

No pudo evitarlo, y le salió una leve carcajada de los labios. Como si se le hubiera escapado de dentro, sus ojos se fueron al muchacho, el cual sabía que le iba a contestar. Era predecible al fin y al cabo.

- A mi no me importa, pero lo dicho, mañana tengo clase a las 8. Que a mí realmente me da igual, pero voy mal en mates. No me gustan las mates. -El chico rió después, parecía que entendía a la perfección el carácter de la chica.- Tranquila que crecer ya no voy a crecer más, os lo tendré que explicar cuando llegue el momento.

No tuvimos que esperar mucho para que, Paradox, con tono cortante preguntara de nuevo para saber los planes del nuevo.

- Ya, ¿pero te quedas esta noche, si o no?

Siguió caminando, sin terminar de escuchar la conversación... Pero de repente escuchó que alguien le nombraba, y un escalofrío le recorrió el cuerpo.

-Acompaña a Leo, llama a tu casa y que así se queden tranquilos. Tienes toda la noche para explorar y preguntar lo que quieras.

Giró todo el peso en sus talones, volviéndose a estos, sobretodo a Paradox con una mirada asesina. Le había dicho de descansar, pero le había dado trabajo. Sin perder tiempo, hice un gesto con la cabeza al chico para que le siguiera y comenzó a andar rápido hacia donde yacía el teléfono. Si no le seguía el ritmo era cosa suya.

- Vamos. - Dije, sin tener que resultar gruñón, pero sin evitarlo demasiado pues sonó cortante y chocante. - El teléfono esta por aquí.

Caminó hasta la salita, se conocía ya aquella casa con los ojos cerrados y se fue directamente a uno de los pequeños sofás, dejando caer su cuerpo en él y acomodándose, mientras con la mano señalaba a una pequeña mesita de madera, que se había dejado embellecer por los años.

- Venga, no tardes... Así podrás hacer lo que quieras. - Y al terminar de hablar, dirigió su interés a las lámparas llenas de polvo, quedándose allí por si el chico le pedía ir al servicio o que le hiciera la cena, porque viendo lo que había sabía perfectamente que con ese chico tendría curro extra.

Llegué a la puerta del salón. Allí, de espaldas a la puerta, en su sillón favorito para echar broncas, estaba Tanith. Si quería explicarle mi situación tenía que ser aquí y ahora. ¿Qué era lo peor que podía pasar? Castigado sin salir durante las próximas tres misiones. Podía vivir con ello. Llevaba muchas más sin abandonar la base, así que tampoco es como si fuese a ser algo horrible... "No me echaría de la orden, ¿verdad? ¡No, no, no, no, no, no! (seis "nos"... joder) Eso dependía también del doctor... Además, no había sido algo tan grave, ¿verdad?" Noté como un sudor frío me recorría la nuca. Como un niño que tiene miedo de ir a hablar con su madre tras haber roto uno de sus jarrones favoritos por jugar con el balón dentro de la casa. No, tenía que ser valiente. Aspiré profundamente. "Venga, a la de tres... uno, dos... ¡y tres!"

- Hola... Ya he vuelto.- el sillón se giró, dejando a la vista a Tanith. No llevaba sus clásicas gafas de sol puestas, y en su regazo descansaban unos papeles. Los recogió y apoyó sobre la mesa que había delante de ella. No me devolvió el saludo. Se cruzó de brazos y permaneció en silencio.- Oye, quería pedirte perdón por lo de antes... No debería haberme dejado llevar por el enfado y haber llamado la atención de todos esos policías.- ella seguía en silencio. No sabía muy bien qué esperaba que soltase, pero decidí lanzarme al vacío.- Pero tienes que reconocer que razones no me faltaban... Vamos "Para", me dijiste que podía llevar a cabo la misión yo solo. ¿Y qué me encuentro? Que me habéis seguido para supervisarla desde el edificio de en frente. ¿Cómo quieres que me sienta? Me siento dolido, traicionado en parte... ¿Qué es lo que no te deja confiar en mí? Vale que no soy el mejor hijo del mundo, pero me esfuerzo en serlo: te ayudo con todas las tareas, estoy a tu disposición las 24 horas del día... incluso hago todas esas cosas que odio hacer sólo por ti... Sí, está bien, tengo un pronto muy malo. Me dejo llevar por la emoción del momento o la temeridad muchas veces... Bueno, ¿y qué? Nunca me ha pasado nada malo, siempre hago lo que me dices y sigo tus consejos. Me ha ido bien hasta ahora, pero tarde o temprano debes entender que ya no soy tu "niñito". Necesito crecer y madurar, quiero sentir que puedo hacer cosas por mí mismo. Y no me refiero a sacar una carrera y trabajar. Estoy hablando de mis poderes. Van a acompañarme toda la vida. Tendré que aprender a usarlos... Porque es posible que no estés aquí siempre... O puede que sea yo el que no esté aquí siempre.- decirle esto me dolía mucho, pero tenía que entender que si yo en algún momento conocía a una chica que me llenase y con la que quisiese compartir mi vida lo más probable es que me casase con ella y me fuese a vivir con ella a nuestra propia casa. Seguiría formando parte de la orden, pero ya no estaría Tanith a mi lado para protegerme si me pasaba algo malo.- Para mí eres como una madre, "Para". Lo sabes... Daría mi vida por ti si fuese necesario. Pero necesito que entiendas que tengo que volar. He crecido bajo tus enseñanzas y las de Lord Rick y no me ha ido mal yo creo, ¿no? Lo único que quiero es que me des un poco más de libertad, que me des un voto de confianza total... Que si me dices que puedo ir a reclutar al nuevo miembro de nuestra organización me dejes ir a mí solo. Que no os pille a Leo ni a ti vigilándome como si la fuese a cagar en el último momento, o como si no fuese capaz de hacerlo bien. Esta noche has visto lo que ha pasado. El chico estaba a punto de formar parte de nosotros sin necesidad de que intervinieseis... No debería haberme lanzado a por esos guardias cuando iba a detenerles él sólo. Acuérdate cómo me enfadé yo cuando me hiciste algo parecido la primera vez que nos encontramos hace ya siete años... Pero quitando eso el único momento de peligro ha sido cuando me he dejado llevar por mi enfado por darme cuenta de que habíais estado ahí todo el rato... y de no haber sido por eso los policías no se habrían dado cuenta de que estábamos allí.- llevaba dando vueltas en círculos mientras le contaba todo esto. Finalmente, caí rendido en el sofá que había a la derecha del sillón donde se encontraba Tanith. Suspiré.- Sólo quiero que entiendas que siempre voy a estar ahí para ti... Pero me gustaría saber que, llegado el momento, sería capaz de desenvolverme sin ti y que no me pasase nada... Sé que seguramente esto te resulte duro pues me has visto crecer y has cuidado de mí, me has consolado, me has ayudado... y pensar que puede que no te necesite más te asusta y te preocupa...- me acerqué a ella y le cogí la mano.- Eso no va a suceder, ¿vale? Pase lo que pase, crezca lo que crezca y conozca a quien conozca tú siempre serás mi "madre". Y madres sólo hay una.

Después de años trabajando con él, sabía que las broncas directas no lograrían mi propósito. Pilas se inquietaba más si le escuchabas sin decir nada. Se confundía, no sabía por dónde empezar o terminar, y soltaba sus pecados igual que lo haría un niño al que has pillado con las manos en la masa, pero sin lágrimas y mocos. Resultaba ser, en cierto modo, conmovedor. Así que con la expresión más neutra, atendí sus explicaciones y su largo discurso. Con la segunda frase ya iba a perdonarle de sobra.

Hasta que la cagó con lo de "madre". Supongo que mi disgusto se vio en mi rostro, aunque él estuviera sentado a mi lado y no pudiera descubrirlo por si mismo. ¡¿En serio me veía tan mayor?! Retiré la mano sin movimientos bruscos, sofocando las ganas de darle una colleja que lo dejaría nuevo ipso facto.

- Ya sé que no me necesitas. Lo has demostrado con creces -mi voz carecía de un tono concreto. Ni yo misma sabía cómo reaccionar. Seguía enfadada, pero a él tampoco le faltaban motivos. He seguido muy de cerca su trayectoria, sé de lo que es capaz. Pero no por ello debíamos bajar la guardia, y no sabía como hacérselo entender -Te veré crecer, te veré envejecer y te veré morir mientras yo sigo así -hice un gesto con las manos que ilustrase mis palabras -. Has hecho bien tu trabajo, a pesar de lo mucho que se han complicado las cosas, pero aún necesitas controlar tus impulsos. Has llamado la atención. Si llamas la atención del publico mundano, llamaras la atención de los peces gordos.

Me levanté y caminé por la habitación con las manos a la espalda. Lo dicho: puedo preparar los discursos que quiera, que luego no recordaré ni por donde empezar. Tarde unos segundos en poner en orden mis pensamientos.

- Yo ni siquiera estaba allí, ¿sabes? Estuve aquí intentando entenderme con tu invento... -dije con voz tenue. Por suerte, al estar dándole la espalda, no veía como me sonrojaba al admitir mi torpeza -Hasta que vi que la policía os rodeaba. Puedes preguntarle a George si quieres. Y si te preguntas porqué estaba Leo... -me giré de forma majestuosa, aunque aquel gesto le quedase mejor a Lord Rick y conmigo sea una birria de pantomima. El aspecto juvenil no ayudaba, desde luego. Los ojos rojos contribuían, eso si -Esta pasando algo delante de nuestras narices y no nos damos ni cuenta. La policía respondió demasiado rápido, y aparte de Tom, no ha habido ni rastro de gente con capacidades especiales en estas tierras desde hace tiempo. Eso no es normal. Siempre hay alguien especial. Siempre.

Planaria me estaba escuchando, a pesar de que los párpados medio caídos delataban lo cansado que estaba. Fruncí el ceño.

- No podemos bajar la guardia, Pilas. Tu sólo puedes hacerte cargo de Tom. ¡Como si lo fríes! Pero no puedes hacerle frente a otra organización. No tu solo. Aquí no hay protagonistas, aquí hay bajas.

Ya habíamos tenido la misma discusión... ¿cuántas veces? ¿Quince? ¿Veinte? No eran paranoias mías. Lord Rick estaba preocupado últimamente. Por su aspecto y actitud no lo parecía, pero yo lo sabía. A todas luces, parecía que era la única que se había dado cuenta de ello. Y esa mirada que estaba dirigiéndome en ese mismo momento, justo esa, tiraba por tierra cualquier intento de convencerle.

- Confio en ti, Planaria. No confio en los demás. Se te seguirán asignando misiones de campo, pero acostúmbrate a que nunca estás solo -abrió la boca para responderme, pero negué con la cabeza. No admitiría ninguna réplica, no cuando estaba aún con la adrenalina fluyendo por las venas -. Quedan pocas horas antes de que amanezca. Vete a descansar. Mañana hablaremos.

Permanecí impasible en mi posición mientras él se incorporaba y se dirigía hacia la salida. Al pasar por mi lado, volví a hablar con un tono de voz capaz de helarle la sangre a cualquiera:

- Y como vuelvas a llamarme "madre", te mandaré de vuelta al parvulario de una patada. No tengo tantos años encima para ser tu madre, ¿sabes?

Se volvió lo justo para dirigirme una mirada furibunda que lo decía todo y que me dolió más que cualquiera de las heridas que he sufrido a lo largo de toda mi vida. Mi mano se movió antes de que mi mente terminase de procesar lo que debería hacer y le agarré de la camiseta impidiendo que siguiera su camino. Las voces de mi cabeza, tantos mías como de los entes que siempre estaban ahí, se unieron bajo un sólo grito ensordecedor que solo yo podía escuchar:

¡¿PERO QUE HACES?!

Pero ya era demasiado tarde. No quería ni mirarle a los ojos porque sabía lo que encontraría en los suyos. Toda la seriedad de la que hacia gala se fue a... tomar por saco, por decirlo mal y pronto. Casi en un susurro, seguí hablando:

- ¿No puedes entender que no quiero perderos a ninguno... ? -noté como cogía una milésima parte del aire de la habitación para decir algo, así que seguí hablando. Me daba miedo escuchar lo que quería decir a continuación -. He visto caer a muchos. No es agradable. Y menos aún cuando les tienes cariño. No es algo que se olvida con facilidad, así que... -me tembló la voz -ten paciencia, ¿vale? No saldré la próxima vez... -le solté.

 Esperaba que se fuera. Esperaba que cerrase la puerta de un portazo y no volviera a hablarme en meses. Y en lugar de hacer eso...

...la abracé. Me daba igual que ella odiase el contacto físico, sabía que lo necesitaba. Ella misma lo acababa de decir, "he visto caer a muchos. No es agradable. Y menos aún cuando les tienes cariño...". ¿Cuántos de esos que había visto caer la habían abrazado con cariño y amor? No lo sabía. Posiblemente muchos, posiblemente ninguno. Pero yo creía que era lo que necesitaba. No la veía como una madre por su edad, ¡ni mucho menos! ¡Si parecía más joven que yo! No, la razón por la cual veía en ella una figura materna era por esas cosas. Esa dureza implacable que sólo alguien que realmente te quiere puede tener contigo; por esas broncas y charlas que se repetían hasta la saciedad, hasta el punto en que podía repetir palabra a palabra lo que me iba a soltar; por esa sensación que yo tenía a veces hacia ella de injusticia, de que me protegía más de la cuenta y me hacía sentir vulnerable y torpe muchas veces... Yo perdí a mis padres de niño, apenas tenía recuerdos de ellos. Y ella había sabido cuidar de mí y educarme tan bien como mi propia madre lo habría hecho.

- Gracias por cuidar de mí, siempre.- le dije esto mientras aún la tenía entre mis brazos. En el fondo, a pesar de su naturaleza fuerte y poderosa, su alma era pura como el agua de un lago al amanecer. En situaciones así la bondad que vivía sepultada bajo un sinfín de barreras y armaduras que la protegían se abría paso como agua entre las murallas de un gran castillo. Ella lo llamaba "organización". Yo lo llamaba familia. Me separé de ella con una sonrisa.- Que descanses.

Salí del salón y me dirigí a mi cuarto mientras el gran reloj del pasillo daba las cuatro y media de la mañana. Me tumbé en la cama y sonreí para mí. Puede que me hubiese ganado una reprimenda por abrazarla, pero me sentía mucho mejor ahora que lo había hecho. Para mí esto no era una organización. Era una familia... Mi familia, con la que había compartido no solo misiones en las calles de todas las ciudades de Europa... Compartía los desayunos y las comidas; las tardes de charla en el salón con el fuego puesto; los juegos de mesa por las tardes; las constantes peleas por el mando de la tele; nuestras disputas por el fútbol, discutiendo sobre qué equipo era mejor... Había perdido a mis verdaderos padres, pero había tenido una familia estupenda con la que no me había perdido nada de nada. Cerré los ojos y dejé que el manto de Morfeo me trasladase al mundo de los sueños. Mañana sería otro día, y con el chico nuevo no tenía ninguna duda de que iba a ser un día especial. Ya le gastaré alguna novatada. No se va a ir de rositas así como así.

Mientras observaba tranquilamente por la ventana, mis oídos estaban dispuestos en las acciones del chico. Una mala manía el de no bajar la guardia aunque quisiera que sus pensamientos estuvieran dispersos en otro lado. Sus ojos solo brincaban de una luz exterior a otra, contándolas y enumerándolas para matar el tiempo. Aquello no era lo más divertido en el mundo y podría estar haciendo cosas mas interesantes... Pero al fin y al cabo se sentía como en una misión, guardando la espaldas a un niño que lanzaba flechas de luz.

Escuché como levantaba el teléfono y marcaba, con cierta rapidez, haciendo una pequeña observación de que sabía el número al dedillo. Mientras tanto, empezó a tamborilear los dedos encima del reposa brazos del sillón, obstaculizando los malos pensamientos con algún que otro recuerdo agradable de la niñez. Como le gustaría estar en brazos de sus padres sin tener que lidiar con la gente de fuera. Los ojos se fueron rápidamente al chico, mirando ladino al escucharle musitar.

- Hmm... ¿Papá? Soy yo, Tommy... Llamaba para decirte que... No estoy en la cama, me he salido por la ventana y estoy en casa de un compañero de clase, nos vamos a quedar a dormir y a hacer un trabajo. No os preocupéis, ¿sí? Venga, chao chao. - Y se podía interpretar los nervios que sufría a flor de piel por una sonrisilla que salió de su boca. Dirigió su mirada en él a ese instante para inspeccionarlo con seguridad. Pudo dar la llamada como finalizada, pero en los ojos del rubio veía algo muy anormal: Sufría por algo.

- Yo... Leo... ME ESTOY MEANDO, ACOMPÁÑAME, POR DIOS. - Y tras esto, me agarró intentando levantarme del asiento. Me dejé llevar, pero gruñí un poco para que no pusiera sus manos encima mía, zafándose un poco del agarre.

- Solo tenías que pedirlo. - Mi amabilidad sonaba forzada, pero por pensar que me había tocado le daba igual que viera que actuaba. - Sígueme si eres tan amable.

Salió del salón y empezó a caminar con paso acelerado sin importarle que le siguiera pues si se perdía era cosa suya. La mansión podría ser liosa, pero no llegaba a actuar como laberinto. Tras pasar unas tres puertas en línea recta, se paró y giró sus talones, para observar si el rubio le había seguido con atención, no hacía falta hablar, pues si era devoto a pensar, podía hacerse a la idea que en la puerta en la que se había parado conducía al baño. A unos segundos, se apoyó en la pared, y allí esperaría hasta que las necesidades del nuevo fueran satisfechas.

Al pronunciar, o creer que pronunciaba sus últimas palabras para irse, notó nuevamente el agarre y respiró hondo. Volvió su cabeza al chico, sin inmutar alguna expresión alguna en su rostro para escuchar su nuevo pedido. Preferiría estar clavándose un cuchillo en el ojo trescientas veces a tener que lidiar con aquel chico, que parecía pasar una etapa dura de la vida. En otras palabras, la edad del pavo.

- ¿Te importa quedarte un rato conmigo? Aún tengo preguntas, quiero que me hables un poco de todos vosotros. - Y tras esto, el chaval fue rápido para arrastrarle dentro de la habitación, hasta haciéndolo sentar en el borde de la cama, la cual hizo un quejido al sentarse ambos. Tendrían que cambiar la litera. - Me gustaría que me hablases un poco más de esa chica. Y del fanfarrón del chispas. ¿Hay alguien más? ¿O solo estáis vosotros tres?

Mis ojos se desviaron a la ventana de madera, la cual se podría apreciar y escuchar el tintineo del viento golpear el cristal. Suspiró y se levantó, dirigiéndose con paso lento hacia la ventana para poder observar el paisaje oscuro desde aquel ángulo de la casa.

- ¿Paradox? Paradox es la encargada del grupo. Nos acogió a Positrón y a mi, el cual llegó el último. - Hizo una breve pausa y le observó por un segundo, el cual fue fugaz ya que prefería ver a través de la ventana. - Rectifico, ahora eres tú el último en entrar. Tenemos un líder que es Lord Rick, y el grupo es para ayudar a gente como nosotros y a liberarlos de ciertas asociaciones dedicados a explotar a la gente que no es como los demás seres humanos.  

Se giró y dio pequeños pasos hacia la puerta, no pretendía irse, pero tampoco tenía el placer de querer estar sentado.

- ¿Qué más quieres saber? Creo que Paradox podría responderte estas preguntas mejor que yo. Yo tampoco entendí nada hasta que entré, y aún sigo sin entender demasiado. - Demasiada información para él, pero si eso calmaba su sed por el conocimiento de la organización, era lo mejor. No estaba cualificado para hablar de más.

Daba igual que supiera de antemano lo que iba a hacer. El sólo contacto me hizo dar un respingo con su correspondiente escalofrío helado. Me quedé quieta, muy quieta, con la falsa creencia de que esto era como cuando un oso va a atacarte: si te haces el muerto, te dejará en paz. Incluso permanecí así cuando se separó de mí, se despidió y se fue de la habitación. Entre temblores, busqué apoyo en el sofá hasta que me recuperase de la impresión.

No era alergia al contacto físico, por mucho que lo pueda parecer. La Organización me convirtió en una herramienta de guerrillas, en un arma. Cualquier muestra de cariño, ya surgiera de mi o de otra persona cercana, sobraban. No estaba acostumbrada a ellas y tampoco me habían hecho falta. Hacía mucho tiempo que había perdido esa capacidad… Eso si era parte de mi naturaleza.

Me recosté en el sofá, estirándome como un gato y cubriéndome los ojos con el brazo. Una vocecita se había colado aprovechando la calma recuperada. Me pedía, me suplicaba que por favor le dejase ver al nuevo.

- Jack Frost -convoqué sin moverme ni un ápice.

Spoiler:

El elfo de las nieves hizo acto de presencia girando sobre sí mismo y alzando la manita rechoncha. Aplaudió. Me dió empujoncitos reclamando atención.

- ¿Qué quieres?

Una vez invocados, mis criaturas perdían la capacidad del habla. No les impedía comunicarse de alguna manera, pero no era igual que escuchar sus voces en mi cabeza. El pequeño regordete me tiró de la manga a la altura del hombro y señaló hacia el pasillo.

- Pues ve a echarle un ojo. Seguro que agradece que le des la bienvenida…

Jack emitió un chillidito cargado de ilusión, alzando las manos por encima de su cabeza con un saltito. Salió pitando en busca del nuevo. Mientras no saliera de la casa, podría mantenerle presente. Al menos, uno de nosotros se llevaba una alegría…


Jack Frost correteó por los pasillos tan rápido como le permitían sus piernecitas. Los cascabeles de su cuello advertían de su presencia a quien aguzase el oido. Abría las puertas de par en par de un solo golpe. Saludó con la manita a George cuando se cruzó con él, con un “Yuhu”, que era lo máximo que podía decir en idioma terrenal. Y por fin, encontró la habitación del nuevo. Una mata de pelo rubio reposaba sobre la almohada. La sábana se había subido un poco y había dejado un pie al descubierto.

- ¿Yuhuu? -saludó Jack Frost desde la puerta.

Como el chico no respondía, su eterna sonrisa se ensanchó aún más. Correteó con pasitos cortos hasta plantarse a los pies de su cama y, con un sólo dedo, le tocó la planta del pie al chico. Al instante, el frío se apoderó de él. El invierno había decidido cubrirle los dedos. El chico se removió, incómodo, y metió el pie en la sábana. Al ver que seguía sin despertarse, Jack Frost dió una vuelta alrededor de su cama, y tras dar una palmada a apenas milimetros del rostro de Tom, se le quedó mirando fijamente, muy muy de cerca, aguardando impaciente el momento en el que despertase...

Acababa de ponerme el pijama cuando escuché un desgarrador grito de mujer que vino del pasillo. Tanith. Y salí como alma que lleva el diablo. Escuché un tropel de palabras acerca de un papá Noel o algo por el estilo. Qué rara tenía Tanith la voz, tal vez estaba todavía enfadada por el abrazo que le dí.

"Chof chof chof". Me paré en seco (más bien en mojado) y vi que el suelo estaba cubierto de agua. ¿Agua? ¿Qué demonios estaba pasando ahí? ¿Se había puesto George a fregar a esas horas? Un rastro salía de uno de los cuartos y llegaba hasta las escaleras principales. Escuchaba todavía los gritos de mujer y me lancé a la carrera para ver qué estaba pasando. Al llegar a las escaleras bajé a toda prisa y allí lo vi. Tirado en el suelo y con una cara de pavor com pocas había visto nunca estaba Tom, siendo "acosado" por el pequeño Jack Frost, una de las invocaciones favoritas de Tanith. ¿Cómo demonios podía tenerle miedo a esa criatura? Era adorable y divertido, aunque a veces un poco pesado. Sonreí y me acerqué hasta ellos.

- Jack, ¿cuántas veces te hemos dicho que trates bien a los nuevos? No deberías asustarlos como pequeñas comadrejillas…- El pequeño muñeco de nieve se dio la vuelta hacia mí y con una amplia sonrisa empezó a dar pequeños saltitos en el sitio. Me saludó con su pequeña mano y señaló varias veces a Tom.- Sí, sí, el chico nuevo. Se llama Tom. Tom, este es el pequeño Jack Frost. Tranquilo, es inofensivo, sólo quería jugar un poco. Te acabarás acostumbrando a él.-

Me acerqué a los dos y cogí al pequeño muñeco de nieve en brazos. Este empezó a hacer toda clase de gestos y a poner varias caras. Se comportaba como un niño. No podía hablar. Cualquier cosa nueva le producía una enorme fascinación y siempre tenía ganas de jugar.

- ¿En serio? ¿Todas esas cosas? Vaya, ¡es impresionante!- Tom me miraba con pavor y sorpresa. No entendía muy bien qué pasaba allí así que se lo expliqué.- Mi poder ya lo conoces, tengo el control sobre la electricidad como has podido ver en Berlín; y el de Leo también, que es el control sobre los miedos ajenos. Pero me da que Tanith no te ha hablado acerca de sus poderes, ¿verdad? No me sorprende, es bastante reservada al respecto.- Dije mientras me acomodaba al pequeño Jack, que alargaba los brazos hacia Tom con una amplia sonrisa.- Ella es una invocadora. Es capaz de traer de otra dimensión a seres que sirven de defensa, ataque o infiltración. Es de gran ayuda para las misiones. Y este pequeñajo de aquí es uno de nuestros favoritos. Cuando estás algo depre o chof ella siempre lo invoca para animarnos un poco. También es un experto en infiltración aunque no lo parezca. ¡Ah, por cierto! Me ha dicho que le caes bien, pero que gritas como "mamá Tanith".- Y no pude evitar una sonrisa burlona ante el pobre Tom, que aún yacía allí tumbado.