Porexpan, porexpan, que invento, el poliexpan. ¡Es poliestireno expandiiiiiidooo!, porque hay poliexpan, seguro hay poliexpan. ¡Y si no lo hay, en la fábrica habrá![Gregory Nelligan]

8 de Mayo del 2019

Cuando estés perdido, veas que se te acerca la hora de dormir y no hay manera de encontrar ningún sitio medio decente para dormir, busca naves industriales y allí, fábricas. Siempre hay un sitio por el que te puedes colar, y dentro tiene que haber sitios donde puedas dormir. Palés sequitos, montañas de plástico de burbujas, a veces incluso algún sofá de las salas de empleados que se dejan abiertas y en las que te puedes echar una buena siesta, antes de que abran. En cuanto encienden todo, te levantas, te desperezas y sales disimulando un poco. La mayoría de veces ni te pillan. Esta noche yo estaba como un borracho en San Patricio. De verdad que me había tocado el premio gordo. ¡La fabrica era de Poliexpan! Ese plástico de bolitas blanco que se mete dentro de las cajas para enviar jarrones y patochadas a las abuelas. Eso y teles.

¿Os hacéis una idea de lo cómodo que es dormir sobre una bolsa de bolitas de esas envasadas? Pues son mejores aún que las camas de agua. Después de darme una vuelta y cotillear por el sitio, habiéndome colado, haciendo unos cuantos estiramientos antes, por una rejilla de ventilación amablemente mal colocada, había encontrado el almacén. Había de todo. Bloques enormes, placas rarísimas de esas donde seguro que va algo encajado al milímetro, sacos con bolitas gordas, finas y unas tan pequeñas que casi parecían polvo. Me había tirado sobre uno de los sacos, para probar su fiabilidad. No se había roto. Se había deformado de tal manera que, además de calorcito, se amoldaba a mi cuerpo. Solté un suspiro satisfecho, apilé unos sacos más para hacerme una cama en condiciones, y después me tumbé encima dejándome morir en ese paraíso flotante de bolitas.

Lo malo de estar tan cómoda es que el sueño acumulado empezó a pesarme, y así, cuando empezó la jornada laboral, los mozos de carga y descarga me encontraron ahí, apilada encima de los sacos, con una pose nada digna, la boca abierta, babeando y roncando como si no hubiera un mañana. Para mi no lo había en realidad. Estaba estancada en el séptimo sueño, pero pude llegar a una conclusión muy importante. Las camas del paraíso seguro que estaba hecho de esas bolitas.

Y esto es lo que pasa cuando los empleados se van de fiesta entre semana, que me toca a mi abrir la fabrica y dejarlo todo preparado. Los aprecio mucho y me gusta que estén felices, pero hay veces que les daría con un látigo para que trabajasen bien. En fin, saqué de mi mochila el manojo de llaves, un termo con café tamaño Godzilla y una larga lista de cosas por hacer antes de que la fabrica estuviera operativa y me dirigí hacia la puerta principal.

Tras 4 llaves fallidas, logre entrar en la fabrica. Estaba todo a oscuras, pero me la conocía bastante bien como para no tropezarme (a no ser que estos hubieran vuelto a dejarse las herramientas por medio, lo cual no me extrañaría). Tantee un poco la pared con cuidado de que no se me cayera el café, subí las escaleras y llegue a mi oficina, donde deje la mochila, encendí las luces de la fabrica y me puse a ojear la lista de quehaceres.

-Vamos a veeeeeer que tenemos por aquí... Punto numero uno: Limpiar cuartos de baño… ¿De verdad creíais que me iba a poner a hacerlo? -Me quede mirando la lista unos segundos hasta que finalmente, se me ocurrió una idea–.Jimmy… - Dije mientras escribía su nombre al lado de esa horrible tarea-.Esta es para ti, chiquitín. A ver si espabilas. – Me hubiera gustado que estuviera ahí para que viera mi cara de felicidad, levantarme tan temprano habría merecido la pena.

Un par de hojas mas tarde encontré algo que podía hacer estando medio adormilado (aún no le había dado ni un sorbido al café que tenía): Inventario de los materiales que tenemos. -Pues entre esto y reparar las cámaras de seguridad… Prefiero el inventario. -Tomé un trago de café y me dirigí hacia el almacén.

Cuando bajé a la planta baja, pude comprobar el estado de la fábrica: estaba sorprendemente limpia. Las máquinas estaban en su sitio, sin mucha suciedad, y no había cajas por medio ni nada. Por supuesto, el dibujo en la pared del “hombre que lanza bolas blancas con cara de mendigo” seguía ahí, dibujado en una de las fiestas que dimos y que nunca lo borrarán, a pesar de que se lo pida cada día. Doy gracias a que no le hayan pintado mas cosas, como pollas en la boca y derivados, pero siempre tengo el miedo de que algún cliente o algo lo vea y al final se pueda liar una buena. En fin, continué hasta el almacén, donde estaban todas las bolsas, cajas y materiales necesarios para la fábrica y la empresa de transportes y comencé el inventario.

-Plancha B3, cien unidades. Plancha B2 cien unidades –mientras recorría las estanterías y tachaba las correspondientes casillas de la lista- . Oh dios, esto va a ser eterno. Plancha B1 veinte unidades. Bolsas de 200, 4 palés,  Bolsas de 100, 2 pales. Bolsas de 600, un palé. Bolsas de 800, cuatro unidades. Bolsas de 50, treinta unidades. Niña, una unidad. Bolsas de 700, treinta unidades. Bolsas de 800, treinta unidades. Bolsas de 900, treinta unidades. Bolsas de 1000, veinte unidad... - Me paré un momento, había algo que no estaba bien. -  Ummmm, debería haber treinta unidades, no vein... ¡Joder! - Salí corriendo corriendo hasta dos estantes mas atrás, a ver si mi cerebro me había fallado.

No, no me había fallado ¡había una niña allí!¿Qué leñes estaba pasando? Me quedé a una distancia prudencial, quizás podía ser un asesinato. No no no… Era una niña demasiado pequeña para que estuviera metida en asuntos tan peligrosos que le hubieran dado un final así. Además, por lo general  suelen tirar los cadáveres al puerto, no meterse en una fabrica a dejarlos ahí, donde seguro alguien los encontraría.

Afortunadamente, un ronquido me sacó de mis dudas. Estaba dormida. Respiré aliviado por unos momentos, pero pronto volvieron las preguntas a mi ¿quién era?¿Qué hacía allí? No podía ser la hija de uno de los empleados, la habría reconocido (Y la somanta de palos que le habría dado al que la hubiera dejado ahí habría sido grande). A primera vista no parecía herida y dudo que hubiera entrado a robar, tenía los brazos demasiados pequeños para llevarse muchas cosas. Tenia que arreglar esto lo mas pronto posible, puede ser que se metiera aquí huyendo de alguien o Dios sabe qué. Suspiré, me acerqué a la niña y la zarandeé un poco esperando que despertase y me explicase qué estaba pasando aquí.

Maldito Jimmy, esto te tendría que estar pasando a ti, no a mí.

Empezaron a darme tics cuando empecé a tener ese sueño recurrente de que una mosca quería metérseme en los ojos. No es que llegara a hacerlo ni nada de eso, pero era bastante molesto, porque yo no paraba de dar manotazos y ella siempre volvía. Muy lejos de allí, en el mundo real donde estaba tumbada encima de un saco, un tipo se me acercaba y ponía su mano sobre mi hombro, para zarandearme. Me desperté de un tirón, como hacía Drácula en las películas antiguas y lancé una mano del tirón a por la mosca. Le di en el brazo, aunque dudo que le hubiera hecho mucho daño. Le escocería un poquito si acaso. Me encontré una cara de esas de adulto que no dan ninguna confianza. De esas que suelen salir debajo de un cartel de los más buscados, por terroristas. Ojos oscuros, barba oscura, pelo oscuro. Todo muy oscuro, vamos. Por un segundo intenté identificar su cara. ¿No era ese capullo que se me había colado en la cola de la sopa en el albergue 42?

- ¿Que? ¿qué pasa? - pregunté un poco desorientada, parpadeando un montón de veces mientras se me acostumbraban los ojos a la luz.

Habrá quien se pregunte que cómo se puede dormir con luz o ruido. Pues durmiendo en la calle. Allí no se para nunca. Hasta los taxis pitan a las tres de la mañana. New York es la ciudad que nunca duerme, literalmente. Así que cuando te ves obligada a dormir a la luz de las farolas, de los coches, de los restaurantes, los musicales de broadway y los tipos que salen de las discotecas con los palitos luminiscentes encendidos puestos en el cuello ( y en el pito, si es que además les gusta bailar con otros tipos) no te queda otra que acostumbrarte a pillar el sueño en cualquier lado. Por norma general, dormir en la calle también te crea un instinto de despertarte si oyes ruido demasiado cerca, por encima del residual de fondo. Pero hoy no era el caso. Entendedlo, he dormido en un saco de bolitas.

- ¿Quién eres tu? - pregunté mirando a mi alrededor.

Ahora se veía todo mucho mas claro que anoche. Había maquinaria, cintas transportadoras, un montón de palés de almacén y todo bañado en una luz blanca que lo hacía todo mucho mas limpio de lo que seguramente estaba. Me levanté del saco por el lado que no estaba cerca del hombre con pintas. No porque desconfiara de su apariencia, si no porque desde el otro lado, aún tendría tiempo para salir corriendo y escaquearme, si es que lo que pensaba era llamar a la poli.